Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar

13. Moscú – Al final del verano


El amanecer nos recibía en Moscú con pálidas luces y algo de neblina, nos dirigimos en un auto de lujo al Este de la ciudad. Una de las zonas más exclusivas de mansiones cercadas, calles solitarias y alamedas perfectas donde se ubicaba la residencia de los Plisetsky.

Observaba a las personas que a esa hora caminaban en solitario, enfundadas en sus largos abrigos grises o en chaquetas deportivas de plumas. El otoño aún reinaba en la gran urbe rusa, pero el invierno ya dejaba sentir sus ráfagas heladas que entraban por los espacios que habíamos dejado a las ventanas para que no se empeñaran con nuestros alientos. La pálida luz del sol anunciaba que sería uno de esos días fríos que a todos pone tristes.

Nada estaba más lejos de lo que sentía. Mi cuerpo entero vibraba de felicidad porque volvería a ver sus ojos felinos, su cabello de oro, las suaves formas de su rostro, sus labios de menta y volvería a conversar con él sobre cualquier tontería, volvería a sentir su perfume y su voz. Yuri. Nada más existía para mí en ese momento.

Mila conversaba por su móvil sin parar mientras yo observaba cómo los paisajes urbanos se dibujaban con sus distintos colores y formas frente a mis ojos: edificios modernos que brillaban pese a la niebla, construcciones antiguas que hacían recordar los años del soviet y su cruel uniformidad.

Cuando llegamos a la casona, la inmensa reja se abrió y dio paso a un camino de árboles que terminaba en una especie de óvalo en donde se apreciaba la escultura de un ángel con las alas desplegadas que estaba posando uno de sus pies sobre una fuente de agua. Algunos pajarillos que disfrutaban de un baño matinal volaron al notar nuestra presencia. Aparcado el carro, Mila  se dirigió hacia las escaleras principales de la enorme  casa y yo la seguí de cerca.

Un mayordomo abrió la puerta en forma de arco y nos indicó que lo acompañáramos hacia un pequeño salón de recepción. Toda la casa mostraba el lujo y las excentricidades propias de una gran estrella y es que la madre de Yuri era una de las concertistas de piano más aclamadas de Europa, por tanto, su estilo de vida tenía que mostrar esa condición.

Al ver tanto mueble fino, retratos al óleo y estatuillas blancas, me sentí como un pequeño ratón dentro de una gran jaula de lujo. Mila me sonreía a veces y escribía sin parar por el móvil, otras.

—Dabro pozholavat. —Una bellísima mujer nos dio la bienvenida y con una sonrisa algo forzada se acercó a nosotros. Saludó a Mila con un beso en cada mejilla, se dijeron algo que no entendí bien y luego me miró directamente a los ojos—. Tú debes ser Beka, debes tener algo muy especial para que mi Yuri se haya fijado en ti.

No supe si ese fue un halago o una crítica, pero al notar su postura comprendí de dónde venía esa expresión intimidante y a la vez infantil que Yuri imprimía en su mirada. Vestía un traje azul eléctrico sobre el cual tenía puesta una chaquetilla de cuero con piel color acero, sus botas largas le hacían juego. Sus cabellos caían hasta mitad de la espalda como finos hilos dorados que enmarcaban su pálido rostro.

—Que Olenka te lleve hasta la habitación que vas a ocupar. Yuri está con una visita especial así que mientras te acomodas él se desocupará—. Con un pequeño gesto llamó a la mucama quien me guio por unos amplios escalones que conducían hacia el segundo nivel de la mansión.

Ivana Plisetskaya era una extraordinaria y reconocida pianista, cuyo talento la hizo vivir muy a prisa algunas experiencias. Había quedado embarazada siendo muy joven, a los diecisiete. Un romance intenso con un maestro en la escuela hizo el milagro llamado Yuri. La vida y las autoridades los separaron, nunca más lo volvió a ver y desde entonces dedicó su vida entera a su carrera, hasta convertirse en la solicitada y reconocida concertista que era. Solo que desde hacía ocho meses atrás dejó todo para dedicarse por completo a la atención de ese niño que trajo al mundo y que estaba a punto de perder.

Era bellísima, a sus treinta y cuatro años se la veía altiva, con carácter firme y dispuesta a presentarle la cara a todos los problemas. Sus ojos de jade mostraban determinación en medio de la tristeza. Ella debía ser firme, ella debía mantenerse serena, ella no se quebrantaría ante nada. Fue una promesa que se hizo desde el primer momento que diagnosticaron a Yuri con la cruel enfermedad y que no pudo cumplir porque su corazón se fue rompiendo cada día en pedazos más pequeños.

La mucama y yo tomamos el camino de la derecha y por un amplio pasadizo lleno de óleos y espejos nos dirigimos a un dormitorio muy amplio y cómodo. La jovencita sólo me trataba con gestos, no hablaba inglés. Así que intenté hacer uso de mi precario conocimiento de ruso para agradecerle.

—Spasiva —le dije y ella movió la cabeza con gentileza.

La habitación era cálida y muy cómoda. Abrí la maleta que la mucama dejó sobre un sillón y mientras disponía mi equipaje en el closet observé cada menudo detalle que la  convertía en un lugar anclado en el pasado.  

Por treinta minutos me puse a revisar algunas piezas interesantes del decorado de la habitación, todas eran verdaderas antigüedades bien restauradas y funcionales. La cama con espaldar de hierro, la mesa de noche torneada, los muebles de oscuro nogal, el teléfono de color perla con filetes dorados sobre una mesa de bronce. Luego me asomé a una mampara de madera y vidrio que daba hacia un balcón largo que parecía comunicar las demás habitaciones. Me pregunté en cuál de ellas estaría Yuri.

De pronto el toque de la puerta interrumpió mi curiosidad y mis pensamientos. Era el mayordomo que me pidió lo siguiera porque Yuri ya se había desocupado. Salí hacia el corredor tras de él y observé que al final de la escalera una mujer de edad mediana, muy alta, delgada y con un moño elevado abrazaba a la madre de Yuri. Mi mirada se centró luego en el otro lado del pasillo, era la zona donde se encontraban las habitaciones principales de la familia.

De una de ellas salió un anciano barbado que usaba una pequeña boina en la cabeza, sonriente me miró y, cuando estuvo a pocos pasos, estrecho mi mano, luego me sujetó los brazos con fuerza.

—Eres Beka… Yuri estará feliz, él no sabe. —El señor trataba de expresarse lo mejor que podía en inglés, pero fue la calidez de su trato y su sonrisa las que me dieron la seguridad necesaria para poder entenderlo bien—. Eres sorpresa… espera un minuto.

El abuelo de Yuri entró de nuevo en la habitación y empezó a hablar en un tono de voz algo elevado con el que parecía animarlo. Desde el interior escuché que Yuri no quería sentarse en la cama y entre los dos comenzaron un diálogo algo gracioso. Su abuelo parecía darle órdenes todo el tiempo y Yuri se negaba con cierta modorra. Entonces se asomó al umbral y me llamó con la mano.

Yo caminé con lentitud, estaba tan emocionado de ver a Yuri que mi cuerpo se resistía a avanzar y la vez se impulsaba con toda su fuerza. De pronto ingresé a la habitación de Yuri y él se quedó mirándome con una expresión que sobrepasaba de largo la sorpresa.

—Ves… sorpresa… Beka vino a visitar a Yura. —El abuelo no dejaba de sonreír mientras me tomaba del brazo y me conducía hasta el pie de la cama de mi chico.

Pude ver que su rostro, algo encendido al inicio, se enrojeció aún más. Yuri tomó la sábana y se cubrió por completo la cabeza mientras pronunciaba mi nombre.

—Beka… Beka… eres tú… —Su voz estaba a punto de quebrarse al igual que mi corazón.

—Yuri recibe bien a tu amigo. —Su abuelo me invitó a acercarme hacia Yuri y luego se despidió—. Ya regreso… conversen.

Me acerqué a ese bulto tapado con la sábana, pero quien me recibió primero con un sonoro maullido fue Tiger Scorpion… y algo más. El gato parecía un fiel guardián que se interpuso por unos segundos entre Yuri y yo hasta que el abuelo Nikolai lo llamó y a toda prisa salió de la habitación detrás de él.

Caminé tres pasos más hasta estar junto a mi bello niño ruso, su mano estaba fuera de las cobijas, así que la toqué y acaricié con toda la delicadeza que pude, estaba helada.

—Yuri, ¿no quieres verme? —Me incliné un poco hacia él.

—Beka… qué malo que eres ¿por qué no me dijiste que venías? —Yuri seguía sujetando la sábana sobre su cabeza.

—Porque todos me dijeron que debía ser una sorpresa. —Tomé el borde de la sábana y la jalé para ver el rostro de ese lindo elfo que se escondía tras ella—. Yuri, ¿en verdad no me vas a mirar…?

La sábana comenzó a ceder y frente a mí apareció el dueño de mi amor. Levantó la mirada y sus manos se estiraron reclamando mi abrazo y cuando recibí su cálido cuerpo se sujetaron temblorosas detrás de mi cuello. Lo abracé con todas mis ganas acumuladas de abrazar, por un instante olvidé su condición delicada y lo apreté contra mi rostro, contra mi pecho. Sus mejillas y su frente eran dos brazas ardiendo en contraste con la temperatura de sus manos que parecían dos trozos de hielo.

Yuri estaba junto a mí, aún latía, aún tenía fuerzas para apretarme y aún lanzaba suspiros prolongados entre mis brazos. No quería que ese momento terminara, pero lo escuché ahogarse un poco así que lo solté.

Con los dedos acaricié sus mejillas, su pequeña nariz, acomodé sus mechones desordenados y besé sus labios, con mucha ternura, como cuando se besa una gota de rocío.

—Te llamé toda la noche, Beka estúpido, no me respondías y pensé tantas cosas tontas. Creí que ya no querías hablar conmigo, que estabas en El Templo feliz con tus amigos y te habías olvidado de mí y te odié, toda la noche te odié. —Me miró y sus lágrimas no tardaron en dar vueltas entre sus párpados—. Mira cómo me haces sentir de idiota… mierda yo no quiero llorar, no soy un llorón.

Yo no supe qué decir a sus reclamos. Lo volvía a besar y abrazar. Solo quería estar junto a él y sentirlo palpitar.

—Yuri te amo… no quiero que pienses lo contrario. —Me detuve un buen rato sintiendo ese inmenso calor en su rostro—. Yuri estás afiebrado…

—Así es por las mañanas, pero ya va a pasar pronto porque mi abuelo me dio la medicina para bajarla, solo que ahora tarda un poco más en hacer efecto. —Su voz sonaba algo ronca.

Escuchamos que alguien llamaba a la puerta y yo deshice el abrazo para sentarme en el sillón que se encontraba junto a la cama.

Era la madre de Yuri que entró muy sonriente. Se acercó a nosotros y, al ver a Yuri algo lloroso, frunció un poco el entrecejo.

—Quiero que ustedes dos me escuchen bien lo que tengo que decirles ahora. —Nos apuntó con el dedo índice y se puso muy seria—. Vamos a establecer ciertas normas. Primero, Yuri no puede salir de esta habitación si no está bien abrigado y lleva en la boca una máscara medicada, está prohibido que se la pasen hablando demasiado, no puede forzar su garganta porque tiende a irritarse y le produce problemas de respiración. No puede tomar ninguna bebida helada. Durante las mañanas tiene su terapia con los especialistas, así que te recomiendo Beka que entres a la habitación a partir del mediodía.

La madre de Yuri, se sentó al borde de la cama y le tomó la mano a la vez que tocaba su frente, movió la cabeza en forma negativa y luego sujetó entre sus manos las de su niño.

—No puede estar despierto hasta altas horas de la noche, Yuri necesita descansar mucho, así que vamos a fijar un horario para que puedas acompañarlo. —Ivana miró hacia la ventana como intentando pensar en algo—. Me parece que puedes acompañarlo hasta las diez de la noche, esa es la hora en que una enfermera viene para cuidarlo, aunque Yuri no quiere que se quede en la habitación. Luego pueden hacer lo que deseen…

—Mamá, ¿Beka puede dormir en mi habitación? —Yuri señaló la cama que estaba cerca de una puerta de vidrio que parecía ser el closet.

Ivana se quedó pensativa mirando el lugar.

—Señora yo podría ayudar a la enfermera a cuidar a Yuri, trabajo de noche así que estoy acostumbrado, no lo voy a distraer, le prometo que dormirá las horas que usted indique. —Estaba en verdad ansioso por pasar todo el tiempo que pudiese junto a él—. Yo vigilaré todo el tiempo.

—Mmmmm… no sé… —La bella dama se quedó pensativa, con un dedo sobre los labios mientras los dos esperábamos como cachorritos hambrientos por su decisión—. Está bien Beka, espero que cuides de Yuri y no lo desveles.

Nuestras miradas llenas de felicidad se encontraron de nuevo, tendría la tarea más hermosa, delicada y especial que jamás habría imaginado, cuidar de mi amado Yuri.

­—Una cosa más… —Ivana nos miró con mucha seriedad—. ¡No quiero ningún tipo de travesuras indecentes en esta casa!

—¡Mamáaaaaa! —Yuri se puso colorado y yo también.

Ivana Plisetskaya me hizo una pequeña señal con sus dedos para que la siguiera y me instruyó para que pudiera manejar y monitorear los aparatos a los que Yuri se conectaba por las noches. Me enseñó cómo ponerle el oxígeno y fue enfática al señalar que cualquier emergencia llamase a la enfermera que se quedaría en la habitación contigua. Finalmente me ordenó que fuera a almorzar algo y descansar hasta el atardecer para que empiece a cuidar a Yuri desde esa noche.

Miré a Yuri, le di la mano, sonreímos juntos y con el corazón latiendo sin control salí tras su mamá hacia el comedor de diario del primer nivel. Sería su guardián y compartiría todos esos momentos que el tiempo nos robaba sin piedad.

Desde ese instante dediqué todas mis horas para Yuri, luego de una cena ligera jugábamos algunos videojuegos que nos gustaban a los dos, le ayudaba a caminar un rato por la habitación y el pasillo y al retornar a su cama le leía historias y poemas como si fuera un niño pequeño, hasta que se quedaba dormido.

Su gato siempre estaba junto a él, solo se separaba el momento que tenía que ir a comer o hacer otras cosas de gatos. Luego retornaba y se adueñaba de una parte de la cama a los pies de Yuri. Allí podía permanecer dormido horas y horas sin mover un solo bigote.

Durante toda la noche me la pasaba observando a Yuri, veía cómo respiraba, cómo pulsaba el monitor, si subía o no la fiebre, si se ahogaba en sus secreciones. Solo en una oportunidad llamé a la enfermera porque el monitor cardiaco dejó de funcionar, al día siguiente lo cambiaron.

Muy temprano por la mañana cuando el abuelo de Yuri entraba yo me retiraba al dormitorio a descansar hasta las once o doce del mediodía. Luego del almuerzo le ayudaba a caminar un poco. Para evitar las escaras en la espalda la enfermera me enseñó a masajearla con talco y le daba golpecitos suaves para que las secreciones no se acumularan en el pulmón.

Yo trataba que él comiera los batidos especiales que le preparaban. Para ese momento le era difícil tragar la comida porque tenía los ganglios inflamados. Antes de la cena lo bañaba, la enfermera me enseñó cómo hacerlo, qué temperatura debía tener el agua, el tiempo exacto que Yuri debía permanecer en la bañera para que no se enfriara y la manera cómo debía secarlo y abrigarlo. Luego jugábamos, escuchábamos música y contemplábamos el atardecer moscovita desde la gran ventana de su habitación.

─Beka ¿cuánto tiempo te quedarás conmigo? ─El rostro de Yuri se mostraba iluminado con los pálidos tonos lila de la puesta de sol.

─No lo había pensado, tengo un permiso prolongado del trabajo. ─Era difícil decirle que debía irme en diez días más porque tenía una entrevista con Darko Dee y pensé que Yuri olvidó el tema.

─¿Eso significa que te quedarás conmigo hasta el final? ─Me tomó de la mano y sentí que en ese momento debía decidir qué camino tomar.

─ Sí Yuri, aunque no me gusta pensar en el final, estaré contigo todo el tiempo. ─Mi corazón comenzó a contraerse y la sensación de vacío se apoderó de él.

─¿Y la grabación con Darko Dee? ─Yuri no lo había olvidado.

─Pienso que podría volver a Ibiza por un par de días, cumplir con el compromiso y regresar de inmediato. ─Fue una salida que se me ocurrió en ese preciso instante.

─Está bien, ahora ya no sentiré ninguna maldita culpabilidad. ─Yuri sonrió y apoyó su cabeza sobre mi hombro.

La habitación se fue quedando a oscuras, mis manos se fundían con las suyas, mi respiración imitaba a la de mi chico dorado y mi corazón caminaba al ritmo del corazón de Yuri. Fuimos uno solo contemplando los últimos minutos del atardecer. No necesitábamos nada más. El estar uno junto al otro era más que suficiente.

Nos quedamos en silencio mientras escuchábamos el manifiesto que Garrix y Rexha (1) hacían en el nombre del amor.

Si te dijera que esto no hará más que doler

Si te advirtiera que el fuego habrá de arder

¿Entrarías? ¿Me dejarías hacerlo a mí primero?

Hazlo en nombre del amor

Guardé sus manos entre las mías y las sentí más delgadas que cuando lo conocí. La aguda e infantil voz de Bebe parecía decir todo lo que Yuri callaba. Su respiración agitada marcaba un compás especial y su suave perfume corporal tranquilizaba mi mente que tendía a correr entre pensamientos positivos que me alentaban a esperar “un milagro” y la lúgubre realidad que tenía frente a mí. Yuri se iba poco a poco.

¿Me dejarías guiarte aun cuando hayas perdido la vista?

En la oscuridad, a mitad de la noche

En el silencio, cuando no haya nadie más a tu lado

¿Me llamarías en nombre del amor?

Yuri levantó su pálido rostro buscando el mío y nuestras miradas se encontraron sin restricciones esperando hallar una respuesta, una salida, un atajo, una desviación al destino. La única forma que hallamos para alejar la sombra mortal que abrazaba a mi chico nos llevó a unir nuestros labios en un beso en el que quisimos atrapar el tiempo y la vida.

Si te dijera que podríamos bañarnos en las luces

¿Te levantarías, vendrías y me alcanzarías en el cielo?

¿Confiarías en mí cuando saltando estés desde las alturas?

¿Caerías en nombre del amor?

Recibí su aliento, su calor, su pena, su delirio, sus alas rotas. Toda su rabia y todo su miedo entraron en mi piel y las hice mías, como hice mío su cuerpo ese verano. Su dolor entró en mí y entendí que debía ser, por los próximos días, la roca firme que sostuviera su cansado cuerpo y su entristecida alma.

Quiero testificar

Gritar en la bendita luz

Tú me devuelves a la vida

Y es todo en nombre del amor

Cuando la oscuridad venció nuestros suspiros, Yuri se dejó caer en mi hombro, sus manos frías ya no temblaban, su respiración se hizo pesada, el cansancio lo adormiló sobre mi cuerpo y yo me quedé arrullando su sueño, pensando en ese día repleto de emociones, imaginando qué íbamos a hacer al día siguiente y al siguiente y al siguiente para que su luz siguiera iluminando noches como esa.

Entonces recordé que el mañana era una quimera y lo único real en ese momento era Yuri durmiendo plácido entre mis adormecidos brazos. Acerqué mis labios a sus mechones empobrecidos y le hice una promesa de vida.

«Yuri, aún palpitas, aún respiras, todavía lates y te agitas dentro de esa magra figura que se empequeñece. Estaré junto a ti hasta el final, hasta el último segundo, hasta el último aliento, hasta que digas adiós a este mundo extraño y cruel».

Notas de autor:

  1. In the name of love. Es un sencillo producido por el productor musical neerlandés Martin Garrix y la cantante y compositora estadounidense Bebe Rexha estrenada en el Ultramusic Festival 2016, con estilo Future Bass, EDM y electrónica.
Anuncio publicitario

Publicado por Marymarce Galindo

Hola soy una ficker que escribe para el fandom del anime "Yuri on Ice" y me uní al blog de escritoras "Alianza Yuri on Ice" para poder leer los fics de mis autoras favoritas y escribir los míos con entera libertad.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: