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Esperanza y futuro (Un mundo feliz)


I

Eran las seis de la mañana de un despejado día 17 de mayo cuando Yuuri despertó gritando debido a las contracciones. Había llegado la hora. 

Víctor no tuvo que pensarlo dos veces. Fue directamente a despertar a Mila para que corriera a avisar a Otabek e Isabella, el escándalo despertó a Yurio que llegó al cuarto de Yuuri en el momento en que Víctor lo tomaba entre sus brazos. 

—Hijo, por favor, lleva el bolso que Yuuri preparó con las cosas para los bebés —pidió Víctor para luego salir rápidamente del cuarto. Yurio obedeció, tomó el bolso previamente preparado y salió tras sus padres. 

Cuando llegaron al centro médico, Mila corría a toda prisa desde la casa al cuidado de Lilia con Otabek e Isabella corriendo tras ella. Estaba todo preparado para atender la llegada de los mellizos Nikiforov, por lo que en cuanto médico y enfermera estuvieron listos comenzó el proceso en el que traerían al mundo a las dos nuevas criaturas. 

Esta vez Víctor estuvo con Yuuri en todo momento, tomando su mano y besando su cabello. El primero en nacer fue un niño de piel blanca y cabello negro, lloró a todo pulmón hasta el momento en que Víctor lo tomó entre sus brazos. El aroma de su padre pareció calmarlo inmediatamente y el pequeño abrió sus ojos mirando por primera vez. Unos hermosos ojos claros que contrastan con su cabello azabache. La segunda en nacer fue una niña, lloró también, aunque no con tanta fuerza como su hermano, Víctor la cargó también, completamente feliz de tenerla entre sus brazos. Sus dos pequeñas bendiciones se aferraban a su ropa y lo miraban. Ambos tenían el cabello y negro y los ojos claros, pero pese a lo pequeñitos que eran, Víctor podía asegurar que el niño era una pequeña réplica del japonés, mientras que la niña era más parecida a él. 

—Víctor —llamó Yuuri extendiendo sus brazos. También quería disfrutar del contacto de sus pequeños. El alfa se acercó y con cuidado dejó a sus bebés junto a Yuuri.

—¿Escogiste los nombres, amor? —preguntó Víctor. Esta vez habían acordado que sería Yuuri quien los nombraría. Y durante todo el tiempo se había negado a revelar los nombres que había escogido. 

—Claro —respondió sonriendo el omega—. Tienen nombres que se complementan. Nuestro pequeño se llamará Nozomi y nuestra pequeña se llamará Mirai; esperanza y futuro.

—Son hermosos nombres, Yuuri. 

—Es lo que tú me has dado Víctor. Un futuro esperanzador. 

Víctor sonrió y besó la frente de su amado omega, para luego besar a sus bebés.

—Debemos limpiarlos —dijo Isabella pidiendo permiso para cargarlos. Primero tomó a Nozomi, el pequeño se removió en sus brazos, pero la suave voz de la enfermera lo tranquilizó. 

Cuando ambos bebés ya estaban limpios y vestidos, Víctor los tomó en sus brazos y salió con ellos de la habitación. Fue en busca de Yurio mientras Yuuri era trasladado a otra habitación. 

Yurio corrió hacia Víctor en cuanto lo vio, sus ojos verdes brillaban como pocas veces al ver a esos bebés que se aferraban a la ropa de su padre. 

—Mira Yurio —dijo Víctor sonriendo y acercándose más—, te presento a tus hermanitos, Nozomi y Mirai.

—Son preciosos —dijo sin poder evitar emocionarse.

Mirai dirigió su mirada a Yurio y estiró su pequeña manito hacia él.

—Tu hermana quiere que la cargues —dijo Víctor. A lo que Yurio no se negó, tomando entre sus brazos a la más pequeña de la familia. 

Poco después llegó Otabek.

—Isabella está acomodando a Yuuri en su habitación —dijo el alfa kazajo—, en diez minutos pueden ir a verlo. 

—Están los resultados de las pruebas de sangre —preguntó interesado Víctor.

—Sí —respondió Otabek—, ambos son alfas. 

Víctor sonrió. A Yurio le pareció que el rostro de su padre se había iluminado y llenado de alivio.

—Que felicidad —expresó el ruso platinado besando el cabello del pequeño en sus brazos. 

—¿Por qué? —dijo Yurio sintiéndose algo herido—, ¿te habría molestado que fueran omegas? —clavó sus ojos esmeraldas en los zafiros de Víctor. 

—Claro que no —negó Víctor acercándose a su hijo—, ven acá Yuri —le dijo extendiendo su brazo, el omega no se negó al contacto y terminó siendo abrazado por su padre—. No los amo más por ser alfas, ni por un segundo pienses eso, pero es conveniente que lo sean. Amo a mis dos lindos hijos omegas, pero yo no viviré para siempre y no quisiera que quedaran desprotegidos. Conoces las leyes tanto como yo y todo lo que tengo sólo puede ser heredado por alfas, si no tuviera hijos alfas para que hereden mis bienes todo regresaría a manos del estado, incluyendote a ti y a Sofía. 

—Leyes de mierda. 

—Educaré a estos bebés para que protejan lo que hemos construído durante estos años. 

II

El tiempo pasaba deprisa. 

La casa refugio que estaba a cargo de Lilia se llenaba de Omegas. Y cada día más alfas y betas ayudaban en la labor de mantención y cuidado de ese lugar. Incluso Leroy y Giacometti comenzaron a donar importantes sumas de dinero. Con el tiempo, Chris se disculpó con Sara por lo sucedido en el pasado y la omega vivía tan feliz junto a su nueva familia que ya no podía guardar rencor por lo acontecido, entonces Chris comenzó a visitar constantemente la mansión Nikiforov y pudo ver crecer a su hijo, aunque jamás hizo saber que sabía que Luca era el mismo niño que una vez había abandonado. Entendía perfectamente que eso sólo alteraría la vida de Sara por lo que prefería presentarse ante él sólo como la pareja de Phichit. El beta de ojos oscuros tardó tres años en aceptarlo completamente, tres años en los que el Suizo se encargó de demostrarle que había cambiado y que lo amaba sinceramente. 

Con Leroy ocurrió algo parecido. Isabella le dejó muy claro que si quería acercarse a ella tenía que cambiar las actitudes que tenía con los omegas. Al principio se negó y estuvo tres meses sin verle ni la punta de la nariz. Jean finalmente tuvo que admitir que esa bella beta lo había derrotado completamente. 

Leo y Guang Hong comenzaron una relación. El omega estaba muy temeroso al principio, pero Leo fue muy paciente con él, sus visitas y atenciones terminaron por derribar poco a poco las barreras del dulce castaño. 

Víctor logró conseguir más apoyos para lo que ya podía considerarse una fundación a favor de los derechos de los omegas. Uno de estos apoyos fue Seung-gil Lee, un político importante que deseaba modificar las leyes opresivas. No fue mucho lo que pudo conseguir, pero al menos ya no estaba prohibida la venta de anticonceptivos y supresores, además, se comenzaron a fiscalizar las casas rosas para asegurar que los omegas estuvieran bien alimentados y sanos. También, se prohibió dejar omegas que hubieran sido marcados en estos lugares. 

El poner estos temas sobre la mesa, hizo que las personas comenzaran a dar sus opiniones al respecto, aún la mayoría opinaba en base a sus prejuicios, sin embargo, también había una minoría que ya no temía expresar su desacuerdo con el modo en que la sociedad se comportaba. 

Víctor, con ayuda de sus leales colaboradores, se fue haciendo cada vez más poderoso en el mundo empresarial. Llegó un punto en que podía expresar libremente su opinión y mostrarle al mundo el modo en que vivía, mostraba con orgullo a sus hijos omegas y sin miedo el amor que sentía por Yuuri. Nadie se atrevía a señalarlo, después de todo, el poder que había alcanzado Víctor gracias a sus negocios lo hacían capaz de aplastar a cualquiera relacionado con el mundo empresarial. Ya había hecho quebrar algunas empresas sin remordimiento alguno. 

Cuando Nozomi y Mirai cumplieron cuatro años Yuuri tuvo su cuarta bebé, una niña alfa que era una réplica en versión femenina de Víctor. Todo en ella era exactamente igual a su padre alfa; sus ojos, su cabello, su sonrisa, su piel. Irónicamente el nombre que escogieron para ella fue Liliya, la versión rusa del nombre de Yuuri. 

Y cuando Liliya tenía cinco años nació el último de los Nikiforov, un preciosos omega de cabellos negros y ojos grises. Víctor tenía claro que esos ojos eran como los de su padre y le agradó que su hijo los heredara, después de todo, pese a que su padre había pensado de manera radicalmente diferente, la persona que era Víctor también se construyó gracias a él, la educación y la libertad que le entregó. Ese pequeño omega tuvo por nombre Haruki, el brillo del sol. 

III

—Liliya, tienes que controlar la velocidad en la que patinas para que puedas controlar mejor tus movimientos —decía Yurio a su hermana de ocho años mientras patinaban sobre el hielo. Liliya deseaba ser una gran patinadora profesional y ganar más medallas que su padre. 

—Lo haré otra vez —dijo la pequeña mirando a su hermano con determinación. 

—¡Tú puedes, Liliya! —gritó Sofía, la adolescente, de recién cumplidos dieciséis años, iba entrando al lugar junto a sus padres y hermanos. Nozomi y Mirai, de doce años, corrieron hasta las barras de contención para mirar de cerca a su hermana, llevando a Yuuri con ellos. Víctor, quien cargaba al pequeño Haruki, de tres años, caminó tras ellos junto a Sofía. 

—Se parece tanto a mí —dijo Víctor para sí mismo mientras miraba con orgullo a su pequeña hija mientras danzaba sobre el hilo bajo la supervisión de Yurio. 

Poco tiempo después entró Otabek, el kazajo cargaba a una niña rubia de escasos 11 meses de edad, y tras él entraron dos castaños de seis años que corrieron donde Yuuri y se abrazaron a él. Yuuri abrazo a los pequeños de hermosos ojos verdes que luego saludaron a Víctor y los demás. Otabek se acercó también, saludando educado. La pequeña copia de Yurio que llevaba entre sus brazos quiso ser cargada por Víctor, quien la tomó en sus brazos mientras Yuuri tomaba a Haruki. La niña sonrió entre los brazos de su abuelo haciendo que Víctor se derritiera de amor por ella. 

—Kohana preciosa —dijo besando los cabellos dorados de la niña—, eres la nieta más hermosa que tengo. 

—Es tu única nieta —dijo en tono burlesco Yurio que recién salía de la pista junto a Liliya. 

Otabek le alcanzó los protectores de los patines a su pareja y luego le dio un suave beso en los labios. 

—Lo sé, pero es que me encanta, y ella me ama. Los niños prefieren a Yuuri —dijo haciendo un puchero mientras miraba a Haru y Yuki. 

—Yo también lo prefiero —dijo Yurio burlándose nuevamente. 

—Me rompes el corazón —dramatisó el ruso, quien se ganó un beso en la mejilla por parte de su nieta, la que buscaba consolarlo—. Kohana preciosa, mi pequeña flor. Tú sí me amas. 

—Espero que a mi hija no se le pegue tu dramatismo —dijo Yurio con una sonrisa en sus labios. 

—¡Hora de comer! —exclamó Luca apareciendo en la pista de hielo—. Mamá Mila dice que se apresuren porque ya están sirviendo. 

—¡Genial! Ya tengo hambre —dijo Sofía corriendo hacia su amigo, tomó su mano y salieron alegres. 

—Nosotros llegaremos primero —gritaron los mellizos Nikiforov comenzando a correr tras su hermana mayor.

—¡Claro que no! —respondieron los gemelos Altin corriendo tomados de la mano.

—Tengan cuidado —dijo Yurio yendo tras sus hijos junto a Otabek y Liliya. 

Víctor y Yuuri caminaron tras ellos. Iban de la mano mientras llevaban en sus brazos a Kohana y Haruki. 

—Nunca imaginé que llegaría a ser tan feliz —dijo Yuuri mientras observaba a sus hijos correr por el jardín. 

—Yo conocí el significado de la palabra felicidad cuando me enamoré de ti —respondió Víctor llevando la mano de Yuuri hasta sus labios para depositar un beso en ellas. 

Ambos se miraron con los ojos repletos de amor y sonrieron alegres, satisfechos con la vida que habían construido juntos. 

Alfa y Omega. Distintos e iguales. 

FIN

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2 comentarios sobre “Esperanza y futuro (Un mundo feliz)

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