i.
Victoria se dirigió al patio temblando. Realmente no se imaginaba que alguien quisiera ir a verla desde Rusia, después de todo, con el único que mantenía contacto era con su mejor amigo, Christophe Giacometti, pero sabía que el suizo se encontraba en un viaje de negocios en Estados Unidos.
Antes de salir se acomodó la Yukata azul que tenía puesta, era una Yukata preciosa que Hiroko le había regalado el día de su cumpleaños, de un color azul similar al de sus ojos, con los bordes en un tono más oscuro del mismo color. La yukata, además, tenía pétalos de sakura en tonos rosas y rojizos pintados a mano sobre la delicada tela y pétalos más pequeños bordados en color blanco. El obi que llevaba era blanco, pero estaba pintado con tonos rosas y violetas y también tenía pétalos de flores en tonalidades rojizas. Victoria se veía preciosa vestida con ese traje japonés, los colores contrastaban con su pálida piel y con el suave maquillaje que llevaba puesto, dónde sólo resaltaba el brillo labial del color de un melocotón.
Cuando al fin cruzó la puerta de salida y caminó hacía el patio delantero, visualizó una figura femenina que se removía nerviosa mientras le daba la espalda. Victoria caminó y sonrió levemente al escucharla balbucear algunas palabras en ruso.
—Mila —pronunció despacio haciendo que la pelirroja detuviera los pensamientos que salían en voz alta. Mila giró y sus ojos azules se encontraron de frente con los de Victoria.
Mila abrió los ojos con sorpresa mientras miraba ese rostro que le era tan conocido y a la vez extraño. Victoria se removió nerviosa, temblaba, temía ser rechazada por esa persona que era tan importante en su vida, pero no apartó la mirada. Sabía que no debía apartar la mirada por mostrarse tal y como era.
—Perdóname —dijo de pronto Mila rompiendo en llanto—, perdóname —repitió abrazando a Victoria sin dejar de llorar.
—Mila, hermana, yo no tengo nada que perdonarte. Al contrario, muchas gracias por estar aquí —respondió Victoria abrazando a la pelirroja mientras algunas lágrimas de felicidad comenzaban a escapar de sus ojos zarcos.
—Yo siempre lo supe y no hice nada por ti. Soy la peor hermana del mundo.
—¿Lo sabías?
—Siempre supe que usabas mis cosas, pero fingí que no me había dado cuenta. También supe de la paliza que te dio padre cuando te descubrió y decidí cerrar los ojos. Yo no me atrevía a venir, merezco que me odies por no haber hecho nada por ti, pero no quiero, no quiero que me odies. Perdóname, por favor.
—Eso ya no importa, Mila. Yo tampoco fui valiente. —Le dedicó una sonrisa sincera mientras la miraba con afecto—. Lo importante es que estás aquí. Yo sé que tengo que seguir viviendo a pesar del rechazo de nuestros padres, es una herida con la que debo aprender a vivir, pero que tu estés aquí ayuda a curarla un poco.
—No sabes cuanto intenté que ellos vinieran conmigo. Quisiera tanto poder evitarte el dolor de su rechazo.
—No te preocupes, es parte de la vida. Todas las personas deben aprender a vivir con sus heridas y cicatrices. Aprender a ser feliz a pesar de ellas, con las cosas buenas que tenemos, y yo no me puedo quejar. —Una sonrisa suave se dibujó en el rostro de Victoria—. Yuuri es lo mejor que me ha pasado, su familia es mi familia, y ahora estás aquí. Incluso Sara, la persona a la que más he lastimado, no me odia. Realmente es más de lo que muchos pueden decir, soy afortunada.
—Eres maravillosa, te mereces toda la felicidad del mundo.
Se abrazaron nuevamente, emocionadas por volver a reencontrarse, perdonarse y aceptarse.
ii.
El 4 de Febrero llegó en un ambiente festivo y animado. El Ice Castle estaba atiborrado de gente y Yuko sacaba cuentas alegres. Su hijas, unas divertidas y juguetonas trillizas, se encargaban de fotografiar y subir vídeos de todo y Takeshi se preocupaba de que los patinadores no fueran molestados.
Morooka, un destacado periodista deportivo, se encarga de transmitir en vivo para la televisión japonesa y vía streaming para el resto del mundo. Realmente Victoria tenía talento para la organización de eventos, Yuuri estaba feliz al verla tan animada, especialmente por la llegada de Mila, y la familia Katsuki estaba contenta de que Yutopia fuera nombrada como patrocinador del evento, incluso Mari fue entrevistada para hablar de las aguas termales y extender una invitación para posibles clientes.
Los nueve patinadores que participarían en la exhibición, donde mostrarían los programas libres que habían estado realizando en la actual temporada, fueron divididos en tres grupos de tres. El primer grupo estaba compuesto por Yuri Plisetsky, Otabek Altin y Phichit Chulanont. En cuanto fueron nombrados el lugar estalló en un fuerte aplauso.
El primero en entrar a la pista fue Phichit Chulanont, quien patinó con la canción Terra Incognita de la película El rey y el patinador II. Phichit no era un patinador que tuviera grandes cualidades técnicas, pero sin duda su entusiasmo y energía lograron contagiar al público, quienes aplaudían mientras el moreno de ojos grises bailaba alegremente al ritmo de la música.
El segundo en participar fue Otabek Altin, quien mostró algo completamente creativo, a diferencia de la mayoría de los patinadores artísticos, el no poseía las cualidades de un bailarín de ballet, sin embargo, fue capaz de utilizar sus propias cualidades para brindar un espectáculo digno de los mejores del mundo. Patinando al son del segundo movimiento de la sinfonía número nueve de Beethoven logró sorprender al público.
El tercer patinador del primer grupo era Yuri Plisetsky, quien con 15 años estaba compitiendo por primera vez en la categoría senior. A finales de año se había presentado en GPF quedándose con la plata y rompiendo el récord mundial del programa corto al son de Ágape. Entró con seguridad a la pista y bailó Allegro Appassionato, su secuencia de pasos era compleja pero la ejecutaba sin errores, sus saltos eran hermosos y logró una presentación perfecta, cuatro saltos cuádruples y una belleza tal vez sólo comparable a la de una prima ballerina assoluta.
Después de un breve receso vino el turno del segundo grupo, Jean Jacques Leroy, que venía de ganar el oro en el GPF tuvo una actuación perfecta, sus cuatro cuádruples eran sinónimo de éxito y la desbordante confianza que poseía el canadiense se transmitía desde la pista de hielo.
Georgi Popovich no poseía tantas cualidades técnicas como el canadiense, pero su interpretación lograba conmover, realmente parecía que podías escuchar los desgarradores gritos de angustia en cada nueva secuencia de pasos.
Kenjiro Minami, el segundo mejor patinador de Japón, nunca había logrado competir en el GPF, sin embargo, demostró que estaba dispuesto a demostrar que era un patinador que pronto estaría para grandes cosas, con sus 17 años desbordaba energía y bailaba con gracia y coquetería, se ganó al público sin mucha dificultad.
Y finalmente el tercer grupo, Leo de la Iglesia tenía un estilo único, parecía bailar aquello que amaba y se entregaba a ese amor por la música sobre la pista de hielo, siempre sonriendo, siempre mostrando lo mucho que lo disfrutaba.
Emil Nekola era el más elegante, con movimientos bien calculados y una ejecución bastante limpia.
El último de la noche era el más esperado: Yuzuru Hanyu era el mejor patinador de Japón y el actual campeón mundial. Había estado fuera de las pistas por una lesión que no le permitió presentarse al GPF, pero ya estaba totalmente recuperado y pretendía mantener su condición de campeón. Y vaya que hizo gala de ese deseo, danzó en el hielo al ritmo de Hope and Legacy de Joe Hisaishi, dejándolos deslumbrados, él era el campeón mundial y había dejado muy claro que merecía ese título. Con un programa delicado y contundente, con cuatro cuádruples ejecutados con una maestría única y una secuencia de pasos que hipnotizaba y seducía se impuso sobre los demás como el mejor de la noche. Relegando a Plisetsky y Leroy al segundo y tercer lugar respectivamente.
—Si esto hubiese sido una competición oficial habría batido el récord mundial —aseguró Victoria emocionada.
iii.
La exhibición había sido todo un éxito. La talla de los patinadores que participó había puesto a Hasetsu en el ojo del mundo entero, asegurando un futuro bastante prometedor en cuanto al desarrollo del turismo. Aunque Victoria no era ingenua y sabía que debía esforzarse para que no fuera sólo un éxito pasajero.
Dos días después los patinadores ya se habían marchado, Mila tampoco podía quedarse mucho tiempo más debido a sus responsabilidades laborales, debía partir dentro de tres días.
—¿Qué harás de ahora en adelante? —preguntó Mila a su hermana mientras paseaban por la playa.
—Ayudaré a que el negocio de la familia de Yuuri sea próspero. Quisiera crear una pequeña empresa que se dedique a fomentar el turismo de la zona, no sólo en Hasetsu, en toda la prefectura de Saga —respondió sonriendo.
—Me parece bien. Es un lugar muy hermoso —Mila lo pensó un poco, ella era dueña de una agencia de modelaje y siempre estaba buscando lugares interesantes donde hacer fotografías—, tal vez podamos hacer negocios juntas hermana —dijo sonriendo con complicidad.
—¡Me encantaría! —respondió Victoria risueña.
—Yuuri es un buen chico —dijo Mila cambiando de tema radicalmente y volviendo su expresión algo más serena—, estoy feliz de que lo hayas encontrado.
—Hace que valga la pena todo lo que viví —reflexionó Victoria sintiendo la brisa del mar hacer contacto con su piel.
Mila entonces tomó la mano de Victoria y corrió con ella más cerca del mar, se sacaron los zapatos que llevaba puestos y mojaron sus pies entre risas y juegos, sin importarles que las faldas largas que llevaban puestas se mojaran, simplemente disfrutando al fin el hecho de estar juntas, sin secretos ni temores.
iv.
Tres días después, Mila, Victoria y Yuuri se encontraban en el aeropuerto. Mila había entregado su equipaje y estaba a punto de pasar por policía internacional. Antes de eso, abrazó a Yuuri con fuerza.
—Cuidala mucho —le pidió al muchacho.
—La haré feliz —respondió con una sonrisa tímida y un leve rubor en su rostro, pero en sus palabras había decisión.
—Hermanita —dijo entonces Mila arrojándose a los brazos de Victoria—, te extrañaré.
—Yo también.
—Volveré en cuanto pueda —prometió Mila separándose de ella. Ambos pares de ojos azules hicieron contacto prometiendose en silencio que no volverían a alejarse. Entonces Mila sonrió por última vez y se alejó de la pareja para volver a su natal Rusia.
En cuanto Mila desapareció de su vista Yuuri extendió su mano a Victoria, ella tomó esa cálida mano y comenzaron a caminar juntos.
Caminaron hacia la nueva vida que ambos estaban construyendo, aún había temor, aún habían heridas. Algunas nunca terminarían de sanar, otras se convertirían en cicatrices permanentes. Pero confiaban en que el amor que decidieron brindarse mutuamente los sostendría en los momentos difíciles; porque era un amor que los hacía valientes, un amor que les otorgaba felicidad, un amor que querían alimentar diariamente, un amor que querían vivir en complicidad, limpiamente, puramente, intensamente.
Un amor que tal vez no nació en el momento adecuado, pero que salvó dos corazones que ya habían decidido rendirse, pero que en el fondo necesitaban amor y deseaban amar.
Fin….
Y comienzo.
AMEEE!! ❤
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¡Muchísimas gracias por tus comentarios! Me alegra que te haya gustado la historia 💜
Espero que te gusten los extras también :*
Y muchas gracias por leerme 😊
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