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Existe el amor (Un mundo feliz)


I

Sara cargaba a la pequeña hija de Mila cuando el timbre de la mansión sonó. Era quien estaba más cerca por lo que se acercó a abrir. En sus brazos, la pequeña Erina dormitaba, se veía adorable en su ropita color violeta, la que incluía un gorrito con orejitas de gato que cubría sus hebras rojizas. 

Cuando Sara abrió la puerta, la hermosa sonrisa que adornaba su rostro desapareció. Primero fue el aroma, después su presencia completa. Christophe Giacometti estaba frente a ella después de tanto tiempo. 

—¡Vaya! —dijo el Alfa al verla, sorprendido—, te ves bastante bien, y veo que no perdiste el tiempo —continuó mirando a la pequeña en sus brazos—, supongo que esta vez sí fue Alfa. 

Sara no dijo nada, los recuerdos del pasado la asaltaron sumiéndose en un estado que la mantenía paralizada. 

—¿Me tendrás todo el día parado en la puerta? —preguntó entonces el Alfa. 

—Adelante —atinó a decir Sara mientras daba unos pasos atrás. 

Christophe entró al recibidor, Sara abrazaba a Erina con fuerza. 

—Déjame ver al bebé de Víctor —dijo acercándose más a ella, Sara retrocedió. 

—¿Qué haces aquí, Chris? —preguntó Víctor bajando por las escaleras—, sigues con la mala costumbre de venir sin avisar. 

Christophe se alejó de Sara y miró hacia la escalera, Víctor bajaba con Sofía en sus brazos, a su lado, Yuuri lucía sus casi siete meses de embarazo y Yurio lo ayudaba a bajar, Yuuri tenía una panza enorme que le dificultaba un poco el movilizarse,  después de todo estaba esperando dos bebés. 

Christophe sonrió.

—Veo que no pierdes el tiempo —dijo Chris alejándose de Sara y paseando sus ojos por los otros dos Omegas y la niña de cabello color plata que Víctor llevaba en sus brazos. 

—No me has contestado —dijo Víctor habiendo ya bajado y ubicándose junto a Sara.

—Necesito hablar contigo, Víctor. Es importante —contestó el Alfa de ojos verde limón. 

En ese momento, apareció el pequeño Luca, quien corría riendo mientras Mila lo perseguía. Los ojos de Chris se encontraron con los ojos verdes, algo más oscuros, del pequeño niño rubio que se detuvo a contemplarlo. Mila y Sara se tensaron.

—Ese niño… 

—Es mío —dijo Yurio interrumpiendo al Alfa y tomando a Luca en sus brazos, apartándolo de la mirada de Christophe. 

—Será mejor que vuelvan a sus habitaciones —dijo Víctor dirigiéndose a los Omegas.

—Yo no, yo con papá —dijo Sofía abrazándose con fuerza del cuello de Víctor.

—Está bien pequeña. Sofía se queda con papá —respondió Víctor sonriendo y acariciando la carita de su hija, recibiendo tiernos besos en su rostro como recompensa. Los demás comenzaron a retirarse, Yuuri ayudado por Mila. 

—Vamos a mi despacho —dijo Víctor comenzando a caminar y siendo seguido inmediatamente por el Alfa suizo. 

II

—¿Qué es lo que necesitas? —preguntó Víctor. Ambos Alfas estaban sentados en los cómodos sillones de cuero que Víctor tenía en su despacho, mientras bebían una copa de vino. La pequeña Sofía jugaba sentada en el suelo cerca de su padre. 

—Quiero pedirte que despidas a tu chofer. 

—¿Qué? 

—Lo que escuchaste, despide a Phichit. 

—¿Estás loco? ¿Por qué tendría que despedir a Phichit? ¿Por qué lo conoces? Que yo sepa jamás te has interesado por los empleados de tus amigos. 

—Despídelo, así tendrá que aceptar mi oferta de trabajo. 

—Explícame mejor lo que está pasando entre ustedes. 

—Me gusta. Hemos tenido sexo algunas veces, pero siempre termina por rechazarme. Inventa excusas como que estaba ebrio o que fue un momento de debilidad por mi insistencia. Y a mí cada día me gusta más. Ni siquiera he podido acostarme con alguien más en todo este tiempo, tengo a ese maldito Beta metido en mi piel, en mis sueños, en mis deseos. 

—¡Oh, Vaya! —dijo Víctor con una sonrisa traviesa y recordando también a Jean quien ahora hacía todo lo que Isabella pidiera—, los Betas se las traen a la hora de controlar Alfas idiotas. 

—No te burles… pero la verdad es que estoy cansado de estar tras Phichit, llevo ¿cuánto? ¿Un año? ¿Más que eso? Me doy asco. 

—Ay, Chris. Creo que te has enamorado. 

—Eso es absurdo. Cuentos de novelas rosas, de esas que solían escribir siglos atrás. El amor no existe. 

—El amor no existe para la sociedad en la que vivimos. Pero aún así nos enamoramos, Chris. 

—Enamorado… —dijo Chris para después beber de golpe el contenido de su copa mientras sus ojos se clavaban en un punto perdido del espacio. 

—Chris, no despediré a Phichit. Te deseo suerte con él, es un excelente muchacho y creo que podría influenciarte para bien.

—Víctor, sé que nos hemos distanciado estos últimos años, pero en recuerdo de la amistad que tuvimos cuando vivíamos en Europa, ayúdame. 

—No puedo hacer eso, Chris. Y nuestra amistad no es sólo un recuerdo, yo en verdad te aprecio, aunque no estoy de acuerdo con las cosas que has hecho, especialmente con Sara. 

—Ella se ve bien. 

—Sí, pero no es precisamente gracias a ti.

—Phichit me lo ha reclamado en las ocasiones en las que hemos estado juntos. No me ha dado detalles, pero creo que él ha querido decirme que las cosas entre tú y los Omegas de tu casa son distintas de lo que ocurre generalmente. 

—¿Recuerdas cuando te dije que quería marcar a Yuuri? 

—Sí.

—Tú respondiste que terminaría por aburrirme del lazo, que no sentiría nada.

—¿No ha sido así?

—Para nada —Víctor sonrió—, siento muchas emociones provenientes del lazo. Yuuri es una persona tranquila y algo tímida, pero siente de manera apasionada e intensa. Sobre todo ahora que está embarazado —Víctor rio alegre. 

—Cuando me enlacé con Sara no fue así. 

—Aunque la marcaste no tenías intenciones de ver en ella, fue tu culpa no poder percibir sus emociones. Yo no necesito estar enlazado con Sara para saber que siente muchas cosas. Es una mujer muy dulce y alegre. 

—No lo sé, me confundes. 

Víctor se puso de pie y tomó a Sofía en sus brazos. Le dio un beso y luego la puso en el regazo de Chris.

—Hija — le dijo—, puedes contarle a Chris sobre el paseo que hicimos con Yurio al acuario. 

Sofía miró a Chris con sus hermosos ojos marrones brillando y una sonrisa se dibujó en su carita.

—Había peces de colores —dijo levantando sus brazos—, pequeñitos —sonrió. 

—¿Te gustaron mucho? —preguntó Chris.

—Son muy bonitos —respondió. 

—Hija, hubo algo que te asustó ¿verdad? Cuéntale también a Chris. 

Sofía miró a Chris, la expresión de su cara cambió.

—Un tiburón —dijo—, ¡tenía dientes grandes! Comen personas —su mirada se veía asustada.

—¿Quién te dijo eso?

—Yurio

—Pero los tiburones están muy lejos de aquí, no podrán hacerte nada —dijo Chris acariciando el cabello de la niña—. ¿Hubo algo más que te gustara?

—Delfines —respondió mientras su mirada se iluminaba nuevamente. 

Chris y Sofía conversaron un rato más ante la mirada de Víctor. Su hija era dulce y muy inteligente, respondía a las preguntas de Chris e incluso hizo reír al Alfa. Después de un rato Víctor miró a su amigo y le preguntó.

—Si te lo preguntara, ¿en qué clase clasificarías a Sofía? 

La pregunta hizo reír a Chris.

—Ella es Alfa, lo sé y lo demuestra. 

—Sofía es Omega —respondió Víctor con tranquilidad.

—Pero…

—Es Omega, Chris. Y no permitiré que nadie la menosprecie por eso. No perdonaré a nadie que intente hacerla pensar o sentir que no es valiosa. 

III

—¡Maldito Víctor! ¿Acaso no pudo decir que lo esperaramos en la sala? —bufó Yuuri sentándose en su cama.

—Ya sabes como es de despistado —respondió Yurio—, aunque supongo que ya debe haberse dado cuenta de que te hizo subir las escaleras justo después de que las bajaras.

—No vuelvo a bajar nunca más hasta dar a luz —sentenció Yuuri.

—Mejor haz que te cargue —rio Yurio. 

—No es mala idea —aportó Mila. 

Habían subido todos y juntos fueron hasta la habitación de Yuuri.

—Yurio, gracias por alejar a Luca de Christophe —dijo Sara—, en ese momento estaba asustada y no sabía qué hacer. 

—Víctor no dejaría que nadie te lastimara —dijo Yuuri.

—Lo sé, aún así me asusté. 

—Yo también te protegeré, siempre —dijo Mila abrazando a Sara y dándole un beso en la mejilla para luego tomar a Luca en sus brazos. Realmente ambas mujeres y sus hijos hacían un hermoso cuadro familiar. 

Yurio esbozo una pequeña sonrisa, imaginando la familia que él construiría junto a Otabek en un futuro no tan lejano. 

IV

Chis estaba en el jardín de la mansión de Víctor, apoyado en el auto que conducía Phichit.

—¿Ahora incluso vienes a acosarme aquí? —Fue lo primero que dijo Phichit al ver al Alfa suizo. 

—No me dejas opción. 

—La opción es que dejes de molestarme. 

Chris suspiró. 

—Mi hijo está viviendo aquí, ¿verdad? —preguntó Chris a Phichit, aunque era más una afirmación. 

—¿Qué? ¡Pero qué tonterías estás diciendo! —respondió Phichit intentando sonar casual. 

—Cuando lo vi me pareció muy familiar. Ese Omega rubio dijo que era suyo, pero algo no me cuadraba. Y después de hablar con Sofía me he convencido. Ese niño lindo es el hijo que tuve con Sara. 

—Estás loco —dijo Phichit—, ¿cómo podría estar aquí si lo dejaste en un centro del estado?

—¿Y crees que no conozco los alcances de Víctor y su dinero?

—¿Qué piensas hacer? —preguntó Phichit ahora con seriedad.

—No lo sé. 

—Déjalos tranquilos. Sara está feliz viviendo aquí, y Luca crecerá siendo amado. Lo mejor que podrías hacer por ellos es no molestarlos. 

—Está bien. Aunque no lo creas, no tengo interés en lastimar a Sara, tampoco en arruinarle la vida al pequeño. 

—Ya lo hiciste una vez, ¿no? 

—En realidad no era consciente de que lo hacía. 

—Eso no es más que una vil excusa.

—Lo sé, pero creo que tengo derecho a cambiar mi manera de pensar. 

—Entonces ahora amas y protegerás a los Omegas.

—No he dicho eso, no te burles. Simplemente no quiero lastimar a nadie más. ¿Acaso no te pone feliz que todos tus regaños y rechazos tengan efecto en mí?

—Tengo libre el fin de semana, y creo que el viernes por la noche iré a beber a algún bar en Tokio, quizás ese en el que nos hemos encontrado antes cerca de la estación de metro Shinjuku… ya sabes, tal vez esté lo suficientemente ebrio como para irme contigo, durante todo el fin de semana —dijo Phichit poniendo una sonrisa traviesa en sus labios. 

—Entonces me aseguraré de encontrarte en aquel bar y te mantendré ebrio durante todo el fin de semana para asegurarme de que no huirás en cuanto el efecto de la bebida baje. 

—Si me mantienes ocupado, haciendo cosas divertidas, prometo no huir —guiñó el ojo Phichit—, pero ahora debo trabajar. Víctor tiene una cena de negocios en Omotesando. 

—Está bien, me marcho. Pero no olvides nuestra cita.

—¿Cita? Será solo un encuentro casual —rió el moreno. 

V

Víctor tenía algo de tiempo antes de marchar a su cena en Omotesando, subió las escaleras con Sofía en sus brazos y luego entró a la habitación, encontrando a Yuuri recostado en la cama mientras los demás conversaban animadamente, especialmente Mila, quien ya hacía planes para cuando los mellizos Nikiforov nacieran.

Cuando Víctor entró dirigió la mirada inmediatamente a Yuuri, quien lo vio con cara de pocos amigos. 

—Lo siento, mi amor —dijo Víctor acercándose a  él—.  Me di cuenta muy tarde lo estúpido que fui, perdón. 

—Te perdono con la condición de que de ahora en adelante me cargues cada vez que tenga que bajar o subir esa estúpida escalera. 

—Por supuesto —el Alfa sonrió, dejó a Sofía en la cama y cargó a Yuuri sonriendo—, así, como a una princesa —le guiñó el ojo haciendo que Yuuri riera. 

Sofía los miró y en ese momento recordó una palabra que le escuchó decir a Chris y de la que no sabía el significado. 

—¿Qué es sexo? —les preguntó. 

—Bueno, creo que debo ir a ver a Beka —dijo Yurio poniéndose de pie al ver que Víctor lucía del color de un papel. 

—Nosotras también nos vamos —dijo Mila mientras Sara intentaba contener la risa. 

—Nos han abandonado —dijo Víctor al ver que todos salieron del cuarto, Sofía seguía mirándolos, esperando una respuesta. 

Yuuri rio y pidió a Víctor que lo dejara en la cama. 

—Sexo es lo que hacen las personas que se aman mucho —dijo sencillamente Yuuri, esperando que eso bastara para su hija. Sofía sonrió. 

—¡Oh! ¡Lo haré con Luca! —exclamó la niña provocando que Víctor quisiera desmayarse. 

VI

—¿Qué haces, Beka? —preguntó el rubio entrando a la oficina que el Alfa tenía en el centro médico que quedaba justo en medio de ambas propiedades, entre la casa donde vivía Víctor y aquella donde se refugiaban los Omegas rescatados. 

—Hola, amor—respondió el Alfa—, estaba revisando unos documentos sobre los resultados que hemos tenido en los supresores. Hay que mejorarlos para evitar los efectos secundarios. 

—¡Por favor! El dolor de cabeza es insoportable después de utilizarlos —respondió Yurio. 

—Es porque provoca un shock en el organismo al inhibir la producción de hormonas. Aún así, no es necesario que uses la dosis completa, después de todo el único Alfa que vive contigo es tu padre. 

—¿Y crees que es cómodo andar con el trasero mojado y el cuerpo afiebrado?

—Lo siento. 

—Será mejor que pronto haya resultados, o me vendré a quejar contigo cuando me duela la cabeza —Yurio se acercó a Otabek, quien se encontraba sentado en su escritorio, se sentó en su regazo y comenzó a mirar los papeles—. Beka, quiero que me enseñes todo esto, yo no quiero terminar siendo sólo la madre de tus hijos, también quiero hacer algo en beneficio de los Omegas, aunque sólo sea mejorar en algo las condiciones por las que pasan durante el celo. 

—Te enseñaré todo lo que sé Yura. Juntos haremos grandes cosas por los Omegas —respondió Otabek besando la frente de Yurio y dejándose abrazar por él. 

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