A las once con quince minutos, el automóvil que transportaba a Víctor y Yuuri se detuvo en su destino final. Los policías se encontraban desorientados, seguros de que habían dado más vueltas de las necesarias para llegar hasta allí, pese a que no podían ver hacia calle desde la camioneta en la que se encontraban. Bajaron del vehículo e inmediatamente fueron guiados dentro del edificio
Mila, quien se había bajado de su automóvil, se encontraba observando desde cerca la escena en la que sus compañeros salían de la parte de atrás de la camioneta; oculta entre las sombras de los edificios y ayudada por sus binoculares. Cuando los cuatro hombres desaparecieron de su campo de visión marcó el teléfono de Giacometti.
—Chris, Víctor y Yuuri acaban de llegar a la misma dirección donde se encuentra Guan Hong Ji y Leo de la Iglesia.
—¡Genial! —respondió Christophe quitándose un peso de encima—. Dieron demasiadas vueltas, no pude seguirlos, si me aproximaba más era seguro que me descubrieran.
—Ven lo más rápido posible.
—Si, ya me dirijo al lugar, llego en diez minutos.
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Víctor y Yuuri fueron guiados hasta el subterráneo, caminaron junto a Alexander por un largo pasillo, mientras Iván se desviaba y se dirigía hacia el cuarto de juegos de Leo y Guang. Víctor contó seis puertas de metal antes de llegar a la última habitación, Sokolov abrió la puerta, y lo primero que los policías vieron al entrar fue a Yuri, el joven rubio estaba sujeto a la pared con gruesos grilletes que encerraban sus muñecas y tobillos; sus brazos estaban inmovilizados sobre la cabeza y sus piernas abiertas. Los ojos verdes brillaron al encontrarse con la mirada azulina, pero su expresión no cambió.
Víctor, y de manera más discreta, Yuuri, comenzaron a mirar detenidamente aquella habitación. Había una mesa de madera que tenía todo tipo de objetos sobre ella; fustas, látigos, una vara de electroestimulación, una tijera que lucía peligrosa, una daga, cuerdas y otros juguetes de placer y tortura. Tras la mesa había un espejo grande, los policías inmediatamente supusieron que tras ese espejo había otra habitación a través de la cual podrían observar lo que él haría. Junto al espejo, una puerta de madera les confirmaba sus sospechas.
—Víctor —dijo Alexander—, para ser parte de nuestro grupo debes mostrarnos de lo que eres capaz. Ese sumiso ahora es tuyo, para que te diviertas de la manera en que tú lo desees y para que nos enseñes la clase de fantasías que guardas.
—Me parece perfecto, ¿no tengo que contenerme, verdad?
—Claro que no, aquí estamos para gozar. Si nos gusta lo que haces entras al grupo.
—¿Y si no les gusta?
—No creo que eso suceda, escogemos con pinzas a los dominantes que traemos hasta aquí, pero, en ese caso no podríamos dejarte salir con vida. Este es un secreto demasiado grande para exponernos a que sea revelado; tendrías que morir y tu sumiso pasaría a ser nuestro nuevo juguete.
—Ya veo… En ese caso, me aseguraré de salir con vida —dijo Víctor sonriendo y fijando su mirada en el reloj que adornaba una de las paredes de la habitación.
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Iván tocó la puerta del cuarto de juegos de Leo y Guang, poco tiempo después el dominante abrió la puerta y quedó frente a Petrov.
—Señor, la prueba está por comenzar —dijo mostrando respeto.
—¡Guang! —exclamó Leo—, vamos a ver la prueba, luego seguimos jugando con nuestra nueva mascota.
—Sí, Amo.
Poco tiempo después, Guang salió de la habitación de juegos. Leo cerró la puerta y caminaron juntos hasta una habitación oscura desde la que podían observar a Víctor, quien aún estaba charlando con Alexander.
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Alexander se había retirado y ahora Víctor debía comenzar con una creíble actuación, una que mantuviera a las personas tras el espejo interesadas, atentas a lo que él hacía con los sumisos a su disposición hasta que sus compañeros entraran en acción.
Víctor caminó hasta quedar frente a Yuri, lentamente comenzó a utilizar las yemas de sus dedos para delinear el rostro del policía rubio, bajo la fiera mirada esmeralda; una mirada que también iba dirigida hacia los espectadores tras el espejo. Al igual que Víctor, Yuri sabía que debían dar la mejor interpretación de sus vidas.
—Me gusta esa mirada —dijo Víctor tomando con fuerza la quijada de Yuri—, me gusta porque la destrozaré, gatito.
—¡No me digas así, imbécil! —gritó.
La suave risa de Víctor fue seguida de una fuerte bofetada en la mejilla derecha de Yuri, un delgado hilo de sangre brotó desde la comisura de sus labios.
—Te ayudaré a convertirte en un buen sumiso, gatito. Si te portas bien, a la medianoche ya lo estarás disfrutando —afirmó lentamente, mientras sus ojos azules estaban fijos en las verdes esmeraldas.
Víctor caminó despacio hasta la mesa sobre la cual había diferentes objetos que podía utilizar, fingió analizarlos mientras dirigió un rápido vistazo al reloj que avanzaba lentamente, más de lo que hubiese deseado. Finalmente tomó la tijera y luego se acercó a Yuuri, el sumiso había permanecido en silencio, arrodillado en uno de los extremos de la habitación.
Víctor habló en japonés, Yuuri se puso de pie y se quitó la capa negra que lo cubría, mostrando su desnudez, su cuerpo solo era adornado por algunas marcas de sesiones pasadas y por el collar plateado que lucía hermoso en su elegante y fino cuello. Víctor puso la tijera en manos de su sumiso y él caminó hacía Yuri.
—En sesión —dijo Víctor—, me gustan los sumisos desnudos.
Yuuri se inclinó y comenzó a cortar el pantalón de mezclilla negra que su compañero estaba utilizando.
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Mila, Christophe y Georgi se encontraban listos para entrar a rescatar a sus compañeros, la orden ya había sido dada.
—Faltan cinco minutos para la medianoche —dijo Mila—. Pronto llegarán los hombres de Nekola como refuerzo, pero no los esperaremos, a las doce en punto entramos.
—Entraré también —afirmó Altin.
—No —respondió Mila—. No permitiré que un civil se ponga en peligro.
—Yura es…
—Tu sumiso, lo sé —interrumpió Mila mirándolo directamente a los ojos—. Pero es un policía de élite y esta no es la primera vez que su vida está en peligro. Es algo a lo que deberás acostumbrarte si lo quieres mantener a tu lado.
Otabek lo sabía, pero odiaba la idea de que Yuri pudiera resultar herido o lastimado en sus misiones, las únicas marcas que quería ver en el cuerpo de su sumiso eran las que él le provocaba. Apretó los puños y tensó la quijada, pero aceptó lo dicho por la pelirroja.
—En dos minutos entramos —informó la policía mirando su reloj.
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Yuri estaba desnudo, los trozos de su ropa quedaron esparcidos por el suelo gracias al trabajo lento y meticuloso del japonés. Víctor, inmediatamente tomó las llaves que abrían los grilletes de Yuri. Liberó sus tobillos y luego sus muñecas, al verse libre, Yuri fingió un intento de escape, atacando a Víctor, quien lo sujetó con fuerza de sus brazos y lo estampó contra el espejo que conectaba ambas habitaciones, junto a la mesa de la que tomó un flogger de cuero, utilizándolo para dar dos fuertes azotes sobre los muslos de Yuri.
—Te voy a matar —siseó el policía, pero justo después sus ojos verdes se fijaron en el reloj—. Las doce —pronunció para luego ocultar una sonrisa confiada que quería aparecer en su rostro.
—Las doce —repitió Víctor tomando un afilado cuchillo entre sus manos—, esto es peligroso, podría matar a una persona con solo un pequeño error de cálculos —dijo Víctor acercándose al oído de Yuri. Gesto que podría ser tomado como una manera de intimidar al sumiso, pero que más bien era una confidencia.
—Luce peligroso, me gusta —respondió el rubio.
—Te lo dejo entonces —contestó Víctor soltando las muñecas de Yuri, quien se estiró y luego tomó el cuchillo de las manos de Víctor.
—Mierda, hicieron trizas mi pantalón favorito par de idiotas —se quejó—. Tendrán que comprarme uno nuevo.
Yuuri, quien se había mantenido arrodillado, se puso de pie y se colocó nuevamente la capa negra. Alexander entró con un arma entre sus manos.
—¿Qué significa esto? —preguntó intentando lucir amenazante, sin embargo, en ese momento sintió ruido provenir desde la habitación tras el espejo, se distrajo, fue solo un momento, pero el suficiente para que Yuri le lanzara la daga y esta se clavara al final de su cuello. La sangre comenzó a salir a borbotones, ahogándolo.
—Tenías razón, sí que está afilado —dijo Yuri cuando el cuerpo de Sokolov se desplomó sobre el suelo.
—Te advertí que podías matar a una persona.
—¿Dónde está Phichit? —preguntó Yuuri.
—No lo sé, pero tenemos que encontrarlo —respondió el rubio dirigiéndose a la salida de la habitación.
Los tres salieron al pasillo mientras dejaban que sus compañeros se hicieran cargo de lo que ocurría tras el espejo.
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A las doce en punto, como habían acordado previamente y confiando en que todo saldría bien, Mila, Georgi y Chris entraron al edificio donde se encontraban sus compañeros. No fue difícil dar con el lugar exacto en que se encontraban, el móvil de Guang los guió rápidamente.
El resto pasó bastante rápido.
A las doce con diez minutos llegó el teniente Emil Nekola con sus hombres, quienes no esperaron para entrar a apoyar al equipo platino. Dos furgonetas de policía listas para transportar a los detenidos y algunas ambulancias también llegaron en caso de tener que transportar heridos.
Yakov Feltsman llegó cuando la operación estaba en marcha.
Pronto el lugar estaba lleno de policías abriendo puertas y rescatando sumisos en mal estados, chicas y chicos que fueron sometidos a los juegos crueles de los hombres que ahora estaban siendo arrestados.
Yuuri, Víctor y Yurio llegaron hasta la habitación de juegos de Leo de la Iglesia antes que cualquier otro policía. Yuuri corrió desesperado hacia su amigo al verlo colgando en medio de la habitación y con la espalda marcada por fuertes latigazos que incluso abrieron su piel.
Víctor tomó un cuchillo y comenzó a cortar las cuerdas que lo sostenían suspendido desde sus muñecas, en cuanto terminó de hacerlo Yuuri recibió el cuerpo inconsciente del moreno en sus brazos. Mientras tanto, Yurio cogía una capa que sacó de un ropero para cubrir su desnudez. Luego cubrió el cuerpo de Phichit que Yuuri sostenía con la mayor de las delicadezas.
—Salgamos pronto de aquí —dijo con la urgencia de que atendieran a su amigo.
En cuanto pusieron los pies afuera, Yuuri se subió a una ambulancia junto a Phichit, la que partió raudamente hacia el hospital más cercano. Víctor decidió entrar de nuevo al edificio al asegurarse de que Yuuri y Phichit estaban a salvo, Yurio lo iba a seguir, pero el fuerte agarre de Otabek lo detuvo.
—¡Otabek! —dijo sorprendido—, ¿por qué estás aquí? —preguntó.
—Georgi necesitaba un chofer —dijo mirándolo de cerca y acariciando la mejilla golpeada de su sumiso.
—Esto no es nada —dijo Yuri sonriendo al ver la preocupación de Altin—, además, fue el idiota de Víctor haciendo su show de sádico Dominante.
—Ya veo…
—Entraré a apoyar a mis compañeros.
—Me gustaría que te quedarás aquí.
—Lo siento Otabek, pero en este lugar no soy tu sumiso y yo debo hacer mi trabajo.
Yuri se alejó corriendo de Otabek y entró nuevamente al edificio en el que había estado cautivo.
Las cosas adentro estaban controladas, el equipo formado por Mila, Georgi y Christophe inmovilizaron rápidamente a quienes estaban en la habitación del espejo; Guang, Leo, Ivan y dos hombres más fueron los primeros detenidos. Georgi se quedó a vigilarlos mientras Mila y Christophe recorrían los pasillos del enorme sótano en el que se encontraban.
Cuando los hombres de Nekola llegaron, los policías comenzaron a transportar a los detenidos hacia los carros policiales. Mila, Chris, Emil y sus hombres, comenzaron a encontrar a algunos de los sumisos desaparecidos y también a otros falsos dominantes que se encontraban en otras habitaciones del amplio lugar. Detenciones y rescates daban lugar.
Yuri se encontró a Georgi y comenzaron también a inspeccionar el sitio, con calma, buscando evidencia de lo allí había acontecido. Poco tiempo después llegaron a un cuarto repleto de monitores a través de los que se podía ver todo lo que estaba sucediendo en el sótano gracias a un completo sistema de cámaras. Los computadores que allí mismo se encontraban contenían muchísimos videos de lo que allí ocurría.
—Con esta evidencia se pudrirán en la cárcel —dijo Yuri con una sonrisa ladina.