El día en el que Víctor debía traicionar al Shinsengumi, finalmente había llegado.
Todo había comenzado días antes, cuando la noticia de que Katsura se encontraría en el puerto de Osaka con un comerciante extranjero llegó al Shinsengumi por medio de uno de sus espías. La información era cierta; finalmente habían conseguido quebrar el hermético círculo que protegía al líder del Ishin Shishi.
Durante dos días, los capitanes del Shinsengumi junto a los comandantes Hijikata y Kondo se mantuvieron reunidos organizando el ataque que se llevaría a cabo contra Katsura. Según la información conseguida, el líder contrario solo se movilizaría con un par de guardaespaldas, no era su intención llamar la atención y se suponía que su estadía en la ciudad portuaria se guardaría en el más estricto de los secretos.
Hijikata sería el encargado de llevar a cabo la misión, junto a los escuadrones de Okita, Saito y Harada. Okita y Saito llegarían junto a sus hombres desde diferentes lugares para acorralar a Katsura. Hijikata y Harada se mantendrían fuera de la ciudad, aguardando y vigilando.
El tercer día, la reunión fue entre los tres capitanes y sus hombres. Víctor, al enterarse, supo que finalmente había llegado la hora de tomar partido: ¿Seguiría a los ideales que lo hicieron enlistarse en el Ishin Shishi y daría aviso de la estrategia del Shinsengumi? ¿Seguiría a su corazón y daría más importancia a los lazos que había establecido en el último año?
Víctor tuvo dos días para pensarlo, luego vino su día libre, el día en que finalmente traicionó al Shinsengumi. No fue extraño que Víctor saliera, todos sabían que él sentía aprecio por los Nishigori ya que lo habían acogido en su casa después del asesinato de su familia. Para el shinsengumi, Takeshi era un simple instructor de kenjutsu en una de las tantas escuelas que proliferaban en aquella época, y Yuko una ama de casa y dueña de una pequeña posada. No había nada sospechoso en la pareja; ninguna razón que les hiciera investigarlos.
Víctor llegó aquel domingo cargado con algunas verduras y frutas que compró en el mercado, fue recibido por Yuko y por Yuuri, quien se aferró a sus piernas risueño en cuando lo vio. El alfa entregó las verduras a Yuko y luego alzó al pequeño en sus brazos, Yuuri rió mientras agarraba el largo cabello del muchacho para luego llevárselo directamente a la boca.
—No hagas eso, Yuuri —dijo Víctor entre risas mientras le quitaba al pequeño el mechón de cabello que sostenía entre sus labios—. Afuera hay mucho polvo y se ha ensuciado —explicó intentando que el menor entendiera.
Sin embargo, los ojitos castaños de Yuuri se llenaron de lágrimas al ver que el bonito cabello que deseaba saborear era alejado de sus manos y su boca. Pero no era nada que una sesión de cosquillas y la voz cantarina de Víctor repitiendo una de las canciones favoritas del infante no pudiera arreglar. El alegre sonido de la risa de Yuuri llenó la estancia, logrando que Víctor olvidara, aunque fuera por pocos minutos, toda la incertidumbre y el dolor que la situación en la que estaba le causaba.
Después de jugar con Yuuri, cuando el pequeño se quedó dormido en los brazos de Víctor debido al agotamiento, el alfa se sentó a conversar con los Nishigori. Adoptó la seriedad que el asunto requería y le contó a la pareja lo que el Shinsengumi había descubierto.
—Faltan dos semanas para el día señalado —dijo Víctor—, debemos hacer algo para que Katsura no sea capturado.
—Seguramente Katsura intentará usar la jugada a nuestro favor —reflexionó Takeshi—. Víctor, regresa con el Shinsengumi y sigue las órdenes de Saito como siempre.
—¿Estás seguro de que Katsura alcanzará a planificar un modo de no ser atrapado? —preguntó angustiado.
—No te preocupes, Katsura es un hombre inteligente, en última instancia no se presentará en Osaka para eludir el peligro —intervino Yuko sonriente, intentando calmar los ánimos de Víctor.
Pero los Nishigori no sabían lo que para Víctor significaba el haberles entregado esa información. Poner en peligro a personas que habían sido sus compañeros durante el último año, aceptar el odio de quien se había convertido en su amante. Traicionar. Víctor no había tenido elección, cualquiera de las dos opciones lo convertía en un traidor. El alfa sospechó que se vería en una situación así desde el momento en que aceptó la misión que le dio Katsura, lo que nunca sospechó fue que su pecho doliera tan fuerte cuando al fin aquella traición se concretara.
Víctor quería convencerse de que Katsura no se presentaría ese día y que para el Shinsengumi todo quedaría como una información equivocada, pero sabía que no sería así, sabía que Katsura no desaprovecharía esta oportunidad, sabía que esta vez nada podría evitar que la sangre fuera derramada.
Regresó tarde al cuartel, se aseguró de caminar lentamente para dejar atrás todo lo que atormentaba su mente, necesitaba vaciarse de sus preocupaciones y volver a tomar su rol como integrante de la tropa de capitán Saito. Tenía que volver a mirar los ojos de su amante sin desmoronarse, sin arrepentirse. Sería una vergüenza si lo hiciera, incluso Saito lo llamaría cobarde por dar marcha atrás a esa decisión.
Cuando finalmente llegó al cuartel saludó a sus compañeros como si nada pasara. Se dirigió a su cuarto y tomó los implementos necesarios para asearse, al salir se encontró con Saito, quien al ver los útiles de aseo sonrió.
—¿Vas a darte un baño? —preguntó acariciando la mejilla del más joven—, yo también estoy necesitando tomar uno.
—¿Quieres tomar ese baño conmigo? —cuestionó Víctor sonriendo, dejando que la caricia de Saito y su voz masculina lo envolviera y lo hiciera olvidar todo lo demás, sumergiéndose a gusto en el aroma del alfa mayor.
—Si no me lo pedías tú, lo iba a hacer yo —respondió con una sonrisa ladina—. Iré por mis cosas, espérame desnudo.
El calor subió a las mejillas de Víctor, sonrojándose notoriamente y provocando con ello que la sonrisa del capitán se ampliara y que sus ojos ambarinos brillaran con lujuria.
—Lo esperaré desnudo, capitán —respondió sin dejar de observarlo aunque sintiera el rubor expandiéndose por su cuello y pintando también la hélix de sus orejas.
Segundos después, Víctor le dio la espalda a Saito y retomó sus pasos. Saito lo observó marcharse para luego dirigirse a su habitación.
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Los días transcurrieron en relativa calma y monotonía hasta la llegada del día señalado. Aquél día en el que el Shinsengumi planeaba capturar o dar muerte al más peligroso e inteligente de los líderes realistas
La reunión de Katsura con el comerciante extranjero estaba pactada para horas de la tarde, pero el escuadrón de Saito y el de Okita salieron temprano de Kioto. Okita y sus hombres salieron primero, Saito y su tropa salió una hora después. Ambos grupos se dirigían a diferentes lugares de Osaka en los que se mantendrían ocultos hasta la hora marcada para hacer su aparición desde diferentes puntos, atrapando de esa manera a Katsura y sus guardaespaldas. Hijikata y el escuadrón de Harada saldrían más tarde, ellos se quedarían alejados del puerto, a la expectativa, vigilantes y a la espera de cualquier novedad.
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Katsura había llegado al puerto en compañía de las dos personas que siempre le acompañaban. Katagai, un alfa de aspecto fuerte que siempre había sido cercano a Katsura, eran amigos desde la infancia y su familia había servido a la de Katsura durante generaciones. La otra persona era Satoko Ayakura, una mujer alfa muy diestra con la espada, que se había ganado el respeto de Katsura sobradamente por su habilidad e inteligencia.
Los tres caminaban dirigiéndose hasta el punto de encuentro pactado con el comerciante irlandés. Una de las bodegas más alejadas del mar, ubicada en un laberinto creado por los containers que provenían de los barcos o que esperaban por ser cargados en los mismos.
Katsura tocó la puerta de la bodega mientras Ayakura y Katagai se apoyaban junto a ella. Un hombre de aspecto extranjero abrió la puerta y saludó a Katsura con entusiasmo, intercambiaban palabras en inglés cuando el ruido de hombres acercándose y el intenso aroma que comenzaban a desprender los alfas listos para la batalla los silenció.
Estaban rodeados.
—Ríndete, Kogoro Katsura —la voz de Saito se escuchó sobre lo demás—. O no saldrás vivo de este lugar.
Katsura miró a su alrededor. Ayakura y Katagai habían desenfundado sus espadas y se habían adelantado unos pasos, protegiéndolo. Sonrió.
—Plisetsky —dijo el líder del Ishin Shishi con una calma aterradora mientras miraba al alfa de cabello plateado que se encontraba a unos pasos de distancia—, has hecho un excelente trabajo. Ahora vuelve al lugar que te pertenece.
Víctor sintió la mirada de Saito sobre su persona, pero no quiso mirar aquellos ojos ambarinos, no quiso saber con qué clase de sentimiento podía ser observado por su amante. Simplemente caminó y se posicionó junto a Katagai desenfundando su espada contra aquellos que lo habían acompañado en su día a día por más de un año entero. Aunque quería huir de sus miradas no podía, veía la ira y la decepción en cada uno de los Shinsengumi que ahora no apartaban la mirada del joven traidor.
Aprovechando la confusión momentánea, el extranjero volvió a entrar en la bodega, desde la cual comenzaron a salir espadachines del Ishin Shishi.
—Creo que deberías replantearte la situación, Hajime Saito —la voz de Kogoro salió gruesa y amenazante—. Son ustedes quienes están en nuestras manos —sentenció. Los lobos de Mibu comenzaron a sentir la presencia de más alfas acercarse al lugar.
Estaban rodeados.
Al fin la batalla comenzó.
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Hijikata comenzó a impacientarse. El tiempo pasaba y no había señales que confirmaran que todo había salido de acuerdo a lo esperado. Miró a Harada.
—Debemos presentarnos en el puerto —ordenó.
—Lo siento —la voz de un alfa desconocido llegó a los oídos de Hijikata—, pero no podemos dejarlos avanzar.
Hijikata dirigió la mirada hacia la persona que le hablaba. Un alfa pelirrojo de aspecto fiero estaba frente a él y tras él más espadachines comenzaron a acercarse.
—El famoso asesino del Ishin Shishi —dijo el alfa de cabello negro observando las hebras rojizas tan difíciles de encontrar en aquel país—, será un placer enfrentarme a ti de una vez por todas.
—El placer es todo mío, comandante Hijikata —respondió Himura poniéndose en posición de ataque.
Sus espadas fueron las primeras en chocar, el resto de los espadachines del lugar no tardaron en desenfundar las suyas.
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Víctor estaba recibiendo la ira de dos shinsengumi, una alfa y un beta que siempre habían sido cercanos a él. Lo habían aceptado antes que cualquiera y solían bromear o practicar juntos. Ambos siempre lo habían mirado con aprecio y ahora Víctor solo veía odio en aquellos ojos oscuros. Poco a poco comenzaron a apartar a Víctor de los demás miembros del Ishin Shishi, el alfa no se había dado cuenta hasta que era muy tarde, aunque tampoco podía hacer nada diferente al tener que defenderse de dos personas al mismo tiempo. Menos al encontrarse turbado y lleno de agradables recuerdos de los que ahora eran sus enemigos.
Víctor sabía que no debía pensar en eso, no cuando su vida estaba en peligro, no cuando era faltarle el respeto a sus contrincantes no enfrentarlos con toda su fuerza. Arremetió con fuerza y su katana se incrustó en el hombro izquierdo del beta, sacó su espada rápidamente y atacó a la chica, quien contuvo el ataque y luego asestó un golpe que Víctor eludió por escasos centímetros.
La muchacha iba a atacar nuevamente pero la voz profunda de su superior la detuvo.
—Vuelvan con el resto —ordenó Saito.
—Pero señor… —protestó la muchacha, no obstante calló al ver la peligrosa mirada del alfa mirándola fijamente.
—He dicho que vuelvan con los demás —dijo Saito con una entonación peligrosa—, me encargaré personalmente del traidor.
Sus subordinados obedecieron inmediatamente.
Víctor y Saito se encontraron a solas en un callejón, el sonido de la batalla comenzó a perderse, ya no oían ni veían nada más. Solo eran los dos. Shinsengumi e Ishin Shishi. Traidor y traicionado. Alfas y amantes.
Sin decir nada y con una mirada inescrutable e ilegible, Saito desenfundó su espada y se puso en una posición que Víctor ya había visto anteriormente; el gatotsu, el ataque más poderoso del capitán del Shinsengumi. Víctor comprendió inmediatamente y también se alistó para atacar. Tenía que poner todo de sí en aquel ataque, era la única manera de mostrarle a Saito el respeto que sentía por él.
El primero en arremeter contra su oponente fue Saito, Víctor logró eludir aquella primera estocada interponiendo su espada defensivamente y luego dando un salto para salir del rango de ataque del Shinsengumi, pero Saito cambió rápidamente la dirección de su ataque, levantando su espada y clavándola sin un ápice de duda en el abdomen de Víctor.
La espada del más joven se resbaló de sus manos.
La sangre comenzó a derramarse.