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XX (Antes del alba)


Yuuri despertó en medio de la noche entre los brazos de Víctor, quien dormía de forma plácida y profunda, sonrió y recordó lo que habían hecho antes de dormir; el solo recuerdo hizo que una corriente eléctrica besara su piel y erizara su carne. Suspiró y, aunque ya lo sabía, el conocimiento de que Víctor jamás lo lastimaría se instaló con renovada certeza. Con una fuerza que barría sus miedos; era amado, a pesar de todo, era amado.

Con cuidado se levantó de la cama, no quería despertar a Víctor, fue hasta su cuarto y sacó una pijama para vestirse, cuidando de no hacer ruido ya que Makkachin dormía sobre su cama. Luego bajó las escaleras hasta el primer piso y se detuvo unos minutos antes de seguir bajando al subterráneo. Lo hizo y entró a esa habitación que hacía tanto tiempo no veía.

Entró y caminó despacio por aquel lugar, observó todo lo que allí había y también recordó las experiencias que había vivido allí, con Víctor. Había muchas cosas por las que él no quería volver a pasar, cosas sobre las que había trazado una línea gruesa e inamovible. Sin embargo, fantaseaba con otras y sabía que solo el miedo lo había detenido de pedirlas a Víctor.

—Pero no hay nada que temer si estoy con él —se dijo mientras acariciaba la madera de la Cruz de San Andrés sobre la que antes ya había sido azotado. 

Un brillo especial se instaló en los ojos de Yuuri, un brillo decidido, confiado. La confianza era el antónimo del miedo. Ya sabía lo que quería, pero había algo que debía hacer antes de decírselo a Víctor. 

—Cariño, ¿qué haces aquí? —La voz adormilada de Víctor lo hizo girar hacia la puerta, su novio se encontraba despeinado y desnudo.

—Solo estaba recordando algunas cosas —respondió acercándose a Víctor, besó sus labios de manera fugaz y luego salieron para volver a la cama. 

A la mañana siguiente, ya más despierto, Víctor le preguntó la razón para bajar al cuarto de juegos, le causaba curiosidad haberlo encontrado allí. No obstante, Yuuri no respondió nada en concreto, aunque a Víctor le pareció que estaba considerando la idea de pedirle volver a tener una sesión allí. Víctor se emocionó al pensarlo, pero evitó mostrar efusividad para que Yuuri no se sintiera presionado a ello, después de todo, era algo difícil y que tenía que meditar por sí mismo, sin ser influenciado por los deseos de nadie más. 

***

Dos semanas después, un día viernes, Víctor llegó de su trabajo y un delicioso aroma a comida llegó a sus fosas nasales. Fue a la cocina y vio a Yuuri terminando de servir los tazones de katsudon. Por un momento quedó paralizado, recordaba muy bien la última vez que habían cenado aquel platillo, pero cuando Yuuri lo rodeó con sus brazos y le dio un dulce beso de bienvenida se relajó. 

—Bienvenido a casa, mi amor, espero que hayas tenido un buen día. 

—No estuvo mal, pero llegar, sentir ese aroma delicioso a comida recién hecha y recibir tu delicioso beso ha sido la mejor parte —Yuuri rio ante las palabras de Víctor y un leve rubor se asomó en sus mejillas, Makkachin, en cambio, ladró en busca de atención, tal vez reclamado por no ser incluído en las palabras de Víctor. 

Después de unos ligeros besos y mimos para un inquieto cachorro, tomaron la comida y la pusieron sobre la mesa, comieron y conversaron de manera animada. Y aunque Víctor sabía que Yuuri planeaba decirle algo importante esperó paciente a que fuera él quien se animara a tomar la palabra. 

Después de cenar y limpiar la cocina se sentaron en el sofá, Makkachin se subió al regazo de Yuuri, quien comenzó a acariciar el suave pelaje de su mascota buscando tranquilizarse y encontrar las palabras adecuadas para lo que iba a decir.

—Víctor —dijo al fin. Levantó sus ojos y se encontró con la mirada atenta de su pareja—. Lo he pensado mucho, desde antes de marcharme y mucho más después que volví… y he decidido… yo quiero… quiero intentar ser tu sumiso.

—Yuuri, me haría feliz que nuestra relación fuera de ese tipo, pero no es algo que te esté pidiendo.

—Lo sé, y agradezco mucho lo respetuoso que has sido al darme espacio y tiempo para meditarlo por mi cuenta, esto es por mí… porque yo quiero experimentar, porque yo no dejo de fantasear, porque confío en ti y porque quiero, deseo con todo mi corazón, satisfacerte de esa manera. 

Víctor tomó las manos de Yuuri y las besó con devoción.

—Pero… hay cosas que no quiero volver a hacer, jamás.

—Tienes derecho a poner todos los límites que necesites, yo siempre los respetaré.

—Lo sé, por eso estoy diciendo esto y por eso deseo entregarme aún más a ti. 

Víctor besó sus labios con un cálido sentimiento de gratitud recorriendo sus venas.

—Te escucho, cariño. 

—Yo… no quiero volver a llamarte amo —comenzó—, esa palabra me recuerda a una etapa de mi vida donde no podía decidir sobre nada, donde viví una esclavitud forzada que me rompió. Podría decirte señor, o…

—Víctor… me gusta como suena mi nombre en tu boca. También puedes llamarme de otra manera si lo crees más apropiado para el contexto, pero no te pediré ninguna en particular, quiero que te sientas cómodo. 

—Lo pensaré, aunque tal vez sea algo que salga de manera natural cuando… ya sabes. —Víctor no pudo evitar reír ante la repentina muestra de pudor de Yuuri, quien se había sonrojado y ahora lo miraba con una mueca de falso enfado, aunque luego también rio. Después de mirarse por un momento, Yuuri continuó—-. Aunque ya lo sabes, yo no quiero ser encerrado, creo que siempre le tendré pánico a las jaulas. 

—Y yo ya te prometí que jamás te encerraré, renuevo mi promesa, cariño. 

—Tampoco quiero ser exhibido. Yo, intentaré en el futuro, aunque no muy próximo, ir contigo a los clubes del ambiente, pero no quiero tener que usar ropa reveladora ni dejar que muestres a otras personas lo que haces conmigo. Sé que no es malo y admito que me gustó verlo, pero yo… no quiero volver a sentirme como un trozo de carne que solo está para excitar a gente desconocida. Y tampoco quiero que otras personas vean mi cuerpo y mis cicatrices, es muy íntimo para mí y solo quiero compartirlo contigo. 

Víctor solo asintió y besó sus manos.

—No quiero que me castigues con golpes. Yo acepto que me gusta recordar y fantasear contigo azotándome, y sí quiero que lo hagas, pero solo por placer no por castigo. Aceptaré otro tipo de castigo como cuando me diste arroz sobrecocido y sin sal, pero no quiero volver a asociar los azotes que puedes darme con algo que quiero evitar, como lo es un castigo. 

—Está bien, encontraré maneras diferentes de disciplinarte, algo que sea satisfactorio para ambos. 

—Tampoco quiero que me digas palabras sucias o insultantes como puta o… he escuchado suficientes y no creo que alguna de ellas me excite, al contrario. 

—Lo entiendo.

—Creo que lo demás podemos conversarlo en el camino, yo… me gustaría que me digas cuando quieras probar alguna cosa nueva antes de hacerlo.

—Siempre te preguntaré, lo prometo. 

—Y… bueno yo… hay algo más… —titubeó. 

—Cariño, puedes decir lo que sea.

—Sé que el collar es importante y tiene un significado hermoso dentro del mundo BDSM, pero para mí no fue así, el collar que me pusieron me recordaba día a día que era menos que un animal, un mero objeto para la diversión y el placer. Yo… yo no quiero volver a usar uno —dijo poniendo sus manos alrededor de su cuello, casi experimentando la sensación ajustada del collar apretado y duro que usó por tanto tiempo. 

Víctor tomó las manos de Yuuri con delicadeza y asintió mirando sus ojos.

—Tengo algo para ti, ya que no usaré un collar pensé que sería lindo tener otra cosa que sirviera para simbolizar nuestro amor y mi entrega hacia ti —Yuuri tomó una pequeña bolsita de gamuza negra que había guardado en su pantalón y se la entregó a Víctor, quien la abrió para sacar dos anillos de oro, sencillos y sin adornos visibles, pero que por dentro tenían un cristal de hielo y las iniciales de Víctor.

Víctor sonrió y aceptó que Yuuri pusiera uno de los anillos en el dedo anular de su mano derecha.

—Quiero que este anillo simbolice mi amor, mi entrega y mi confianza —dijo Yuuri mientras lo deslizaba por el dedo de Víctor—. Pongo mi corazón en tus manos porque sé que cuidarás de él. 

Los ojos de Víctor brillaron emocionados y finas lágrimas escaparon deslizándose por sus mejillas, Yuuri se sintió sorprendido y levantó el flequillo de Víctor quien alcanzó su mano y la besó. 

—Estoy feliz —susurró. Luego tomó el otro anillo y comenzó a colocarlo en el dedo de Yuuri—. Que este anillo sea el símbolo de todo lo que quiero ser para ti; un compañero que te escuche, un amigo en el que confíes, un amante atento y un Dominante siempre dispuesto a mostrarte nuevas formas de placer. Te amo, Yuuri.

Víctor besó el anillo recién puesto en la mano de Yuuri y luego se abrazaron haciendo que Makkachin comenzara a chillar y a lamerles la cara. Se separaron entre risas mientras Yuuri acariciaba el pelaje marrón del cachorro.

—Yuuri, yo también tengo algo para ti —dijo Víctor, se puso de pie y subió las escaleras. 

No tardó mucho tiempo en volver, se sentó de nuevo frente a Yuuri y le entregó una caja negra de terciopelo.

—No es necesario que lo uses —le dijo—, pero me gustaría que lo tengas de todas formas. 

Yuuri tomó la caja con manos temblorosas, dudó en abrirla, pero la mirada de Víctor le transmitía confianza. Lo abrió esperando ver una gargantilla, pero no era eso lo que allí había. Era un collar, sí, pero era diferente a lo que habría esperado: era una fina y delicada cadena de platino de la que pendían las iniciales de Víctor y un precioso dije de una lágrima azul, un zafiro. 

—También pensé que no sería apropiado darte un collar típico, por eso, después de encontrarte en la habitación de juegos, mandé a hacer este. De todas maneras, no es necesario que lo uses.

Yuuri acarició la delicada pieza de joyería y sonrió, Víctor siempre lo sorprendía. 

—Quiero usarlo —dijo Yuuri poniendo la caja en manos de Víctor y girándose para que él la pusiera en su cuello. 

Víctor lo hizo con el corazón agitado debido a la felicidad que le provocaba ese gesto, beso el cuello de Yuuri y abrazando su cintura susurró cerca de su oído:

—Eres mío.

—Soy tuyo.

—Mío para amarte, respetarte y cuidarte, para hacerte feliz, 

—Soy feliz a tu lado.

—Y yo soy tuyo, Yuuri. También me entrego a ti y pongo mi corazón en tus manos. 

—Cuidaré de él. Prometo amarte, cuidarte y respetarte, deseo hacerte feliz. 

Los labios de Víctor besaron el cuello de Yuuri y se quedaron allí, felices y en silencio mientras disfrutaban de la mutua compañía, en la dulce burbuja que habían construído para los dos, y para Makkachin.

Una semana después las puertas de la casa que Víctor y Yuuri compartían fueron abiertas para los amigos de Yuuri, porque ahora Yuuri también tenía un mundo propio que compartiría con Víctor. 

Victor lo había acompañado antes del alba, y ahora también, en su nuevo amanecer.

FIN

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