I. Exhibición
Al fin llegó el día en que podrían ver a Víctor en gloria y majestad volver a presentarse sobre la pista de hielo, con un programa y un vestuario hecho para la ocasión. Aunque serían pocos los afortunados que podrían disfrutar del espectáculo: Mila y Phichit estaban emocionados, el moreno de ojos de aceituna había comprado un móvil de última generación sólo para poder sacar buenas fotos, algunas las subiría a sus redes sociales, donde era bastante popular. Mila y él posaban junto a la pista sonrientes antes de que empezara el espectáculo.
Yuuri reía mirándolos mientras él se encontraba sentado con Sofía en sus brazos, a su lado estaba Sara con Luca.
Takeshi y Yuuko fueron los primeros en llegar, la castaña estaba feliz porque hace dos días le habían confirmado su embarazo y su alfa le había prometido que criarían juntos a ese bebé aunque no fuera alfa. Yuuko había descubierto que Takeshi podía ser un hombre sumamente dulce y se sentía a gusto a su lado. Charlaron con Sara y Yuuri, hasta que Phichit los llamó a su lado para la sesión fotográfica.
Poco después llegó Minako, ella era una Alfa que trabajaba en la empresa de Víctor, el albino le tenía mucho aprecio ya que lo ayudó bastante a familiarizarse con el manejo de sus empresas. Además, Minako bailó ballet en su juventud, algo que el ruso también hacía como parte de su preparación para el patinaje artístico sobre hielo, por lo que tenían bastante en común y se llevaban bien. Minako llegó acompañada de su Omega, una muchacha bastante peculiar, tenía parte de su cabello tinturado y su aspecto serio distaba mucho del carisma habitual de los Omegas, su nombre era Mari. Junto a ellas llegó Leo de la Iglesia, otro de los Alfas que ocupaba un puesto en la gerencia de las empresas de Víctor.
Minako, Mari y Leo se acercaron a Yuuri.
—Tú debes ser Yuuri —dijo Minako mirando con una sonrisa al omega.
—Sí, yo soy Yuuri, ¿usted es…?
—Minako, me llamo Minako y trabajo para Víctor. Eres tan lindo como él me había contado.
—Gracias —dijo Yuuri algo sonrojado—. Esta es nuestra hija, Sofía —dijo enseñándole a su bebé, la mujer le generaba confianza, además, Víctor no invitaría a alguien que no pudiera apreciarlo sólo por ser Omega—. Ella es Sara y su bebé Luca —dijo presentando a la morena a su lado.
—Yo vine con mi pareja, Mari —dijo Minako mirando a la Omega—, y de camino me encontré con Leo, que también trabaja para Víctor.
—Hola —saludo Leo con una sonrisa amigable.
—Tu aroma me es familiar —dijo Mari acercándose a Yuuri—, ¿estaríamos en la misma institución educativa? —preguntó.
—No lo sé, yo estuve en Tokio —respondió Yuuri mirando a Mari, ciertamente había algo en el aroma de la Omega que le parecía nostálgico.
—Uhm… Yo crecí en Hasetsu.
—¡Víctor ya viene! —anunció Yurio entrando sonriente, todos los presentes tomaron asiento esperando por el espectáculo. Poco después de ser anunciado por el rubio, Víctor entró luciendo un hermoso traje de un color azul tan especial y hermoso como el de sus ojos.
Víctor se paró en medio de la pista y en cuanto hizo una señal, Yurio apretó play y la canción comenzó a sonar.
Ágape, la dulce melodía envolvía a todos los presentes, quienes cayeron bajo el embrujo del hombre que danzaba en medio de la pista. Los ojos azules de Víctor resplandecían al igual que su cabello color plata, sus finas facciones y la delicadeza de sus movimientos lo hacían parecer un verdadero ángel, el más hermoso de los ángeles. Pero de pronto, la melodía cambió, fue un cambio brusco, pero no fuera de lugar. Al momento en que las notas comenzaron a ser más rápidas y sensuales la sonrisa angelical de Víctor se convirtió en un gesto atrayente y sensual, y los ojos claros que resplandecían se oscurecieron y brillaron con deseo. Ahora era Eros lo que sonaba y Víctor se transformó, la pureza se volvió sensualidad, la incondicionalidad se trastocó en deseo.
Yuuri había visto los ensayos, pero ahora era diferente, realmente Victor parecía hacerse uno con la música, y tragó en seco al sentirse llamado por ese deseo que ahora expresaba en la pista, bailaba para él, lo sabía, Víctor lo miraba sólo a él.
La exhibición fue un éxito y todos se sintieron agradecidos de poder observar al pentacampeón en vivo.
Esa noche cenaron todos juntos, el ambiente era agradable y todos parecían llevarse muy bien. Yuuri y Mari conversaban animadamente, se sentían bien juntos, lo que a Minako le parecía extraño porque su Omega solía ser huraña con las personas que no conocía. Yuuko preguntaba a Sara todo lo referente a su embarazo, emocionada porque iba a ser madre, Mila escuchaba atentamente, pero sin decir nada al respecto, la pelirroja sentía que su pecho se oprimía, pero no quiso exponer sus temores para no arruinar el momento. Leo, Minako, Takeshi y Víctor conversaban sobre la compañía. Pronto tendrían una reunión con Jean Jacques Leroy por una posible fusión con su empresa. A ninguno le agradaba ese sujeto, pero los cuatro deseaban aumentar el poder de las empresas Nikiforov, aunque tuvieran que soportar tener a JJ, como prefería que lo llamaran, junto a ellos.
Víctor tenía como objetivo convertirse en el hombre más poderoso de Japón, Víctor quería tener el poder de comprar a las personas indicadas, Víctor quería tener el poder para destruir a quien fuera necesario. Víctor no tendría piedad con aquellos que se interpusieran en su camino. Leo, Minako y Takeshi estaban dispuestos a ayudar a Víctor a conseguir este y todos sus objetivos.
La cena y la charla se extendió por más de tres horas. Yuuri y Sara ya habían subido a dormir a sus pequeños y Yurio cabeceaba apoyándose en Víctor cuando los invitados empezaban a marcharse. Los primeros en irse fueron Yuuko y Takeshi, la castaña estaba algo cansada y somnolienta, los demás los siguieron momentos después.
Todo había salido bien. Ese pequeño mundo que estaban construyendo en la mansión Nikiforov era un verdadero mundo feliz.
II. Un lugar para el rescate.
La mañana siguiente también fue feliz. Víctor llevó a Yuuri a la propiedad que colindaba con la suya y ante la extrañeza del omega le dijo.
—He comprado esta propiedad, es tan grande como en la que vivimos. Es un regalo para ti.
—¿Para mí? —preguntó mirándolo con algo de temor en sus ojos—, ¿acaso quieres que me traslade a vivir aquí?, ¿no me quieres en tu casa?
—Claro que no —dijo Víctor abrazando a su pareja—, es para ti porque es algo que tú me has inspirado a hacer, pero no es para que vivas aquí.
—Entonces…
—Estuve pensando en qué podríamos hacer por los demás Omegas. Lamentablemente no puedo cambiar las leyes, pero puedo aprovecharlas a mi favor. ¿Sabías que los Alfas pueden tener todos los Omegas que quieran? No hay límites. Compré esta propiedad para poder rescatar Omegas y traerlos a vivir a un lugar seguro. Takeshi, Minako y Leo me ayudarán. He pensado en construir un centro médico y una escuela para que Sofía, Luca y los demás Omegas que traigamos a vivir aquí, tengan educación y atención médica de calidad. Me he contactado con un joven Checo que tiene una fundación que busca mejorar las condiciones de vida de los Omegas, han avanzado en investigación sobre supresores, los que ayudarían a contener el celo, y anticonceptivos, para evitar embarazos, sin embargo, ha tenido muchos problemas. Han saboteado su investigación porque dicen que es contraria al buen funcionamiento de la sociedad, le han dicho que “los Omegas deben parir como las máquinas de hacer bebés que son” sin importar las consecuencias que tantos embarazos puedan provocar a sus cuerpos, o las consecuencias psicológicas de ser abusados y separados de sus bebés. Por suerte, Emil Nekola, no se ha rendido y junto a su equipo ha seguido investigando. Se han trasladado hace poco a Rusia, antes estuvieron en Italia de donde fueron finalmente expulsados.
—Víctor, yo… a veces pienso que no te merezco —dijo Yuuri hundiendo su cabeza en el pecho del mayor.
—No digas eso mi amor, soy yo el que no merece tanta felicidad —Víctor besó los labios de Yuuri y luego sonrió—, vamos a contarle a Yurio y los demás.
—Sí.
◇◇◇
Lilia Baranovskaya llegó dos semanas después directamente desde Rusia. Era la Beta de carácter fuerte que había instruido a Mila cuando ella sólo era una sirvienta más y la había vuelto una persona capaz de ser la ama de llaves de una casa tan importante como la mansión Nikiforov. Víctor la llevó a la casa que había comprado y le explicó lo que pensaba hacer con ella.
—Entiendo —dijo la seria mujer—, me encargaré de recibir a los Omegas y ayudarles en lo que sea necesario. Me encargaré de esta casa y de que quienes la habiten se encuentren en las mejores condiciones posibles.
Sara pensó que le pedirían que se trasladara, pero al contrario, Yuuri le pidió que siguiera viviendo con ellos. Le gustaba la compañía de la simpática Omega, y le agradaba que Sofía y Luca crecieran como hermanos, jugando y aprendiendo juntos. Además, había notado que a Mila le agradaba la compañía de la italiana y que Sara también parecía brillar más cuando la pelirroja estaba a su lado.
La segunda persona en ser contratada para trabajar en la casa con los Omegas fue Celestino, un Alfa que se encargaría de la educación de los Omegas. El día en que Víctor conoció a Celestino también conoció a Georgi, el primer Omega en llevar a vivir a esa gran casa a cargo de Lilia.
El día en que Víctor conoció a Celestino, había ido a cenar a un lujoso restaurante de Tokio con algunos inversionistas extranjeros que se hospedaban en el hotel donde se ubicaba el restaurante.
Cuando la cena terminó la mayoría de los inversionistas fueron a jugar al casino del hotel, era viernes y deseaban aprovechar su estadía en Japón para divertirse. Víctor sin embargo se despidió, cuando estaba cerca de la salida, junto a los ascensores una escena llamó su atención. Un Alfa bastante mayor y algo ebrio arrastraba a un Omega sujetándolo de su cabello.
—Eres un imbécil, no haces nada bien —le decía con rabia—, esta noche tendrás tu castigo y mañana mismo te iré a dejar a una casa rosa para que aprendas que para lo único que sirves es para abrir las piernas.
Víctor estuvo a punto de intervenir, pero en ese momento un Alfa alto y de cabello largo le dio un puñetazo al otro alfa.
—¿Quién demonios eres tú y por qué te entrometes en mis asuntos? —gritó fúrico el primer alfa poniéndose de pie.
—Mi nombre es Celestino y son mis asuntos también si maltrata a este joven frente a mis ojos —respondió serio.
—¿Celestino? ¿Sólo Celestino? —se burló el Alfa—, ya veo, eres un Alfa sin apellido, tal vez por eso te sientes identificado con ese inútil Omega. Después de todo, seguramente eres hijo de una Omega de burdel.
—¡Mal nacido! —gritó Celestino acercándose con rabia.
—Deténganse por favor —intervino al fin Víctor poniéndose entre ambos alfas.
—¡Señor Nikiforov! —exclamó el primer Alfa sorprendido, Víctor lo miró y lo reconoció. Maldición, era alguien que trabajaba en sus empresas—. Ese Alfa entrometido se atrevió a interponerse en el castigo que le daría a mi Omega. Debería llamar a la policía por agresión.
—¡Agresión! No me hagas reír —contestó Celestino—, el único agresor aquí eres tú.
—Ese Omega es de mi propiedad y la ley me autoriza a hacer lo que yo quiera con él.
—Señores, no es necesario pelearse —dijo Víctor serio—, los tres somos Alfas y los tres conocemos la ley. Es mejor llegar a un acuerdo en lugar de involucrar a la policía —Víctor los miró—, vi lo que ocurrió y les propongo algo —los alfas le prestaron atención—: escuché que considera que el Omega es inútil y que lo abandonará en una casa rosa ¿correcto? —preguntó al primer Alfa.
—Así es.
—En ese caso le propongo comprarlo. Es un lindo chico, me interesa. Obtendrá más dinero que en una casa rosa y yo me encargaré de él de ahora en adelante.
—Claro —respondió el Alfa nervioso, Víctor hablaba con calma y decía que era sólo una propuesta, pero sus ojos le dejaban en claro que no aceptaría un no por respuesta.
—Perfecto —sonrió—, pasa el lunes por mi oficina y acordamos el pago. Yo me encargaré del Omega a partir de este momento.
—Está bien.
—Ya puede retirarse —fue una orden.
El Alfa se marchó tomando el ascensor. Había alquilado una habitación para quedarse a dormir después de beber y jugar en el casino del hotel.
El Omega se encontraba de pie sin decir nada, estaba nervioso y no sabía como reaccionar.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Víctor acercándose al chico.
—Georgi, señor —respondió.
—Llámame Victor —le sonrió con amabilidad—. Celestino ¿no es así? —dijo mirando al Alfa a su lado, él asintió—, es un gusto conocerte —extendió su mano para saludarlo.
—El placer es mío —respondió Celestino devolviendo el saludo.
◇◇◇
Entre los Alfas también había distinciones. Víctor pertenecía a la clase más alta, como heredero de una familia de larga tradición y fortuna, con un árbol genealógico conocido y de larga data. Después venían los Alfas intermedios, como Takeshi Nishigori, que si bien tenían apellidos y eran educados por sus padres, no contaban con un linaje reconocido o una gran fortuna. Generalmente eran Alfas, o hijos de Alfas, que habían obtenido su apellido pagando una fuerte cantidad de dinero al estado o como reconocimiento por algún logro importante. Finalmente estaban los Alfas sin apellido, Alfas que eran educados en instituciones estatales, muchos eran hijos de Omegas de casas rosas y otros eran hijos de algún Alfa que ya no deseaba más herederos y los abandonaba. La mayoría de los Alfas de linaje y fortuna preferían educar un sólo heredero para que la fortuna no tuviera que dividirse entre sus hijos y se mantuviera en el tiempo.
Celestino era un Alfa sin apellido, por lo que jamás sabría quiénes eran sus padres, sin embargo, siempre destacó por ser extremadamente hábil en los estudios lo que le posibilitó tener una cátedra en una reconocida universidad, lamentablemente, muchos Alfas reclamaron en su contra por “poner ideas estúpidas” en la cabeza de sus hijos al hablar de los Omegas como si fueran “seres humanos como nosotros” lo que le valió ser despedido. Lamentablemente, ese mal antecedente le proporcionó mala fama y sólo pudo conseguir un trabajo como guardia de seguridad en el hotel en el que conoció a Víctor. Fue despedido después de golpear al Alfa idiota, pero llamó la atención de Víctor quien lo invitó a conocer su casa y luego le ofreció trabajar para él. No sería lo mismo que tener una cátedra en la universidad, pero lo hacía feliz participar de ese proyecto y encargarse de la educación de los Omegas que llegarían a ese lugar. Por el momento, empezaría con seis entusiastas alumnos; Yuuri, Yurio, Sara, Georgi, Yuuko y Mari.
III. Investigaciones.
El día 15 de Enero Víctor llegó a Rusia, saliendo del aeropuerto de Moscú se encontró con Otabek Altin, la mano derecha de Emil Nekola e investigador en temas relacionados con el sistema reproductor Omega, investigaciones que buscaban mejorar sus condiciones de vida.
—Es un placer conocerlo en persona, Otabek —saludo Víctor.
—El placer es mío —respondió el serio muchacho.
Otabek llevó a Víctor a un pequeño laboratorio en el que se encontraba Emil junto a su pareja, el Omega Michele.
—Espero que haya tenido un buen viaje, señor Nikiforov —dijo el alegre castaño de ojos azules.
—Sólo dígame Víctor, Emil —respondió sonriendo mientras le daba un apretón de manos.
—Le presento a Michele, mi pareja.
—Gusto en conocerte, Michele.
—¿Es cierto que también está interesado en ayudar a los Omegas? —preguntó Michele en tono defensivo—. No sería el primero en venir con mentiras para después traicionar a Emil, tuvimos que huir de Italia gracias a eso. Y lamentablemente mi pareja es un tonto confiado.
Víctor rio
—Sí, quiero ayudarlos —dijo Víctor.
—¿Cuáles son sus motivos? —insistió el Omega—. Lo siento, pero me parece extraño que un Alfa de la prestigiosa familia Nikiforov esté dispuesto a financiar nuestra investigación.
—Entiendo, la verdad es que mi principal motivación es personal y egoísta —confesó Víctor—, tengo un Omega al que amo y dos hijos que también son Omegas. Quiero protegerlos y hacerlos felices. Gracias a Yuuri, mi pareja, me di cuenta de que los Omega merecen todo lo que les hemos negado. Lamentablemente no tengo el poder para cambiar la sociedad y la opinión de todo el mundo, pero al menos puedo ser parte de un inicio, ayudando a los Omega que estén a mi alcance, reclutando Alfas y Betas que opinen como yo para que colaboren en esta tarea y financiando proyectos como el de ustedes.
—A mi me ha convencido de sus buenas intenciones —dijo el sonriente Emil—. ¿Qué opinan ustedes?
—Yo estoy de acuerdo en aceptar su ayuda —dijo serio Otabek.
—Está bien, me ha convencido también —respondió Michele—, además necesitamos de más personas, lamentablemente por la presión externa todos terminan renunciando a investigar y financiarnos.
—Lamentablemente ayer renunciaron las personas con las que trabajábamos —dijo Otabek—, sólo quedamos nosotros tres.
—¿Por qué no vienen a Japón? —preguntó Víctor—. Allí podría protegerlos y darles lo que necesitaran, incluyendo más personal para la investigación.
◇◇◇
Después de algunos días, Víctor regresó a Japón. El centro médico que había mandado a construir dentro de la propiedad que había adquirido estaba casi listo. Sería un lugar perfecto para que Emil, Michele y Otabek realizaran su investigación, Emil era biólogo y Michele había aprendido mucho de él, era un chico inteligente y su pareja le enseñaba todo lo que podía, Otabek era médico ginecólogo y obstetra interesado en la investigación, pero también en el ejercicio de la medicina, por lo que estaba conforme con trabajar en ese lugar.
En Febrero llegaron Emil y los demás desde Rusia. Dos cosas interesantes pasaron cuando entraron a la casa de Víctor:
La primera fue que en cuanto Yurio vio a Otabek se sonrojó completamente y huyó escaleras arriba para encerrarse en su habitación.
La segunda fue el grito de impresión de Sara al encontrarse con su mellizo, ambos crecieron juntos en la institución de educación Omega en Italia, pero fueron separados cuando estuvieron cerca de su primer celo. El encuentro de ambos fue muy emotivo, Víctor y Emil decidieron dejarlos a solas en la sala para que pudieran hablar de lo que había sido su vida, junto a Otabek se retiraron al despacho que Víctor tenía en la mansión. Yuuri subió para ver a Yurio y preguntarle por su extraña actitud, pero el rubio estaba encerrado y se negó a abrir la puerta.
—Estoy bien —respondió sin más.
IV. Creciendo
—¿Ya está dormida? —preguntó Víctor entrando al cuarto de Sofía, la pequeña niña estaba en su camita y Yuuri la tapaba con cuidado.
—Sí, ya se durmió… es tan hermosa.
—Es perfecta —Víctor abrazó a su pareja y besó su cuello.
—¿Tus invitados ya se fueron a dormir? —preguntó tomando de la mano a Víctor y saliendo del cuarto de su hija.
—Sí, aunque creo que Michele está en el cuarto de Sara.
—Me alegra mucho que se hayan encontrado. Es increíble que ambos hayan logrado estar en un buen lugar, Sara con nosotros y Michele con un buen Alfa.
—Sí, estoy contento de ver que hay más Alfas interesados en el bienestar de los Omegas —sonrió.
Cuando ya estaban en su cuarto Víctor preguntó.
—¿Yurio te dijo algo de su actitud?
— No, pero…
—¿Pero?
—Creo que le gustó Otabek
— ¡Qué! Pero… pero… ¡Yurio es un niño!
Yuuri rió ante el puchero que hizo su pareja.
—Yurio está creciendo y Otabek es un Alfa muy guapo, es normal que se sienta atraído.
—¿Lo encuentras atractivo? —preguntó frunciendo el ceño.
—Sí, pero no tanto como a ti —le dijo Yuuri acariciando su rostro—. Además, probablemente será el Alfa de nuestro hijo mayor.
—¡Qué! Yo no he autorizado eso.
—Es una buena persona, ¿no es así? Deja que sean ellos quienes lo decidan. ¿No quieres que Yurio sea tan feliz como nosotros?
—Claro que sí, aunque preferiría que fuera en muchos, muchos años más.
—Padre celoso —dijo Yuuri sonriendo y luego dejando un suave beso en sus labios.
—No soy celoso, es sólo que Yurio es pequeño.
—Pero es inteligente y maduro. Estoy seguro de que sabrá qué es lo mejor para él.
—Mañana hablaré con él.
—Mejor espera a que él sea quien se acerque. Tal vez ni él mismo sabe porque actúo así, deja que conviva un poco más con Otabek y sepa si en verdad le gusta o sólo lo encontró atractivo y se puso nervioso.
—Entiendo, seré paciente —sonrió.
V. La confusión de Mila
Mila tenía la noche libre por lo que decidió ir divertirse a Tokio, hacía mucho que no lo hacía. Se dirigió a un bar de moda que había en Shinjuku y se sentó a beber en la barra, Mila no era de las que se emborrachaban, pero esa noche sentía la necesidad de hacerlo, para dejar de pensar.
Mila estaba algo deprimida y confundida, desde que había conocido a Sara sus sentimientos comenzaron a ser extraños, esa Omega le gustaba. Sin embargo, no era algo que pudiera aceptar tan fácilmente, después de todo, las relaciones entre Omegas y Betas eran tabú; los Omegas eran posesiones exclusivas de los Alfas, los betas no tenían derecho siquiera a mirarles. Las sanciones por transgredir ese tabú podrían ser bastantes extremas.
Tal vez lo mejor era volver a Rusia.
Después de unas cuantas horas y Mila estando totalmente ebria, fue abordada por un joven Beta en busca de diversión. Mila no se negó y se retiraron juntos a una habitación de hotel. Las relaciones entre Betas solían ser casuales, la concepción de familia era inexistente en la educación que les daban, y así debía ser, después de todo, ellos existían para poner en funcionamiento la sociedad a través de trabajos que los Alfas no harían.
La sociedad en la que los Alfas eran los señores.
Mila empezó a cambiar cuando Víctor comenzó a vivir con Yuuri, comenzó a anhelar tener una relación así, amar, ser amada, cosas que siempre eran desestimadas por los de su clase, que sólo buscaban aventuras para satisfacer sus naturales impulsos sexuales y nada más. Mila lo había hecho muchas veces, con hombres y mujeres, incluso con Víctor cuando el Alfa se lo había propuesto antes de que Yuuri llegara a su vida. Para ella nunca fue un problema; entregaba y obtenía placer, ese era un buen trato.
Pero esta noche las cosas fueron distintas porque pensaba en ella, Sara, la hermosa Omega con ojos de amatista. Añoraba a Sara y el sexo se volvió vacío. El Beta que la acompañaba no pareció darse cuenta y gozo su cuerpo, pero ella no logró obtener placer, sólo consiguió que su anhelo por ella se volviera más fuerte. Deseaba a Sara, sólo a Sara.
Esa noche descubrió que no podría volver a Rusia, su lugar era en Japón junto a la Omega de bonita sonrisa y ojos expresivos.
Pero las cosas no podían ser tan fáciles para la pelirroja. Tres semanas después de aquella noche comenzó a tener síntomas extraños, se sentía fatigada y algunos olores le producían náuseas, mareos y vómitos también se sumaron. Con miedo compró un test de embarazo, esperó pacientemente el resultado y cuando el símbolo marcó positivo se puso a llorar. Salió de la casa en busca de aire. Caminó por el jardín hasta que la voz de Víctor la detuvo en su andar sin sentido.
—Mila, ¿estás bien? —preguntó el Alfa acercándose a la mujer.
—No, no lo estoy —Mila se echó a llorar a los brazos del Alfa, sorprendiendolo, mas no se incomodó y la abrazó de vuelta.
—Tranquila Mila, dime qué ocurre —le dijo con suavidad—. No soy bueno viendo a la gente llorar, pero sí para encontrar soluciones.
—Tan práctico como siempre —le dijo la pelirroja alejándose de él y secando sus lágrimas.
—Así es —respondió sonriéndole cálidamente.
—Estoy embarazada —soltó sin preámbulo.
—Te apoyaremos, Mila. No tienes de qué preocuparte, sólo pensar en lo que quieres hacer.
—¿Lo que quiero? ¡Víctor, soy Beta! Yo no tengo derecho a elegir qué hacer. La verdad, la verdad no me importaba, sabes que me educaron para entregar a cualquier hijo o hija que diera a luz, pero ahora que los veo a ti y a Yuuri con Sofía y a Sara con Luca, el saber que yo no puedo optar a eso me destroza. Más ahora que cargo una vida en mi vientre.
—Entonces deseas conservarlo.
—Claro que sí, es mi bebé. Pero eso no tiene importancia… Este bebé fue engendrado por Betas, y los Betas no podemos optar a quedarnos con nuestros hijos, eso es un privilegio de los Alfas.
—Pero pude traer a Luca.
—Porque Luca es Omega, sabes que mi bebé tiene el 85% de probabilidades de ser Beta, el 13% de probabilidades de ser Omega y el 2% de probabilidades de ser Alfa… sólo si fuera Omega podrías comprarlo inventando alguna excusa. Es mejor que no me haga ilusiones.
—Mila, el dinero puede hacer muchas cosas. Es lamentable que la gente sea tan corrupta, pero si tengo la posibilidad de comprar conciencias por una causa justa lo haré. Ese bebé se quedará contigo, con nosotros, es una promesa.
Mila cubrió su rostro con sus manos y comenzó nuevamente a llorar. Por primera vez sentía que era correcto ese deseo suyo de ser madre.