Víctor fue rodeado por un grupo de maleantes, alfas y betas que se veían descontentos, con deseos de culpar a cualquiera de sus malas condiciones de vida y cobrar venganza aunque fuera con la persona equivocada.
—Será mejor que se larguen si no quieren salir lastimados —amenazó Víctor a sabiendas de que esos pelafustanes no eran verdaderos espadachines, y bastante harto de tener que soportar el odio de esos miserables tan sólo por sus orígenes extranjeros.
—El niño bonito cree que portar una espada basta para enfrentarse a nosotros —rió uno de los hombres.
—Como si ser alfa bastara para poder manejar una katana —contestó otro.
Víctor estaba a punto de desenvainar su espada para dar por terminada esa incómoda situación, sin embargo, frente a sus ojos el cuerpo de uno de esos hombres fue rebanado a la mitad. El alfa de cabellos plateados tragó saliva al ver aparecer a tres hombres con el uniforme del shinsengumi, sus principales y más sanguinarios enemigos. En un abrir y cerrar de ojos los cuerpos de los desdichados maleantes estaban esparcidos por el suelo, desgarrados, desmembrados.
Dos alfas y un beta, entre ellos reconoció inmediatamente a Hajime Saito, capitán de la tercera tropa del shinsengumi, se dice de él que es el segundo más poderosos de entre los capitanes del shinsengumi, sólo tras Souji Okita, líder del primer escuadrón.
Los ojos de Saito se clavaron en el adolescente, examinándolo detenidamente.
—Muchas gracias por la ayuda que me han brindado —dijo Víctor haciendo una reverencia ante los hombres que lo observaban.
—No tienes nada que agradecer —respondió Saito—. Somos los encargados de mantener la paz en Kioto, ¿te molestaban por que eres extranjero? —preguntó el de ojos ambarinos.
—Por mi apariencia, señor. Soy japonés, mis padres eran rusos, pero yo nací y me crié aquí —respondió con cortesía.
—Veo que llevas una katana, ¿sabes utilizarla?
—Sí señor, soy alumno del dojo Maekawa.
—Sería interesante tener un duelo amistoso —sonrió.
—Sería un honor, señor. Aunque tal vez le resulte aburrido, alguien como yo no puede compararse con el poderoso Hajime Saito.
—Veo que me conoces.
—Por supuesto. No hay nadie en todo Kioto que no sepa quien es usted.
Saito sonrió con suficiencia. El muchacho le agradaba y sentía curiosidad por saber cómo manejaba esa katana que tenía ajustada al cinto.
—Shinsou —dijo mirando a uno de sus hombres—, te enfrentarás a este muchacho, quiero ver de que es capaz.
—Como ordene señor —dijo el hombre acercándose a Víctor.
El atardecer comenzaba a ceder paso a la noche cuando Víctor desenvainó su espada para retener el primer ataque del hombre llamado Shinsou. Ese choque de espadas ayudó a Víctor a determinar la habilidad de su oponente, era bueno, pero no mejor que él. Víctor sonrió confiado y dispuesto a ejecutar la danza sutil de sus movimientos elegantes que envolvían y llevaban a la derrota.
Saito miró sorprendido la suavidad con la que el joven alfa se movía, su ligereza y habilidad eran dignas de un excelente espadachín. Con un entrenamiento de mejor calidad que ese que ofrecía un dojo del montón, ese muchacho podría convertirse en un arma letal. Tal como él, Okita y los otros capitanes del shinsengumi.
Víctor logró desarmar a su oponente, quien quedó abatido en el suelo con la katana del más jóven apuntando directamente a su cuello.
—Sin lugar a dudas, eres muy hábil —dijo Saito con los brazos cruzados mirándolo con interés—, probablemente no requerías nuestra ayuda para deshacerte de esos tipos.
Víctor miró los cuerpos en el suelo, realmente el aroma a sangre que desprendían lo hacía sentirse algo asqueado, pero Saito parecía divertido, como si no le importara charlar cómodamente rodeado de cadáveres.
—Viniendo de usted me lo tomaré como un elogio, señor —respondió Víctor mirándolo directamente a los ojos. Ojos peligrosos, lobeznos, asesinos.
Antes de que pudieran seguir hablando llegó otro hombre del shinsengumi, venía agitado y sudado por el esfuerzo, parecía haber corrido desde muy lejos. Se acercó a Saito y le habló al oído, no obstante, Víctor logró escuchar algunas palabras sueltas que le daban una idea bastante acertada sobre lo que le estaban informando al lobo de mibú, como eran apodados los shinsengumi. El adolescente tuvo que dominar su naturaleza para no desprender el aroma a ansiedad que quería escapar de su cuerpo.
—Espero en otro momento poder continuar nuestra charla —dijo Saito mirando al alfa de ojos azules—, pero ahora debo retirarme.
—Será un placer si nos volvemos a encontrar, señor —contestó.
En cuanto los shinsengumi se alejaron, Víctor corrió hacia la posada de Yuko.
♤♡◇♧
Víctor entró de prisa a la pensión de los Nishigori, fue al salón principal en el que sólo encontró a dos hombres borrachos, era noche libre después de todo. Subió las escaleras rogando que él estuviera, las posibilidades eran bastante altas ya que era un hombre huraño que se relacionaba con pocas personas y no solía salir a la ciudad en busca de diversión.
Víctor se ubicó tras el shoji que lo separaba del cuarto de Himura, se aclaró la garganta y llamó
—Himura, soy Plisetsky, tengo información urgente.
Víctor sintió pasos suaves dentro de la habitación, el shoji se abrió dejando ver a la mujer beta de ojos y cabello negro, rostro pálido como la luna y poseedora de un agradable aroma a flor de ciruelo blanco. Tomoe, una de las chicas que trabajaba en la posada.
Ella saludó cordialmente a Víctor y lo hizo pasar a la habitación de Himura para luego salir y cerrar el shoji, dejándolos a solas.
Himura se encontraba sentado en el marco de la ventana.
—¿Qué información tienes? —preguntó el alfa pelirrojo.
—Los shinsengumi saben que los líderes del Ishin Shishi están reunidos en Ikedaya —habló rápido y directo al grano.
—¡Katsura! —pronunció preocupado el pelirrojo mientras se ponía de pie y tomaba su katana—. Debemos ir —resolvió inmediatamente mirando los ojos azules de Víctor.
—Sí —respondió con seguridad.
♤♡◇♧
—Hijikata, Okita y Saito están prohibidos para ti —dijo el pelirrojo mientras corrían por las calles de Kioto—, si nos encontramos con alguno de ellos, huye.
—Pero…
—Pero nada, no eres capaz de derrotarlos y no vale la pena que seas asesinado.
—Está bien, yo tampoco quiero morir.
Poco después comenzaron a escuchar ruidos de batalla, aceleraron el paso y se encontraron con un grupo de shinsengumis rodeando a tres heridos betas del Ishin Shishi. Víctor solo notó como la velocidad de Himura se multiplicaba y en un parpadeo había eliminado sin dificultades a los shinsengumis presentes en el lugar.
Víctor se obligó a dejar de lado el asombro que experimentó para acercarse a los hombres heridos.
—Muchas gracias, Himura —dijo uno de ellos—, si no fuera por ti estaríamos muertos.
—Agradezcanle a Plisetsky —respondió—, él fue quien me alertó de la presencia de shinsengumis en Ikedaya.
—Llegaron de improviso, liderados por el comandante Kondo, los capitanes Okita y Saito también estaban ahí. Capturaron a la mayoría de los presentes y los que huimos nos encontramos con un segundo escuadrón liderado por el comandante Hijikata —soltó rápido y angustiado uno de los heridos.
—¿Katsura fue arrestado? —preguntó Víctor alarmado.
—No, Katsura se peleó con los demás porque no estaba de acuerdo con la idea de incendiar Kioto y se retiró con sus acompañantes un poco antes de que los shinsengumi se aparecieran.
—Eso me tranquiliza —dijo Himura.
En ese momento sintieron voces acercándose. Se escondieron en un oscuro callejón y pudieron divisar a Hajime Saito con algunos de sus hombres acercándose.
—Plisetsky, hazte cargo de que esos hombres lleguen a la posada a salvo —ordenó Himura—, yo me encargaré de que Saito no pueda seguirlos.
—Vamos —dijo Víctor en voz baja llevando a los hombres mientras caminaban lentamente para no llamar la atención. Mientras tanto, Himura hacía acto de presencia frente a Hajime Saito y sus hombres.
♤♡◇♧
Víctor y los tres betas llegaron rápidamente a la posada, despertando la preocupación de Yuko, quien inmediatamente mandó a curar las heridas de los hombres; cortes en los brazos y en el pecho, dolorosos más no profundos.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Katsura al percatarse de la situación, él había llegado ya hacía tiempo a la posada y aún no se enteraba de nada.
—El shinsengumi atacó a Ikedaya —respondió Víctor—, Himura aún se encuentra allí.
Víctor se encargó de contarle todo en detalle a Katsura mientras los otros hombres eran atendidos. El rostro de preocupación en el líder de los Ishin Shishi se hizo notorio.
—Fuga de información —dijo en voz baja. Ikedaya era un ryokan que solían utilizar para reunirse ya que era un establecimiento bastante modesto y antiguo, su dueño tenía el convencimiento de que la revolución era lo mejor para el país.
—¿Qué haremos, señor? —preguntó Víctor.
—Es una situación complicada, si los demás fueron capturados el Ishin Shishi ha perdido a sus otros líderes.
—Me alegra mucho que usted haya abandonado esa reunión.
—Esperemos a que regrese Himura y daré mis órdenes.
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Himura llegó cansado, su encuentro con Saito había sido intenso y finalmente no había habido vencedor. Himura tuvo que escapar cuando Okita e Hijikata hicieron acto de presencia. Más adelante encontró a otros dos hombres del Ishin Shishi que habían logrado escapar, lamentablemente uno de ellos murió antes de poder salir del lugar.
Himura y el otro hombre entraron en el salón principal, donde ya estaban reunidos los demás. Un omega de la posada comenzó a curar al herido mientras Himura iba hacia donde estaba sentado Katsura.
—Me alegra que se encuentre bien, lamentablemente llegué tarde y no pude evitar la captura de los otros líderes —dijo sentándose frente a él.
—No te preocupes, no era tu responsabilidad después de todo —respondió Katsura tomando un poco de té.
Después de unos minutos el líder se puso de pie y dijo.
—Esta noche hemos perdido mucho, las otras facciones que apoyaban la revolución han perdido a sus líderes y en estas circunstancias es imposibles alzarnos en una revolución. —Las caras desoladas se hicieron presentes, todos los que ahí estaban tenían esperanzas de que la revolución trajera mejores cosas para Japón, estaban repletos de ideales y de sueños. Los que parecían diluirse en la oscuridad de esa triste noche sin luna—. No se desanimen, yo, Kogoro Katsura, les juro por mi honor que nos levantaremos, les juro por Japón que destruiremos esta época oscura y daremos paso a un futuro luminoso —las palabras del hombre eran contundentes, claras, sonaban fuertes y seguras, ninguna duda se filtraba en ellas, su voz potente y sus ojos brillando con determinación hacían nacer la esperanza de aquellos hombres, quienes querían aferrarse a ella más que a nada en el mundo—. Mis órdenes son las siguientes; cada uno de ustedes volverá a su rutina habitual y esperará ser contactado nuevamente por mí. Ahora por favor retirense a descansar y mañana cumplan con esta orden.
Los alfas y betas comenzaron a levantarse para irse finalmente a dormir, pero entonces Katsura llamó a algunos de ellos; Víctor, Himura, Katagai, Nishigori y Satoko Ayakura, una joven alfa bastante cercana a Katsura, también llamó a Yuko y Tomoe, la muchacha que era cercana a Himura.
—Ustedes son las personas en las que depositaré mi mayor confianza —dijo—. Himura, Hajime Saito ya te ha visto y probablemente quiera deshacerse de ti, viajarás a Otsu junto a Tomoe y se establecerán como una pareja de recién casados, te proporcionaremos una vivienda que tenemos acondicionada y los medios para que vendas medicina. Te quedarás ahí hasta que te contacte a través de Katagai o Ayakura.
Himura miró a Tomoe, ella no tenía una expresión que delatara lo que pensaba al respecto. Katsura la miró interrogante.
—Iré con Himura —contestó respondiendo a la mirada del líder.
—Excelente —dijo Katsura desviando su mirada hacia los Nishigori—, ustedes por favor sigan con su negocio, de vez en cuando enviaré personas que necesitaran de su hospedaje —ambos asintieron enérgicamente—. Katagai y Ayakura, ustedes estarán conmigo y servirán de mensajeros —los alfas aceptaron la orden.
—¿Y yo? —preguntó Víctor esperando ansiosamente.
—Tú te acercarás al shinsengumi. Tu encuentro con Saito fue muy afortunado, asegurate de encontrarlo nuevamente y ganarte su simpatía.
—¡Eso es muy peligroso! —intervino Himura.
—Es el único que puede hacerlo —replicó Katsura—. ¿Estás de acuerdo? —preguntó mirando los ojos azules del joven alfa.
—Lo haré —respondió Víctor—, me acercaré a Saito y al Shinsengumi.
♤♡◇♧
Minami se encontraba ya vestido con la indumentaria adecuada para la práctica del kendo. En su mano derecha tenía una bokken, espada de madera, y caminaba descalzo por el pasillo que lo llevaba al dojo en el que entrenaría. Su maestro estaba de pie y se veía más serio que de costumbre.
—¿Ha ocurrido algo, maestro? —preguntó el curioso muchacho.
—Katsura viene a Edo, debemos prepararlo todo para recibirlo en este dojo —dijo el maestro de kendo mientras sostenía un telegrama en sus manos.