Víctor se sintió alegre cuando llegó a casa y fue recibido por un Yuuri feliz luciendo ropa nueva.
—Te ves precioso —le dijo tomándolo de la mano y haciéndolo girar para observar con mejor detalle como el pantalón azul se ajustaba a su cuerpo y la camisa celeste holgada que le daba un aire adorable.
—Preparé la cena —dijo de pronto, pero ante la expresión de sorpresa de Víctor se tensó—. Pensé que como usted preparó el desayuno… —comenzó a temblar y a reprenderse a sí mismo por haber decidido por su cuenta algo que su amo le dijo expresamente que preferiría hacer él mismo. Tal vez la euforia que le provocó sentir que podía tomar decisiones propias, por pequeñas que estas fueran, lo había llevado a creer que podía pasar por sobre la autoridad de Víctor, cometiendo aquel error.
—Muchas gracias —dijo Víctor, sacándolo del flujo de pensamientos en los que se había perdido.
Yuuri lo miró confuso, Víctor le sonrió y le acarició la mejilla.
—El día de hoy fue muy pesado para mí —relató—, aunque adelanté trabajo antes de tomar las semanas de vacaciones se acumuló bastante para mi regreso —rio ligeramente—. Te agradezco que hayas tomado la iniciativa con la cena, la verdad estoy cansado y había pensado en pedir comida preparada. Pero seguro que cualquier cosa que tú hayas cocinado sabrá mucho mejor que algo comprado.
—Me… me alegra complacerlo, amo —respondió Yuuri ruborizado.
Después de ese gesto que fue bien recibido por Víctor, Yuuri comenzó a atreverse con pequeños detalles como modificar un poco la distribución de los muebles al hacer aseo, o pasar a hacer la compra cuando volvía de clases de danza o terapia y agregar ingredientes nuevos para probar recetas y sorprender a Víctor. Los días pasaban y poco a poco ganaba un poco de autonomía.
Un día, después de que ya llevaba dos meses tomando clases de baile, Mila, quien desde el principio se había mostrado amable y comunicativa con Yuuri, se dedicó a tejer una bufanda mientras tomaban un descanso, Yuuri la observó atentamente y ella al notarlo le sonrió.
—Es para mi novio —le informó—, sé que no es algo muy costoso o llamativo, pero regalar algo hecho por uno mismo es mucho más significativo que comprarlo, ¿no lo crees?
Yuuri estuvo de acuerdo. Tanto así que se imaginó la cara sonriente de Víctor recibiendo un regalo hecho por sus manos. Antes de ese día, Yuuri muchas veces se imaginó dándole algún bonito regalo a Víctor, pero nunca llegó a darle nada, después de todo, no creía correcto darle algo comprado con su propio dinero. Ver a Mila tejer con una sonrisa mientras le hablaba de su novio le dio la idea perfecta.
—¿Puedes enseñarme a tejer? —preguntó.
Ella aceptó de buena gana y desde ese día comenzaron a pasar tiempo juntos después de sus clases. Durante las charlas que tenían, mientras Yuuri luchaba con los palillos, Mila le contó que su novio era instructor de patinaje artístico sobre hielo, al ver el entusiasmo que Yuuri ponía al hablarle de este deporte y lo fascinado que lo notaba cuando le mostraba algún vídeo de sus patinadores favoritos, un día, simplemente lo tomó de la mano y lo arrastró a la pista donde su pareja realizaba sus clases.
Y Yuuri se dejó llevar, por primera vez se dejó llevar por ese deseo que experimentó al oír a Mila hablar de danzar sobre el hielo y que se instaló en lo más profundo de su corazón cuando miraba los vídeos de youtube que su nueva amiga le mostraba. Se dejó llevar por la calidez y la alegría de la chica y fue con ella sin siquiera recordar que tenía un amo y que debía llegar a casa antes que él.
Cuando Mila y Yuuri llegaron a la pista de hielo la clase de patinaje acababa de terminar, los adolescentes salían cansados y compartiendo impresiones sobre la jornada. Todos salieron hasta que en la pista solo quedó un atractivo hombre moreno de semblante serio.
—¡Otabek! —saludó Mila con la mano en alto—, he traído a mi amigo Yuuri, ¿podemos entrar?
El hombre hizo un gesto positivo y Mila corrió a buscar dos pares de patines de lo que prestaban a los alumnos para calzarse con ellos y entregar un par a Yuuri.
—Mila, ya no sé si esto es buena idea, yo nunca…
—No seas aguafiestas, ni Otabek ni yo te dejaremos caer.
Yuuri lo disfrutó. Otabek era un hombre serio, pero igualmente amable y bien dispuesto a ayudarlo con sus primeros pasos dentro del hielo. Mila rebosaba alegría, quien la viera pensaría que el hielo es su elemento, que debía estar allí. Y Yuuri, pese a sus dificultades previas para mantener el equilibrio, logró divertirse de la mano de su amiga y con la guía de Otabek.
Se divirtió tanto que no se dio cuenta del pasar de las horas. Hasta que salió de la pista y tomó el teléfono celular que Víctor le había dado y miró la hora, Víctor ya debía estar en casa, y no solo eso, lo había estado llamando.
Yuuri comenzó a sentir que su pecho se comprimía y le empezó a costar respirar, sus manos temblaron y no pudo evitar que un torrente de pensamientos negativos invadiera su mente. ¿Cómo fue posible que se viera arrastrado de ese modo olvidándose de todo?
«Eres un inútil que ni siquiera puede obedecer correctamente a la más simple de las órdenes»
«Mereces un castigo ejemplar, ¿romper alguno de tus dedos, tal vez?, ¿dejarte sin comer?»
Hacía semanas que no escuchaba esa voz y aunque intentaba repetirse que Víctor jamás lo dañaría de esa manera, la angustia comenzaba a apresarlo nuevamente.
—¿Yuuri, estás bien? —preguntó Mila al verlo lívido y temblando.
—Sí, yo…
El teléfono móvil de Yuuri comenzó a sonar, era Víctor.
—A… Víctor —dijo al contestar, su tono era bajo, asustado.
—Yuuri, al fin respondes, ¿estás bien?
—Sí, e-estoy con una amiga de la academia —pronunció intentando sonar tranquilo, la mirada atenta de Mila parecía estarlo analizando, aún así las fluctuaciones en su voz no pasaron desapercibidas para Víctor, quien supuso inmediatamente la razón del nerviosismo de Yuuri.
—Cariño, tranquilo —le dijo con suavidad—, hablaremos cuando llegues a casa pero no te angusties. Yuuri, por favor no me temas. Yo no voy a lastimarte, ¿lo sabes?
—Lo sé.
—Entonces respira y cálmate.
Yuuri respiró profundamente, una, dos, tres veces… La voz tranquila de Víctor al otro lado del teléfono lo acompañaba y acompasaba el ritmo de su corazón, deshaciendo la opresión.
—Cariño, ¿necesitas que vaya por ti?, ¿dónde estás?
—Estoy en una pista de patinaje, mi amiga Mila me invitó.
—¿Te divertiste?
—Sí, me gustó mucho patinar.
—En ese caso podríamos intentarlo juntos en el futuro, ¿te gustaría?
—Mucho.
—Yuuri, ¿necesitas que te vaya a buscar?
—No, el novio de Mila se ofreció a llevarme en su automóvil.
—Perfecto, no quiero que estés solo si te sientes ansioso.
—Ya me siento mejor —Yuuri esbozó una sonrisa.
—Bien, te espero en casa, cariño.
—No demoraré.
Mila lo miró curiosa y confundida, se sentía preocupada por la manera en la que reaccionó Yuuri al ver las llamadas perdidas y al contestar su teléfono, aunque también se dio cuenta de que su amigo se calmó mientras escuchaba a la persona que lo había llamado.
Yuuri ignoró la mirada inquisitiva de su amiga y Mila, aunque solía ser insistente, supo que no era buena idea presionarlo.
(…)
En cuanto Yuuri entró a la casa experimentó nuevamente el nudo en su garganta. Cerró la puerta tras de sí y se quedó en el vestíbulo, abrazándose a sí mismo mientras la correa del bolso deportivo que usaba para llevar su cambio de ropa a la academia se deslizaba por su hombro y caía al suelo.
Víctor caminó hacia la puerta y suspiró aliviado al ver a Yuuri, realmente se preocupó al no saber dónde estaba.
—Amo Víctor, yo… perdóneme por favor, no volverá a pasar.
—Ya hablaremos de eso, Yuuri —dijo Víctor mientras sus dedos acariciaban la mejilla fría de Yuuri—. Comamos primero, por el momento me basta con saber que estás bien.
La sonrisa conciliadora y el abrazo cálido de Víctor lo hicieron aspirar profundamente y asentir.
Después de comer Víctor y Yuuri fueron a la sala de la casa, el amo se sentó en su cómodo sillón y el sumiso se arrodilló a sus pies, frente a él.
—Quiero que me cuentes lo que ocurrió el día de hoy —pidió Víctor con un tono de voz neutral.
—Mila es una chica de la academia, me agrada, es muy buena conmigo —comenzó Yuuri—. Ella me contó que su novio es instructor de patinaje y me gustó la idea de poder danzar en el hielo, me mostró vídeos y como vio que me entusiasmaba me llevó a la pista donde su novio trabaja.
—¿Te divertiste allí?
—Sí, amo —la mirada de Yuuri se iluminó al recordarlo, fue una luz que para Víctor no pasó desapercibida.
—Te divertiste tanto que olvidaste que tienes un amo.
—Lo siento… yo…
—Comprendes que debo castigarte, ¿no es así?
—Sí, amo.
—¿Por qué voy a castigarte, Yuuri?
—Porque no estuve para esperarlo en casa y no contesté sus llamadas por estar distraído con otras personas.
—No, Yuuri, ese no es el motivo.
El semblante de Yuuri expresó confusión, Víctor tomó la barbilla del sumiso y acarició sus labios con el pulgar.
—Te castigaré por preocuparme. Fue desconsiderado de tu parte no llamarme por teléfono y decirme lo que ibas a hacer. Yuuri, tú siempre estás aquí cuando regreso a casa por lo que al no verte me preocupé, más cuando te llamé y no contestaste. También llamé a Chris y me dijo que habías salido de la academia poco después que tu clase terminó. Pensé que alguna cosa te había sucedido.
—Lo siento.
—Me alegra que hagas amigos y que te diviertas, jamás te habría dicho que no fueras con tu amiga y su novio si era algo que deseabas, al contrario, si quieres volver a ir con ella yo seré feliz de que te diviertas, pero debes avisarme.
—P-perdón… —Los ojos de Yuuri se anegaron de lágrimas que no pudo contener.
—Ven aquí —dijo Víctor ayudando a Yuuri a ponerse de pie para luego sentarlo en su regazo y limpiar sus lágrimas con ternura—, te daré el castigo apropiado, ¿lo necesitas, verdad?
—Sí, amo —respondió sabiendo que era la única manera de dejar de sentirse culpable por preocupar a Víctor.
—Entonces ve a mi habitación y ponte lo que dejé sobre la cama. Tienes veinte minutos para asearte y estar listo.
—Sí, amo.
El sumiso se puso de pie y se dispuso a cumplir la orden de su amo.
(…)
Víctor entró a su habitación y sonrió complacido al ver a Yuuri arrodillado sobre la cama, desnudo, a excepción de un sexy jockstrap de cuero negro adornado por una cremallera plateada que de ser abierta liberaría el miembro de Yuuri, miembro que se encontraba erecto y que era mordido en su base por un anillo diseñado para retardar la eyaculación.
El amo dejó sobre la cama un vibrador anal junto a un pote de lubricante y mostró a su sumiso unas esposas que no tardó en colocar en sus muñecas, dejando sus manos inmovilizadas en su espalda. Luego lo recostó sobre la cama y abrió sus piernas flectadas, puso lubricante en el vibrador de silicona y lo introdujo cuidadosamente en el estrecho ano de Yuuri.
—Esta noche te castigaré con placer —dijo Víctor con una sonrisa maliciosa formándose en su rostro.
El exceso de placer termina por convertirse en algo displacentero, y Yuuri comenzó a experimentarlo cuando cada vez que se acercaba al orgasmo Víctor le impedía llegar. La piel de Yuuri brillaba por el sudor que lo envolvía caliente, su cabello negro humedecido se pegaba a su frente y su voz salía ronca cuando los gemidos escapaban de su boca.
—Amo… p-por favor —suplicó por enésima vez mientras finas lágrimas escapaban de sus ojos—, no a-aguanto más…
—Dos veces más, cariño —respondió Víctor presionando el control remoto del vibrador en el cuerpo de Yuuri.
La potencia de la vibración aumentó, las caderas de Yuuri se alzaron, sus piernas se tensaron y los dedos de sus pies se encogieron. Jadeos obscenos salían de su boca y se elevaba, se elevaba, se elevaba… para no encontrar ninguna cima, ninguna caída al precipicio. La vibración se apagaba, los estímulos cesaban y su cuerpo caía frustrado sobre las sábanas de la cama.
Un beso de Víctor en la frente le advertía que todo volvería a comenzar.
La vibración suave que despertaba a su cuerpo, las caricias estimulantes que lo calentaban, la lengua aterciopelada que saboreaba su piel salada como si fuera miel derritiéndose en sus labios y el placer escapando por su boca, rasgando su garganta…
—Lo estás haciendo tan bien que te daré un premio por soportar el castigo —pronunció Víctor para luego morder los pezones marrones de su sumiso—, ¿con qué debería premiarte? —preguntó risueño.
La vibración comenzaba a ser más fuerte.
—Tal vez con un orgasmo, ¿cómo lo quieres, cariño? —preguntó juguetón.
La mandíbula de Yuuri se tensó y su respiración se volvió errática.
—Tal vez con un regalo, ¿qué desearías tener, Yuuri?
La potencia llegó al límite y el cuerpo de Yuuri volvió a subir, a elevarse intentando alcanzar la cumbre.
—A-amo… por favor —alcanzó a rogar, pero Víctor no tuvo piedad y nuevamente la frustración recorrió la sangre de Yuuri.
—Lo has hecho muy bien —dijo Víctor cuando la respiración de Yuuri comenzaba a regularizarse—, ¿cómo deseas que te premie?
Yuuri miró a Víctor con sus ojos llorosos, pero determinados.
—Con un orgasmo —contestó—, deme un orgasmo con su boca, amo.
Víctor abrió los ojos sorprendido ante la petición de su sumiso, era la primera vez que Yuuri expresaba una petición de aquella manera. Después de la sorpresa inicial, Víctor esbozó una sonrisa.
—Me esforzaré porque sea un premio inolvidable —susurró sobre la húmeda piel del cuello de Yuuri, muy cerca de su oído.
Las manos de Víctor recorrieron el cuerpo sudado de Yuuri, su pecho y sus costados hasta aproximarse lentamente a su bajo vientre. Delineó con sus dedos la piel desnuda y pronto tuvo entre su pulgar e índice la cremallera plateada del jockstrap, abriendo lentamente y liberando el pene duro y mojado de su sumiso.
Acarició la punta del glande con la yema de su índice, provocando un quejido delicioso que Yuuri atrapó en su boca. Víctor masajeó con delicadeza la sedosa y delicada piel de la virilidad de su sumiso mientras era cautivado por las expresiones de su rostro, tan dulce y erótico, inocente y lujurioso.
Sus dedos llegaron a la base del pene y retiraron con cuidado el anillo que lo apresaba, recibiendo como premio un largo gemido que para Víctor fue el canto más hermoso y sensual que había oído. Besó los muslos de Yuuri y aunque una sensación amarga lo invadió cuando sus labios besaron cicatrices, siguió en su tarea de mimar el cuerpo de Yuuri y otorgarle al fin la liberación que necesitaba.
Poco a poco acercó su boca a la erección de Yuuri, besó la punta de su pene, lamió la extensión de su miembro mientras su cálido aliento lo envolvía. Acercó su lengua hasta los suaves sacos que envolvían sus testículos, presionó sobre ellos provocando escalofríos en el cuerpo de su sumiso, y una nueva nota de música liberándose al abrir sus labios.
Las manos de Víctor levantaron las piernas de Yuuri y su lengua atrevida se internó más profundo, acariciando el periné para luego llegar a la dilatada entrada que aún retenía el vibrador que se movía a ritmo suave dentro de él. Luego hizo el camino contrario, arrancándole a Yuuri un grito gozoso cuando finalmente envolvió su pene con la calidez y la humedad de su boca.
Yuuri no podía ocultar su voz, los jadeos y gemidos escapaban sin su control, mientras la boca de Víctor succionaba su pene. Yuuri quiso verlo y levantó su rostro, encontrándose con los ojos azul celeste que lo miraban fijamente mientras le daba placer.
No pudo apartar la mirada, deseó verse siempre reflejado en esos ojos transparentes tan llenos de deseo y cariño, lujuria y ternura.
Se sintió caliente, tan caliente, su sangre era lava ardiente y el orgasmo que tanto había deseado pujaba por salir. Su piel se hizo agua y Yuuri tocó el cielo de colores brillantes como los ojos de Víctor, el agua se volvió vapor y navegó en ese azul cielo que lo observaba.
🤤🤤🤤🤤
Victor, el mejor 😏
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