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El inicio de una historia (Promesas y Esperanzas)


—¡Elizabeth! —gritó Christophe mientras corría hacia una joven que al verlo sonrió. Chris lucía un sencillo traje gris que acentuaba su bien formado cuerpo de omega y resaltaba sus preciosos ojos verdes. Sonreía mientras se acercaba a su amiga, también omega, cuando una ráfaga de viento desordenó su bella cabellera rubia. 

—¡Apresúrate Chris! —exclamó Elizabeth—, la discusión está por comenzar —dijo caminando apresuradamente mientras Christophe la alcanzaba.

—Oí que tu hermana también hablará en el congreso —dijo el Omega una vez a su lado.

—La estúpida de Millicent aún piensa que los puede convencer con discursos bonitos. Realmente no creo que esta discusión logre convencer a los congresistas obcecados, sólo voy para escuchar a Sojourner Truth.

—Pienso como tú, pero no seas tan severa con tu hermana. Ella lleva años luchando por nuestro derecho al voto y realmente se esfuerza diariamente para obtener apoyos en el congreso.

—Lo que importa son los resultados, y su manera diplomática no ha servido para nada. Ya debería dejarse de tanto parloteo y pasar a la acción.

El resto del camino lo hicieron en silencio. Al llegar al congreso aún pudieron conseguir buenos asientos, estaban en la mitad del salón y podían ver directamente hacia donde se encontraban quienes expondrían aquel día, cuatro destacadas personalidades: John Stuart Mill, Millicent Fawcett, Sojourner Truth y Joseph Brown. La primera en subir al estrado fue Millicent.

Millicent se ponía nerviosa cada vez que debía hablar en público, pese a su posición era una omega bastante tímida y odiaba tener que hacerlo, sin embargo, la convicción en sus ideas la sostenía. Se acercó al micrófono y habló:

—Señores y señoras presentes; alfas, betas y omegas, quiero agradecer la oportunidad de estar aquí nuevamente aunque en esta ocasión no seré yo la que hable. Me han escuchado tantas veces que no creo que sea necesario repetir nuevamente mis convicciones, las que de sobra ya conocen. En cambio, y con el permiso de los señores congresistas, he invitado a dos personas que pueden darnos nuevas perspectivas sobre el ya viejo asunto del derecho al voto omega. En primer lugar, está aquí presente el señor Stuart Mill quien anteriormente presentó al congreso una moción para reconocer nuestro derecho, como omegas, a escoger a nuestros representantes. Como la mayoría de ustedes sabe, Jonh Stuart Mill, es un gran filósofo, político e historiador, por lo que nos puede entregar una amplia visión del problema, además de aportar el punto de vista de un alfa que apoya la causa omega.

Millicent tomó el vaso de agua que había a un costado del estrado, tomó un sorbo y prosiguió:

—También he invitado a Sojourner Truth, ella viene de los Estados Unidos a compartir su experiencia en cuanto a la lucha por los derechos, no sólo de los omegas, sino que también de los descendientes afroamericanos esclavizados. Cómo saben, ella nació siendo una omega esclavizada y vivió la mayor parte de su vida en esa condición. Finalmente, y representando al congreso, también está presente en el debate el señor Joseph Brown, quien nos explicará en qué fundamenta su negativa a aprobar el derecho a voto de los omegas.

Volvió a beber agua:

—Sin más demora, invito al señor Stuart Mill para que comience la discusión

John Stuart Mill, un alfa mayor que lucía un impecable traje color marengo, se acercó al estrado y en voz firme comenzó:

—El sufragio de los omegas es un hecho de justicia…


Yuuri estaba sentado en un columpio que colgaba de un gran árbol en el patio trasero de su casa. Parecía absorto en sus pensamientos, tanto así que tardó en percatarse  del aroma a bosque que desprendía su hermano y casi no se dio cuenta de que Masumi se acercaba.

—¿En qué piensas? —preguntó el moreno sacándolo de sus cavilaciones.

—En nada. Sólo estaba distraído —mintió Yuuri.

Ambos se quedaron en silencio un largo rato. De pronto, Yuuri lo miró a los ojos y le dijo:

—Masumi, ¿qué tipo de hombre es Víctor Nikiforov?

—Uno de los buenos —respondió sonriendo su hermano.

—Ya veo… —dijo Yuuri suspirando.

—Es generoso y amable con todos. Puede ser muy infantil en algunos aspectos, pero cuando el asunto lo requiere actúa con seriedad. Es bastante caprichoso, cuando quiere algo va por ello sin medir las consecuencias. Tiene muy buen carácter, siempre se muestra alegre, accesible y gentil, pero su honestidad a veces puede resultar cruel. Es bastante severo en ese sentido. Es apasionado con lo que le gusta y le gusta ser el mejor en cualquier cosa que haga. Es un buen amigo, pero son pocas las personas que llegan a conocerlo a fondo, la mayoría se encanta con su apariencia y simpatía, por lo que muy pocos ven más allá de eso. Esto hace que a pesar de que pueda estar rodeado de gente,  a la vez se sienta solitario. 

—Veo que lo conoces bastante bien.

—¡Claro! Por esa razón le confiaría incluso a mi pequeño hermano —dijo guiñándole un ojo.

—¡Te lo ha dicho! —exclamó Yuuri poniéndose de pie de un salto.

—Sí, pero no te preocupes, no lo comentaré con nadie más —respondió acariciando el cabello de su hermano—, él tampoco se lo dirá a otra persona mientras no tenga tu respuesta. Conmigo hizo una excepción porque somos buenos amigos.

—Espero que eso sea verdad y que no haya nada oculto —dijo Yuuri mirándolo directamente a los ojos—, no quisiera que mi querido hermano mayor sea quién está detrás de esa inesperada propuesta de matrimonio.

—¡Claro que no! —respondió el chico moviendo su alborotado cabello castaño—, a mí también me sorprendió, pero creo que lo impresionaste de verdad.

Yuuri se sonrojó al escuchar lo que su hermano decía, volvió a sentarse sobre el columpio y a balancearse tímidamente. Realmente, Yuuri no sabía por qué razón ese alfa tan hermoso podría fijarse en él, un omega tan simple. 

—No le des tantas vueltas al asunto —dijo Masumi poniéndose delante de él mientras sujetaba las cuerdas del columpio. Yuuri le miró—, sólo se honesto contigo mismo y has lo que quieres hacer, después de todo es lo que siempre has hecho, ¿no?

—Tienes razón, pero de todos modos me demoraré un poco en responder, después de todo, un matrimonio no es algo de lo que me pueda arrepentir tan fácilmente.


—Los omegas sólo deberían dedicarse a las cosas bellas —decía Joseph Brown en medio de su intervención—, la política es un asunto demasiado escabroso para ellos, nuestros dulces y delicados omegas que requieren de nuestra ayuda para subir a los carruajes o para cruzar las zanjas. Es por eso que no estoy de acuerdo con abrir la posibilidad del voto, nuestros gentiles omegas no deben saber de los problemas del mundo, ellos sólo deben saber de la belleza y es nuestro deber de alfas y betas otorgarles esa posibilidad, una vida placentera, rodeada de niños y flores, sin pisar siquiera un charco de lodo ya que para evitarlo estamos nosotros.

Los aplausos no se hicieron esperar. Sin embargo faltaba la intervención de Sojourner Truth quien se paró ante el estrado con determinación. Comenzó diciendo:

—Ante la intervención de vuestro honorable congresista yo sólo tengo una duda. ¿Acaso no soy una omega?

Las miradas dubitativas y sorprendidas de los asistentes no se hicieron esperar entre los murmullos de los asistentes, Sojourner prosiguió:

—Este hombre, que acaba de hablar, dice que los omegas necesitan ayuda al subirse a los carruajes, al cruzar las zanjas y que deben tener el mejor sitio en todas partes. ¡Pero a mí nadie me ayuda con los carruajes, ni a pasar sobre los charcos, ni me dejan un sitio mejor! ¿Y acaso no soy yo una omega? ¡Miradme! ¡Mirad mi brazo! He arado y plantado y cosechado y en eso ningún beta, ni tampoco alfa, podía superarme. Podía, también, comer lo mismo que cualquiera de ellos si encontraba alimento, ¿y acaso no soy yo una Omega? He parido trece hijos sólo para ver cómo eran vendidos como esclavos, y cuando lloraba con el dolor de una madre, ¡nadie me escuchaba! ¿Y acaso no soy yo una omega? Ustedes hablan de esa cosa en la cabeza, ¿cómo es que le dicen? ¡Ah, cierto! INTELECTO. ¿Qué tiene que ver eso con los derechos de los omegas o de los esclavos negros? Si mi copa no tiene espacio más que para una pinta, y la tuya para un cuarto de galón, ¿no es feo por tu parte no dejarme tener mi pequeña media medida llena? La vieja Sojourner ya no tiene nada más que decir.


La noche era cálida y Yuuri disfrutaba del sonido de las cigarras mientras mojaba sus pies en el río que cruzaba el bosque. Era un lugar al que le gustaba mucho ir ya que se sentía realmente libre. Estaba distraído jugando con las luciérnagas que revoloteaban a su alrededor hasta que ese ya familiar aroma a sándalo lo envolvió.

—Luce muy hermoso cuando sonríe —dijo el alfa de ojos zarcos. 

Yuuri lo miró ruborizado, su cabello negro estaba desordenado y sus pantalones estaban doblados hacia arriba mientras sus piernas se sumergían en las aguas del río.

—He venido a despedirme. Mañana partiré temprano rumbo a Londres y quería verlo a solas antes de marchar.

Yuuri salió del rió y caminó hacia él.

—Aún no tengo una respuesta para usted —dijo con sinceridad.

—No vengo a exigírsela —respondió él, sintiendo como el dulce aroma a lirios se mezclaba con el suyo—, regresaré dentro de dos meses y se la pediré. Quisiera poder escribirle hasta ese día.

—Claro, no hay ningún problema en eso —respondió Yuuri—, pero si no es para obtener una respuesta —prosiguió el Omega—, ¿cuál es la razón para querer encontrarme a solas?

—Sucede que yo… no quiero que se olvide de mí —respondió el Alfa— y tal vez esto ayude a que me recuerde.

Víctor se acercó a Yuuri y lo sujetó de la cintura, la apegó a su cuerpo sin que él omega opusiera resistencia, lo miraba sorprendido pero no se negaba a la cercanía del alfa. Entonces, Víctor lo besó.

A Yuuri le costó comprender lo que sucedía, realmente el alfa lo había tomado por sorpresa, sin embargo, su cercanía no le incomodó y sus labios tomando los suyos tampoco. Se dejó llevar por las sensaciones placenteras que el beso le proporcionaba y respondió a los movimientos que Víctor le imponía, dejándolo saborear y explorar los rincones de su boca.

Víctor había empezado con un beso delicado, pero la respuesta de Yuuri lo animaba para exigir más de aquel primer acercamiento, dejando salir su lado más pasional, mientras sus aromas se intensificaban y se llamaban, despertando al alfa y omega que llevaban en su interior. Víctor dejaba a Yuuri sin aliento mientras sentía su corazón latir contra el suyo. El alfa hizo un esfuerzo enorme para controlarse y separarse de un sonrojado omega, que aún temblaba al sentir sus labios calientes y palpitantes.

—Es mejor que me vaya a descansar —dijo Víctor sonriendo—, mañana parto temprano.

—Claro —respondió Yuuri sin poder mirarlo a la cara—, yo me quedaré un rato más aquí.


Un elegante carruaje había parado ante una enorme mansión ubicada en el centro de Londres. El cochero se dispuso a abrir la puerta para el alfa de cabellos plateados que estaba adentro; apenas puso los pies en el suelo londinense un omega de hermosos y chispeantes ojos verdes se lanzó a sus brazos

—¡Bienvenido a casa! —dijo con alegría.

—Muchas gracias por tu recibimiento, Chris —respondió con una sonrisa.



1. John Stuart Mill efectivamente fue un filósofo, político e historiador. Y la frase «El sufragio de las mujeres es un hecho de justicia» es suya.

2. Elizabeth Garrett fue la primera mujer inglesa en ejercer la medicina, y efectivamente era la hermana de Millicent.

3. Sojourner Truth efectivamente nació esclavizada, pero luchó por el abolicionismo. Y el discurso del que he copiado parte «¿Acaso no soy una mujer?» Lo dijo en Diciembre de 1851 en la convención de mujeres de Akron, Ohio, Estados Unidos.

Espero que les guste este capítulo, en los siguientes me centraré más en nuestros queridos personajes. En este quería mostrar el contexto en el que se desenvolverá la historia. Agregué el discurso de Sojourner porque siempre me ha parecido maravilloso y este fic fue la excusa perfecta para mencionarlo.

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