A las 5:30 de la tarde, Yuri y Phichit salieron del departamento del rubio rumbo al centro de la ciudad. Caminaron rumbo a la parada de autobuses, estaba solitaria, se entretuvieron conversando mientras esperaban el transporte, o más bien Phichit hablaba mientras su mirada se movía constantemente desde el rostro de Yuri hasta la pantalla de su teléfono móvil, sin perder el hilo de lo que decía mientras daba like a algunas fotografías que aparecían en Instagram.
—No sé si sentirías más perder tu lengua o tu móvil.
—Difícil pregunta —dijo Phichit poniendo expresión de seriedad—, pero supongo que puedo reemplazar el móvil, así que…
Phichit calló de pronto, al ver, casi en cámara lenta, la manera en que su compañero trastabillaba, como si le hubiesen empujado hacia adelante.
—¿Estás bien? —preguntó alarmado y mirando en todas direcciones mientras sujetaba a Yuri.
—No, yo… —Yuri llevó una mano hasta su cuello—, m-me han…
Poco a poco su mirada comenzó a nublarse y a oscurecerse, la voz de Phichit pronunciando su nombre se hacía cada vez más lejana. Su cuerpo se sentía débil y pronto sus piernas no lo sostuvieron más. Lo último que supo es que Phichit lo sostuvo y su consciencia se apagó.
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Guang Hong sabía que ese día Sara estaría trabajando en el café. La morena no solía trabajar por las tardes, pero hacía horas extras cuando alguno de sus compañeros necesitaba ausentarse o si su jefe lo solicitaba. Por eso, Guang no se sorprendió cuando la vio con aquella radiante sonrisa que mostraba a la persona que atendía ágil y amablemente. El chico esperó su turno y le sonrió.
—Hola, Guang —saludó Sara después de asegurarse que nadie la escuchaba—. Hace mucho que no te veía por aquí.
—He estado algo atareado y todo mi tiempo libre lo está ocupando Leo —suspiró.
—Pues me alegra que te haya dado un respiro.
—Yo también, sabes que soy muy sociable y aunque servir a Leo es mi prioridad, siempre me gusta ver caras nuevas para charlar.
—Entonces esperas a alguien.
—Sí, a Yuri, el nuevo sumiso de Altin, y a un amigo suyo, probablemente lo has visto porque sesiona en Algolagnia, se llama Phichit.
—¡Oh! Claro que lo conozco, ha sesionado con nosotros —respondió Sara—. A mi Amo le gusta ese chico, ya hemos compartido escena tres veces y sabes como es mi señor; pocas veces escoge un sumiso para acompañarnos y si lo hace es solo por una vez. Me agrada Phichit y estoy segura que también te agradará, es muy sociable y alegre.
La expresión de Guang fue de verdadera sorpresa, Lee era un hombre bastante difícil de agradar. El chino quiso hacer más preguntas al respecto, pero la campanilla ubicada en la puerta sonó, indicando que más clientes entraban, dejó la conversación con Sara para al fin ordenar un café con leche y un pastel de limón que se llevó a una de las mesas, al sentarse miró el reloj que adornaba una de las paredes; las seis con cinco minutos.
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Phichit despertó algo desorientado, tendido sobre el frío suelo de un lugar que no reconocía, con grilletes en sus muñecas y tobillos. Lo último que recordaba era a una camioneta cerrada deteniéndose junto a él en el mismo momento en que Yuri perdía la consciencia; luego sintió un pinchazo en su cuello y los recuerdos se perdían.
—Al fin despiertas —la voz de Yuri lo hizo pestañear y luego buscar el lugar de donde provenía; estaba justo detrás de él, sentado en un rincón, con una expresión irritada y frustrada en el rostro mientras apretaba sus puños engrilletados.
—¿Dónde estamos?
—No tengo idea, cuando desperté ya estábamos aquí; no ha venido nadie y estamos encerrados.
Phichit miró con mayor detenimiento el lugar en el que se encontraban, un pequeño cuarto blanco, frío y vacío. No había ventanas y la única manera de salir era a través de una puerta metálica que se veía bastante resistente.
—Llegamos al lugar que queríamos, lástima que no haya sido de la manera en la que esperábamos —dijo Phichit estirándose sobre el suelo, sintiéndose aún algo mareado para intentar moverse.
—El objetivo era yo —afirmó Yuri—, y a diferencia de los otros sumisos desaparecidos, yo sí tengo Amo. Esto lo hace diferente.
—¿Será por el show que brindaste el otro día?
—Puede ser, aunque dudo que el tipo que golpeé tenga algo que ver, era un simple imbécil.
—Pero allí había otros Dominantes. Tal vez no les gustó lo que hiciste.
—Que se jodan —bufó molesto—. Cuando les ponga las manos encima se arrepentirán de haberme traído a este lugar.
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Sara terminó su turno a las seis con treinta minutos. Durante ese tiempo había observado constantemente la puerta del café, esperando que Phichit y su amigo entraran. Por eso, en cuanto su turno terminó se quitó el delantal que utilizaba mientras trabajaba y se acercó al otro sumiso, sentándose frente a él.
—¿Por qué no han llegado?, ¿tuvieron algún imprevisto? —preguntó.
—No lo sé, Sara. Yuri no responde mis mensajes, su teléfono está apagado.
—Llamaré a Phichit. —Sara tomó su móvil y marcó al moreno. Después de unos momentos miró preocupada a Guang—. Está apagado también.
—Llamaré al señor Altin, tal vez él sabe algo. —Marcó el número teléfonico de la oficina del club Eros y después de hablar con la secretaría de Otabek Altin esperó hasta escuchar su voz.
—¿Guang Hong? —La voz de Otabek se escuchó ligeramente preocupada.
—Buenas tardes, señor. Espero no importunar, pero quería preguntarle si sabe algo de Yuri —dijo rápidamente mientras Sara no le quitaba la mirada de encima.
—¿No está contigo? Yura dijo que se verían para tomar un café —contestó Altin desde el otro lado de la línea.
—Llevo más de treinta minutos esperándolo en el café Utopía, me preocupa porque no contesta mis llamadas y no ha visto mis mensajes… pensé que tal vez usted lo había requerido por más tiempo.
—No. Hoy no nos hemos visto, pero la última vez que hablamos iba saliendo de su departamento. Ya debería estar contigo.
—Esperaré un poco más, por favor avíseme si sabe algo de él.
—Por supuesto, si lo ves antes dile que me llame.
—Así lo haré.
Cuando Guang terminó su llamada, Sara ya lucía algo alterada. La desaparición de sumisos no era secreto para nadie, y aunque era poco el tiempo en que no tenían noticia de Yuri y Phichit, que ninguno de los dos tuviera su teléfono encendido la hacía imaginar los peores escenarios.
—Llamaré a mi Amo, tal vez sepa algo de Phichit —dijo intentando convencerse de que así era. Sara marcó el número de Seung, quien contestó al segundo timbrazo.
—Hola. —La voz de Seung sonaba tranquila.
—Seungie —pronunció Sara, haciendo que su Dominante se inquietara. Sara solo lo llamaba de ese modo cuando necesitaba hablar con su pareja, dejando de lado sus roles. Eso ocurría pocas veces, generalmente cuando emocionalmente no se encontraba bien o cuando algo la preocupaba.
—Sara, ¿qué ocurre?, ¿estás bien? —La preocupación fue evidente en el tono de voz empleado.
—Yo estoy bien, pero no me puedo comunicar con Phichit y estoy preocupada. Él debía estar a las seis de la tarde en la cafetería con Guang Hong y un amigo de ellos. Guang no se puede comunicar con su amigo; el sumiso del señor Altin, y el teléfono de Phichit está apagado.
—No he hablado con Phichit el día de hoy —contestó Seung.
—Tal vez estoy siendo exagerada, pero con todos los sumisos que han desaparecido, yo… Tengo miedo, Seungie.
—Iré a la cafetería, espérame allí.
—Gracias.
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Cuando Seung cortó la llamada marcó inmediatamente el número telefónico de J.J, el dominante sabía que no podía denunciar una desaparición en esas condiciones, pero también sabía que J.J se había hecho cercano de una de las policías que investigaban las desapariciones y tal vez eso podría ayudar a agilizar las cosas.
Para suerte de Seung, Mila se encontraba con Jean e Isabella en esos momentos, para suerte de Seung, aún no habían comenzado con la sesión de entrenamiento que Leroy había planificado. J.J habló con Seung y luego le explicó a Mila lo ocurrido, quien tuvo que contenerse para no mostrar exceso de preocupación; no era cualquier sumiso, eran dos queridos compañeros los que habían desaparecido.
Antes de que Mila dijera nada sobre la situación, su teléfono móvil sonó, era Feltsman. La pelirroja salió de la sala donde se encontraban Jean e Isabella y contestó la llamada. Después de acordar con Yakov lo que haría volvió con el dominante y su sumisa.
—Vamos a esa cafetería —dijo Mila—, me han autorizado a comenzar a investigar debido a los antecedentes previos.
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A las siete de la tarde, Seung entró a la cafetería, Sara, quien había intentado innumerables veces contactarse con Phichit, se puso de pie y corrió a abrazarlo.
—Tranquila, Sara. Aún no sabemos si Phichit ha desaparecido, pudieron haber ocurrido muchas cosas.
—Lo sé, pero también sé que han desaparecido varios sumisos que conocía… no quiero que esto siga ocurriendo.
—Ni yo, pero la policía ya está investigando, verás que pronto encontrarán a esos malditos secuestradores.
Sara aún estaba refugiada en los brazos de Seung cuando Mila, Jean e Isabella entraron a la cafetería, dirigiéndose inmediatamente hacia donde ellos estaban. La pelirroja, tomando su rol de policía, interrogó a Sara y luego a Guang, sentándose frente a él. El sumiso contestó a las preguntas de la pelirroja, al principio se sorprendió de que la policía se involucrara tan rápidamente en la desaparición de Yuri y Phichit, pero escuchó a Seung agradecer a J.J por hablar con Mila y se convenció de que era solo una muestra de amistad.
—¿Puedo ver los mensajes que intercambiaste con el otro sumiso? —preguntó Mila.
—Claro —dijo Guang abriendo la conversación y entregando su móvil a la policía.
Mila tenía una expresión seria en el rostro mientras observaba el móvil del sumiso.
—Agregaré mi número teléfonico a tus contactos —dijo la policía—, la desaparición ha ocurrido hace muy poco tiempo, pero estaré pendiente de cualquier información que puedas darme. También copiaré tu conversación para enviarmela.
Después de unos minutos Mila devolvió el teléfono a Guang, miró a todos los presentes y dijo:
—No puedo hacer nada más por el momento, solo esperar a que pasen las horas y comprobar que la desaparición realmente ha ocurrido —Mila suspiró luciendo decepcionada.
—Muchas gracias, Mila —dijo Jean palmeando el hombro de la pelirroja—. Por favor, infórmanos cualquier cosa.
—Así lo haré —contestó la policía—. Debo marcharme, estamos en contacto.
Mila salió de la cafetería y caminó hasta su automóvil, una vez dentro de él marcó el número de Georgi.
—¿Lo tienes? —preguntó inmediatamente.
—Sí, estaré enviando la información a tu móvil.
—Perfecto. —Mila encendió el motor de su coche azul y se alejó del lugar.
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Georgi colgó el teléfono y miró a sus compañeros alrededor de él, en la sala de juntas donde solían reunirse. Otabek también se encontraba allí.
—Mila descargó el programa espía en el móvil de Ji, tengo acceso a sus conversaciones, búsquedas de internet y localización —informó Georgi mientras miraba su ordenador.
—Perfecto dijo Yakok. —Luego miró a Víctor y Yuuri—. El resto de la operación depende de ustedes.
—Sokolov y Petrov están comiendo de mi mano —dijo Víctor—, esta noche conseguiré que me revelen todo lo que saben.
—Chris —dijo ahora Yakov—, debes estar atento. Podría ser esta noche o mañana.
—Recuperaremos a Phichit y a Yuri, no le quepa duda —contestó con firmeza.
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Poco después de que Mila se fuera, los demás también se marcharon del lugar. Sara e Isabella se encontraban algo alteradas. Cada vez que desaparecía un sumiso sentían miedo. Guang también se mostraba algo inquieto, por lo que los demás esperaron a que el automóvil de Leo aparcara para marcharse, el chino corrió a subirse al llamativo coche rojo de su Amo mientras alzaba sus manos para despedirse de los demás.
En cuanto Guang entró al automóvil, Leo lo estrechó entre sus brazos y devoró su boca con un demandante y apasionado beso. Se besaron hasta que el aire escapó por completo de sus pulmones y luego juntaron sus frentes mientras se miraban con las pupilas dilatadas, con la mirada oscurecida y encendida.
—Ya están allí —dijo Leo con una sonrisa torcida.
—Ya quiero que juguemos con ellos, Amo —respondió Guang—. Resistí toda la tarde con esa tonta sumisa, merezco un premio.
—Claro que lo mereces, precioso. —Leo delineo con las yemas de los dedos las suaves facciones de su sumiso—. Pero recuerda que hoy es la prueba, después de eso podrás jugar con ese mocoso grosero.
—Deseo recorrer toda su piel con mi navaja mientras te lo follas.
—Será como desees. Es tu recompensa por ser tan buen chico y satisfacerme.
—Siempre lo haré, Amo. —Guang sonrió, sus rasgos dulces mostraban inocencia, aunque sus ojos miraban con una chispa de oscuridad que quería salir a la luz—. Yo soy suyo.
—Mío —respondió Leo volviendolo a besar.