Octavo acto: Contorsionismo


13 años

Reconoces la espalda de Víctor… su traje de circo negro sin mangas y su cabello siempre peinado hacia atrás. Por ello, no dudas en estrellar tu cuerpo contra él y abrazarlo con todo ese deseo de verlo que durante dos años has guardado solo para él. Vaya que lo extrañaste, vaya que ha pasado tanto tiempo que su imagen había comenzado a retroceder y desmoronarse en tu memoria. Ya no recordabas su aspecto, su sonrisa, ya no eres capaz de ver otra cosa que no fueran huesos, sangre y un cerebro esparcido en el suelo. 

Víctor no parece alegrarse mucho de verte ahí, a pesar de que inmediato se gira y corresponde tu abrazo, a pesar de que una sonrisa temblorosa pero sincera se dibuja sobre sus labios. Él nunca supo que un año atrás volviste, que dos de sus compañeros actuaron para ti y uno de ellos sacrificó su vida para que no volvieras. Y que ahí estás de nuevo, aunque no lo querías, aunque nunca lo buscaste.  

—Yuuri, tú no…

—Que no lo hagan de nuevo, por favor. No quería volver, pero… quería verte. Te extrañé.

Víctor te encierra con mayor fuerza entre sus brazos, sientes ese calor expandirse por cada zona que él logra proteger y te sientes tan bien que por un segundo olvidas el lugar donde estás parado. 

—Lo sé, yo también te extrañé, pero…  las cosas no funcionan así, no debes estar aquí. Debes irte ahora, ¿de acuerdo? Si alguien más te ve, volverán a hacerlo. 
Suavemente te empuja hacia atrás, te mira, te sonríe, pero ese amargura en su gesto logra hacerte estremecer. Ahora comprendes un poco mejor las cosas, has aprendido a leer los sentimientos de otros, a descubrir esos mensajes ocultos que suelen haber tras expresiones tan básicas como una simple sonrisa. Víctor no está feliz de verte. Víctor no quería verte nunca más.

—No me extrañes.

Como si pudieras evitarlo. Como si él pudiera. Aunque cada noche temas dormir, aunque a cada despertar un grito lo haga junto contigo, no sabes cómo destruir aquel deseo de volver a verlo. Extrañas esos momentos en que eras feliz, en que dormir significaba aparecer en un mundo de ensueño donde solo eran los dos, donde Víctor hacía magia para ti y creaba vidas de fuego, donde hacía llover llamas, donde jugaba con el calor y te permitía disfrutarlo por completo. 

—¿Víctor?

Ambos voltean y lo que su vista encuentra es una figura esbelta de cabello rojizo y un luminoso leotardo que lo enmarca aún más. Su rostro es la explicación exacta de sorpresa al posar tus ojos en ti. Víctor te toma del brazo e intenta empujarte detrás suyo, aunque casi al instante se da cuenta que no tiene sentido, que ella te ha visto ya. 

—Yuuri…  —suspira. Ahora sus ojos están sobre Víctor. 

—No se lo digas, Mila, por favor. 

Ella camina hacia ti con algo de cautela, mientras notas como poco a poco su sorpresa da paso a algo más: ¿cariño?, ¿compasión? 

—Aún me cuesta creer lo que me contaste de él —comenta y alza su mano hacia ti como si quisiera tocarte pero creyera que algo le ocurrira al hacerlo. 

—Por eso Chris no lo debe saber. Hace tanto tiempo que no volvía, no es necesario. 

—Tal vez debamos hacer otro acto para él…

La chica sonríe. A diferencia de todos los demás, parece divertida con la idea. 

—¿Qué? ¡No…!

—¡No!

Víctor y tú exclaman al unísono. Ambos se miran y él es capaz de notar esa ligera bruma húmeda que ha empañado tu vista. Estás aterrado, no quieres una pesadilla más poblando tus recuerdos para que te atormente cada noche por el resto de tu vida. 

—No creo que sea buena idea. No sirvió con lo de Sala.

—Hagamos algo peor, puedo encargarme de eso. Los demás no necesitan enterarse. Haré mi mejor acto, ¿no quieres verlo, Víctor?

Sabes que eso último va dirigido hacia ti. Ella te mira fijamente con unos ojos brillantes y una sonrisa vivaz, explosiva. Tú titubeas con tu propio silencio, te sientes ahogado mientras la negativa dentro de ti ha menguado un poco.  

—Mi nombre no es…

—Ven, ¡será divertido!

Tu muñeca es encerrada entre sus dedos. Suaves, tersos, como una flor que ha aprendido a presionar. 

—¡Mila! No es necesario. Él solo debe cruzar la calle y desaparecerá.

¿La calle? 

—¿Y volverá de nuevo? La última vez tardó dos años, tal vez ahora podamos hacer que sea para siempre.

Te detienes y, con toda tu fuerza, logras desligar bruscamente la mano que ella sostenía. Durante algunos segundos tiemblas y aguantas un sollozo recalcitrante en tu garganta. Tienes tanto miedo que tus ojos solo saben deslizarse alrededor. Están dentro del circo, pero en una sección interna a las gradas que no logras reconocer. No sabes hacia dónde está la salida, hacia dónde puedes correr. Pero eso es lo que menos importa, solo huyes de ese lugar, de ellos. Claro que tu esperado encuentro con Víctor no ha ido de la manera que esperabas, pero tal vez su negativa, su falta de deseos de verte ahí, su “no me extrañes” sea suficiente para que puedas olvidarlo todo de una vez. 

Logras distinguir una de las salidas de emergencia del circo. Sabes que una vez afuera todo será más sencillo para ti, sin embargo, alguien logra atraparte por detrás y cubre tu boca con su mano. 

—Shhh…

Su calor te es tan reconocible, pero algo de traición se clava en tu pecho cuando te das cuenta que Víctor no te ha dejado huir, que te trae de vuelta, que te lleva hacia donde Mila parece esperar por ti ansiosa.

—Lo siento, de verdad lo siento, Yuuri. —Luchas, pero es cierto que no lo haces con el ímpetu de la última vez, sobre todo porque notas ese tono amargo y culpable en la voz de Víctor—. Pero Mila debe hacerlo para que nadie lo sepa. Sé que no lo entiendes, que esto es por tu propio bien, pero…  ¿Cooperarás conmigo? Yo solo deseo que tengas la vida que siempre deseaste, Yuuri. Aunque te extrañe tanto, tú no debes hacerlo.

La fuerza se reduce, tu lucha lo hace también, hasta que tus pies logran tocar el suelo de nuevo y el calor de Víctor desaparece de tu alrededor. Mila aplaude un par de veces para hacer que la mires, aunque en ese momento solo hubieras deseado observar a Víctor y preguntarle tantas cosas. ¿Quién es él? ¿Qué es ese lugar? ¿Por qué, justo ahora, sientes que no puedes escapar a ningún sitio? Que perteneces ahí…

Mila alza ambos brazos al aire, estirándolos al cielo todo lo que le es posible. Por un segundo crees que estos podrán romperse hacia arriba, desgarrar su piel y dislocar cada uno de sus huesos. Sin embargo, eso no ocurre así, sino que ves como estos poco a poco descienden y, al mismo tiempo, comienzan a retorcerse al lado contrario de lo que sería lo normal. Así, de pronto, sus codos están al frente y las palmas miran hacia atrás. 

De inmediato cierras los ojos con fuerza, sintiendo la presión en tu pecho aumentar hasta casi provocarte el vómito. El acto de un contorsionista es algo que nunca te ha gustado ver y casi puedes darte una idea de a dónde ella llegará con eso. De pronto, una mano cálida, de fuego, toca tu mejilla y limpia esas lágrimas de terror que han logrado escaparse. Notas que Víctor llora junto contigo, que entiende tu miedo, pero que está ahí para recordarte que debes ver. 

Cuando vuelves tu vista a Mila, ella ahora reposa sobre el suelo y su cabeza se asoma entre sus rodillas. Te cuesta mantener la vista sobre ella, en especial porque poco a poco las formas que va tomando con su cuerpo se vuelven más absurdas, inhumanas, y su sonrisa comienza a distorsionarse con algo parecido al dolor. Haces tu mayor esfuerzo por mantenerte hasta el final, por ver ese cuerpo completamente revuelto sobre el suelo, torciéndose de una manera en que parece que sus huesos reventarán en cualquier instante… Y lo hacen, ocurre solo unos segundos después, crujen como pequeños estallidos dentro de su cuerpo y cuyos pedazos logran traspasar la piel, sobre todo los de las rodillas, mismos que se han partido por completo en dos. Sus brazos están retorcidos a extremos tan distintos y el cuello lucha entre las piernas por volver a su lugar. 

Es demasiado para ti… Gritas que pare, intentas huir, pero Víctor te sostiene contra él, te abraza tratando de disminuir el terror, aunque evita que voltees y dejes de clavar tu mirada en Mila… En lo que sea que ella se está convirtiendo. 

—Lo siento, Yuuri…

Tu grito se acompasa al de ella cuando su cuello se rompe y su cabeza cae a un costado, colgando como una bolsa llena. Escupe sangre, restos virulentos, y su imagen queda como la de una araña con las patas rotas y con el cuerpo convulsionante entre sangre y pedazos rasgados de ella misma. 

2 comentarios sobre “Octavo acto: Contorsionismo

  1. Wao!
    Debo admitir que este capítulo fue el que más me dolió y el que más gráfico se me hizo. Toda la historia mantiene un suspenso único que me hace interesarme cada vez más en ella. ¡La adoro!

    Le gusta a 1 persona

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