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No contra su voluntad (Cuidaré de ti)


Víctor lucía seguro al entrar al club Eros, mirando con la cabeza en alto aquel lugar que se veía tan diferente a como lo recordaba, ahora lleno de gente; Dominantes elegantes y sumisos sensuales eran quienes se tomaban el espacio mientras la música los sumergía en el ambiente erótico del lugar.


En sus manos, Víctor llevaba una cadena que se enganchaba al collar de Yuuri, quien caminaba atrás de su Amo con la vista baja y las manos en su espalda. Caminaron ganándose las miradas curiosas de quienes los reconocían como nuevos integrantes del lugar, pero Víctor no detenía su mirada en nadie, simplemente se acercaba, elegante y calmo, hacia la parte más tranquila del lugar, alejándose de la pista de baile donde sumisos seducían y Dominantes comenzaban a fantasear. 

—Víctor —la voz de Otabek llamándolo lo distrajo de sus observaciones.

Altin se encontraba de pie junto a otros dominantes y sus sumisos. Yuri se encontraba de pie tras Otabek, silencioso, pero con los sentidos bastante despiertos. 

Víctor se acercó a los Dominantes e inmediatamente Yuuri se arrodilló muy cerca de las piernas de su Amo.

—Buenas noches —dijo Víctor paseando su mirada por las personas frente a él. Los reconocía a todos gracias a las fotografías que antes había visto. Junto a Otabek y Yuri se encontraba Leo de la Iglesia y Guang Hong Ji, Leo abrazaba posesivamente a Guang, quien sonreía y acariciaba las manos de su amo. También se encontraban allí Alexander Sokolov e Ivan Petrov, sus sumisos, casi fantasmales, descansaban a sus pies. 

—Víctor es el sobrino de Lilia —informó Otabek al hacer las presentaciones.

—¡Oh! Ya habíamos oído de ti. —Leo parecía animado ante la presentación—. Lilia dijo que estabas viviendo en Japón.

—Así es —respondió Víctor—. Viví en Japón durante varios años, pero he vuelto definitivamente a Rusia. 

—Y no solo… —acotó Leo mirando a Yuuri.

—El esclavo va donde lo lleve su Amo —contestó Nikiforov esbozando una sonrisa ladina.

—¿Podemos saludarlo? —preguntó Guang—. Debe sentirse solo en un país desconocido y tan diferente a Japón como lo es Rusia. Me recuerda a mí cuando llegué. 

—Imposible —dijo Víctor—, no habla ruso. 

—¡Cuándo comience a aprender me gustaría que practicara conmigo! ¿Es posible?

Víctor observó el entusiasmo en el rostro de Guang mientras Leo reía ante la alegre espontaneidad de su sumiso. Las miradas de Sokolov y Petrov se sentían intensas sobre él. 

—No necesita aprender ruso —contestó Víctor—, la única razón de su existencia es servirme y puede hacerlo sin siquiera pronunciar una palabra. Es absolutamente innecesario que se comunique con alguien más. 

La sorpresa en el rostro de Leo y Guang no se hizo esperar. Ivan Pretov sonrió:

—Veo que su filosofía difiere mucho de la de Otabek.

—Tal vez no buscamos exactamente el mismo tipo de experiencias dentro del BDSM —contestó Víctor mirando los ojos grises de Petrov con mirada fría, carente de toda la coquetería y calidez que lo caracterizaba—. Pero ambos nos respetamos mucho, así como respetamos nuestros distintos puntos de vista, ¿no es así, Otabek? —Víctor desvió su mirada al moreno y este asintió con su característica tranquilidad, sin cambiar ni un ápice la expresión de su rostro. 

La conversación siguió por el mismo camino. Ideales y prácticas del BDSM fueron exponiéndose lentamente, Víctor utilizaba las palabras con maestría para ir hilando un discurso que animaba a los demás a dar sus opiniones: cuidándose de parecer siempre frío, sin dejar que su interés se filtrara y dejando que los demás, especialmente Petrov y Sokolov, pensaran que ellos guiaban la conversación. 

Otabek guardaba silencio la mayor parte del tiempo, era el único que leía a la perfección el truco de Víctor y se sorprendió de la habilidad del policía. Podía comprender porque era una pieza importante dentro del equipo platino; obtener información sin que el interrogado se percate, ser un experto en el arte de la manipulación con las palabras. 

Yuuri se encontraba inmóvil a los pies de su amo, pero no perdía detalle de la conversación de la que lo creían ignorante. También se ocupaba de observar a los sumisos que se encontraban a su misma altura, analizaba sus rostros y sus pequeños gestos, buscaba en ellos la confirmación o negación de las palabras de sus Amos. El más pequeño detalle podría ayudarlos a tomar el camino correcto. 

Plisetsky, por su parte, sentía que algo no cuadraba en toda esa charla que Víctor propiciaba. Era como un molesto ruido en su oído que le decía que había una contradicción horrible justo frente a su nariz. Sin embargo, ese molesto zumbido se vio ensombrecido por algo que ocurría muy cerca de él. 

Los sentidos de Yuri estaban bastante alerta y poco a poco un quejido bajito llamó su atención. Perdió el hilo de la conversación confiando en que Víctor y Yuuri podrían encargarse de todo ello y retrocedió unos pasos, sin alejarse demasiado, buscando el origen de aquello que había notado. 

En un rincón oscuro logró ver a una chica de pequeña contextura intentando sacarse de encima a un hombre que la tocaba. 

La chica tenía los ojos aguados mientras empujaba infructuosamente al hombre que la acosaba. 

—Suélteme, por favor —decía con la voz estrangulada por el miedo, sin ser capaz de gritar en un tono más alto.

—Pero si esto es lo que les gusta a las personas inferiores como tú, sumisa. —No se detenía, se reía ante el miedo que se leía en ella, en el sudor frío que la recorría y en sus manos apretadas y temblorosas.

—N-no, yo no… no soy su sumisa —se quejó intentando huir de de esas manos que la retenían mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. 

—Cuando golpee tus lindos muslos llorarás más fuerte —amenazó. Sin embargo, su risa descarada fue interrumpida por un hábil puñetazo dado directamente en su mejilla izquierda y lanzándolo al suelo, cerca de una pareja que bailaba sumergida en su propio mundo y no se había percatado de nada. 

Yuri no se detuvo y levantó al tipo sosteniéndolo de su camisa celeste para golpearlo contra la pared. Ambos tenían la misma altura, pero Yuri tenía la ventaja de ser un policía entrenado en el combate cuerpo a cuerpo, difícilmente alguien podía someterlo sin su consentimiento. 

—¿Qué es lo que está ocurriendo, gatito? —la voz de Otabek lo detuvo de seguir golpeando al tipo, pero sin llegar a soltarlo respondió. 

—Este hombre estaba acosando a esa chica —Yuri ladeo la cabeza y Otabek vio a una muchacha joven que no paraba de llorar.

—Entiendo —respondió Otabek mirando con desdén al tipo frente a él—. Suéltalo Yuri, ya no es necesario que te hagas cargo. 

Yuri asintió y se alejó del tipo, quien inmediatamente limpió la sangre que brotaba de su nariz. 

—Creo que tu sumiso necesita disciplina —espetó con molestia mirando a Otabek y haciendo crispar a Yuri, que solo deseaba darle otro puñetazo; solo el firme, pero delicado agarre de Otabek en su brazo lo detuvo. 

—La disciplina de mi sumiso no es de tu incumbencia —respondió con un tono de voz monocorde, que ocultaba bastante bien el enojo que comenzaba a sentir—. Pero a mí, como uno de los dueños de este lugar, sí me compete aclarar lo sucedido con esta chica. 

—¡Es una sumisa! —arguyó—. Solo le estaba dando lo que viene a buscar al exhibirse en este lugar. 

Otabek tensó su mandíbula y miró a la chica, ella se acercó temerosa.

—¿Este hombre es tu Dominante? —preguntó Otabek.

—N-no, señor. 

—¿Acordaron en algún momento que serías intimidada de esta forma por él? 

—No, él solo se acercó y comenzó a molestarme cuando le dije que no era de mi interés —respondió bajando la mirada y provocando que una lágrima se despegara de su piel para caer contra el suelo. 

—Las sumisas tienen que cerrar su boca y obedecer —escupió con rabia.

—No contra su voluntad —afirmó Yuri, quien decidió caminar junto a la chica y no voltear a ver la cara que lo descomponía.

—Víctor —dijo Otabek sin despegar la mirada del acosador—, iré a llamar a la policía, ¿puedes hacerte cargo de este bastardo? 

—Ve —respondió el ruso acercándose unos pasos. 

En cuanto Otabek desapareció de su campo de visión, el tipo intentó huir y desaparecer entre el gentío y la oscuridad del lugar, pero Víctor lo redujo con mucha facilidad y el hombre terminó arrodillado en el suelo, con el zapato de Víctor presionando en su espalda y sus brazos estirados dolorosamente hacia atrás mientras Víctor los sostenía con fuerza. 

—Creo que ese lugar es mejor para ti por el momento —dijo Víctor burlón—. Al menos hasta que aprendas a dominarte a ti mismo. 

—¡Dios! Que terrible que hayan dominantes que hagan este tipo de cosas —dijo Guang aferrado al brazo de Leo—, me hace recordar que han desaparecido algunos sumisos, varios eran amigos míos. Me pregunto si la policía ha avanzado en la investigación, hace unas semanas vino una pareja de policías, incluso fuimos interrogados, pero no hemos sabido nada más. 

—Una escoria como esta no podría estar detrás de ese asunto —la voz de una mujer resonó con fuerza. Minako se había acercado, lucía preciosa con su traje ajustado y su largo y abundante cabello suelto—. Hay que tener cerebro para planear ese tipo de cosas y se ve desde lejos que él no lo tiene. 

Víctor esbozó una sonrisa ante las palabras de la Dómina. 

—Es cierto, este tipo no es más que un fracasado que no merece pisar un lugar como este —respondió Víctor. 

En ese momento apareció Otabek acompañado por dos hombres de seguridad, ellos mantendrían al hombre en custodia hasta que llegara la policía. 

—Gracias —dijo la chica que había estado ubicada cerca de Yuri. Se había mantenido en silencio, pero pronto la tensión volvió a estallar de sus ojos y en su cuerpo tembloroso.

Guang intentó acercarse a ella para calmarla, pero en cuanto tocó su hombro Yuri quitó su mano de manera agresiva.

—Yo me encargaré de ella —dijo mirándolo sin ninguna simpatía. Guang retrocedió algo impactado por la agresividad del rubio. 

—Yuri —la voz de Otabek sonó seca—, discúlpate inmediatamente por tu comportamiento.

Yuri tensionó su mandíbula y apretó sus puños, pero finalmente volvió a mirar a Guang, y a Leo que había abrazado a su pareja.

—Lo siento —dijo masticando su rabia—, creo que estoy algo alterado por lo ocurrido, no se volverá a repetir. 

Una caricia de los dedos gruesos de Otabek en su cabello ayudaron a que el policía se relajara un poco.

—Gatito, ve con ella a mi oficina, dile a mi secretaria que les prepare un té. Ambos necesitan calmarse.

—Sí, Amo. 

Respondió para luego llevarse a la muchacha como Otabek ordenó. Sokolov y Petrov, que habían guardado silencio, se acercaron un poco más. 

—Tu sumiso es sorprendente, Otabek —dijo Alexander—. No sé si me atrevería a tener un sumiso que sea capaz de conectar un golpe de esa manera —rio. 

—No veo el problema —respondió Otabek—. Les recuerdo que su sumisión es voluntaria. 

—Eso es cierto, y se ve lo difícil que sería someterlo contra su voluntad —comentó Iván. 

—¿Contra su voluntad? —preguntó Minako uniéndose a la conversación—. Creo que es absolutamente impertinente ese tipo de comentarios, ¿o les recuerdo lo que es el BDSM? Al menos yo soy una Dómina, no una maldita sádica abusadora. 

♤♤♤♤♤♤♤

—¿Cómo te llamas? —preguntó Yuri.

—Yuko —respondió la mujer con una suave sonrisa mientras dejaba la taza vacía en una mesa lateral. 

Se veía mucho más tranquila ahora que estaba a solas con Yuri en la amplia oficina de Otabek Altin.

—¿Llevas mucho tiempo en este mundo? —preguntó Yuri.

—Un par de meses, pero no he tenido suerte —rio, aún así, la tristeza se colaba por el encantador sonido de su risa—. No he logrado conectar con ningún dominante, tal vez en el fondo tengo miedo y me cierro a la posibilidad de conocer a alguien, pese a que deseo y necesito experimentar este estilo de vida. Aunque con lo que pasó hoy no sé si algún día me atreva, tal vez viviré frustrada para siempre por… —Yuko calló de pronto—. Lo siento, tal vez te estoy aburriendo con mis cosas.

—No, para nada. Yo también soy nuevo en este mundo. Otabek Altin es mi primer Dominante.

—¿Y ha sido una experiencia satisfactoria?

—Sí —respondió algo sonrojado por admitirlo.

—¡Me alegra! Siempre escucho comentarios positivos sobre él.

—Es un excelente Dominante, tiene mucha experiencia.

—¿Crees que conocerá alguien que acepte entrenarme? Nadie en mi entorno es parte de este mundo y como entré hace poco no conozco a muchas personas en las que confíe. Busqué en sitios web algunos Dominantes que prestan servicios como entrenadores, pero me da miedo ir a ciegas, sin una referencia de que seré guiada de manera apropiada. 

—Es probable que él te pueda recomendar a alguien, después de todo, lleva años en la escena. Es posible que conozca a todos los dominantes experimentados que frecuentan este y los otros clubes importantes de BDSM. 

☆☆☆☆☆☆☆

El resto de la semana pasó bastante rápido y el viernes volvieron a reunirse como el equipo que eran, Christophe volvió a sesionar con Minako y Phichit con Seung. Si bien ninguno de los dos podía asegurar que fueran inocentes, al menos coincidían en pensar que no había en ellos nada que les llevara a desconfiar. De entre los diez sospechosos que habían listado en un primer momento, consideraban que ellos dos podrían ser los primeros en tacharse. 

Christophe también había logrado entablar conversaciones con otros dos sospechosos, pero no había obtenido información relevante para la investigación. Por su parte, Phichit había contactado con otro sospechoso y habían acordado una sesión que se llevaría a cabo en una habitación del club “Algolagnia”, el día martes de la siguiente semana. 

Dos sospechosos habían salido de la ciudad hacía tiempo y no habían podido hablar con ellos. 

Los tres sospechosos restantes habían tenido mayor contacto con Víctor, Yuuri y Yurio. Víctor se inclinaba a pensar que Sokolov y Petrov podrían estar involucrados, pero coincidía con Yuuri al pensar que eran demasiado indiscretos para liderar algo de ese estilo. Plisetsky también sospechaba de ese par, pero había algo que seguía haciendo ruido en su cabeza.

—Me acercaré a Guang Hong Ji —declaró de pronto—, dijo que varios de los sumisos desaparecidos eran amigos suyos y por lo que he visto es bastante amigable al igual que Leo de la Iglesia. Algo me dice que si me quedo cerca de ellos podré averiguar alguna cosa interesante. 

—Confío en tus instintos —dijo Yakov aprobando la estrategia del joven policía. 

—Yo he estado frecuentando a Jean Jacques Leroy —confesó Mila—. Me ofreció entrenarme como Dómina y acepté. Jean es bastante abierto a la hora de expresar opiniones y conoce bastante bien el terreno en el que se mueve. Creo que podría darnos algunas pistas interesantes. 

—Supongo que era inevitable que también cayeras dentro de este estilo de vida —dijo Yakov resoplando—. Bien, Christophe y Phichit ustedes sigan como hasta el momento e intenten descartar o confirmar la participación de los Dominantes que han conocido en la desaparición de los sumisos. 

—A la orden —dijeron ambos. 

—Víctor y Yuuri, se encargarán de averiguar qué tanto tienen que ver Alexander Sokolov e Iván Petrov con las desapariciones. —ambos asintieron—. Yuri, averigua si tus suposiciones con Guang Hong Ji y Leo de la Iglesia son acertadas. Y Georgi…

Las miradas se dirigieron hacia el policía que había estado en silencio.

—Yo… Me he estado viendo con Anya.

—¿Anya? ¿Qué Anya? —preguntó Yakov.

—Ella es una de las actrices de Cialdini. No es practicante del estilo de vida, pero conoce bastante al respecto, debido a su oficio como principal estrella de Cialdini. 

—Espera, espera… ¿Qué tiene que ver eso con la investigación? —preguntó Yuri—. No será que tú, ¿te enamoraste de una actriz porno? —la cara de Plisetsky hizo saltar a Mila.

—¡Ey! Qué aquí ninguno de nosotros tiene derecho a juzgar la sexualidad de nadie, sumiso. 

El rojo tiñó la piel nivea de Yuri, quien se vio enfrascado en una discusión con la pelirroja, hasta que el mismo Yakov la detuvo dando un fuerte golpe en el mesón. Cuando todos guardaron silencio miró a Georgi.

—¿Qué tiene que ver eso con la investigación? —preguntó Feltsman. 

—Anya conoce a los dominantes que no se encuentran en Moscú. Uno de ellos es el francés Pierre Fleury; la información que me entregó es que salió de Rusia poco después de las primeras desapariciones porque su madre enfermó y se encuentra hospitalizada. Confirmé el vuelo, él y su sumisa, que es también su esposa, abordaron rumbo a la ciudad de Lyon. También me comuniqué con el hospital francés y efectivamente su madre se encuentra allí. Creo que por las fechas es poco probable que esté involucrado en los secuestros —relató con profesionalismo, aunque el sonrojo de sus mejillas y sus orejas era aún bastante evidente.

La reunión duró poco más y luego, cada uno tomó sus cosas para encaminarse a sus respectivos asuntos. 

♧♧♧♧♧♧♧♧

Era ya de noche y la habitación estaba tenuemente iluminada. Sobre la cama, Yuuri se encontraba desnudo esperando instrucciones, solo llevaba sobre su cuerpo el collar que indicaba su pertenencia a un único amo. 

Víctor se encontraba de pie frente a la cama, vestía un jeans ajustado y una camisa blanca que le quedaba algo holgada, tenía los brazos cruzados y en la mano derecha portaba su fusta. 

—Abre tus piernas, deseo ver lo que tienes allí —ordenó. 

Yuuri se apoyó en sus codos, abrió y flexionó sus piernas enseñando su miembro semierecto y también mostrando la palpitante entrada de su ano. Víctor tocó a Yuuri con la lengüeta de la fusta, recorrió sus muslos y su pene con lentitud.

—Eres hermoso —pronunció, sin despegar sus ojos oscurecidos del cuerpo de su sumiso. 

—Gracias, Amo —respondió ruborizado ante el halago. 

—Tócate para mí, quiero observar cómo te entregas placer a ti mismo. 

Yuuri dejó caer su cuerpo sobre el colchón y comenzó a acariciarse con sus cálidas manos. Su mano izquierda bajó hasta posarse entre sus piernas, tomando en ella la piel sedosa de su pene, masajeando con suavidad, alternando los toques hacia sus testículos. Su mano derecha, en cambio, subió hasta sus pezones marrones, acariciando en un contacto delicado su botón izquierdo.

Poco a poco, la placentera vocalización de su placer comenzó a llenar la habitación de jadeos largos, profundos y graves. Sus ojos se cerraban y su rostro se congestionaba en una expresión que mostraba la tensión y el placer que sus propias caricias provocaban. 

—Detente —ordenó Víctor al darse cuenta que el orgasmo comenzaba a crearse en el cuerpo de Yuuri. Su sumiso obedeció y dejó sus manos descansar a los costados de su cuerpo. El pecho de Yuuri subía y bajaba, su respiración era errática y fuerte, su cuerpo estaba perlado por el brillante sudor que aún no se transformaba en gotas que recorrieran su piel, pero que incluso así lo hacían ver húmedo y caliente. 

La fusta de Víctor recorrió el cuerpo de Yuuri, hundiendo la piel por donde tocaba, desplazándose con lentitud. 

—Date la vuelta y muéstrame cómo juegas con tus dedos dentro de tu ano. 

Yuuri se giró, quedando con las rodillas sobre la cama, dejó descansar su cabeza sobre el colchón y levantó su cadera para que su amo tuviera la mejor de las vistas, llevó sus manos a su miembro y dejó que sus dedos quedaran bañados en líquido preseminal, inmediatamente despues guió sus manos entre sus nalgas para comenzar a jugar con su agujero palpitante.

La mano izquierda de Yuuri se mantuvo en su pene mientras los dedos de la derecha ingresaban uno a uno dentro de su cuerpo; dos dedos hurgaban, abrían y cerraban, dentro de él. 

Sin dejar de mirarlo, Víctor comenzó a dar repetidos golpes sobre los muslos de su sumiso. No imprimía fuerza en ellos, no buscaba causar dolor en ese momento, era más bien un golpe erótico que buscaba calentar la zona y provocar el enrojecimiento de la piel.

—Amo —gimió preso de las sensaciones de su cuerpo—, por favor, estoy a punto de correrme.

—Tienes mi permiso —respondió Víctor. 

En el preciso instante en que Yuuri se dejaba arrastrar por el orgasmo, un golpe algo más fuerte lo sacudió con violencia, logrando que su semen saliera vigoroso y chocara contra la cobija que cubría la cama. 

El cuerpo de Yuuri estuvo a punto de desplomarse, pero Víctor lo sujetó de la cadera y lo empujó contra su pecho, haciendo que el peso de Yuuri cayera sobre él. Víctor recogió con sus dedos un rastro de semen que había quedado entre las piernas de Yuuri y lo acercó a la boca del sumiso, quien obediente entreabrió sus labios y recibió su propio sabor mientras chupaba los dedos largos de su Amo. 

—Has manchado el cobertor, tendrás que limpiarlo con tu lengua —susurró Víctor en el oído de Yuuri.

—Lo siento, Amo, limpiaré enseguida —respondió respirando profundamente para regularizar su respiración.

Yuuri se inclinó y lamió lentamente su semen ante la profunda mirada de Víctor. 

—Eres tan bueno, Yuuri. El único capaz de satisfacerme. 

—Me hace feliz escuchar eso, Amo —Yuuri giró para mirar a Víctor y mostrarle la bella sonrisa que había en su rostro. 

Víctor tomó las mejillas de su sumiso entre sus manos y lo besó. Fue un beso voraz, demandante, colmado de la pasión que ambos sentían por el otro; de exigencia y entrega. Cuando separaron sus rostros y sus ojos se encontraron frente a frente, vieron el deseo impreso con fuego, Yuuri suspiró.

—¿Qué desea, Amo? Estoy dispuesto a satisfacerlo de la manera en que usted ordene. 

—Deseo azotarte hasta hacerte llorar y follarte hasta quedar completamente seco. 

—Empiece, Amo, por favor…

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