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Lo perfecto y lo imperfecto (Tránsitos)


Caminó hasta el cuarto de su pequeño hijo llevando en sus manos un paquete mediano, regalo que estaba segura le gustaría su pequeño. Grande fue su sorpresa cuando al entrar en el cuarto de su hijo lo encontró vestido con uno de los vestidos de su hermana mayor, le quedaba grande, pero él sonreía con sus pequeños labios mal pintados.

¡Mira mami! dijo con entusiasmo, ¿me veo bonito? preguntó inocente. 

¡Claro que no! respondió enfadada después de haber arrojado con fuerza el paquete que llevaba en sus manos. ¡Los vestidos son para las chicas! —gritó quitándole el vestido con fuerza, sin importar rasgarlo—, y el maquillaje también le limpió la boca con fuerza, lastimandolo. 

Entonces quiero ser una niña respondió el pequeño de siete años mientras lloraba desconsoladamente por el trato que estaba recibiendo de su madre. 

—¡No vuelvas a decir una cosa así!

I. La perfecta vida de Víctor Nikiforov

Víctor Nikiforov era la definición de hombre exitoso. A los 28 años de edad ya había asumido la gerencia general de la multinacional en la que su padre, Alexander Nikiforov, era el principal accionista y presidente. Víctor era joven para ostentar un cargo tan alto, sin embargo, no tardó en demostrar que estaba completamente capacitado para esa misión; sus decisiones estaban tomadas con inteligencia, frialdad, audacia y agresividad. Logró ganarse en poco tiempo y sin dificultad el respeto de la junta directiva y sus colegas. 

En el ámbito personal siempre destacó por estar rodeado de hermosas mujeres, las que eran atraídas por su belleza, elegancia, inteligencia y amabilidad. Tuvo las novias más hermosas, las más elegantes, las más inteligentes. Con 30 años de edad contrajo matrimonio, después de dos años de romance, con la bella y simpática Sara Crispino, hija de uno de los hombres más ricos de Italia. 

Eleni y Alexander Nikiforov estaban orgullosos del hijo que tenían. Quien sin lugar a dudas él había cumplido cada uno de los deseos que como padres habían soñado para su hijo. 

II. La imperfecta vida de Yuuri Katsuki

Yuuri Katsuki era amado por su familia. Sus padres siempre lo quisieron y lo protegieron. Pero tal vez esa protección, o sobreprotección, terminó por jugarle en contra y su nombre terminó siendo sinónimo de inseguridad y baja autoestima. La razón por la que lo protegían tanto era su orientación sexual, lamentablemente había nacido en un lugar en el que sólo la heterosexualidad era aceptada; cualquier práctica sexual que se alejara de lo normativo, como por ejemplo la bisexualidad o la homosexualidad, así como cualquier actitud femenina en un hombre era mal vista y socialmente censuradas. Yuuri aprendió de mala manera que sus gustos, esos que nacían de lo más profundo de su ser, que lo hacían ser él, a ojos de la mayoría eran desviados y aberrantes. Golpes, humillaciones y malos tratos se volvieron el pan de cada día. Pero su familia lo apoyaba, su única amiga, Yuko, le quería, y su querida profesora de ballet, Minako, hacía que la amargura de sus días desapareciera mientras bailaba. Sin embargo, sólo podía estar bien dentro de esa burbuja que sus cercanos habían creado para él, una burbuja de la cual no estaba dispuesto a salir. 

Con 21 años, Yuuri había renunciado a cualquier sueño, no estaba dispuesto a enfrentarse a la sociedad, prefería encerrarse en su pequeño mundo y proteger la poca seguridad y casi nula autoestima que aún poseía. 

Hiroko y Toshiya Katsuki estaban realmente preocupados por él. 

III. Luna de miel

Sara Crispino y Víctor Nikiforov eran la pareja del año. Las familias más poderosas de Italia y Rusia se unían mediante un mediático matrimonio, las páginas sociales se llenaron con fotografías de la feliz pareja, admirando la belleza, amabilidad e inteligencia de los prometedores jóvenes. 

Para su luna de miel escogieron un lugar alejado y desconocido, hartos del acoso de entrometidos periodistas y entusiasmados por la idea de disfrutar de las aguas termales llegaron a Hasetsu, queriendo instalarse en Yu-topia, donde podrían disfrutar de las aguas termales, dormir y comer. 

Llegaron hablando un perfecto inglés, lenguaje que ni Hiroko ni Toshiya, dueños del lugar, hablaban. Hiroko fue a buscar a Yuuri, el jóven había tomado clases de inglés, y aunque rara vez lo utilizaba, ya que al no ser Hasetsu un destino turístico los extranjeros que llegaban eran escasos, podría al menos comunicarse con sus nuevos clientes. 

Yuuri se dirigió rápidamente hacia el vestíbulo del pequeño hotel y sus ojos castaños se encontraron con los iris azules de Víctor. 

Invierno pensó Yuuri—. Sus ojos zarcos son como un despejado cielo de invierno, sus pestañas como un marco nevado y su cabello como rayos de luna rompiendo la oscuridad de una fría noche. Es la persona más hermosa sobre la faz de la tierra. 

Otoño pensó Víctor—. Sus ojos son del color del otoño, como las hojas de los árboles que caen graciosamente y se acumulan en el suelo para disfrute de quien gusta de sentirlas crujiendo bajo los zapatos. Son del color del café que calienta el cuerpo, del vino que embriaga y te hace adicto, y su cabello brilla como un cielo nocturno sin estrellas. Es la persona más hermosa sobre la faz de la tierra. 

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