I. Invitación
Víctor sentía el miedo que a veces tenía al pensar en mi embarazo, pero no sabía interpretar el porqué de este temor. Supongo que pensaba que era normal que un Omega temiera por su hijo, el primer trimestre era el más riesgoso.
Por mi parte yo estaba tranquilo con las emociones que leí en él. Sinceridad y calidez era lo que predominaba a través del lazo. Podía confiar plenamente en Víctor y eso me daba paz.
Víctor estaba casi todo el día afuera y yo recluido en mi hogar. Un Omega no podía estar fuera de casa sin un Alfa por lo que generalmente estaba en la mansión, pero no me importaba, tenía grandes jardines que todavía no conocía completamente, una enorme biblioteca llena de conocimiento que deseaba adquirir, estaban Mila y Phichit si deseaba compañía, y la pista de hielo que amaba; cierto era que estaba embarazado y sólo iba a deslizarme por el hielo sin hacer ningún otro tipo de esfuerzo, pero aún así, estar ahí me daba tranquilidad y felicidad.
Tres meses pasaron de ese modo.
—¡Yuuri! —llamó Víctor entrando a la pista de hielo, yo me encontraba en medio de ella deslizándome con suavidad.
—Me alegra verte —sonreí—, ¿qué tal tu día?
—Aburrido, con muchas reuniones —se quejó.
—Ya veo —sonreí—, ¿pasa algo? —pregunté al sentir un poco de incomodidad en él.
—Sí —respondió—, estamos invitados a una recepción en casa de un importante inversionista.
—¿Yo también? —cuestioné. Realmente me sorprendía que eso fuera así, los Omegas son excluidos de ese tipo de cosas.
—Tú y los Omegas de los gerentes de mi empresa y de otras personas más que tienen vínculos laborales —respondió, pero seguía incómodo.
—No quieres que vaya —dije, me sentí algo dolido.
—No quiero que vayas, pero no es por lo que piensas —respondió acariciando mi rostro con dulzura—. Ese hombre no es un Alfa amable —hizo un puchero—, ese hombre le ha hecho daño a los Omegas que ha tenido.
—Pero él no puede lastimar a los Omegas de otros Alfas —dije algo asustado, buscando confirmación de su parte.
—Claro que no. Nadie puede dañar al Omega de otro Alfa. Incluso el peor de los Alfas respondería a una agresión a su propiedad —dijo sin pensarlo—. Lo siento —se disculpó al darse cuenta de que me lastimó—, la mayoría de los Alfas lo ve así, pero yo no. ¿Lo sabes verdad? ¿Sabes que no te considero un objeto, Yuuri?
—Lo sé —dije abrazandolo y hundiendo mi cabeza en su pecho—. ¿Por qué si ese hombre no quiere a los Omegas nos invita? —pregunté.
—Para humillarlos —respondió y sentí su ira. Me sorprendió, nunca había sentido enojo en él. Me gustó que fuera por mí y sonreí. Él se dio cuenta y se relajó, rio también.
—¿Cómo nos humillaría sin despertar la ira de nuestros amos? —pregunté con ironía.
—Ya lo he visto anteriormente. No les permite sentarse a la mesa mientras comemos, es más, no los alimenta durante todo el tiempo que dura la recepción. Generalmente los Omegas están callados en una esquina o detrás del Alfa que lo lleva. También empieza a hacer comparaciones y a preguntar por el desempeño.
—¿Desempeño?
—En la cama —dijo haciendo una mueca de disgusto—. No quiero que vayas —dijo acariciando mi cabeza.
—¿Pero debo ir? —pregunté sintiendo que era así.
—Se enteró de ti y me lo exige. No es obligación realmente, pero es un inversionista importante en la empresa y esa recepción es para cerrar un trato. Cuando dije que no te llevaría, Takeshi y los demás gerentes me estuvieron molestando para que cambie de parecer.
—Iré —dije— y me comportaré como un Omega modelo para que ese hombre no tenga nada que decir de mí o de ti.
—No es necesario que vayas. Diré que tu embarazo es complicado y ya.
—Déjame decidirlo —le pedí sonriendo—, también tengo curiosidad por ver a otros Omegas y cómo son tratados por los demás Alfas.
—Es mañana.
—Iré y seré el más sumiso y dócil Omega que hayan visto.
—Bueno, eso sí quiero verlo —rio—, aunque prefiero a mi Omega conversador y que toma decisiones. Como la de venir al hielo aunque me muera de miedo pensando en que se puede caer.
—Sabes que no hago nada peligroso —dije después de reír.
—Aún así me aterra —respondió—, pero confío en ti y respeto tu decisión de seguir viniendo.
—Gracias por eso —sonreí y lo besé. Él sonrió también.
—Vamos a comer, tengo hambre.
—Está bien, aunque sé que lo que quieres es alejarme pronto de la pista.
—Me declaro culpable —levantó las manos con una mueca juguetona.
II. Yuuko
—¿Lo llevarás? —preguntó Takeshi Nishigori entrando a mi oficina.
—Sí, iremos —respondí desganado.
—No entiendo tanto disgusto por llevar a tu Omega.
—No me gusta como ese sujeto trata a los Omegas. Yo me llevo bien con Yuuri, es divertido estar con él y odio pensar que lo harán sentir menos todo el tiempo.
—¿Le tienes cariño al chico? —preguntó extrañado.
—Sí —respondí mirándolo a los ojos.
—Me acabo de comprar a una Omega y no entiendo por qué debería tenerle afecto —confesó.
—¿Has hablado con ella? —pregunté—. ¿Conoces su color favorito al menos? —me miró con extrañeza—. El color favorito de Yuuri es el azul, le gusta leer a Shakespeare porque dice que descubre sentimientos que no conocía, las tragedias griegas le parecen fascinantes. Cuando vio mis videos de patinaje quedó maravillado así que le estuve enseñando a patinar y realmente se enamoró de la pista de hielo. Le agradó el budismo cuando se interesó por las antiguas religiones, le gusta la música clásica, especialmente la que usé en mi última rutina libre, incluso lo he escuchado cantar cuando está sobre la pista de patinaje.
—Hablas de él como si fuera…
—Una persona —interrumpí—. ¿Cómo se llama la Omega que compraste?
—Yuuko.
—Tal vez si quisieras conocer a Yuuko también podrías hablar así de ella.
Me miró completamente desconcertado.
—Qué te parece si vas a casa antes de la recepción con ese idiota y así lo conoces. Allá deberá comportarse como Omega ideal, pero si lo ves antes entenderás a qué me refiero. Además, tal vez Yuuko se anime a ser menos tímida si ve a un Omega distinto.
—Está bien. Acompáñame a buscarla y vamos a tu casa —accedió.
A las cuatro de la tarde, y con bastante tiempo por delante ya que la recepción era a las nueve, nos dirigimos a casa de Takeshi, su Omega era una muchacha castaña muy bonita.
—Buenas tardes, Yuuko, yo soy Víctor el jefe de Takeshi —me dirigí a ella sorprendiéndola tanto como a Takeshi.
—Buenas tardes, señor Nikiforov —respondió ella sin levantar la vista, con un delicado tono de voz.
—¡Oh! Veo que ya has oído hablar de mí. Espero que Takeshi no se queje mucho, cualquier cosa mala que te haya dicho es mentira —sonreí—. Pero me llamo Víctor, odio los formalismos, a menos que sean necesarios, como con ese Alfa imbécil que cenaremos hoy —Yuko rió bajito y Takeshi se sorprendió.
—Yuuko —dijo Takeshi—, antes de la cena iremos a casa de Víctor. Nos quiere presentar a su Omega antes de ir a la recepción.
—Se llama Yuuri —dije inmediatamente—, es muy lindo y dulce, seguro que se hacen amigos.
Después de que se alistaron salimos rumbo a casa, Yuuri me sintió al llegar y en cuanto abrí la puerta me abrazó.
—Víctor, hoy aprendí algo muy interesante leyendo el… —al darse cuenta de que no venía solo se quedó callado y me soltó.
—Ellos son Takeshi y Yuuko —dije para después darle casto beso en los labios—, quería que te conocieran —me puse a su lado y le di la mano.
—Gusto en conocerlos —dijo sin animarse a mirar a Takeshi, entonces sus ojos se posaron en la jóven Omega— ¡Yuuko! —exclamó al reconocerla.
—¡Yuuri! —dijo ella levantando su rostro por primera vez, para mirar a mi Omega— ¿Eres tú? ¡Que alegría volver a verte! —La joven Omega pareció olvidar que habían Alfas a su lado y abrazó a Yuuri aumentando el desconcierto en Takeshi. Yo por mi parte comencé a sentir los cálidos sentimientos que mi pareja tenía por esa mujer. Se conocían de toda la vida.
—Déjemos que se reencuentren —le dije a Takeshi invitándolo a pasar—. Yuuri está feliz porque era su compañera en la institución Omega, una de las pocas amigas que tenía ahí.
—¿Eso lo sabes por el lazo?
—Así es.
—Nunca había visto a Yuuko actuar de esa manera.
—¿Te molesta?
—Es extraño.
—Claro, ella fue educada para otra cosa. Pero si le das la oportunidad te puede sorprender, como Yuuri lo hace cada día conmigo. Te aseguro que es divertido.
♧♧♧
—Te ves muy bien, Yuuri —dijo Yuuko mientras miraba a su amigo ahora sin la presencia de los Alfas.
—Lo estoy —sonrió—, Víctor es muy bueno conmigo.
—Me alegro. Se ve que es un hombre agradable, me trató muy bien antes de llegar aquí.
—Él siempre trata bien a las personas.
—Escuché que van a tener un hijo.
—Sí, tengo tres meses de embarazo.
—Espero que tu vida siga bella cuando el bebé nazca.
—Víctor dijo que me quiere a su lado para siempre, y es honesto, lo ví a través de nuestro enlace. Me marcó y puedo leer lo que siente. Es realmente un buen hombre.
—Eso me hace feliz —un par de lágrimas cayeron por el rostro de Yuuko.
—¿Tú estás bien? —preguntó Yuuri preocupado.
—Sí —respondió—, no soy maltratada. Aunque no sé qué pensará mi dueño después de saltar a abrazarte.
—Si Víctor lo trajo a casa para que me conozca debe creer que es una buena persona. Tal vez simplemente necesita que le expliques que eres una chica con emociones.
—¿Crees eso?
—Si es un amigo al que Víctor trae a casa no puede ser malvado.
—Claro que no lo es —dijo Víctor acercándose a ellos, sintió la preocupación en Yuuri y decidió acercarse dejando a Takeshi en la sala—. Yuuko —dijo llamando su atención—, al igual que a ustedes, a nosotros nos educan con muchos prejuicios y a veces es difícil ver que estamos equivocados con respecto a los Omega, pero si traje a Takeshi es porque sé que es un hombre bueno y creo que conocer a Yuuri lo ayudará a intentar conocerte a ti. Dale también esa oportunidad. Me gustaría que mi amigo y tú sean felices juntos, como Yuuri y yo lo somos —abrazó a Yuuri por la espalda y apoyó la cabeza en su hombro. Por primera vez pudo ver los ojos castaños de Yuuko que ahora lo miraban con ilusión.
III. Guang-Hong
Víctor y Takeshi subían las escaleras que conducían a las puertas de una mansión casi tan grande como aquella en la que vivíamos. Yuuko y yo caminábamos tras ellos, podía sentir la incomodidad de Víctor, él deseaba llevarme a su lado, y a pesar de que no podía correr junto a él la calidéz que me dirigía me hacía feliz. Una vez adentro, la Beta a cargo de recibirnos nos llevó a un salón, en la puerta, un hombre alto, moreno y de bigotes pronunciados se acercó a ellos.
—Señor Nikiforov, Nishigori, me da mucho gusto tenerlos en mi casa —tendió su mano para saludarlos. Víctor correspondió el gesto, pero estaba incómodo—. Por favor tomen asiento —indicó un sofá de tres cuerpos—, sus Omegas pueden quedarse de pie detrás de ustedes.
—Mi Omega —dijo Víctor mirando directamente a los ojos de ese hombre— está esperando un hijo, el médico dijo que el primer trimestre es complicado y que no debería estar de pie mucho tiempo. Preferiría que se sentara junto a mí.
—Claro, hay que cuidar de tu heredero —respondió mirándome con desprecio.
Takeshi, Víctor y yo nos sentamos en el sofá que ese hombre nos había indicado, Yuuko se quedó tras Nishigori mientras me miraba de reojo y me sonreía cuando nadie se daba cuenta. Había más Alfas en la sala, la mayoría con sus Omegas de pie tras ellos.
—Así que al fin Víctor Nikiforov decidió quedarse quieto en un lugar —dijo sonriente un hombre moreno de cabello negro y aspecto engreído.
—Así es, Jean, mi padre fue muy comprensivo al dejarme hacer lo que quería durante toda mi vida, ahora debo corresponder adecuadamente cuidando de lo que construyó.
—Y lo primero es el heredero, ¿verdad? —dijo posando sus ojos en mí.
—Estoy feliz de que mi hijo venga en camino —contestó con una sonrisa.
—Pues deberías esperar un poco para ponerte feliz. Después de todo, también podría ser un Omega. Aunque esperemos que sea Alfa. —El desagrado que su voz expresó al decir que mi hijo podría ser un Omega me hirió, pero es cierto, si es Omega… el miedo me invadió.
—Conservaré a mi hijo sin importar si es Alfa u Omega —dijo Víctor con seguridad, su voz se escuchó fuerte y clara, haciendo que todos los Alfas ahí presentes lo miraran incrédulos, incluso pude ver algunos Omegas tensarse.
—¿Qué estupidez estás diciendo? —preguntó el mismo que venía conversando con Víctor—, supongo que estás bromeando.
Víctor se tensó, había expresado lo que sentía y una parte de él quería defender su opción, sin embargo, otra parte le decía que había sido inapropiado decirlo, que esos Alfas nunca entenderían y que podía tener problemas innecesarios si decidía cambiar el mundo de la noche a la mañana sin tener ningún aliado. Pensó rápidamente y sonrió, pude notar como incluso los Alfas eran hechizados por esa hermosa sonrisa, las auras de los presentes se relajaron esperando la respuesta que él les daría.
—Creo que sería bueno conservar hijos e hijas Omega, después de todo, los Omegas que compramos en las instituciones estatales, aunque puedan ser muy hermosos, pueden ser de mala calidad. Recuerden que incluso dos Betas pueden procrear a un Omega —dijo con un toque de dramatismo que hizo que los demás Alfas hicieran gestos de desagrado ante esa opción—. Yo no quisiera que mi heredero fuera hijo de cualquier Omega del montón —dijo con seguridad, aunque yo sabía que no estaba siendo honesto—. Mi padre pensaba lo mismo, por eso compró a Yuuri cuando era muy pequeño —reveló, y eso sí era cierto, lo sentí—. Mi padre —continúo—, era amigo del Alfa que engendró a mi Omega, por eso, en cuanto él fue llevado a la guardería pagó para que lo reservaran para mí, luego, en la institución educativa, dio bastante dinero para que lo tuvieran en buenas condiciones hasta que yo decidiera sentar cabeza, ocuparme de los negocios y tener herederos.
—No lo había pensado —dijo otro Alfa que se encontraba en el lugar—, pero es cierto, tengo ya un pequeño Alfa y claro que me agradaría que él o la Omega con la que tenga a su propio heredero tuviera sangre Nikiforov, que ya hemos visto es de primera clase. Además, si tu padre invirtió tanto dinero en ese Omega, también debe correr sangre de buena calidad en sus venas.
—Te aseguro que así es —respondió Víctor con su encantadora sonrisa.
La velada transcurrió de ese modo, hasta que anunciaron que la cena estaba servida en una habitación contigua. Los Alfas fueron llevados y los Omegas se quedaron ahí. Cuando nos aseguramos que no había nadie, Yuuko corrió a abrazarme
—¡Yuuri! ¡Yuuri! ¡Estoy tan feliz por ti! Podrás estar con tu bebé sin importar que sea.
—Estoy feliz también —respondí sonriendo—. ¡Víctor es el mejor! ¡Me hace tan feliz!
El resto de Omegas ahí presentes miraban con timidez y algo de incredulidad. Dos Omegas riendo y charlando como viejos amigos no era algo que hayan visto antes.
—¿Lo puedes llamar por su nombre? —preguntó un joven Omega de aspecto delicado, muy joven y de cabello castaño. Se acercó tímidamente, sus ojos estaban bastante apagados, pero él era bello.
—Sí, a él le gusta que lo llame Víctor —respondí mirándolo detenidamente—, he tenido suerte —sonreí y tomé su mano—. ¿Cómo te va a ti? ¿Cuál es tu nombre?
—Mi nombre es Guang-Hong, aunque supongo que terminaré por olvidarlo porque nadie me llama así —su voz era apagada, estaba triste—, el Alfa con el que vengo no es agradable, es frío y cruel, le gusta dañarme, disfruta mi dolor. Estoy seguro de que cuando se aburra me abandonará y tal vez sea mejor así, no sé qué es peor.
Me sentí abrumado por la tristeza que transmitía ese niño de lindas facciones, no pude evitar abrazarlo mientras Yuuko acariciaba su cabello, deseando consolarlo también. El resto de los Omegas se acercaron, chicas y chicos, yo era el más afortunado de todos y eso me provocó sentimientos encontrados.
Víctor sintió inmediatamente la fluctuación en mis emociones porque entró a la habitación luciendo preocupado. Los Omegas se alejaron un poco y Víctor llegó al sofá donde aún me encontraba sentado, con Guang-Hong a mi lado mientras lo abrazaba y Yuuko también ahí acariciando al muchacho.
—¿Estás bien? —me preguntó acariciando mi cabello, yo asentí y miré al muchacho en mis brazos, se tensó al sentir la presencia de un Alfa, temblaba.
—Es Víctor —le dije al muchacho—, él es bueno.
—¿Eres Omega de Jean? —preguntó Víctor dirigiéndose al muchacho.
—Sí —respondió en un murmullo.
—Prometo tenerlo presente —dijo, también sentí una mezcla de emociones en él, no estaba seguro de poder entenderlas bien—. Debo volver a la mesa Yuuri, debes estar tranquilo, ¿está bien? —asentí y Víctor me dio un casto beso en los labios, luego miró a Yuuko—, cuida de Yuuri —le dijo acariciando sus cabellos castaños.
Víctor se levantó y salió de la sala, dejando un poco conmocionados a los Omegas ahí presentes debido a su actitud. Y yo, yo sabía una cosa; no podía permitirme vivir tan felizmente mientras otros como yo sufrían tanto.
IV. Vida nueva
Nunca pude sacar de mi cabeza a los Omegas que conocí ese día, deseaba hacer algo, pero no sabía qué. Mi cabeza no paraba de pensar mientras mi cuerpo se iba transformando y redondeando por la vida que llevaba dentro. En ese momento mi hijo era mi prioridad, y estaba contento porque Yuuko ahora venía a visitarme y se llevaba bien con Takeshi. Sin embargo, las lágrimas de Guang-Hong eran un recuerdo que nunca podría borrar. Tampoco deseaba olvidarlo.
Los últimos meses de embarazo fueron difíciles, me dolía la espalda y casi no podía dormir. Había agradecido que las molestias del primer trimestre habían sido escasas, pero ahora sentía que estaba pagando por cada vómito menos que tuve.
Víctor me consentía y tenía paciencia conmigo y mis quejas. Realmente era un Alfa fuera de lo común. Tal vez el vivir libremente viajando por el mundo lo hizo menos estrecho de mente que los demás. Bueno, yo tampoco soy un Omega como la mayoría, fue gracias a Yurio… Yurio, pronto pediré nuevamente a Víctor que vaya por tí. Sonreí pensando en mi pequeño amigo, sin duda había influenciado a muchos Omegas de esa institución, a la misma Yuuko aunque no se atreviera a decir nada mientras seguíamos viviendo allí.
Había cumplido treinta y nueve semanas de embarazo cuando tuve que ser llevado al hospital, el bebé estaba por llegar. Lloraba, emoción y dolor se mezclaban mientras era ingresado al pabellón donde daría a luz. Víctor esperaría afuera, aunque sentía su calor y nerviosismo a través de mi preciada marca en el cuello. Me anestesiaron y comenzaron la cesárea, me sentía adormilado pero no perdí la consciencia, cuando sentí el llanto del bebé me puse feliz, pero después de unos minutos me miraron con decepción, sentí temor por un momento, pero después de limpiarla un poco la recostaron a mi lado, era una niña hermosa, derramé lágrimas de felicidad al ver ese cabello color plata que cubría su cabecita, su piel era pálida, sus facciones delicadas. Completamente perfecta.
—La prueba de sangre dice que es una Omega —me miró la enfermera con una mezcla de decepción y lástima. No me importaba porque Víctor la amaría y la protegería, ella sería feliz y amada—. La llevaré con su padre, si la desprecia volveré con ella, si no, la verás cuando te llevemos al cuarto.
Esa enfermera tomó a mi niña con cuidado, pero sin afecto, me sentí dolido, pero no quería que esas emociones empañaran mi felicidad. Después de todo, al llegar a casa estaríamos bien, con las personas que nos aceptan y nos quieren.
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—Señor Nikiforov —dijo la enfermera llamándome con mi bebé en sus brazos. Me acerqué feliz. Ella me miró con ojos de decepción—. Lo siento, es una Omega, ¿quiere verla de todos modos?
Sentí un nudo en la garganta, dolor, ira, era mi hija y esa maldita Beta se atrevía a despreciarla. Me obligue a calmarme para no transmitirle malas energías a mi Yuuri. Además, mi hija sería una niña feliz y amada, yo me encargaría de que así fuera.
—Quiero verla —extendí mis brazos y la enfermera, algo extrañada, me la entregó—. Gracias, puede irse —la miré a los ojos, era una orden. Ella entonces se retiró dejándome con mi pequeña en la salita de esperas. La miré sonriendo, era tan linda, heredó mi cabello y reconocer algo mío en ella dejó una agradable y cálida sensación. No sabía que se podía amar tanto a una persona que acabas de conocer.
Pero en ese momento recordé algo en mi pasado que hizo que mi corazón se estrujara, fue tan repentino que no pude contenerlo, fue tan fuerte que sin lugar a dudas Yuuri se había dado cuenta. Abracé a mi hija y una lágrima cayó por mi mejilla, estaba tan feliz, pero a la vez me sentía un miserable. Intenté borrar esos pensamientos y centrarme en mi pequeña, Yuuri debía estar tranquilo y no lidiar con mis remordimientos recién aparecidos. Me centré en mi pequeña, en mi amor por ella, en la felicidad que deseaba darle, en la promesa de protegerla del mundo entero. Amor, ese era el único sentimiento que debía predominar en ese momento.
Poco después pude ir a la habitación que Yuuri ocuparía los siguientes tres días. Me gustaría poder llevarlo a casa inmediatamente, no me agrada como esas estúpidas Betas tratan a mis lindos Omegas, pero sé que no es posible. Cuando entré Yuuri sonrió y extendió sus brazos, me acerqué a él y le entregué a nuestra niña mientras besaba su cabello.
—Es hermosa —dijo mirándola como si estuviera hechizado.
—Sí, nuestra pequeña Sofía es realmente hermosa —sonreí dándole su nombre. La tradición decía que el Alfa daba el nombre a su hijo o hija el día de su nacimiento si aceptaba su cuidado, en caso contrario, no había un nombre hasta que en las guarderías le daban uno cualquiera.
—Sofía —repitió Yuuri mirándome con lágrimas en los ojos—, es un precioso nombre.
—Me alegra que te guste, había pensado en consultarte, pero la verdad es que la vi y pensé que ese era el mejor nombre para ella, sabiduría.
—Es perfecto y elegante —sonrió.
Contemplamos un tiempo más a la pequeña, hasta que Yuuri finalmente me preguntó.
—Víctor, hace un rato te sentí… extraño… Muchas fuertes emociones me embargaron… ¿Qué ocurrió?
—Te hablaré de ello cuando estemos en casa —respondí tranquilo—, por ahora debes estar en calma y recuperarte totalmente. No quiero tener que dejarte más de lo necesario al cuidado de betas desagradables.
—Está bien, pero prometeme que me contarás.
—Lo prometo —sonreí.
V. Secreto
—Hace ya una semana que dejé el hospital —dijo Yuuri mientras mecía el cochecito de Sofía, estábamos en la sala de la casa junto a una ventana que dejaba entrar mucha luz—, y aún no me has contado lo que sucedió el día del nacimiento de nuestra hija. Estaba esperando a que tú me hablaras de eso, he sentido tu perturbación estos días, pero al parecer tengo que preguntarlo directamente para saber. Cuéntame Víctor.
—Sí, debo contarte —dije suspirando—, cuando cumplí los quince años mi padre me llevó a una casa rosa. Dijo que ya era adulto y tenía que experimentar por mi mismo eso para lo que servían los Omegas —hice una mueca de disgusto—. Me llevó a Tokio y pagó por una Omega en celo, como era la primera vez que tenía relaciones sexuales pensó que el celo lo facilitaría. Era una Omega japonesa bastante peculiar, supongo que su progenitor era extranjero ya que tenía unos hermosos ojos verdes y un largo cabello rubio, algo bastante inusual. Pase toda la noche con ella, su celo se fue y sentí que su olor había cambiado. Ella quedó esperando un hijo esa noche, lo supe inmediatamente, pero no me importó. Cuando tuve a Sofía en mis brazos comprendí lo importante que es un hijo y no pude evitar sentir dolor por aquella criatura a la que no me importó dejar a su suerte.
Yuuri me quedó mirando, pero sus pensamientos comenzaron a ir en una dirección que no comprendí del todo, hasta que dijo.
—Tenías quince años, eso fue hace más de catorce años, casi quince. Rubia y de ojos verdes… igual que… Yurio. Yurio, mi pequeño Yurio es tu hijo.
—¿Qué? —estaba petrificado.
—Yuri, el chico del que te hablé cuando llegué. Sus ojos son de un intenso color esmeralda y sus cabellos rubios, muy rubios. Hace poco cumplió catorce años, debes ir por él.
—Yo…
—¡Su celo se acerca! —gritó—. ¿Acaso quieres que cualquiera lo compre y lo dañe? —preguntó más bajito al sentir a Sofía quejándose—. Ve por él, tenemos que protegerlo, Víctor.
—Y si me odia…
—¿No que los Alfas son seguros de sí mismos? —sonrió con ironía—. Si te asusta no le digas aún que eres su padre, pero tráelo, yo le prometí que si el Alfa que me había comprado era buena persona lo convencería de comprarlo también. Dile solo que te convencí si lo prefieres, pero tráelo.
—Yuuri, tú… —me acerqué a Yuuri, lo abracé con fuerza y lo besé—. Eres lo mejor que me ha pasado. —Me sonrió con dulzura y salí de mi casa. Debía ir a buscar a ese Omega, a mi hijo.
VI. Mi hijo
Después de manejar más de dos horas llegue a ese lugar, el lugar donde Yuuri había vivido por tanto tiempo y en el que ahora se encontraba mi hijo. Estacioné el auto y luego de tranquilizarme y tomar esa pose de Alfa que va por mercancía me bajé y caminé sonriendo hasta la institución educativa. Entré al vestíbulo y me dirigí a la recepción.
—Buenas tardes —dije con mi habitual amabilidad y esa sonrisa que sé que es encantadora—, he venido porque quisiera hacer una compra.
—Bu… buenas tardes —respondió aquella Beta de cabello negro sonrojándose por completo—, los Omegas a la venta se encuentran en el edificio contiguo. En treinta minutos más enviaremos más mercancía por si desea esperar a verla.
—Lo que sucede es que yo busco a un Omega en especial —dije mirándola directamente a los ojos— y me gustaría hablar con la señora Keiko, que sé es la encargada de este lugar. Estoy seguro que si le dices que la busca Víctor Nikiforov no tendrá problemas en recibirme, ¿le podrías avisar, por favor?
—Cla… claro.
La muchacha marcó el intercomunicador y después de un breve intercambio de palabras me guió hasta la oficina de Keiko, ella salió a recibirme.
—Señor Nikiforov, que placer conocerlo —dijo sonriendo.
—El placer es mío —le sonreí.
—Entremos a mi ofi…
Sus palabras fueron silenciadas porque un muchacho rubio se dirigía corriendo hacia nosotros seguidos por dos hombres Betas que le dieron alcance a escasos metros de nosotros.
—¡Sueltenme sacos de excremento! —gritó el Omega recién atrapado.
—¿Qué significa esto? —preguntó Keiko enrojeciendo.
—Lo sentimos —dijo uno de los Betas mientras sostenía con firmeza el brazo del Omega—, escapó de la fila de Omegas que vamos a llevar para la exhibición de mercancía.
Un par de palabras más intercambiaron entre ellos, pero no les presté atención. Mi atención estaba en él. Sin duda era el chico del que Yuuri hablaba, sin duda era mi hijo, el vivo retrato de su madre.
—¿Entonces el chico será puesto a la venta? —pregunté interrumpiendo el flujo de palabras entre Betas.
—Así es —contestó Keiko—, su celo se acerca.
—Perfecto, me lo llevo —informé.
—¿Está seguro? —preguntó la mujer—. Es bastante agresivo, una falla de los Omegas —dijo con desprecio.
—Es hermoso —respondí—, y no importa si es problemático, usted sabe que con los Alfas la rebeldía es imposible —la miré, también como una velada amenaza sobre ella. Me llevaría a Yurio sin importar lo que ella pensara al respecto.
—Claro, puede llevárselo.
—El lunes enviaré a mi abogado para que hagan la transacción económica. Sabe que el dinero no es problema así que pida lo crea conveniente. Si el muchacho tiene alguna pertenencia envíela también el lunes, por favor. Ahora tengo prisa por salir de aquí.