I. Introducción
Un mundo feliz, al fin la humanidad había llegado a ser una utopía perfecta en la cual cada ser humano sabía exáctamente cuál era su lugar y cumplía fielmente con aquellas obligaciones que le eran encomendadas. Prácticamente no existían esos lazos absurdos de amistad o familia que no hacían más que interferir con el correcto funcionamiento de las diferentes naciones.
Alfas, Betas y Omegas, cada especie vivía solamente para cumplir con la tarea que le correspondía, sin plantearse interrogantes innecesarias, simplemente siguiendo los dictados de su propia naturaleza, satisfaciendo sus necesidades sin culpa ya que habían abandonado toda estupida superchería que se hacía llamar religión y aceptado que cada uno de ellos era parte del engranaje que formaba ese entramado complejo llamado sociedad, y que por lo tanto, debían ser felices cumpliendo la tarea que le era asignada debido a su condición. Sí, felices. Debían ser felices de cumplir con aquello a lo que su naturaleza los obligaba.
Alfas, Betas y Omegas eran criados juntos hasta los tres años de edad en las guarderías estatales donde eran dejados cuando ya no dependían exclusivamente de sus madres, quienes se hacían cargo de ellos hasta los seis meses de edad. Una vez que entraban en las guarderías nunca más había contacto entre los niños y sus progenitores, no había necesidad de eso, sus progenitores seguían con sus obligaciones y ellos eran educados para cumplirlas cuando tuvieran edad suficiente.
A los 3 años los niños eran separados por clase. Los Alfa, quienes estaban en la cúspide de la pirámide social, recibían la mejor educación, se les preparaba para triunfar y se les animaba a desarrollar sus talentos al máximo. Se les repetía día a día que eran los mejores y que debían dominar al resto de la especie humana. Y no sólo durante el día, por la noche, dormían escuchando una suave música que con mensajes subliminales les seguía repitiendo lo que ya sabían, confirmándolo, para que no tuvieran dudas a la hora de dominar, doblegar y someter a quienes no nacieron con tanta fortuna como ellos.
Los Beta, que eran el género más común, también recibían una buena educación. Hasta los diez años era igual para todos ellos, pero después se les separaba de acuerdo a sus habilidades. Se les preparaba para servir en distintos tipos de trabajo: oficinistas, obreros, educadores, cocineros, en fin, una amplia gama de trabajos comunes. La verdad es que tenían muchas opciones, aunque jamás podrían aspirar a lo mismo que un Alfa. ¿Ser dueños de alguna gran empresa? Claro que no ¿Ser prodigio de las artes o el deporte? Ni pensarlo. Ellos aceptaban que nunca debían tener aspiraciones demasiado altas, siempre se les repetía que su lugar era bajo un Alfa al que debían respeto y lealtad. También se les convencía de ello en las noches bajo mensajes subliminales que los conminaba a no intentar salirse del lugar que la naturaleza les había otorgado.
Y finalmente estaban los Omega. Quienes ni siquiera eran considerados seres humanos reales. No eran más que las incubadoras de los Alfas. Se les educaba lo mínimo admisible y solamente se les permitía aprender a realizar labores domésticas como cocinar, tejer y bordar. Se les repetía que su misión era la de parir los hijos de los Alfas y que su única aspiración debía ser la de traer más Alfas al mundo. Los omegas eran sumisos y débiles, se les educaba para ser así, día tras día, noche tras noche, convenciéndolos de que no tenían voluntad propia y que su único fin era la de servir a los Alfas.
La vida de los Omegas era bastante rutinaria y no cambiaba sino hasta su primer celo. Cuando ese día se aproximaba las cosas se ponían feas. Días antes de su primer celo había algunos síntomas poco notorios, pero ya que eran muy bien monitoreados por las personas a cargo de las instituciones de educación Omega podían percibirlas. En el momento en que confirmaban que pronto un Omega estaría apto para gestar era puesto a la venta. Algunos eran comprados por Alfas y se convertían en una suerte de esclavos sexuales, los demás eran comprados por casas rosas donde servirían de juguete sexual para los Alfas que pagaban diversión momentánea. Sí, la prostitución era la única alternativa para aquellos que no conseguían un amo, o que eran desechados por este después de usarlo o hacerlo parir. Esta era una prostitución forzada en la que el dinero era sólo para aquellos que regían el negocio, negocio que buscaba el placer de los Alfas y también el embarazo de los Omegas, a los que rápidamente se les separaba de sus hijos, que eran entregado a las guarderías para seguir repitiendo el ciclo.
Los únicos que podían elegir si criar a sus hijos o abandonarlos en las guarderías eran los Alfas. Esto era así porque regularmente eran dueños de grandes fortunas, de este modo, cada Alfa se aseguraba de criar uno o dos hijos Alfas y heredarles aquello que había construído.
Los Betas, por su parte, también estaban obligados a entregar a sus hijos, pero no lo cuestionaban demasiado: Era así cómo funcionaba la sociedad y no podían descuidar sus obligaciones por estar criando bebés, además, estaban convencidos de que los niños estaban mejor en manos del estado, que los preparaba para que cumplieran su determinado rol. El rol que sostenía el mundo utópico en el que vivían: un mundo sin guerras ni enfrentamientos, un mundo sin hambre ni protestas de ningún tipo, un mundo en que tu destino estaba trazado y simplemente debías cumplir con lo que se esperaba de ti para ser feliz.
II. Yuuri y Yuri
Yuuri era un caso especial entre los Omega. Cuando su celo estaba al llegar, él, junto a varios chicos y chicas en condiciones similares, iba a ser llevado al salón de exhibición en el cual sería expuesto como la mercancía que le habían dicho que era. Sin embargo, antes de que fuera llevado, la Beta a cargo de ese lugar apareció y lo sacó de la fila.
—Este ya fue comprado —dijo sin más—, pero su amo está en el extranjero así que nos dará dinero para que cuidemos de él hasta su regreso.
En ese momento Yuuri no supo qué pensar: ¿Había sido comprado? Pero ¿Por quién? Él nunca había visto a un Alfa y no se explicaba cómo era posible que lo hayan elegido así. La mujer no le dio explicaciones y él no había sido educado para pedirlas, aceptó lo que le ordenaron y regresó a su cuarto lleno de interrogantes, pero en el fondo se sentía aliviado de poder quedarse allí, aunque fuera sólo un tiempo más.
El tiempo que Yuuri continuó estando en la institución se alargó más de lo que él esperaba y al ser mayor que los demás empezó a cuidar de los más pequeños, había un chico en especial que le preocupaba, ya que siempre se metía en problemas, era un rubio de mirada demasiado agresiva para ser Omega, una verdadera excepción en la cual el condicionamiento no parecía estar funcionando, por lo que era sometido a diversos tipos de castigo físico. Su nombre era Yuri, algo que le parecía gracioso, dos Yuris, dos Omegas, y tan diferentes, uno sumiso y servicial, otro agresivo y rebelde, pero al final ambos eran dulces a su manera.
—¿Qué haces aquí, cerdo? —preguntó Yuri rubio al ver a Yuuri entrar en su habitación.
—Te oí llegar y vine a ver como estabas, fueron muy duros contigo —Yuuri se acercó con una expresión de tristeza a su compañero, que estaba sobre la cama con la espalda desnuda marcada con latigazos.
—Esos Betas son unos imbéciles —respondió Yuri con rabia mientras hundía la cara en la almohada, quería evitar que Yuuri notara las lágrimas que caían por sus ojos.
Yuuri traía un pequeño botiquín en sus manos, había convencido a la Beta de la enfermería de dejarle ayudar a curar las heridas que los niños se hacían al jugar y ahora tenía acceso a algunas cosas de la enfermería. Se acercó al rubio y comenzó a limpiar las heridas.
—¡Con cuidado, cerdo! —rugió el rubio al sentir que Yuuri limpiaba sus heridas.
—Lo siento, pero no quiero que se te infecten las heridas, Yurio.
—No me digas así, soy Yuri.
—No, yo soy Yuuri —sonrió—, y tú me dices cerdo así que seguirás siendo Yurio.
—¡Idiota!
—¿Cómo es posible que un Omega sea tan mal hablado?
—Siempre he sido el raro ¿no? Un japonés rubio y de ojos verdes no es algo que se vea todos los días.
—Es cierto, serás comprado rápido, eres hermoso y pagarán mucho por tenerte como para deshacerse de ti. Me alegra que no tengas que ir a una casa rosa.
—Como si ser esclavo de un Alfa fuera lo mejor del mundo.
—Al menos será sólo uno.
—Sí, claro.
—Quiero creer que pertenecerán a un Alfa gentil.
—¿Crees que eso exista, cerdo?
—Bueno, no conocemos ningún Alfa, no sé como son, pero ¿por qué tienen que ser malos?
—Porque les dicen que son lo mejor del mundo y que nosotros somos objetos, ¿acaso eres estúpido?
Yuuri rio con las palabras de Yurio, por decir ese tipo de cosas siempre era maltratado.
—Tú ya tienes dueño —dijo Yuri.
—Sí, pero no lo conozco. Cuando tenía quince años me informaron que había sido comprado, y ya tengo veinte y aún no lo conozco.
—Tienes suerte, yo ya tengo trece, y me aterra el día que mi celo se acerque.
Sin poder evitarlo Yuri derramó un par de lágrimas más. Yuuri le acarició el cabello y se quedó a su lado hasta que el muchacho se durmió.
—Es cierto —dijo Yuuri pensando en las palabras del rubio—, tengo veinte años y todavía sigo aquí, a mi edad muchos Omegas ya han sido desechados por los Alfas que los han comprado, o han parido más de una vez en esas odiosas casas rosa. Soy afortunado de estar aquí y poder cuidar un poco de tí —Yuuri sonrió mientras miraba al menor dormido a su lado.
III. Víctor
Víctor Nikiforov era un Alfa de primera clase; hermoso, inteligente, fuerte y muy talentoso. A sus veintiocho años ya era pentacampeón de patinaje artístico, y no sólo eso, también era un az para los negocios. Su padre, Andrey Nikiforov, lo había entrenado desde niño para que se hiciera cargo de su empresa multinacional cuando él ya no estuviera, sin embargo, al ver el talento que desde pequeño mostró para el patinaje artístico sobre hielo, no le negó la oportunidad de vivir la vida que más le acomodaba. Víctor viajó por gran parte del mundo desde muy joven debido al patinaje, pero siempre lo acompañaba su tutor, que lo aleccionaba para la vida que viviría cuando su padre falleciera y él se retirara de las pistas de hielo, por eso, muchas veces su padre le enviaba documentos y le pedía su opinión sobre diferentes inversiones, la mayoría de las veces Víctor respondía lo que Andrey esperaba de él, y a veces incluso superaba sus expectativas encontrando mejores opciones que las que su padre había vislumbrado. Sin lugar a dudas, Andrey estaba orgulloso de haber criado a Víctor, su sucesor.
Poco tiempo después de haber ganado por quinta vez el campeonato mundial, recibió una importante llamada telefónica desde Japón, su padre, a pesar de ser ruso, se había traslado hacía varios años a vivir al país del sol naciente debido a que siempre se sintió atraído por esa cultura, e instaló en Yokohama la oficina central de la multinacional que dirigía. La llamada telefónica le avisaba que su padre había sido internado de gravedad debido a complicaciones cardiacas y que lo más probable es que no sobreviviera más allá de un par de días.
—Al parecer, mi vida sobre el hielo ha terminado —dijo Víctor para sí mismo después de colgar el teléfono.
Dos días después, Víctor llegó al aeropuerto de Narita, inmediatamente tomó el tren rumbo a Yokohama y una vez en la ciudad se dirigió al hospital. Su padre murió a las pocas horas de verlo por última vez.
Una semana después del fallecimiento de Andrey, Víctor tomó las riendas de la multinacional. No le fue difícil ya que todo estaba en orden, los gerentes eran todos Alfas muy competentes y los subordinados betas trabajadores que se esforzaban por cumplir con los requerimientos de sus jefes. En menos de un mes Víctor dominaba completamente el funcionamiento de la multinacional.
—Ahora que te has instalado por completo en la compañía, ¿cuáles son tus planes? —preguntó Takeshi Nishigori, gerente de producción, sentándose frente a Víctor. Estaban en la oficina del nuevo dueño de la multinacional Nikiforov.
—Tener un heredero —respondió Víctor.
—¿Comprarás un Omega? El mejor sitio para eso es Tokio.
—Ya tengo un Omega —respondió Víctor—. Mi padre lo compró para mí hace algunos años, pero como me encontraba constantemente de viaje aún no lo conozco. Mi padre ha pagado todo este tiempo para que lo cuiden. Mañana enviaré por él, espero que sea lindo —sonrió.
—Yo debería ir pronto. Ya estoy harto de los Omegas usados por decenas de Alfas de las casas rosas. Quiero uno que sea exclusivamente mío —dijo Nishigori.
—Bueno, cuando te decidas te acompaño a ver la mercancía y de paso nos divertimos en algún bar de la capital —secundó Víctor.
IV. Despedida
—Yurio, si sigues teniendo esa actitud te volverán a lastimar —dijo Yuuri curando una herida en el labio del rubio, producto de una fuerte bofetada.
—¿Y qué quieres que haga, cerdo? —preguntó con rabia—. Soy demasiado listo para tragarme toda esa basura que nos meten en la cabeza desde que somos niños. ¡Tú tampoco eres estúpido! ¡No entiendo por qué lo aceptas!
—Porque aunque me duela no puedo hacer nada para cambiar las cosas —Yuuri abrazó a Yuri—. No quiero que sigas siendo lastimado, eres importante para mí, por favor, Yurio.
—¡Me niego a aceptar quedarme de brazos cruzados! —El rubio se separó bruscamente del moreno—. Yo no soy inferior a ningún puto Alfa, menos a los imbéciles Beta. —Yurio temblaba de rabia—. Yo no soy una cosa —dijo con la voz quebrada, ira y tristeza se mezclaban con fuerza en su interior.
—Lo sé —dijo Yuuri tomando la mano del menor—, pero sabes que llegará el día en que un Alfa te ordene con su Voz de Mando y no podrás hacer nada más que obedecer. Esa es la única realidad, Yurio. —La voz de Yuuri también se quebró, él también odiaba que lo hayan convencido de ser un simple objeto, si no fuera por Yurio y su rebeldía jamás hubiese empezado a cuestionarlo, a contactarse con sus sentimientos, y a darse cuenta de que era un ser humano.
Los Omegas se abrazaron hasta sentirse más tranquilos, después se sentaron en la cama, estaban en la habitación de Yuuri, y comenzaron a charlar de cualquier cosa para pasar el rato. Veinte minutos después la puerta fue abierta por la Beta encargada, una mujer de apariencia severa, Yuuri se levantó y se acercó a ella, la mujer lo miró y le dijo
—Alístate, tu dueño ha enviado por ti.
Yuuri sintió que el suelo a sus pies se abría y lo dejaba caer. La mujer cerró la puerta al salir y los dos Yuris quedaron solos nuevamente.
—No quiero —dijo Yurio derramando un par de lágrimas—, no quiero que te vayas, Yuuri.
—Yo tampoco quiero irme —dijo Yuuri cayendo al suelo, sus piernas no lo sostenían, sus pupilas estaban dilatadas, temblaba—, pero es mi destino y no puedo evitarlo.
—¡Maldición! —gritó Yurio—. ¿Por qué mierda tenemos que ser Omegas? ¿Por qué mierda tenemos que ser tratados como basura?
Yuuri tomó la mano del rubio y le sonrió con dulzura.
—Estaré bien Yurio. Por favor no sigas haciendo que te lastimen, digas lo que digas las cosas aquí no van a cambiar.
—¿Y quieres que me conforme con ser un puto esclavo?
—No, pero este no es el lugar para buscar revoluciones. No tienes ningún aliado, pequeño.
—¡No me digas pequeño, cerdo!
—Está bien —sonrió suavemente—. Yuri, si el Alfa que me compró es una buena persona lo convenceré de que te compre también. Le diré lo hermoso que eres. De seguro querrá conocer a un japonés tan extraño.
—Yuuri…
—Estoy seguro de que nos volveremos a ver. Pero prometeme que no te revelaras mientras sigas aquí. Prométeme que no te lastimaran, ya no estaré para curar tus heridas.
—Está bien, te lo prometo.
—Gracias, Yuri.
Los Omegas se abrazaron con fuerza por un momento que querían volver eterno, sin embargo, Yuuri sabía que no podía hacer esperar a la persona que había venido por él. Guardó sus pocas pertenencias en un bolso negro y después de despedirse de un desanimado niño rubio caminó por los pasillos del que por tantos años fue su hogar hasta llegar a la oficina de la misma Beta que lo había ido a buscar. Al entrar vio a un atractivo joven moreno que le sonrió.
—Debes ser Yuuri —dijo con amabilidad—, yo soy Phichit, el chofer del señor Nikiforov, él me ha enviado por ti.
—Mucho gusto, Phichit —respondió Yuuri algo nervioso.
—Puede llevárselo —dijo la mujer a Phichit—, y dígale al señor Nikiforov que estamos muy agradecidos por el dinero que ha enviado todos estos años a cambio de mantener a su Omega, espero que valga todo el dinero invertido.
—Se lo agradeceré en su nombre, Adios señora Keiko —hizo una reverencia—, vámonos, Yuuri.
Yuuri siguió a Phichit, el moreno le agradó de inmediato, era un Beta amable y alegre. Se subieron a un automóvil negro y Phichit comenzó a conducir.
—Tienes suerte, Yuuri —le dijo con una sonrisa tranquilizadora—, el señor Nikiforov es el Alfa más amable que he conocido.
—¿En serio? —preguntó.
—Sí, es muy agradable. No lo conozco hace tanto tiempo pero me da la impresión de que no se enfada nunca.
—Ojalá eso sea verdad.
—La mayoría de los Alfas que conozco siempre dejan un aura pesada cuando pasan. Es como si quisieran hacer notar su poder. El aura del señor Nikiforov no es así, es liviana, su presencia es suave, relajada, no nos mira con superioridad y nos habla con naturalidad.
—Gracias por tranquilizarme, Phichit —dijo Yuuri comprendiendo las intenciones del moreno—. ¿Lo has visto tratar con algún Omega? —preguntó.
—No. La verdad es que es muy extraño ver a Omegas, generalmente están confinados en sus casas.
—Cierto —dijo Yuuri bajando la mirada. Phichit notó la tristeza en el rostro de Yuuri y sintió que su corazón se estrujaba. Era el primer Omega con el que hablaba y le parecía una persona dulce.
—Estoy seguro de que te tratará bien, ya lo verás —le sonrió con gentileza—, seguro nos deja ser amigos también.
—¿Quieres ser mi amigo? —preguntó sorprendido.
—¿Te molesta?
—Claro que no, me gustaría —respondió ilusionado.
—Pues, ya lo somos —rio alegre.
Yuuri también sonrió, si era cierto lo que decía Phichit, tal vez podría ayudar a Yurio, tenía alrededor de dos años para sacarlo de allí antes de que fuera vendido.
V. Encuentro
Phichit me llevó hasta una mansión enorme, realmente debo decir que quedé con la boca abierta, nunca imaginé que el Alfa que me compró tuviera tanto dinero, con razón pagó tantos años para que me mantuvieran en ese lugar. Al llegar, una hermosa mujer pelirroja me recibió, se presentó como Mila y me dijo que era la ama de llaves de la mansión, es decir, quien se encargaba de la servidumbre. Me guió hasta el segundo piso, caminamos por el suelo alfombrado y se detuvo frente a las puertas de una de las habitaciones, la abrió.
—Este será tu cuarto —me dijo.
Entré y no me lo podía creer. Era una habitación enorme, con grandes ventanas por las que entraba mucha luz, una cama con dosel que parecía de tres plazas, un pequeño escritorio y un enorme armario.
—El señor Nikiforov no tardará en venir, por favor ponte cómodo y guarda tus pertenencias —me sonrió, era una mujer amable.
—Muchas gracias, Mila —dije sonriéndole.
—No hay de qué —respondió— y relájate, él es una buena persona. Estoy segura de que te tratará bien.
Sonreí. Phichit y Mila eran unos Beta muy amables, no se parecían a los beta de aquel lugar, tan fríos, tan crueles cuando un Omega no hacía lo que querían. Me gustaría que Yurio estuviera aquí, que vieran que no todos nos ven como simples incubadoras. Me permití tener esperanza y creer en las palabras de Phichit y Mila, el Alfa que me compró debía ser una buena persona.
Saqué mis pocas pertenencias y las ordené, no demoré mucho tiempo. Luego abrí la ventana y miré asombrado el jardín frente a mis ojos.
—Es realmente hermoso —dije sonriendo.
—Esta habitación tiene una vista excelente —escuché tras de mí y me paralice, era un Alfa, nunca había estado cerca de uno, pero mi cuerpo y olfato me gritaban que no me equivocaba.
Poco a poco giré y lo vi frente a mi, era hermoso. La persona más hermosa sobre la faz de la tierra. Cabello color plata, ojos de un delicado azul, sonrisa embriagadora, cuerpo delgado, postura elegante. Me puse completamente rojo y bajé la vista, era irrespetuoso de mi parte haberlo mirado a la cara y esperaba que no se molestara por ello. Sentí su suave risa y luego noté que caminaba hacia mí. Me tensé, mi boca se secó, mis ojos temblaban y mi corazón latía con fuerza, ¿esto era estar cerca de un Alfa? Sentía su presencia llenarlo todo, su aura era cálida, pero no dejaba de ser imponente.
—Déjame ver tu rostro —dijo mientras sus manos levantaban suavemente mi barbilla. Me miró intensamente y yo pude verlo también, tan cerca, tan cálido—. Eres muy hermoso —dijo sonriendo, me sonroje—. Oh, eso es adorable —parecía feliz. ¿Eso quiere decir que le gusto? ¿Eso quiere decir que podré quedarme siempre con él? ¿No se deshará de mí cuando se canse? ¿No me venderá a una casa rosa para que cualquiera pueda poseerme pagando un poco de dinero?— . ¿Deseas preguntarme algo? —ofreció. Al parecer pudo notar que me estaba haciendo mil preguntas.
—Yo… no… sí… —rio frente a mi indecisión.
—Vamos, no me voy a molestar —insistió.
—Lo siento —dije bajando un poco la vista—, estoy un poco nervioso, sólo quiero saber si le agrado a mi amo.
—Víctor —dijo acariciando mi rostro y obligándome a ver nuevamente sus hermosos ojos—, mi nombre es Víctor, puedes llamarme así —sonrió nuevamente—. Y la respuesta es sí, me agradas, Yuuri. No temas por tu futuro, sé que los Omegas siempre temen caer en las casas rosas, pero tú podrás estar siempre aquí.
—Gracias —no pude evitar sonreír.
—Anda, llamame por mi nombre, quiero oírlo —dijo juguetón. Reí, siempre me dijeron que los Alfas son serios y dominantes, pero en ese momento él me parecía infantil.
—Gracias, Víctor.
—Suena bien, Yuuri.
VI. Reflexiones
Siempre me habían dicho que los Omegas no eran más que mercancía, incubadoras que parían nuestros hijos. Debo admitir que durante toda mi vida lo he creído, el hecho de que los Omegas estén siempre confinados no ayudaba a que mi opinión sobre ellos cambiara, después de todo, no los conocía. Las pocas veces que me había cruzado con uno en casa de algún amigo no cruzábamos palabra y su mirada siempre estaba baja, mostrando sumisión. Admito que también visité casas rosas, mi padre me llevó a una cuando cumplí los quince años, esa fue la primera vez que tuve sexo. Con el tiempo dejé de ir a esos lugares, los Omegas hacían cualquier cosa que les pidiera sin necesidad de obligarlos utilizando mi Voz de Alfa, pero parecían cáscaras vacías, por más hermosos que fueran sus cuerpos parecía que sus almas estaban marchitas. No me agradaba, prefería acostarme con mujeres betas que accedían libremente a pasar un buen rato sin mayores compromisos ni complicaciones. Los Alfas no podemos procrear con betas y eso era lo mejor para mí.
Sin embargo, cuando entré a la habitación donde Yuuri me esperaba no vi un Omega sumiso y callado. Me había imaginado a un chico arrodillado y mirando al suelo, como cuando entras al cuarto de esos burdeles en los que los prostituyen. Pero no, estaba de pie junto a la ventana, el viento mecía su cabello negro y él sonreía mientras apreciaba el paisaje catalogandolo como algo hermoso, su voz sonaba tranquila y dulce, realmente escucharla me regaló una cálida sensación.
Se tensó cuando le dejé saber que estaba ahí. Giró despacio, sentí su temor, pero al verme no bajó la vista, me sorprendió gratamente ver como miró mi rostro, mis ojos, por un largo momento. Cuando se dio cuenta del atrevimiento que cometía al ser un Omega frente a un Alfa bajo la mirada, no pude evitar reír. Me sentí como un niño que abre un regalo que realmente le sorprende y le fascina.
Me acerqué a él y lo obligue a mirarme nuevamente. Era agradable sentir sus ojos sobre mí. Sus ojos otoñales, sus labios tímidamente carnosos, su mirada dulce, su aroma a canela, sus bellas facciones, el precioso rubor que lo hacía ver tan inocente. Bello, totalmente bello.
Sentí como poco a poco comenzó a tensarse y sus ojos mostraban muchas dudas. Entendí, conocí muchos Alfas que después de un tiempo desecharon a sus Omegas, abandonándolos en cualquier prostíbulo, a su suerte. Incluso Omegas que habían sido marcados. Cuando un Alfa marca a un Omega se crea un lazo muy fuerte entre ambos, son capaces de sentir lo que el otro siente y el Omega se vuelve totalmente dependiente de ese Alfa, es incapaz de desobedecer sus órdenes o de ocultarle cosas. Sólo el Alfa puede romper ese lazo, pero es cruel hacerlo, es prácticamente un intento de asesinato, el alma del Omega se rompe y algunos incluso no sobreviven. Pero eso a los Alfas no suele importarles, después de todo, siempre se nos enseña que no son seres humanos reales, que son sólo objetos para nuestra satisfacción sexual y máquinas que paren nuestros hijos, nada más.
Entendí inmediatamente el temor de Yuuri y algo dentro de mí quiso tranquilizarlo, prometerle que eso no le sucedería a él. Sentí un mal sabor de boca cuando me llamó amo, y quise reemplazarlo inmediatamente por un Víctor.
Mi nombre sonó tan bien en sus labios.
Amo esta historia
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Me alegra mucho 💕
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Holaaa de nuevooo!!! Jajaja
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Bienvenida a Un mundo feliz 😄❤
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