Punta Galera es una de esas zonas exclusivas de Ibiza y ese era nuestro destino la siguiente mañana. Una gran fiesta dentro de una de sus lujosas residencias era el evento del día y yo fui contratado para trabajar durante la mañana y la tarde.
Las jovencitas que daban la fiesta pertenecían a una de las familias más importantes del mundo de la moda francés, así que lo único que debía hacer era concentrarme y animar la fiesta con mi música.
Al ingreso de la residencia dos inmensos hombres muy altos y forzudos revisaban a todas las personas que prestaríamos nuestros servicios en el lugar.
—¿Y ese chico? —Uno de los guardias de seguridad detuvo en seco el ingreso de Yuri.
—Mi ayudante, sin él no puedo hacer bien mis mezclas. —Esperaba que el tipo entendiera y nos dejara pasar.
—Su identificación. —El hombre revisaba la lista en un dispositivo electrónico que traía a la mano y se plantó en la reja de ingreso.
—No la tengo y no la necesito —Yuri estaba empezando a molestarse con la obstinada actitud del guardia.
—Oiga se nos hace tarde, si sigue reteniéndome aquí alguien va a reclamar por la música. —Debía sacarnos de esta situación de alguna forma—. Llamaré a mi representante para indicarle que usted está impidiendo que cumpla con mi trabajo.
—Otabek, hermano ¿sucede algo malo? —Caído del cielo Jordiane uno de los Djs que pincharía ese día se aproximó a mi encuentro con la mano extendida.
─Este hombre no deja que pasemos, él es Yuri un genio del teclado y yo lo he invitado para que vea mi presentación y se anime a tocar conmigo algo. —Tenía que recurrir a cualquier estrategia para que dejaran entrar a mi invitado—. En Rusia es muy estimado así que me parece una falta de respeto que lo detengan aquí de esa forma.
Jordi tomó su celular, hizo un par de llamadas y casi de inmediato pudimos escuchar una voz que se dirigía al vigilante a través de la radio. Comunicaron a uno de los gigantes de la puerta que nos dejaran pasar a mí y al jovencito prodigio del teclado.
Yuri solo entendía el diez por ciento de lo que estaba pasando. Entramos y tuve que sostener la mentira durante unos minutos más esperando que Yuri me siguiera la corriente. Felizmente así fue, es más se le ocurrió decir que él me estaba probando para ver si colaboraba con mi trabajo en los siguientes meses. Todos le creyeron.
Para mí era muy importante animar en esa fiesta, ser visto y escuchado. Y no porque me gusten las multitudes y los grupos de chicas en bikinis diminutos, sino porque ese día Franco di Valdi estaría en esa fiesta y su arribo estaba programado media hora antes que yo comenzara mi show.
Franco di Valdi era un contacto muy conocido en el mundo musical, uno de los más influyentes y conocidos cazatalentos de la electrónica europea. Conocerlo y que me conozca era un tema de vida o muerte en ese momento para mí.
Así que hice lo que todo hombre hace cuando tiene en frente un objetivo y una oportunidad. Desplegué todas mis estrategias para poder acercarme a él. Algunos amigos del ambiente electro que me recomendaran, algún empresario con el que trabajé esos meses que me lo presentara o mis fans de mis noches en El Templo como las chicas que daban la fiesta quienes invitaron al hombre y me hicieron el favor de contratarme para animar.
Recorrí con la vista todos esos rostros alegres que se sonreían entre sí, chicas coquetas, empresarios de cacería, modelos en exhibición, cantantes, arreglistas, músicos, inversionistas, productores musicales y Yuri. Él miraba a todos con curiosidad felina.
—Yuri, gracias por tu apoyo. —le dije acercándome con un vaso de cerveza y para evitar que se aburriera viendo mi monótono ensayo le sugerí—: Si deseas disfrutar la fiesta, pasear un rato, conocer chicas o divertirte quiero que te sientas libre de hacerlo. —El me miró desconcertado y de inmediato agregué—, pero si te gusta verme mezclando y pinchando todo el tiempo, quédate junto a mí.
Yuri se quedó a mi lado y comenzó a revisar todo el material que llevé para mezclar y procesar mis pistas, las camas musicales y todo aquello que solo los Disc jockey entendemos. En un instante estábamos conversando solos y al siguiente, varios de mis amigos y colegas se encontraban en medio de los dos. Todos querían saber quién era ese prodigio ruso que trabajaría conmigo. La mentira ya se convertía en una molestia.
Sin ningún titubeo Yuri tomó el teclado que teníamos junto a nosotros y comenzó a tocar algunas notas. De pronto salió un estribillo contagioso sobre el cual comencé a samplear algunos ritmos y sostuvimos el jueguito durante unos minutos. Fue una cortísima demostración de sus grandes dotes como músico y ya no me cupo duda de que en verdad Yuri era un prodigio. «Lo que vale estudiar en conservatorio», pensé.
Yuri miró a uno de mis colegas y con un ademán lo invitó a hacer uso del aparato, sabía perfectamente que era un invitado y no quiso acaparar más la atención.
Ese breve tiempo de creación le valió a Yuri la admiración de muchas personas que siguieron nuestros movimientos en el escenario. Quedaron encantadas con él, las chicas y no tan chicas quienes de inmediato lo tomaron de los brazos y los llevaron quién sabe a qué parte de la gran mansión.
Una parte de mí se preocupó por el destino de mi amigo ruso, la otra parte se sintió aliviada al saber que mi concentración estaría puesta en mi trabajo con las cajas, los sampler, los platos y el tornamesa. Junto con los demás Djs mezclé durante cuarenta minutos todo tipo de ritmos. De pronto alguien nos informó que Franco di Valdi estaba en la mansión. Siempre puntual como me lo dijo mi amigo Veni quien me habló por primera vez de su existencia.
—Beka, no aguanto a estas locas. —Yuri se apareció de la nada tras de mí—. Quiero desaparecer o desaparecerlas a ellas.
—¿Yuri te puedo pedir un favor? —Estaba a punto de iniciar mi show—. En los próximos cincuenta minutos sé amable con ellas. Yo te lo voy a agradecer mucho y en verdad te lo voy a compensar.
—¿Qué clase de compensación? —Me miró de frente y yo me quedé callado—. No lo sabes ¿verdad?
—¿Yuri ves ese hombre de camisa lila que está cerca a la piscina? —Señalé con la cabeza y Yuri asintió—. Ese es amigo del productor a quien quiero presentarle mi material, necesito que me vea y me escuche para poder pedir una cita con Darko Dee, ¿te suena?
Yuri negó con la cabeza, dejó el aire arisco, miró nuevamente en dirección a Di Valdi, observó a las chicas que lo esperaban abajo del escenario y apuntándome con el índice amenazó—. Si no tocas como los grandes en esta fiesta, yo seré el primero en abuchearte Beka. —Bajó del escenario y se fue junto con un gran grupo de chicas medio ebrias.
Subió al escenario el principal animador de la fiesta, un locutor y comentarista que tiene un interesante canal en la web y anuncio mi live act. Comencé con algo de house y poco a poco me dejé llevar. De pronto tenía a mucha gente bailando en medio de la pista, cerca al bar, cerca de la piscina y dentro de ella. El sonido los envolvía y empecé a improvisar creando mis propias versiones. Entonces observé a Di Valdi mirando directamente el escenario, me concentré tanto en ese momento que por un momento imaginé que éramos, el cazatalentos y yo, los únicos dentro de esa inmensa mansión.
Los minutos pasaron casi sin pensarlo y llegó el fin de mi presentación. Todos aplaudieron y gritaron sin parar, algunos corearon mi nombre, estaba acostumbrado a que reconocieran mi trabajo. Luego subió al escenario Vitto Puccio, un amigo con el que ya vengo encontrándome en varias presentaciones, su estilo trip hop encendió más a los asistentes, lo anuncié le dejé una pista abierta, me despedí de todos y bajé de inmediato.
Después de treinta minutos pude ubicar por fin a Yuri, estaba sentado en medio de una decena de muchachas alocadas que bebían sin parar. El me miró como diciendo por fin, pero fiel a su estilo demoniaco en lugar de pararse y venir junto conmigo, me llamó a su lado y me hizo sentar en medio de todas esas ruidosas niñas.
—Adivina quién tiene una cita con Darko Dee. —Mi sonrisa confirmaba el éxito que tuve minutos atrás.
—¿Quién es Darko Dee? —Yuri parecía no dar importancia a mis palabras.
—Yuri dime que estás bromeando, te expliqué desde esta mañana que Darko… —No pude culminar porque Yuri echó a reír.
—Sí sé quién es ese sujeto, lo que pasa es que quiero sacarte de tus casillas Beka tal como yo he salido hace un par de horas que vengo soportando a estas coleccionistas de maquillaje. —Yuri estaba a punto de explotar y pude entenderlo bien cuando una de las chicas completamente ebria se tumbó sobre mis piernas y se quedó dormida. ¡Y solo era las tres de la tarde!
Nos levantamos indicando que iríamos al baño y prometimos regresar. Cuando estuvimos muy lejos del mujerío disfrutamos del bufete y luego conversamos algo más sobre música con unos jóvenes productores noruegos.
La hora de irnos de la fiesta se acercó. Busqué a mis amigas, las dueñas de la mansión y anfitrionas de la fiesta para agradecerles y despedirme.
—Otabek estuviste maravilloso. —Terese me abrazó y prometió que nos veríamos en esos días.
—Dime ¿tu amigo tiene que irse contigo? —señalando a Yuri, Grabrielle me acompañó hacia las escaleras.
—Eso depende de él —no supe que más decir.
—Creo que voy a quedarme un poco más Beka, mejor ve de una vez o no llegarás a tiempo a tu trabajo. —El tono de voz de Yuri sonaba más que sarcástico. Comprobé que cuando se lo proponía, Yuri podía llegar a ser un niño muy malo.
La verdad no quería dejarlo en esa fiesta. No quería que estuviera junto a esas mujeres ebrias, no deseaba apartarme de él tan temprano.
—¿Yuri podemos hablar en privado? —No me gustaba la idea de decirle adiós en ese momento.
Al final de las escaleras le pregunté si realmente quería quedarse y el insistió en que sí, se estaba divirtiendo tanto que no quería irse aún.
—¿Sabes cómo volver?, ¿Quién te llevará a tu hotel? No confíes demasiado en cualquier persona, no bebas mucho alcohol, mantente en contacto —le dije todo aquello que un buen amigo podría decir a alguien que quiere mucho. Recomendaciones que generalmente me daban mis padres cuando salía a una fiesta… ¿Dije mis padres?, sí lo dije.
¿Qué me podía importar en verdad Yuri Plisetsky? Era un chico ruso que había venido a Ibiza a divertirse a lo grande, tenía una firme personalidad y una tarjeta platino ilimitada. Él quería seguir disfrutando de la música, el ambiente y tal vez de alguna chica. Era un chiquillo con las hormonas a mil.
Cuando me alejé en la embarcación al puerto más cercano rumbo de mi departamento mi corazón latía sin control preguntándose si Yuri estaría seguro en esa fiesta. El único inseguro en aquel momento era yo. Quería que Yuri estuviera junto a mí. Quería saber que lo había dejado en su hotel y que estaría esperando que yo lo llamara al día siguiente. Ni siquiera habíamos quedado en llamarnos o vernos.
…
Una hora después mientras me dirigía al Templo, mi mente seguía en la mansión de Punta Galera. Mi corazón se contraía y expandía dolorosamente cada vez que pensaba en Yuri (eso era cada minuto). Justo cuando estaba a punto de entrar a mi trabajo timbró mi móvil. Era Yuri.
—¿Todo está bien? —Ya no escuché el bullicio de la fiesta.
—Estoy en mi hotel Beka. —Yuri sonaba agotado.
—Pensé que querías quedarte en la fiesta. —Mi corazón dejó de dolerme y salto lleno de alegría.
—Diez minutos después que te fuiste, me aburrí, así que me escabullí como pude y tomé un barco rumbo a un puerto cercano al centro de Ibiza y aquí estoy. —Yuri bostezó.
—Descansa Yuri mañana pasaré por ti a las diez ¿está bien? —Quería que ya fuera mañana.
—Mañana a las diez entonces. —Yuri calló y el sonido de su respiración siguió sintiéndose a través del auricular—. Beka… me gustó tu música.
No dijo más y colgó. Sentí que estaba a punto de gritar de felicidad, el vigilante de la disco me dio una palmada en el hombro y entré con tantos ánimos que mi cuerpo y mi mente olvidaron que estaban agotados.
Una jornada que terminó a las dos y media de la madrugada. Sentía que la cabeza estaba a punto de reventar. Solo quería ir a mi habitación, tumbarme sobre la cama y despertar después de tres días, pero las palabras de Yuri dando vueltas en mi cabeza me recordaron que lo que más quería era que la noche pasara en un santiamén para poder verlo nuevamente.
—Tus mezclas sonaron algo más animadas esta noche, la gente no dejaba de saltar y corear — Michele me ofrece un vaso con ginger-ale y hielo.
—Creo que es la emoción de haber logrado hablar con Di Valdi. —Tomé la copa entre los dedos y comencé a observar las pequeñas burbujas subiendo juguetonas hacia la superficie.
—Uuuum, tus ojos me dicen que hay algo más que eso Otabek. —Sala me miró y rio en forma maliciosa.
—No sé de qué me hablas. —En verdad no la entendía, las mujeres guardan tantos misterios.
—Por el brillo de tus ojos me atrevo a decir que estás distraído, con un aire de “soy feliz por cualquier cosa” y tu sonrisa me dice “el mundo se ve distinto hoy”. — Ella volvió a reír.
No sé por qué sentía que esas frases no reflejaban en nada mi estado de ánimo, pero mi mejor amiga insistió una vez más.
—Lo que quiero decir es que te veo más feliz de lo habitual y no solo esta noche, desde hace un par de días atrás te ves… no sé… como… —Ella se detuvo a pensar la palabra correcta tronando los dedos sobre la barra, solía hacer eso a menudo.
—Embobado. —Michele también estaba atento a nuestra conversación.
—Sí, algo embobado, aunque la palabra que mejor te cabe es… —Sla volvió a elevar los ojos a la nada y cuando me miró la dijo sin temor—: enamorado.
—Es lo mismo hermanita. —Michele estaba queriendo burlarse de mí—. Enamorado y bobo son sinónimos.
—Ja, ja, ja, ¿qué dicen? ¿yo? —Desvié la mirada hacia la cava de vinos—. No, para nada.
—Es que te veo distinto. —Ella me tomó de la mano—. Además, ¿qué es aquello que no quieres que vea en tus ojos?
—¿Por qué? —Sentía que el rubor comenzaba a apoderarse de mí.
—Porque desviaste la mirada, como si hubiéramos dicho algo que te incomodara.
—¿Saben?, ustedes dos están conspirando y en verdad estoy muy cansando para discutir. Mejor me voy antes que revele al verdadero Otabek que llevo dentro. —Tomé el último sorbo y comencé a morder uno de los cubos de hielo.
—Bien, como tú digas, pero no olvides este consejo que te lo doy sin ninguna intensión de molestar. —Sala tan efusiva como siempre me abrazó al momento de despedirse—. No es bueno controlar tus emociones todo el tiempo, escucha a tu corazón, déjate llevar por su voz.
Camino a casa pensé por un instante en lo que me dijo Sala, ella era muy directa conmigo y nunca exageró sus opiniones. Tal vez era verdad, tal vez mi corazón había comenzado a experimentar ciertas sensaciones que no conocía o quizá era solo que expresaba su sentimiento de soledad, su necesidad de cariño y apoyo.
«Creo que es el deseo de conocer a alguien especial», me dije mientras las vitrinas y carteles iluminaban mi camino. «Alguien con quien compartir todo lo que soy», repliqué en mi cabeza. ¿Quién podría ser ese alguien? ¿Estaría lejano el día de conocerlo? ¿Cómo sería su sonrisa y cómo su voz? ¿Le gustará mi música? ¿Qué estará haciendo en este instante? ¿Dónde estará?
Muchas preguntas se agolpaban en mi mente, preguntas que hasta ese momento no me había preocupado en formular. Preguntas que se elevaban hacia el infinito buscando una respuesta.
De pronto como un feroz rayo que atraviesa la oscuridad de la noche, una imagen se formó en mi mente. Todo mi cuerpo se paralizó y mi corazón aceleró su ritmo a mil. Tenía la respuesta a esas preguntas. Era un rostro, una mirada, una sonrisa, una actitud, un perfume, una voz…
¡Yuri!
