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Sumisión (Cuidaré de ti)


Las semanas de entrenamiento pasaron rápidamente, y Otabek estaba satisfecho en muchos sentidos. Sentía la satisfacción de haber encontrado un sumiso que respondía adecuadamente a sus demandas, un sumiso que en su vida diaria tenía el carácter suficiente para encarar a quien se le pusiera por delante, pero que en sesión podía gozar de lo que significaba entregar el control y simplemente liberarse de todo aquello que le era innecesario para entregarse al placer de sus inconfesables fantasías. Otabek deseaba a Yuri y estaba convencido de que el rubio policía estaría a sus pies por un tiempo mucho más largo de aquel previamente acordado por su misión. 

Otabek también se sentía satisfecho como maestro. Le gustaba observar como la relación entre Yuuri y Víctor encajaba perfectamente con su estilo de vida, nadie podría sospechar que una pareja tan compenetrada estuviera ahí simplemente por orden de su superior jerárquico para llevar a cabo una investigación policial. A Otabek le gustaba guiar a parejas novatas en el arte del BDSM, más cuando encontraba en ellos a un Dominante sensato que se conducía sin olvidar el bienestar de su sumiso, y a un sumiso receptivo dispuesto a obedecer sin intentar manipular al Dominante. 

También se encontraba conforme con Christophe y Phichit. Chris parecía divertirse genuinamente en el papel otorgado y se encontraba dispuesto a aprender y a experimentar. Phichit, si bien no se mostraba realmente interesado, era capaz de adoptar el rol con el profesionalismo de un policía acostumbrado a hacer lo necesario para llevar a cabo su tarea, sin lugar a dudas podía ser perfecto para relacionarse con Dominantes sin involucrarse demasiado, interpretando el papel de un sumiso inexperto en busca del Amo adecuado. 

Las dos semanas en la cabaña habían sido intensas, les había mostrado las diferentes prácticas que se podían encontrar en el BDSM, un amplio abanico de posibilidades. Experimentaron con varias prácticas, las más comunes y de intensidad adecuada para personas novatas, el resto las explicó y miraron a través de vídeos. Algunas fueron interesantes para sus aprendices, otras descartadas inmediatamente; aunque nunca se sabe y con el tiempo los límites pueden variar. Aquél domingo era el último día en aquella cabaña solitaria y los tres jóvenes sumisos se encontraban desnudos y arrodillados frente a los dominantes.

—¿Por qué están a nuestros pies? —preguntó Otabek con su voz varonil y grave. 

—Para obedecer —respondieron los tres al mismo tiempo. Eso era lo que habían aprendido aquellos días, la obediencia sustentaba la sumisión a la que decidían someterse mientras duraba el juego. 

—La escena ha concluido —dijo Otabek luciendo más relajado—, pueden ponerse de pie y subir a vestirse. 

Los tres se levantaron, dejando aquella posición que había sido la más frecuente para ellos durante esas semanas. Yuri fue el primero en desaparecer escaleras arriba, subió raudamente; de pronto, fuera ya de aquel juego, se sintió expuesto y vio su desnudez como una muestra de las vulnerabilidades que siempre se había esforzado por esconder. Víctor, en cambio, cubrió a Yuuri con su chaqueta, besó su frente y lo acompañó escaleras arriba. Phichit se estiró como si acabara de levantarse, masajeó sus músculos sin darle ya importancia a su falta de ropa y luego subió tranquilo al segundo piso. 

Cuando Yuri estuvo a solas se miró en el espejo que cubría una de las paredes de aquella habitación que había compartido con Otabek aquellos días. En sólo dos semanas había sido testigo de las múltiples facetas de aquel dominante, y aunque pusiera a su trabajo como excusa para aceptar ser tratado como su sumiso, lo cierto es que había disfrutado cada minuto de aquellas sesiones. Sí, había disfrutado cuando Otabek golpeaba su piel, cuando lo llamaba con palabras sucias que en otro momento le habrían parecido humillantes e inaceptables, incluso había disfrutado siendo expuesto a la mirada de sus compañeros mientras se dejaba seducir por aquella parte suya recién descubierta, aquella parte que era libre en la sumisión porque no era más que su voluntad la que deseaba someterse; someterse para que su bienestar y placer fueran preocupación de otra persona y él simplemente acallar las voces de su pensamiento, entregado. 

El calor comenzó a subir por el cuerpo de Yuri, pero no se tocó pese a que su pene comenzaba a despertar, anhelante. Yuri no se tocó porque la última orden de Otabek había sido clara y ahora todos sus orgasmos les pertenecían a ese moreno de ojos inescrutables. Yuri sabía que tenía libertad para quebrantar ese mandato e incluso podía mentirle a Otabek al respecto, no obstante, deseaba obedecer; lo deseaba más que nada. 

«¿Cómo es posible que alguien tan rebelde desee con tal fervor obedecer?»

Yuri se lo preguntaba constantemente. 

«Tal vez simplemente nunca antes encontré a la persona adecuada para desearlo»

Y Otabek lo era, lo era al usar su voz demandante que para Yuri era un canto erótico y seductor. Lo era al mostrarse absolutamente dominante y usarlo a su antojo, logrando que Yuri lo reconociera como Amo. Lo era cuando al terminar las sesiones lo trataba con cuidado, masajeando su piel y confirmando que su cuerpo estuviera en buenas condiciones, haciendo que Yuri se sintiera seguro y protegido, pese a todo. 

Y Yuri sabía que no había vuelta atrás. Yuri deseaba aún más. 

♤♤♤♤♤♤♤♤♤♤♤

Víctor y Yuuri se miraron a los ojos al encontrarse nuevamente a solas en aquel cuarto en el que habían redescubierto mucho de ellos mismos y su relación. La piel y la memoria de Yuuri habían sido marcadas de una manera nueva y adictiva; sumiso, esclavo y mascota ahora eran roles que formaban parte del repertorio que Yuuri estaba dispuesto a interpretar sólo para complacer al Amo en que Víctor se estaba convirtiendo. 

Definitivamente ninguno de los dos se miraría con los mismos ojos luego de aquellas semanas de entrenamiento. Ahora se miraban con mayor conocimiento de ellos mismos y del otro, también con mayor aceptación de sus fantasías y deseos.

—Te amo —dijo Víctor rodeando el cuerpo de Yuuri en un cálido abrazo.

—Lo sé, Víctor —respondió acomodando su rostro en el pecho de su pareja—. Yo te amo también.

Y así es, se aman y seguirán siendo el par de melosos que caminan de la mano. Víctor seguirá robando besos a Yuuri, Yuuri seguirá sonrojándose ante las muestras públicas de afecto por parte de Víctor. Porque fuera del rol siguen siendo los mismos. 

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Por su parte, Phichit se vestía con calma. Había mirado un momento las marcas que ahora llevaba en la espalda, Chris se había entusiasmado en la última sesión que tuvieron. Al moreno le había dolido sentir la fusta sobre su piel, aunque realmente Chris no lo había lastimado y Phichit sabía que era algo a lo que debía acostumbrarse mientras la investigación siguiera su curso. Sin embargo, una parte de él se encontraba absolutamente sorprendido por el actuar de sus compañeros; ya no le cabía duda de que Víctor y Yuuri realmente mantendrían una relación BDSM, también había notado que había algo más que profesionalismo en el actuar de Yuri y… bueno, Christophe era Christophe y no dudaba de que él fuera un hombre capaz de experimentar con cualquier tipo de cosa. 

Pero para Phichit esa conexión entre el dolor y el placer no se generaba. Era capaz de soportar mucho dolor físico; por su entrenamiento como policía, por sus vivencias pasadas en otras misiones, pero no le era nada placentero. Podía disfrutar de algunas nalgadas o mordidas eróticas, pero no de ser azotado o cosas más dolorosas que esa. Tampoco funcionaba el sometimiento psicológico, era capaz de calentarse con palabras sucias, pero palabras humillantes le eran desagradables y el trato de mascota o juguete sexual le parecía denigrante. Sabía que en el contexto del BDSM todo era parte de un juego de roles y cómo policía en una misión no le afectaba recibir ese trato, pero tampoco lo excitaba y debía recurrir a sus propias fantasías para fingir que sí lo hacía. 

♤♤♤♤♤♤♤♤♤♤

—Cuando esta misión termine, creo que buscaré experimentar desde el lado sumiso —dijo Chris a Otabek. Estaban sentados en los amplios sofás del primer piso esperando a los demás—. Me agrada mucho ser el Dominante, pero creo que me gustará igual ser el sumiso. ¿Es extraño gustar de ambas posibilidades? 

—Son pocas las personas que pueden intercambiar roles con facilidad —contestó el moreno—, pero hay algunos dominantes cuya primera experiencia fue como sumiso. También es posible encontrar el caso de Dominantes que encuentran un Dominante mejor y deciden someterse, pero no es común. 

—¡Vaya!

—Hay de todo, como en todas partes. 

—¿Siempre fuiste dominante?

—Sí.

—¿Nunca te ha llamado la atención probar desde el otro lado?

—No. 

—Yo creo que es divertido —sonrió Chris—, experimentar todo tipo de cosas es algo que siempre me ha gustado. 

Los peldaños de las escaleras comenzaron a sonar, Yuri bajaba ya vestido y con su bolso colgando, Phichit venía tras él, al bajar se sentó en el sofá.

—Espero que ese par de idiotas baje pronto —bufó—, no me extrañaría que su hubiesen puesto a follar aún sabiendo que es hora de marcharnos. 

—¡Yurio! —dijo Phichit carcajeándose por el comentario—, extrañaba tu mal humor —confesó después, provocando que el rubio se sonrojara.

—Me llamo Yuri —aclaró frunciendo el entrecejo.

☆☆☆☆☆☆☆☆☆

El día Domingo por la tarde llegaron a Moscú y cada uno se fue inmediatamente a su respectivo hogar. El día lunes debían llegar temprano a las oficinas del equipo Platino y el día martes recorrerían las instalaciones del club Eros antes de presentarse como parte de los amantes del BDSM. 

El inicio de semana se presentó frío, y a las nueve de la mañana ya la mayoría se encontraba en la sala de reuniones. Mila fue la última en llegar, y su sonrisa no se hizo esperar.

—¿Cómo están esos culos azotados? —preguntó sin vergüenza.

—¡Mila! —exclamó Yuuri mientras el sonrojo hacía que su rostro se sintiera ardiendo.

—¡Cállate, bruja! —gritó Yuri, también sintiendo ese calor producto del rubor. 

—Vamos chicos, no sean tímidos —dijo la pelirroja mientras intentaba controlar la risa que la hacía pronunciar entrecortadamente las palabras—, si aquí ya todos sabemos a lo que fueron. 

—¡Que te calles! —bufó molesto el rubio.

—¿Altin te dio muy duro gatito mal portado? —molestó la pelirroja.

—¡Silencio! —interrumpió Yakov mirando a sus subordinados—. Son policías no niños de primaria. 

Mila y Yuri se acomodaron en sus asientos junto a sus compañeros. Yakov miró a todos con severa expresión.

—Pasaremos a la fase dos de esta misión —dijo el policía—, la infiltración dará comienzo mañana mismo. No es conveniente que todos lleguen inmediatamente, aunque tampoco es extraño que siempre aparezcan rostros nuevos en los clubes. Lilia ha comentado dos cosas entre los sumisos y dominantes que asisten a su bar; la primera es que el hijo de una prima cercana vuelve después de una temporada en Japón y a partir de la próxima semana se lo podrá ver en el club junto a su pareja y sumiso. La segunda es que Otabek Altin encontró nuevo sumiso y lo ha estado entrenando a solas, Yuri será el primero en aparecer públicamente en el bar. 

—Entendido —respondió el joven policía mientras sentía el palpitar alborotado de su corazón ante la expectación que comenzaba a sentir. 

—Christophe y Phichit no irán inmediatamente a Eros. Elijan cualquier día y acudan a los otros clubes, Chris al Imperio de los Sentidos y Phichit a Algolagnia, conozcan gente y dejense ver, no hagan nada arriesgado pues estarán solos, sólo muestrense para que cuando vayan a Eros al menos alguien pueda reconocerlos y no parezca que hay demasiados rostros nuevos en un mismo lugar.

El resto del día Mila y Georgi compartieron la información que habían obtenido de sus visitas a los clubes. También estudiaron los perfiles de los diez sospechosos en los que se centrarían; cuatro de ellos eran accionistas de los clubes que investigarían y un quinto era dueño de un club más joven y pequeño, un club al que sólo podías asistir con invitación y firmando un contrato de confidencialidad.

—Me parece sospechoso tanto hermetismo —dijo Yuri.

—Hay varios clubes que funcionan así —contestó Mila—, el BDSM no es algo que todos practiquen libremente, la mayoría desea tener esa parte de su vida oculta y prefieren este tipo de clubes para resguardar su privacidad.

—Aunque en todos los clubes se tiene por regla que si te encuentras con alguien conocido no debes decirlo. Y que tampoco puedes revelar la identidad de las personas que conoces en esos lugares —agregó Georgi.

—Nosotros hemos entrevistado ya al dueño de ese club de admisión reservada —dijo Mila—, pero como no se han registrado desapariciones en ese lugar y no hay algo contundente que nos haga sospechar de su dueño, no podemos imponer nuestra presencia en ese club. 

—Lo ideal sería que alguno de ustedes sea invitado —habló Yakov mirando a sus subordinados. 

El día pasó rápido para los policías, repasando una y otra vez los antecedentes del caso, memorizando datos, conjeturando teorías. El día pasó rápido y el martes llegó con un cielo despejado y una mañana tan fría como la anterior. 

Los policías llegaron a Eros a las cuatro de la tarde. Otabek se encargó de mostrarles el lugar, era amplio y tenía varias estancias. En el primer piso había una pista de baile, la barra de un bar, mesas y asientos; parecería un club normal de no ser por la jaula que había en medio del lugar y las cruces de  san Andrés que adornaban una pared.

—La jaula y las cruces son utilizadas por los más exhibicionistas —relató Altin—. Allí —dijo después refiriéndose a una tarima en la que habían varios tubos de pole dance—, suelen estar los sumisos sin contrato, bailan y se muestran para llamar la atención de los dominantes. Los más tímidos o novatos simplemente se arrodillan o se sientan a esperar que alguien se les acerque, los más extrovertidos se acercan al bar y entablan conversaciones para conocer más gente. Los sumisos más experimentados generalmente van directamente con el Dominante que desean. 

—Muchas maneras de buscar dominante —dijo Chris.

—Claro, como en todo lugar —respondió Otabek. 

Después se dirigieron al segundo piso, ahí había salas más pequeñas y de todo tipo; para reuniones, para ver películas, una biblioteca, y también cuartos privados ambientados con diversas temáticas.

—Se puede sesionar en cualquier lugar —aclaró Otabek—, pero la mayoría prefiere ir al subterraneo. Ahí hay todo tipo de juguetes y elementos de tortura y placer. 

Altin los guió a ese lugar, llamado la mazmorra, un espacio amplio y lleno de juguetes de todo tipo.

—No tengo idea para qué demonios sirven la mayoría de estas cosas —dijo Yuri paseando sus ojos por el lugar. 

—Ya lo sabrás —respondió Otabek sin cambiar la expresión de su rostro, Yuri no pudo evitar tragar saliva ante tal declaración. 

Después del recorrido los policías se retiraron, exceptuando a Plisetsky. Yuuri y Víctor harían su aparición en el lugar el lunes siguiente, Chris y Phichit comenzarían también aquella semana. Pero Yuri ya debía comenzar a ser visto en aquel lugar; Altin había vuelto y él era su sumiso. 

Otabek llevó a Yuri a su oficina, se sentaron frente a frente en los cómodos sillones de cuero negro y se quedaron en silencio por unos largos momentos.

—Serás mi sumiso —afirmó Otabek rompiendo el silencio y haciendo que el cuerpo de Yuri se estremeciera.

—Seré tu sumiso —confirmó el rubio sin poder evitar el rubor en sus pálidas mejillas. 

—Hablaremos de los términos de nuestra relación —demandó—, quiero saber si hay alguna cosa que no estés dispuesto a hacer. 

—No quiero cambiar mi imagen, me refiero a cortes de cabello, piercing, tatuajes o cosas de ese estilo. En las sesiones y en el club aceptaré usar o vestir como prefieras, pero no llevaré nada que sea permanente y esto es un límite duro. 

—Entiendo, está bien para mí excepto por una cosa. 

—¿Cuál?

—Mi collar, debes llevar siempre el collar que te daré —Yuri se mordió el labio y su expresión fue de aprensión—. No te preocupes por ello —tranquilizó Otabek al ver cierto recelo en los ojos verdes—, será una joya discreta no un collar de perro. 

—Está bien, sé lo que significa el collar y acepto llevar el tuyo.

—¿Algo más?

—Nada de cosas asquerosas, jamás. —Otabek levantó una ceja; la definición de cosas cosas asquerosas variaba bastante de persona en persona—. Me refiero a lluvia dorada, coprofilia y similares. No estoy dispuesto a ser el baño de nadie. 

—De acuerdo. 

—Por último, tampoco quiero fisting. Me da repelús imaginarmelo.

—Muy bien. Respetaré lo que me has dicho como tus límites duros. Con respecto al dolor que puedes experimentar u otras prácticas que te puedan generar incomodidad en algún momento, podemos hablarlo sin problemas. Por favor, dime siempre como te estás sintiendo en sesión y usa la palabra de seguridad si algo no te está gustando. También puedes escoger una palabra intermedia, que me indique que necesitas que la intensidad del juego baje o que necesitas un respiro. 

—Sí, me gusta esa idea. Sé que ahora no estaré en el entrenamiento, pero aún no conozco todos mis límites. 

—Los iremos descubriendo y ampliando con el tiempo. 

—De acuerdo. 

—Bien, Yuri. Ahora te diré qué cosas no me gustan a mi. 

—Te escucho.

—La desobediencia y la manipulación. Hay quienes disfrutan de los castigos, pero si yo doy una orden quiero que se cumpla, si no puedes obedecer por algún motivo razonable quiero que me lo digas claramente. No desobedezcas sólo para obtener un castigo; yo quiero un sumiso no un simple masoquista que busca llevar a su dominante al límite para obtener placer a través del dolor físico. 

—Entiendo. 

—Ahora quiero que entremos a una sesión, ¿estás de acuerdo?

—Sí —respondió sintiendo como todo su cuerpo temblaba con anticipación a lo que vendría, lo deseaba, deseaba experimentar la sumisión nuevamente. 

—Ponte de pie y acércate a mí.  

Yuri obedeció y caminó el corto espacio que lo separaba del dominante, Otabek se puso de pie también y comenzó a desvestir a Yuri. 

—Me gusta que mi mascota esté desnuda —dijo mientras retiraba las prendas de Yuri—, desnuda y preparada para lo que yo desee. De ahora en adelante no podrás entrar vestido a Eros, te quitarás la ropa en la calle antes de entrar, ¿entendido?

—Sí, Amo —respondió mientras los dedos gruesos de Otabek tocaban su piel suave. 

—Siéntate sobre esa mesa —indicó Altin cuando Yuri ya estaba totalmente desnudo, la mesa se encontraba junto al ventanal que permitía tener una visión panorámica de lo que sucedía en el salón principal de Eros.

Yuri obedeció y se subió a la mesa, Otabek abrió uno de los cajones de su escritorio y tomó un vibrador anal que estaba envuelto en una delicada seda blanca.

—Abre las piernas —ordenó mientras ponía lubricante sobre el vibrador. Yuri obedeció, subió los pies a la mesa y abrió sus blancas y delgadas piernas, exponiéndose completamente para su amo. 

Otabek acercó el vibrador a la entrada palpitante de Yuri, pero en ese momento la puerta del despacho fue abierta. 

—¡Otabek! ¡Al fin puedo verte! —dijo JJ entrando sin permiso a la oficina del dominante. 

Yuri cerró las piernas e intentó cubrirse ante la intromisión, pero Otabek lo miró severo.

—Abre las piernas ahora —ordenó seco, provocando un escalofrío en el cuerpo del rubio. Yuri obedeció y se expuso nuevamente ahora ante los dos hombres. Otabek miró a JJ y se dirigió a él—. ¿Nunca aprenderás a tocar la puerta? —preguntó. 

—Vamos, amigo, ¿sólo eso dices después de tanto tiempo sin vernos? —respondió el canadiense pasando su brazo a través de los hombros del moreno—, vengo a invitarte al aniversario de mi club, será muy interesante, te lo aseguro. 

—Sé que esperar de ti, pero no hace ni dos meses celebrante el aniversario  —respondió Otabek con una mueca que podría significar una sonrisa. JJ rió, su expresión era divertida y confiada.

—Me gusta hacer las cosas en grande y diez meses pasan en un suspiro.

—Sí tu lo dices —respondió  Otabeck sin comprometerse. JJ entonces fijó su mirada en el sumiso que había estado ignorando, sus ojos azul grisáceos recorrieron su cuerpo con descaro.

—Es muy lindo tu juguete nuevo —dijo después de analizar en detalle el cuerpo de Yuri. Miró el vibrador en las manos de Otabek y una sonrisa lujuriosa se dibujó en su rostro—. ¿Me permites? —preguntó al otro dominante extendiendo su mano hacia el juguete. 

Otabek guardó silencio unos momentos, parecía reflexionar sobre la petición de su amigo. 

—De acuerdo —dijo finalmente extendiendo el juguete que fue recibido con entusiasmo por el canadiense. 

Yuri buscó la mirada de Otabek y este le devolvió la expresión severa de quien deseaba ser obedecido, el policía no encontró motivos para oponerse; deseaba complacer a Otabek, aunque eso significara dejar que su cuerpo fuera utilizado por alguien más. 

Jean, al ver que no había objeciones, se acercó más al hermoso sumiso, acarició sus largas piernas y luego acercó el juguete hasta su entrada. La vibración comenzó suave y la presión que el canadiense ejerció para abrir el interior de Yuri fue delicada y con movimientos ondulantes, el juguete entró poco a poco, llenando el espacio dentro del cuerpo del sumiso de manera placentera. Un gemido escapó de entre sus labios cuando la base del juguete chocó contra su piel. 

Leroy sonrió con suficiencia al ver los ojos verdes brillando por la excitación, subió la intensidad de la vibración y la mezcló con movimientos de entrada y salida, la suavidad que había utilizado al principio lentamente se fue transformando en algo intenso y poco delicado. La vibración aumentó hasta llegar a la máxima potencia, los movimientos se transformaron en fuertes estocadas en las que el juguete recorría con fuerza el interior del joven policía. 

—Recuerda que tus orgasmos me pertenecen, gatito —recordó Otabek—, tienes prohibido correrte con él. 

Yuri respiró profundo intentando contener las sensaciones, forzándose a evitar el orgasmo que había empezado a formarse en su cuerpo. JJ reía y mostraba su maestría cambiando la intensidad y la manera de mover aquel juguete, torturando a Yuri, quien apretaba sus manos resistiéndose a lo que parecía inevitable. 

Las piernas de Yuri comenzaron a cerrarse en un intento por huir de lo que estaba sintiendo, pero la voz de Otabek ordenándole abrirlas aún más detuvo su vano intento. 

—Es un juego divertido, tu gatito hace expresiones adorables —dijo el canadiense mientras miraba fijamente el rostro sudoroso y enrojecido de Yuri—, sería hermoso ver ese rostro lleno de semen ¿no es cierto? 

—Por supuesto —dijo Otabek tomando el cabello de Yuri y obligándolo a alzar más su rostro; sus labios estaban enrojecidos e hinchados debido a que los mordía intentando contener sus gemidos, sus ojos parecían al borde de las lágrimas y su expresión mostraba la tensión que le provocaba retener su liberación. 

La mano libre de Leroy comenzó a masturbar el erecto y húmedo pene del rubio, estaba decidido a provocar el orgasmo del sumiso y sonreía satisfecho al ver la mirada suplicante que le indicaba que no podría resistir mucho tiempo más. 

—Amo —susurró finalmente Yuri buscando los ojos de Otabek, el moreno lo miraba con las pupilas dilatadas y la mirada oscurecida de deseo—, por favor… —suplicó.

La mano del canadiense comenzó a subir por el abdomen de Yuri hasta llegar a sus pezones rosados, comenzó a estimularlos, acariciando, apretando. 

—Sabes gatito —dijo acercando su boca al oído de Yuri—, me encantará ver el castigo que Otabek te dará después de que te corras por mí. 

El aliento de Leroy sobre su piel lo hizo estremecer, y un ronco gemido que no pudo ser contenido escapó de entre sus labios cuando la lengua caliente del canadiense recorrió su cuello y el lóbulo de su oreja. JJ repartió besos en la piel de Yuri, por su pecho y su abdomen, hasta que sin previo aviso devoró el miembro palpitante del policía. 

La calidez de aquella boca y la habilidad de su lengua experta hicieron que Yuri no pudiera contenerse más. La liberación fue placentera y sus músculos laxos lo hicieron caer completamente exhausto sobre la mesa en la que se encontraba. 

—¡Delicioso! —exclamó el canadiense relamiendo sus labios—. No seas muy duro con él, amigo. Se esforzó mucho por seguir tu orden, pero ya sabes, soy JJ después de todo —rio divertido. 

Cuando la respiración de Yuri volvió a la normalidad y se sintió más repuesto del orgasmo, se arrodilló sobre la mesa.

—Lo siento, Amo. No pude cumplir su orden. 

La mano izquierda de Otabek acarició los cabellos rubios de su sumiso. 

—Ya tendrás tu castigo —le dijo tranquilo—, pero ahora debes mostrar gratitud a Jean por el placer que te obsequió. 

Yuri miró a JJ, y esa sonrisa socarrona le provocó todo, menos deseos de darle las gracias.

—Baja de la mesa —dijo Otabek ayudándolo a ponerse de pie—, ahora arrodíllate y agradece. 

Yuri sintió que cumplir esa orden era incluso más difícil que exponer su cuerpo a un desconocido, no obstante, no dudó en ponerse de rodillas y bajar su cabeza para agradecer. 

—Gracias por el placer que me ha dado —dijo simplemente, sin mayor emoción, pero satisfecho de mostrarle a Otabek que deseaba obedecer sus órdenes, aunque antes no hubiera conseguido hacerlo. 

—Otabek, creo que tu mascota debería hacer por mí lo que yo hice por él. 

Otabek dibujó una sonrisa ladina en su rostro. 

—Puedes quedarte a ver la función —ofreció.

—Tentador —Jean sonrió y se acercó a los sillones de cuero, se sentó en uno de ellos dispuesto a observar lo que venía. 

En la oficina de Otabek había una especie de polea instalada en el techo, Yuri no se había percatado de aquello hasta que vió como sus manos eran atadas y luego sujetas a aquella polea que buscaba mantenerlo en una semi suspensión; las puntas de los pies de Yuri aún tocaban el suelo. Otabek entró por la puerta que había tras su escritorio y volvió con algunas cosas, una de ellas era un separador de piernas que ajustó a los tobillos de Yuri, luego, colocó unas pinzas en sus pezones; Yuri gritó cuando sus rosados botones fueron mordidos con fuerza por aquellos objetos, pero poco a poco el dolor comenzó a transformarse en oleadas placenteras que viajaban por su pecho y su vientre.

—Tus orgasmos me pertenecen —dijo Otabek con su voz profunda—, me gusta que los tengas y los disfrutes, pero sólo conmigo. Te castigaré por haber entregado uno de ellos a Jean. 

La respiración de Yuri era errática y su cuerpo se agitaba expectante. Las manos de Otabek comenzaron a recorrer la piel de su sumiso lentamente, aumentando la ansiedad del más joven. 

Después de unos tortuosos momentos Otabek tomó entre sus manos un plug anal que introdujo sin miramientos en el ano de Yuri, quien no pudo evitar soltar un jadeo de sorpresa. 

—Es un vibrador muy especial —dijo Otabek—, seré yo quien controle las vibraciones desde mi celular.

Otabek se sentó cerca de JJ y comenzó a jugar con el móvil en sus manos, aumentando las vibraciones hasta ver en el rostro de Yuri que se encontraba en el borde, a punto de dejarse ir. Momento exacto en que la vibración frenaba bruscamente, provocando una sensación de vacío y displacer en el rubio policía. 

Otabek y JJ parecían observar un espectáculo, uno donde el artista principal se encontraba suspendido y restringido, experimentando el placer y el displacer sin alcanzar a liberarse de aquella tortura; una tortura deliciosa y desesperante. Para Yuri llegaba a ser doloroso no poder alcanzar el clímax estando tan cerca, sólo para luego sentir como se escapaba de sus manos. 

—Amo, por favor… —suplicó mientras las lágrimas se derramaban de sus ojos. 

—¿Por favor qué? —preguntó después de aumentar la vibración para cortarla bruscamente nuevamente.

—Por favor, por favor deme un orgasmo. 

—¿Por qué me lo pides a mí? —la tortura seguía sin detenerse.

—Porque son suyos —respondió Yuri. 

—Entonces soy yo quien decide el momento —nuevamente el orgasmó se esfumó, pero esta vez Otabek se puso de pie y se acercó a su sumiso, tomó el rostro de Yuri y examinó aquellas esmeraldas verdes que lo miraban suplicantes, anhelantes y anegadas de lágrimas. Al dominante le pareció una imagen hermosa que guardaría para siempre en su memoria y se encargaría de repetir una y otra vez. 

—Amo —susurró Yuri. 

La vibración comenzó lenta y se mantuvo al mínimo, haciendo que Yuri gimiera sin poder contenerse, disfrutando de aquella suavidad que lo envolvía.

—¿Te gusta así, gatito? ¿Lento y suave?

—Sí Amo, me gusta. 

Otabek entonces llevó sus manos a los pezones de Yuri, y los acarició sobre las pinzas para luego abrirlas y liberar aquellos botones. El grito de Yuri no pudo ser contenido y su cuerpo se sacudió con violencia.

—Tranquilo —dijo Otabek con voz calma mientras masajeaba el torturado lugar— ahora tendrás tu premio. 

Otabek soltó las amarras de Yuri y lo tomó en sus brazos, quitó el plug anal y fue con él hasta el sofá que previamente había ocupado. El dominante liberó su propio miembro, el que también necesitaba atención y liberación, se enfundó un condón y luego sentó a Yuri en su regazo, dejando su espalda blanca contra su pecho, y lo penetró. 

—Amo —gimió con fuerza al sentir las estocadas firmes del dominante, estocadas que rápidamente lo transportaron al tan ansiado clímax, esparciendo su semilla entre su abdomen y el suelo. 

Pero Otabek aún no terminaba y seguía moviéndose dentro de él mientras enterraba sus dedos en las caderas blancas del ruso. JJ no había aguantado y se masturbaba con fuerza mientras sus ojos miraban oscurecidos la escena frente a él; alcanzó el orgasmo entre sus dedos cuando escuchó el ronco gemido de satisfacción que emitió Otabek al terminar dentro del cuerpo del hermoso sumiso que ahora descansaba exhausto en su regazo. 

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