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Vivir otra vez (Tránsitos)


i. 

Victoria despertó encontrándose sola en la cama de hotel, el calor del cuerpo de Yuuri ya se había disipado y las sábanas estaban frías. Asustada se sentó en la cama y miró a su alrededor. 

—¡Yuuri! —llamó con un poco de miedo. 

—Estoy aquí —escuchó la voz de su amante y luego lo vio aparecer tras la puerta del baño, ya estaba vestido y su cabello lucía algo húmedo. 

—Por un momento pensé que…

—Jamás te dejaría sola —Yuuri sonrió y se sentó en la cama, acarició el rostro de Victoria y le dijo—. Pediré el desayuno, puedes darte un baño mientras esperamos.

Victoria asintió y se puso de pié para ir a la bañera. Yuuri ordenó un poco la cama y luego llamó pidiendo servicio a la habitación. 

Cuando Victoria salió del baño, con su cabello mojado y una toalla en la cintura el desayuno ya había llegado. Comieron en silencio, ese silencio cómodo que no era necesario romper con las palabras. Simplemente bastaba con mirarse a los ojos recordando y sintiendo. 

Después de comer se recostaron juntos en la cama, frente a frente, Victoria tomó las manos de Yuuri y comenzó acariciar sus dedos mientras miraba sus uñas azules con una sonrisa.  

—¿Quieres que pinte tus uñas? —preguntó Yuuri. 

—Pero no has traído pintauñas, ¿o sí? 

—No, pero la tienda en la que suelo comprarlos está a dos cuadras. Tardaría quince minutos en ir y volver. 

—¿Podría pedirte que comprarás algo más?

—Lo que quieras. 

—Quisiera pintar mis labios, y tal vez mis ojos… —dijo casi en un susurro. 

ii. 

Cuando Yuuri salió del hotel tomó su teléfono móvil, cientos de llamadas y  mensajes de sus padres, de Mari, e incluso de Yuko, llegaron en menos de un minuto. Suspiró y le marcó a su hermana. 

Yuuri, ¿dónde te metiste? ¡Yuko dice que te escapaste con el ruso!

¡Qué! No, no hemos escapado a ninguna parte, seguimos en Hasetsu. 

—¿Están juntos? 

—Mari, sólo he llamado para que sepan que estoy bien. Dile a mis padres que regresaremos mañana. 

Yuuri, espera Yuu…

Yuuri cortó la llamada y apagó nuevamente el celular. Suspiró. 

—¿Qué demonios haremos ahora? —se preguntó mientras cubría su rostro con las manos. 

ii. 

Victoria se vistió y luego se sentó en la cama, tomó su celular y comenzó a jugar con él. Lo había apagado desde que salieron de la pista de hielo y tenía miedo de volverlo a encender. Pero no podía ser tan cruel con Sara, al menos debía decirle que se encontraba bien. Aunque tal vez era demasiado descarado de su parte después de haber desaparecido una noche entera. 

Encendió su teléfono y vio las numerosas llamadas perdidas y los muchos mensajes de texto que su esposa le mandó cada vez más preocupada. Aún no se decidía a marcar cuando una nueva llamada entrante lo obligó a tomar una decisión. Contestó. 

Víctor al fin contestas —se escuchó la angustiada voz de Sara—, ¿te encuentras bien?

—Sí… Sara, yo… lo siento. 

No sabes lo preocupada que he estado, estuve a punto de ir a la policía y de llamar a tu padre. 

—Por favor no lo hagas, estoy bien.

¿Por qué no has regresado? ¿Qué fue lo que sucedió?

No te preocupes, estoy con Yuuri, regresaremos mañana. 

Pero, Víctor… por qué…

—Sara, lo siento, no te puedo dar una explicación ahora. Mañana hablaremos, por favor perdóname por haberte preocupado, y también por dejarte sola en nuestra luna de miel. Yo… mañana hablaremos. 

Victoria cortó la llamada y lanzó su teléfono con fuerza contra el suelo, haciendo que este se rompiera y dejara de funcionar. 

iii.

Cuarenta minutos más tarde Yuuri regreso al cuarto de hotel. 

—Tardaste —dijo Victoria posando sus preciosos ojos en los de Yuuri.

—Lo siento, pero es porque te he traído una sorpresa —sonrió el japonés acercándose y acariciando sus hebras plateadas. 

—¿Qué es? —preguntó con curiosidad, mirando unas bolsas que Yuuri traía en las manos.

—Te daré lo que traje un poco más tarde —respondió dejando las bolsas algo alejadas de la cama—, ahora pintaré tus uñas. 

Ambos se sentaron en la cama. Yuuri con las piernas abiertas, extendidas y Victoria en medio de ellas. El pelinegro tomó un pintauñas color rosa, un tono delicado que iba muy bien con la piel pálida de Victoria. Pintó cuidadosamente cada uña y sonrió al ver el resultado. 

—Ahora usaré el resto de los cosméticos que te traje —dijo Yuuri tomando unas sombras de ojo. Maquilló con cuidado el rostro de Victoria, con colores suaves que tan solo resaltaban sus finas facciones. El labial, de un color algo más fuerte que el resto del maquillaje, fue lo último que usó. 

—Te ves hermosa —le dijo—, eres hermosa —se corrigió. 

—¿De verdad lo crees? —preguntó, sus ojos brillaban como estrellas del firmamento haciendo que las tonalidades de azul transitaran entre los más claros y más oscuros—. ¿No piensas que soy ridícula? ¿Una falla? ¿Un monstruo?

—Por supuesto que no, Victoria —dijo Yuuri acunando el rostro de ella entre sus manos—. ¿O acaso piensas que yo soy un pervertido? ¿Un enfermo? ¿Un desviado? 

Victoria negó con la cabeza y esbozó una tímida sonrisa. 

—La última vez que me maquillé —dijo Victoria bajando la mirada—, mi padre me descubrió. Me golpeó y me dijo muchas cosas hirientes, aún recuerdo cada palabra y dudo mucho que algún día pueda olvidarlas. 

—Mi familia me acepta, pero durante mis años de escuela sufrí mucho cuando dije que no solo las chicas me gustaban. Me golpeaban porque me enamoré de un chico, se burlaban de mí porque dije que el sexo de la persona que amas debería ser irrelevante. 

—No quería ser aquello que mi familia odiaba. Por eso me escondí tras Víctor, el hombre que era el hijo que mi padre deseaba. 

—No quería sufrir más, por eso me aislé del mundo. Renuncié a mis sueños de bailar ballet o patinar profesionalmente y me encerré en una burbuja, sólo transitando entre mis refugios, con las pocas personas en las que confió. 

—Soy tan cobarde que terminé arruinandole la vida a Sara al casarme con ella. 

—Soy tan cobarde que estuve dispuesto a renunciar a todo con tal de no salir lastimado. 

—Mañana…

—Lo sé —dijo Yuuri poniendo sus dedos sobre los labios de Victoria—, pero hoy sólo somos tú y yo. Te daré tu regalo —sonrió. 

Yuuri se puso de pie y acercó las bolsas a Victoria

—Espero que te guste —le dijo mientras ella comenzó a sacar un vestido blanco bordado con flores de cerezo.

—Es precioso —dijo ella mirándolo a los ojos mientras lágrimas caían a través de sus mejillas—. Es mi primer vestido, el primero que no le robo a mi hermana —rió.

—Póntelo, quiero ver como te queda. 

—Con una condición.

—¿Cuál?

—Tienes que hacerme el amor con el puesto —dijo ruborizándose, pero sin perder el contacto visual.

—Eso es precisamente lo que tenía pensado hacer —respondió Yuuri tomando la mano de Victoria y besándola en el dorso.  

Victoria miró las otras dos bolsas, en una había un par de zapatos rojos, bajos pero femeninos, y en la última había ropa interior. Al sacarla ambos se sonrojaron, pero luego ella rio.

—Parece que Yuuri quiere cumplir muchas fantasías sexuales hoy —dijo pasando la mano por el encaje blanco de las prendas íntimas. 

—No es necesario que las uses, yo… solo…

—Las usaré —dijo Victoria mirándolo seductoramente mientras le guiñaba un ojo—. Pero me tienes que hacer el amor hasta que quedes inconsciente —sonrió. 

Y Victoria se veía hermosa en ese vestido blanco de tirantes que dejaba al descubierto sus clavículas y sus brazos, que se ceñía a su cintura y que luego caía en una amplia y suelta falda que llegaba hasta sus tobillos. Las flores de sakura bordadas combinaban con sus uñas  y el cinturón de tela celeste con sus ojos. 

Para Yuuri no había ninguna duda, Victoria era la persona más hermosa, la mujer más hermosa sobre la faz de la tierra. 

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