Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar

11. Cuenta con nosotros – Al final del verano


Eran las nueve de la mañana, el día lucía radiante, invitaba a correr por la playa y zambullirse en el mar una y otra vez. La voz en la radio animaba a todos a despertarse y unirse a la algarabía isleña que ese día gozaría de un concierto al aire libre.

Sin embargo, todo me resultaba gris, inútil, soso y aburrido. Solo deseaba que llegase la tarde para conectarme con Yuri y hablar de cualquier tontería. ¿Cómo le fue en el día? ¿Quién lo fue a visitar? ¿Cómo se sentía con ese tratamiento experimental que probaban en él?

Yuri había tomado la decisión de no utilizar medicina convencional en su cuerpo para evitar sentirse mareado y ajeno a él mismo todo el día, así que para él la morfina no era la alternativa para calmar esa sensación dolorosa que apretujaba sus músculos, sus órganos y hasta sus huesos.

Solo consumía algunos analgésicos y medicina para calmar la fiebre que cada vez se presentaba con más frecuencia y fuerza y también permitía que siguieran experimentando un suero ofídico con el que intentaban combatir la enfermedad.

A través de la pantalla no podía observar bien el cambio que su semblante estaba experimentando, pero sí podía ver cómo sus párpados se mostraban más hundidos y oscuros con el pasar de los días.

Su respiración tampoco era la misma, cada día se mostraba más agitado y cansado, como si tratara de hablar después de haber corrido varias cuadras. Lo irónico era que Yuri casi no salía de su habitación.

Los chicos fueron cerca de las diez de la mañana al trabajo y yo alisté mi material con anticipación. Hice algo de limpieza mientras esperaba que pasen las horas, devoré el almuerzo casi sin respirar y cerca de las tres de la tarde me conecté una vez más con Yuri.

─¿Listo para perder esta batalla, Beka? ─Jugábamos Commanders en línea, se había aficionado en esas últimas semanas a la extraña historia de esos soldados que debían cumplir una misión en las selvas de Indonesia y que, si lo lograban, no solo sabotearían un importante arsenal de armas, sino que salvarían a la humanidad.

─Esta vez tengo todo dispuesto para no cederte ni un solo centímetro de mi territorio, así que prepárate porque tomaré a todos tus hombres, Yuri. ─Yo era el enemigo, debía evitar a toda costa que el equipo de Yuri llegara a mi base.

Durante dos horas frente a esa pantalla, sintiendo su respiración en los auriculares, escuchando sus palabrotas, riendo juntos por las decisiones tontas y celebrando las buenas estrategias fuimos un solo corazón otra vez. Yo quería que Yuri ganara, era una de las pocas veces que cedía frente a un oponente. Nunca me había pasado esto excepto con mi hermana cuando le enseñaba a jugar ajedrez.

─Ja, mañana te voy a vencer Beka, no creas que porque tienes a mis mejores tiradores yo voy a dejar de avanzar. ─La sonrisa de Yuri era mi regalo diario. Ese instante nos sentíamos como dos personas muy distintas algo preocupadas porque ambos habíamos perdido muchos hombres y material bélico. Al verlo reír tanto y jugar con mucha energía pensé por un instante que todo podía estar bien.

Miraba a un Yuri entusiasta, lleno de vida, alegre y hasta socarrón. Un chico que saltaba y gritaba con júbilo por cada cuartel sometido, por cada puente derribado y por cada edificio hecho trizas con los disparos de sus cañones.

─Voy a pedir mis vacaciones para finales de noviembre, ya hablé con Víctor y está de acuerdo, así que me tendrás a tu lado quieras o no. ─Aunque a diario me decía que la vida de Yuri se acortaba, no podía aceptar que Yuri estaba mal, yo lo veía sano y muy feliz. Tal vez los milagros existen, tal vez ese tratamiento alternativo estaba dando resultados.

Estaba delgado, pero se veía vital. Por eso para mí era imposible que Yuri se fuera a morir en cualquier momento como a veces solía recordarme.

─Por eso me estoy cuidando mucho Beka, yo quiero volver a ver una vez más tu cara de bobo cada vez que me quedas mirando fijo. ─Esa era la manera que tenía de decirme que me extrañaba.

─Yo también te extraño Yuri… ─En ese momento un maullido muy largo interrumpió la conversación y Yuri se agachó para luego levantarse de su asiento sosteniendo a Potya entre sus brazos.

─Mira es Beka ─dijo sosteniendo al felino delante de la cámara. El gato revoloteó un poco—. Sí, ya sé que su cara da miedo, pero no te hará nada malo de verdad…

El sentido del humor de Yuri era lo que más me sorprendía, bromeaba con todos y a cerca de todo, sobre sus médicos, sobre su mayordomo, sobre su propia enfermedad. Yo no podía imaginar cómo me sentiría si me dijeran que mi vida se acerca a su fecha límite.

Claro, jamás había pensado en la muerte, eso era algo lejano, yo era joven y la muerte no me alcanzaría. Eso no pasaría conmigo, por lo menos no ahora, pero Yuri… No, Yuri tampoco moriría porque él era muy joven y fuerte. Él le estaba dando batalla a su enfermedad, los chicos de su edad no mueren.

─Vamos Potya, dile adiós a Beka. ─Tomó con los dedos la patita del gato y la movió. Se agachó para dejarlo en el suelo y cuando se levantó para seguir hablando cerró los ojos y pude notar una expresión de confusión en su rostro, se sujetó bien del asiento y tiró la cabeza hacia atrás.

En ese mismo momento el tono carmesí de la sangre empezaba a deslizarse por su labio y su mentón. Yuri se tapó la nariz con la mano y sujetó un pedazo de papel toalla que tenía cerca de él con el que tapó la fosa.

 Beka tengo que cortar… parece que es una grande… ─La hemorragia no cesaba y, mientras Yuri intentaba detenerla con más papel, yo solo me quedaba como mudo testigo frente a la pantalla sin poder hacer nada, enterrando mis uñas en los brazos del sillón y sintiéndome el ser más inútil del universo.

─ Yuri pide ayuda, yo te llamo luego, llama a tu mamá o a tu abuelo. ─Comencé a sentir que me faltaba aire y que mis en mis hombros tenía una tonelada de cemento. El hilo de sangre que salía sin parar era una señal para recordarme lo frágil que era la condición de Yuri, lo lejano que podía verse ese milagro que todos esperaban y la cerca que estaba el día de su adiós.

Yuri asintió y apagó su equipo como pudo. Yo me quedé pegado a mi asiento observando en el fondo de la pantalla las puntuaciones y el diseño de la página de inicio del juego. No apagué la computadora ni me moví por un buen tiempo porque tenía la esperanza de que Yuri volviera a conectarse y me dijera que todo estaba bien, que la hemorragia había cesado y que podríamos hablar otra media hora más.

Cuando el silencio se hizo profundo, por primera vez esa tarde me hice consciente de la posibilidad de perder a Yuri, tenía mucho miedo y no quería ni moverme. El nudo de mi garganta se apretaba más y yo quería gritar, ¿por qué estaba pasando eso? ¿por qué a Yuri? ¿por qué a mí? En el silencio del departamento busqué respuestas y no las pude hallar.

El reloj de la computadora me dijo que ya era hora de salir al trabajo. Intenté ponerme en pie, pero por más que quería moverme mi cuerpo no respondió. Además de tener las piernas adormecidas sentía que los brazos me pesaban eran dos pesadas bolsas de plomo. Sentía dolor, pero era un dolor extraño que no se manifestaba en ningún lugar específico, sino en todo mi cuerpo como si éste se estuviera agrietando y rompiendo.

Intenté hacer entrar más aire a mis pulmones y cuando dejé de tener esa sensación de estar flotando en la nada, pude dar el primer paso para dirigirme al Templo.


En el trabajo las cosas no estaban mal, pero tampoco estaban bien.

Todos habían notado mi decaimiento, mi falta de apetito, mi tristeza y mi mal humor. Los que sufrían con mis altibajos eran Emile y Guang Hong. Ellos siempre trataban de hacerme sentir mejor, querían que los acompañara a navegar con algunos amigos, que vayamos a alguna fiesta o que salgamos de tapas con algunas chicas.

Yo en verdad me sentía demasiado abrumado para soportar todo el bullicio y algarabía de una reunión. Me eran suficientes las noches en El Templo. No hacía falta más.

Poco a poco la molestia creció y comencé a sentirme harto, irritado, quería buscar culpables, quería huir sin rumbo, quería que alguien me abrace fuerte y me diga que todo pasaría. Mis amigos no tenían idea de lo que realmente pasaba con Yuri y conmigo. Una noche que me quedé en la discoteca para hacer algo de hora hasta que me sienta muy cansado —solo así podía conciliar el sueño— Sala se acercó con un ‘cool gin’ en la mano.

—Si tanto lo extrañas ¿por qué no vas a verlo? —Sonrió con malicia y guiñó el ojo—. Pídele unos días a Víctor, no te los negará.

—No puedo. —Me limité a recibir el trago y me quedé observando la copa llena, callado y ajeno a los demás.

—¿Por qué? ¿Qué te impide hacerlo?, ¿alguien se opone a que se vean? ¿Tal vez porque no es todavía autónomo? —Juro que por primera vez la presencia de mi mejor amiga comenzó a parecerme una gran molestia.

—No, solamente no se puede y ya. —Me levanté bastante molesto y dejé la copa que me había servido—. No me preguntes más por Yuri.

─¿Se han peleado?, ¿terminaron? ─Sala intentó abrazarme justo en el momento que Bastjin se acercaba a nosotros.

─¡No! ¡Y por favor Sala mantente al margen! ─La vi parpadear un par de veces muy asombrada, tomé mis cosas y salí de la discoteca a toda prisa.

Camino a casa me di cuenta que fui muy grosero y que nadie tenía por qué soportar mi mal humor, mucho menos sin conocer la verdadera causa de toda esa cólera que no me dejaba dormir, comer y respirar.

Cerca del departamento encontré unos contenedores de basura y lo único que se me ocurrió fue patearlos y dirigir mis puños llenos de ira hacia ellos. El ruido y desorden despertaron a los vecinos y uno de ellos me gritó muy molesto desde su ventana. Paré y solo sentí que la rabia gobernaba hasta la última célula de mi cuerpo.

Seguí mi camino a casa y en cuanto llegué me metí a la ducha. No sé cuánto tiempo estuve bajo el frio chorro de agua fría, solo sé que me sentía un despojo y que mis nudillos sangraban. Cerré los ojos y fue como hundirme en el vacío. Caí, caí y caí sin que pudiera detenerme, hubo un momento en el que estiré la mano y busqué algo de qué sujetarme, pero seguí cayendo. Incluso en sueños no dejé de sentir la sensación de precipitarme a un abismo sin fin.

Al día siguiente, en cuanto desperté revisé mi celular. Era temprano para llamar a Yuri, pero leí sus mensajes que de alguna manera me calmaron pues la hemorragia paró a los diez minutos de haber empezado, pero la madre de Yuri lo obligó a descansar. Abrí mi personal, tecleé algunas palabras que se me vinieron a la cabeza y busqué algo de información sobre enfermedades terminales. Navegando entre páginas médicas, de consejos psicológicos y hasta de chamanes que ofrecían curas milagrosas, encontré la dirección de un centro especializado en atención de familiares de personas con enfermedades terminales, copié la dirección en el blog de notas y salí del departamento a respirar.

Sin pensarlo demasiado acudí al lugar: Centro de apoyo para la familia. Un consultorio ubicado en un barrio céntrico, bastante iluminado y que recién estaba abriendo las puertas a esa hora. Una mujer mayor me invitó a entra y cuando le dije que solo quería información sobre una leucemia mortal me acompañó hasta el consultorio principal. Allí conversé con una amable terapeuta que me orientó cómo debía asumir la pérdida de un ser querido.

—Esa persona es… —Sostenía el lapicero mientras me miraba a los ojos.

­—Mi mejor amigo. —Yo bajé la mirada en cada respuesta.

—¿Cuántos años tiene? —Comenzó a anotar en una hoja con espacios delimitados.

—Dieciséis. —Pensé en la edad de Yuri y me estremecí.

—¿Cuál es su pronóstico de vida? —La terapeuta dejó el lapicero y posó las manos en el escritorio.

—Le dieron cuatro a seis meses… ya va para el cuarto mes. —Hice una pausa para hacer un conteo exacto—. En verdad le queda muy poco.

—¿Qué es lo que piensas de esta situación? —Ella fue muy directa.

—Que es absurda… es decir, él es tan joven y es una persona con sueños y aspiraciones, ama la música clásica y tocar el piano, tenía un gran futuro como concertista, le gusta mucho caminar por la playa y ya no puede hacerlo. No puede montar en bicicleta, ni salir a comer un helado. Todos en casa lo contemplan, no pueden hacer nada por él. Las medicinas han fallado, los otros tratamientos también, no existe un donante de médula compatible, él ya no lucha, solo espera el final. Todos esperan el final.  

—¿Y tú qué sientes? —Ella dejó de tomar notas en la hoja.

—Rabia, porque yo tampoco puedo hacer algo. Yo también espero el final y no quiero que llegue, todos los días nos comunicamos por la web y ese par de horas y a veces son tres, hablamos de cosas tontas y normales, la música, los videojuegos, los libros, mi trabajo. Los amigos… mis planes. Solo hablamos de mis planes…

—¿Tienes otros amigos además de él? —Asentí sin decir nada—. ¿Qué piensan de esta situación?

—Ellos no conocen nada sobre lo que pasa con Yuri. Yo no sé cómo decirles, no quiero que le tengan lástima, pero ellos siempre preguntan. En verdad Yuri… es más que un amigo para mí y los demás creen que solo es la pena por la separación la que me tiene así de mal. Ayer le hablé en forma muy fea a mi mejor amiga, ella no se merecía eso…

—Otabek, no es bueno encerrarse en los problemas, si bien una situación como la que tú me describe no tiene solución, el apoyo de los demás nos ayuda mucho a entender y aceptar la partida de alguien a quien amamos. —La mujer tenía la misma actitud que mi madre cuando me hacía reflexionar—. Confía en sus amigos. Ellos mostrarán también su pena y compartirán tu sufrimiento y el de tu… chico. Si son buenos amigos jamás le mostrarán lástima, solo un sincero dolor. Ellos serán tu mejor apoyo en estos momentos difíciles.

La miré con cierto recelo.

—¿Te imaginas si fuera al revés la situación?, ¿si tu mejor amiga estuviera pasando por un momento tan doloroso como el tuyo, acaso no desearías que ella te confiara sus problemas? Aún si no pudieras solucionar nada, serías un brazo fuerte donde ella podría sostenerse. ¿No lo crees así?

Cuánta razón tenía esa joven doctora. Sala, Michele, Guang Hong, Emile, Bastijn, incluso el mismo Víctor Nikiforov, todos siempre me dieron un trato cálido, cordial, amistoso y sincero. Con mayor o menor confianza ellos representaban en ese momento los brazos fuertes que necesitaba para seguir sosteniéndome en pie, porque ya no podría seguir haciéndolo en soledad.

Cuando salí del lugar, sabía que la situación de Yuri no había cambiado, pero algo cambió dentro de mí. La decisión de asumir con más fortaleza este duro momento de mi vida. Perder al chico que amaba tanto, tener que resignarme a decirle adiós. Yo no estaba a punto de perder la vida, pero me sentía herido y sintiéndome una víctima de esa situación no resolvería nada.

Esa noche invité a mis amigos de piso a pasar unas horas en la discoteca, mi presentación terminó algo temprano porque luego subió al escenario DJ Vegas & Like Mike (1). Disfrutamos de sus mezclas interminables y durante dos horas y media me sumergí en los beats de su progresive house, bailé solo en la pista y me dejé llevar.

Cuando el espectáculo terminó y las luces cayeron cerca del amanecer nos encontramos en la barra, los chicos tenían libre ese día por eso decidieron quedarse un rato más. Sala y Michele prepararon un trago muy especial de tres colores, era algo con menta y dijeron que estaban experimentando y que nosotros seríamos sus conejillos de indias.

Aceptamos.

Sin más, se acercaron a la barra Víctor Nikiforov y su novio, Yuuri Katsuki, un amable joven japonés que siempre buscaba que los empleados del Templo estuviéramos contentos con nuestro trabajo.

Las luces comenzaron a apagarse en los salones y apartados, los mozos disponían las últimas botellas en las bolsas de plástico y las copas en el fregadero. La música sonaba muy bajito y la iluminación de la barra nos acogía con la calidez de sus cien pequeñas luces led.

De pronto me vi una vez más sumergido en mi dolor, con la cabeza gacha y la mirada perdida, sin compartir la charla que todos tenían en ese momento. Los chicos hablaban de la mezcla que hicieron para preparar el nuevo cóctel, yo los escuchaba de lejos hasta que de pronto noté que todos me miraban callados y que no había respondido a una de las preguntas de Víctor. Yo me sentí muy apenado y supe que era el momento.

—Perdonen por mi conducta de estos días. Si me ven irritado, distraído, molesto, callado, estúpido y apenado, es verdad… lo estoy. —Tomé mi mochila y saqué de ella unos folletos que había pedido en el centro de apoyo esa mañana. S los repartí.

­—¿Qué es esto Otabek? ¿Estás apoyando a alguna causa? Porque si es así cuenta conmigo. —Víctor abrió el folleto escrito en español e inglés, lo comenzó a revisarlo.

—La leucemia es una enfermedad que ataca a miles de personas en el mundo, muchos de ellos son niños y adolescentes, eso es lo que dice este folleto y explica cómo se produce, qué se debe hacer para atenderla a tiempo y qué se hace en casos avanzados. —Respiré profundo para no quebrarme frente a ellos y confesé—. Yuri tiene esta enfermedad desde hace unos años atrás y no han podido hacer nada por él a pesar de que tuvo todo tipo de tratamientos.

Todos se quedaron callados mirando el folleto con más detenimiento. Nadie quiso preguntar, ni comentar, nadie volteó su mirada.

­—Si estoy así mal como me ven es porque sé que le queda poco tiempo. Su familia solo espera un milagro y yo no sé de qué manera puedo ayudarlo desde aquí tan lejos, yo también solo espero ese milagro… —No me quedaron más palabras que decir.

—Otabek tal vez deseas tomarte unos días. —Yuuri Katsuki y yo no éramos tan cercanos. Yo tenía más confianza con Víctor, pero sentí sinceridad en su propuesta.

—No, créanme es mejor que esté aquí porque estando solo en casa sin saber qué hacer me siento peor. —Los vi mirarme con rostros de preocupación, pero nadie expresaba lástima en los ojos—. Si no hago algo bien en cabina díganmelo, yo sé que me concentro mucho el momento del mi show…

—No Otabek, todo está bien en tu show, pero me preocupa que esta situación te sobrepase, no puedo imaginar lo difícil que debe estar siendo todo esto para ti. —Víctor puso su mano sobre mi hombro—. Pero si hay algo que pueda hacer o que quieras pedirme no dudes en decirlo.

—Yuri es también un buen amigo para nosotros, aunque no pudimos conocerlo por mucho tiempo creo que se ganó nuestro aprecio y en verdad es doloroso pensar que esté tan mal. —Emile volvió a revisar la cartilla de información con una sincera expresión de tristeza en el rostro.

—Otabek, nada de lo que te diga te ayudará a sentirte mejor, pero aquí estaremos para lo que tú desees. ─Guang tenía los ojos húmedos, él es bastante sensible.

─Beka, siempre estaré contigo para lo que tú desees ─Sala no pudo contener más sus lágrimas y me abrazó con todas sus fuerzas, entonces yo fui quien tuvo que consolarla.

­─Otabek, Yuri ha sido un regalo que te sacó de tu aburriiiiida vida, amigo mío. Eso es lo que debes valorar. ─Bastjin como siempre ponía el toque de profundidad.

Michele no dijo nada, solo llenó mi copa y me dio un par de palmadas en el hombro. Yo sabía bien que esa era su manera de expresarme su apoyo.

Cuando nos retiramos del Templo, Sala caminaba junto a mi tomándome de la mano, me llevó lejos del grupo y con los ojos llenos de tristeza, intentando dibujar una sonrisa posó sus manos en mi rostro y me dijo algo que jamás olvidaré.

─Te amo Otabek, tú eres mi otro hermano y tu dolor es el mío. Nunca más me ocultes tus sentimientos, porque si puedo hacer algo por ti lo haré con gusto y con todo el corazón y si no puedo hacer nada entonces por lo menos compartiré tu pena y así será menos doloroso para ti ¿sí? ─Sus manos acariciaron mis mejillas y mi cabello. Yo la abracé con todas mis fuerzas.

─Perdóname, anoche fui un bruto. ─Su delicado cuerpo se convirtió en una verdadera fortaleza para mí en ese momento─. No quise tratarte así, eres mi mejor amiga, solo perdóname.

─Te voy a perdonar con una condición. ─Ella sonrió y me miró con mucho cariño─. Que pienses ahora en Yuri y sonrías porque él también te ama.

Cerré los ojos y pude ver con claridad el rostro del tigre ruso, lo imaginé en esa puesta de sol en la playa que jamás olvidé y sonreí, fue difícil hacerlo, pero, al pensar en Yuri, volví a sentir una agradable calidez en el pecho y volví a pensar en el amor que nos unía y me prometí en secreto que ese sentimiento jamás tendría un final.

Todo lo que sentí esa noche fueron las palabras de aliento, las manos amigas, las miradas sinceras de personas que me querían, que entendían mi dolor o por lo menos trataban de hacerlo. Ya no estaba tan solo y perdido. Había gente que me apoyaba y que pensaba en mí. Había gente que pensaba en Yuri y le expresaba cariño del bueno. Desde ese día ya no experimenté la sensación de estar cayendo en sueños.

Notas de autor:

1.-DJ Vegas & Like Mike: Dimitri Vegas & Like Mike son un dúo belga de DJs de EDM compuesto por los hermanos Dimitri Thivaios (Dimitri Vegas) y Michael Thivaios (Like Mike) que se encuentra activo desde 2007. También son fundadores y dueños del sello discográfico Smash the House desde 2010.

Anuncio publicitario

Publicado por Marymarce Galindo

Hola soy una ficker que escribe para el fandom del anime "Yuri on Ice" y me uní al blog de escritoras "Alianza Yuri on Ice" para poder leer los fics de mis autoras favoritas y escribir los míos con entera libertad.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: