Era Victor, sí, pero con una vida feliz y Chris podía jurar que eso era lo que más le dolía, porque en esa vida no estaba inmerso él. Él, que se había matado por hacer entender a su hermano que vivir no era eso que llevaba Victor haciendo por tanto tiempo. Él, que lo amaba tanto y creía que era lo único que lo ataba a su familia maltrecha y rota. Él, que lo había cuidado durante tanto tiempo hasta ese maldito día en el que había decidido que estaba bien dejar a Victor a su suerte. Ese único día en el que él no había estado allí para salvarlo.