Feliz, Yuuri entró feliz a la cocina para contarle a Mila que había quedado en la universidad. La emoción que sentía por cumplir ese sueño que tantas veces le pareció inalcanzable lo embargaba y se traspasaba en su voz y en el brillo de sus ojos marrones.
Mila era una buena mujer, le tenía mucho aprecio a Christophe y Víctor, y se encariñó de inmediato con el joven esposo de su señor. Por eso, le alegraba sinceramente el relato de Yuuri y lo felicito con toda honestidad por haber conseguido uno de sus sueños, uno de los mayores anhelos de su corazón.
Una de las muchachas del servicio entró, interrumpiendo la escena y anunciando que el señorito Christophe acababa de llegar. Yuuri, curioso y convencido de que Christophe también vería su sueño realizado, tomó unas copas pensando en elegir un buen vino para brindar junto a su marido y su nuevo amigo. Salió de la cocina tan sonriente como llegó y se dirigió rápidamente al salón.
Víctor nunca imaginó que su querido primo lo besaría. Ni siquiera cuando él puso su delicada y fría mano en su mejilla, tampoco cuando lo vio acercar su rostro. Definitivamente ese beso lo tomó desprevenido y se vio desarmado ante él. Víctor no tenía cómo imaginar que algo así iba a suceder, después de todo, Christophe para él era más que un primo, era un hermano menor, el hermano con el que había crecido y al que amaba y cuidaba como si realmente compartiera su sangre.
Ese beso lo sorprendió, pero lo que realmente lo alarmó fue escuchar el sonido de las copas rompiéndose al hacer contacto con el suelo.
La sonrisa de Yuuri se desvaneció en cuanto llegó al salón. Nunca habría imaginado que al llegar encontraría a Víctor junto a Christophe, besándose. No supo si pasó uno o varios segundos, pero sus manos perdieron la fuerza y las copas que llevaba terminaron en el suelo quebrándose ruidosamente. Víctor y Chris se separaron, el alfa se giró y lo miró sobresaltado.
—Yuuri —dijo al verlo, intentando acercarse a él.
Pero Yuuri dio la vuelta y corrió hacia las escaleras. Chris tomó a Víctor del brazo y él lo miró con una expresión que el omega no pudo descifrar.
—Lo… lo siento… yo no…
Víctor se soltó del agarre de Christophe y corrió tras Yuuri. Chris se dejó caer al suelo y cubrió su rostro con sus manos.
—Soy un estúpido, nunca debí hacer algo como eso.
Yuuri entró en el cuarto que compartía con Victor agitado por correr tan rápidamente como sus piernas le permitieron y alterado por lo que había visto. Sin pensarlo mucho abrió el armario y comenzó a sacar su ropa lanzándola sobre la cama.
—¿Qué haces, Yuuri? —preguntó Víctor entrando a la habitación y cerrando las puertas que Yuuri había dejado abiertas.
—Regresaré con mis padres, así podrás besarte con Christophe cuantas veces quieras sin preocuparte por mi presencia.
—No digas eso, Yuuri —dijo Víctor acercándose a él—, escúchame, por favor.
— ¿Desde cuándo están juntos? —preguntó Yuuri alejándose de Victor—. ¿Desde antes de casarte conmigo?
—No saques conclusiones apresuradas, yo no…
—¿Por qué te casaste conmigo? —preguntó alterado, subiendo el tono de su voz mientras sus ojos húmedos aguantaban las lágrimas, ardiendo—. ¿Te dio lástima el pobre omega que no podría ir a la universidad? ¿Acaso mi hermano te lo pidió? ¡Responde! ¿Por qué?
—Porque te amo —respondió Víctor tomándolo del brazo y acercándolo a él con fuerza.
—¡Mentiroso! —gritó Yuuri revolviéndose entre sus brazos.
—Está bien —dijo Víctor soltándolo—, entiendo que estés molesto por lo que viste y no te impondré mi presencia. Pero tampoco permitiré que te marches sin antes hablar conmigo, soy tu esposo y merezco ser escuchado —Víctor caminó despacio hacia las puertas y se retiró de la habitación sin decir nada más. Yuuri se quedó paralizado ante las palabras de su esposo.
Masumi había pedido el día libre, estaba seguro de que podría celebrar las buenas noticias que esperaba de Yuuri y Chris. Sin embargo, cuando entró a la casa de su mejor amigo encontró a Christophe temblando en medio de la sala, con los ojos rojos y el rostro empapado de lágrimas.
—Chris, ¿qué ha pasado? —preguntó preocupado mientras sostenía los brazos del omega.
—Masumi —pronunció despacio, reconociéndolo mientras enfocaba su vista en los ojos castaños de su amigo, y amante—, por favor sácame de aquí —pidió suplicante. Masumi inmediatamente asintió.
Cuándo Víctor bajó al salón ya no había rastro de Christophe. Lo buscó en los lugares de la casa en las que él solía estar pero no logró encontrarlo. No pudo evitar preocuparse por su primo, sabía que el hecho de no poder entrar en la facultad de medicina lo había derrumbado, y además estaba ese beso. Víctor tocó sus labios y recordó esa sensación agridulce que sintió en Chris al ser besado por él.
—Chris, por qué tú…
Masumi y Christophe estaban en la habitación de un hotel, Chris se encontraba sentado a los pies de la cama, con la cabeza gacha y la vista fija en el piso. Masumi se inclinó y lo abrazó con ternura.
—¿Por qué no puedes elegirme, Chris? —preguntó—, sé que Víctor es mejor que yo, pero tampoco estoy tan mal ¿verdad? —sonrió acariciando la mejilla del omega.
—Bobo —respondió Chris con una sonrisa triste—, si dependiera sólo de mi voluntad no estaría pasando por esto.
—Bueno, conociendo a mi hermano tal vez ya esté con sus maletas hechas intentando regresar a casa de mis padres, esta podría ser tu oportunidad —dijo poniéndose de pie y acercándose a la ventana.
—Idiota, sabes bien que Víctor no lo permitiría —respondió Christophe— y si llegara a pasar yo mismo iría por Yuuri. Ellos son felices juntos y yo no deseo destruir eso.
—Eso no te impidió besarlo —Masumi lo miró duramente.
—¿Quieres herirme con tus palabras? —preguntó Chris respondiendo a la mirada—. Soy patético —suspiró—, llevo tantos años ocultando lo que siento que jamás pensé que cometería una tontería como la de hoy. Pero soy un omega, también tengo derecho a sucumbir ante mis sentimientos, aunque sea una vez. Después de todo sé que no obtendré más que ese beso robado.
—¿Te diviertes conmigo, Chris? ¿Confías en mí? ¿Te ha gustado como te hago el amor? ¿Sientes afecto por mí?
—Por supuesto que sí.
—Entonces elígeme.
—Masumi… yo…
—Elígeme.
Masumi tomó a Christophe por los hombros, levantándolo, atrayéndolo hacia él, para abrazarlo con fuerza, para sentirlo, para oler su fragancia de jazmines y saborear sus labios agridulces. Sabía que no lo amaba, pero tenía hambre de él y se negaba a dejarlo ir.
—Masumi, detente —jadeó Christophe después de separar sus bocas—. Esto no está bien, te estoy lastimando al permitirlo, no quiero usarte como consuelo.
—¿Acaso no es placer mutuo lo que encontramos al unirnos? —preguntó Masumi—. No soy usado porque conozco tus sentimientos y los acepto, acepta los míos, Chris.
—¡Christophe! —exclamó Elizabeth abrazando a su amigo, quien llegó hasta su casa cuando ya había oscurecido—. Estaba preocupada por ti, hace algunas horas Víctor envió un mensajero preguntando si estabas aquí, al parecer también está preocupado.
—Hice una tontería, amiga —dijo Christophe suspirando—. No quiero volver a casa.
—Puedes quedarte conmigo el tiempo que desees.
—Gracias Elizabeth.
Elizabeth y Christophe eran amigos desde que eran unos niños. Elizabeth sabía de su amor no correspondido por Víctor, por lo que podía imaginar que algo había sucedido entre ellos. Pero como lo conocía, sabía que era algo de lo que no iba a hablar, al menos no en ese momento. Entraron a un pequeño salón y pidieron a una muchacha del servicio que les preparará el té y algunas galletas. Entonces Elizabeth, refiriéndose a otro de los temas que también afectaba a Christophe, dijo:
—Entraré a la escuela de enfermería. No es lo que quiero, pero es la única manera que tengo de acercarme a lo que deseo. Si no me quieren enseñar, pues aprenderé por mi cuenta, atendiendo a los enfermos, observando a los médicos… de alguna manera yo aprenderé y algún día volveré realidad mi sueño.
—Yo tampoco quiero rendirme, Elizabeth. —Christophe puso sus manos alrededor de la cálida taza de té—. Puedo aceptar perder muchas cosas, pero no aquello que me hace ser yo mismo, y eso es mi sueño, el más ardiente de los deseos de mi corazón —sonrió—. Hoy me sentí tan devastado que hice tontería tras tontería, pero ya basta de autocompasión. Volveré mi sueño realidad, aunque me tarde la vida entera.
—Gracias por cuidar de Chris, Masumi. Me tranquiliza saber que ahora está en casa de Elizabeth —dijo Víctor mientras servía dos copas de vino. Estaban en su despacho, y Masumi se encontraba sentado en uno de los amplios sillones de cuero que servían para descansar.
—¿Y mi hermano? —preguntó Masumi recibiendo la copa de vino.
—No ha salido de la habitación —respondió Víctor sentándose frente a Masumi—, y apenas ha probado la comida que Mila le ha llevado.
—¿Quieres que hable con él?
—No, creo que es necesario que aprendamos a resolver este tipo de cosas por nosotros mismos. Además, me duele que no confíe en mí. Entiendo su enojo, pero ya tendría que haberme escuchado.
—No te molestes por eso —pidió Masumi sonriendo—, probablemente él también lo sabe, pero es terco. En muchos aspectos Yuuri sigue siendo un niño.
Yuuri estaba sentado sobre la cama, con la mirada fija en la ventana, mirando el cielo oscurecido por la noche. Sabía que tenía que hablar con su marido, durante la tarde muchas cosas de su vida en común se aparecieron frente a sus ojos: la amabilidad que siempre le mostró, sus palabras dulces, la sinceridad que vislumbraba en cada uno de sus gestos, la pasión con la que tocaba su cuerpo, el placer que le otorgaba cuando estaban juntos. Eran tantas cosas buenas que no pudo sino darle la razón a sus palabras: él merecía ser escuchado.
Pero era terco y se negaba a buscarlo. Aunque secretamente deseaba que él entrara en el cuarto pidiéndole que lo dejara darle una explicación.
—Él no vendrá —dijo al fin, poniendo en palabras algo que ya sabía. Dispuesto a dejar su orgullo de lado se puso de pie y salió de la habitación.
Masumi ya se había ido y Víctor se encontraba sumergido en algunos papeles. Tenía el ceño fruncido, algo en lo que leía lo inquietaba. Las relaciones entre Serbia y Austria se estaban deteriorando y altos mandos alemanes habían estado frecuentando el Imperio Otomano. Además, hacía casi dos años se habían firmado tratados militares que prácticamente dividían los estados europeos en dos facciones, la triple alianza y la triple entente, cada una con una fuerza militar impresionante.
—Los intereses colonialistas que Alemania tiene en China y África del sur chocan con el dominio que nosotros los ingleses hemos establecido. La triple alianza y la triple entente mantienen un peligroso equilibrio. No sé hasta cuando resista esta frágil paz armada.
Sus pensamientos divagaban en las posibilidades que veía para Europa cuando sintió la puerta de su despacho abrirse, lentamente Yuuri asomaba su rostro, parecía más tímido que de costumbre.
—¿Podemos hablar? —preguntó.
—Claro que sí —respondió Víctor poniéndose de pie y acercándose a su esposo—, te he estado esperando, Yuuri —dijo al llegar junto a él, cogiendo sus manos y besándolas con suavidad.
—Entonces, te escucho.
—Gracias —sonrió Víctor.
Víctor y Yuuri se sentaron juntos. Hablaron largamente sobre lo ocurrido y también expusieron sus temores y puntos de vista. Yuuri se sentía inquieto por las condiciones en las que se dio su matrimonio, también porque Christophe era parte de la vida de Víctor y sabía que tendría que volver a interactuar con él. Por su parte, Víctor deseaba que Yuuri confiara más en él y en sus sentimientos, no quería que tomara decisiones apresuradas sin antes hablar con él.
—Chris es una persona importante para mí —dijo Víctor—, siempre lo he visto como un hermano y siempre pensé que para él yo era un hermano mayor. No hemos hablado después de lo que ocurrió por lo que tampoco sé exactamente qué es lo que siente, pero no puedo dejarlo solo.
—Entiendo —dijo Yuuri bajando la vista.
—Pero tú eres mi omega, mi esposo, y pondré tus sentimientos por encima de cualquier cosa. Jamás te expondría a una situación incómoda.
—Gracias. —Yuuri fijó sus grandes ojos color vino sobre los suaves ojos color cielo de Víctor—. Yo te prometo que confiaré en ti y siempre te escucharé.
Víctor sonrió y acarició el rostro de Yuuri, el omega cerró los ojos y disfrutó del contacto. Cualquier preocupación desapareció de la cabeza del alfa y simplemente deseo a su esposo, su cuerpo, su alma, su calor, su amor.
Después de húmedos besos y caricias atrevidas se fundieron sobre el sillón.