—Mis padres están durmiendo la siesta. Los iré a despertar para que bajen pronto —dijo Yuuri mientras entraba a su casa seguido de Víctor.
—Preferiría estar un rato más a solas contigo, pero admito que no se vería bien —respondió el Alfa.
—Creo que es mejor que vaya, o se molestarán —respondió un sonrojado Yuuri—, por favor espera en la sala.
—De acuerdo —contestó sonriendo.
Yuuri subió las escaleras y al llegar al segundo piso se detuvo temblando. Puso la mano en su pecho y sintió su corazón palpitar más allá de lo normal —¿Por qué estoy tan nervioso?—. Se preguntó —tomé la decisión correcta, él es el alfa adecuado para mí.
Víctor también se encontraba inquieto, se sentó en el sofá, pero pasados cinco minutos se puso de pié y comenzó a caminar por la habitación. No entiendo la ansiedad que siento —pensó—. Creo que ellos estarán felices con el matrimonio. Y yo haré todo lo posible por ganar el amor de Yuuri.
Aún así, los minutos pasaban y el alfa de cabello plateado cada vez estaba más nervioso. Decidió mirar por la ventana y concentrarse en el paisaje que observaba, el campo verde y los árboles enormes le transportaban a un estado de ánimo más sereno. Se concentró en ello y calmó sus ansias.
—Buenas tardes, señor Nikiforov —escuchó un poco después de sentir el aroma a lirios de Yuuri junto a los aromas mezclados de sus padres. Se giró y vio a los señores Katsuki y al omega tras ellos—, sea bienvenido nuevamente a nuestro hogar —continúo el padre de Yuuri.
—Gracias por la hospitalidad —respondió Víctor—, aunque supongo que les sorprende verme nuevamente. Disculpen la descortesía de no anunciar mi visita.
—Eso no tiene importancia —dijo sonriendo la madre de Yuuri—, su visita siempre es agradable. Ahora tome asiento que iré a pedir que nos preparen un té.
La Señora Katsuki se dirigió a la cocina y volvió tras unos minutos seguida por las sirvientas que dispusieron el té con galletas para los señores y su invitado.
El señor Katsuki se interesó por la vida en Londres y sostuvo una amena conversación con Víctor mientras tomaban el té. Víctor notó que Yuuri se estaba inquietando y en cuanto se le dio la oportunidad volvió al tema que lo llevaba a visitarlos.
—Lo que me trae nuevamente a su casa es algo muy importante para mí… y creo que también lo será para ustedes.
—Lo escuchamos señor Nikiforov —dijo el padre de Yuuri poniéndose serio.
—Estoy aquí por su hijo, por Yuuri. Yo quisiera pedir su permiso para casarme con él.
Los padres de Yuuri no esperaban aquella petición. Se miraron asombrados y luego miraron al omega quien pese a su rubor habló.
—Yo acepto la propuesta de matrimonio del señor Nikiforov, espero que ustedes no tengan ninguna objeción.
Los padres de Yuuri nuevamente se miraron. Su madre comenzó a derramar lágrimas de emoción.
—¡Claro que no tenemos objeción! —dijo para abrazar a su hijo—. No podría estar más contenta con tu decisión —dijo la omega totalmente feliz.
—Señor Nikiforov —dijo el padre de Yuuri—, como mi esposa lo ha expresado no tenemos ninguna objeción, al contrario, usted es el mejor esposo que podríamos desear para nuestro hijo. Bienvenido a la familia —sonrió el alfa también, aunque menos expresivo que su esposa.
El padre de Yuuri extendió su mano y Víctor la tomó, dándose un sentido apretón de manos entre el futuro suegro y su futuro yerno.
Padre y madre estaban felices. Yuuri siempre rechazó el matrimonio por lo que pensaban que para aceptar a Víctor debía haber comenzado a interesarse en él durante los días que él pasó como huésped en su casa. Algo que debían agradecer a Masumi.
Estaban contentos, además, porque veían en el matrimonio la seguridad que ellos deseaban para Yuuri, sería el esposo de un alfa adinerado y perteneciente a la nobleza, que además tenía el prestigio de ostentar un alto cargo en el ejército. Ciertamente, su testarudo hijo había terminado por escoger muy bien.
La señora Katsuki recordó el día en que conoció a Yuuri, ella y su esposo no pudieron tener hijos biológicos por lo que adoptaron a Masumi y a Yuuri, Masumi era hijo de unos amigos de la familia y Yuuri era hijo de Hiroko, una prima lejana de la señora Katsuki. Todos ellos murieron debido a los desórdenes de la guerra civil que había estallado en Japón. Yuuri era un pequeño de dos años de edad y Masumi tenía apenas cuatro cuando quedaron huérfanos. Sin embargo, ella los amó desde el primer día, en cuanto los vio supo que quería ser su madre. Y ellos no recordaban más madre que a ella.
—¿Qué estás diciendo?
—Lo que escuchaste, Elizabeth. Víctor ha ido a pedir la mano del hermano menor de Masumi —repitió Chris.
—Vaya, eso sí que es sorpresivo. No tenía idea de que Víctor estuviera tan interesado en un omega.
—Lo dejó impresionado en las semanas de vacaciones que pasó en esa casa. Pero él aún no le daba una respuesta. Tampoco sus padres sabían del interés que Víctor tenía en él.
—Bueno, eso es lo de menos, si el omega lo acepta probablemente ellos sean los más felices. ¿Qué familia no querría tener a Víctor como yerno?
—Eso es lo que más me preocupa. Espero que ese omega valore a Víctor más allá de los beneficios que su matrimonio con él le traería. Mi estúpido primo ya le prometió que pagaría sus estudios si quedaba en la universidad, cosa que sus padres se negaron a hacer.
—Ya veo, hay bastantes intereses de por medio. Creo que eso no pinta bien.
—De todos modos tengo que esperar a conocerlo para hacerme una idea de sus sentimientos por Víctor. Y creo que tampoco puedo desestimar el criterio de mi primo, es un idiota despistado, pero supongo que lo que vio en él le gustó. Además, es un hombre adulto y si es su decisión sólo puedo aceptarla.
—Aún así creo que quisiera interrogar a ese omega.
—Será mejor que volvamos al estudio.
—Sí, sí, pero antes de eso… ¿Supiste que quieren apresar a Emmeline Pankhurst?
—Algo había escuchado.
—Los omegas de la OSPU han causado bastante alboroto. Rompieron los ventanales de las casas de varios parlamentarios que votaron contra el sufragio omega. ¡Y pusieron explosivos en los buzones de correos!
—Lo cuentas de forma muy entusiasta.
—Decidí unirme a la OSPU.
—No me sorprende.
—Chris, en 15 días más Emmeline dará un discurso, el lugar será avisado sólo un día antes para evitar que la policía lo descubra, ven conmigo.
—Te aseguro que no me lo perdería.
—Ahora sí, estudiemos.
Ese mismo día por la noche llegó Víctor. Christophe lo esperaba leyendo un libro en la sala de estar.
—Despierto a estas horas, Chris.
—No podía irme a dormir sin escuchar las novedades —respondió sonriendo el omega—, por tu semblante veo que son buenas nuevas.
—Así es querido Chris —dijo Víctor sentándose a su lado. Chris cerró el libro y lo puso sobre sus piernas—, la boda se realizará dentro de un mes. En 10 días Yuuri y sus padres llegarán a Londres para ayudar con los preparativos.
—¡Un mes! Vaya, tendremos que darnos prisa en organizarlo todo.
—No será tan difícil… Además, confieso que ya había adelantado algunas cosas.
—¡Tan seguro estabas de que te aceptaría!
—Admito que tenía grandes esperanzas. Pero no adelanté nada que no pudiera ser cancelado fácilmente. Simplemente reservé la iglesia y poco más.
—Pues me alegra que no tengas que cancelar nada. Ahora sólo espero que ese lindo omega llegue pronto para conocerlo.
—Y yo para hacerlo mi esposo.
Diez días más tarde Yuuri y sus padres llegaron a Londres. Cuando el cochero abrió la puerta y pusieron los pies fuera de la casa de Nikiforov quedaron sorprendidos. Sabían que se encontrarían con una mansión, pero nunca esperaron una tan majestuosa.
—Bienvenidos —dijo Víctor sonriendo. Estaba de pie en la puerta de su mansión y Chris estaba a su lado, tomándolo del brazo—. Él es mi primo, Christophe, vive conmigo desde que somos niños.
—Es un placer conocerlos —dijo Christophe también sonriendo, aunque su sonrisa era algo forzada.
Sabía que pronto quien estaría del brazo de Víctor era ese omega de bonitos ojos color vino y mirada tímida que estaba frente a él, y aunque se había propuesto aceptarlo, la espina que punzaba sobre su corazón no era fácil de ignorar.
Dos días más tarde, Chris y Elizabeth volvían a su rutina de estudiar juntos cada día. La tarde estaba soleada por lo que se encontraban haciéndolo en una mesa del jardín. De pronto Yuuri apareció con una bandeja con limonadas.
—Siento interrumpirlos —dijo—, pero llevan tanto tiempo metidos en el estudio que imaginé que ya necesitaban un descanso —se sonrojó levemente al tener la atención de esos dos omegas que le miraban fijamente.
—Gracias, Yuuri —dijo Chris—, siéntate con nosotros.
Yuuri se sentó y comenzaron a beber limonada. Elizabeth entonces miró al omega, con el que aún no había tenido la ocasión de charlar, y se propuso interrogarlo para aclarar sus dudas sobre él.
—Christophe me ha comentado que usted también desea entrar a la universidad —comenzó diciendo.
—Así es, yo quiero estudiar literatura.
—Faltan dos meses para los exámenes de admisión ¿Está usted preparado? —preguntó ante la mirada suspicaz de Christophe, que sabía perfectamente cuales eran las intenciones de su amiga.
—Espero estarlo. He estudiado mucho y por mucho tiempo para estar a la altura del examen de ingreso.
—¿Sus padres no le permitieron presentar antes el examen?
—Lamentablemente no, ellos son de la idea de que el destino de un omega es el matrimonio y la familia.
—Es lamentable que aún exista ese tipo de pensamiento. Tuvo suerte usted de que el señor Nikiforov le haya propuesto pagar sus estudios a cambio de su mano.
Yuuri se sintió incómodo ante esa última afirmación. No dejaba de ser verdad lo que ella decía, pero no era tonto y sabía que lo decía como un reproche o una acusación. Respiro profundo y dijo:
—Tiene usted razón en decir que tuve suerte al conocer a Víctor. Ya que no podría enamorarme de un alfa que pensara que nací para servirlo o únicamente para darle hijos. Que su intención no sea cortar mis alas sino impulsarme a volar con ellas sólo hace que mi admiración y afecto por él crezcan. Yo, acepté casarme con éĺ porque Víctor piensa que soy el omega adecuado para él, y porque yo también creo que él es el alfa adecuado para mí.
Elizabeth sonrió.
—En ese caso felicitaciones —dijo sonriéndole sinceramente.
Yuuri le simpatizó. Y tal vez resultaría también un buen compañero.
—Ya que aprecia estudiar y no cree que su destino sea únicamente el de cuidar de su alfa y los hijos que tendrán, tal vez le interese el movimiento sufragista —soltó sin preámbulo.
—Así es —respondió Yuuri—, ha sido una gran desilusión el que nuevamente hayan negado el derecho al voto omega.
—Hay quienes creen que hay que hacer cosas diferentes, en lugar de intentar convencer parlamentarios retrógrados para conseguir que se reconozca nuestro derecho.
—¿Cosas diferentes?
—¿Ha oído hablar de Emmeline Pankhurst? ¿Le gustaría escuchar un discurso suyo? —preguntó la omega sonriendo.
Tres días más tarde, Elizabeth, Christophe y Yuuri se encontraban en el jardín que rodeaba una de las iglesias del centro de la ciudad, estaba oscureciendo cuando entre los omegas reunidos ahí apareció Emmeline. El aplauso que recibió la emocionó casi hasta las lágrimas.
—Muchas gracias compañeros míos por arriesgarse esta noche a estar aquí presentes. Ya saben que la policía está buscándome y entre ustedes hay muchos que perderían más que yo si son apresados. Sin embargo, me alegra que estén aquí conmigo. Quiero pedirles, y sé que tal vez es demasiado, que sigan luchando contra el sistema que nos oprime, mostremos que no obedeceremos ninguna ley que se nos imponga, porque nosotros somos los que queremos decidir también las leyes.
Un nuevo aplauso interrumpió las palabras de Emmeline.
—Los periódicos nos tachan de extremistas —prosiguió—, por algunos vidrios rotos o buzones que han explotado. Yo me pregunto entonces, ¿acaso esas cosas son más valiosas que la invitación que hacemos a los alfas y betas de reconocernos también como seres humanos?
El ruido de patrullas policiales aparcando y policías acercándose los alertó.
—Sígame por favor —dijo uno de los omegas llevándose a Emmeline.
—¡Nosotros no debemos permitir que la capturen! —gritó otra omega mientras se ubicaba frente a sus compañeros con coraje, esperando a que los policías llegaran—, no los dejaremos pasar.
La violencia de los policías contrastó con el coraje de los omegas, quienes sólo después de asegurar la huida de Emmeline comenzaron a luchar por la propia. Era la primera vez que Yuuri se veía envuelto en una situación así. Christophe lo tomó del brazo y lo jaló para escapar siguiendo a Elizabeth, sin embargo, Yuuri se soltó de Chris para ir a ayudar a una mujer omega que había caído y no podía ponerse de pie.
La ayudó a levantarse, pero fueron fuertemente aprisionados por un par de policías que comenzaron a arrastrarlos fuera del recinto.
—No puedo dejarlo solo —dijo Christophe a Elizabeth—, escapa y avisa a Víctor —Christophe volvió sobre sus pasos para seguir a Yuuri, un policía golpeó su espalda y luego lo jaló con fuerza ante la mirada horrorizada de Elizabeth, quien se debatió entre ir a ayudarlo o correr a avisar a Víctor.
Escogió la segunda opción, confiando en que sería lo mejor para ayudar a Christophe y a Yuuri.
Elizabeth fue recibida por Mila, quien al verla se espantó ya que estaba sudando, con el cabello desarreglado y el vestido roto.
—¡Señorita Elizabeth! ¿Qué le ha ocurrido?
—Eso es lo de menos, por favor ve por Víctor. Que los padres de Yuuri no se den cuenta de que algo anda mal… apresúrate.
Víctor y los padres de Yuuri estaban en su despacho. Bebían una copa de vino mientras hablaban de temas relativos a la boda. Mila entró y llamó a Víctor, él la siguió hasta afuera de la habitación y ella lo guió hasta donde se encontraba Elizabeth.
—¡Elizabeth! —exclamó asombrado al verla—. ¿Qué ha ocurrido?
—Chris y Yuuri fueron detenidos. Fuimos a escuchar a Emmeline Pankhurst y llegó la policía. Lo siento, Víctor.
—Espérame un momento —dijo Víctor dirigiéndose nuevamente a donde se encontraban los padres de Yuuri.
Yuuri y Christophe le habían dicho que iban a cenar a casa de Elizabeth, en un encuentro de omegas jóvenes en el que habría también otros omegas, amigos de la anfitriona. Cuando Víctor entró nuevamente a su despacho, el señor Katsuki lo notó serio.
—¿Ocurre algo señor Nikiforov? —preguntó.
—Nada importante —respondió Víctor—, es sólo que una de las ruedas del coche que traería a Christophe y Yuuri se encuentra estropeada por lo que han pedido que envíe uno por ellos. Aprovecharé para ir también. Ustedes por favor siéntanse en su casa.
—Así lo haremos —respondió la señora Katsuki.
Víctor sonrió y salió rápidamente para irse junto a Elizabeth. La casa de ella estaba de camino a la comisaría del condado por lo que primero la pasó a dejar. Posteriormente el carruaje se dirigió a toda prisa a la comisaría donde seguramente se encontraban Yuuri y Chris.
Yuuri, Christophe y otros tres omegas se encontraban en una sala de estar. Los 5 eran primerizos por lo que no pasaron inmediatamente a la cárcel como los demás omegas que fueron detenidos durante el discurso de Emmeline. Un policía entró y les indicó que si durante la noche nadie venía por ellos y pagaba la fianza pasarían como las demás a la cárcel. Uno de los omegas se puso a llorar.
—Es mucho dinero. Es lo que gano en dos semanas de trabajo, aunque mi padre quisiera no podría pagarlo —dijo llorando el muchacho de cabello castaño.
—Tranquilo, ya verás que todo saldrá bien —dijo Christophe acercándose a él.
—Eso lo dices porque tú eres un omega rico y probablemente no tendrás problema en pagar la fianza —dijo una Omega rubia, ahí presente
—¡Alice! —la reprendió una mujer de ojos castaños llamada Emma—, los cinco estamos aquí por la misma razón. Ellos no tienen la culpa de haber nacido en mejores condiciones que nosotros. Además, estamos todos unidos en esto.
—Tienes razón —respondió Alice exhalando—, discúlpame, pero estoy nerviosa, mi marido no está de acuerdo con esto y se enfadará mucho si quedo detenida.
En ese momento el policía volvió a entrar, Víctor entró tras él.
—¡Victor! —exclamaron Yuuri y Christophe al unísono acercándose a él.
—¿Están bien? preguntó con ojos preocupados.
—Lo estamos —respondió Chris.
—Estaba tan preocupado —dijo tomándolos de las manos.
— Lo siento, Víctor — dijo Chris algo avergonzado.
—Víctor —dijo Yuuri mirándolo a los ojos—, tal vez no tengo derecho a pedirte esto, pero ellos estaban con nosotros —dijo indicando a los demás Omegas— y no pueden pagar la fianza.
—Entiendo —dijo Víctor. Luego miró al policía—, también pagaré la fianza de esos omegas.
Después de pagar la fianza de los cinco omegas los invitó a subir al carruaje, ya era tarde y no permitiría que se fueran solos. Alice, Emma y Guang Hong terminaron aceptando la amabilidad de Víctor y subieron con los demás.
—Nunca había andado en un carruaje, menos uno tan elegante —dijo Guang Hong sorprendido—, ni siquiera mi jefe tiene uno así.
—¿En qué trabaja usted? —preguntó Víctor.
—Los tres trabajamos en una fábrica textil —respondió el joven.
—Ese es un trabajo muy duro —dijo Víctor.
—Sí que lo es —dijo Alice mirando sus manos callosas y ajadas.
El carruaje llegó al barrio en que los tres omegas vivían, se despidieron dando las gracias y se dirigieron a sus casas. El carruaje retomó el rumbo a casa de Víctor.
Víctor suspiró pesadamente y dijo:
—Me alegra que estén bien, pero por favor, no me vuelvan a mentir.
—Lo siento —dijo Christophe—, sabíamos que era posible que llegara la policía y no queríamos preocuparte.
—Lo sé —respondió Víctor—, pero prefiero quedar preocupado que ser engañado.
Yuuri bajó la vista.
Cuando llegaron a casa sólo Mila seguía en pie. Era tarde y sin estar al tanto de lo que en realidad ocurría, los padres de Yuuri y el resto del servicio se habían ido a dormir. Pero Mila, fiel a sus señores, esperó por ellos para cerciorarse de que Christophe y Yuuri estaban en buenas condiciones.
—Te preocupaste de más, ya ves que estamos bien querida Mila —dijo Christophe sonriendo—. Ahora vete a descansar, yo también lo haré.
—He juntado agua para darles un baño primero —dijo Mila en un tono severo en la voz, que sonó como una orden.
—Está bien… en realidad creo que lo necesito —dijo Christophe dirigiéndose a las escaleras
—Por favor hablemos un momento —dijo Víctor tomando a Yuuri de la mano, él se dejó guiar por Víctor hasta su despacho mientras Christophe y Mila subían al cuarto de baño.
Una vez que estuvieron a solas, Víctor miró a Yuuri y le dijo:
—Quiero pedirte que no vuelvas a mentirme, estamos a punto de casarnos y creo que es importante que confiemos el uno en el otro.
—Lo siento, Víctor, no quería preocuparte. La verdad no pensé que terminaría arrestado.
—Entiendo las razones Yuuri, pero aún así… quiero que sepas que me puedes contar cualquier cosa que pretendas hacer. Aunque no esté de acuerdo o me preocupe no interferiré en tus decisiones. Sólo no me mientas.
—Te lo prometo, Víctor. Perdóname por lo de hoy.
—Eso es muy fácil si me das un beso —respondió Víctor acercando su rostro al de Yuuri.
El omega rió ante la petición de su prometido y acariciando su rostro con el tacto de sus delicadas manos acercó aún más sus rostros hasta depositar en sus labios un dulce y profundo beso.