“Víctor, ¿qué pretendes con esta cita con Chris?”.
Víctor sonrió en complicidad tras leer el mensaje de Yuuri. Y, siguiendo con esa sensación de travesura, decidió que no le respondería; Yuuri iba a descubrirlo muy pronto de todas formas. Además, tenía otros asuntos que atender y no fue solo el grito de aquel hombre el que se lo hizo recordar. Sus zapatos estaban ya salpicados con sangre y más manchas seguían cayendo conforme su “huésped” recibía una nueva reprimenda por su silencio. No se preocupaba tanto de eso, ya tenía ropa limpia esperando afuera por él. Lo preocupante era lo verdaderamente leales que se habían vuelto los trabajadores de su padre… O lo verdaderamente oculto que la información estaba entre ellos mismos.
—Señor… —Uno de sus matones se acercó hasta él. Bastó para Víctor dar un vistazo hacia el hombre que colgaba de cabeza inconsciente para saber lo que escucharía—: No va a hablar. Está perdiendo mucha sangre… y su pulso es débil.
Víctor sabía que en ese estado ya no había nada más que hacer. Reanimarlo alargaría la tortura, claro, pero no estaría lo suficientemente consciente como para poder tener fe en sus palabras. Si no habló desde los primeros momentos, cuando ambos pezones fueron cortados y una afilada cuchilla casi le degolló el pene, no lo haría ahora.
—Rociénlo y enciendan todo.
Durante muchos años, Víctor Nikiforov fue reconocido por la limpieza de sus “trabajos”. No importaba el lugar en que decidiera atacar a su víctima y dónde es que la matara; cuando todo terminaba, aquel lugar quedaba tan impoluto que era difícil adivinar lo que había ocurrido ahí. Además, siempre los cadáveres terminaban perdidos en lugares donde sería casi imposible encontrarlos. Sin embargo, desde que se aventuró a aquella cacería para descubrir a los responsables de la explosión que atentó contra la vida de Yuuri, Víctor dejaba a propósito un camino de cenizas que su padre pudiera reconocer. Cada lugar que era usurpado para atacar a su víctima, terminaba envuelta en llamas cuando todo acababa, con la víctima generalmente aún viva adentro.
No obstante, su trabajo no había tenido nada de efecto: solo uno de los doce hombres que había matado hasta ese momento había abierto la boca, pero la información dicha no fue relevante para poder encontrar a los principales responsables.
Y solo había dos razones para ello: o de verdad los hombres que habían atacado no sabían nada, o su padre y hermano estaban tan metidos en el asunto, que hablar les acaerría una tortura similar a la que ya sufrían. ¿Por qué, entonces, no terminar con todo ya que habían comenzado?
Víctor entró al vehículo que esperaba fuera de aquella casa; con rapidez cambió su ropa y zapatos, e hizo que uno de sus hombres los arrojara a las llamas. Después ordenó volver a su departamento. Se había quedado sin sospechosos.
En el camino, recordó el mensaje de Yuuri mientras bebía una copa de whisky para aclarar sus ideas. Decidió que era momento de responder.
“Espero que te estés divirtiendo… Y que Chris no sea demasiado duro contigo”.
Claro que no recibiría ninguna respuesta por ese mensaje.
No sería exagerado decir que a Yuuri se le detuvo el corazón durante un segundo cuando vio el arma apuntándole y comprendió lo que había sucedido. Con rapidez, dio un par de pasos hacia atrás y le apuntó a Chris de vuelta con su propia arma, aunque sin tener verdaderas intenciones de disparar. Solo se había movido por inercia, obedeciendo a ese terror que había palidecido su piel un poco.
Chris entonces soltó una carcajada y masculló algo de que Yuuri se veía muy gracioso asustado, cosa que apenas el menor pudo comprender.
Durante un par de segundos, ambos se miraron fijamente: Yuuri esperaba ver la siguiente acción de Chris, si es que le dispararía de nuevo o querría brindarle una explicación de lo que ocurría; en cambio, Chris solo bajó el arma y suspiró con una pequeña sonrisa, casi como si murmurara un “Qué idiota”.
Yuuri estaba más confundido aún, pero notó como la tensión anterior se disipaba rápidamente. Entonces cayó en cuenta de algo: pasó su mano por su brazo, aquel que había recibido el impacto y que aún punzaba de dolor, pero no hubo rastro de sangre en su palma…
—Escucha… —comenzó Chris. Contra todo sentido común, Yuuri se había distraído al tratar de inspeccionar la gravedad de una herida que, ahora, ya le quedaba claro que no existía. Sin embargo, aquello no aclaraba para nada sus dudas, si acaso estas se incrementaron. Por suerte, Chris parecía finalmente dispuesto a comenzar a explicar—: Los demás no van a esperar a que te tomes el tiempo de apuntar; van a aprovechar cada fallo… Y tal vez ellos no fallen y tú no tengas un segundo intento. —Se notaba la seriedad con la que este hablaba, una parecida al tono con el que había comenzado la lección.
Yuuri en ese momento no supo cómo sentirse… Si aliviado porque Chris realmente no lo había herido o furioso con él por no habérselo advertido en ningún momento. No creía que el resultado hubiera cambiado de todas formas.
—Agradece que Víctor pidió que no usara balas reales contigo. Eso le quita emoción y la sensación real de peligro.
Yuuri no quiso preguntar, quería creer que eso último había sido una broma, así que decidió permanecer con esa idea. De todas formas, no había mucho que pudiera hacer. Aunque se sintiera indignado y pretendiera finalizar con la práctica, tarde o temprano tendría que volver a someterse a ella… Las palabras de Chris sobre que Víctor se sentiría más tranquilo si aprendía a defenderse con un arma todavía resonaban en su cabeza. Él ya hacía demasiado para cuidarlo, así que eso era lo mínimo que podía ser.
Con ese pensamiento, solo soltó un suspiro de resignación y volvió la vista hacia el maniquí. Alzó el arma, apuntó y otro disparo se escuchó, otro que nuevamente no provino de su arma. El dolor se esparció como un calambre eléctrico por todo su brazo, pues Chris había tenido la “consideración” de darle en la misma zona del brazo que la vez anterior. No obstante, esta vez Yuuri no se detuvo a mirar a Chris con recriminación, sino que afinó su vista hacia el punto exacto donde debía impactar una bala.
Recibió otros dos disparos antes de poder detonar su propia arma. Por supuesto, no había dado en el blanco y ni siquiera estuvo cerca, puesto que la bala se perdió a un costado muy lejano del maniquí hasta, seguro, impactarse con alguna pared.
Fue cerca de media hora la que se trabajó con esa dinámica, una media hora que se convirtió en un verdadero infierno para Yuuri, pues en algún punto, su brazo comenzó a doler tanto que tuvo que pedirle a Chris, casi en lágrimas, que por lo menos se cambiara de lado y este solo lo hizo cuando notó lo mucho que el brazo herido de Yuuri temblaba por el dolor. Después fue contra una de sus piernas, aunque el entrenamiento terminó antes de que el dolor superara al de cualquiera de sus brazos.
Yuuri prácticamente se arrastró derrotado hacia el automóvil. Debido a todo, no había podido dar en el blanco ni una sola vez. Se dejó caer boca abajo en el asiento trasero y se giró para mirar el techo del vehículo cuando lo escuchó ponerse en marcha.
Por lo menos agradeció que Chris se mantuviera en silencio durante todo el camino a casa.
—¿Qué tal te fue, cariño?
El portazo de la habitación de Yuuri fue lo que recibió por respuesta. Víctor se sintió confundido y, durante un segundo, miró hacia aquella dirección sin saber si seguirlo o no. No había podido ver su rostro cuando este pasó rápidamente por la sala, así que era difícil adivinar qué había ocurrido. No obstante, la fuente de sus respuestas cruzó por la puerta segundos después y la cerró tras de sí. Víctor lo miró con bastante severidad, incluso ya con una molestia latente en su garganta.
—¿Por qué está molesto? —Trató de adivinar. Si había una razón por la que alguien se escabullera de esa forma a su habitación era por molestia o tristeza; pero, de alguna forma, Víctor no pensó que se tratara de lo segundo.
—No sé…. —Chris alzó los hombros mientras caminaba a la cocina por un poco de agua—. Quería tener una cita contigo, pero solo obtuvo una conmigo. No le agrado, ya lo sabes.
—Christophe. —Víctor sabía que mentía. Reconocía esa pequeña sonrisa traviesa que trataba de ocultar con un gesto desinteresado en el rostro del otro. Y, ante la falta de una explicación, Víctor se levantó del sofá y caminó hasta el refrigerador, donde Chris había extraído una botella de agua. Sin agregar nada más, Víctor se la arrebató con brusquedad, y con la mirada le dejó en claro que no estaba de humor para bromas.
—Tal vez… le disparé… un par de veces. —La verdad surgió sin necesidad de que Nikiforov volviera a preguntar. Aquella mirada fría, mordaz, había sido más que suficiente incentivo.
—¡Te dije que no usaras eso con él! —El enfado de Víctor fue genuino en su voz y en su expresión. Chris creyó por un instante que le arrojaría la botella. Pero, más que eso, se sintió indignado por su enojo… ¿Acaso no entendía lo fundamental que era que Yuuri aprendiera rápido?
—¿Quieres que se pueda defender el trasero solo? ¡Es la única opción! Gracias a eso, eres tan bueno disparando como yo.
Era cierto. La táctica de recibir disparos mientras aprendía a apuntar era infalible. Así fue como Chris había aprendido de su padre y así fue como Víctor lo hizo también con ayuda de Chris. Sin embargo, por eso, Víctor sabía a la perfección lo doloroso y frustrante que era al inicio. Si Víctor había comenzado ya preparado mentalmente para ello, con años de práctica detrás de él, no se imaginaba cómo Yuuri se sentiría en ese momento. Y, aunque de verdad estaba furioso porque Chris hubiese actuado fuera de sus órdenes, entendía a la perfección la razón por la que lo había hecho. Tampoco podía demeritar la culpa que en sí mismo sentía, pues al final, él tampoco había sido claro con Yuuri para decirle que aprendería a disparar con ayuda de Chris.
Por esa razón, Víctor solo tomó un suspiro y le lanzó suavemente la botella de agua a Chris. Después, fue hasta el botiquín que tenía en su propia habitación para buscar algo para el dolor.
Bastó que Víctor le quitara la camisa al otro para que una expresión combinada apareciera en su rostro: primero sorpresa al ver los múltiples y grandes moretones que ahora adornaban la piel ajena; después dolor al imaginarse lo que Yuuri estaba soportando en ese momento… Y luego mucha rabia: Chris se había excedido sin duda. Se encargaría después de él.
Desde que había entrado a la habitación y encontró a Yuuri en el baño, mirando en el espejo aquellas consecuencias del entrenamiento, solo le habló suavemente para pedirle que fuera a la cama y le permitiera tratar los golpes, aunque realmente no había mucho que pudiera hacer: solo un poco de pomada para la hinchazón y un par de pastillas para que el dolor disminuyera. Víctor fue demasiado cuidadoso al aplicar lo primero sobre la piel amoratada, se notaba que tenía bastante miedo de tocar y presionar de más, además de estar bastante atento a cualquier gesto de dolor que Yuuri tuviera que ocultar. Incluso le había dicho un “Avísame si duele mucho” que no obtuvo respuesta.
Víctor creyó que era lógico, que Yuuri estaba tan molesto con él porque lo había orillado a esa situación sin siquiera advertírselo o por lo menos preguntarle si estaba de acuerdo en intentarlo; por eso también medía sus palabras, tanteaba el terreno y se daba cuenta que no era prudente conversarlo. No obstante, Yuuri no estaba tan molesto como su contrario creía, por lo menos no con él y no tanto con Chris; su frustración hacia sí mismo era mayor, en especial al considerar el horrible dolor que sentía por más que Víctor trataba de ser cuidadoso. Hasta el más mínimo movimiento y roce lo sentía como una tortura. Toda esa frustración que lo inundaba recaía en la sensación de creer que todo el dolor que estaba experimentando no hubiera valido la pena, pues terminó la jornada de entrenamiento sin poder haber acertado ni una sola vez al maniquí.
Cuando Víctor finalizó y volvió a la habitación momentos después con una botella de agua para que pudiera tomar el medicamento, este lo recibió con un suspiro.
—Lo siento… —Víctor le entregó la botella y lo miró expectante. ¿No se supone que era él quien debía disculparse?
—No sé por qué te disculpas, soy yo quien debería hacerlo. Debí advertírtelo, aunque Chris prometió que no usaría esa técnica contigo. Así que disculpa… Te ha hecho mucho daño.
Víctor caminó hasta la cama, se sentó junto a Yuuri y tomó su barbilla con cuidado. Quería abrazarlo con fuerza, acunarlo entre sus brazos y que ambos pudieran ahogar el mal rato de esa manera, compartiendo la cama una noche más, pero a Víctor le había quedado más que claro que, en ese momento, lo mejor era mantener la distancia para evitar el dolor lo más posible, así que sostener su barbilla era lo más que podía tocar al otro.
—No… entiendo por qué debe ser así. No quiero que te preocupes por mí de nuevo. Creo que ambos estaremos más tranquilos si por lo menos sé cuidarme a mí mismo. Pero hoy ha sido un desastre. No pude atinar un solo disparo.
Víctor lo soltó con la misma suavidad con que lo había tomado. Un ligero ceño fruncido invadió su rostro, pero pronto este se borró tras un rápido suspiro. Por un segundo quiso reír.
—Yuuri… la primera vez que Chris me entrenó de esa forma, yo ya sabía disparar. Llevaba años haciéndolo, solo perfeccioné mi técnica y mi puntería. Aun así, las primeras semanas fueron muy difíciles y dolorosas. No digo que fallé el primer día, pero lo hice horriblemente en comparación a mi marca usual. —A Víctor se le antojó tanto tomar el rostro de Yuuri por completo, apretar sus mejillas hinchadas, besar esos labios ligeramente resecos… Incluso alzó sus manos un poco, pero se contuvo, se contuvo esas malditas ganas de tocarlo—. Quiero que aprendas, pero no de esta manera, no haciéndote daño así. De nada servirá que tengas una puntería perfecta si después no eres capaz de moverte.
No fueron las palabras, fue la calidez que Yuuri sintió picar dentro de su pecho ante el tono que Víctor había utilizado con él; ese cariño, esa protección, esos deseos de mantenerlo a salvo volaron como las caricias que no podían darse. Si alguien le hubiese preguntado en ese momento cuál era la prueba de que Víctor de verdad lo quería, Yuuri habría respondido que era el tono de voz que este utilizaba con él cuando le hablaba, cuando le preocupaba su bienestar.
De todas formas, no hubo manera en que las lágrimas se mantuvieran ocultas en su lugar; estas se desbordaron rápidamente y Yuuri las dejó fluir… Lo necesitaba, necesitaba alguna forma en que el dolor y la frustración fueran expiadas de su ser… y esa había sido la manera más práctica, más dulce, más necesaria. Yuuri también quería abrazarlo, pero más que nadie sabía las consecuencias de esa acción y no estaba dispuesto, así que solo dejó caer su cabeza contra el pecho de Víctor y ocultó su rostro en la ropa de aquel.
Víctor, algo preocupado en cuanto notó el silencioso llanto, movió uno de sus brazos alrededor de Yuuri sin saber qué hacer con él. Pensó en ponerlo en su hombro, después en su espalda, pero finalmente terminó sobre la cabeza ajena, deslizando sus dedos con suavidad sobre aquel cabello.
—Descansarás hasta que toda esa hinchazón baje y deje de doler, ¿de acuerdo?
Hubo un breve silencio que Víctor tomó como una aceptación a sus palabras, pero había supuesto una respuesta demasiado rápido.
—No quisiera esperar mucho… —habló Yuuri sin alzar la cabeza—. No quiero olvidar lo que Chris dijo.
—Chris no volverá a entrenarte, lo haré yo. —Víctor fue determinante con eso, pese a que en un principio no quiso hacerlo él porque sabía que Yuuri era su debilidad, que no iba a poder ser lo suficientemente duro como lo necesitaba. Pero Chris había excedido demasiado la raya, no lo iba a permitir de nuevo—. Aunque no me refería a eso exactamente. Yo… quería que aprendieras a pelear y defenderte cuerpo con cuerpo también. Quería que Yuri te entrenara… El otro Yuri —aclaró—. Por supuesto que eso solo será si lo quieres. También será algo rudo, aunque él no va a desobedecerme ni tampoco va a lastimarte.
Tras eso, Yuuri finalmente alzó su rostro y lo miró. Hubo un brillo de sorpresa en su mirada, pero Víctor no supo decir si aquello era alegría o miedo.
Pese al asombro inicial de Víctor a su petición, este se negó rotundamente a utilizar el mismo método de Chris con él. Era cierto que, a diferencia de la primera vez, su puntería mejoró considerablemente, pues tenía todo el tiempo del mundo para poder apuntar y disparar hasta que se sintiera completamente listo. Si bien no fue hasta quince minutos después que logró dar en el punto que Víctor le había indicado (situación que desencadenó en él una reacción bastante efusiva y festiva por su logro), Yuuri no dejaba de pensar en lo que Chris le había advertido: en esos valiosos segundos que perdía en apuntar y que otra persona podría utilizar para dañarlo.
Su segundo y tercer acierto también fueron festejados por efusividad por Víctor, quien alzaba la voz con un gran “Excellent” para después terminar con sus brazos apretujando el cuerpo de Yuuri y después dándole un beso rápido en los labios. No obstante, esa última vez, Yuuri lo apartó con cierta fuerza, mostrando una expresión seria, incluso algo pensativa y asustada.
—¿Qué ocurre? ¿Todo bien?
—No creo que lo esté haciendo bien.
—¡Pero si acabas de acertar tres veces seguidas! La primera vez no pudiste con ninguna. —Víctor se mostraba más que feliz de la cuenta, aunque esta era completamente genuina. En él, no le perturbaba la imagen de Yuuri sosteniendo un arma, porque sabía perfectamente que esta no se utilizaría para dañar como la suya, sino para proteger.
—En el tiempo que tardé, alguien pudo haberme lastimado.
Víctor parpadeó confundido. Por un momento, iba a responder que estaban en un lugar seguro, que nadie los atacaría ahí; pero tras contemplar con más atención la expresión preocupada de Yuuri, Víctor comprendió a lo qué en realidad se refería… y entonces lo recordó… Esa idea provenía de Chris.
—Lo importante es que ahora aprendas a disparar y apuntes bien; después nos preocuparemos por tu tiempo de reacción.
Víctor volvió a mencionar su historia: aquella de un chico que era bueno disparando y así sobrevivió durante años, y que no llegó a su perfección hasta tiempo después, muchos años de práctica después. Pero Yuuri no lució convencido.
—No creo tener todo el tiempo del mundo para eso… —Yuuri alzó el arma, apuntó y disparó hacia el maniquí de prueba, todo en menos de dos segundos. No obstante, la bala ni siquiera pasó cerca de su objetivo, se desvaneció en el horizonte de aquel terreno abandonado.
—Lo tenemos, cariño. —No, claro que no lo tenían, y Víctor saboreó la mentira tan agría apenas fue pronunciada. Incluso su intentó de abrazar al otro se ahogó apenas lo vio retroceder unos pasos, más frustrado y molesto que antes.
—Si vas a entrenarme tú, lo harás como Chris; me dispararás, me castigarás si es que no puedo hacerlo rápido.
—¿Acaso olvidas que ni siquiera te podías mover por el dolor?
—Sé que no serás tan sanguinario como él… —Yuuri sonrió, seguro de ello, pero Víctor soltó un gran suspiro mientras colocaba su mano en la frente, a punto de acariciar la zona por la frustración.
No solo no sería tan sanguinario, Víctor se negaba rotundamente a lastimarlo, aun cuando las balas eran falsas. Muchas noches mantenía sobre sus sueños aquella vez que le había disparado en advertencia cuando aún trabajaba para Celestino, y lo recordaba cada vez que Yuuri se vestía y podía ver sobre su hombro la cicatriz… O cuando caminaba detrás de él y notaba aquella ligera inclinación en su cuerpo.
Los hombros de Yuuri no eran rectos, y no era por su postura al caminar; sabía que el hecho de que uno de sus hombros estuviera más inclinado que el otro no era mera casualidad.
Soltó un suspiro más y, tras volver a ver a su pareja, sabía que la batalla ya estaba terminada. Por ese día se retiraron, y la siguiente vez que Yuuri pisó aquel campo fue en compañía de Chris.
Adolorido, sí; sintiéndose un asqueroso fracaso porque no había vuelto a repetir su racha como esa única vez que Víctor lo acompañó, también; pero, por alguna razón, mucho más tranquilo con sus avances.
Habían pasado solo tres semanas, pero finalmente se había sentido cómodo para continuar con el siguiente nivel; no en su entrenamiento con Chris, sino con el nuevo que debía comenzar con el otro Yuri.
Ese día había llegado poco antes de la hora pactada. Estaba sinceramente nervioso, pero se tranquilizaba al creer que el entrenamiento no sería tan malo como con Chris, a pesar de que este iba a requerir una mayor destreza física.
Bajó del automóvil cuando Chris le indicó que se encontraban ya frente al lugar, no sin antes bromear con que esperaba que Yuri no le rompiera un brazo… o que se lo rompiera solo. Yuuri prefirió no responder; por primera vez, después de tantos días dedicándose sus tardes, finalmente había comenzado a caerle un poco mejor, a pesar de que el trato entre ambos no había cambiado mucho en realidad. Tal vez era más que nada gratitud, gratitud porque, aunque duro y doloroso, de verdad Yuuri sentía que estaba aprendiendo algo importante con él y eso le entusiasmaba.
El lugar que vio apenas puso un pie fuera del vehículo fue un gimnasio que parecía estar destinado al entrenamiento de boxeo, aunque en ese momento, debido a lo temprano que era, estaba completamente solo.
Dudó un poco en si alejarse de la camioneta o volver a subir, pero pronto vio al pequeño rubio esperando recargado en la entrada, moviendo una de sus piernas con una evidente impaciencia. Yuuri entonces se acercó a él con mucha más confianza.
—Hola, Yu…
—¡Llegas tarde! —bociferó el menor. Yuuri parpadeó un par de veces confundido y miró el reloj en su muñeca: había llegado ocho minutos antes.
—En realidad son…
—Vamos, entra, no tenemos tiempo…
Con una fuerte patada, Yuri abrió la puerta y entró apresurado al lugar. Él de verdad parecía malhumorado, no muy feliz de tener que estar en esa situación. Aunque, la realidad, era que Yuri no estaba muy seguro por dónde comenzar el entrenamiento y eso lo tenía con los nervios de punta. Era muy bueno en peleas físicas, por eso Víctor lo había escogido para el trabajo, pero gran parte de ello era gracias a un talento innato y otro, a la vida que orilló a eso. Nunca había enseñado a nadie, muchas de sus técnicas eran inconscientes y realmente no sabía cómo realizarlas… solo sucedían y ya.
Yuuri siguió al menor en silencio, consciente ahora de que tal vez había sido demasiado optimista con la idea de ese entrenamiento. El contrario, por su parte, caminó hasta uno de los varios rings de boxeo que había dentro del lugar y subió ahí. Ni siquiera se había preocupado por encender las luces del interior. La mañana todavía no aclaraba del todo, así que dentro las tinieblas eran bastante densas y se percató de ello hasta que intentó buscar a Yuuri con la mirada.
Este también lo había notado y por un segundo pensó en comentarselo, pero al notar aquel gesto malhumorado y temiendo que molestarlo podría hacer que lo lastimara durante el entrenamiento, prefirió esperar y solo subió también en silencio.
Ambos se miraron por varios segundos: Yuuri esperando alguna indicación; Yuri todavía nervioso, sin saber por dónde mierda comenzar.
—Tal vez deberían calentar… —Una voz conocida se aproximó a sus espaldas.
Yuuri no reconoció a Otabek hasta que llegó a las cuerdas y se recargó en ellas, con un gesto tan neutral que uno podría pensar que él realmente no se encontraba ahí; no obstante, fue bastante notorio como la tensión de Yuri casi desapareció, aunque aún había una expresión refunfuñona sobre su rostro.
—Lo sé, lo sé, eso era lo que iba a decir.
Los tres salieron fuera para correr un par de minutos alrededor del gimnasio. Era bastante notorio que a Yuuri casi se le salían los pulmones tras las primeras tres vueltas, así que el otro aminoró un poco el paso para quedar apenas un metro delante de él. Yuuri tuvo que admitir que no presionarlo más allá de lo que su estado físico podía ofrecer había sido bastante considerado. Lo mismo ocurrió cuando sintió que ya no era capaz de dar un paso más y se detuvo, completamente ahogado en su propio cansancio. Yuri lo imitó y lo dejó tomar aire unos minutos sin presionarlo. Después prosiguió una sesión extraña de estiramiento. Extraña porque Yuri no estaba muy seguro de los ejercicios que hacía ni del tiempo o las veces que debían realizarse las repeticiones. Yuuri solo obedecía en silencio, expectante y, ¿por qué no?, algo divertido, puesto que finalmente había comprendido el nerviosismo y la inexperiencia de Yuri para enseñar, muy diferente a Chris en su campo.
Tras finalizar el calentamiento, comenzó finalmente la lección de pelea. Todos volvieron a uno de los rings y Otabek fue el que sugirió que tal vez sería apropiado para Yuuri aprender primero a defenderse y esquivar golpes antes de darlos, por lo que, junto con Yuri, realizaron una pequeña pelea muestra donde el mayor era quien atacaba y el otro quien se defendía.
Fue bastante impresionante: a pesar de que Otabek tenía una contextura mucho más grande, Yuri era bastante ágil y resistía los embates de maravilla, sin una solo mueca de dolor o duda en sus movimientos. Yuuri lo observó con admiración, aunque después se sintió bastante ansioso cuando le pidieron que se acercara y finalmente comenzaron a enseñarle movimientos y técnicas de defensa, las mismas que Yuri había utilizado.
El primer día fue bastante duro y agotador, aunque no había mancillado su actitud y alma como si lo había hecho el primer día con Chris… Y claro que tampoco terminó tan adolorido como en esa ocasión.
Durante un par de semanas, Yuuri continuó aprendiendo y practicando aquello que le habían enseñado el primer día. No obstante, a pesar de que entendía perfectamente la teoría, llevarla a cabo le costaba horrores: su cuerpo no respondía con la rapidez que su mente le ordenaba, y eso lo hacía sentir bastante ajeno a sus movimientos.
Pese a todo, Yuri seguía siendo considerado con él. Este nunca le dedicó ni una sola palabra humillante o insulto que denigrara su mal estado físico, aunque tampoco era como que lo felicitara por las cosas que sí lograba hacer o los avances que realizaba.
Al final de una de las sesiones, Yuuri cayó agotado al suelo. Otabek se acercó con dos botellas de agua y le entregó una.
—Lo hice horrible, ¿no?
—No realmente… —A pesar de haber hablado con intención, nunca esperó recibir una respuesta por parte del otro. Había notado ya que Otabek era bastante serio y callado, y casi siempre solo hablaba con Yuri o solo le dirigía la palabra cuando se trataba de alguna nueva indicación—. Has mejorado. Tal vez sea momento de que no solo te enfoques en la defensa, sino en el ataque.
La mirada de Yuuri cayó sobre el rubio, quien estaba frente a un gran espejo anclado en la pared y se observaba en el reflejo mientras lanzaba patadas y puñetazos al aire, todos con una fuerza que parecía hacer vibrar el aire a su alrededor. Todavía le sorprendía cómo es que podía llegar a ser tan fuerte. Ya había experimentado de primera mano la fuerza de sus golpes, y estaba seguro que no estaba dando todo de sí contra él como era capaz.
No obstante, más que eso, más que la probable y real fuerza de sus músculos, de su agilidad y su aguante en la pelea, a Yuuri le sorprendía esa evidente disciplina. No en un sentido estrictamente de obediencia, sino de sí mismo. Si miraba con atención sus ojos, detrás de esa expresión enfurruñada, de gatito rabioso, veía la mirada de alguien con metas, con valor, con una fortaleza interna increíble, casi como la de un soldado… Y eso era sin duda algo de admirar, razón por la que no entendía por qué este se empeñaba tanto en esconderlo bajo un infinito malhumor latente.
—Siempre luce tan molesto.
—Es su estado natural. —Aquello sin duda sonó como un chiste, uno que le hizo a Yuuri soltar una leve risa, pero la expresión de Otabek se mantuvo tan neutra como siempre—. Es interesante los dos lados de la moneda que pueden surgir en situaciones similares.
Yuuri no comprendió a qué se refería, pero, por alguna razón, se sintió interesado ante el significado de esas palabras. Por suerte, Otabek habló suavemente sin necesidad de que tuviera que preguntar:
—Yuri también creció en un orfanato, como tú. Pero él tuvo que aprender a defenderse con fuerza bruta y esa actitud dominante, como de tener todo bajo control. Tú, en cambio… —Otabek lo miró pensativo—. Creo que lo tuyo cayó más en inteligencia para dominar mejor tus emociones y no dejar que el mundo te destruyera.
—Estoy aquí, eso no es muy inteligente.
Otabek finalmente esbozó una sonrisa.
—Dominaste a Víctor Nikiforov, eso es bastante inteligente.
—¡Ey! ¡Beka! —Una botella vacía voló directo hacia la cabeza del hombre. Este logro sujetarla sin problema y, apenas le dio a Yuuri una pequeña mirada de despedida, se alejó para volver al lado del rubio.
En silencio, Yuuri miró cómo ambos volvían a retomar una pequeña pelea de entrenamiento que habían dejado pendiente para tomar un descanso, pero en realidad no les prestó nada de atención. Las palabras de Otabek le habían calado más hondo de lo que debieron hacer.
Yuuri alzó ambos antebrazos para protegerse de la patada de su contraparte. Este bufó molesto, por lo que rápidamente intentó taclearlo para derribarlo al suelo, pero Yuuri logró esquivarlo por apenas unos milímetros. No obstante, el otro Yuri inclinó su cuerpo y lanzó uno de sus brazos hacia atrás, estando a la distancia ideal para que pudiera tomar la pierna de su contrario y jalarla con fuerza para hacerlo caer.
Yuuri resbaló de forma inevitable, cayó sobre su espalda con un golpe sordo y el otro aprovechó eso para ponerse de pie con rapidez y dejar caer su pesada bota sobre el pecho del mayor. Un jadeo, aunque sin dolor, fue despedido de sus labios, y como consecuencia de su obvia derrota, quedó impregnada sobre su camisa una marca negra de la suela ajena.
—Nada mal.
Víctor caminó hasta él y ayudó a Yuuri a levantarse. Inmediatamente después, el mayor sacudió de la ropa de su pareja aquella mancha negra que había quedado. Portaba sus guantes, así que solo fue cuestión de sacudir sus manos después para librarse de los restos de suciedad. Yuuri, por su parte, lo miró con un ligero gesto encaprichado.
—De verdad he mejorado, ¡te juro que ayer hice trizas a Yuri!
—¡Ja! Me lanzaste una de las sillas, eso no es “hacerme trizas”.
—Otabek me dijo que podía usar todo lo que estuviera a mi alcance para defenderme y huir. Y eso hice. —Yuuri de verdad sonaba orgulloso por ese triunfo, el segundo que había logrado en esos casi dos meses de entrenamiento.
—¡Suficiente por hoy! Te mereces un descanso.
Víctor, mientras hablaba, comenzó a peinar el cabello de Yuuri, el cual se encontraba bastante desordenado por la pelea y el sudor. Era extraño que Víctor estuviera tan remilgoso con él, pero pronto notó que había una extraña aura a su alrededor, como si se esforzara por mostrarse en calma, sonriente, aunque en su interior hubiera una horrible tormenta desatandose. Incluso pensó que se encontraba nervioso, pero pronto desechó la idea. No era nervios lo que parecía percibir.
Apenas con unas breves despedidas, ambos subieron al vehículo. Víctor le preguntó a Yuuri más de su día y su entrenamiento, y, aunque este comenzó a contar más detalles de cómo había sido su triunfo del día anterior y en qué creía haber fallado en esta nueva ocasión, ya no estaba tan entusiasmado como al principio.
Había notado que Chris también tenía una expresión bastante seria y era extraño que no hiciera ningún comentario en son de burla ante lo que estaba contando. Yuuri sabía que la ausencia de estas “bromas” no eran por la presencia de Víctor, sino que había algo más… Algo había ocurrido.
—¿Qué pasa? —Yuuri fue directo, incluso al punto de cortar sus propias palabras a mitad de una frase.
—¿Sobre qué, cariño? —Víctor lo miró con cierta inquietud, pensativo, distante, aunque estaba sobre sus labios esa sonrisa que tan bien sabía fingir.
Pero Yuuri ya era capaz de notar mejor los detalles plásticos de la misma, esos que eran pequeños, apenas perceptibles, pero que para él se habían vuelto grandes grietas que demostraban una enorme verdad que no entendía.
—Algo pasa, lo sé; están actuando extraños.
Chris miró a Víctor a través del retrovisor y este le respondió la mirada. Fue breve la interacción, pero claras las palabras que volaron en medio de un silencio ácido. Tenía que decirle, era una muy buena oportunidad para eso. Fue así como la sonrisa fingida de Víctor se despedazó en un momento y a cambio fue completamente sincero con su molestia, su preocupación.
—Es el cumpleaños de Markov… —Sin detalles innecesarios o escabrosos, Yuuri ya estaba al tanto del lío familiar de los Nikiforov, y esa batalla por poder y venganza que Víctor tenía con su padre y sus hermanos. Y estaba tan consciente de todo, que un escalofrío cruzó su cuerpo entero, a pesar de que la frase “Es cumpleaños de Markov” no tuviera una razón lógica de existir para él. Quería más contexto, así que no dijo nada para Víctor continuara—: Y estamos invitados a su fiesta.
Víctor le extendió un sobre que guardaba dos papeles. Ambos eran una clara invitación a una fiesta de cumpleaños, pero con detalles bastante elegantes que Yuuri solo había visto en invitaciones para eventos como bodas. Ahí aparecían con detalle el día, la hora y el lugar (el 14 de noviembre a las 19 horas en la residencia Nikiforov). Ambas hojas lucían exactamente iguales, pero solo cambiaban en una sola cosa: la persona a quien iba dirigido. Una tenía el nombre de Víctor y el otro… el suyo, Yuuri Katsuki.