Yuuri sujetaba la carta entre sus manos, habían pasado casi dos semanas desde que Víctor había partido y realmente había estado esperando por ella. No fue mucho el tiempo que Nikiforov pasó en casa de sus padres, pero cada día él tuvo gestos amables con él, cada día le mostró su sonrisa gentil. Masumi le dijo que él lo había impresionado, Yuuri no estaba seguro de la razón, nunca se había mirado a sí mismo como un omega atractivo o interesante, sin embargo, Víctor también había logrado impresionarlo a él, era un alfa muy hermoso y amable, parecía un príncipe de cuentos de hada. La propuesta que le había hecho rondaba su cabeza constantemente, pareciéndole cada vez más difícil de rechazar.
Yuuri se recostó sobre su cama y levantó el sobre que contenía la carta de Víctor, se sintió como un niño pequeño planeando una travesura mientras se decidía a abrirla, observándola, acercándola a su rostro intentando percibir rastros del aroma del alfa. Se sentó y la abrió con cuidado, luego sacó la hoja escrita con la elegante caligrafía Víctor y comenzó a leer:
Querido Yuuri
Han pasado pocos días desde nuestra despedida, aún así te extraño. Me parece sorprendente el hecho de anhelarte tanto, después de todo, el tiempo que estuve contigo no fue mucho, aunque suficiente para querer multiplicarlo.
Tengo la secreta esperanza de que también desees encontrarte conmigo una vez más, y aunque te parezca osado, también quisiera que me permitieras robar otro beso de tus labios.
Yuuri tocó sus labios recordando aquel beso, tenía que admitir que ese corto acercamiento lo había remecido. Nuevamente la propuesta de matrimonio asaltó sus recuerdos. —Tal vez no sea mala idea casarme con él, después de todo me gusta y prometió que me daría la autorización para estudiar. Masumi confía en él por lo que no debería dudar de su palabra—. Pensó Yuuri suspirando.
—¿Conoces la Omega’s Social and Political Union? —preguntó Elizabeth dejando el libro que estudiaba sobre la mesa. Christophe la miró y dejó de leer también.
—He escuchado hablar de ella. Creo que poco a poco se están volviendo bastante populares, aunque han hecho comentarios bastante ofensivos en contra de Millicent —respondió.
—No en contra de mi hermana, en contra de su política pacifista —suspiró Elizabeth—. Mañana una de sus fundadoras, Emmeline Pankhurst, dará un discurso público en Trafalgar Square. Quiero escucharla, ¿me acompañas?
—Está bien, también tengo curiosidad por saber qué es lo que planean hacer
Los amigos sonrieron, luego volvieron al estudio. Entrar a la facultad de medicina era considerado tremendamente difícil, el rango de aprobación era bajo y la mayoría debía rendir el examen por segunda, o hasta tercera vez, antes de ser admitidos. Ellos querían mostrar que podían quedar inmediatamente.
Al día siguiente Chris y Elizabeth partieron temprano a escuchar el discurso de Emmeline Pankhurst, se sorprendieron mucho al ver la cantidad de omegas presentes y la ovación que recibió Emmeline al pararse sobre el escenario. Hicieron lo posible por estar cerca de ella y poder oír su potente discurso.
Emmeline tomó la palabra:
—Hace pocos días atrás fue nuevamente rechazada la moción a favor del voto omega presentada por Millicent Fawcett y la National Union of Omega’s Suffrage Society, aún así, ellos siguen insistiendo en respetar la constitución y las leyes impuestas por esos congresistas, los mismos que se niegan día a día a considerarnos ciudadanos dignos, relegándonos a un lugar de subordinación. Pues yo le digo a esos congresistas que hoy somos muchos los omegas que estamos hartos de todo eso. Hoy, los omegas pertenecientes a la Omega’s Social and Political Union les decimos claramente: ¡Nos tienen sin cuidado vuestras leyes, caballeros, nosotros situamos la libertad y la dignidad de los omegas por encima de todas esas consideraciones, y vamos a continuar esta guerra como lo hicimos en el pasado; pero no seremos responsables de la propiedad que sacrifiquemos, o del perjuicio que la propiedad sufra como resultado. De todo ello será culpable el Gobierno que, a pesar de admitir que nuestras peticiones son justas, se niega a satisfacerlas!
Los vítores y aplausos no se hicieron esperar, Emmeline representaba una nueva esperanza para los omegas que veían frustradas sus ilusiones cuando, al negarles el derecho a voto, les negaban también el derecho a verse a sí mismos como ciudadanos en el amplio sentido de la palabra, con las mismas responsabilidades y derechos de los alfas y betas.
Elizabeth y Christophe también sintieron esa esperanza en su interior; desde su trinchera también lucharían por mostrarle al mundo que los omegas podían lograr todo aquello que se propusieran.
Chris fue recibido por Mila, quien le ayudó a quitarse el abrigo en el recibidor.
—¿Cómo le fue, señorito Christophe?
—Bien, pero creo que se avecinan tiempos violentos.
—¿Por qué lo dice?
—Hoy vi muchos omegas que están dispuestos a pasarle por encima al tan preciado orden público. La verdad es que me parece bien tanto entusiasmo y determinación, pero no será fácil.
—Seguramente la señorita Elizabeth será de las más entusiastas.
—Eso es cierto —sonrió.
Chistophe entonces se dio cuenta de que había colgado un abrigo diferente a los que usaba Víctor.
—¿Tenemos visita? —preguntó
—Sí, el señor Masumi ha vuelto a Londres. Se encuentra en el despacho con su primo.
—Ese cabeza hueca seguro lo está molestando, como siempre.
Mila rió ante la expresión de desagrado que hizo Chris.
—¿Por qué te ríes?
—Lo siento señorito, es que me parece que ustedes dos se llevan muy bien.
—¡Yo! ¡Llevarme bien con ese descerebrado! Estás diciendo tonterías.
Christophe entonces se apartó mientras seguía murmurando en contra de Masumi.
El despacho de Víctor era bastante amplio. Con una zona de trabajo compuesto por su escritorio y unas repisas repletas de archivadores. Pero también había una zona de descanso con cómodos sillones de cuero negro y bastante iluminación.
—Ya mañana debo presentarme en el cuartel, volveré a dormir en esas camas pequeñas e incómodas —se quejó Masumi—, espero que llegue el día en que mi cargo dentro del ejército sea tan alto como el tuyo, para así poder vivir donde se me plazca.
—Lamentablemente te quedan un par de años para eso —Víctor rió mientras le entregaba una vaso de whisky—. ¿Te quedarás aquí esta noche? —preguntó.
—Si no te molesta.
—Claro que no, además, yo también mañana debo ir al cuartel.
—Así que el cabeza hueca ha vuelto a Londres —dijo Christophe apoyado en el marco de la puerta.
—¡Vaya! Al fin apareces zorrito —respondió Masumi mirándolo de pies a cabeza—, sigues igual de hermoso —agregó.
—No te he pedido tu opinión sobre mi aspecto, harías bien en guardarla para ti mismo, idiota.
—Tan agresivo como siempre, y yo que intentaba ser amable ahora que tal vez seamos familia.
—¡Qué! ¡Familia! ¿De qué está hablando este sujeto, Víctor?
—Perdón —dijo Masumi mirando a Víctor—, se me salió.
—No hay problema —le respondió Víctor—, después de todo Chris es mi única familia —el de ojos zarcos miró a su primo y lo invitó a sentarse con ellos.
Christophe se sentó junto a su primo y lo miró interrogante. Víctor entonces pasó a contarle lo de Yuuri.
—No puedo creerlo, es una locura, apenas lo conoces —dijo Chris sintiéndose confuso.
—Pero conozco lo fundamental —respondió Víctor—, es un omega de carácter fuerte y sueños claros, es amable, tímido e inteligente —suspiró—, también es hermoso. Lo demás lo iré descubriendo poco a poco.
—¿Y si después te das cuenta de que es diferente a tus expectativas? —preguntó Christophe.
—No tengo expectativas, sólo el enorme deseo de tenerlo a mi lado y descubrir sus pensamientos, sus gestos, y esas partes de su personalidad que no muestra a nadie más. Además del anhelo de ayudarlo a cumplir sus sueños.
—Entiendo —dijo Christophe—, aún así me parece precipitado.
—Lo sé, pero es importante para mí que apoyes mi decisión —dijo Víctor tomándolo de la mano, lo miró a los ojos y prosiguió—, porque eres mi familia, mi hermano.
—Si lo dices así no me puedo negar —contestó Christophe acariciando su cabello.
Christophe no podía dormir, giraba en su cama de un lado a otro pensando en la conversación que había tenido con Víctor. Estaba preocupado por él. Por un lado le inquietaba la desilusión que podía sufrir si el chico omega se negaba al matrimonio, y por otro lado le angustiaba que aceptara pero que no lograran ser felices.
Decidió ir por un vaso de leche tibia pensando que eso podía ayudarlo a conciliar el sueño.
Se puso una bata blanca sobre su camisa de dormir y se calzó unas pantuflas de color rosa pálido, salió de su habitación, caminó por el pasillo alfombrado y bajo las amplias escaleras hasta el primer piso, pero al llegar un delicioso aroma a bosque y una voz masculina lo sorprendió.
—Tampoco puedes dormir, zorrito —dijo Masumi acercándose a él.
—No es algo que te importe —respondió pasando junto a él.
Masumi rió.
—Pero dime cual es la razón de tu insomnio, ¿acaso es que Víctor no sea feliz? ¿O tal vez que se haya enamorado de alguien que no eres tú?
—Estás diciendo tonterías, aunque no se puede esperar otra cosa de un alfa inútil como tú.
—Pues este alfa inútil está dispuesto a demostrarte que no necesitas a Víctor para ser feliz —dijo tomándolo con fuerza y acercándolo hacia él, lo abrazó por la cintura y rozó sus labios con los del Omega—. Me encantas fierecilla, amo ese mal carácter que sólo me muestras a mí.
—¿Así que te gusto porque soy bello y te trato mal? —preguntó Christophe en tono mordaz.
—Y porque eres inteligente, astuto, divertido, condenadamente sensual… y porque tu fondo es tan dulce que quiero saborearlo.
—Pues tu eres un descerebrado, galán de segunda categoría, bruto, exasperante, sin una pizca de modales, despreocupado, irreflexivo… honesto. —Una lágrima corrió por la mejilla de Christophe—. Y el único que se ha dado cuenta de mis sentimientos.
—Quiero que me permitas ayudarte a superarlos, Chris —dijo abrazándolo más fuerte.
—No soy un muchachito vulnerable del que te puedas aprovechar —respondió mirándolo sin apartarse de él.
—Aprovéchate tú de mí entonces —lo miró fijamente.
—Idiota —murmuró Christophe para luego pasar sus brazos por el cuello de Masumi mientras cerraba sus ojos y acercaba aún más su rostro al de él, acariciando sus labios con los suyos. Se besaron fervientemente y luego Masumi lo tomó en sus brazos, dirigió su nariz al cuello del omega aspirando el aroma a jazmín que lo volvía loco.
—¿En tu cuarto o el mío? —preguntó Masumi con la mirada oscurecida mientras subía la escalera.
—Vamos al tuyo —respondió Christophe dejando descansar su cabeza bajo el mentón de Masumi.
Los dos meses que Víctor había dado a Yuuri para darle una respuesta pasaron rápidamente. Yuuri estaba nervioso, Víctor le había escrito el día y la hora de llegada y le había propuesto encontrarse con él a solas a las orillas del río en que se despidieron; en caso de que la respuesta fuera afirmativa irían con sus padres para hacer el ofrecimiento formal, si la respuesta era negativa regresaría a Londres.
Yuuri se miró al espejo, se veía bello, había decidido adornar su cabello con una flor de plata y lapislázuli. Su traje era también azul, sencillo, pero resaltaba la palidez de su rostro, no llevaba más adornos y precisamente esa sencillez acentuaba su belleza natural.
Mientras sus padres dormían la siesta, él salió de la casa y se dirigió hacia el lugar del encuentro, Víctor ya estaba allí, esperándolo de pie junto al río. En cuanto lo vio le sonrió.
—Te ves hermoso, Yuuri.
—Tú también estás muy guapo —respondió acercándose más a él. Y era cierto, se ruborizó al notar que era aún más atractivo de lo que recordaba; su cabello con ese hermoso e inusual color plata, sus gentiles ojos azules que parecían un trozo del cielo y su amable sonrisa. Todo lo hacía ver atrayente y varonil.
Víctor le ofreció su mano y Yuuri la tomó, él llevó la mano de Yuuri hasta sus labios y delicadamente la besó mientras él lo observaba, temblando.
—Entonces —dijo aspirando el aroma a lirios que tanto amaba—. ¿Aceptas ser mi esposo, Yuuri?
—Acepto —respondió con los ojos brillantes y el cuerpo temblando al verse rodeado y acariciado por el aroma a sándalo que desprendía el alfa.
Víctor sonrió y lo abrazó, acarició su cabello y besó su frente.
—Haré mi mejor esfuerzo para que seas feliz junto a mí —le susurró al oído—, conseguiré que me ames y lograré que ese amor sea tu fuerza para conseguir todo lo que te propongas, Yuuri.
Víctor besó su cabello y acarició su rostro, le sonrió nuevamente y acarició sus labios. Yuuri cerró sus ojos y Víctor lo besó.
Emmeline Pankhurst fundó la Women’s Social and Political Union, una organización de apoyo al sufragio formada únicamente por mujeres, cuyo lema fue «acciones no palabras». Pankhurst, sus hijas y otras activistas de la WSPU fueron sentenciadas repetitivamente a prisión debido a las confrontaciones físicas y disturbios al orden público que realizaban en sus protestas a favor del sufragio femenino. Parte del discurso que escribí en este capítulo lo pronunció ella en 1913.