Extra 3: El lugar al que hemos llegado (Esposo de placer)


Yuuri se miraba al espejo mientras terminaba de ajustar su traje, sonreía satisfecho con su elección de salir del tradicional azul para arriesgarse con un ajustado pantalón rojo vino, una camisa de una oscura tonalidad gris y una chaqueta negra que resaltaba su figura, haciéndolo lucir una sensualidad que los años habían logrado a acentuar. 

—Te ves maravilloso —susurró Víctor al rodearlo con sus brazos y besarlo sobre el cuello mientras deslizaba sus manos por el abdomen del omega, observándolo a través del espejo, con esa mirada llena de fuego que mostraba el deseo que Yuuri le hacía sentir.

Yuuri sonrió al ver el reflejo de esa pasión que oscurecía los ojos claros de su alfa, no obstante, se soltó del abrazo y giró, quedando frente a frente y soltando un sonido de admiración al verlo vestido de gris perla y rosa. Víctor se había dejado crecer el cabello y este rozaba sus hombros, aunque lo llevaba sujeto en un moño bajo y solo algunos mechones escapaban y cubrían parte de su rostro, además, una naciente barba, que parecía dejada al descuido aunque no fuera así, le daba un aspecto maduro y varonil que hacía que Yuuri relamiera sus labios.

—Debemos salir pronto, la reservación nos espera y nuestros amigos también —dijo Yuuri, sin embargo, sus brazos rodearon el cuello de Víctor y sus labios se acercaron a su oído—, te ves tan guapo —murmuró con el tono oscurecido en su voz.

Y no hubo vuelta atrás. El aroma de la habitación se intensificó cuando el olor de sus cuerpos se mezcló, la ropa recién puesta fue retirada con prisa y poco tiempo después el sudor cubrió sus cuerpos cuando se amaron con intensidad y premura. No hubo tiempo para juegos previos y tampoco los necesitaron: la humedad no tardó en llegar cuando presionaron los puntos correctos, cuando sus sexos se rozaron y sus alientos se mezclaron como si quisieran devorarse. 

Sobre la cama, Yuuri gimió con fuerza al ser invadido por Víctor, quien arremetía con ímpetu contra su cuerpo, sin la ternura que acompañaba sus noches de amor, solo con un deseo desnudo y puro; morir de placer siendo uno. 

Yuuri gritaba sin vergüenza al imaginar que se deshacía en las manos de Víctor, al sentir el fuego de esos dedos quemar y atravesar su piel. Lo quería fuerte, lo quería duro. Intenso y breve como un estallido. Cerró sus ojos con fuerza y la explosión de pequeñas estrellas blancas iluminó por un breve momento la oscuridad en la que se vio sumergido. Su cuerpo se embriagó de placer y su voz ronca vocalizó el goce mientras su interior apretaba la carne de Víctor. 

La fricción aumentando contra su piel aceleró la eyaculación del alfa, quien en pocas estocadas sintió como su nudo se inflamaba dentro del cuerpo de Yuuri, haciéndolo soltar un gemido ronco, profundo como un gruñido, que se extendió mientras su semen brotaba abundante, tan copioso que rezumaba por los bordes prietos del ano de Yuuri. 

Yuuri sonrió al sentirse lleno de Víctor, no le importó recibir sobre su piel el sudor que caía gota a gota desde el cuerpo del alfa, por el contrario, extendió sus brazos y lo atrajo sobre él, sus pieles húmedas se reconocieron, sus latidos se encontraron palpitando al mismo ritmo y sus labios se encontraron en un beso salado; sus lenguas danzaron en medio de suspiros y sus manos se entregaron a caricias dulces, aquellas que no se regalaron en medio de la premura apasionada, pero que ahora podían disfrutar mientras seguían unidos.

—Llegaremos tarde —dijo Yuuri entre risas, sin estar realmente preocupado.

—Yura nos lanzará su plato por la cabeza.

—Claro que no, él jamás haría algo así frente a nuestra ahijada. 

—Cierto, tendremos que agradecerle a Vika por librarnos del mal humor de su padre. 

Ambos rieron mirándose a los ojos, ¿cuántos años habían pasado ya?, el paso del tiempo se marcaba en finas arrugas que bordeaban los ojos de Víctor, en la madurez alcanzada por los rasgos de Yuuri y también en esa complicidad que los unía más que nunca.

[…]

Cuando Víctor y Yuuri entraron al famoso restaurante ubicado en Shinjuko, el New York Grill, se sorprendieron de encontrar a Yuri Plisetsky completamente solo en la mesa reservada, con gesto molesto y el teléfono móvil en sus manos, apoyado en los gruesos cristales de la ventana, pero sin prestar atención a la maravillosa vista nocturna de la ciudad.

—¡Hasta que al fin llegan! —reclamó el rubio mientras los miraba hastiado.

—Lo siento, Yurio, tuvimos un contratiempo —respondió Yuuri sentándose frente a él.

—¡Qué no me llamo así, joder!

—¿Y los demás? —preguntó Víctor mirando las sillas vacías.

—El suizo pervertido y su familia tampoco han llegado —contestó arrugando la frente—, Beka llevó a Vika al baño. 

En ese preciso momento escucharon la voz de Chris mientras caminaba hacia ellos, hablándole al par de niños morenos, idénticos, que avanzaban de su mano, tras él, Masumi cargaba a una niña de cabello castaño que se apoyaba en el pecho del alfa mientras Phichit le ofrecía una mamadera con agua. 

—Bonne nuit —saludó Chris animado al llegar a la mesa—, sentimos la tardanza, pero Khalan y Arthit estuvieron jugando videojuegos en lugar de alistarse —explicó con un deje de reproche en su voz mientras miraba a sus hijos, un par de muchachos morenos de ojos grandes y expresivos, negros y brillantes como el onix. 

Los niños, de aproximadamente ocho años, se avergonzaron ante el regaño de su padre y se sentaron saludando con timidez. 

—Pero no fue solo por eso —dijo Phichit desordenando el cabello negro y ondulado de sus hijos—, Fleur creyó que sería buena idea ensuciar su pañal justo antes de salir, no entraré en detalles escabrosos, pero tuvimos que bañarla y cambiar su ropa. 

Phichit rio y Fleur, la pequeña de diez meses en brazos de Masumi, lo imitó, como si estuviera consciente de lo que hizo. Víctor y Yuuri se miraron complices al saber que la razón de su tardanza distaba mucho de la de sus amigos, y rieron, rieron porque así lo preferían. 

Cuando todos estaban sentados, escucharon la voz de Vika gritando emocionada, corriendo a los brazos de Víctor, quien alcanzó a ponerse de pie para recibir a la pequeña de cinco años en sus brazos.

—¡Feliz cumpleaños, tio Vitya! —le dijo para luego darle un beso en la mejilla. Aún faltaban un par de horas para que fuera 25 de diciembre, pero ella solo sabía que esa noche festejarían el cumpleaños de su padrino.

—Muchas gracias, Vika —respondió con una amplia sonrisa. 

—Chérie, creo que tienes una adorable competencia —dijo Chris mirando a Yuuri, quien se encogió de hombros mientras reía.

—Espero que el mal gusto se le quite —molestó Yuri mientras miraba a su hija, la pequeña copia de sí mismo en versión femenina. Luego miró a Otabek, quien se sentaba a su lado y cogía su mano para entrelazar sus dedos. 

El resto de la noche fue bastante animada, Víctor estaba contento de tener a sus amigos en Tokio, quienes hicieron ese viaje para estar con él en esa fecha que había aprendido a disfrutar gracias Yuuri, sí, festejaba su nacimiento porque estar vivo le había permitido encontrarse con él, el gran amor de su vida, pero también porque los tenía a ellos, sus amigos, a quienes consideraba familia. 

Cuando el reloj marcó las doce de la noche, sin importarles ser observados por el resto de las personas en el lugar, comenzaron a cantar y brindar por el cumpleaños del alfa.

—Felicidades, mi amor —dijo Yuuri regalándole un beso con sabor a champaña.

—¡Vamos, Yuuri! —exclamó Chris alzando su copa—, algunas palabras para tu alfa cumpleañero. 

—¡Sí! —apoyó Phichit tomando su móvil y apuntando la cámara hacia su mejor amigo—, un discurso para Víctor.

Si fuera más joven Yuuri se habría avergonzado, pero el tiempo no había pasado en vano, se puso de pie sin soltar la mano de Víctor, mirándolo a los ojos con el brillo de las estrellas contenido en sus pupilas.

—Mi amor —le dijo suavemente—, estoy inmensamente feliz de acompañarte en un nuevo año de vida, no siempre ha sido fácil, hemos pasado por muchas experiencias y no todas han sido felices, pero cada una de ellas nos ayudó a crecer como seres humanos y a fortalecer el amor que nos tuvimos desde el primer momento. —Besó los nudillos de Víctor sin dejar de observarlo—. Eres la fuerza que me levanta cuando caigo, el consuelo que me envuelve cuando sufro, el compañero que ríe con mi alegría, el amigo que conoce mis secretos y… —Miró fugazmente a los niños que también lo observaban—. Mucho más. El amor de mi vida. Y nunca me cansaré de celebrar el día de tu nacimiento, porque eres el regalo más hermoso que la vida me ha dado. 

Yuuri sonrió ante el amor inmenso que los ojos de Víctor encerraban al devolverle la mirada, tan honesto que lo hacía estremecer.

—Te amo —dijo finalmente para luego regalarle un beso suave, que pretendía ser sútil, pero que poco a poco comenzó a intensificarse. 

—¡No hagan esas cosas frente a mi hija! —se quejó Yuri al ver que no parecían desear despegar sus bocas.

—No seas tan gruñón —contestó Chris lanzandole una almendra que robó del plato de Masumi.

—Lanza tu propia comida —dijo el alfa con falsa indignación.

—Ya verás… —amenazó Yuri mirando su comida y la de su esposo, pensando con qué vengarse del suizo, pero siendo interrumpido antes de que pudiera hacerlo:  Otabek lo tomó del mentón y luego le plantó un beso que lo dejó sin aliento.

Todos rieron ante la consternación del rubio, mientras el rubor tintaba hasta las puntas de sus orejas. 

—¡Ya callense! —gruñó finalmente dirigiendo una mirada asesina a su alfa, pero saboreando aún el sabor de su boca. 

Por un momento, Víctor se quedó en silencio, solo observando la dinámica que se daba en la mesa, Yuuri, su Yuuri, parecía cómodo conversando con Yura y, sorprendentemente, el rubio lucía más relajado cuando hablaba con él. Otabek y Masumi también charlaban, mientras Fleur jalaba el cabello de su padre intentando llamar su atención, más despierta que sus hermanos, quienes bostezaban mientras intentaban jugar con sus teléfonos móviles, ante la mirada atenta de Phichit y Christophe, quienes compartían algunas palabras, confidentes y risueños. 

Miró en sus brazos a Vika, la niña que se aferraba a él cada vez que se veían, se había dormido en su regazo, tranquila y respirando con suavidad. 

—¿Por qué esa expresión, chérie? —preguntó Chris acercándose a él—, parece como si fueras a llorar de felicidad —se burló. 

—Estoy contento de tenerlos a todos ustedes —respondió Víctor con sinceridad—, y también por la vida que he escogido junto a Yuuri.

Christophe sonrió y también miró a su alrededor.

—Todos hicimos familia de manera diferente, pero lo importante es que cada uno alcanzó su forma de ser feliz. 

—Sí —contestó mirando nuevamente a su alrededor, hasta fijar su mirada en Yuuri, quien reía mientras bebía champaña y escuchaba las quejas del rubio sobre el colegio al que asistía Vika.

Yuuri sintió la mirada de Víctor y giró su rostro para verlo.

—¿Sucede algo? —preguntó el omega acariciando la mejilla de su alfa y quitando de su rostro las hebras plateadas que caían desordenadas.

—Sucede que te amo.

Ambos juntaron sus frentes mientras se sonreían, escuchando de fondo las risas y las voces de sus amigos. Contentos del lugar al que habían llegado y los años que habían pasado juntos. 

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