Dormir junto a Yuri era un verdadero reto, ese pillo se adueñaba de toda la cama y aquel día no fue la excepción. Le contemplé por unos minutos y con mucho cuidado aparté los cabellos que cubrían parte de su rostro. Mostraba un gesto apacible mientras soñaba junto a mí. Acaricié sus labios con mucho cuidado, él los movió como reacción inmediata y volteó la cabeza sobre la almohada y me dio la espalda. Suavemente mis dedos se deslizaron sobre su cuello y su espina. Noté unos pequeños moretones en sus brazos que me parecieron extraños. Estaba seguro de que mi boca no los hizo.
«¿Tal vez fui muy rudo con él?», me pregunté.
Yuri saltó porque no soportaba mi toque suave sobre su piel. Yo insistí y él, cansado, sujetó mi mano la mordió. Me había acostumbrado a sus mordidas, unas cariñosas y otras llenas de maldad pura. Ya entendí que estaba fastidiando.
—¿Tienes hambre? Yo sí. ─Quería que despertara en ese mismo instante pues extrañaba ver su mirada esmeralda─. ¿Qué quieres que traiga para desayunar? —Ese día despediría a Yuri y quería aprovecharlo al máximo y pasar los mejores momentos junto a él.
—Quédate un rato más a mi lado. —Sus ojos mostraban un brillo distinto—. Solo abrásame.
Se enrolló sobre su cuerpo por un instante y cuando se estiró lo abracé hasta casi ahogarlo, tenía ganas de hacerlo parte de mí y meterlo dentro de piel. Permanecimos en esa posición durante diez minutos en los que reinó la calmada melodía de nuestros corazones y el sonido de nuestra respiración.
—Yuri, vamos levántate. Quiero disfrutar de un día de playa contigo…—Sus brazos se enredaron en mi torso como florida madreselva.
—No quiero ir a la playa, quiero quedarme así por siempre. —La calidez de su piel comenzaba a dominarme.
—Vamos anímate, iremos a… —No me dejó terminar la frase.
—Beca, no me has entendido: quiero estar aquí contigo si es posible el resto del día. —La voz de Yuri contenía un abrumador tono opaco.
—Vamos no te pongas así, sé que no nos veremos un tiempo, es decir no podremos besarnos o tomarnos de la mano, pero nos vamos a comunicar todos los días. Además, te veré en invierno, te lo prometo. —Yo también me sentía mal, pero no podía dejarme contagiar por la aparente tristeza de Yuri.
Mi gato salvaje se apretó contra mi cuerpo con más fuerza, sus delgados brazos no dejaban de ajustar mi cintura, su rostro se hundía sobre mi vientre, sentía que respiraba con dificultad y, de pronto, pude notar que mi piel se humedecía y no era por sus besos, eran lágrimas.
No imaginé que una despedida que tenía sabor a “te veré después” llegar a afectar tanto a un jovencito tan seguro como Yuri. Le siguió un sollozo, luego dos y después tres. Yuri estaba llorando y yo, entre sorprendido e incrédulo, intenté apartar su rostro de mi piel y levantarlo para hablar, darle algún consuelo y entender qué le sucedía.
—Yuri qué pasa, esto no es un adiós. —Tenía que hablarle con cierta seriedad procurando que se calmara—. Te dije que te veré al iniciar el invierno.
Yuri se apartó de mí con cierta brusquedad, en un solo movimiento se sentó a la orilla de la cama y por más que intentó detener su llanto no pudo.
—Beka… yo… no llegaré… al invierno. —Tras esa extraña confesión lo vi comprimirse como un niño pequeño lleno de temor.
No entendí, ¿cómo que no llegaría al invierno? Me senté a su costado, lo observé con más detenimiento, lo vi temblar y me asusté.
—Yuri explícate, no sé qué me estas queriendo decir. —Me sentía algo tonto.
—Beca, te mentí una vez más… es decir, no te dije una mentira —Yuri abrazaba sus piernas y no apartaba sus ojos del suelo, no podía verle el rostro—, solo no te dije toda la verdad, toda mi maldita verdad.
Lo miré y el miedo comenzó a escalar por mi cuerpo desde la punta de mis pies, junté el entrecejo y le reclamé con cierto enfado.
—Entonces dila ahora Yuri, creo que no merezco tu desconfianza.
—Beka, hace cuatro años me diagnosticaron leucemia linfocítica aguda. Pasé por muchos tratamientos, químicos, de radiación, alternativos, naturales. Hace tres años me sometí a un trasplante doloroso… pero la enfermedad se empeñó en regresar. —Volteó a mirarme—. Dos meses antes de venir a Ibiza me dieron un pronóstico de vida de cuatro a seis meses como máximo. Si calculas el tiempo que pasó, estoy en medio de mi tercer mes y si bien todavía no me siento demasiado enfermo, tal vez… ya no pueda verte en invierno.
Sus gruesas lágrimas se precipitaron al suelo llenas de dolor, su pecho se agitaba con cada frase y yo no podía creer lo que me decía. ¿Yuri viviría solo unos meses más? No tenía palabras, algo comenzó a quemar en mi pecho y me sentí caer en el vacío, mientras mis fuerzas me abandonaban.
—¿Por qué no me dijiste esto desde el principio, Yuri? —Me sentí defraudado.
—Porque no quería que me mires como lo estás haciendo ahora. —A pesar del llanto noté un tono de amargura en su voz y una pincelada de orgullo en su mirada.
—Mirando… ¿cómo…? —No entendía su frustración porque estaba más centrado en la mía.
—Con pena, con miedo, como si yo ya estuviera muerto. —Sus labios se tensaron y sus ojos reflejaron más rabia que dolor.
—No te estoy mirando con misericordia. —Pese a que intentaba mantenerme en calma, estaba ciego para comprender que su mirada enfurecida era un llamado de auxilio—. Yuri me acabas de decir que no tienes mucho tiempo, ¿cómo quieres que me sienta?
—¿Cómo crees que me siento yo? —Sus lágrimas volvieron a resbalar por sus mejillas encendidas—. Dime Beka, si yo te hubiera dicho que tenía una enfermedad terminal, ¿te habrías acercado a mí? Mucha gente cree que la leucemia es contagiosa, te lo digo porque lo he vivido.
—¡No soy ignorante, Yuri! —Mi ego batallaba sin cesar intentado ganarle a mi asustado corazón.
─Ya, te hubieras acercado a mí, pero ¿me habrías llevado a caminar, a bucear, a la fiesta en esa mansión o al Templo? —Alzó la voz como queriendo que por fin yo entendiera—. ¡¿Me habrías besado con todas tus ganas y me habrías follado como me follaste anoche?!
Me quedé sin palabras. La respuesta era obvia: no habría hecho ni la mitad de lo que hice y viví junto a él en esos días.
—Beka, no me queda mucho tiempo, pero aún estoy vivo, aún respiro y aún palpito dentro de este jodido cuerpo enfermo. Todavía puedo caminar por la playa, todavía puedo oler tu perfume, aún puedo dar un concierto y puedo soñar. Aun puedo tomar un vodka tonic y puedo nadar bajo el agua. ¡No estoy muerto!, ¡¡yo no estoy muertoooo!! —Sus lágrimas estallaron en todas las direcciones y su voz se apagó con el último grito.
Salté junto a él, lo abracé con todo mi ser porque entendí, porque supe que yo tampoco iría vendiendo una enfermedad al mundo, entendí por qué Yuri no me dijo nada y respaldé cada palabra que él pronunció. Lo abracé con fuerza, con amor, con dolor. Lo besé, besé sus labios y su rostro mojado, besé su frente y sus dorados cabellos. No sabía qué más hacer por él.
—Yuri, Yuri, yo igual me hubiera enamorado de ti, tal vez no te hubiera llevado a bucear, tal vez te hubiera cuidado de no estar bajo el sol, pero mi corazón igual te distinguiría de entre todas las personas del mundo. —Lo veía llorar sin consuelo e hipar como un niño pequeño y no sabía qué más decirle para devolverle la calma—. Solo que no sé qué hacer ahora y tengo miedo de no tener un futuro juntos, tengo miedo de no escucharte hablar, tengo miedo de no verte, tengo miedo de perderte.
Me sentía furioso e impotente, esto no era enfrentarme a unos chicos malos en la playa para rescatar a Yuri, era algo contra lo cual no podía luchar y no saber qué puede uno hacer cuando la persona que amas tiene un monstruo por dentro que lo ataca sin piedad es lo más doloroso y frustrante que puede existir. Con los puños apretados al tope, quería golpear todo lo que había a mi alrededor, pero en su lugar estaba abrazando el delgado cuerpo del chico del que me había enamorado por primera vez.
—Yuri, ¿dime qué digo ahora?, ¿qué quieres que haga por ti? —No dejaba de besarlo todo el rato.
—Be-ka… solo abrásame una vez más, solo bésame una vez más, solo ámame una vez más, como lo hiciste estos días, como lo hiciste anoche porque a tu lado, bajo tu cuerpo siento que soy eterno e infinito. —Dejó su húmeda mirada sobre la mía y sus lágrimas comenzaron a cesar.
Las mías se quedaron atascadas en algún lugar de mi corazón, lo único que quería era aliviar su dolor y amarlo una vez más. Y si besar de punta a punta su cuerpo y hacerlo llorar de placer era una forma de alejar el fantasma de la muerte yo lo haría.
Mis palabras no fueron suficientes para decir cuánto lo amaba, mis besos no fueron tan cálidos para expresar mi pasión, mis manos no dieron todas sus caricias, mi cuerpo no bastó para adorarlo, para acariciar a Yuri y entrar en él sintiéndolo mío una vez más. Tal vez si mi alma pudiera haberlo contenerlo, pero ¿cómo se hacía eso?
Después de un par de orgasmos juntos, sin decir una sola palabra Yuri se posó sobre mí, recorrió mi cuerpo con su boca y me tomó.
Fue como si un hada me poseyera, fui suyo sin restricciones. Sin miedo me abrí a todos sus deseos, hasta que caí preso de su duro toque y de sus locos besos. Adoré que entre mis brazos pudiera mostrar toda su masculina sensualidad, esperaba que sus manos y su sexo me destrozaran el cuerpo, pero mi Yuri se portó como un manso gatito y por más que deseara no llegó a mostrar su potencial de tigre; pero eso jamás se lo dije.
—¿No hay nada que se pueda hacer Yuri? —Todavía no lograba entender la gravedad de la situación.
—Este tratamiento alternativo que estoy usando me calma el dolor y según los médicos permite que se prolongue más mi vida. Un nuevo trasplante tampoco aseguraría el éxito y no voy a someterme a toda esa mierda dolorosa otra vez. —Yuri reposaba sobre mi cuerpo mientras mis manos navegaban por su espalda.
—¿Qué harás al ir a Moscú? —Deseaba saber qué le esperaba.
—Supongo que mi madre me encerrará en la casa como lo hizo antes. —Posó su barbilla sobre mi pecho y sus ojos mostraron esa belleza y poderío misteriosos que me enamoraban más—. ¿Sabes?, casi no vengo a Ibiza. Mi madre destinó todos los mejores cuidados para mí, y no es que sea un estúpido desagradecido, pero verla todos los días con esa cara de pena, sentir que al salir de mi habitación lloraba sin consuelo, verla caminar como un fantasma en mi casa, no poder hacer las cosas con normalidad era jodido. Un día me levanté y mandé todo a la mierda.
Conocía por fin esa parte de Yuri que me había mostrado antes, su intimidad familiar y los sentimientos que guardaba por su abuelo que parecía ser la persona más importante en su vida.
—Menos mal que mi abuelo me entendió y fue él quien me animó a hacer algo especial, así que decidí viajar solo y mi primera intensión fue ir a Nueva York, pero como ya la conocía supe que allí no sería tan divertido, así que a último momento cambié mi destino haciendo girar el globo y marcando Ibiza con el dedo.
De un momento a otro Yuri rodó hacia la cama y se puso a reír a carcajadas con las manos sobre su rostro y el vientre ajustado. No podía parar y yo, como tonto, me dejé contagiar por su risa.
—Mi abuelo me dijo que por fin haciera cosas de hombre, así que cuando escogí Ibiza nunca estuvo más de acuerdo conmigo, me dijo “Yuri, allí están todas las tetas del mundo a tu disposición”, me dio la tarjeta y pagó el viaje. —Yuri volvió a reír a carcajadas—. Jamás imaginó el abuelo que en lugar de acostarme con una chica cada noche como tal vez pensó que haría, yo encontraría un serio oso kazajo a quien me entregaría por completo y que se haría dueño de mi corazón.
Sus últimas palabras me elevaron por encima de toda mi mundana existencia. Lo tomé entre mis brazos y lo besé una vez más, busqué sus labios y los encontré abiertos, busqué su cuello y me ofreció su suave aroma, mis labios recorrieron la piel de sus pequeños pectorales y estos reaccionaron endureciéndose de inmediato. Mis manos acariciaron su cintura y sus filosas caderas, sus delgadas y firmes piernas, las besé con deseo y con amor. Me senté apoyado al espaldar de la cama y Yuri se sentó sobre mí, entré una vez en él y se movió sin restricciones, como si cada centímetro de su piel estuviera gobernado por una suave melodía que sonaba en los parlantes y que lo hizo danzar sobre mi cuerpo.
Esos serían los últimos momentos que su piel y la mía se fundían y que podíamos disfrutar del calor de nuestros besos, de nuestras caricias, de nuestro aroma y de todo nuestro inmenso amor. Con cada beso y palabra supe que el sentimiento que nos unía sí era amor, porque el corazón palpitaba jubiloso y se retorcía mal herido al mismo tiempo. Tener que amarlo tanto y saber que iba a perderlo. Qué injusto el destino y que cruel aquel que me dio todo en Yuri y ahora me lo estaba quitando.
Cerca del mediodía, algo descansados le propuse bañarnos juntos y bajar a la playa, tomar un buen desayuno, aunque ya era hora del almuerzo, caminar un rato más. Yuri tenía otro plan, quería ver a Emile y Guang Hong y despedirse de ellos. También quería despedirse de Sala. Así que llamé a los gemelos y todos nos encontramos en el Topsy Top.
Durante un par de horas, las más tranquilas en esa fuente de soda, todos fuimos como niños de nuevo, comimos camarones con mayonesa y de postre helados con torta. Hablamos de programas de televisión, de películas, de música, de series animadas, de libros, de comics y super héroes. Tomamos unos mojitos y nos divertimos mucho. Aunque mi corazón tenía una herida abierta y sangrante, decidí reír junto a Yuri. Esas eran las últimas horas que pasaría a su lado, no quería que se llevase un recuerdo triste de mí, ni de la playa, ni de los chicos, ni de Ibiza.
Al despedirse, todos le desearon suerte y le dijeron que regresara, intercambiaron direcciones y redes y al final el propietario nos tomó unas fotos dentro y fuera del local. Esas fotos las llevé siempre como portada dentro del estuche de mi material musical.
Acompañé a Yuri a su hotel, le ayudé a empacar, tenía que hacerlo porque a él no le cabía nada en la maleta. Tomó todas sus pertenencias y antes de salir de la habitación me quité la medalla que llevaba siempre conmigo.
—Esta me la dio Terence Wallas, el vecino que me regaló los vinilos, quiero que la lleves contigo ahora. —Era un objeto muy especial para mí, pero en el cuello de Yuri tomaba otro significado. Con él le decía que le regalaba todo mi ser.
Con las lágrimas volviendo a asomarse indiscretas por sus ojos, Yuri tomó una esclava de su muñeca y me la dio, ésta no cerró en la mía, era exacta para él, así que la colgué de mi cadena y se ubicó justo a la altura de mi corazón. Quedó perfecta.
Nos abrazamos y besamos una vez más. Al salir de esa recámara ya no podríamos hacerlo, quise quedarme con el olor suave de su perfume, uno que en la etiqueta dice brisa de mar, pero su último beso me dejó el fresco aroma a menta. No deseaba romper el abrazo, así que permanecimos inmóviles en la puerta de la habitación por varios minutos hasta que la puesta de sol terminó y los primeros matices de la noche comenzaron a asomar.
Teníamos que estar en el aeropuerto con dos horas de antelación, además el auto que rentó Yuri ya debía estar esperando.
—Yuri. —Tomé su rostro con ambas manos—. Te amo.
—Yo también, Beka. —Sonrió.
Un último beso selló esas palabras sinceras que salían de lo más profundo del alma, como un anticipo a nuestro adiós.
Salimos con dirección al aeropuerto y durante el camino tomé de la mano a Yuri todo el tiempo, no hablamos mucho, sentía que cualquier tema era muy trivial para tratarlo o para llenar el momento, un momento de angustia y dolor. Cuanto más se acercaban las luces del terminal mi corazón se empequeñecía dentro de mi pecho.
Sentí que Yuri suspiró un par de veces. Tal vez era pena, tal vez resignación, allí estaba con el rostro triste, mirando por la ventana hasta que noté que miraba mi reflejo, mis ojos se posaron en los suyos y le sonreí. Él apretó mi mano hasta que el taxi aparcó.
Yuri presentó sus papeles en el counter de la aerolínea y le pedí a la señorita que por favor me dejara acompañarlo en la sala de embarque, ella me dejó pasar porque dijo que me conocía, agradecí mucho el singular gesto de esa chica. Tal vez pensó que Yuri era mi novia pues en ese momento él traía su cabello largo y suelto.
—Te llamaré todos los días. —Solo existen dos horas de diferencia entre Ibiza y Moscú.
—Si no te contesto a la primera, insiste por favor. —La mano de Yuri tembló al apuntar unos datos más en mi móvil.
—Si no puedes responderme solo escribe. —Tal vez en determinado momento ya no podría contestar mis llamadas. Yo no quería que llegue ese momento.
—¿Insistirás con Darko Dee? —Yuri se dio tiempo para pensar en mis cosas.
—Sí, no quiero perder esa oportunidad. —Pero mi música y mi futuro era en lo que menos pensaba en ese instante.
—¿Está toda la música que te pedí? No quiero escuchar la programación del vuelo. —Yuri repasaba los temas en el listado de su dispositivo.
—Están todas las que pudieron entrar. —Las había programado la noche anterior—. Son doce horas sin interrupciones.
—Bien, a Moscú solo son cuatro horas de vuelo… casi cinco —Agrandó los ojos y sonrió con cierto aire de inocencia y de malicia.
De pronto anunciaron su vuelo, debía embarcar ya, los pasajeros de primera clase tienen prioridad de ingreso en los aviones. Eran los últimos segundos que veía a Yuri junto a mí. El vacío en mi corazón se hacía tan grande y aterrador que no podía más con él. No quise poner mi ansiedad y pena en evidencia porque Yuri era menos fuerte que yo. Al menos eso pensaba después de verlo quebrarse como lo hizo esa mañana.
Evité llorar, pero no pude evitar abrazarlo con todas mis ganas y el momento de deshacer el abrazo, lo besé. En esa sala de embarque con personas de todo el mundo a nuestro alrededor, lo besé.
—Beka nos están mirando. —Yuri dudó.
—Lo sé. —Y lo besé por última vez. Ninguna mirada inoportuna, indiscreta o escandalizada me quitaría el derecho a despedirme del chico que tanto amo y a decirle adiós como solo suelen hacerlo aquellos seres que se entregan por completo.
Antes de entrar en la manga que lo transportaría al avión me miró una vez más, noté en sus ojos todo el reflejo del amor profundo que creció como el universo en tan pocos días del verano que también se despedía. No había miedo en sus ojos, tal vez tristeza, mas no dolor. Me quedé con el recuerdo de sus ojos reflejando los míos.
—Te veré en invierno —le dije una vez más. Era una promesa cargada de esperanza, de amor y de incertidumbre.
Yuri se despidió con un coqueto guiño, sonrió y caminó rumbo al avión, en dirección al frío otoño de Moscú, lejos de los días de playa, de las noches de fogatas, de las luces del Templo, lejos de mí. Se fue sin mirar atrás para darle batalla hasta el final a la oscura sombra de la muerte.
Esa noche Yuri no partió solo, mi corazón se fue junto con él.

Notas de autor:
Leucemia linfocítica aguda
Las leucemias son cánceres que se origina en las células que normalmente madurarían hacia los diferentes tipos de células sanguíneas. Con más frecuencia, la leucemia se origina en formas tempranas de glóbulos blancos, pero algunas leucemias comienzan en otros tipos de células sanguíneas. A la leucemia linfocítica aguda (ALL) también se le llama leucemia linfoblástica aguda. El término “aguda” significa que la leucemia puede progresar rápidamente y, si no se trata, probablemente sea fatal en pocos meses, mientras que “linfocítico” significa que se origina de las formas tempranas (inmaduras) de los linfocitos, un tipo de glóbulo blanco.