I. Encuentros en el hielo.
Yurio no sabía que estaba sucediendo con él.
Él, que siempre había mostrado ser energético, decidido y malhablado, tartamudeaba como adolescente enamorado cada vez que intentaba dirigirle la palabra a ese Alfa moreno que llevaba siempre encima esa seria y estricta mirada, en la que, sin embargo, podía apreciarse una gran amabilidad. Lo que el joven Omega no admitía es que no parecía un adolescente enamorado: era un adolescente enamorado, o en rápido proceso de enamoramiento.
La primera vez que lo vio se sintió abrumado por ese aroma amaderado que desprendía el joven Kazajo, sus rodillas flaquearon ante tan delicioso aroma y tuvo que contener el impulso de saltar directamente a sus brazos. Se sonrojó furiosamente cuando sus ojos se encontraron y lo único que pudo hacer fue correr escaleras arriba para encerrarse en su habitación. Rezando porque el escandaloso encuentro entre los mellizos italianos hiciera que los demás no notaran su actitud. Lamentablemente, lo notaron. A los pocos minutos Yuuri golpeaba la puerta de su habitación, por suerte el Omega era una persona prudente y respetuosa del espacio ajeno y no lo obligó a recibirlo en su cuarto.
Al día siguiente, Yurio supo que Víctor también había notado su actuar, no le dijo nada al respecto, pero lo miraba como si quisiera escudriñar sus pensamientos, haciéndolo sentir algo cohibido. El rubio confiaba en Yuuri y en Víctor, sabía que podía hablar con ellos de cualquier cosa. Yuuri siempre fue como una cariñosa madre que lo contenía, consolaba y cuidaba, y Víctor lo había recibido con tanto amor que realmente podía verlo como a un padre, pero en ese momento ¿qué les iba a decir si ni él mismo sabía que le ocurría?
Dos semanas habían pasado desde ese primer encuentro y Yurio se encontraba sumido en esos pensamientos mientras se deslizaba suavemente por la pista de patinaje, el hielo lo relajaba y lo ayudaba a poner sus pensamientos y sentimientos en orden. Practicó algunos saltos que Víctor le había estado enseñando y sonrió después de clavar un triple axel, ese era el salto más difícil que podía hacer en esos momentos. De pronto aspiró un aroma a madera que le indicaba que ya no estaba solo, miró hacia las gradas y vio al alfa moreno mirarlo apreciativamente. Por un momento no supo qué hacer, su instinto le gritaba por lanzarse hacia él, pero el temblor que ese Alfa provocaba en su cuerpo lo hacía desear huir lo más lejos posible de su mirada.
—Vamos Yuri, no actúes como un idiota —se dijo a sí mismo.
El rubio comenzó a deslizarse hacia la barrera de contención, al llegar sostuvo la mirada del Kazajo, viéndose más tranquilo de lo que en verdad estaba.
—Hola —saludó seco—, ¿acaso también te gusta el patinaje? —preguntó mirándolo con expresión seria.
—No entiendo mucho del tema —respondió el moreno—, sólo daba una vuelta y entré por curiosidad. Aunque la verdad me ha gustado mucho lo que vi.
Yurio volteo su cara para evitar que el joven moreno viera su sonrojo.
—Llevo poco tiempo aprendiendo, no es la gran cosa —dijo felicitándose por no tartamudear.
—Me gustaría verte patinar de nuevo.
—Yo paso mucho tiempo aquí, probablemente me encontrarás si vienes por las tardes —apretó sus puños intentando contener el nerviosismo mientras deslizaba aquella invitación a encontrarse nuevamente.
—Tal vez a Víctor le moleste que pase tiempo con su Omega —respondió el Kazajo con mirada penetrante.
—¿De qué demonios hablas? —preguntó Yurio frunciendo el ceño—. No te confundas… él es… —alzó la mirada y se encontró con la del moreno—. Víctor es mi padre.
—¿Tu padre? —sonrió—, cuando hablaba de sus hijos pensé que se refería a Sofía y Luca.
—Sofía es mi hermana —respondió—. Y que esto te quede claro, Yuuri es la única pareja de Víctor. Sara es una amiga de la familia.
—Entiendo.
—Y por otro lado… yo no tengo ni tendré dueño, ¡jamás!.
Yurio patinó hasta el centro de la pista de hielo y comenzó a moverse como si no hubiera nadie más.
II. El aroma de una madre.
Tres días después.
—Últimamente estás llegando más temprano a la pista —dijo Yuuri quitándole los seguros a sus patines.
—Yo no soy el que debe esperar a que Sofía tome su siesta —respondió—, me gusta estar aquí.
—Lo sé… me encontré a Otabek cuando venía para acá. Es una persona agradable —dijo mirando de reojo a Yurio, quien no pudo evitar sonrojarse ante el comentario.
—¿Qué sé yo? ¡Cerdo! —dijo deslizándose más lejos del pelinegro.
—Es solo mi impresión, gatito —respondió riendo, haciendo que el rubio soltara un bufido.
—¿Gatito? ¡Qué demonios te pasa, no me llames así!
—Últimamente habías estado más tranquilo, parece que la presencia de ese guapo Alfa moreno ha hecho que estés más nervioso.
—No digas estupideces —dijo el adolescente sin mirarlo a los ojos, pero después relajó su expresión y con un leve rubor en las mejillas preguntó—: ¿qué sentiste cuando conociste a Víctor?
—¿Qué sentí? —Yuuri sonrió ante la pregunta—. Pensé que estaba frente a la persona más hermosa sobre la tierra. No pude apartar la mirada de su rostro, sus ojos eran como imanes para los míos, sus delgados labios durazno parecían tan suaves, su cabello me invitaba a hundir mis manos en él… no sé cuánto tiempo lo estuve contemplando, mi cuerpo estaba paralizado pese a que mis instintos me gritaban por acercarme más, por tocarlo, por embriagarme en su aroma a sándalo. La magia se rompió cuando me recordé a mí mismo que era un simple Omega conociendo a su dueño, pero regresó poco a poco por su manera tan amable de tratarme, por las hermosas sonrisas que me obsequió, por el tiempo que me dedicó. Yuri, los instintos y el amor son cosas distintas, la atracción que estoy seguro de que sientes por Otabek es sólo el primer paso: conócelo, tómate tu tiempo, estás a punto de cumplir quince años y ya no eres un niño pequeño, pero tampoco eres un adulto. Aunque siempre se nos dijo que una vez que nuestro celo se presentaba debemos servir sexualmente a los Alfas, sabes bien que es mentira. Que tu cuerpo esté listo no significa que tú lo estés. Y si ese Alfa está interesado en ti lo entenderá.
—¿Estás seguro? —preguntó Yurio algo nervioso, apoyándose en las barreras de contención—. Los instintos de los Alfas son muy agresivos, o al menos eso siempre nos han enseñado. Tu tuviste suerte porque conociste a Víctor cuando ya eras mayor, pero si hubieses tenido mi edad, ¿crees que él hubiese esperado?
—¿Por qué no se lo preguntas a él? —sugirió Yuuri.
—¿Quieres que hable de esto con Víctor? ¡Estas loco! —gritó Yurio.
—Deberías, él te puede dar su punto de vista como Alfa. Además, está muy curioso y preocupado, no creas que no se ha dado cuenta de que te gusta el Kazajo y como padre se sentiría mejor y más tranquilo si confiaras en él y sus consejos.
—Se toma muy en serio lo de ser mi padre.
—Yurio —dijo Yuuri acunando el rostro del menor con sus manos—, él es tu padre. Nosotros y Sofía somos tu familia.
—Lo sé —una pequeña sonrisa curvó los labios del pequeño rubio, quien no se negó cuando Yuuri lo abrazo y aprovecho para aspirar ese aroma a canela que desprendía el mayor, ese aroma que era el único que Yurio reconocía como un aroma a madre; un aroma cálido y reconfortante.
III. Soluciones para Mila.
—Mila, el dinero puede hacer muchas cosas… Es lamentable que la gente sea tan corrupta, pero si tengo la posibilidad de comprar conciencias por una causa justa lo haré. Ese bebé se quedará contigo, con nosotros, es una promesa.
Mila cubrió su rostro con sus manos y comenzó nuevamente a llorar. Por primera vez sentía que era correcto ese deseo suyo de ser madre.
—Gracias Víctor.
—No es nada, eres mi amiga después de todo —sonrió el de ojos zarcos—. Además, Otabek puede encargarse de tu embarazo, nadie fuera de esta casa tiene por qué enterarse. Cuando el bebé nazca podemos alterar los resultados de sus pruebas de sangre y hacerlo pasar por hijo mío y de Yuuri, o de Sara… Sé que te gusta esa muchacha y si te animas a intentar algo con ella no estaría mal que fuera ella la que figurara como madre.
—Tienes razón, todo saldrá bien —Mila sonrió y se secó las lágrimas que mojaban sus mejillas—. Ahora tengo que contarle a Sara y confesarle que me gusta, si me acepta seré muy feliz… aunque sea una relación que no podamos gritar al mundo por mi condición de Beta, siempre que ella me acepte y mis amigos lo sepan seré feliz.
—Entonces ve a verla —la animó Víctor. Mila sonrió y se giró para avanzar rápidamente hacia el interior de la mansión. Corrió escaleras arriba y entró en la habitación de Sara, quien jugaba en el suelo con Luca.
—¡Sara! —dijo mirándola fijamente.
—Mila —contestó Sara mirándola con sus hermosos ojos brillantes.
Cada vez que Sara miraba a Mila sus ojos amatistas resplandecían. Nunca olvidaría lo dulce que la pelirroja fue con ella desde el momento en que pisó esa casa, se había vuelto su pilar fundamental, con cada gesto, con cada palabra, con cada acción, sobre todo aquellas que demostraban afecto no sólo por ella, también por su pequeño Luca. Sara se estaba enamorando de ella, lo sabía, y estaba dispuesta a dejar que ese sentimiento floreciera.
—Tengo, tengo tres noticias que darte —dijo la pelirroja algo nerviosa, moviendo sus manos y paseándose por la alcoba.
—Te escucho —contestó Sara poniéndose de pie.
—La primera es que te amo —soltó sin más, mirándola a los ojos con detenimiento. Vio como Sara abría los labios por la sorpresa, la italiana se quedó estática por unos segundos que a la pelirroja de ojos azules le parecieron eternos, pero después la vio sonreír mientras derramaba algunas lágrimas que Mila pudo distinguir eran de felicidad. Mila la abrazó y le dio un largo y profundo beso, se deleitó con el dulce sabor de los labios de la Omega y disfrutó del contacto de sus manos con la suave piel de sus mejillas.
—Yo también te amo, Mila —dijo Sara con las mejillas cubiertas de un adorable tono carmín.
—La segunda noticia es que soy un poco idiota —dijo Mila agarrandola de las manos, más nerviosa aún que cuando confesó su amor—. Hace tres semanas me sentía miserable porque pensé que jamás podríamos estar juntas, fui a un bar y me emborraché y yo… estuve con un hombre Beta. Te juro que nunca más estaré con otra persona, fue la última vez, cariño. Sólo te necesito a ti y esa noche lo confirmé, pensé en ti todo el tiempo y fue la experiencia más vacía y frustrante que he tenido.
—Está bien, después de todo no es como si me hubieras traicionado.
—No, pero… aquí es donde viene la tercera noticia. Esa noche tuvo consecuencias. Sara, estoy embarazada y quisiera qué aceptaras a este bebé como hermano, o hermana, de Luca.
Mila contuvo el aire esperando la reacción de la Omega. Sara parpadeó un par de veces y luego sonrió abrazando a Mila.
—Nosotros cuatro seremos una bonita familia —declaró.
IV. ¿Instinto animal?
—¡Yurio! Yuuri me dijo que querías hablar conmigo —dijo Víctor apoyado en las barras de contención que lo separaban de la pista de hielo. Yurio se deslizó hacia la salida, puso los protectores a sus patines y luego caminó hasta las gradas. Lentamente comenzó a sacarse los patines para calzarse unas cómodas zapatillas animal print. Víctor se sentó a su lado.
—Yo… no sé cómo hablar de esto, la verdad —dijo sin mirar a su contraparte.
—Vamos, siempre has sido bastante directo con lo que piensas, no tiene por qué ser diferente con lo que sientes —respondió Víctor sonriendo.
—Creo que tengo un poco de miedo —confesó—. No es secreto para nadie que me gusta Otabek, mis estúpidas reacciones me delataron, ¡qué vergüenza!
—Simplemente eres muy honesto —contestó Víctor.
—Quiero saber como funciona esto con los Alfas. Me he estado viendo con Otabek, han sido encuentros cortos, hablamos de cualquier tontería y la verdad es que me agrada verlo y escuchar sus pocas palabras. Sé que también le gusto, pero no sé qué espera de mí.
—¿A qué te refieres exactamente?
—Si hubieses conocido a Yuuri cuando él tenía catorce o quince años, ¿te hubieses acostado con él? —interrogó fijando su mirada color jade en los ópalos azulados de Víctor.
—No —respondió sin apartar la mirada—. Yurio, en realidad no se trata de los instintos, el problema es que nos han educado para usar esos instintos como justificante de nuestros actos. Es cierto que es difícil dominar a nuestro Alfa interno, pero se puede, aunque tengamos esa parte animal nuestra racionalidad es superior, somos seres humanos después de todo ¿no? El problema es que todo se nos está permitido y por lo tanto hay Alfas que no lo intentan, ni siquiera se lo cuestionan. Estúpidamente dicen que los Omegas no son verdaderos humanos, cuando son ellos los que se dejan dominar por sus instintos.
—Entonces… tú hubieras esperado por Yuuri.
—Sí. La verdad es que yo no hubiese traído a Yuuri si él hubiera tenido tu edad. Lo habría mantenido en la institución de educación Omega hasta que hubiese considerado que era una edad prudente. —Víctor suspiró—. Yurio, no mentiré, yo traje a Yuuri sólo para tener un heredero, nunca esperé enamorarme. Tampoco lo hubiera obligado a estar conmigo si él me hubiera dicho que no quería hacerlo, aunque siendo honesto, esa posibilidad no se me pasó por la cabeza antes de conocerlo, después de todo, los Omegas que antes conocí eran muy sumisos, nunca manifestaron deseos propios y siempre hacían exactamente lo que les pedía. Realmente parecían cáscaras vacías, Yurio… se que es terrible lo que te voy a decir, pero entiendo que los Alfas piensen que los Omegas no son seres humanos considerando cómo se comportan los Omegas de las casas rosas. Ahora comprendo que es por culpa nuestra, los rompemos, probablemente Sara hubiese estado igual que cualquiera de ellos si Christophe la hubiera abandonado allí en lugar de traerla a esta casa. Pero para un Alfa que no ha tenido la suerte de convivir con Omegas como ustedes no es fácil verlo. De todos modos, no es justificación, cada uno es responsable de sus actos.
—Tú dijiste que no te gustaban las casas rosas.
—Es cierto, ese vacío que veía en los Omegas me desagradaba. Esa es una de las razones que tenía para visitar muy poco esos lugares.
—¿Una de las razones?
—La última vez que fui a una casa rosa me entregaron a un Omega que no parecía tener más de 12 años, estaba en su primer celo el cual se le presentó bastante temprano, pero a nadie le importó eso y terminó siendo vendido de todos modos. No pude con eso, nunca he querido ser cruel con nadie y me parecía cruel tomar a ese niño. Lo compré y lo envié a Rusia, Lilia se hizo cargo de él.
—¿Y por qué no lo trajo? ¿Qué hizo con él?
—Está cuidando de Yakov, mi ex-entrenador, es bastante mayor y últimamente ha tenido problemas de salud. Yakov es pareja de Lilia, bueno, ahora creo que no. Siempre han tenido una relación complicada, pero vivían juntos en Rusia.
—Eres un mentiroso —dijo Yurio de pronto.
—¿Qué? ¿Por qué dices eso?
—Siempre nos has dicho que fue Yuuri quien te cambió, pero ayudaste a un Omega mucho antes de conocerlo. Siempre has sido una buena persona.
—Sólo fue en esa ocasión, y porque realmente me parecía muy pequeño para que tuviera que pasar por muchos Alfas o para embarazarse. Yo tuve mi primera experiencia sexual cuando tenía tu edad y creo que no fue apropiado. —Víctor miró a Yuri y no lo dijo en voz alta, pero lo pensó—: A esas edad no estaba preparado para las consecuencias que ese acto podía tener, por eso actué mal y te abandoné. No fue apropiado, por eso jamás estuve con alguien tan joven. Aunque ahora que te tengo junto a mí estoy tan feliz que no puedo arrepentirme de lo que sucedió esa noche.
—Entonces, tu crees que si Otabek se interesa realmente en mí podrá esperarme.
—Si te quiere te esperará. Aunque tendrá que tener una charla bastante larga conmigo si quiere cortejarte, eres mi hijo después de todo.
—Está bien, habla con él —dijo el menor bajando la vista sonrojado, para luego ser abrazado por Víctor sin oponer resistencia.