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AdC 28: «Cuando la naturaleza llama»


El viernes en la noche Mischa se hallaba en casa de Yuuri esperando por el katsudon que su novio le había prometido prepararle. Era ese tipo de cena las que el abogado tanto añoraba. A Yuuri le encantaba cocinar y lo hacía muy bien pero él pocas veces dejaba que hiciera el trabajo solo, por lo que la preparación de la cena era acompañada por una charla amena y por muchos besitos traviesos cuando por alguna razón uno se acercaba al otro.

―¿Y ya tienes todo listo para mañana?―preguntó el ingeniero mientras disfrutaban del platillo. Mischa asintió de inmediato.

―Sí, ya está todo empacado y arreglado. Me emociona saber que estaremos allá en el bosque escondidos por tres días, solos tú y yo…

Mischa había tenido la intención inocente de expresar su emoción de pasar más tiempo con Yuuri en un ambiente diferente, pero, al reevaluar lo que había dicho, enrojeció avergonzado y se golpeó con la palma de la mano derecha la frente.
Esto causó que Yuuri riera de aquella forma que Mischa adoraba y que podía volver el mundo de colores.

―A mi también me emociona eso, amor.

Un suave beso y una sonrisa de su novio tranquilizaron el corazón de Mischa, quien miró con adoración a su acompañante. Adoraba que Yuuri hubiera empezado a llamarle «amor». 
Lo había hecho paulatinamente y, aunque las primeras veces habían sido algo extrañas, lo cierto es que ya lo asumía como suyo. Era una palabra cierta. Amor era el que compartían, aunque ninguno de los dos se había lanzado todavía a decirlo.

Una hora después, con todos los platos limpios y la cocina reluciente, ambos decidieron sentarse a compartir alguna película. Como siempre, Yuuri se sentó en un lado del sillón, mientras Mischa se recostaba a su lado, enlazando sus manos mientras con la otra Yuuri acariciaba su sedoso y plateado cabello. Por momentos sumergía su nariz en ellos para sentir aquel olor a rosas que lo fascinaba y que sólo poseía Mischa en su mundo. Era su marca registrada y también era salvajemente adictivo para Yuuri. Le hacía sentir un hormigueo que empezaba en la punta de los dedos de sus pies, se movía a través de sus circuitos nerviosos y se traducían en impulsos, en pensamientos eróticos y en cosquilleo en la parte baja de su vientre, que lo instaba a querer comerse a besos a su novio. Este, ajeno a esas sensaciones que le causaba, seguía recostado inocentemente sobre él.

Esa noche, al parecer, ninguna película les llamaba mucho la atención. Quizás era la expectativa antes del camping, quizás era el cansancio o quizás era la sensación de sentirse satisfechos así, juntos y disfrutando un momento de calma.

El mayor notó que Mischa empezaba a cerrar los ojos del cansancio y que, inconscientemente reclinó su cabeza y colocó su mano sobre el pecho de Yuuri. Ese pequeño detalle derritió al chico en un par de segundos y sintió su pecho inflamado de amor y de ternura. 
Estuvo sosteniéndolo así por unos diez minutos, hasta que pudo notar que el sueño plácido de Mischa era lo suficientemente profundo. Su pecho subía y bajaba de forma rítmica, sus labios, levemente abiertos lucían un color rosado pálido muy bello y su cabello algo desordenado coronaba su rostro de forma hermosa. Por momentos parecía estremecerse y, de pronto, entre sueños, emitió un «Yuuri» que terminó de matarlo de ternura.

No quería tenerlo a un lado suyo, lo quería lo más cerca posible y por ello fue acostándose suavemente, apoyando su espalda al lado del sofá, llevando el cuerpo de su amado con él y reclinándolo sobre su pecho. Abrió sus piernas para colocar a Mischa sobre él y cerró sus ojos, abrazándolo y acariciándole el cabello.
Su tierno novio se abrazó a él esbozando una ligera sonrisa en sus labios y murmurando «Yuuri» por segunda vez. Makkachin aprovechó el momento y sin pedir permiso, se subió con ellos al sofá, echándose sin vergüenza alguna sobre Mischa, en una escena tan hermosa y cotidiana que Yuuri no pudo evitar sonreír.

Eso fue lo único que necesitó Yuuri para sentir su corazón crecer el triple de su tamaño y pensar que no había mejor ejemplo de la felicidad que ese momento con su hermoso novio.

Mischa despertó cuando el dolor de cuello y cintura no lo dejaban en paz.
Se sintió amoldado sobre un cuerpo y, cuando levantó levemente la cabeza, pudo ver que había dejado una mancha de saliva sobre la tela donde previamente había reposado.

Quince segundos después, más despierto y atento se dio cuenta que se hallaba recostado sobre Yuuri. El chico estaba profundamente dormido, con los brazos colgando para los dos lados, la cabeza un poco reclinada hacia la derecha y sus lentes casi estaban a punto de desprenderse de su rostro. Trató de levantarse pero el gran peso de Makkachin le impedía hacerlo. Al tratar varias veces sin éxito, terminó estirándose y moviendo las piernas para espantar a la perrita.
Bajo él, Yuuri se movió un poco y empezó a abrir los ojos. Al ver aquellos hermosos ojos cielo mirándolo, no pudo evitar sonreír, por más que su mente aún no procesaba toda la información.

Mischa se quedó con una débil sonrisa mirándolo, con el cuello torcido, la cintura dolorida y la espalda resentida por la posición en la que se había quedado dormido.

―Yuuri, ¿Cómo llegué hasta aquí?

La pregunta fue realizada con un tono muy casual, no como un reproche, por lo que Yuuri, esta vez más despierto, pudo contestar.

―Lo siento, fue idea mía―seguido a eso acarició su propio cuello y emitió un quejido. Aún así siguió hablando―, quería saber qué se sentía dormir contigo…

Mischa enrojeció pero su corazón se llenó de ternura. El que Yuuri quisiera compartir algo tan íntimo pero a la vez tan inocente y con tanto sentimiento conmovió su corazón.

Makkachin había resuelto que sus amos se movían demasiado como para seguir durmiendo alli así que, algo ofendida, bostezó y se levantó, dirigiéndose a su camita ubicada en una esquina. Les volteó la cara y cerró sus ojos mirando a la pared.

Es ahí que Mischa aprovechó para moverse con soltura. Logró levantarse y darle la mano a su pareja para tomar impulso para quedar ambos de pie.

―Bueno, Yuuri, dormir así no fue exactamente un placer. Me duele la cintura, la espalda y el cuello.
Así que creo que no dormiré nunca más contigo…

Las palabras, dichas de forma tan natural y despreocupada le indicaron a Yuuri que no lo decía en serio, por lo que optó por hacer un puchero infantil y juguetón.

―¡Amor! ¿Por qué eres tan cruel conmigo?

El puchero de Yuuri fue algo muy tierno y muy privado que no hubiera hecho con cualquiera e hizo que el corazón de Mischa casi explotara de lo lindo que su novio se veía.

No pudo evitar mirarlo con amor, lo tomó de las mejillas con ambas manos riéndose un poco del puchero y lo acarició lento, intercambiando miradas que pronto se conectaban a las pupilas dilatadas del otro. Pronto la atmósfera empezó a cargarse y Yuuri, sin poderlo evitar, acercó sus labios y lo besó, primero suavemente, con confianza y cariño. Luego fueron profundizando besos, con atención, jugando de nuevo con los dedos y con las manos. Las terminaciones nerviosas de ambos se alteraron cuando la humedad del momento empezó a causar estragos y Yuuri empezó a bajar las manos e introducirlas dentro de la camiseta de Mischa, empezando a recorrer su hermosa y bien formada área abdominal, que se contraía al más leve contacto, seguido por los jadeos del hermoso chico. Este, a su vez, se había atrevido a hacer lo mismo pero en la espalda de Yuuri y esto causaba en Yuuri mayor deseo y poca capacidad de pensamiento.

Entretuvieron sus sentidos en el roce, en el toque divino sobre la piel que era ejecutado con suavidad y deseo. Mischa sentía que perdía tras aquellos besos llenos de deseo poco a poco su capacidad para pensar con claridad pero tuvo miedo, miedo de no estar preparado para más y reaccionó de pronto, deteniendo los besos de improviso y separándose un poco de Yuuri para recordarle que era mejor irse a casa. Se acomodó la camiseta, respirando hondo, las mejillas carmesí pintando su cincelado rostro.

―Yuuri, vamos, creo que es mejor que me dejes en casa.

Yuuri lo miró con deseo y algo decepcionado. Sus labios hinchados provocaban en el abogado miles de sensaciones, por lo que Mischa quiso demostrarle que, pese a la interrupción, todo estaba bien, así que se acercó al chico de cabellos negros, le acomodó la camiseta, suave y delicadamente, acercándose sonriente a su oído para susurrarle.

― Creo, Yuuri, que la próxima vez que quieras dormir conmigo, mejor pregúntame para hacerlo en la cama…

Yuuri lo miró atónito, pensando que nunca dejaba de sorprenderse de las reacciones de Mischa. Había algo de ambivalencia en su ser que lo enloquecía. A veces algo tímido, otras veces seguro o avergonzado y otras veces como aquella, hablando relajado y hasta sensual.
Y Mischa sentía exactamente lo mismo con Yuuri, unas veces muy firme, otras veces muy formal, otras veces romántico, abierto y ligero.

Y aunque ninguno de los dos sabían cómo, siempre, siempre se encontraban a medio camino.

A la mañana siguiente, Yuuri pasó muy temprano por casa de sus padres para recoger a Mischa. Este se había esmerado en pedirle a Phichit una mochila de excursión y había empacado muchas cosas, tantas que parecía que en cualquier momento su mochila iba a explotar. Además traía una bolsa de tela repleta que Yuuri no supo descifrar porque andaba sellada con un nudo.

Mischa subió al auto luego de colocar sus cosas sobre los asientos posteriores. Saludó a Yuuri con un suave beso en los labios y le pidió pasar por el centro del pueblo para comprar algo.

―¿Qué más puedes llevar, Mischa? ¡Pareciera que le estás haciendo el trabajo a Santa Claus!

―Necesito pasar por la tienda, no seas malo…

―Está bien, aprovecharé para comprar algo en la panadería para desayunar.

Se dirigieron al centro con tranquilidad, prendiendo la radio y escuchando por momentos el informe del clima. Se pronosticaba lluvia por momentos pero aparte de eso prometía ser un fin de semana soleado y caluroso.

La panadería y el supermercado se encontraban muy cerca entre sí, una frente a la otra. Yuuri fue a la esquina y Mischa cruzó la calle.

La panadería era el local más antiguo del pueblo y por tanto, el más conocido. La señora Alina era la dueña y se sabía la vida de todo el mundo por allí.

―¡Señora Alina, buenos días vengo a llevarme algo para el camino!―saludó Yuuri al entrar y pasar cerca a la caja.

―¡Yuuri, buenos días!―exclamó sorprendida y sonriente―En el pasillo dos están los stolichni a mitad de precio y llévate unas Vatrushka dulces, ¡sé que Mischa las adora!

Yuuri sonrojó de inmediato pero no le dio cabida al comentario y se adentró a la tienda. Cogió un Stolichni mediano y queso, los metió en la canastilla que recogió a un lado del pasillo y luego se fue pensativo al otro pasillo por las Vatrushka.

Cogió las pinzas y una bolsa de papel y pensó que podría llevarle varias a su novio. Empezó a cogerlas con una sonrisa en los labios, hasta que escuchó una voz acercándose a él.

―¡Yuuri!―dijo sorprendido aquella voz varonil.

Cabello rubio, ojos azules, porte muy elegante, no habían dudas.

Era Dema.

Yuuri palideció pero decidió saludar a aquel hermoso chico que había tratado tantas veces de pintarle el cielo de colores maduros y cálidos.

―¡Dema, hola! ¿Qué haces por aquí?

―Comprando el desayuno.

―¿Tan temprano?

―Es que sé que nunca vienes a comprar a esta hora―Se sinceró tiñendo de escarlata sus pálidas mejillas―, excepto hoy…

Yuuri se molestó con todo eso. Ver a Dema le movía el corazón y lo hacía sentir algo culpable. Trató de olvidarse de ello cambiando de tema.

―¿Qué tal el viaje a Alemania?

―Bien, todo bien…¿Qué haces comprando Vatrushka? Pensé que no te gustaban los panecillos dulces…

―No me gustan. Son… para Mischa, para el camino.

Escuchar el nombre causó que el rostro del profesor se congestionara. Pero tuvo que sonar amable.

―Vaya, ¿se van de viaje?

―De campamento, un par de días.

Eso también le hubiera gustado a Dema. Le hubiera encantado pasar mil y un aventuras con él, viajes solos y campamentos. Pero ya no harían nada. El chico rubio suspiró profundo, las palabras de Yuuri habían dolido más de lo que quería aceptar, aun si se había prometido a sí mismo superarlo y ya no seguir atormentándose con ello. Le había servido la distancia del viaje pero encontrarse así, de forma fortuita, le había chocado. Yuuri no quiso hacer más incómodo el encuentro, así que trató de esbozar una media sonrisa para hacer la despedida menos rara.

―Bueno, te deseo un buen fin de semana, Dema. ¡Cuídate!

Dema no quiso fingir un saludo para Mischa, en realidad no quería desearle nada. Aún no podía. Así que se despidió levantando la mano tratando sin éxito de esbozar una sonrisa y sin emitir una palabra, se volteó y se dirigió al final del pasillo.

Yuuri sólo quiso que la cola de caja se desvaneciera para salir. Sabía que tarde o temprano se encontraría con Dema, si bien sus sentimientos nunca fueron tan fuertes como los que sentía por Mischa, o que los momentos a solas con Dema eran opacados por aquellos con su novio actual, no podía negar que le tenía un cariño muy especial al joven. No lo odiaba, lejos de eso Dema hubiera sido su pareja perfecta, todo lo que él quería en alguien. Lo quiso mucho y sabía que por eso se sentía afectado al verlo tan pronto, no por que los sentimientos pudieran surgir a la superficie, estando con Mischa no había posibilidad de que ello pasara, sino porque había lastimado mucho a Dema, y eso era lo que más dolía. 
Solo podía rogar a cualquier entidad existente que algún día Dema encontrara a alguien que lo amara igual a como él amaba a Mischa.

……

Al otro lado de la calle el paisaje se pintaba diferente. Mischa había entrado radiante a conversar con el señor Alexei Petrov, dueño del supermercado. Se conocían muy bien porque en muchas ocasiones Phichit lo había llevado para hacer compras para la casa.

Mischa cogió una canastilla y empezó a pasear por los pasillos sin mayor premura. Sabía qué debía buscar pero le encantaba pasear en esa tienda. Cuando trató de buscar una pasta dental de tamaño para viaje encontró en aquel pasillo muchas cosas. Bajó la velocidad para detenerse a observarlas, oler shampoo, jabones líquidos y desodorantes. Casi al final del pasillo llegó la parte de las toallas higiénicas, los lubricantes y los condones.
No era una parte que normalmente le hubiera llamado mucho la atención pero no pudo evitar coger una de las tantas cajitas de condones colgadas por ahí. La miró recordando a Yuuri, en quien no había podido dejar de pensar desde la noche anterior.
No después de las manos de Yuuri recorriendo su abdomen y acariciando sus músculos durante esos besos profundos que le movían el piso. Había sido voraz para él, no sólo eso, sino sentir sus propios dedos recorriendo la espalda de su novio.

Luego de que Yuuri lo hubiera dejado en casa Mischa no había podido dejar de pensar en él, así que tampoco pudo evitar tener sueños húmedos con él, sueños tan reales en los que ambos se encontraban llenos de sensaciones que causaban disturbios en su interior, los gemidos ponían la música, los roces sensuales creaban incendios y los besos eran la entrada hacia el placer más infinito.

Mischa no recordaba haberse despertado tan pegajoso y sudado en su vida.

Y ahora, con el condón en la mano y pensando en alguna situación para usarlo, levantó la mirada y pudo ver cómo Yuuko se acercaba para saludar desde el fondo del pasillo.
Sus manos empezaron a temblar y sus ojos se abrieron enormes, con vergüenza y necesidad de ocultar lo que tenía en la mano.
Volteó dándole la espalda a Yuuko por un instante y observó hacia todos lados para encontrar una víctima, que por suerte encontró, y arrojó la cajita hacia un chico que pasaba cerca con una canastita.

―¡Hola, disculpa, se te cayó!

El chico atinó a coger lo que le habían mandado de forma sorpresiva y miró a Mischa sin comprender de qué demonios hablaba pero Mischa volteó nuevamente y ante él, a pocos pasos, estaba Yuuko.

―¡Hola Yuuko!―dijo algo nervioso.

―¡Mischa, qué bueno verte!―lo saludó con una sonrisa.

Gracias al cielo un capítulo más de los ratos de vergüenza de Mischa que no serían descifrados por nadie más.

……

Luego de unos minutos poniéndose al día con Yuuko, Mischa se acercó a la caja y pagó los tres productos que había escogido.

Salió con su bolsa en mano, aliviado de haber pasado con éxito el momento anterior y avanzó media cuadra para cruzar exactamente frente a la camioneta de Yuuri.

Mantuvo la mirada al frente, esperando a que todos los autos pasaran y antes de cruzar la calle, un hombre extraño se le acercó por detrás.

―¿Victor?

El nombre llamó su atención de inmediato. Sabía que aquel nombre se le hacía muy familiar, así que volteó la mirada para encontrarse con un hombre alto, vestido con un pantalón oscuro y una camisa remangada debido al clima.

―¿Me está hablando a mí?―preguntó sorprendido.

El hombre dudó al escuchar la pregunta pero poco después siguió.

―Disculpa, ¿no eres Victor Nikiforov?

―No, me llamo Mikhail Katsuki.

Mischa se sintió algo intimidado cuando el hombre se acercó aún más muy dudoso, amenazante con su mirada y esbozando una sonrisa que le escarapeló al abogado todo el cuerpo.

―Disculpe, señor, lo confundí con mi amigo Victor. Permiso…

El hombre se retiró con la misma velocidad y extrañeza con que había aparecido y pronto Mischa, algo pensativo y preocupado, volteó a darle una última mirada. Al ver que el hombre desapareció en la esquina cruzó la calle y sin poder quitarse ese instante de la cabeza, se subió a la camioneta en donde ya esperaba Yuuri por él.

La reserva natural del Estado de Muromskiy se encuentra a 300 Kilómetros al sureste de Kiritsy. Yuuri había preferido irse ahí porque en verdad quería despejarse de todo y porque, además la reserva tenía un lago muy bonito que conectaba con diversos afluentes de pequeños arroyuelos y algunos rápidos que en verano podían servir para hacer algo de canotaje.

No era la primera vez que Yuuri iba a pernoctar a la reserva. En realidad, él había sido líder scout durante sus años de secundaria y en las vacaciones de verano le gustaba mucho ir con sus amigos de universidad a acampar.
La naturaleza llamaba a Yuuri, lo relajaba y lo hacía sentir libre.

Había organizado todo un programa para ambos, en el cual le demostraría a Mischa las bellezas de la zona. Había sobre su camioneta dos bicicletas montañeras (con la cual podría elevarse un poco para ver la reserva) y se irían a un lado privado donde acampar, ya que uno de los amigos de la universidad de Yuuri era ingeniero forestal y ayudaba a la administración de dicha reserva.

Mischa, por su parte, se hallaba emocionado por el paseo. Salir de Kiritsy siempre lo entusiasmaba y qué mejor que pasarlo en un bosque tranquilo con Yuuri.

El viaje les demoraba casi 4 horas y era por eso que habían salido tan temprano.
El paisaje siempre maravillaba a Mischa, quien nunca dejaba de admirar las pequeñas áreas de bosque que ante sus ojos pasaban. Durante ese tiempo buscaron entretenerse con todo. Yuuri había colocado música en su USB y lo había colocado en la radio del auto, haciendo reír a Mischa con más de una canción de Britney Spears, de Mariah Carey y de los Backstreet Boys.

Mischa no pudo parar de reír cuando Yuuri empezó a imitar los pasos de «Everybody!» de los Backstreet Boys mientras cantaba a voz en cuello.

Eran las 11:10 cuando llegaron a la reserva. Yuuri estacionó el auto en un sitio habilitado para ello y le dijo a Mischa que tomarían sus cosas en la bicicleta para llegar al lugar destinado.

―¿Está muy lejos?―preguntó Mischa curioso pensando en su pesada mochila y en su otra bolsa.

―No, a unos dos kilómetros en bicicleta y algunos caminos se encuentran algo difíciles de transitar. Pero tranquilo, yo llevo los materiales de la carpa, que son los más pesados, tú lleva nuestras mochilas, ¿está bien?

Mischa no pensaba que fuera un trato malo, dado que las mochilas, aunque recargadas, no eran tan pesadas. Su problema había sido su otra bolsa amarrada que contenía los diez libros de cabecera que se encontraba leyendo en casa. Pensó que en el bosque no tendrían mucho que hacer y él no podía dejar de leer así que, sin quejarse, trató de colgarse una mochila en la espalda y dejar los libros y la otra mochila en el canasto que venía con la bicicleta.

Yuuri lo condujo primero por un camino con algunas elevaciones nada complicadas. 
Si bien no habían caminos pavimentados, lo cierto es que estaban muy bien conservadas.

El primer kilómetro pasó sin novedad, ya a la mitad del camino el terreno se hizo más pedregoso y sinuoso. Mischa se sentía cansado por el peso de los benditos libros que se había rehusado a dejar en el auto, pese a las peticiones de Yuuri. Aún así era muy orgulloso y, aunque se hallaba agotado, jamás lo aceptaría.

Yuuri, muy por el contrario, parecía no agotarse con nada. Pasaba las piedras y caminos difíciles con la misma fuerza y dedicación que le ponía al cuidado de sus terrenos y Mischa no se explicaba cómo el hombre podía manejarse tan bien dentro de un ambiente tan natural.

Veinte minutos después Mischa recibió la tranquilizante noticia de que habían llegado. Él era un hombre de muy buena salud, que se cuidaba y se mantenía en forma pero no estaba acostumbrado a montar bicicleta y menos llevando peso. Llegó agotado pero feliz de haberlo logrado.

Yuuri le pidió entonces ayuda para armar la carpa y Mischa aceptó gustoso, poniéndose en alerta para ayudar a su novio.

O bueno, al menos lo intentó.

Primero Yuuri le iba pidiendo diversos materiales y herramientas de los cuales él poco o nada sabía, por lo que le traía tres cosas distintas y muchas veces no era ninguna de ellas. Eso hizo que el trabajo de Yuuri se ralentizara y prefiriera hacer esa parte solo.

Cuando Yuuri por fin pudo tener listo todo para armar la carpa, le pidió ayuda a Mischa para levantar los parantes, lo cual realizó con algo de éxito, hasta que una pequeña lagartija se escurrió bajo el pantalón de Mischa y se fue corriendo desesperado porque sentía que algo le caminaba por las piernas y no sabía qué era. El soltar los parantes de la carpa hizo que todo el trabajo de Yuuri se desmoronara y el pobre ingeniero tuviera que hacerlo todo de nuevo.

Ya eran las cuatro de la tarde cuando Yuuri pudo por fin admirar su carpa armada. Le había costado más horas de lo pensado, por lo que tuvo que hacer cambio de planes.

Más tranquilo y sin ninguna lagartija encima, Mischa se ofreció a colocar las bolsas de dormir dentro de la carpa mientras Yuuri recolectaba algo de leña para preparar la cena.
Para tener más espacio, decidió dejar las mochilas afuera y colocar dentro de cada bolsa de dormir la pijama que cada uno había traído.

Luego, con sumo cuidado colocó sus libros al lado de su bolsa y decidió sacar uno y leerlo hasta que regresara Yuuri de su labor.

Una hora y media después regresaba Yuuri con un montón de troncos y Mischa recolectó piedras para armar la fogata.
Para cuando ésta había empezado a calentar, Yuuri colocó una olla con algo de agua sobre una hornilla y preparó unos fideos, a los cuales les agregó después una salsa de tomate en frasco.

La olla y la sartén tenían que ser lavadas con agua del río cerca. Yuuri y Mischa fueron juntos, aprovechando el momento para cogerse tiernamente de las manos. Con una lámpara en mano llegaron a su destino y Yuuri le explicó a Mischa lo importante de quedarse cerca a la zona. Más adelante el afluente ganaba velocidad y desembocaba en los rápidos. Mischa escuchó con mucha atención todos los consejos de Yuuri. Quería ser el perfecto compañero de camping del mundo aunque no había podido siquiera ayudar a armar una carpa.

Regresaron riéndose y hablando de la lagartija en las piernas de Mischa. Al parecer pensaban si no debían bautizarla.
Una vez en la carpa, decidieron ponerse sus pijamas, por lo que cada uno se esforzó por retirar la vista del otro sin éxito.

Yuuri vio la hermosa y alba espalda de Mischa, que a través del tiempo había adquirido un color bronceado. Sus formas parecían esculpidas y perfectas, lo que hizo que un nudo se instalara en su garganta y para evitarlo, decidió controlarse un poco y concentrarse en su pijama.

Mischa, por su parte, ya había visto a Yuuri semi desnudo un par de meses atrás pero incluso con la experiencia anterior sentía que todo su cuerpo se consumía con fuego al ver el torso de Yuuri frente a él.

El ingeniero tenía un cuerpo bien formado, bello y natural. Mischa lo evaluó centímetro a centímetro mientras Yuuri buscaba de espaldas su camiseta y se agachaba a coger sus medias, sacándose el pantalón.

Mischa no sabía lo que era enrojecer hasta ese momento. Los boxer negros de Yuuri, pegados a su abdomen y piernas resaltaban sus atributos. Mischa trataba de pensar en elefantes voladores y payasos asesinos pero los muslos y glúteos de Yuuri se lo imposibilitaban. No imaginó que pudiera salivar como perro en experimento conductista frente a un timbre. El cuerpo de Yuuri hacía sonar miles de timbres en su cabeza y no podía reaccionar coherentemente a ello. Se volteó para tranquilizarse pero el sonido de la ropa moverse por el cuerpo de su novio le hacía imposible pensar en otra cosa.

―¿Mischa, estás bien?―le preguntó ya cambiado al verlo sin camiseta, con la mirada fija en el único zapato en la mano que había logrado sacarse antes de empezar a destilar fluidos bucales por su novio. Mischa lo miró confundido y sorprendido.

―…Condón…―respondió sin pensar.

―¿Qué dices?―preguntó Yuuri con el rostro enrojecido y sin entender si había escuchado bien.

Ya para ese entonces el rostro de Mischa llevaba el pigmento enfurecido de la bandera del orgullo gay.

Mischa se maldecía a sí mismo por su torpeza.

―¡Cordón!―dijo, tratando sin éxito de sonar casual―¡Se me rompió el cordón de mi zapato!

Yuuri se acercó con cuidado a observar el zapato y notó el cordón íntegro y perfecto. Es ahí que vio a Mischa voltear su rostro con vergüenza y entendió lo que pasaba. Aunque Mischa se hallaba de espaldas, Yuuri no pudo evitar sonreír con ternura, sintiendo algo muy fuerte dentro del pecho. Con suavidad besó el hombro desnudo de su amado y trató de calmarlo de la forma más natural.
―Ya veo. Voy  a salir, quiero sentarme una vez más frente a la fogata.

La brisa nocturna les facilitó el autocontrol. Frente a la fogata ambos se pusieron a conversar amenamente como siempre lo hacían. Pasaron un par de horas agradables bajo la luz de la luna y sólo decidieron entrar a la carpa cuando la fogata ya estaba casi extinguida.

―Mischa, quería contarte sobre lo que quiero hacer contigo la próxima semana.

La voz de Yuuri antes de entrar a la carpa de pronto interrumpió sus pensamientos.

―¡Oh, dime!―Yuuri lo miró atento a cualquier impresión.

―Quiero que vayamos a Moscú. Te lo prometí hace tiempo y quiero cumplirlo antes de que regreses a trabajar.

―¿En serio? ¿Moscú?―preguntó con la emoción reflejada en una sonrisa.

―Sí, vamos a Moscú.

Mischa se sintió doblemente feliz con la idea. Abrazó a Yuuri emocionado, con tanta fuerza que se tropezaron, cayendo sentados sobre el suelo terroso. Ambos soltaron carcajadas mientras se levantaban y se limpiaban el pantalón. Luego de eso, los abrazos y los besos no dejaron de darse bajo la luna durante media hora más, pese a la ya evidente ausencia de luz.

Ambos se metieron a sus respectivas bolsas de dormir. Yuuri se había relajado tanto con el momento compartido que quiso cerrar los ojos de inmediato pero no pudo porque una lámpara no lo dejaba dormir.

―Mi amor, ¿qué haces?―le preguntó cansado a Mischa― Es hora de dormir.

―Estoy leyendo―contestó.

―Pero ya es tarde para leer, vamos a dormir―Yuuri siempre había sido huraño cuando tenía sueño.

Mischa lo miró unos pocos segundos, mostrando unos lentes de lectura adorables que reflejaban la luz de la lámpara y oscurecían sus irises celestes.

―Lo siento, no puedo dormir sin leer antes, amor.

El escuchar de boca de Mischa decirle «amor», tan de pronto, le llenó el corazón a Yuuri de felicidad y lo convenció de inmediato.

A pesar de que no podría dormir, a pesar de que estaba cansado, a pesar de parecerle una actitud algo caprichosa, el sólo hecho de hacerle saber que era «su amor» fue suficiente. Sonrió y se dio la vuelta.

―Ok, pero no te acuestes tan tarde.

A la mañana siguiente Mischa se había levantado temprano.

Yuuri había sufrido para dormir debido a la luz durante un par de horas más luego de acostarse. Eso lo había dejado con algo de dolor de cabeza pero el no sentir a su novio descansando le preocupó.

Salió de la carpa llamándolo y lo encontró sentado sobre un tronco, tratando de crear fuego con dos piedras.

―¿Mischa?―El chico renegaba mientras chocaba una y otra vez las piedras sin resultado.

―¿Cómo diablos se hace esto?―preguntó molesto―En las películas no parece ser tan difícil.

Yuuri vio a su alrededor, el suelo mojado y de la carpa caían suavemente un par de gotas. No tenía que ser un genio para entender que había lloviznado en la madrugada, el petricor lo delataba. 
―Es que ha llovido―explicó Yuuri―, las piedras y las ramas, todo está húmedo. No podrás hacer mucho con ellas.

Mischa soltó un bufido molesto, arrojando las piedras al suelo. Yuuri suspiró preguntándose si en su vida pasada Mischa habría ido alguna vez de campamento. Sonrió para sí mismo, llegando a la conclusión que eso era imposible y se notaba a leguas. Trató de consolarlo arremolinando su plateado cabello.

―Tranquilo, tengo en la mochila encendedor y un mechero. Por cierto, ¿has visto la mochila? No la encontré en la carpa y quiero cambiarme.

Ambos se miraron un segundo como si procesaran la información. Había llovido en la madrugada, lo suficiente para mojar todo afuera pero no para despertarlos y hacerlos reaccionar. No debían saber sumar para entender lo que había pasado. Todo estaba mojado. 
… Incluidas las mochilas con ropa que Mischa, por supuesto, había dejado abandonadas afuera.

Yuuri suspiró rendido al ver hasta su ropa interior empapada.
Mischa se disculpó con mucha vergüenza y no pudieron hacer más que dejar secando todo al sol y ponerse lo mismo del día anterior.

El desayuno consistió en las Vadrushka para Mischa y un poco de pan para Yuuri.

Para ese día Yuuri tenía la idea de coger la bicicleta y subir por el camino del norte hacia una colina bastante elevada con vista al parque nacional.

Armados de cascos y rodilleras Yuuri avisó a Mischa que debía ser muy cuidadoso con los bordes del camino mientras ascendían.

Empezaron la subida tranquilos pero el sol abrasante y los innumerables mosquitos atormentaron a Mischa durante el camino. Cada cinco segundos un bendito mosquito le picaba el cuello, los brazos y el rostro. Mischa no paraba de darse manotazos por donde vinieran aquellas criaturas ávidas de sangre. Yuuri le insistía en que se debía usar el repelente, pero solo respondía que ya lo había hecho. Lo cual era falso, lo que se había echado había sido bloqueador, le daba vergüenza admitir que había olvidado su repelente en la mesa de su velador.

El chico no supo cuánto tiempo tuvo que pedalear, sabía que pronto tendría un calambre. Sus fuerzas ya no le daban más, su cuerpo le escocía por las picaduras y Yuuri seguía a varios metros adelante sin lucir siquiera cansado. Mischa se preguntaba quién diablos era ese Yuuri adelante, con tanta resistencia y energía.

A tres cuartos del camino Mischa se paró y siguió el camino a pie. Agitado y con dolor de piernas alcanzó a Yuuri minutos después, quien lo miraba feliz. Mischa, sin embargo, sólo pensaba en lo genial que hubiera sido sentarse junto al río a leer el libro que había dejado a medias en la noche.

―Amor, te va a encantar, ven.

La voz de Yuuri era conciliadora y muy dulce, por lo que no tardó en ser escuchado.

Renegando un poco por el cansancio, Mischa se acercó a su novio, que se encontraba ya en la cima. Al hallarse allí, arriba, no pudo evitar sentirse sorprendido por la vista.

Muromskiy Gosudarstvennyy Prirodnyy Zakaznik
(Parque Nacional de Muromskiy)

Kilómetros y kilómetros de verde y agua que se entremezclaban. Mischa se había quejado del cansancio, del dolor, de los mosquitos y del sol pero al sentirse tan pequeño frente a la naturaleza no pudo dejar de pensar en lo sorprendentemente hermoso que era ser ínfimo frente a ello.
Cogió su celular para hacer algunas fotos y tomarse algunas con Yuuri, quien sonreía emocionado ante la cámara.

Había valido la pena. Ciertamente la vista le había quitado el aliento. Mischa, sin reparos, cogió la mano de Yuuri y entrelazó sus dedos con los suyos.

―Es hermoso―fue lo único que pudo decir.

Se quedaron admirando el paisaje un largo tiempo más. Agotados y llenos de sudor como estaban tomaron un poco de agua y se quedaron allí, silentes, acompañándose en todo.

Se suponía que la bajada sería más fácil que la subida pero no fue así para Mischa. Con la tierra húmeda por sectores, las llantas de la bicicleta resbalaban cuando frenaba y el terreno movía su vehículo a su antojo.

Yuuri pronto se acostumbró a los gritos de Mischa, asustado por estar «a punto» de caer al precipicio del lado izquierdo del camino.

La bajada, pensada en demorar una hora, costó dos por la velocidad con la que Mischa bajaba. Con mucha paciencia Yuuri le dio palabras de aliento y animó a seguir, ya que no les faltaba mucho.

Al llegar a la carpa dejaron las bicicletas a un lado. Mischa estaba agotado y hambriento, no habían desayunado mucho. Yuuri se las arregló para preparar unos sandwiches con tocino y queso. Mischa se sentía algo frustrado por no poder cocinar algo más elaborado y, movido por el cansancio, se quejó de no tener una hornilla a la mano.

―Bueno, pero al menos tenemos postre, amor―Yuuri, tratando de convencerlo le mostró una lata de duraznos en almíbar que hizo feliz a Mischa. Le sirvió en un plato hondo algunos y se le dio.

―Quiero descansar―dijo Mischa―, voy a irme un rato por el río para leer un poco y comer mi postre, ¿sí?

Yuuri jamás hubiera pensado que Mischa leyera tanto. Quizás era porque todo el día la pasaban en el campo. Adoraba descubrir un poco más de él. Había planeado, en realidad, una caminata pero el paseo de la mañana había sido suficiente para el chico de cabellos argentos.

Le deseó una buena lectura y se propuso a dejar todo ordenado para preparar la fogata de su última noche en la reserva.

Mischa fue inmensamente feliz con sus duraznos en almíbar. Emocionado por el postre, cogió el plato donde reposaba todavía una buena cantidad de almíbar. Al tomar este entre sus labios con premura, terminó cayendo un poco del líquido también en su camiseta, soltando algunos improperios.
Una vez lavadas las manos en el río, se colocó sobre una piedra que reposaba al lado de este y se dispuso a continuar con su lectura. Tranquilo y relajado, Mischa empezó a sentirse feliz de nuevo y hasta pensó en repetir la experiencia del camping en otro momento.
Una hora y media después las ganas de descansar le ganaron y, con el libro abierto a su lado se quedó profundamente dormido.

Ya estaba ocultándose el sol cuando Mischa sintió un sonido extraño cerca a sus orejas y una rara sensación de hormigueo sobre el cuerpo. Sólo acertó en saltar al ver a tres abejorros negros y gordos volando sobre su cabeza, deseosos por probar algo del almíbar que manchaba su camiseta.

Gritó como loco y se fue corriendo desesperado hacia la carpa donde Yuuri mismo leía curioso uno de los libros que Mischa había dejado al lado de su bolsa de dormir.

Los gritos de Mischa no pasaron desapercibidos por el ingeniero, que fue al encuentro de la voz de un Mischa que, con desesperación, trataba de quitarse las cientos de hormigas que había notado sobre su vientre luego de escapar de los abejorros.

―¡Quítamelas!―gritaba desesperado.

―¡Mischa, tranquilo, quédate quieto!

Un pedido demasiado difícil para cumplir. Por fin se le ocurrió tratar de quitarle la camiseta y tirarla a la fogata que ya había prendido. Luego de eso lo ayudó a tranquilizarse y, después de media hora, Mischa Katsuki ya podía respirar con normalidad.

Las hormigas ciertamente habían hecho estragos sobre su cuerpo. Las muy comelonas lo habían dejado con múltiples y pequeñas erupciones superficiales que le molestaban sobremanera.

Convencido después de muchos intentos que en la carpa todo estaba limpio y sin hormigas, Mischa se echó sin camiseta sobre su bolsa de dormir y Yuuri procedió a ponerle crema en el rostro y en el pecho. El mayordomo quería desesperadamente rascarse pero Yuuri no lo dejó. Luego de administrarle la crema le colocó una camiseta que había dejado secando bajo el sol y le aconsejó descansar.
El chico de cabellos oscuros le acarició con cuidado, le expresó palabras cariñosas para relajarlo y, después de un rato, Mischa pudo quedarse dormido.

Yuuri no podía creer que alguien pudiera tener tan mala suerte en un campamento. Se quedó afuera de la carpa para darle espacio a Mischa y pensó que no estaría mal seguir leyendo un rato más antes de empezar a cocinar.

Mischa no sabía qué hora era cuando despertó pero dentro de la carpa todo estaba a oscuras. La picazón del cuerpo se había reducido considerablemente y sólo le molestaba la crema que se sentía como lodo sobre su rostro.
Se removió de su lugar y pudo notar que afuera brillaba la luz de la fogata.

―¿Yuuri?―llamó confundido.

Su novio lo escuchó de inmediato y abrió la carpa para mirarlo.

―Amor, ¿te sientes mejor?

Mischa asintió levemente.

―Ya preparé la cena, ven conmigo.

El mayordomo se levantó agotado, consiguió colocarse junto a su amado y recibió de muy buena gana la sopa que Yuuri había preparado con algunas verduras y fideos.

Al sentirse lleno, Mischa regresó a su usual buen humor. Rieron juntos mientras hablaban de la hermosa caminata de la mañana y de la hora en la que partirían al día siguiente.
La crema en el rostro de Mischa lo hacía lucir como la cara más maltratada de la luna pero aún así Yuuri disfrutaba el panorama. La hinchazón había cedido y sólo quedaban pequeños puntitos que confirmaban la terrible experiencia anterior.

Luego de lavar los platos, ambos se pusieron la pijama y Yuuri, cambiándose rápidamente le dijo.

―Sal cuando puedas. Te espero afuera.

Mischa se colocó con tranquilidad la pijama, limpiándose con unos pañitos húmedos todo el rastro de crema que tenía aún en el cuerpo. Por suerte no había pasado de una situación incómoda. Ya más tranquilo, salió para darle el encuentro a Yuuri junto a la fogata.

Su hermoso novio tenía puesta una camiseta y un pantalón ligero y amplio. Mischa encontraba sus cabellos desordenados adorables y por eso le sonrió enamorado.

―Creo que nos falta algo de entretenimiento por aquí.—habló Yuuri.

El chico sacó su celular y buscó en el menú de canciones una versión de «Les Yeux Ouverts» y le extendió la mano, mostrándole una bella y coqueta sonrisa.

―Mischa, ¿me permites bailar contigo?

Mischa no pudo evitar sentirse flotar de la felicidad. Allí, frente al fuego aún encendido, con pijamas y zapatillas, se acercó a Yuuri y se dejó llevar.

Quizás era la oscuridad o el hecho de estar solos en medio de la nada lo que hizo de ese momento tan especial.

Yuuri sonriendo, dándole a Mischa pequeños besos, mientras, cogidos de las manos, se daban la vuelta poco a poco alrededor de su sitio. La canción no parecía acabar nunca porque Yuuri la había dejado repetirse una y otra vez.

Mischa no podía menos que adorar a Yuuri. Su toque suave, su sonrisa y la elección de la música, todo había confabulado para que mirara a su novio maravillado.

La canción, que hablaba de recuerdos, no podía ser más idónea.

Como decía la letra, existen recuerdos que uno puede dejar atrás porque son como todos los demás. Uno a veces empieza de cero y no es necesario llevar tantos consigo.

Pero ese recuerdo, ese hermoso recuerdo con Yuuri en ese preciso momento, se lo quería llevar por siempre, sin importar lo que pasara más adelante.

Habían momentos en su vida que definitivamente no recordaba pero que probablemente tampoco necesitaba. Eran recuerdos de su pasado que no le afectaban ahora en el presente.

Pero Yuuri pertenecía a esas personas que en su corazón tenían que trascender en el tiempo. Estar ahí, con él, a pesar de las múltiples ronchas causadas por los mosquitos, a pesar de las lagartijas, hormigas y cualquier cosa espantosa que podía aparecer, era lo más hermoso que Mischa podía atesorar en su corazón. 
Su mirada, su sonrisa, la manera como lo sujetaba mientras se daban vueltas una y otra vez. Lo llenaba de besos y juntaban mejillas mientras reían y conversaban de todo o de nada. Siempre entusiasmados. Siempre enamorados.

Se dejó llevar por la voz femenina, por los múltiples sonidos y la dirección de Yuuri y empezó a hacer suya cada palabra de la letra en francés, el cual entendía casi como lengua materna.

Fue una velada deliciosa, romántica y perfecta.

La noche parecía culminar entre suspiros enamorados, besos y sonrisas.
Yuuri invitó a Mischa a entrar a la carpa cuando la luz de la fogata se hallaba casi extinta.

Ambos tenían el deseo implícito en su carne de no querer separarse. El momento entre los dos afuera había dado paso a la necesidad por acercarse más y saborearse. Yuuri lo sentía pero no quería apresurar las cosas. Abrazó a Mischa por detrás y le besó el hombro antes de desearle buenas noches. El roce inocente de Yuuri, sin embargo, le pareció a Mischa muy leve. Quería tener a Yuuri consigo y no quería desprenderse de él. No esa noche que podían compartirla totalmente solos.
Mischa sabía que Yuuri no se lo pediría y, aunque ello le daba la tranquilidad del respeto de su espacio por parte de su pareja, quiso decirle que esa noche, sus besos y su toque sí los deseaba más que nada.
Suspiró hondo para ganar confianza mientras Yuuri le daba un hacia beso suave en la nuca y se armó de valor.

―Hasta mañana, amor―dijo Yuuri, volteando en dirección  su bolsa. Mischa no quería, se negaba a ceder. Cogió de pronto la mano de Yuuri y lo miró con las mejillas rosadas y el poco valor que había podido reunir en el momento.

―Yuuri…

El mayor sintió la atmósfera cargada, energizante y perfecta. Miró a Mischa expectante y le regaló una sonrisa.

―¿Sí, amor?

―Yuuri, quiero…quiero dormir contigo…

La tranquilidad de los ojos de Yuuri le brindaron paz al chico, quien no sabía un segundo después si lo que había expresado no había sido demasiado.
Yuuri sonrió complacido pero tranquilo y le dio un suave beso en la boca, haciéndole saber que siempre sería bienvenido.

―Bueno, entonces juntemos las bolsas de dormir.

Ambos abrieron las bolsas de dormir para compartirlas. Mischa, deseoso de mantenerse cerca de Yuuri, se echó al lado izquierdo. Yuuri lo invitó a descansar sobre su hombro derecho y se acomodó a su lado, rodeado del brazo de su amado.

Ambos se acariciaron dóciles, llenos de un amor que los embriagaba, que los hacía pensar en que nada en el mundo podía ser mejor en ese momento. Se besaron delicadamente, se acariciaron y siguieron conversando como siempre lo hacían, tan en confianza con el otro, sin prisas ni problemas.

Yuuri fue el primero que empezó a desvariar durante las conversaciones. Estaba agotado y probablemente sólo necesitaba dormir mucho. Mischa se acurrucó junto a él, feliz, pleno y más seguro que nunca y de pronto, ambos le dieron cabida a uns sueño profundo.
En medio de la tranquilidad del bosque, sin embargo, el deseo de Mischa por mayor contacto le jugó una mala pasada en medio de su sueño.

No era la primera vez que Mischa soñaba con Yuuri encima suyo, llenándolo de besos, llamándolo con una voz áspera y lleno de deseo.
Cada movimiento de la lengua de Yuuri sobre su cuerpo, cada pasada de la yema de los dedos sobre su piel quemándole de manera deliciosa, era una invitación a un placer sin límites, a un momento que no deseaba que culmine, sino que dure por siempre.
No supo cuánto tiempo quedó ahí, sintiendo el calor tan real que lo abrasaba por dentro y por fuera. Sólo sintió que de pronto algo acariciaba sus mejillas y lo invitaba a despertarse.
Renuente abrió los ojos sólo para encontrar a Yuuri a su lado, quién con el rostro enrojecido trataba de calmarlo.
No tardó mucho para darse cuenta de lo que había sucedido. No podía evitar sentir su miembro sensible, apretado y estimulado a través del sueño húmedo que había estado teniendo.

―Amor, despierta, ¿estás bien?

Mischa quería morir. Era imposible que Yuuri no pudiera sentir su miembro excitado sobre su pierna, no cuando probablemente se había despertado con la voz de Mischa diciendo su nombre. Mischa lo sabía. El chico enrojeció avergonzado, queriendo que la tierra se lo tragara en ese instante. Se armó de valentía a pesar de todo y trató de disculparse por la escena.

―Yuuri, lo siento, qué vergüenza, yo…

Pero sentirlo así no hizo más que activar a Yuuri, quien, en efecto, se había despertado escuchando gemir su nombre. Mischa en sueños lo llamaba, lo invitaba en medio de la madrugada a tocarlo, a acariciarlo y sentir más, desear más.
Yuuri no contuvo un beso profundo, un beso que hizo que Mischa se estremeciera y que pidiera a través de un gemido intenso un poco más. Yuuri lo acarició suavemente, cuidando de no ser muy rudo aunque su cuerpo parecía necesitar más.

Pronto las caricias no fueron suficientes, por lo que continuaron su ritual con besos más intensos, quebrados, de muchos colores y sensaciones. Ambos se tenían y ninguno quería soltarse. Mischa deseaba sentir más, tocar más, besar más. Su miembro seguía doliente, ansioso por soltar toda la energía que llevaba dentro. Los besos eran diferentes, más salvajes, más ansiosos. Sus dientes chocaban, sus lenguas se movían desordenadas, sus quijadas dolían y la sensación de placer no quería abandonarlos. 
Yuuri empezó a jugar de esa forma tan suya introduciendo su mano dentro de la camiseta de Mischa, recorriéndolo de amor y deseo. La camiseta estorbaba, impedía a ambos sentirse plenamente y, por el calor del momento, Mischa decidió quitársela, arrojándola a un lado de la tienda, abandonada y triste.

Ah, la oscuridad ayudaba a crecer más a la valentía. Mischa sentía besos en su cuello, en su pecho, sentía dedos embravecidos recorriendo su parte superior. Escuchar su nombre con lascivia encendió algo en él que no pudo apagar. Sus pezones se endurecieron con los dedos ajenos, él mismo se volvió un conjunto de interjecciones cálidas, fuertes e incontrolables.

―Oh, Mischa―gimió Yuuri con la voz oscurecida por el deseo. El miembro hinchado y necesitado de su novio era suficiente razón para activar su pasión― , creo que tenemos que hacer algo para que ya no te duela…

Yuuri volvió a atacar sus labios con deseo, con fuego que dejaba calcinado todo a su paso.

Mischa no podía más con el cúmulo de sensaciones que lo embargaban.
No, ese no era uno de esos sueños que lo acompañaban, esa vez sí era de verdad.

Los labios gruesos por el esfuerzo, el intercambio de fluidos que lo agitaba, los temblores causados por el placer del febril toque de Yuuri, todo el conjunto alteró su centro, dejándolo a la deriva de sus sensaciones, dejándolo desarmado y con ganas de más.

Era natural, era lógico y aceptable tocarse porque ya no soportaba el dolor de su entrepierna que estaba haciéndolo delirar.

Sin pensarlo dos veces alargó su mano derecha hacia su miembro. Necesitaba descargarse, necesitaba quitarse esas ganas que tenía de quemar todo a su paso.

Yuuri pudo notar el atrevimiento mientras ambas lenguas bailaban unísonas a un compás que sólo ellas conocían.
Se sintió tan excitado que no pudo dejar de llamarlo.

―¡Mischa!

Varios «Mischa» y «Yuuri» salieron de aquellos labios, tan furtivos, tan delicados y a la vez tan llenos de calor. Los besos no terminaban de acallarlos, sólo profundizaban el calor del momento. Yuuri quería ayudar a soltar esa energía que había sentido en la entrepierna al dormir. Necesitaba estar presente en ese momento tan sensual y único de su pareja porque sí, a él también le había pasado anteriormente y quería complacerlo y tranquilizarlo. Era necesario para Mischa y enloquecedor para Yuuri, quien sólo pensaba en complacer mejor a su pareja.
Con cierta reticencia, muy nervioso y avergonzado, Mischa empezó a tocarse suavemente, tratando de descargar lo que sentía. Sus palmas suaves no eran suficientes para aplacar el fuego que llevaba dentro y que le escocía esa madrugada en medio de árboles y su novio. El movimiento de su mano fue haciéndose cada vez más fuerte al notar que Yuuri no lo juzgaba, sino que lo instaba a continuar a través de su voz ronca, de sus besos en el cuello, de sus labios tocando sus pezones y haciéndole ver luces que se presentaban ante sus ojos. Poco a poco fue llenándose de confianza y empezó a aumentar el ritmo, aprovechando los primeros rastros de líquido seminal, Mischa conocía su propio cuerpo, sabía lo que le gustaba y lo que lo enloquecía. Tomaba con su dedo pulgar las gotas que salían por su pene, ayudándose con estas a deslizar con mayor facilidad su mano, dejándose llevar por las emociones. Sus dedos se movían con cierta pericia, causando sonidos lascivos mientras estos subían a la punta y bajaban hasta rozar el escroto.
Jadeos, suspiros y gemidos apagados a medias por los labios de Yuuri fueron el acompañamiento musical perfecto.

Mischa perdía poco a poco la capacidad de pensar claramente, más cuando pudo notar en un instante la mano de Yuuri posándose sobre la que estaba usando para autoestimularse.
Detuvo algo apenado todo movimiento y abrió los ojos con vergüenza, buscando los de Yuuri que, encendidos, lo miraba absorto.

―Yuuri, no…―la vergüenza lo tiñó de rojo.

―Déjame ayudarte, por favor―Le susurró con deseo―. Te prometo dejar de hacerlo si te molesta.

Yuuri sólo quería complacer a su pareja, veía que lo necesitaba y nada lo hacía más feliz que poder ayudarlo a descargarse. Esa noche sería de Mischa. Quizás otra noche sería de él.

Con un beso Yuuri trató de acallar cualquier duda que pudiera estar creciendo por allí. Se dejó llevar por el ritmo de las manos de Mischa, acompañándolo tras cada masaje, cada tirón y caricia que buscaba su autocomplacencia.

Sentir el miembro cálido y palpitante de Mischa también enloquecía a Yuuri. Escuchar esos gemidos, sus labios juntos, la mano de Mischa, mojada y cansada se resbalaba sobre el brazo de Yuuri, los olores combinados, el calor y la pasión del momento parecían sumergirlos en un mar de placer que ninguno quería que terminase nunca.

Los besos de Yuuri se hacían con el calor más intensos, más presentes y casi mortales. Por momentos Yuuri bajaba su mano hacia los testículos de su pareja, consiguiendo de esta gemidos orgásmicos que lo enloquecían y le provocaban ir por más.

Incapaz de soportar, Mischa no se conformó, sino que empezó a mover sus caderas en busca de más fricción, haciendo un espectáculo increíble frente a los ojos de Yuuri, quien maravillado, pensaba en todo lo que podría venir más adelante para los dos.

El olor a sudor y semen empezaron a hacer sus estragos. Cada vez  aumentando la rapidez, Mischa convirtió su pene en una autopista de placer recorrida por manos y dedos mágicos que lo hacían temblar y desvariar.

Se sentía cerca, poco a poco iba construyéndose en su vientre la sensación tan conocida. Abrió la boca, alejó sus labios de los ajenos solo para echar hacia atrás su cabeza, quería perderse en el orgasmo. Sus manos apretaron con mayor fuerza la carne del brazo de Yuuri, sentía en placer cegador, la mano de Yuuri pasaba por la cabeza de su pene, haciendo una sobreestimulación de placer golpearlo. Sentía que iba a explotar en cualquier momento y anhelaba que pasara rápido. 

En algún mágico momento, su cuerpo descargó todo aquello que llevaba escondido y gritando el nombre de Yuuri llegó a un orgasmo sordo y explosivo, que lo dejó confundido y agotado.
Miles de colores pasaban delante de sus ojos, cada uno más brillante que el otro. La sonrisa satisfecha de Yuuri, acompañada por sus tiernos besos y caricias lo regresaron a la realidad. Agotado y jadeante se quedó con aspecto extenuado tratando de regular su respiración.

Yuuri cogió unos paños húmedos y empezó a limpiar el desastre desparramado en ambas manos y estómagos que retuvieron la explosión de la mejor manera. Limpió luego su brazo, viendo las marcas de dedos en este. Lo alentó  con tiernas palabras, dándole la tranquilidad de sentirse comprendido en ese momento tan primitivo, tan necesitado de sexo.

Había una sensación de plenitud enorme en el corazón de Mischa. Dejó que las atenciones de su pareja se incrementaran y que lo contuvieran contra su pecho, mientras le regalaba besos sobre el cabello plateado que brillaba más con el sudor acumulado.

―Wow, eso fue increíble―le dijo Yuuri acariciando su rostro. Mischa, más calmado, también se animó a hablar.

―Yuuri gracias, no sabes cuánto lo necesitaba—murmuró elevando sus brazos sobre su cabeza, estirándose y sonriendo. El orgasmo le había ayudado a relajarse. Se sentía como si flotara bajo la luna. 
Yuuri le brindó un beso suave, comprensivo y cariñoso que lo derritió. Ya no había barreras con él. Incluso en algo tan íntimo le daba la confianza y el amor que necesitaba. Yuuri era suyo y él era de Yuuri, no tenía nada que temer. Tan agotado como estaba decidió terminar de ser honesto con su novio porque era lo mínimo que podía hacer.

―¿Yuuri?

―Dime, amor…―dijo mirándolo con una hermosa y tierna sonrisa.

―No te molestes pero… Odio ir de camping…

La risa cantarina y perfecta de Yuuri llenó de amor la carpa en un instante y causó en Mischa un estremecimiento único que lo invitó también a reírse.

―Está bien amor, no tenemos que venir de nuevo.

Mischa sonrió emocionado y feliz. No había mejor lugar para estar que allí, en los brazos de su hermoso y amoroso novio.

—Pero si significa más momentos como este, no me importa que me coma una lagartija.

Yuuri no pudo evitar brindarle un tierno beso en la frente y Mischa no pudo menos que disfrutar feliz el momento.

Nada ni nadie lo hacía sentir como su Yuuri. Y estaba seguro que nada más lo haría.

Nota de autor:

Lo sé. Este capítulo ha demorado una eternidad pero era uno muy especial.

Poco a poco Mischa y Yuuri van encontrándose en medio del día a día y ahora también del placer.

Agradezco a qorisheep por el bello Art de Mischa y Yuuri. Y aquí les va la canción en francés que bailaron.

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Publicado por natsolano

Soy una escritora de fanfics desde hace tres años. Amo escribir y quisiera dedicarle más tiempo, amo cantar y amo a Yuri on Ice!! Lo que más me gusta escribir es romance, aunque por algún motivo termino mezclándolo con drama. Además olvidé decir que amo la comedia. Mi pareja favorita de toda la vida son Yuuri & Victor, siempre diré que mi corazón late por el victuuri, pero me considero multishipper ❤

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