I. Amor y deseo.
—¿Estás bien? —pregunté sabiendo la respuesta cuando al fin estuvimos a solas en nuestra habitación. Víctor no sonreía como acostumbraba hacerlo y sus ojos no mostraban ese brillo alegre y despreocupado que solían tener.
—Si supiera la verdad él me odiaría —dijo con certeza.
—Eso no es cierto —le dije acariciando su rostro—, él ya te ama y eso no cambiará. Al contrario, si sabe que en realidad eres su padre se sentirá orgulloso de llevar tu sangre.
—No. Él me tiene afecto porque no sabe todas las cosas que hice en el pasado. No sabe que supe de su existencia antes que nadie, no sabe que en ese momento no me importó… él me odiaría si supiera, me odiaría, Yuuri.
Víctor se dejó caer al suelo y cubrió su rostros con sus manos mientras amargas lágrimas caían por sus ojos.
—Yo sí soy una basura, Yuuri. Yo y todos los que hemos abusado de ustedes.
—No, Víctor no —me incliné y lo abracé. Acaricié sus cabellos intentando consolarlo—. No importa que hayas cometido errores en el pasado, el hombre que ahora está frente a mí es maravilloso. Víctor me has dado tanto, me has hecho feliz. También a Yurio, tú eres quien evitó que cayera en malas manos, ahora él puede ser quien es sin temor a ser castigado por eso. Sofía crecerá feliz gracias a ti. Sara podrá recuperarse gracias a ti. Te debemos la vida, Víctor.
—No, soy yo quien te debe todo a ti Yuuri —Víctor me miró intensamente, sus ojos estaban aún nublados por las lágrimas que había derramado, pero se veían más hermosos que nunca, repletos de un sentimiento que no había visto en ellos—. Yuuri —dijo despacio—, te amo, te amo por muchas razones, pero la más importante es que te amo porque me gusta el hombre en el que me estoy convirtiendo gracias a ti. Tú me has cambiado, comenzaste a hacerlo el día en que me miraste por primera vez.
Sentí que sus palabras acariciaban mi corazón y una emoción desconocida embargó mi cuerpo por completo. Comencé a llorar mientras me aferraba a Víctor con desesperación, con hambre, con deseo.
—Yo te amo también, Víctor —confesé para luego buscar sus labios, anhelando sus besos dulces y apasionados—. Nunca pensé que podía sentir algo así —dije jadeante cuando tuve que separarme de sus labios para buscar aire.
Me arrojé sobre él y quedamos tendidos en el suelo, yo entre sus piernas. Sentía la necesidad de mostrarle lo que me hacía sentir, sentía la necesidad de hacerle ver lo maravilloso que él era, estaba desesperado por mostrarle que merecía el amor de todos quienes le rodeaban, que merecía mi amor y que lo tenía por completo al igual que mi deseo. Lo deseaba, lo deseaba tanto. Comenzamos a tocarnos con desesperación, nos quitamos la ropa con prisa sin siquiera detenernos para llegar a la cama, nuestras manos no podían estar quietas, ansiando la piel ajena.
Víctor se veía hermoso, completamente hermoso, tendido en el suelo desnudo, mirándome con amor y con una expresión de vulnerabilidad que jamás imaginé ver en él. En ese momento parecía de cristal y yo incluso sentí miedo de romperlo. Se estaba entregando completamente a mí, su cuerpo y su alma, sus sentimientos, todo. Era mío, como yo de él.
Besé sus labios, su frente y su cabello. Seguí por sus mejillas y su cuello. Dejé ligeras marcas rojizas en la piel de su pecho, lamí su abdomen. Era delicioso, cada centímetro de Víctor era delicioso. Bajé un poco más y llegué a su miembro erecto, lamí desde la base hasta el glande, suaves gemidos escaparon de sus labios mientras su pene goteaba su fluido preseminal. Su sabor era sútil, embriagante, deseaba más. Metí toda su carne a mi boca, me sentía extasiado por tenerlo así dentro de mí, disfrutando su sabor y su entrega. Comencé a masturbarme mientras movía mi lengua alrededor de su pene y succionaba queriendo beber toda su esencia. Víctor comenzó a acariciar mi cabello mientras sus caderas comenzaron a moverse suavemente para ayudarme con mi cometido.
Fue tan intenso que no pude resistir mucho más. Un sorpresivo orgasmo estalló en mis manos e hizo que mi boca dejara su trabajo en busca de aire, jadeaba porque mis pulmones parecían no querer llenarse. En cuanto me alejé Víctor comenzó a masturbarse con fuerza.
—Yuuri —susurró con necesidad. Entendí. Acerqué mi boca nuevamente y abrí mis labios para recibir su néctar. Víctor soltó un profundo gemido mientras se descargaba en mi boca. Saboree su sabor y trague embelesado.
Nos miramos a los ojos por un largo momento, hasta que me senté en sus caderas y lo abracé.
—Víctor sigo ardiendo —le dije mientras mis manos acariciaban sus costados—, ardo más que cuando estaba en celo. Ardo por tí, sólo por tí. Porque te necesito dentro.
Víctor acarició mi rostro y me besó con urgencia. Luego se incorporó y terminó por tomarme entre sus brazos para llevarme sobre la cama. Me tendió sobre mi espalda y él se mantuvo de pie. Levantó mis piernas y las puso sobre sus hombros. Se inclinó a besarme mientras sus dedos acariciaban mis nalgas y luego buscaron en medio de ellas.
—Estás todo húmedo, Yuuri —dijo con una sonrisa juguetona—, parece que es cierto que deseas mucho que llene tu lindo agujero.
—Hazlo Víctor, rápido, rápido.
—Tienes que agradecer que me recupero rápido —me miró con deseo.
Víctor tomó su miembro y comenzó a masajearlo lentamente mientras no dejaba de mirar mis ojos. Cuando estuvo listo abrió un poco más mis piernas y de una sola estocada me penetró.
No pude contener un gemido profundo y sonoro.
—No, no, no —dijo Víctor acercándose a mí—, esos sonidos son sólo para mí, no para que los escuche la mansión entera —sonrió y luego tomó mis labios con los suyos. En ese momento comenzó a moverse, me embestía deliciosamente mientras acallaba mis gemidos con su boca.
Continuamos así, besándonos mientras nos entregándonos a nuestro amor y deseo. Mis brazos lo abrazaban posesivamente mientras él comenzaba a masturbarme al ritmo de sus penetraciones. Ardía, Ardía, Ardía. Cada estocada me quemaba, cada estocada me hacía desear la siguiente. Víctor aumentaba el ritmo y su rostro se contraía de placer mientras intentaba no alejar sus labios de los míos.
Más rápido, más rápido. Más intenso, más profundo. Hasta que ya no pudimos más y todo ese fuego, esa tensión, se disipó, explotó desde el interior de nuestros cuerpos, manchando nuestros abdómenes, llenando mi interior. Caímos pesadamente, abrazados, sobre la cama.
El sexo no es un remedio para solucionar conflictos u olvidar errores. Pero el amor expresado a través del cuerpo es un consuelo que llega directamente a nuestra alma. Víctor se sintió más tranquilo una vez que nuestros cuerpos exhaustos se abrazaron.
II. Amor y familia
Estábamos sentados en medio del agua tibia. Nuestra bañera era bastante amplia y nos sentíamos cómodos estando tan juntos en el agua después de haber hecho el amor.
—Creo que ya debo ir por Sofía —dijo Yuuri—, no es justo que se la deje tanto tiempo a Mila.
—Te aseguro que no le importa. Quiere mucho a nuestra pequeña —respondí.
—Lo sé — sonrió—, Sofía crecerá llena de amor. Sara también la querrá.
—Sí, me conmovió su actitud cuando supo que era Omega —confirmé—, deseó protegerla…
—Como no pudo hacerlo con su hijo… —Yuuri entonces me miró a los ojos—, sé que te pido mucho, pero… ¿Intentarías encontrar a su hijo?
—Lo encontraré, Yuuri —prometí y lo abrace, dejando reposar mi cabeza sobre su hombro.
—Gracias, Víctor. Me siento feliz por la vida que tengo a tu lado, pero a veces me siento culpable por no hacer nada por los demás Omegas. Muchos de ellos sufren.
—No podemos cambiar el mundo, Yuuri. Pero podemos empezar por cambiar la vida de aquellos que están a nuestro alcance. Como con Takeshi y Yuuko que cada día se tratan menos como Alfa y Omega y más como pareja. O como con Sara y su hijo.
—Aún así me duele no poder hacer nada por chicos como Guang-Hong. Nunca olvidaré sus lágrimas.
—Lamentablemente no puedo hacer nada por él mientras le pertenezca a Jean. Legalmente es su propiedad.
—Lo sé.
—Pero estaré cerca de ese odioso Alfa e intentaré ayudarlo cuando ya no lo quiera a su lado.
—El problema es que cuando se aburra de Guang-Hong buscará otro Omega al cual destruir.
—Lo siento Yuuri, hago lo que puedo.
—Lo sé y te amo por eso, Víctor.
Sonrío ante sus palabras y le doy suaves besos en su hombro y cuello.
—Debemos ir por Sofía —me mira risueño, complacido por mis atenciones.
—Está bien, salgamos del agua.
Después de secarnos y ponernos pijama, salimos de la habitación en busca de Mila, la encontramos en la cocina bebiendo un tazón de leche.
—¿Y Sofía? —pregunta Yuuri.
—Está con Yurio —sonríe—, me dijo que si sus padres estaban ocupados la responsabilidad de cuidarla era suya por ser su hermano mayor. ¡No es dulce ese gatito arisco!
Me siento feliz. Pese a todo, mis hijos están conmigo y junto a Yuuri somos una familia. Subimos nuevamente y nos dirigimos al cuarto de Yurio, tocamos a la puerta pero no contesta, abrimos de todos modos. La visión que tuve me emocionó: Yurio y Sofía dormidos sobre la cama, Yurio abrazándola con delicadeza.
—Son tan hermosos —digo en voz muy baja, no quiero que despierten, quiero seguir observándolos un rato más. Yuuri asiente y se apoya en mi hombro.
III. El primer paso a la sanación.
En Osaka hay dos guarderías estatales. Una está a las afueras y la otra es bastante céntrica. Conociendo a Chris, iría a aquella que estuviera más próxima, el menor esfuerzo para abandonar a un hijo que desprecia.
Antes de viajar hablé con Kioko, la Beta encargada del centro de educación Omega en Tokio. Le dije que al igual que mi padre quería reservar algún buen Omega para mi futuro heredero. Le conté también que supe que un amigo Suizo dejó al Omega que tuvo en Osaka y me interesaba ese niño por tener sangre de una familia con Alfas de primera clase. Mi encanto y un buen fajo de billetes hizo que Kioko me diera el contacto de Lina, quien le confirmó que el bebé estaba en su guardería.
Era bastante irregular que un Alfa se llevara a un Omega tan pequeño. Pero tampoco les importaba mucho lo que le pasara a ese pequeño al que consideraban menos que un objeto así que tras desembolsar una buena suma de dinero me lo entregaron, prometimos discreción ya que no era legal vender niños Omegas que no estuvieran cerca del celo. Aunque con dinero puedes hacer lo que quieras.
Estuve sólo un día en Osaka. Usando el tren de alta velocidad el viaje era bastante rápido. Llegué de noche a casa, Yuuri me esperaba en la sala del primer piso, ansioso, era el único que sabía la razón de mi viaje.
—¡Lo lograste! —exclamó sonriendo al ver el bebé en mis brazos—, estoy seguro de que Sara ahora podrá superar su tristeza. Este niño será quien cure su alma.
—¿Estará dormida?
—Probablemente, pero no se molestará si la despertamos —Yuuri sonrió de manera hermosa. ¡Qué no haría por esa sonrisa! Sería capaz de gastar mi fortuna entera cumpliendo cada uno de sus deseos, por sólo su sonrisa y su cálida mirada.
Subimos las escaleras y nos dirigimos al cuarto de Sara. Yuuri abrió la puerta con cuidado y Sara lo miró.
—Te tengo una sorpresa —le dijo entrando, luego entré yo aún con el bebé en brazos. Sara no dijo nada, miraba al niño que cargaba sin entender.
—Hoy he ido a Osaka —dije acercándome a ella— y he podido hablar con la encargada de una de las guarderías infantiles. —sus ojos expresaban sorpresa—. Este es tu bebé, Sara —dije acercándole al niño, Sara abrió sus brazos y lo recibió, lo miró y lo reconoció, era su hijo, lo sabía, lo abrazó con fuerza y lloró. Era un llanto que expresaba muchas cosas: su dolor y su felicidad, su desconsuelo y su esperanza, todo mezclado en ese sencillo y significativo acto de abrazar y llorar.
—Gracias, gracias —repetía mientras sostenía al niño rubio de ojos verdes que movía sus manos y enredaba sus dedos en el cabello de su madre algo inquieto. Tal vez la falta de costumbre a recibir expresiones de afecto, o tal vez reconociendo el aroma de la mujer que lo dio a luz.
Este era el primer paso para que Sara se recuperara, porque por su hijo y por el futuro que ahora visualizaba junto a él, ella deseó con todas sus fuerzas estar bien, sobreponerse a su pasado y al lazo roto con ese Alfa que ya no valía la pena mencionar.
IV. Miel sobre hojuelas y la primera discusión
Mila era la que generalmente se encargaba de proveernos la ropa necesaria. Una vez al mes se llevaba a un par de sirvientas y regresaba con bolsas llenas de ropa, primero era ropa sólo para mí, pero ahora incluía ropa para Yurio, Sofia, Sara y Luca, como había nombrado a su pequeño hijo.
Sofía ya tenía 6 meses y Luca 10 cuando discutí con Víctor por primera vez.
—Estoy harto de que sea Mila la que escoja hasta el color de mis calzoncillos.
—Pero Yuuri, sabes que no puedes salir solo. Y Mila tiene buen gusto.
—Claro que sé que no puedo salir solo, pero pensé que el ocupadísimo señor Nikiforov era capaz de hacer un espacio en su agenda para salir con su pareja y sus hijos a comprar un poco de ropa. Pero veo que la oficina y el programa para la exhibición de patinaje son mucho más importantes.
—Yuuri, creo que estás siendo un poco injusto. Siempre que me pides algo lo hago sin importar qué o cuándo.
—¿Te avergüenzas de nosotros? —pregunté ignorando lo que él había dicho—, por eso nos tienes encerrados todo el tiempo.
—Yuuri, ¿estás escuchando lo que dices? —frunció el ceño.
—¿Acaso me quieres dejar de idiota?
—Claro que no, pero…
—Pero nada, lo estás insinuando.
—No es así, lo que…
—Piensas que soy idiota.
—Yuuri, yo…
—Sí, piensas que soy un idiota.
—¡Podrías escucharme! —La atmósfera cambió a una bastante densa, me quedé quieto mirándolo a los ojos. Ese cambio duró tan sólo unos instantes. Respiró profundo—. Lo siento —dijo suavemente.
—No, yo… realmente estaba actuando como un idiota. Perdóname, Víctor —lo abracé y me apoyé en su pecho. Suspiré—. Me habías hecho olvidar que eres un Alfa —confesé.
—Ojalá no te lo hubiese recordado, lo siento.
—No tienes la culpa, dije cosas estúpidas.
—No lo voy a discutir —rio mientras comenzaba a acariciar mi espalda—, pero aún así no debo hacer eso. Somos iguales, debemos tratarnos como iguales, no tengo derecho a intimidarte bajo ninguna circunstancia… y estuve a punto de romper una promesa.
—Tanto querías que me callara que ibas a usar tu voz —reí quedito—. Lo siento, me volví insoportable, pero ahora que me siento libre odio no poder ejercer esa libertad fuera de estas cuatro paredes.
—Te recuerdo que son muchas más que cuatro.
—Sí, es absurdo, mientras más se tiene más se quiere.
—Es lógico, cuando se prueba algo que se disfruta se quiere ir por más. Entiendo esa sensación, la viví cuando empecé a patinar. Supongo que después de estar toda la vida siguiendo estúpidas normas, ahora que has probado la libertad quieres más de ella. Me gustaría poder ofrecerte más, desearía que pudieras ir y venir a tu entero gusto.
—Lo sé, no es tu culpa.
—Pero tienes razón en algo; deberíamos salir juntos. Esta vez iremos todos a comprarnos ropa, o lo que se nos antoje —sonrió y besó mi cabello—, otro día saldremos solos.
—Está bien, pero dejemos esa segunda salida a solas para después de la exhibición de patinaje. No tienes tanto tiempo libre para practicar y ahora me siento algo culpable por pedirte estas cosas.
—Puedes pedirme lo que quieras, Yuuri. Yo siempre haré todo lo que esté en mis manos para complacerte. Además, sólo faltan dos semanas para la exhibición y ya tendremos más tiempo libre.
—Eres maravilloso Víctor, mí Victor.
—Tuyo —sonrió y besó mis labios.
Luego nos fuimos a tomar desayuno, era sábado por lo que a eso de las nueve estábamos todos en el comedor charlando y comiendo. Víctor invitó también a Sara y Mila al centro comercial. Terminamos siendo un grupo bastante grande. Yurio, Sara y yo tuvimos que ponernos unas gargantillas de plata que tenían grabado el escudo de la familia Nikiforov y el nombre de Víctor. Todos debían saber que él era nuestro dueño, esas eran las normas para poder acceder al espacio público, tampoco podíamos estar demasiado alejados de él porque podían llevarnos bajo custodia policial hasta confirmar nuestros datos y llamar a nuestro dueño. Absurdo, lo sé, pero era el único modo de poder poner los pies allí.
Además de nosotros, Mila y Phichit nos hacían compañía. Ese día recorrimos muchas tiendas, empezamos por la parte de bebes donde compramos más de lo que podíamos cargar así que pedimos todo a domicilio. Víctor y yo fuimos los más entusiastas comprando cosas para Sofía y Luca, aunque logramos contagiar a Sara, quien tímidamente escogió algunas cosas para su hijo. Yurio también escogió algunas cosas, incluídos unos tigres de peluche y unas tenidas de animal print que tanto Sofía como Luca usarían al crecer un poco más.
Si creímos que compramos demasiadas cosas para los pequeños, al ver a Yurio volverse loco con extravagantes atuendos nos quedó claro que él sería quien más ropa nueva tendría. Víctor sonreía y lo animaba a probarse más cosas, incluso se animó a comprar un pantalón de cuero ajustado con un chaleco de animal print y un sombrero negro, todo escogido por Yurio, quien se compró una tenida igual.
—¡Se ven muy guapos! —los animé al verlos perfectamente combinados.
Yo prefería algo más clásico, pero no escapé de las elecciones que Yurio hizo para mí. Me obligó a probarme infinidad de cosas, y cada vez que salía del probador Víctor sonreía y decía a las dependientas que se llevaría lo que llevaba puesto aunque yo protestará y dijera que no necesitaba tantas cosas.
Incluso Phichit fue víctima de Yurio y terminó con algunos atuendos que el rubio escogió para él y Víctor pagó sin problemas, haciendo sonrojar al moreno por recibir regalos de su jefe.
—Además de mi chofer, eres un amigo de la familia —le dijo Víctor sin darle importancia.
—Ahora a la sección femenina —dije en cuanto pude, antes de que Yurio volviera a buscar más ropa para nosotros.
Sara sólo tomó un vestido, diciendo que no necesitaba nada más, pero nuevamente Yurio tomó la iniciativa y buscó ropa para ambas chicas, las que terminaron con más de diez vestidos, zapatos y pantalones, entre otras cosas.
—Lo siento, Víctor —dije al ver la cantidad de bolsas que terminamos cargando—, hemos gastado demasiado. No debí pedirte que nos trajeras.
—No hay problema, me divertí… Yurio tiene mucho sentido de la estética, me sorprendió. Tendremos que salir más seguido para que pueda lucir los atuendos que ha escogido —sonrió.
Me siento la persona más afortunada del mundo. Tengo a Víctor, a mi hija y a Yurio. A nuestros amigos y la posibilidad de ayudar a personas como Sara. Sólo debemos encontrar el modo de que nuestra ayuda tenga un poco más de alcance.