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III (Antes del alba)


El viernes, día en que comenzaría su convivencia, Víctor pasó bastante tarde a recoger a Yuuri; había tenido un día pesado en la empresa en la que trabajaba ya que había pedido tres semanas de vacaciones y tenía que dejar el trabajo adelantado. Víctor no quería dejar solo a Yuuri, al menos hasta que se acostumbrara a su nuevo hogar. 

El camino a casa fue silencioso, Yuuri respondía a todo lo que Víctor le preguntaba, pero era incapaz de mantener una conversación, o de contar algo espontáneamente. 

Al llegar, Víctor guió a Yuuri hasta su habitación y le pidió que ordenara sus cosas, luego bajó a la cocina y comenzó a preparar la cena. 

Yuuri no tenía mucho que ordenar, solo la ropa que le habían regalado cuando entró a la casa de acogida, no demoró mucho en guardarla. Sus artículos de limpieza tampoco eran demasiados, solo los indispensables. 

Después de guardar sus cosas, Yuuri sacó lo único que había conservado de su vida en cautiverio, un collar. Ese collar había sido parte de su cuerpo durante todo el tiempo que vivió la esclavitud con su amo anterior, era un collar grueso, de cuero duro y muy ajustado. La incomodidad de tenerlo en su cuello, le recordaba cada segundo del tiempo que no era más que un esclavo.

«Un esclavo nunca debe estar sin su collar».

La voz oscura de su antiguo amo se hizo presente en sus pensamientos y su cuerpo tiritó. Sin poder razonarlo u oponerse, hizo caso a la voz que insistía en hacerse presente a través de memorias grabadas a fuego. Se ajustó el collar a su cuello y no pudo evitar un leve quejido de dolor. Los últimos meses había subido de peso y la presión del collar en su piel era mayor, aún así lo dejó en su lugar: un esclavo nunca debe estar sin su collar. 

Yuuri bajó las escaleras, sentía el aroma de la comida y este lo guió hacia la cocina, donde Víctor cocinaba con una expresión de plena concentración.

—Y-yo puedo cocinar para el amo —dijo Yuuri desde el marco de la puerta.

—Lo sé —respondió Víctor sin quitar los ojos de la olla—, pero a mí me gusta mucho cocinar, quiero que la cena siga siendo mi responsabilidad. Puedes hacerte cargo del desayuno, me gustaría que…

Víctor alzó la mirada y sus ojos se posaron en el collar que Yuuri llevaba en su cuello. Su expresión alegre se volvió seria.

—Yuuri, quítate ese collar —ordenó. Las manos de Yuuri temblaron—. Hazlo. —Su voz no daba pie a réplicas. 

Yuuri se quitó el collar y luego lo apretó entre sus manos sin atreverse a levantar la mirada. 

—Ven aquí y entrégame eso. —Yuuri avanzó despacio y puso el collar en manos de su amo. Víctor abrió el tacho de la basura y lo tiró sin dudarlo ni un segundo, Yuuri sollozó muy bajito—. Mírame a los ojos y escuchame bien. —Yuuri levantó su rostro, su boca temblaba y sus ojos se cristalizaron—. Yo no te he ofrecido ese collar, no es mío, es de otro amo. 

—L-lo siento, yo..

—Silencio, no he pedido tus disculpas. —Víctor no había aumentado el volumen de su voz, pero aún así su tono era inflexible—. Ofrecer un collar es decisión del amo, no del esclavo, ¿entendido?

—Sí, amo. 

—Ve al comedor y espérame allí. 

Yuuri salió rápidamente de la cocina y Víctor suspiró. Abrió el tacho de la basura y tomó el collar para observarlo con detenimiento. No era un collar adecuado, era demasiado ajustado y duro.

—Esta cosa no es collar de pertenencia, es un collar de tortura —se dijo para volver a tirarlo a la basura. Suspiró—. Ofrecer un collar es decisión del amo, pero usarlo es decisión del sumiso, solo puedo ofrecer un collar a una persona que pueda tomar esa decisión —susurró para sí mismo.

Víctor lavó sus manos y pocos minutos después sirvió el espagueti con pesto que había preparado. Caminó hasta el comedor, Yuuri se encontraba esperándolo de rodillas junto a la mesa, dejó los platos y movió una de las sillas.

—Yuuri, siéntate aquí. —Víctor fue obedecido inmediatamente, aunque pudo ver la sorpresa en el rostro del sumiso. No le parecía extraño pensar que Yuuri jamás había comido junto a su amo anterior—. Cenaremos juntos, intentaré que siempre sea así. Estaré tres semanas en casa, pero luego debo volver a mi trabajo y la cena será una buena instancia para que charlemos. Podrás contarme como ha estado tu día y también podrás oír sobre el mío. 

—Sí, amo —contestó Yuuri con un tono de voz bajo, cierta tristeza se filtraba en sus palabras, al igual que en su manera encorvada de sentarse. 

—Yuuri, no estés triste. —Víctor tomó una de las manos de Yuuri y la acercó a sus labios, besando el dorso de su muñeca. 

—¿No está enfadado conmigo, amo? —preguntó levantando ligeramente su rostro. 

—No, solo quiero que entiendas que el collar es algo importante para mí, no puedo ofrecerlo inmediatamente, es algo que ocurre cuando hay mucha confianza entre un amo y su sumiso, cuando están seguros de que quieren estar juntos. 

—Yo quiero estar con usted, seré bueno…

—Sé que lo eres Yuuri, pero debemos conocernos más. Tenemos tiempo para eso.

—Como usted lo quiera, amo.

—Hay diferentes tipos de collar, Yuuri —informó Víctor—. Por ejemplo, hay algunos que el sumiso usa durante las sesiones de juego, usarás ese tipo de collar si vamos a la habitación que está en el sótano. También hay collares que el sumiso usa cuando está en público, para indicarle a los otros dominantes que está acompañado, si algún día requiero que vayamos a una reunión con más dominantes también pondré uno en tu cuello. Pero, un collar de uso permanente es especial, es un obsequio creado únicamente para ese sumiso, por eso no puede entregarse inmediatamente. 

—Entiendo, amo. 

—Ahora comamos, o se nos enfriará.          

El resto de la cena fue silencioso. Víctor había planeado hablar sobre los términos del contrato, pero de pronto se sintió cansado; su día había sido ajetreado y no estaba seguro de cómo abordar el tema con Yuuri, después de todo, la sumisión de Yuuri nunca fue voluntaria, fue esclavizado contra su voluntad y la necesidad que sentía por un amo era producto de esos años de sometimiento, ¿cómo explicarle que la última palabra la tenía él?, ¿cómo hacerle ver que la sumisión era una entrega voluntaria de poder? Estaba exhausto y aún así sabía que tendría una larga noche. 

Después de la cena se fueron a sus cuartos, Víctor dijo que deseaba dormir y Yuuri también estaba algo somnoliento. Aunque antes de dormir, Yuuri se dio una ducha, su habitación tenía un cuarto de baño privado y Víctor le había dicho que podía usarlo cada vez que quisiera. Una de las cosas que Yuuri había descubierto en el tiempo que llevaba alejado de su amo anterior, era que le gustaba mucho estar bajo el agua caliente, durante su cautiverio, el agua caliente era un lujo que no se desperdiciaba en simples esclavos. 

Después de treinta minutos de ducha, Yuuri salió del agua y se secó con una toalla enorme que cubría todo su cuerpo, secó su cabello y se puso su pijama, se acostó y sonrió al sentir la suavidad de las sábanas. Esa noche, la primera en casa de su nuevo amo, durmió bien. 

(…)

Yuuri despertó cuando la luz se filtró por las cortinas de su habitación, sonrió entre la calidéz de las sábanas queriendo dormir un rato más, sin embargo, el recuerdo de Víctor diciendo que debía encargarse del desayuno terminó por despertarlo, se sintió angustiado por no estar seguro de haber despertado a la hora apropiada, por lo que salió lo más rápido que pudo de la habitación.

La casa estaba en silencio y Yuuri se relajó al darse cuenta de que su amo aún estaba dormido. Volvió a entrar a su cuarto, se aseo un momento en el baño y luego volvió a salir, comenzó a bajar las escaleras cuando se dio cuenta de que no sabía que le gustaba a Víctor para el desayuno. Se sintió incompetente, él debió preguntar que deseaba para poder hacerlo bien. 

Después de dudar unos momentos, Yuuri volvió sobre sus pasos y llegó hasta la habitación de Víctor, la puerta estaba cerrada y él no sabía si era realmente correcto entrar, pero si no lo hacía podía equivocarse y hacer un desayuno que no fuera del agrado de su amo. 

Abrió la puerta despacio y entró sin hacer ruido, mordió sus labios cuando vio a su amo aún dormido, su torso estaba desnudo y solo una ligera sábana cubría la parte inferior de su cuerpo. Yuuri tragó saliva al ver el cuerpo de su amo, delgado, pero con músculos definidos que lo hacían ver fuerte, su piel era hermosa, tan clara y sin muestras de ninguna imperfección. Yuuri no pudo dejar de admirar la belleza del hombre dormido y un pequeño jadeo escapó de su boca al notar que la sábana estaba ligeramente levantada en la entrepierna de su amo. 

Los adormilados ojos de Víctor pestañearon al sentirse observado. 

—¿Yuuri? —preguntó intentando enfocar la mirada mientras cubría su boca de un bostezo.

—Lo siento, amo. Solo entré a preguntar qué desea de desayuno.

—¿Desayuno? —parecía confundido—. Cierto, ya es de día. —Aún adormilado, debido a lo poco que había descansado aquella noche, bajó los pies al suelo, sentándose en la cama sin siquiera recordar que estaba absolutamente desnudo. Tomó su teléfono móvil —las nueve—, susurró para luego estirar sus brazos.

Yuuri sintió su piel arder al ver a su amo sentado en la cama, sus piernas semiabiertas lucían fuertes y su pene semi erecto lucía bastante grande. 

—Creo que necesito algo dulce para reponer energías —dijo Víctor volviendo a bostezar. 

«No hay nada más dulce que la boca de una puta».

«Me gusta comenzar el día con una buena mamada».

«Abre bien la boca porque te la voy a follar hasta llenarte de semen».

Yuuri no podía evitar escuchar la voz de su antiguo amo, y Víctor estaba allí, desnudo y con una erección matutina que no se había molestado en cubrir. El poco conocimiento que Yuuri tenía de una relación D/s dentro de los parámetros establecidos dentro de un mundo que respetaba todas las voluntades, el poco conocimiento también de lo era el consentimiento sexual, hizo que Yuuri actuara de la única manera en la que habría sido correcto actuar si aún se hubiese encontrado en cautiverio. 

Yuuri se acercó a Víctor y se arrodilló entre sus piernas. Víctor se sobresaltó cuando la húmeda lengua de Yuuri acarició su glande. 

—Yuuri, detente —dijo Víctor tomando a Yuuri por los hombros y alejándolo con delicadeza. 

—¿No le gustó? —preguntó con la mirada asustada—, p-puedo hacerlo mejor.

—No se trata de eso, Yuuri. No puedes tocarme sin mi permiso. 

—Lo siento, lo siento, amo. No lo tocaré, no lo haré más…

Víctor se puso de pie y se acercó a su armario, sacó unos boxer que se puso rápidamente y luego se buscó una camiseta blanca. 

—¿Está enojado? —preguntó. Su voz sonó rota—. Yo quiero ser bueno, yo quiero complacerlo, pero soy un inútil…

Víctor sintió mucha tristeza al ver a Yuuri en el suelo mientras sus lágrimas caían contra la alfombra del piso. Se acercó a él y tendió su mano.

—Levántate, Yuuri, no estoy enojado contigo. —Claro que no lo estaba, Yuuri nunca le provocaba enojo, al menos no contra él, la rabia era contra las personas que habían manipulado la mente de Yuuri. 

Yuuri tomó la mano de Víctor y cuando estuvo de pie sintió los brazos de su amo encerrarlo en un abrazo cálido. 

—Sí quiero que me toques, Yuuri. Me gusta si me abrazas o tomas mi mano, también cuando te pegas a mis piernas al estar arrodillado. Pero hay cosas que solo se pueden hacer cuando ambos estamos de acuerdo en ellas, y yo no estoy seguro de si tú realmente las quieres. 

—Yo solo quiero complacerlo, amo. Yo quiero…

—Estoy cansado, dormí poco anoche, ¿tienes hambre?

—No, amo.

—Entonces durmamos un poco más, acompáñame. 

Víctor volvió a la cama invitando a Yuuri a acomodarse entre sus brazos. El sumiso se acomodó contra el pecho de su amo y Víctor lo cubrió en un estrecho abrazo. Ambos se quedaron quietos, fingiendo dormir, pero ninguno lo logró. 

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