La sonrisa de Anya era la luna que iluminaba mis noches, sus palabras el aliento para seguir adelante, su mirada mi fortaleza, sus brazos mi atalaya, su calor el suave remanso donde calmaba mis penas y su perfume la dulce droga que adormecía mi cuerpo y me sumergiera en un océano de pasión.
Archivo del autor: Marymarce Galindo
Tabú 72
Me fue imposible no responder la llamada de Angélica. La madre de Víctor no llamó a mi celular sino que lo hizo por la línea de la oficina y no quise que las secretarias notaran los problemas internos que esa mujer y yo teníamos.
Tabú 71
Llegué a San Petersburgo con la fina nevada de enero amparado en un absoluto anonimato y de la misma forma debía retornar a Francia, escondido; como si mi paso por la ciudad nunca hubiera sucedido. Si Yuri se enteraba que yo visitaría a Yakov, lo más probable es que me buscara en su oficina oSigue leyendo «Tabú 71»
Tabú 70
Solía hacer un ejercicio inútil y masoquista casi todas las noches para tranquilizar al peor traidor que conocí en mi vida: mi maldito corazón. Compraba un celular nuevo cada semana y llamaba a Víctor. Me quedaba callado al escuchar su voz y cuando él decía mi nombre colgaba de inmediato. Luego pensaba que Anya estabaSigue leyendo «Tabú 70»
Tabú 69
Las primeras semanas que mi madre y yo comenzamos a vivir en París, coincidieron con su cumpleaños. Desde ese 20 de setiembre, que por primera vez estuvimos solos hasta que ella se casó de nuevo, tomamos la costumbre de festejar todo el día juntos. Era una fecha especial en la que yo faltaba a laSigue leyendo «Tabú 69»
Tabú 68
Demasiada ausencia, el departamento estaba más vacío que nunca.
Tabú 67
Un recurso muy usado para olvidar a quien se ama suele ser la bebida. Ese es el perfecto argumento que utilizan todos los borrachos que no logran resolver sus problemas de amor, que intentan alejar el dolor y no se resignan a la pérdida.
Tabú 66
Desde que Víctor se fue y Yakov se quedó a dormir en mi cuarto, Potya vivía escondido porque le tenía mucho temor al cascarrabias, creo que mi gato pensaba que un terrible ogro vivía dentro del anciano y mis explicaciones para que hiciera las pases con él no le servían.
Tabú 65
Ni la felicidad que sentía con su abrazo, ni el mar de placer en el que me bañaba junto a él, ni la perfección de sus pequeñas imperfecciones, ni el dulce licor de sus besos; nada que proviniese de Yuri era suficiente para mí.
Tabú 64
Otabek me contó que perdimos el campeonato.