#Juevescreativos: En “Un mundo feliz”, mi primer fic de Yoi, Yurio tiene una pequeña hermanita de nombre Sofía. Ella ama a su hermano mayor, por eso le gusta que él le cuente cuentos, pero Yurio no sabe escoger los cuentos y termina contándole leyendas extranjeras que harían llorar a cualquiera.
Yurio dormía en su habitación cuando sintió unas pequeñas manos tocar su rostro con insistencia. Abrió los ojos algo desorientado y encendió la lámpara que descansaba en su mesita de noche.
—¿Qué ocurre, Sofia? —preguntó tallando sus ojos, somnoliento.
—No puedo dormir —respondió con una sonrisa.
—¿Y por qué no vas a molestar a nuestros padres?
—Mami se queja toda la noche por su panza y papi no puede dormir —respondió haciendo un puchero.
—Esta bien, métete a la cama —Yurio se movió un poco y abrió las cobijas, Sofía sonriente se metió rápidamente a la cama.
—Cuéntame un cuento.
—No molestes y duerme.
—¡Quiero un cuento!
—Tengo sueño, déjame dormir.
—Yurio, quiero un cuento.
—Está bien, está bien. Pero sólo uno y dejas de molestar.
—Sí.
—Hace mucho, mucho tiempo, en un lejano país….
Había una hermosa princesa de nombre Licarayen. Ella era la omega más pura y bondadosa de su tribu, tanto así, que conquistó el corazón de Quitralpi, el más guapo y valiente alfa. Estaban tan enamorados y eran tan felices que habían decidido unir sus vidas para siempre en cuanto diera inicio la primavera.
Sin embargo, el espíritu que vivía preso en el volcán que estaba a los pies del pueblo en el que ambos habitaban sintió envidia de Quitralpi. Tanta era esta envidia, rencor y odio, que el espíritu comenzó a vomitar azufre y humo a través de la boca del volcán, incluso llamaradas que salían por el cráter e iluminaban el cielo brindando un espectáculo realmente pavoroso. Las montañas vecinas parecían estar quemándose y la tierra temblaba cada vez más fuerte.
Al principio no sabían qué hacer para evitar un desastre mayor. Pero entonces, una machi, que es como llamaban ellos a las personas más sabias y que tenían poderes mágicos, dio una cruel respuesta: “Si quieren aplacar la furia del espíritu que habita el volcán, deben sacrificar a la omega más hermosa y pura de la tribu. Deben arrancarle el corazón y colocarlo en la punta del volcán cubierto con una rama de canelo. Un pájaro vendrá, comerá el corazón y arrojará la rama dentro del hogar del espíritu, aplacando así su ira”.
El jefe de la tribu se sintió triste, pues la omega más virtuosa era su propia hija, Licarayen. Con lágrimas en los ojos le comunicó a la joven que había sido escogida para aplacar la ira del espíritu del volcán, era la única manera de asegurar la supervivencia de la tribu.
Licarayen aceptó, deseaba más que nada salvar a su gente, sin embargo, pidió sólo un deseo, que fuera el propio Quitralpi quien preparara su lecho de muerte y le arrancara el corazón, pues no quería que nadie más lo tocara, sólo él, quien era su dueño desde que lo había conocido.
Quitralpi preparó un lecho de flores, las más hermosas que encontró, Licarayen se recostó sobre ellas sin protestar y cerró sus ojos para siempre mientras su amado besaba su frente. Quitralpi, sin poder evitar derramar lágrimas, abrió su pecho y extrajo con sus manos el corazón de la joven, haciendo un gran esfuerzo para no gritar por el dolor que le producía su muerte.
Posteriormente, el joven alfa escaló el volcán y dejó el corazón de su amada cubierta con la rama de canelo. Un cóndor, que fue visto por toda tribu, surcó el cielo. En raudo vuelo comió de un bocado el corazón de Licarayen y después dejó caer la rama sagrada al interior del cráter del volcán Osorno.
En ese momento, la nieve comenzó a caer sobre el volcán, como si fuera el alma blanca y pura de la joven omega. En ese momento, Quitralpi tomó su lanza y se atravesó el pecho con ella, partiendo su corazón para ir al encuentro de su amada.
Llovió nieve durante días, semanas, incluso años. Fue una verdadera lucha entre el fuego que luchaba por salir del volcán y arrasar con todo y la nieve pura que descendía desde el cielo sobre el volcán para aplacar las llamas encendidas.
—Fin —dijo Yurio—. Ahora duérmete.
—El gatito no sabe elegir los cuentos para una niña de casi cuatro años —se quejó Sofía con lágrimas en los ojos. Acurrucándose contra el pecho de su hermano mayor.
—Licarayen y Quitralpi se encontraron en el cielo y sus almas combinadas se transformaron en la nieve que cae sobre la tierra. Son felices porque están juntos por toda la eternidad y porque juegan con los niños cuando estos hacen muñecos de nieve o corren lanzando bolas de nieve —dijo Yurio abrazando a la pequeña—. Ahora duérmete, es muy tarde para que una gatita traviesa como tú siga despierta.
—Buenas noches —dijo Sofía cerrando sus ojos.
—Buenas noches —respondió Yurio dejando un beso en la frente de Sofía y cerrando los ojos también.
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El cuento de Yurio es su adaptación de la leyenda mapuche de Licarayen.
Sofía fue dibujada por Pao Vivas.
