I. Inhibidor de feromonas
Yurio llegó más temprano que los demás al salón que se usaba como salón de clases, estaba en el primer piso de la casa que Víctor designó para los Omegas, junto a una gran biblioteca muy parecida a la de la casa principal. Yurio estaba muy ansioso porque sabía que Víctor hablaría con Otabek, una parte de él se sentía feliz y protegido por ese Alfa que sentía como un padre, pero por otro lado se sentía ansioso y algo avergonzado de ser considerado un niño todavía.
—Hola, Yurio —la voz de Michele lo sacó de su ensoñación.
—¿Michele? —preguntó Yurio algo confundido—. ¿Por qué no puedo sentir tu olor? —dijo acercándose al italiano sin poder percibir nada.
—¡Ah! Es por el experimento —sonrió—, ha salido bien.
—¿Experimento?
Michele sacó un pequeño frasco, similar a uno de perfume.
—Emil ha estado trabajando en esto, es un inhibidor de feromonas. Es para que podamos ocultar nuestro aroma, sólo queda un rastro tenue que nos haría pasar por Betas. De ese modo podríamos salir sin temor.
—¡Es fantástico! —gritó Yurio—, podríamos ir a la ciudad, o a donde queramos.
—Lamentablemente sólo funciona por dos o tres horas —dijo Michele suspirando—, al parecer las feromonas Omegas son muy fuertes y el efecto no tarda en desaparecer.
—Aún así es muy útil —Yurio tomó el frasco en sus manos. Sonrió pensando en que Víctor y Otabek probablemente habían comenzado a platicar y en las ganas que tenía de escuchar.
Sin pedir permiso, Yurio se roció a sí mismo el contenido del envase y luego lo devolvió a Michele que lo miró interrogante.
—¿Qué piensas hacer? ¿Por qué quieres ocultar tu olor? —preguntó.
—Le haré una travesura a Víctor, volveré antes del segundo bloque.
Yurio salió rápidamente. Michele sonrió pensando en lo infantil que podían ser los adolescentes, pero apreciaba que ese muchacho pudiera ser así, después de todo, era una característica que pocos Omegas podían conservar.
Poco después llegó Yuuri con Sara.
—¿Y Yurio? Pensé que ya estaba aquí —dijo Yuuri.
—Dijo que iría con Víctor, volverá al segundo bloque —respondió Michele.
—¿Funcionó el experimento? —preguntó Sara intentando percibir el aroma de su hermano.
—Así es.
—¿Experimento? —preguntó Yuuri—. Vaya, no puedo sentir tu olor.
—¡Buenos días! —exclamó Yuuko entrando junto a Mari y Georgi, desviando la atención del tema por unos instantes. Celestino entró inmediatamente después haciendo que cada uno se sentara en sus respectivos asientos y el tema quedara olvidado.
II. Mi hijo
Víctor había pedido a Otabek que fuera a su despacho, el Kazajo suponía que quería hablar sobre Yuri por lo que acudió inmediatamente al llamado del otro Alfa.
—Otabek —dijo Víctor cuando ambos estuvieron sentados frente a frente—. Yurio me ha confesado que se han estado viendo, mi hijo se está enamorando de ti y quiero saber que sientes tú por él.
—Yo siento lo mismo. Desde que lo ví por primera vez supe que era especial, y ahora que he podido tratarlo lo he confirmado, estoy enamorado de Yura.
—Él es muy jóven…
—Lo sé y no pretendo llevar nuestra relación al siguiente nivel si es lo que te preocupa. Tenemos mucho tiempo por delante, no tengo prisa, por ahora solo quiero seguir conociendolo, estar a su lado. Te agradezco mucho que hayas decidido cuidar de Yura como si se tratase de tu hijo y por eso quisiera que aceptaras nuestra relación, es muy importante para los dos.
—Eres un buen Alfa, Otabek. Por eso te contaré la verdad… Yo no trato a Yurio como si fuera mi hijo, él es mi hijo, yo lo engendré.
—Pero… Yura me dijo que lo trajiste a vivir aquí porque Yuuri te lo pidió, ellos crecieron en el mismo centro de educación Omega.
—Eso es cierto. Yuuri siempre amó a Yurio, quiso protegerlo al ver cómo era tratado en aquel lugar. Yuuri me pidió que lo trajera y yo estaba dispuesto a cumplir esa petición, sin embargo, nos dimos cuenta de que en verdad Yurio era mi hijo.
—Increíble.
—Yo sabía de su existencia, lo supe incluso antes que su madre. Era una Omega de casa rosa, estuve con ella cuando estaba en celo, después de una noche juntos su aroma cambió y su celo se fue… ¿sabes lo que significa eso, verdad?
—Lo sé, ella quedó embarazada.
—En ese momento no me importó. Simplemente me fui… Yuri es exactamente igual a esa pobre Omega, su mismo cabello, sus mismos ojos.
Víctor sonrió con tristeza, después de una larga pausa continuó.
—En ese entonces era una persona diferente, era muy joven, pero ahora… Yurio es muy importante para mí, es mi amado hijo. Por favor haz que sea feliz.
—Me esforzaré mucho para que así sea, pero debes contarle la verdad.
—Lo sé, me engaño a mí mismo diciéndome que solo estoy esperando el momento adecuado, pero la verdad es que no encuentro el valor para hacerlo.
III. Dolorosa verdad
—Yo sabía de su existencia, lo supe incluso antes que su madre. Era una Omega de casa rosa, estuve con ella cuando estaba en celo, después de una noche juntos su aroma cambió y su celo se fue… ¿sabes lo que significa eso, verdad?
—Lo sé, ella quedó embarazada.
—En ese momento no me importó. Simplemente me fui… Yuri es exactamente igual a esa pobre Omega, su mismo cabello, sus mismos ojos.
Las palabras dichas por Víctor se repetían en la cabeza de Yuri, Víctor era su padre biológico, Víctor lo deshechó cuando supo de su existencia y sólo lo acogió por petición de Yuuri. Víctor fue quien le negó crecer con amor y lo condenó a una infancia llena de malos tratos.
Yurio salió de la casa rápidamente, atravesó el jardín y llegó hasta la carretera que llegaba hasta Yokohama, comenzó a caminar mientras las lágrimas caían por sus mejillas. No estaba pensando en nada, sólo quería huir y dejar de sentir ese dolor en el pecho.
—¡Ey! ¿Te encuentras bien?
Una voz aniñada proveniente de un automóvil que paraba junto a él lo sacó de su estado y lo trajo de vuelta a la realidad. Secó sus lágrimas y miró a la persona que le hablaba, un joven Beta de ojos color miel y cabello rubio con un mechón rojo lo miraba preocupado.
—Sí… estoy bien. —Yurio siguió caminando tratando de ignorar al muchacho.
—¡Espera! —exclamó el Beta—. ¿Vas a Yokohama? El camino es muy largo, te destrozarás los pies. Yo puedo llevarte.
Al principio Yurio sintió desconfianza ante el ofrecimiento, pero al recordar que el Beta no podía sentir su aroma a Omega accedió. Era la forma más rápida que tenía para alejarse de la mansión de Víctor.
—Mi nombre es Kenjiro —dijo el joven Beta cuando el auto partió nuevamente rumbo a Yokohama.
—Yo soy Yuri —respondió.
IV. ¿Dónde estás?
El segundo bloque iba a comenzar y Yurio aún no llegaba. Yuuri se sentía preocupado, una extraña opresión se había instalado en su pecho.
—Iré a ver a Víctor, Yurio es muy responsable y es extraño que aún no haya vuelto —dijo finalmente.
—Te acompañaré —dijo Michele algo preocupado, esperaba que el inhibidor de feromonas no tuviera nada que ver con la falta de Yurio.
Yuuri y Michele caminaron rápidamente, cruzando la propiedad.
Víctor estaba en su despacho, últimamente intentaba quedarse dos o tres días de la semana trabajando en casa para poder estar al pendiente de Sofía mientras Yuuri estaba en clases, no le gustaba que su hija pasara demasiado tiempo al cuidado de sus empleados y aunque Mila adoraba a la niña tenía su propio trabajo que hacer. Sofía había despertado hacía poco y él la tenía sentada en sus piernas mientras miraba el computador, estaba concentrado en lo que hacía, la pequeña era tranquila y parecía relajarse al sentir el aroma de su padre, sus pequeñas manitos apretaban la camisa de Víctor mientras ella descansaba su cabeza en el pecho del Alfa.
Víctor miró hacia la puerta, sintió el aroma de Yuuri acercarse, pero su aroma era más agrio de lo normal, estaba preocupado, también podía sentir aquella fluctuación de su ánimo a través de su lazo. Frunció el ceño y se puso de pie para acercarse a la puerta, que se abrió con fuerza.
—¿Yurio está contigo? —preguntó Yuuri de inmediato.
—No… él se fue temprano a clases —dijo algo confundido.
—Pero volvió antes de que yo llegara, le dijo a Michele que vendría a verte.
—Él no ha venido por aquí —contestó preocupado también, Sofía comenzó a inquietarse en sus brazos, el aroma de Yuuri y Víctor comenzaba a hacerla sentir la preocupación de sus padres.
—Tranquila bebé —dijo Yuuri tomándola en sus brazos y meciéndola con amor.
—Tal vez fue a la pista de hielo —dijo Víctor—, estoy seguro que no ha entrado a la casa, hubiera sentido su aroma.
—No… —dijo Michele—, él se puso esto —dijo mostrándoles el inhibidor—. Sirve para ocultar el aroma de los Omegas. Cuando se lo puso dijo que quería hacerte una travesura, estoy seguro que venía a verte a ti, Víctor… y tú no pudiste sentir su olor.
—Maldición —dijo Víctor perdiendo el color de su rostro—. Yuuri… yo estaba hablando con Otabek, yo le conté la verdad. Yurio debió oírme.
—¿Cuánto dura el efecto de ese inhibidor? —preguntó Yuuri angustiado, intentando calmar a Sofía que ya lloraba en sus brazos.
—Dos horas, tres como máximo —contestó Michele.
—¡Por Dios! Que no haya salido de la propiedad —pidió Yuuri en tono de súplica.
—Tenemos que buscarlo, voy a la pista de hielo —dijo Víctor.
—Regresaré a la casa de Omegas y pediré a los demás que ayuden en la búsqueda —dijo Michele.
En pocos minutos todo mundo en ambas propiedades buscaban a Yurio, pero después de una hora se dieron cuenta de que el rubio no estaba en ninguna parte. Yuuri había dejado a Sofía con Sara, la Omega le agradaba mucho a su hija y en ese momento su mayor preocupación era Yurio.
—Iré a Yokohama —dijo Víctor—, probablemente siguió la carretera, si tenemos suerte lo encontraré de camino a la ciudad.
—Yo también voy —dijo Yuuri.
—Mi amor, mejor quédate en casa.
—¡No! Es mi niño también, necesito ir por él.
—Está bien, vamos juntos…. ve a ponerte tu collar, te espero en el auto.
—Yo iré en mi motocicleta —dijo Otabek saliendo primero.
V. Un Omega
Kenjiro no estaba muy seguro de cómo un Omega había terminado durmiendo en su sofá.
—Un Omega —se dijo a sí mismo mientras aspiraba el aroma que Yuri desprendía—. ¿Por qué no me di cuenta antes de que era un Omega? ¿Por qué no sentí su aroma desde el principio?
Kenjiro estaba confundido, el chico le había caído bien pese a que era algo huraño, nunca antes había hablado con un Omega, y si ahora no estuviera sintiendo su olor jamás se habría dado cuenta de que no era Beta.
—No parece ser sólo el cuerpo bonito sin emociones que se supone que tendría que ser. Al contrario, lo vi llorar con mucha angustia —reflexionó mientras bebía una taza de té—, tiene un montón de emociones en conflicto, ojalá me cuente qué le pasó.
Se dirigió a la cocina y comenzó a preparar comida para ambos. No podía evitar sentirse preocupado, si descubrieran que hay un Omega en su casa tendría problemas con la justicia, en su caso, lo que debería hacer era llamar a la policía diciendo que encontró un Omega sin identificación, pero no tenía corazón para hacer eso. Los Omegas que huían de sus amos eran severamente castigados y el muchacho, pese a su actitud, le parecía adorable.
Yurio despertó cuando su estómago comenzó a sentir apetito, había dormido prácticamente todo el día después de agotarse mental y físicamente por haber llorado sin control, se avergonzó de haber llorado frente a un extraño. Se sentó en el sofá en el que se encontraba y se dio cuenta de que no sabía dónde estaba. Kenjiro se asomó por la cocina.
—La cena pronto estará lista —le dijo continuando con sus quehaceres.
Yurio comenzó a percibir su propio olor, el efecto del inhibidor había desaparecido hace mucho, sintió terror.
—¿Por qué antes no pude darme cuenta de que eres Omega? —preguntó Kenjiro.
—Yo… —Yurio no supo qué hacer, o qué decir. No confiaba en las personas fácilmente, y se sentía traicionado por aquellas en las que sí confió. Entonces se puso de pie y miró hacia la puerta de salida, caminó lentamente y sin pensarlo salió corriendo.
—¡Espera, Yuri! —gritó Kenjiro soltando el plato que estaba recién sirviendo—, ¡Yuri! —pero fue inútil, el joven Omega no se detuvo—. ¡Maldición! Cualquiera le hará daño —dijo con frustración tomando un abrigo para salir tras el Omega.
☆☆☆
Víctor y Yuuri corrían por Yokohama, Víctor se preocupaba de que Yuuri estuviera siempre a su lado, sobre todo porque sentía las miradas, a veces sorprendidas, a veces reprobatorias, al ver a un Omega correr entre ellos sin esa actitud pasiva y sumisa que debían mostrar. Ya era tarde y las personas que deambulaban eran pocas, la angustia por no encontrar a Yuri crecía.
—Siento su aroma —dijo Yuuri de pronto.
—Yo también, pero es muy tenue.
Víctor tomó la mano de Yuuri y corrieron juntos hasta casi chocar con el chico rubio con un mechón rojo. Víctor al sentir el aroma de Yurio sobre ese chico lo agarró con fuerza y lo miró amenazante. Kenjiro tembló al tener sobre sí los ojos fríos de aquel Alfa.
—¿Por qué tienes el aroma de nuestro hijo? —preguntó Víctor.
—¿Dónde está Yurio? —preguntó Yuuri acercándose también.
Kenjiro miró al Omega, no se había percatado de su presencia por la marcada presencia del Alfa, pero le sorprendió ver que sus ojos color vino también lo mirarán amenazante, exigiendo una respuesta.
—Debe estar cerca, lo perdí de vista hace muy poco —respondió—, no le hice daño, traté de ayudarlo, pero se asustó y huyó —contestó—. Es verdad, quiero ayudar.
Víctor lo soltó y agudizó sus sentidos.
—Percibo su rastro —dijo—, vamos.
Víctor tomó la mano de Yuuri y comenzó a correr, Kenjiro no perdió tiempo y fue tras ellos.
VI. Peligro
Yurio corrió sin rumbo hasta que llegó a un pequeño parque que había no demasiado lejos del departamento de Kenjiro, no había nadie porque ya era bastante tarde, se sentó junto a una fuente de agua y las lágrimas comenzaron a brotar nuevamente.
—Soy un idiota, no debí correr así.
Iba a ponerse de pie para intentar regresar al departamento de ese amable Beta, era la única opción que en esos momentos tenía. Sin embargo, su corazón comenzó a latir con fuerza cuando el aroma de dos Alfas llegó a sus fosas nasales.
—Mierda —dijo intentando tranquilizarse.
—Pero mira qué tenemos aquí —dijo uno de los Alfas—, un lindo Omega disponible —se relamió los labios.
—Es nuestro deber de Alfas darle placer a ese bello cuerpo —sonrió su compañero.
—No, yo no estoy disponible —dijo Yurio abrazándose a sí mismo—. Yo… yo le pertenezco a Víctor Nikiforov, él me compró y si me ponen un dedo encima se las pagaran por tocar lo que le pertenece —dijo sintiéndose avergonzado de decir ese tipo de cosas, pero pensando que era la única manera de alejar a esos bastardos.
Los Alfas rieron, todos en Yokohama habían oído el nombre de ese poderoso Alfa, sin embargo, nunca pensarían que ese Omega dijera la verdad. Se acercaron a Yurio y uno de ellos lo besó, el rubio sintió asco al tener esa boca sobre la suya y sin pensarlo lo mordió con todas sus fuerzas.
—¡Maldito Omega! —gritó el Alfa enfurecido y dándole una bofetada que lo hizo caer al suelo—. Te enseñaré a obedecer —gruñó tomándolo del cabello para levantarlo y luego empujar su cabeza contra el agua de la fuente, impidiéndole respirar y mojando el suéter de animal print que traía puesto.
El otro Alfa rio y comenzó a quitar las mallas negras que traía puestas Yuri, rompiéndolas en el proceso y dejando sus delgadas piernas expuestas al frío clima de finales de febrero.
Cuando el castigo del agua terminó, Yuri comenzó a toser intentando llenar sus pulmones de aire.
—Arrodíllate y chúpamela —ordenó el Alfa utilizando su voz de mando. Haciendo que el cuerpo de Yuri se estremeciera. Quería gritar, quería huir, pero su cuerpo obedecía y quedaba sumiso frente al Alfa que desabrochaba su pantalón.
—Yo también quiero unirme a la fiesta —dijo el otro Alfa levantando el abdomen de Yuuri y cambiando su posición dejándolo apoyado en el suelo con sus rodillas y manos—, muy bien —sonrió— ¡Quédate quieto! —utilizó su voz de Alfa y un nuevo temblor recorrió Yurio, haciéndolo sentir inferior, quebrando su voluntad con una simple orden. Yurio odio su naturaleza, su debilidad y su impulsividad.
El Alfa dirigía sus manos a la ropa interior de Yurio mientras el otro bajaba el cierre de su pantalón, pero no alcanzaron a llevar a cabo sus propósitos, una voz los hizo estremecer.
—¡Alejense de mi hijo! —la voz de mando de Víctor se escuchó terrible, incluso Yuuri y Kenjiro sintieron sus piernas temblar ante el peso de una voz de mando increíblemente poderosa. Tan poderosa que los otros Alfas no pudieron desobedecer e inmediatamente se alejaron de Yurio, quien rompió en llanto sin poder moverse.
Yuuri corrió junto a Yurio y lo abrazó liberando sus feromonas, intentando tranquilizarlo un poco. Kenjiro llegó a su lado y se quitó su abrigo para cubrir a Yurio, que temblaba por una mezcla de frío y miedo.
—Los voy a matar —dijo Víctor furioso, golpeando al par de Alfas sin contenerse.
—Víctor, para —dijo Yuuri cuando los Alfas estuvieron en el suelo—. Necesitamos llevarnos a Yurio, está demasiado frío.
—Mi departamento está cerca, le daremos un baño caliente y comida —dijo Kenjiro.
Víctor se inclinó junto a Yurio y acunó su rostro entre sus manos, lo miró con amor.
—Hijo, perdóname por favor. Yo te amo y nunca más permitiré que te hagan daño.
Yurio miró los ojos del Alfa.
—Padre —dijo finalmente lanzándose a sus brazos. Tranquilizando un poco el corazón de Víctor.
Víctor se levantó con su hijo en sus brazos, cubriéndolo con el abrigo que Kenjiro le había proporcionado y junto a Yuuri siguieron al Beta hasta su pequeño departamento. Una vez ahí, el muchacho preparó el baño caliente y Víctor llevó a su hijo intentando que entrara en calor. Yurio abrazaba sus piernas bajo el agua intentando olvidar lo que había ocurrido, pero no podía, sentía asco de sí mismo.
—Hijo —dijo Víctor acariciando el cabello de Yurio, él se encontraba inclinado fuera de la bañera mirando al pequeño rubio—, nada de lo que ha pasado es tu culpa —le dijo como si leyera sus pensamientos.
—Sí lo es, yo no debí salir de la mansión de esa manera. Tuve suerte de encontrarme con Kenjiro, pero de nuevo fui impulsivo y salí corriendo, me expuse al peligro y terminé como me viste, si no hubiesen llegado, yo… —bajó la vista avergonzado.
—No, mi amor —le respondió Víctor con suavidad—. Los únicos que actuaron mal fueron esos Alfas. Tú lo sabes, hijo, siempre has sido un chico inteligente y tienes claro que todos, Alfas, Betas y Omegas, deberíamos tener los mismos derechos. Incluyendo el derecho a circular por donde uno quiera sin temor.
—¿Por qué no me dijiste que eres mi verdadero padre? —preguntó cambiando de tema, era la pregunta que llevaba todo el día haciéndose.
—Tenía miedo de que me odiaras —respondió sincero—, yo tenía tu edad cuando mi padre me llevó a una casa rosa y pagó para que tuviera mi primera experiencia sexual con una Omega en celo. Era una mujer muy hermosa, tú te pareces mucho a ella —Víctor acarició con suavidad el rostro de Yuri.
—Tu me dijiste que eso no fue apropiado, te arrepientes de que yo…
—No, nunca pienses eso, al contrario, yo estoy tan feliz de tenerte a mi lado que nunca podría arrepentirme de haberte engendrado. Me arrepiento de otras cosas, yo era muy joven para poder lidiar con las consecuencias de ese acto, me arrepiento tanto de no haber hecho nada por tu madre y por ti en ese momento. Hijo, por favor perdóname por haber tardado tanto, sé que te hice daño al dejarte en ese momento, pero te juro que mis sentimientos por ti son reales: yo te amo y quiero protegerte el resto de mi vida, permíteme hacerlo, por favor.
—Perdóname también, por mi reacción. Desde que estoy contigo he sido muy feliz, al menos debí haberte escuchado.
Víctor besó su frente y le regaló una sonrisa llena de amor.
☆☆☆
En la cocina, Kenjiro calentaba el ramen que había cocinado. Siempre hacía bastante para no tener que cocinar seguido así que alcanzaría para los cuatro y sobraría.
—Muchas gracias por tu ayuda, Kenjiro —dijo Yuuri mientras le ayudaba a servir los platos—, si no hubieses encontrado a Yurio tal vez donde habría estado en estos momentos.
—No es nada —dijo el muchacho sonriendo alegre—, me agrada, ustedes también. Aunque al principio me dieron miedo —rio.
—Lo siento, estábamos nerviosos —dijo Víctor entrando a la cocina en compañía de Yurio, quien ahora vestía ropa prestada por Kenjiro.
—Lo entiendo —dijo el de ojos color miel sonriendo—, mejor cenemos, ya es muy tarde.
El estómago de Yurio gruñó y él se sonrojó. En ese momento el timbré sonó, era Otabek a quien Víctor había llamado al llegar.
—Yura —dijo el Alfa abrazando al adolescente—, estaba tan preocupado.
—Lo siento Beka, no volveré a desaparecer así —respondió sonriéndole.
Otabek acunó el rostro de Yuri y le dio un beso en la frente. Kenjiro sirvió un plato más y pasaron a cenar. El joven Beta miraba asombrado la interacción entre esas cuatro personas, pero algo dentro de él se sentía feliz. Él nunca había tenido una persona que apreciará más que a nada, pero al verlos interactuar algo dentro de él hacía que ansiara tener algo así para él.
VII: Historias por comenzar
Mientras tanto, en otros lugares dos cosas pasaban de manera paralela.
Lo primero sucedía en Osaka.
Phichit había viajado a Osaka, pidió una semana de vacaciones para ir a ver a un amigo que había hecho en la institución de educación Beta en la que estudió y juntos habían salido a beber a un bar de moda, empezaron a beber bastante temprano y a las diez de la noche ambos estaban ya bastante ebrios. Phichit se puso de pie y fue a la barra a pedir varios shots de tequila, pero cuando llegó con la bandeja a la mesa que ocupaban se dio cuenta de que su amigo ya no estaba, miró a su alrededor y lo vio saliendo en compañía de una bella Beta que se dejaba tocar sin vergüenza alguna. Suspiró.
—Otra vez me ha dejado para irse con una chica. No seré capaz de beber todo esto yo solo —dijo sentándose pensativo.
—Yo te ayudo a beberlo, precioso —dijo un hombre de ojos verdes y mirada sensual sentándose frente a él. Phichit lo miró fijamente hasta que lo recordó.
—Christophe Giacometti —dijo con desgano.
—Uhm… ¿nos conocemos? —preguntó alzando una ceja y mirando al moreno con atención.
—Trabajo para Víctor Nikiforov.
—¡Oh! Ya te recuerdo, nunca antes me di cuenta de lo lindo que eres.
—Usted ni siquiera nos mira cuando visita a Víctor. Tal vez simples empleados de casa son muy poca cosa para alguien como el heredero Giacometti.
—Tal vez —sonrió ladino—, pero ahora estamos en un bar y sólo somos dos desconocidos bebiendo. Háblame de tu, hoy sólo quiero pasar un buen rato con un chico lindo.
Phichit se rió ante las palabras de Giacometti, pero estaba bastante ebrio como para pensar detenidamente las cosas, levantó uno de los caballitos de tequila y miró al de ojos verdes.
—Salud, por los desconocidos.
—Salud, por los chicos lindos —respondió Giacometti con una sonrisa seductora mientras tomaba otro de los caballitos y lo hacía chocar contra el de Pichit.
Lo segundo sucedía en la carretera que conectaba Yokohama con la mansión de Víctor.
Leo conducía velozmente con un nervioso Guang Hong que jugueteaba con sus manos en el asiento del copiloto.
—No te preocupes Guang Hong, estoy seguro de que Víctor nos ayudará. Todo saldrá bien.