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Rojo (Tres colores)


1: Sueños por venganza

—Hiroko, este es el teléfono de Andrey —dijo Toshiya extendiendo un papel arrugado con un número telefónico escrito en él—, sabes que debes llamarlo. 

—Toshiya…

—Es la única esperanza que tenemos para salvar a nuestra hija. 

Hiroko, indecisa, tomó el teléfono móvil. Tenía miedo de volver a escuchar la voz de Andrey, pero lo que Toshiya decía era verdad, que Andrey accediera a ayudarlos era la única esperanza a la que podían aferrarse para salvar la vida de Tomoe, la mayor de sus tres hijos. Aún con las manos temblando marcó el número, cuando empezaron a sonar los tonos de espera puso el altavoz para que su esposo también escuchara la conversación.

—Hola —se escucho una sedosa y varonil voz a través del teléfono.

—Andrey… —dijo Hiroko, fuerte y claro, pero quedando en silencio inmediatamente después.

—Sí, con él, ¿con quien…? Hiroko —El hombre se quedó en silencio luego de decir su nombre.

—Sí, yo…

—No sé cómo conseguiste mi número telefónico, pero no entiendo porque me estás llamando después de tantos años. No tenemos nada de qué hablar.

—¡Escúchame por favor! —suplicó al entender que la intención de Andrey era colgar la llamada.

—Te doy cinco minutos, habla. 

—Es Tomoe, ella está muriendo.

—Eso no tiene nada que ver conmigo.

—Por favor —suplicó intentando contener la rabia que había sentido ante las palabras de Andrey—, ayúdame. Hay un tratamiento que podría salvar su vida pero es muy costoso, además, tendríamos que viajar a Estados Unidos para acceder a él. 

—¿Y?

—Sabes que mi familia no tiene dinero para costearlo. 

—¿Y?

—¡Te sobra el dinero, Andrey!

—Eso no es lo que quiero oír — dijo después de soltar una risa divertida. Hiroko apretó los puños.

 Por favor, Andrey, paga el tratamiento de Tomoe. Te juro que es la última vez que sabrás de nosotras. 

—Uhm… sabes Hiroko, tengo un precioso hijo de 10 años. Él es el único heredero de mi fortuna, creo que tiene derecho a decidir si quiere arriesgarse a que exista otra persona con mi sangre dando vueltas por el mundo, tal vez dispuesta a pelear por una parte de su herencia. 

—Andrey…

—Él decidirá, no cuelgues. 

El silencio en el que se sumió el matrimonio Katsuki era tenso, Hiroko movía sus dedos, los mordía nerviosamente mientras Toshiya acariciaba su espalda intentando reconfortarla, aunque ni siquiera él podía estar tranquilo. 

Cuando Toshiya conoció a Hiroko ella tenía una pequeña niña de dos años, Tomoe, de hermosos cabellos negros y deslumbrantes ojos azules, la amó como si fuera propia, le dio su apellido y la trató con el mismo cariño que trataba a sus hijos de sangre, Mari y Yuuri, para él no había distinción. Los tres eran sus hijos. 

Pasaron los 15 minutos más angustiantes que pudieron vivir hasta ese momento cuando volvió a escucharse la masculina voz a través del teléfono.

—La respuesta es no —dijo sencillamente y después colgó. 

Hiroko rompió en llanto y se aferró a la camisa de su esposo mientras él la rodeaba con un cálido abrazo. Tibias lágrimas también mojaban el rostro siempre sereno de Toshiya. Ninguno era consciente que tras las delgadas paredes de su habitación había un muchacho de cabellos negros y ojos marrones que lo había escuchado todo. 

♠︎

Yuuri despertó sudando, con la mandíbula y sus puños apretados. Otra vez había tenido ese sueño, el sueño en el que recordaba a su madre suplicarle al padre biológico de su hermana que le pagase el tratamiento que le permitiría seguir viviendo. Pero no, su querida hermana falleció en un cuarto de hospital algunos meses después. 

La vida de Yuuri dio un vuelco después de aquellos acontecimientos, él, que desde pequeño se dedicó al ballet y posteriormente al patinaje artístico sobre hielo,  abandonó todo para irse a estudiar una carrera financiera a San Petersburgo, tirando por la borda una fantástica carrera deportiva, Yuuri había ganado todo en su debut como senior, con diecisiete años recién cumplidos ya era el mejor patinador artístico del mundo, pero la enfermedad y posterior muerte de su hermana mayor lo alejó del hielo, al menos como competidor profesional. 

Y con diecisiete años Yuuri escuchó esa horrible llamada telefónica que lo hizo desistir de sus sueños de infancia para volcarse sobre otro sentimiento: venganza. Ahora Yuuri vivía para cobrar venganza. Venganza por la muerte de Tomoe y por el sufrimiento de su madre. Ya habían pasado cinco años desde aquel entonces, ahora Yuuri tenía 22 años y había egresado de la universidad siendo el mejor de su generación. Ese era el primer paso para acercarse a aquellos que habían destruido la felicidad de su hogar. 

Sacudiendo la cabeza de aquellos malos pensamientos se levantó y se dio una corta ducha, ya el lunes se presentaría a su trabajo, ese que sus profesores le ayudaron a obtener, pero ahora era sábado y quería relajarse. Se puso ropa deportiva y fue directamente a la pista de hielo que quedaba en el centro de la ciudad, no iba muy a menudo, pero era el único lugar en el que encontraba paz, el único lugar en el que sus pensamientos desaparecen y él se hacía uno con el hielo, la superficie sobre la que él creaba arte y música . 

Eran las ocho de la mañana cuando llegó a la pista, le gustaba ir a esa hora porque por lo general estaba vacía, sin embargo, ese día ya había alguien allí. Se acercó con curiosidad y observó al adolescente de largo cabello plateado que danzaba sonriendo como si no existiera nada más que él y el hielo.

—Parece un ángel —susurró Yuuri perdido en los movimientos suaves del muchacho de piel nívea.

Lo observó embobado hasta que el adolescente se dio cuenta de su presencia y le dedicó una mirada. Sus ojos azules parecían contener el cielo, así como sus largas hebras la luz de la luna. El chico se sonrojó al sentirse observado, bajo la vista algo nervioso.

—Yo, lo siento —dijo Katsuki—. No quise interrumpirte, es sólo que lo haces muy bien, ¿compites profesionalmente? —preguntó. 

—Sí —respondió el muchacho acercándose a Yuuri—, la próxima temporada es mi debut como senior —agregó. Al llegar junto a Yuuri sus ojos se abrieron sorprendidos—.  ¡Pero si tú eres… ! ¡Tú! ¡Yuuri Katsuki! 

—¿Eh? ¿Me conoces? —preguntó confuso. 

—Por supuesto que sí, yo amaba verte patinar… ¿Por qué lo dejaste? —preguntó mirando fijamente los ojos color vino de su interlocutor—. Vi cuando ganaste el GPF a los diecisiete años, yo cumplí diez años en esa misma fecha y mi regalo fue ir a ver la final a Barcelona, al verte pensé que eras un ángel. 

—Lo mismo que pensé yo —susurró Yuuri sin que el muchacho lo escuchara—. Te agradezco tus palabras —dijo y le dio una sonrisa—, pero creo que tú tienes más talento del que tenía yo. 

—¡Eso no es cierto! Tú haces música con tu cuerpo… siempre quise volver a verte patinar.

—Entonces es tu día de suerte porque vine precisamente a eso.

—¡Genial! —El rostro del muchacho se iluminó y sus brazos se alzaron en señal de celebración—. Por cierto, mi nombre es Víctor —sonrió. 

Cap. 2: Colores prohibidos

Víctor estaba realmente fascinado mirando como Yuuri danzaba sobre la pista de hielo. Sin darse cuenta finas lágrimas comenzaron a anidar en sus preciosos ojos, el patinaje de Katsuki transmitía mucho dolor y también rabia, era como ver la personificación de las diosas griegas Ezis y Lisa en un constante ir y venir. No había música sonando, pero Víctor parecía escucharla al compás de las cuchillas rasgando el hielo y a través del cuerpo esbelto que parecía gritar la melodía. 

Cuando Yuuri dejó de patinar su respiración era agitada, el sudor empapaba su frente y su cabello desordenado se había humedecido, patinó lentamente hasta que se encontró con Víctor junto a las barreras de contención, se apoyó buscando darse un respiro después de haberse dejado llevar de esa manera, su lado emocional había tomado completamente el control de su cuerpo. 

Víctor lo miró y no pudo evitar que sus lágrimas comenzaran a caer de sus ojos después de enredarse en sus finas pestañas, brillando como diamantes para luego acariciar sus mejillas, Yuuri se alarmó y sin saber muy bien por qué tomó el delicado rostro del menor y secó con suavidad sus mejillas.

—¿Estás bien, Víctor? —preguntó.

—Sí, pero, ¿cómo estás? ¿Por qué tu patinaje transmite tanta ira y tristeza?

La pregunta del adolescente lo sorprendió. Sabía perfectamente que se debía a que pronto conocería al hombre que dejó morir a su hermana, la razón por la que dejó el patinaje profesionalmente, pero ese jovencito que recién conocía y que lo miraba con transparencia y admiración no tenía porqué saber nada de eso. 

—Estoy bien —sonrió Yuuri—. Patinaba recordando algo, pero ocurrió hace mucho tiempo, no hay nada de qué preocuparse.

—Está bien —dijo Víctor devolviendo la sonrisa, aunque no creía que fuera algo sin importancia entendía que el japonés no tenía razones para contarle nada—. ¿Me mirarás patinar a mí? Aún no tengo entrenador para la próxima temporada, pero ya escogí la música que quiero para mi programa corto y estaba intentando crear mi propia coreografía. Quisiera mostrártela —pidió Víctor emocionado. 

—¿Qué música escogiste?

—Forbidden Colours de Ryuichi Sakamoto —contestó ruborizado.

—Esa canción…

—Lo sé. Amo la película… el amor prohibido entre el capitán Yonoi y Jack Celliers me parece conmovedor.

—¿Utilizarás la versión instrumental o aquella donde canta David Sylvian?

—La versión instrumental, cantada por David Sylvian es hermosa, pero quiero ser yo quien transmita emociones solo a través de mi danza. 

—Transmitir los colores de un amor prohibido a través de la danza.

—¿Puedes mirarme?

—No podría apartar la vista.

Víctor conectó su pendrive a una pequeña radio que se encontraba a un costado de la pista, rápidamente se puso en medio del hielo y tapó sus oídos con sus manos, como si no quisiera oír, como si quisiera abstraerse de lo que sucedía alrededor. La música comenzó con el piano suave de Sakamoto rompiendo el silencio, haciendo que Víctor comenzara a moverse delicadamente, siempre mirando el cielo, como si su mirada quisiera alcanzar algo lejano. Los violines acompañaron esta danza delicada que transmitía amor y añoranza, un sentimiento dulce y triste. Cuando el protagonismo del piano se impuso, una hermosa pirueta biellmann perfectamente ejecutada hacía saltar el corazón de Yuuri, él amaba el patinaje y ver la manera en que ese muchacho se entregaba al hielo lo hacía estremecer. 

La intromisión de los demás instrumentos de la orquesta acompañó su primer salto, un triple axel con los brazos alzados, luego una pirueta baja. Cerca del final un salchow cuádruple y un toe lop triple, la música se torna intensa al igual que sus movimientos, un spin A, un camel básico y poco a poco la música se apaga. Víctor termina con su mano izquierda sobre su corazón y su brazo derecho extendido hacia Yuuri. 

—Hermoso —dijo Yuuri deslumbrado. 

Víctor se acercó patinando despacio, sólo separados por la barrera de contención sonrió, estaba completamente sonrojado por el esfuerzo y el pudor de haber interpretado esa canción tan significativa frente a su ídolo. 

—Realmente eres hermoso, tu patinaje es hermoso, Víctor —dijo Yuuri mirando los brillantes ojos de Víctor, unos ojos tan limpios que le recordaban una pureza que él había perdido en el mismo momento en que decidió dejar el patinaje artístico sobre hielo. Le dolía verlo, le dolía no poder ser más como él. Pero al mismo tiempo le fascinaba, no quería apartar la mirada de ese joven, quería que patinara por siempre para él. 

—Verte fue lo que hizo que yo deseara patinar. Yo patino por ti, Yuuri. Por favor, ¡vuelve a patinar profesionalmente!

—Lo siento, Víctor. No puedo volver al patinaje profesionalmente.

—Entonces… ¡se mi entrenador!

Yuuri rió ante la propuesta del más joven, Víctor se sintió triste al pensar que se estaba burlando de su petición. El japonés acarició con gentileza el cabello de Víctor.

—Te aseguro que sería un honor entrenar a alguien con tanto talento y amor por el patinaje como tú, Víctor. Pero debo declinar tu oferta, me acabo de graduar de la universidad y el lunes comienzo a trabajar para una importante empresa. La vida que escogí no es compatible con lo que me pides. —El rostro de Víctor se ensombreció, Yuuri no pudo dejarlo así y retomó la palabra—. Pero podemos seguir viéndonos en esta pista, si quieres puedo ayudarte a pulir la coreografía que has hecho y puedo ayudarte a coreografiar tu programa libre. 

—¿Lo dices en serio? —preguntó casi gritando emocionado.

—Claro que sí. 

—¡Estoy feliz! —exclamó abrazando a Yuuri, quien se vio sorprendido por la repentina muestra de afecto por parte del adolescente, sin embargo, no pudo evitar responder a ese cariño. El cuerpo delicado y el aroma suave del menor lo hacía sentirse en paz. 

Por su parte, Víctor se sentía en las nubes. La persona que tanto admiraba desde pequeño ahora estaba a su lado y lo tenía entre sus brazos, se sentía tan cálido estar así, su aroma a sándalo lo hacía desear nunca separarse de él y las caricias que daba a su cabello lo sumergían en fantasías románticas, porque sí, escogió esa canción como un llamado, un llamado al hombre que ahora tenía a su lado. 

3: Por su ángel, Tomoe

El día lunes, Yuuri Katsuki despertó mucho antes de que su alarma sonara. Esa noche durmió muy poco. El domingo en la tarde ya se encontraba bastante alterado y tan sólo el recuerdo del muchacho de cabellos plateados danzando en el hielo lograba tranquilizarlo un poco. Si no fuera por ese encuentro, posiblemente Yuuri habría estado despierto toda la noche, destrozando su habitación. 

Aprovechó de darse un largo baño de tina, intentaba que el agua caliente y el aroma a lavanda lo relajaran un poco. Era completamente necesario mantener su cabeza fría, no podía tirar por la borda todos los años que se mató estudiando algo que odiaba mientras renunciaba a sus más preciados sueños y profundos anhelos. 

No podía fallar, ni por él, ni por su ángel; Tomoe.

Después de salir de la tina y secarse adecuadamente, se vistió. Había averiguado sobre la empresa en la que trabajaría y era bastante relajada en cuanto al vestir de sus empleados, algo que agradecía ya que se siente incómodo usando traje y corbata. Aún así quería causar una buena impresión. Escogió un pantalón de vestir azul oscuro, recto y una camisa de cuello amplio también azul, un tono más claro que el pantalón. La chaqueta era recta, gris y con sólo dos botones. Zapatos de vestir negros y calcetines oscuros terminaban su atuendo. 

Llegó a las oficinas de la empresa con treinta minutos de anticipación. No quiso entrar inmediatamente y se quedó en las afueras, observando esas grandes letras P&N que adornaban el frontis del enorme edificio.

—Plisetsky y Nikiforov —dijo en voz baja mientras apretaba los puños. 

♠︎

—¿Ya te vas, padre? —preguntó Víctor mientras bajaba las escaleras, encontrándose con su padre listo para salir.

—Sí —el hombre mayor le sonrió—. Es increíble que ya estés vestido a esta hora, la pobre de Lina siempre tiene que rogarte para que salgas de la cama —dijo revolviendole el cabello a su hijo—, desde el sábado que te veo con más energía.

—Ya sabes la razón, padre —contestó Víctor—, conocer a mi ídolo del patinaje me ha hecho feliz, y hace que quiera esforzarme incluso en aquello que no me gusta… como la escuela —sonrió.

—Le haré un altar a ese muchacho —rio ampliamente, para luego darle un beso en la frente al adolescente—. Ten un buen día, hijo. 

—Tú también, papá. 

♠︎

Yuuri Katsuki estaba al fin frente al que sería su nuevo jefe directo, el vicepresidente de P&N, un atractivo hombre de hermosos ojos azules y cabello negro pintado con algunas canas plateadas. 

Yuuri se sentía bastante incómodo, aquel hombre no había dejado de mirarlo desde que entró a su oficina. Katsuki se encontraba de pie frente al escritorio de su jefe, se había presentado respetuosamente ante él, pero no obtenía respuesta alguna, sólo esos profundos ojos color mar mirándolo con insistencia. 

—¿Ocurre algo, señor Nikiforov? —preguntó Yuuri intentando romper el ambiente tenso que se empezaba a formar..

—No, lo siento —respondió Nikiforov sonriente—, es solo que me parece haberte visto antes. 

—No lo creo. Esta es la primera vez que nos vemos, señor —respondió clavando sus ojos color vino en las lagunas de su contrario. 

—Posiblemente estoy confundido —dijo Nikiforov con un gesto infantil—. En fin, según vi en los reportes de la universidad y en las cartas de recomendación de tus profesores, serás un excelente elemento para nuestra compañía —dijo ahora poniéndose serio—. Estarás tres meses a prueba como asistente de vicepresidencia. Mi actual secretario personal, Phichit Chulanot, no tendrá problemas en enseñarte lo que necesites, es un muchacho muy capacitado y agradable. Espero que se lleven bien, ya que si todo sale como esperamos, serán compañeros por mucho tiempo. 

—Muchas gracias señor Nikiforov, no lo defraudaré —Yuuri sonrió—, daré lo mejor de mí por el bien de esta compañía. 

♠︎

Yuuri se acomodó en su nuevo escritorio, estaba a la izquierda de la puerta que conectaba con la oficina del señor Nikiforov. A la derecha de la misma puerta estaba el escritorio de su compañero, un joven moreno de bonitos ojos grises. Phichit sonrió y se acercó a Yuuri con las manos en la espalda.

—¡Bienvenido, Yuuri! —exclamó después, mostrándole un pequeño pastel—. Es tu pastel de bienvenida, espero que te guste —sonrió el alegre moreno. 

—Muchas gracias, Phichit —respondió Yuuri con una sonrisa sincera mientras recibía el pequeño pastel.

—Me alegra mucho que estés aquí. Ya me estaba volviendo loco con tanto trabajo, ¡te necesito! —dijo con dramatismo.

—Espero ser una ayuda.

—Claro que lo serás, señor mejor alumno de la promoción —rio 

—¡Oh! Por favor no me digas esas cosas —Yuuri se ruborizó. 

—Te ves como una manzana —dijo Phichit entre risas. 

—¡No te burles de mí!

—Es que me caes bien. 

El resto del día fue bastante tranquilo. Phichit era muy amigable y lo ayudó a ponerse al día con las cosas de la empresa. Por su lado, el señor Nikiforov se comportaba de manera amable. 

Ese día, Yuuri también conoció a Mila Babicheva, la secretaria de presidencia y Georgi Popovich, asistente de presidencia. Ambos trabajaban directamente para el señor Plisetsky, presidente y principal accionista de P&N. Mila era tan extrovertida como Pichit y Georgi más dramático que el moreno. Al menos iba a ser divertido trabajar con ese trío de locos.

 

4: Latidos

La semana más dura de su vida. Así podía definir Yuuri esos cinco días de trabajo en en P&N. No porque el trabajo fuera demasiado, Yuuri estaba acostumbrado a trabajar mucho, no porque fuera muy difícil, Yuuri era inteligente y no le costaba tomar el ritmo, no porque fuera complicado trabajar con otras personas, Phichit era un compañero genial, agradable, divertido y generoso. Mila y Georgi también eran agradables y confiables. Tampoco se debía a un jefe exigente, Yuuri estaba acostumbrado a exigirse más de lo que cualquiera podría exigirle.

Había sólo dos cosas que hacían que esa semana fuera más dura que cualquier otra: La primera de ellas era la mirada que Nikiforov a veces le dedicaba, una mirada intensa que parecía clavarse en sus ojos marrones en busca de algo. La segunda era ver cada día al hombre que pudo haber salvado a su hermana, pero decidió dejarla morir. Ese hombre y su odioso hijo lo pagarían muy caro. Aunque eso significara irse al infierno junto a ellos. 

Pero cuando llegó el día sábado una sonrisa auténtica se dibujó en sus labios. Vería nuevamente a Víctor, ese muchacho dulce que poseía la mirada más transparente y honesta que conocía. Ese muchacho que lo miraba con adoración y que parecía un ángel cuando danzaba sobre el hielo. Víctor, le recordaba a su yo pasado repleto de sueños e inocencia. Era doloroso recordarlo, sin embargo, una parte de él deseaba aferrarse a ese pasado con desesperación. 

Yuuri llegó muy temprano a la pista de hielo, pero él ya estaba allí, danzando nuevamente esa hermosa canción que contaba la historia de amor entre un par de soldados enemigos en plena segunda guerra mundial. 

—Ese tipo de amores están condenado al fracaso —reflexionó—, aunque mirando a Víctor danzar pareciera que la esperanza se niega a morir —y el corazón de Yuuri latía fuerte por primera vez. 

—¡Yuuri! —exclamó Víctor al verlo apoyado en la barrera de contención—, ven a patinar conmigo. Recuerda que tienes que mejorar mi rutina. 

—Ya voy —respondió Yuuri quitando los protectores de sus patines para deslizarse nuevamente por aquella pista, sintiendo un escalofrío recorrerle el cuerpo, como cada vez que patinaba. 

El tiempo pasaba rápidamente mientras se divertían, a las diez hicieron un pequeño descanso, comieron un par de frutas y luego volvieron a la pista hasta las doce. 

—Yuuri —dijo Víctor mientras salían de la pista, mordía sus uñas algo nervioso—, tengo entradas para el cine, a las cuatro de la tarde. Me preguntaba si quisieras ir conmigo. 

Víctor miró los ojos de Yuuri esperanzado. El japonés sintió ternura por el muchacho.

—Podríamos comer algo antes de ir —agregó Víctor para después morder su labio inferior. 

—Como vivo cerca no traje ropa para cambiarme —dijo Yuuri—, debo ir a mi departamento a ducharme. 

Víctor lo miró confuso, ¿eso era un sí o era un no?

—¿Quieres venir a mi departamento? Cocinaré para ti y luego vamos al cine. 

—¡Sí! —exclamó emocionado y con una hermosa sonrisa que hacía que sus labios se curvaran en un bonito corazón. 

♠︎

—Se llama Yakimeshi —dijo Yuuri poniendo el plato arroz mezclado con verduras y carne de res frente a Víctor—, espero que te guste. 

—Luce delicioso —notó Víctor para después proceder a probar—. ¡Está delicioso! —exclamó después—. Eres un excelente cocinero, Yuuri. 

El mayor solo sonrió mientras miraba al adolescente comer haciendo gestos de agrado. Y mientras lo miraba su corazón comenzaba a latir con fuerza, sorprendiéndolo, porque pensaba que esas reacciones de su cuerpo se debían a la hermosa danza que interpretaba en el hielo, pero ahora, con un gesto tan sencillo como el comer con gusto, esas reacciones seguían estando allí. 

Y Yuuri supo que ese muchacho era peligroso para él. 

♠︎

Yuuri se sorprendió al ver que Víctor lo llevó a un pequeño cine llamado “El biógrafo”, un cine que no tenía en cartelera las películas de moda que estaban en las grandes cadenas de cines. Este era un cine modesto que tenía solo un par de películas en exhibición.

—Veremos Azul —dijo Víctor—, ¿conoces la trilogía? 

—Sí, aunque sólo he visto Rojo —sonrió Yuuri—, que sorpresa que un muchacho tan joven conozca a Krzysztof Kieślowski… aunque si conoces a Nagisa Oshima no debería sorprenderme demasiado. 

—Llegué a Azul debido a la música, Zbigniew Preisner es un compositor maravilloso. 

—Es cierto. Es uno de mis preferidos.

—Bueno, entremos a la sala —Víctor sonrió. 

Yuuri y Víctor vieron en silencio la maravillosa película que contaba la vida de Julie, esposa del compositor que compondría la canción para la unificación europea, pero que no pudo terminar dicha labor porque murió junto a su hija en un accidente automovilístico. 

—Es una película preciosa —dijo Yuuri una vez que salieron del cine. 

—Es una oda a la libertad —reflexionó Víctor mirando al cielo—, la libertad de elegir vivir pese al dolor. —Los ojos zarcos de Víctor se fijaron ahora en los ojos color vino de Yuuri—. La vida no es justa ni injusta, es simplemente inocente y por azar, a veces, nos toca sufrir, un sufrimiento que no tiene por qué ser merecido, que simplemente es. Y nuestra libertad es elegir que hacemos a pesar de ello… ¿seguir viviendo en el dolor, o levantarnos y ser felices otra vez?

Nuevamente el corazón de Yuuri comenzó a latir con desesperación. Ciertamente, Víctor era peligroso para él. 

5: Nada será igual

El tiempo avanzaba lento para Yuuri Katsuki. Seis meses habían pasado desde que había entrado a trabajar para P&N y si bien su trabajo era muy bien evaluado, sentía que aún no obtenía la confianza suficiente, de parte de su jefe, para poner en marcha sus planes. 

Pero ese jueves por la tarde, cuando fue llamado a la oficina de Nikiforov, pensó que tal vez su suerte comenzaría a cambiar. 

Cuando Yuuri entró, los ojos de su jefe se clavaron en los suyos. Esa mirada color mar le daba escalofríos al japonés, sentía que su jefe quería atravesarlo con ella. Su cuerpo se ponía rígido cada vez que él lo observaba fijamente sin decir nada, nervioso tomó la palabra.

—Señor Nikiforov, ¿me mandó llamar?

—Sí, quiero que te prepares porque en dos semanas nos vamos a Barcelona. Estaremos diez días allí, tienes que estar muy bien preparado porque los negocios que cerraremos son muy importantes para la expansión de nuestra empresa ¿entendido?

—Sí, señor. 

—Muy bien, puedes volver a tu trabajo.

—Gracias.

Yuuri salió con una sonrisa en sus labios. Ese viaje sería la oportunidad perfecta para ganarse la confianza de Nikiforov, su trabajo sería tan bueno que se volvería indispensable para ese hombre. 

♠︎

El domingo, nuevamente Yuuri estaba patinando en la pista de hielo que quedaba cerca de su casa. Se había vuelto una rutina a pesar de que Víctor no podía asistir cada semana. Él ya había conseguido entrenador, el reconocido Yakov Feltsman, y había tenido que viajar a algunas competencias locales. Sin embargo, cada vez que volvía a San Petersburgo retomaba la rutina de ir a esa pista de hielo a patinar con Yuuri. 

El japonés había pulido bastante su rutina corta, y a la vez le había regalado un maravilloso programa libre. Para Víctor, Yuuri era un artista y lo que más anhelaba era poder sentir que podía compararse con él cuando estaba sobre el hielo. 

La rutina que le regaló Yuuri era una que él había estado preparando para sí mismo antes de decidir dejar el patinaje, una rutina que había danzado muchas veces, pero que nunca había sido vista por el público. La música que había escogido era un tango con toques electrónicos, que se podía utilizar para destacar las maravillosas secuencias de pasos que era capaz de realizar Yuuri. La canción se llamaba “El mareo” y era interpretada por Gustavo Cerati y Bajofondo. Yuuri había buscado mucho para dar con esa canción, pero desde que decidió que sería tango había buscado un sonido actual y especial. Sonido que encontró en esos músicos y esa voz. 

Yuuri confiaba que Víctor podía apropiarse de esa canción e interpretarla adaptándola a sus cualidades. Víctor sentía que su secuencia de pasos no era tan buena como la de Yuuri, pero aún así era capaz de deslizarse en el hielo como si estuviera acariciando a su persona más preciada y a la vez hacer saltos hermosos en los momentos perfectos. La rutina, sin dudas, lo haría brillar. 

—¡Yuuri! —gritó Víctor entrando a la pista y sacándolo de sus pensamientos. 

—Me alegra verte, Víctor.

—Te extrañé —respondió Víctor sonriendo—, pero ahora no tengo más viajes en bastante tiempo.

—Yo sí —dijo Yuuri—, en dos semanas tengo un viaje por motivos laborales.

—Oh, todos se van —dijo bajando la mirada.

—¿Todos?

—Sí, mi padre también tiene un viaje dentro de dos semanas. Pero estoy acostumbrado a que él no esté, trabaja demasiado y viaja mucho. 

—¿A qué se dedica tu padre? 

—Es el vicepresidente de P&N.

—¿Qué has dicho? —preguntó Yuuri sintiendo un vacío en el estómago.

—Mi padre es el vicepresidente de P&N.

—Eres, eres el hijo de Andrey Nikiforov —Yuuri estaba pálido, intentando por todos los medios de no caer en medio de la pista de hielo.

—¿Lo conoces? —cuestionó Víctor, quien percatandose del estado de Yuuri tomó su rostro en sus manos—. ¿Estás bien?

—Sí, estoy bien —contestó Yuuri alejándose del toque de Víctor—, Andrey Nikiforov es mi jefe, sólo eso, me sorprendió que fueras su hijo —contestó haciendo un esfuerzo por verse normal. 

—Entonces, ¿viajas con él? —preguntó Víctor sorprendido. 

—Así es —respondió Yuuri fingiendo una sonrisa.

—Que envidia siento por mi padre —dijo Víctor—, él puede estar más tiempo contigo.

—¿Por qué mejor no patinamos? —sugirió Yuuri queriendo sacarse de la cabeza que estaba con el niño que tanto había odiado en el pasado—. Me gustaría ver nuevamente la rutina libre, te observaré —Yuuri se deslizó rápidamente fuera de la pista, poniendo los protectores a sus patines y sosteniendo la barrera de contención. 

Víctor sintió que algo pasaba con Yuuri, era evidente, pero decidió obedecer su petición y comenzó a deslizarse por el hielo al ritmo de la música que se sabía de memoria.

Yuuri intentaba fijarse en la rutina que Víctor estaba patinando para él, pero era imposible. 

“Uhm…, sabes Hiroko, tengo un precioso hijo de 10 años. Él es el único heredero de mi fortuna, creo que tiene derecho a decidir si quiere arriesgarse a que exista otra persona con mi sangre dando vueltas por el mundo, tal vez dispuesta a pelear por una parte de su herencia.”

Las palabras de Andrey taladraban en su cabeza.

“Él decidirá, no cuelgues.”

Las lágrimas que por tanto tiempo había contenido colmaban sus ojos.

“La respuesta es no”

Y las lágrimas corrieron por sus mejillas.

—Tomoe —susurró con dolor. 

“¿Por qué tu patinaje transmite tanta ira y tristeza?”

Esa había sido una de las primeras cosas que Víctor le había preguntado. 

“Es una oda a la libertad. La libertad de elegir vivir pese al dolor. La vida no es justa ni injusta, es simplemente inocente y por azar, a veces, nos toca sufrir, un sufrimiento que no tiene por qué ser merecido, que simplemente es. Y nuestra libertad es elegir que hacemos a pesar de ello… ¿seguir viviendo en el dolor, o levantarnos y ser felices otra vez?”

Las palabras de Víctor resonaban en su cabeza. Y Yuuri lloraba sin darse cuenta de que lo estaba haciendo. 

—Yuuri, Yuuri. —un preocupado Víctor miraba a Yuuri mientras lo tomaba de los hombros—. Yuuri, ¿qué te ocurre? ¿Por qué lloras?

Yuuri levantó la vista y clavó sus ojos castaños en los ojos color cielo de Víctor, sus preciosos ojos llenos de inocencia lo miraban con preocupación. Ese muchacho no podía tener culpa en lo que hizo su padre, se repetía Yuuri, quizás queriendo convencerse a sí mismo mientras sus emociones estaban hechas un desastre. 

—Yuuri, respondeme, ¿qué ocurre? 

—Nada, perdón por preocuparte, pero debo irme. 

—Pero Yuuri…

—Lo siento Víctor. Necesito estar solo. 

Y Víctor vio como Yuuri se alejaba, y un peso se instalaba en el corazón. Por alguna razón, el muchacho de hebras plateadas sabía que ya nada volvería a ser igual entre los dos. 

♠︎

Yuuri no volvió a ir a la pista de hielo. Y el día de su viaje llegó.

Barcelona era una ciudad realmente hermosa. Era la segunda vez que el japonés estaba ahí, pero en ninguna ocasión logró conocerla mucho. Primero por estar centrado en la competencia de patinaje, ahora por preocuparse de resaltar en en las reuniones y permanecer calmado pese a estar todo el día en compañía de Andrey Nikiforov. 

Al finalizar el octavo día ambos estaban en la habitación de Andrey. Nikiforov se encontraba sentado en un sofá mientras Yuuri de pie guardaba los informes de sus últimas reuniones. 

—Pasado mañana sale el vuelo de regreso a San Petersburgo —dijo Yuuri—, disfruté el día de mañana —sonrió, las negociaciones habían terminado y tenían un día para hacer lo que quisieran antes de volver a Rusia—. Con su permiso, me iré a dormir —se despidió. 

—Espera Yuuri, no seas aburrido —dijo Andrey—, el trabajo ya terminó y todo salió estupendamente bien, tu trabajo fue realmente excelente. ¡Tenemos que celebrar!

—Se lo agradezco, pero estoy cansado, no me apetece salir ahora —respondió cortés. 

—No hay necesidad de salir —dijo Andrey poniéndose de pie. Fue hasta el minibar y sacó una botella de champán—, podemos brindar con esto. No es lo mejor, pero estará bien. 

—Pero…

—Vamos, toma asiento.

—Está bien.

Yuuri sabía que no era una buena idea, su resistencia con el alcohol era mínima, además le desagradaba estar a solas con Andrey Nikiforov, pero no supo cómo negarse a la petición de su jefe sin sonar descortés. Se sentó en el sofá y esperó a que Andrey se acercara con las copas con la bebida.

Bebieron la primera copa y Andrey sirvió inmediatamente la segunda y luego la tercera. Yuuri se sentía ya bastante mareado cuando de pronto Andrey tomó su rostro y se acercó a él.

—Yuuri —le dijo—, ¿te han dicho que tienes unos ojos preciosos?

—Creo que debo irme —Yuuri se puso de pie y caminó directo a la puerta, pero Andrey lo alcanzó antes de que pudiera irse y lo besó.

Yuuri al principio no mostró reacción alguna, había quedado inmóvil en medio del shock que eso le producía. Después de unos segundos empujó a Andrey y quiso huir del cuarto de hotel, pero Andrey volvió a frenar sus acciones y bruscamente lo llevó hasta la cama, lo arrojó sobre ella y se colocó sobre él.

—¿Qué demonios está haciendo? —preguntó Yuuri perplejo y asustado. 

—No me dejarás Hiroko —dijo Andrey acercando su rostro al de Yuuri, quien puso sentir su aliento alcohólico sobre su piel.

—Me está confundiendo con otra persona —dijo Yuuri empujándolo nuevamente.

—Son tus ojos, Hiroko —respondió Andrey inmovilizandolo con su cuerpo y volviendo a besar por la fuerza esos labios que intentaban cerrarse para él. 

6: ¿Qué hacer?

Yuuri estaba sentado en la tina del baño. Abrazaba sus piernas mientras el agua tibia lo bañaba. ¿Qué debía hacer? Su objetivo siempre fue encontrar las pruebas suficientes de los negocios ilegales que estaba seguro había realizado Andrey Nikiforov, deseaba hundirlo en la miseria y en la cárcel. 

P&N había comenzado siendo una empresa familiar iniciada por Nikolai Plisetsky y Alexander Nikiforov. Con el fallecimiento de Alexander y tras el retiro de Nikolai, sus hijos, Andrey Nikiforov e Iván Plisetsky, quedaron a cargo de la empresa. Pero ellos, a diferencia de sus padres, utilizaron medios ilegales para hacer crecer la mediana empresa y convertirla en una de las más grandes de Rusia. Estafa, extorsión, lavado de dinero, entre otros, Iván y Andrey se sumergieron en el fango para convertir a P&N en lo que es ahora, y aunque han querido, les es imposible limpiarse completamente. 

Pero ahora, ¿qué debía hacer? ¿Fingir que nada pasó y seguir con sus planes? Nikiforov era un hombre poderoso, si lo denunciaba por lo ocurrido la noche anterior probablemente no sería castigado, después de todo, él se había embriagado en su habitación. Estaba seguro que el único enjuiciamiento sería hacia su persona, por muy injusto que esto fuera. 

Yuuri suspiró, al día siguiente debía tomar el vuelo a Rusia junto a Andrey Nikiforov. ¿Sería capaz de resistirlo? ¿Podría volver a mirarlo a la cara después de lo que le hizo? ¿Tendría la frialdad suficiente como para seguir adelante con sus planes y hundirlo en el fango junto con su empresa y su socio?

—Tengo que hacerlo —dijo Yuuri apretando sus puños—, ahora más que nunca tengo que hacerlo. No permitiré que esto me derrumbe, debo tomarlo como parte del camino necesario hacia mi venganza. 

En ese momento la imagen de Víctor apareció en sus recuerdos, la mirada transparente que el muchacho le brindaba, sus palabras, su manera de patinar. 

—¿Qué haré contigo, Víctor? —se preguntó—, ¿por qué tenías que ser el hijo de ese monstruo?

Las lágrimas de Yuuri comenzaron a correr sin que pudiera hacer nada para detenerlas, se sentía impotente, sucio, enojado. Pero estaba decidido, sólo se concedería un día para ser débil y llorar. Al día siguiente su plan de venganza debía continuar. 

♠︎

Yuuri apenas había podido pegar los ojos durante la noche. Cada vez que comenzaba a dormirse las escenas de lo vivido recientemente aparecían en su cabeza, Andrey besándolo, abrazándolo bajo su cuerpo, tocándolo… Yuuri sacudía la cabeza y se negaba siquiera a pensar en aquella palabra que describía lo que había vivido. 

La mañana llegó antes de que pudiera descansar, terminó de arreglar su maleta y salió sin desayunar. Llevaba más de veinticuatro horas sin comer, y seguía sin tener hambre. Salió del cuarto de hotel más temprano de lo necesario y se sentó en el lobby del hotel a esperar que los minutos pasaran, pálido, ojeroso, pero sin una pizca de dolor en sus facciones. Eso era algo que no permitiría que nadie viera. 

Andrey Nikiforov no tardó en bajar. Cuando los ojos de ese oscuro y profundo azul se encontraron los con los ojos castaños, Yuuri le sostuvo la mirada y habló de manera indiferente:

—Nuestro transporte estará aquí en veinte minutos. 

—Yuuri, sobre lo que sucedió en mi habitación… Tus ojos siempre me han recordado a alguien de mi pasado. Estaba ebrio y fue como retroceder en el tiempo, yo por un momento pensé que estaba con ella… 

—¿Ella? No sabía que mi cuerpo pudiera ser confundido con el de una mujer. 

—Sabes que te conviene olvidar lo que pasó ¿no es verdad? 

— Por supuesto, no soy idiota. No permitiré que un incidente de borrachos arruine mi carrera dentro de P&N.

—Me alegra que lo comprendas, Yuuri. 

—Estaré afuera —Yuuri tomó su maleta y salió a la calle. Sentía rabia y un odio aún mayor del que hasta ese instante había experimentado. Destruiría a Andrey Nikiforov aunque tuviese que vender su alma al mismo diablo para lograrlo. 

♠︎

Las siguientes tres semanas, Andrey y Yuuri sólo habían intercambiado palabras referidas a su trabajo y los negocios que debían cerrar. Ninguno de los dos había hecho mención a lo sucedido aquella noche en el hotel de Barcelona, sin embargo, cada vez que Yuuri sentía la mirada oscura y penetrante de Andrey sobre su cuerpo una sensación de náusea y mareo lo invadía. 

Cada viernes, salir de esa oficina era poder volver a respirar tranquilo, aunque fuera por poco tiempo. 

El tercer domingo después de su llegada de Barcelona, Yuuri se preguntaba nuevamente si debía ir a la pista de patinaje, desde que había descubierto que Víctor era el hijo de Andrey no había vuelto a patinar, y lo extrañaba, estar sobre el hielo siempre lo calmaba. Pero no quería ver a Víctor, tal vez debería buscar otra pista de patinaje. 

Antes de decidir nada, y siendo ya las 10:30 de la mañana, el timbre de su departamento sonó. Creyó que era su vecina, ella solía compartir con él comida o pasteles cuando hacía de más. Era una anciana muy amable, a Yuuri le parecía que todas las personas jóvenes de ese edificio la veían, querían y respetaban como a una abuela. 

Yuuri abrió la puerta con una sonrisa dibujada en su rostro, pero esta desapareció al ver a su visitante.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Perdóname, por favor perdóname por lo que sea que haya hecho o dicho para molestarte. Si me dices que es yo prometo cambiarlo —dijo el adolescente de hebras platinadas mirándolo con los ojos suplicantes, apunto de desbordarse por las lágrimas que contenía. 

Yuuri lo miró por un Iargo momento. No podía simplemente decirle “renuncia a ser el hijo de Andrey Nikiforov”, no podía decirle que llevaba años odiandolo por ser el niño que le quitó la oportunidad a Tomoe de recibir un mejor tratamiento médico. 

—Uhm… sabes Hiroko, tengo un precioso hijo de 10 años. Él es el único heredero de mi fortuna, creo que tiene derecho a decidir si quiere arriesgarse a que exista otra persona con mi sangre dando vueltas por el mundo, tal vez dispuesta a pelear por una parte de su herencia. 

—Andrey…

—Él decidirá, no cuelgues. 

Aquella conversación no dejaba de repetirse en su mente, pero… ¿realmente un niño de 10 años decidió sobre la vida y muerte de Tomoe? ¿Víctor había sido capaz de negarse a que una hermana recibiera tratamiento médico? Los ojos de Víctor eran de un azul tan diferente al de su padre, un azul claro en el que bailaban diferentes tonalidades, un azul transparente, puro. 

—Yuuri, por favor… —suplicó Víctor al notar que el japonés se había perdido en sus propios pensamientos. 

—Nada —dijo Yuuri clavando sus ojos castaños en los de Víctor—, no has hecho nada malo. No es tu culpa, Víctor. 

—¿Por qué ya no quieres patinar conmigo? ¿Por qué no contestas a mis mensajes y llamadas? Si soy muy fastidioso dímelo, molestaré menos, pero no dejes de hablar conmigo. Yo… tú… tú me gustas mucho, Yuuri. 

—Y tú a mí, Víctor —pronunció Yuuri tomando la mano del ruso, jalándola y haciendo que el muchacho entrara finalmente a su departamento, cerró la puerta y luego atrapó al adolescente entre su cuerpo y la pared.

—Yuuri…

—Víctor… 

Yuuri besó los labios suaves de Víctor, sabían a melocotón. Víctor cerró los ojos mientras tímidamente abrazaba al japonés y le daba acceso total a su boca, dejando que la lengua de Yuuri lo explorara y disfrutando del sabor de su primer beso.

7: Una Iuz

Yuuri estaba sentado en el sofá de la sala, acariciaba con cuidado el cabello plateado de Víctor, que se encontraba recostado y apoyaba su cabeza en el regazo del japonés. 

—Tienes hambre —preguntó—, creo que ya es hora de que comience a cocinar.

—No, por favor déjame estar así un poco más —pidió Víctor acurrucándose aún más cerca de Yuuri.

—Llevamos más de una hora en esta posición —rio.

—Por favor, Yuuri.

—Está bien —Yuuri acarició las mejillas suaves del adolescente—, eres un muy consentido. 

—No es cierto —se quejó—. Nunca he sido consentido, pero si quiero que tú me consientas. 

—¿Así que no eres un chico consentido? Eso es difícil de creer siendo hijo de Andrey Nikiforov, supongo que siempre has podido tener lo que quieres. —La expresión tranquila desapareció del rostro de Yuuri, pero Víctor no se percató, por la posición y porque tenía los ojos cerrados mientras el japonés seguía acariciando su cabello. 

—Bueno, puede que materialmente si haya tenido cualquier cosa que quisiera, incluso puedo dedicarme a lo que amo, que es el patinaje, pero mi madre nunca fue cariñosa conmigo y mi padre siempre ha estado más pendiente de su trabajo. 

—¿Te has sentido solo?

—Sí.

—Tal vez… te hubiese gustado tener un hermano, o hermana, para no estar tan solo.

—No. 

—¿No? ¿Acaso no quieres compartir tu herencia? —El tono de Yuuri pretendió ser un tono de broma, pero salió más serio de lo que hubiese deseado. 

—¿Cómo puedes decir eso, Yuuri? —dijo Víctor girándose, su cabeza ahora miraba hacia arriba, sus ojos buscaron los de Yuuri. 

—Sólo fue una broma.

—Si tuviera un hermano también se habría sentido solo. Le habría faltado mamá, ella siempre estaba preocupada de sus reuniones sociales, le habría faltado papá, él siempre preocupado de sus negocios, le habría faltado yo, siempre pendiente de mis entrenamientos y las competencias. 

—Entiendo.

Yuuri acarició las mejillas de Víctor por largos y silenciosos momentos, el ruso había cerrado los ojos nuevamente ante el tacto amoroso, negándose a romper ese íntimo momento. 

—Víctor —habló Yuuri con suavidad—, necesito pedirte un favor. 

—Lo que sea, lo haré. 

—No pensaba hablarte de esto, pero… sospecho que Iván Plisetsky ha estado haciendo negocios sucios a espaldas de tu padre. 

—¿Qué? —Víctor abrió los ojos preocupado. 

—Escucha, yo ya tantee terreno con tu padre, pero él confía demasiado en su socio. Por eso tengo que tener pruebas muy sólidas antes de hablar con el señor Nikiforov nuevamente. Lamentablemente llevo poco tiempo en la empresa y hay documentación a la que aún no tengo acceso… si pudiera acceder a ella podría comprobar si mis sospechas son ciertas. 

—¿Quieres que hable con papá para que te de acceso a esa información? —Cuestionó Víctor. 

—Claro que no —contesto Yuuri—, de hecho no creo que sea prudente que tu padre sepa lo nuestro.

—¿Por qué? —preguntó Víctor sentándose de golpe y mirando a Yuuri con algo de angustia. 

Yuuri sonrió y se acercó a Víctor, le dio un suave beso en los labios y mirándolo a los ojos le dijo.

—Porque es mi jefe y me asusta que piense que te busqué por interés. 

—¡Pero si yo fui el que se acercó a ti! Yo soy el que siempre te ha admirado y amado. —El rostro de Víctor enrojeció y bajó la vista. 

Yuuri acunó el rostro del menor, levantándolo con cuidado. Después de mirarlo lo besó nuevamente, fue un beso más largo y profundo que el anterior. Poco a poco Yuuri fue empujando el cuerpo de Víctor hasta que el ruso quedó tendido en el sofá con Yuuri sobre él. 

Cuando el beso se rompió Víctor comenzó a sentir como su corazón latía con desesperación. Estaba seguro de que Yuuri podía oír el sonido desenfrenado que emitía. 

—Aunque le dijeras eso —dijo Yuuri en medio de cortos besos sobre sus labios y su rostro—, él se preocuparía, eres su hijo todavía menor de edad y yo un simple empleado que aún debe ganarse su confianza. —Los cortos besos y caricias seguían—. Si consigo desenmascarar a Plisetsky sería un gran paso para obtener esa confianza, pero necesito tu ayuda para hacerlo.

—¿Qué debo hacer? —preguntó Víctor completamente entregado a los besos y caricias que recibía del mayor. 

—Necesito tener acceso al computador de tu padre. 

—¿Quieres que se lo robe?

—No, sólo necesito que instales un programa en tu laptop, ¿lo harás por mí? — ?Los ojos castaños lo miraron demandante. 

—Lo haré —respondió Víctor. Yuuri sonrió y le dio otro profundo y dulce beso.

—Eres un buen chico, Víctor —dijo Yuuri mirándolo a los ojos cuando el beso se rompió—, prometo compensarte por lo que harás por mí. 

Nuevos besos y más caricias hacían que el cuerpo de Víctor se calentara, pero que a la vez comenzara a sentir algo de temor. 

—Yuuri, Yuuri —llamó entre susurros. 

—¿Si, cariño? —respondió el mayor.

—Yo no estoy listo para… tú sabes… 

—Entiendo, ¿preparo el almuerzo entonces? —preguntó sonriendo. Víctor asintió y en su rostro se dibujó una adorable sonrisa.

Yuuri se levantó del sofá y ayudó a Víctor a incorporarse también. Fueron a la cocina y Yuuri comenzó a buscar los ingredientes.

—Otro día te invitaré a comer katsudon —dijo el japonés.

—¿Katsudon? 

—Es mi platillo favorito, pero requiere de más tiempo para cocinarse, ahora ya tengo un poco de hambre así que haré algo rápido. La verdad es que el katsudon es una comida bastante fuerte, no la como mucho porque tiendo a subir de peso bastante rápido, era una especie de premio para cuando lograba alguna cosa, una medalla por ejemplo. 

—¿Puede ser un premio para mí cuando gane mi primera medalla en el Grand Prix? —preguntó entusiasmado el adolescente.

—Será tu premio cada vez que ganes una medalla —contestó Yuuri mirándolo a los ojos—, y cuando hagas cosas buenas por mí, como el favor que te he pedido ¿de acuerdo? 

—De acuerdo. 

♠︎

El día lunes llegó y con ello el ánimo de Yuuri decreció. Odiaba volver a pisar las oficinas de P&N, odiaba volver a ver a Andrey Nikiforov. Odiaba su voz, su presencia y más que nada su mirada. Desde la primera vez que lo vio odiaba como lo miraba y ese odio se acentuó desde lo ocurrido en Barcelona, le daba asco, le causaba repulsión. 

Era una mirada tan distinta a la mirada de Víctor. Eran padre e hijo, incluso compartían el color de ojos, pero lo que encontraba en cada uno de ellos era opuesto. En la mirada de Andrey encontraba un deseo lujurioso, obsesivo. En la mirada de Víctor encontraba adoración, amor puro e inocencia. 

Yuuri ya no podía odiar a Víctor, pero aún así estaba dispuesto a utilizar los sentimientos del adolescente. Yuuri no deseaba lastimarlo, pero sabía que la decisión de ir contra su padre lo lastimaría de alguna manera, eso era inevitable. Por esa razón no tenía caso alejarse de él, era mejor tenerlo cerca.

—Señor Nikiforov he traído la documentación que me solicitó —dijo Yuuri dejando una carpeta sobre el escritorio de Andrey, él lo miró y puso una sonrisa maliciosa en su rostro—. ¿Necesita algo más? —preguntó Yuuri aguantando las ganas de salir corriendo. 

—Repetir lo de Barcelona —pronunció cínicamente el de fríos ojos azules. 

—Si no hay nada de trabajo en lo que lo pueda ayudar me retiro —Yuuri giró y salió rápidamente de la oficina. Cerró las puertas y se sentó en su puesto conteniendo las ganas de llorar. 

—¿Sucedió algo? —preguntó Phichit—, estás pálido. 

—No, yo… debo ir al baño. —Yuuri se puso de pie y corrió al sanitario, se encerró en uno de los cubículos a punto de tener una crisis de ansiedad como las que tenía cuando era niño al enfrentarse a alguna situación estresante. Sólo el hielo le había dado la seguridad necesaria para superarlas, pero ahí estaba de nuevo, a punto de derrumbarse. 

Mientras hacía ejercicios de respiración sonó su móvil, el cual estaba en el bolsillo de su pantalón, era un mensaje de voz de Víctor. 

“¡Logre hacer un flip cuádruple! —decía emocionado—, me grabaron ¿quieres verlo?”

Víctor siempre había dicho que consideraba que ese salto era el más hermoso y que deseaba que se convirtiera en su marca distintiva.

“Quiero verlo”

Respondió Yuuri con un texto, sentía que su voz temblaría si intentaba hablar. 

En contestación recibió un corto video de Víctor, lo veía patinar delicadamente, como un ángel de cabellos plateados que se deslizaba con elegancia y luego el salto ejecutado con perfección y belleza. Lo vio y lo repitió una y otra vez, sin darse cuenta su ansiedad disminuía y una sonrisa sincera aparecía en su rostro. 

“Fue hermoso, eres hermoso” 

Escribió después, recibiendo como respuesta un emoticón sonrojado. 

El resto de la semana fue más o menos igual. Las miradas de Andrey, los comentarios, los roces y los acercamientos que tenía con él japonés hacían que Yuuri sintiera su ansiedad crecer, sin embargo, cada vez que eso sucedía aparecía Víctor como un pequeño milagro que era capaz de devolver la tranquilidad a Yuuri con los videos que enviaba de sus entrenamientos, los mensajes de voz o los textos cariñosos que le escribía. 

Yuuri comprendió que Víctor era una luz en medio de sus días oscuros. 

El viernes fue un día más tranquilo. Nikiforov y Plisetsky debían asistir a una reunión fuera del edificio, sólo Mila fue con ellos por lo que Yuuri se sintió al fin a salvo nuevamente en esas oficinas. El día pasó rápido entre las bromas de Phichit y el trabajo. A las seis de la tarde volvió a casa y se llevó una sorpresa al ver a Víctor sentado junto a su puerta profundamente dormido. 

8: Lienzo herido

—Víctor —dijo Yuuri inclinándose y acariciando el rostro del menor—, cariño despierta, Víctor. 

Víctor abrió los ojos y sonrió al ver a Yuuri, luego pestañeó y se dio cuenta del lugar en el que estaba. 

—Lo siento, me dormí —dijo algo sonrojado. 

—Entremos.

Yuuri se levantó y ayudó a Víctor a ponerse de pie. Entraron a la casa y Yuuri fue a la cocina a dejar unas compras que había hecho en el supermercado.

—No dijiste que vendrías, ¿esperaste mucho tiempo? —preguntó Yuuri mientras ordenaba las cosas que había comprado.

—Es que quería decirte que al fin logré instalar lo que me pediste en el computador de mi padre. 

—¿No sospechó nada? —preguntó Yuuri acercándose a Víctor.

—No, le dije que mi computador no funcionaba y que necesitaba buscar información para una tarea de la escuela. La verdad es que esa tarea es real así que si ve en el historial del navegador verá mi búsqueda. 

—¿Lo hiciste todo como te lo pedí?

—Sí. 

—Te lo agradezco mucho, Víctor —dijo Yuuri acariciando el rostro del adolescente, haciéndolo sonreír—. Te mereces un premio. 

—¿Katsudon?

—Sí, ¿puedes quedarte a cenar o se te hará tarde?

—Puedo quedarme, le dije a papá que esta noche me quedaría en casa de un amigo… aunque si no quieres que me quede puedo volver a casa —dijo Víctor algo nervioso y sonrojado.

—Puedes quedarte —respondió Yuuri sonriendo—, ahora ayúdame a preparar la cena, el katsudon quedará delicioso. 

♠︎

—¡Es realmente maravilloso! —exclamó Vícto —, comida de dioses. 

—Me alegra que te guste. 

—¡Ganaré muchas medallas de oro para que me cocines más! 

Yuuri sonrió al verlo comer tan a gusto y feliz. Después vieron una película, pero Víctor se durmió en medio de ella. Los días de Víctor eran agotadores entre el colegio y el entrenamiento, pese a que tenía muchas facilidades en la escuela por ser un deportista destacado. 

Víctor no se dio cuenta cuando Yuuri lo tomó en brazos y lo acostó en su cama, quitándole los zapatos y su pantalón. Fue arropado con cuidado, pero pronto se destapó, Yuuri rio al ver cómo el adolescente se acomodaba apropiándose de la cama. Luego fue a la cocina y se preparó una taza de café para continuar viendo la película, era “In the Mood for Love” de Wong Kar-wai, uno de sus directores de cine favoritos. 

A la mañana siguiente, Víctor fue el primero en despertar, se sonrojó al encontrarse con el rostro sereno de Yuuri durmiendo a su lado. Lo encontraba tan guapo. Todo en Yuuri le gustaba, podría mirarlo toda la mañana, la tarde y la noche. Pero recordó que tenía entrenamiento. 

Se movió en la cama para levantarse y Yuuri despertó.

—¿Debes irte? —preguntó refregando sus ojos.

—Sí, ¿puedo usar tu ducha?

—Claro, prepararé el desayuno. 

—Gracias.

—En el mueble hay toallas, toma lo que necesites. 

Después de que Víctor entró al baño Yuuri fue a la cocina, hizo huevos revueltos y calentó unas rebanadas de pan. Preparó zumo de naranja y cortó fruta, la cual mezcló con cereal. Para él hizo un café con leche y para Víctor chocolate caliente. 

Cuando el ruso llegó al comedor ya todo estaba servido. 

—Realmente me consientes —dijo Víctor. 

—Te lo mereces —respondió Yuuri. 

Víctor sonrió y abrazó al japonés. El de ojos marrones respondió al abrazo y luego besó los labios del menor. 

—¿Nos veremos el domingo? —preguntó Víctor cuando sus labios se separaron.

—Iré a la pista, también necesito patinar —respondió Yuuri—. Ahora come, el desayuno me quedó muy bien. 

Se sentaron a la mesa y compartieron el desayuno mientras conversaban sobre las rutinas de Víctor. 

♠︎

El domingo Yuuri fue el primero en llegar a la pista. Comenzó a deslizarse por el hielo con suavidad, pero los recuerdos de los últimos hechos comenzaron a hacer de su patinaje algo agresivo. La pista era un lienzo que era rasgado en lugar de ser acariciado con el pincel: heridas en lugar de pintura, oscuridad en lugar de colores. 

Víctor había llegado. Se quedó en silencio viendo como Yuuri patinaba, era una danza frenética que en lugar de mostrar armonía transmitía desesperación. El corazón del adolescente se estrujó ante tal espectáculo, el patinaje de Yuuri siempre transmitía tristeza, pero la angustia que veía reflejada en esos movimientos violentos, en esos saltos coléricos y aterrizajes feroces lo sobrecogía y lo horrorizaba. Víctor no deseaba que Yuuri sufriera tanto, Víctor deseaba que su amor pudiera curar cualquier dolor que el japonés cargara en el corazón. 

De pronto Yuuri cayó de rodillas sobre el hielo, temblaba, lloraba, volvía a sentirse sucio, enfermo, mareado. Sentía náuseas y asco de sí mismo. 

En cuánto Víctor lo vio caer le quitó los protectores a sus patines y se apresuró en llegar a su lado, se arrodilló junto a él y suavemente tomó las manos con las que el japonés cubría su rostro. Yuuri reaccionó con temor al estar perdido en los recuerdos de aquella noche en Barcelona, empujó a Víctor, que sorprendido comenzó a hablarle. 

—Yuuri, soy yo… Víctor. Déjame acercarme a ti. Tengo que sacarte del hielo para ver si te hiciste daño. 

—Víctor —pronunció Yuuri despacio. Bajó las manos y levantó su mirada hasta encontrarse con los ojos zarcos llenos de preocupación.

Víctor se acercó a Yuuri, se sintió angustiado al verlo de esa manera, con el rostro bañado en lágrimas y esa mirada que lo hacía lucir tan frágil. 

—¿Qué ocurre Yuuri? —preguntó Víctor—, por favor dímelo. Cualquier cosa, lo que sea, yo haré todo lo que esté en mis manos para quitarte ese dolor, yo me quedaré a tu lado sin importar qué. 

—Abrázame —Víctor y Yuuri se fundieron en un abrazo cálido en medio del frío hielo—, dame unos días —dijo Yuuri—, prometo que serás el primero en saberlo todo. 

9: Verdad hecha cenizas

Una semana más. 

Yuuri se levantó sin deseos de ir a P&N, pero se repetía que si todo salía bien esa sería su última semana en ese infierno. 

El programa que Víctor instaló en el computador de Andrey Nikiforov hizo su trabajo. Yuuri logró extraer información interesante y las claves para conectarse a los servidores privados de la empresa. Aunque para poder ingresar necesitaba utilizar el computador que se encontraba en la oficina de Andrey o el de Iván Plisetsky.  

El jueves era el día ideal para ingresar en la oficina de Nikiforov. Él y Phichit asistirían a una reunión ese día por la tarde y Yuuri se quedaría solo en vicepresidencia. 

El japonés esperaba el jueves con ansias, especialmente después del día martes. Esa tarde Andrey lo mandó a llamar a su oficina, cerró la puerta con seguro y se paseó alrededor suyo mirándolo con descaro.

—Realmente quiero repetir lo de Barcelona —le dijo acercándose más de lo permitido.

—Si no tiene ningún trabajo que darme me retiraré. 

—¿Y si no te lo permito?

—Gritaré, Phichit se dará cuenta ¿quiere un escándalo? 

—El viernes reservé una cena y habitación en el W St. Perersburg. Si sabes lo que te conviene te presentarás con una sonrisa y te portarás como una buena puta. Puedes retirarte. 

Yuuri salió hecho una furia. Sin siquiera mirar a Phichit salió del edificio hasta calmarse. 

Cuando el jueves llegó se encontraba más tranquilo. Si todo resultaba bien al fin podría hundir a ese monstruo.Tenía que entrar a la oficina de Nikiforov y utilizar las contraseñas que robó de su laptop para encontrar los archivos que le darían la libertad. Pero no podía arriesgarse a hacerlo en horario de oficina, Mila, Georgi o cualquier otra persona podía ir a preguntar cualquier cosa.

A las 5:45 de la tarde guardó sus cosas y envió un mensaje a Mila diciendo que se iba quince minutos antes debido a una cita médica. Quería evitar que al salir fueran a buscarlo, a veces ella o Georgi solían invitarlo a él y a Phichit a cenar o a pasar por un café y chismear un rato antes de regresar a casa. 

Yuuri se encerró en la oficina de Nikiforov y en completo silencio comenzó a ingresar las claves que le dieron acceso a todo lo que necesitaba para hundir a su más grande enemigo. 

Yuuri pasó toda la noche copiando e imprimiendo información. A las 5 de la mañana ya tenía todo lo necesario, pero no podía salir porque los guardias de la puerta lo notarían de inmediato. A las siete de la mañana comenzaba a llegar el personal. Phichit llegaba a las 8 y Nikiforov a las 9. En la oficina de su jefe había un baño privado con ducha, tomó un baño a las 6:30 y se puso una camisa diferente a la del día anterior. 

Cuando Phichit llegó a las 8 Yuuri le dijo que se sentía mal. Que había vomitado el desayuno y los medicamentos no hacían nada para controlar el dolor.

—Pasé una noche horrible —dijo mirándolo con sus ojos hinchados y ojerosos. 

—Creo que deberías irte, le diré al señor Nikiforov que estabas realmente enfermo. Ni siquiera debiste venir, tenías que quedarte en casa e ir al médico. 

—Odio faltar al trabajo, pero tienes razón, iré al centro médico. 

Yuuri tomó sus cosas y luego miró a Phichit.

—Realmente, gracias por todo —le sonrió y se marchó. 

♠︎

Una vez fuera del edificio Yuuri llamó a Víctor.

Yuuri —dijo alegre el ruso al contestar.

—Víctor, ¿ya estás en la escuela?

No aún.

—Por favor ve a mi departamento y espérame allí. Yo ahora voy al correo y luego vuelvo a casa.

¿Falarás al trabajo? ¿Quieres que falte a clases? —preguntó en tono divertido—. Wow ¡me encanta! Te espero en tu departamento. 

—Víctor…

¿Sí?

—Nada, en casa te digo. 

Okay.

Yuuri cortó la llamada y se dirigió al correo central de Sant Petersburgo. Una copia de cada documento impreso y una memoria fue enviada con la dirección de Yuuko Nishigori. Otra copia de todo y su respectiva memoria fue enviada a Italia con dirección de Sara Crispino. Y una tercera copia fue enviada a Suiza, a Christophe Giacometti. Yuuko era su amiga de infancia, Sara y Chris buenos amigos que hizo en su época como patinador. En caso de que Andrey lograra quitarle la información que había obtenido, esas copias estarían a salvo. 

Después caminó lentamente hacia su departamento. Víctor ahora tenía una copia de la llave por lo que no tenía un motivo por el cual apresurarse, necesitaba respirar y pensar bien lo que iba a decirle al muchacho. 

Víctor miraba la televisión cuando Yuuri entró al departamento, el adolescente se levantó del sofá y corrió a recibirlo, abrazándolo y besándolo. 

—Estoy feliz de que quisieras verme, ¿te gusto en traje escolar? —Víctor se alejó y se dio unas vueltas.

—Verte en uniforme me recuerda nuestra diferencia de edad —dijo Yuuri con seriedad. 

—¡Yuuri! estoy a punto de cumplir los 17, no soy un niño. 

—Lo sé —Yuuri sonrió y acarició el rostro de Víctor, luego besó su frente y sus labios—. Víctor —dijo después mirándolo a los ojos—, tengo que contarte algo que no te gustará. 

—No me asustes. 

—Ven conmigo, quiero que estemos cómodos. 

Yuuri tomó la mano de Víctor y fue con él hasta su habitación, se sacó los zapatos y se sentó en medio de la cama, apoyando su espalda en el respaldo y los cojines. Víctor hizo lo mismo, sentándose entre las piernas de Yuuri y apoyando su espalda y cabeza en el pecho del japonés. Yuuri lo abrazó y besó su cuello.

—Víctor, te he engañado…

—¡Qué! ¿Con quién? —El ruso se removió pero Yuuri no lo soltó, en cambió se rio.

—No me refiero a eso, Víctor. No te he sido infiel con nadie. 

—No me asustes —dijo Víctor haciendo un puchero que Yuuri no pudo ver, pero si imaginar. 

—Lo siento —dijo para después besar su cuello—, empecé mal. 

—Muy mal.

—Lo que te contaré es difícil de decir, no sé ni cómo empezar. 

—Te escucharé, empieza como prefieras, yo escucharé hasta el final. 

—Gracias —Yuuri suspiró—, ¿Recuerdas el programa que instalaste?

—Sí.

—Bueno, gracias a eso yo robé información y contraseñas de los servidores internos de la empresa. Anoche me quedé en el edificio de P&N imprimiendo y grabando memorias con esa información. —Yuuri sacó una pequeña memoria del bolsillo de su pantalón, estaba en una cajita transparente—. Esta es para ti. Para que cuando tengas tiempo puedas revisar todo lo que yo logré encontrar. 

—Entonces, ¿es cierto que Iván hizo negocios sucios? —preguntó tomando la memoria que Yuuri le ofrecía.

—Sí. Fraude, extorsión, chantaje, lavado de dinero. Víctor, él no es el único implicado. 

—¿Quién…?

—Tu padre. 

—Por dios…

Yuuri sintió a Víctor temblar entre sus brazos, intentando inútilmente controlar las lágrimas que comenzaban a asomar por sus bellos ojos. 

—Víctor —dijo Yuuri abrazándolo más fuerte—, yo sabía desde el principio que tu padre también estaba implicado. Lo siento, siento haberte utilizado sin decirte nada, pero prefería tener las pruebas antes de acusar a tu padre.

—¿Lo que él hizo es muy grave?

—Sí, P&N era una mediana empresa familiar cuando estaba en manos de Alexander Nikiforov y Nicolai Plisetsky, pero cuando sus hijos tomaron las riendas la empresa comenzó a crecer a ritmo acelerado. Fue debido a sus negocios ilegales. 

—¿Irá a la cárcel?

—Sí, y parte importante del capital pasará a manos del estado. 

—Entiendo. No puedo creerlo, papá siempre ha trabajado duro, no era necesario que… —las palabras de Víctor se vieron interrumpidas por su llanto.

Yuuri lo abrazó y lo contuvo hasta que estuvo más calmado. 

—Víctor. Esto no es todo lo que debo contarte. 

—¿Hay más? —preguntó angustiado.

—Sí, pero es necesario que lo sepas. No quiero ocultarte nada. 

—Está bien. 

—Yo tenía dos hermanas mayores, Mari y Tomoe. Tomoe no era hija biológica de mi padre, ella fue producto de un romance anterior que tuvo mamá, el padre biológico de Tomoe dejó a mamá cuando ella estaba embarazada. De todos modos, siempre fuimos felices y mi padre jamás hizo diferencia con ella. Pero Tomoe enfermó gravemente y lamentablemente mi familia no tenía el dinero para enviarla a Estados Unidos para que accediera al tratamiento que necesitaba. Ella murió, por eso yo me retiré del patinaje. 

—Lo siento mucho, el dolor debió ser muy grande. 

—Sí, pero no fue exactamente por dolor que me retiré.

—¿Entonces?

—El padre de Tomoe es un hombre rico, mi madre habló con él para pedirle que pagara el tratamiento de mi hermana, pero él se negó. 

—¿Qué? ¡Pero cómo!

—Víctor, yo dejé el patinaje para vengarme de ese hombre. Para trabajar con él y hundir su empresa.

—¡No! No, no, no… eso no puede ser cierto —Víctor cubrió su rostro con sus manos mientras negaba con la cabeza.

—Víctor, mi hermana Tomoe era hija biológica de tu padre, Andrey Nikiforov. 

10: Sur le fil

—No, no, no… —repetía Víctor cubriendo su rostro—, algo tan cruel… no, mi padre… no… —sus palabras entrecortadas por sollozos y lágrimas hacían que Yuuri sintiera emociones contrapuestas. No quería ver sufrir a Víctor, pero no podía perdonar a Andrey. 

Las emociones de Víctor también estaban en conflicto. Por una parte se negaba a creer lo que Yuuri decía de su padre, pero por otro lado no quería creer que la persona que amaba fuera capaz de causarle ese dolor por una mentira. Pero entonces el miedo de no ser amado, de haber sido usado y manipulado apretó su corazón.

—¿Te acercaste a mí por tu venganza? —preguntó con la voz rota y el cuerpo temblando.

—No. Víctor cuando te conocí no sabía que eras hijo de Andrey, nuestra cercanía no tiene nada que ver con eso, por favor creeme. 

—¿Cuándo lo supiste?

—Cuando tú me lo dijiste, ese día en la pista de hielo al hablar del viaje a Barcelona. 

—¿Por eso te pusiste raro, dejaste de ir a la pista y de contestar mis mensajes?

—Sí, tú te habías convertido en alguien muy especial para mí y saber quien era tu padre me perturbó. Pensé que lo mejor era mantenerme alejado de ti, pero luego tú viniste a buscarme y yo… me aproveché de tu ingenuidad y tu confianza al mentirte y pedirte que instalaran ese programa en el portátil de tu padre.

—Entonces sólo fue por eso que aceptaste mis sentimientos… ¿no me quieres?

—Sí te quiero, Víctor. Por eso te estoy contando todo esto antes de denunciar a tu padre. 

—Yuuri —Víctor cambió de posición quedando frente al japonés, mirándolo a los ojos—,  no entiendo todo lo que me has dicho, pero mi padre no puede ser un monstruo… tal vez es cierto que se involucró en algunas cosas ilegales, pero Iván debió engañarlo. 

—Víctor —Yuuri miró los ojos tristes del ruso y se mordió la lengua para no hablar de más. Yuuri no quería que Víctor supiera lo que su padre le había hecho en Barcelona, eso sería agregarle un daño mayor, daño que consideraba innecesario. 

—Lo de tu hermana debe ser un error, papá no pudo negarse, papá tal vez no se enteró de la gravedad de ella. Papá debe estar arrepentido por eso. 

—¡Víctor! ¡Yo oí la conversación que él tuvo con mi madre! ¡Fue por esa maldita conversación que decidí abandonar mis sueños y me convertí en lo que soy ahora! ¡Tu padre dejó morir a mi hermana! ¡A tu hermana! —Yuuri gritó sosteniendo a Víctor por los hombros mientras escupía esas palabras con ira. Posteriormente rompió en llanto sin dejar de sostener a Víctor, o tal vez sosteniéndose de él.

Víctor lloró aún más al comprender el motivo por el cual el patinaje de Yuuri siempre le había parecido triste y colérico. Comprendió también que era inútil pedir a Yuuri que perdonara a su padre, ¿acaso él mismo podría perdonarlo en su lugar? ¿Acaso podría perdonarlo si hubiese sabido antes de la existencia de aquella hermana? Víctor comprendió cuán rota estaba el alma de Yuuri. 

Víctor también sufría, la relación con su padre no era tan cercana, pero siempre fue tratado con afecto y le quería, enterarse de que esa persona que le hacía cariño y besaba su frente para despedirse tenía otra faceta lo destrozaba, pero sabía que aunque más pobre o teniendo que ir a la cárcel, él todavía estaría vivo, con la posibilidad de arrepentirse y empezar de nuevo. Tomoe ya no podía, y Yuuri tampoco podría si no lograba sanar todas las heridas que había mantenido abiertas durante tanto tiempo. 

Y Víctor sufrió por Yuuri, porque lo quería sinceramente y porque deseaba que volviera a ser la persona que lo deslumbró dentro de la pista de hielo.

♠︎

El sonido del timbre despertó a Yuuri. La oscuridad de su habitación le indicaba que ya era de noche, su estómago se sentía vació, pero no tenía hambre a pesar de no haber comido nada durante el día. A su lado se encontraba Víctor aún dormido, las lágrimas secas adornaban su rostro mientras su cabello desordenado se pegaba a su piel. 

Yuuri suspiró ¿cuánto tiempo había llorado? Uno, el otro, los dos, consolándose mutuamente mientras no dejaban de llorar sus propias tristezas. Se durmieron exhaustos de tanto dolor. 

—Eres hermoso —dijo Yuuri en un susurro—, ese hombre no te merece y probablemente yo tampoco. 

Nuevamente el sonido del timbre. Yuuri no quería que Víctor se despertara así que se apresuró en salir antes de que el timbre volviera a sonar. Con ligereza se levantó de la cama y descalzo llegó junto a la puerta. Abrió de prisa sin siquiera preguntarse quién podía ser, sin siquiera ser consciente de que ya eran más de las 11 de la noche. 

Andrey Nikiforov en la puerta de su casa lo hizo temblar. Quiso cerrar la puerta de inmediato, pero el ruso se impuso y entró a su hogar mirándolo con enojo. Cerró la puerta y dijo.

—Te dije que te convenía comportarte como una buena puta y tú vas y me dejas con las reservaciones hechas. 

—El lunes tendrá mi carta de renuncia en su escritorio. Ahora por favor retírese, le aseguro que es por su propio bien. 

—¿Mi propio bien?

—Si se va ahora nunca le diré a nadie lo que hizo conmigo en Barcelona, pero si intenta ponerme un dedo encima será inevitable que tal vez la única persona que le importa lo sepa. 

—¿Con quién crees que estás hablando? —preguntó Andrey tomando con fuerza a Yuuri y arrastrándolo hasta el sofá, lugar al cual lo lanzó—. Soy Andrey Nikiforov, lo que diga un pobre muchacho que además es extranjero no vale nada. 

Yuuri intentó ponerse de pie, pero Nikiforov lo tomó con fuerza del cuello obligándolo a permanecer sentado.

—Te conviene ser una puta dócil, es por tu propio bien, yo lo disfrutaré de igual manera. 

El corazón de Yuuri latía con fuerza ¿qué podía hacer? Si gritaba Víctor se despertaría, pero él realmente no deseaba que Víctor viera a su padre de aquella manera. No quería que Víctor pasara por lo mismo que él, no quería que Víctor odiara. 

Pero tampoco deseaba volver a pasar por lo mismo. 

—Lárguese de aquí, Nikiforov —dijo quitando la mano que él había puesto en su cuello y logrando ponerse de pie—, se lo advierto.

Yuuri caminó hacia la puerta, pero antes de que pudiera abrirla Andrey lo sujetó del brazo, ambos forcejearon pero finalmente Andrey logró inmovilizarlo sujetando las manos de Yuuri  en su espalda y aprisionándolo contra la pared.

—¡Suéltame! ¡No me toques! —gritó Yuuri al sentir una mano de Andrey colándose bajo su camisa. Yuuri lloraba ante los recuerdos de Barcelona.

—Te enseñaré quién manda pequeña puta —dijo Andrey dispuesto a bajar los pantalones de Yuuri. 

—¡Suéltalo! 

Andrey se congeló al escuchar aquella voz tan familiar. 

11: Decisiones

—Te dije que lo soltaras —repitió Víctor sujetando a su padre y alejándolo de Yuuri. El japonés cayó al suelo, lloraba y se abrazaba a sí mismo, completamente ausente. Víctor se inclinó y abrazó a Yuuri—. No dejaré que le hagas daño nunca más, aunque yo mismo tenga que denunciarte a la policía —dijo mirando a su padre sin atisbo de duda. 

—Víctor, es un malentendido, ese chiquillo es el que me provoca y luego se hace el inocente, él…

—Él es el hijo de Hiroko ¿te suena ese nombre? 

—Hiroko…

—Hermano de Tomoe. ¿Habías oído hablar de ella, padre?

Andrey se sintió mareado, Víctor lo miraba con sus hermosos ojos azules enrojecidos, pero llenos de determinación y severidad. Además abrazaba protectoramente a Yuuri, el japonés se aferraba a la camisa de Víctor temblando, aún preso del terror que sintió de que se repitiera la experiencia vivida en Barcelona. 

—Ese hombre te está engañando, no sé qué tipo de cosas te habrá dicho pero yo soy tu padre, debes estar de mi lado.

—Eres mi padre, pero Yuuri es mi inspiración.

—¿Qué?

—Lo es desde que yo era un niño y lo vi patinar. Lo he visto patinar todos estos meses en los que ha estado trabajando en P&N y me ha transmitido a través de su danza todo el dolor y la rabia que usted le ha hecho sentir. En el hielo Yuuri es transparente, por eso sé que lo que me ha dicho es verdad.  

—Víctor.

—Váyase padre, por favor váyase. 

Andrey, contrariado y sin saber cómo manejar esa situación decidió marcharse. 

♠︎

Víctor intentó calmar a Yuuri, pero el japonés había entrado en un estado de ansiedad que le impedía dejar de temblar y llorar. Incluso comenzó a vomitar mientras repetía que estaba tan sucio que el agua no era capaz de limpiarlo y se hería a sí mismo rasguñandose los brazos. Víctor lo sujetó con fuerza para evitar que se dañara, Yuuri se removió asustado y gritando, hasta que se desmayó. Víctor decidió llevarlo a un hospital. 

Y ahora estaba ahí, sentado en la sala de espera, sintiendo un dolor que jamás pensó experimentar mientras esperaba que alguien saliera a darle noticias del estado de Yuuri. Poco tiempo después una enfermera lo hizo pasar a la consulta del médico que estuvo atendiendo a Yuuri. 

—¿Usted es el único familiar del señor Katsuki? —preguntó el médico.

—Sí, yo soy su novio. Su familia está en Japón —contestó Víctor con voz pausada. 

El médico pareció dudar por un momento, pero Yuuri le había dicho lo mismo y por el bienestar del paciente necesitaba que su persona más cercana estuviera enterada de la situación. 

—El señor Katsuki presenta un trastorno de estrés postraumático producto de la violación que sufrió —dijo finalmente.

—La violación —repitió Víctor con la voz rota mientras las lágrimas luchaban por escapar de sus ojos.

—El paciente presenta una cicatriz anal que ha provocado una estenosis que debe ser tratada para evitarle mayores problemas de salud. 

—No sé qué es eso.

—El proceso de cicatrización, normal producto de las heridas que sufrió en la zona, ha provocado un estrechamiento de la cavidad anal lo que genera dificultad para evacuar la materia fecal, causando dolor, fisuras y sangrado. Le daremos una dieta blanda, laxantes y lubricantes para ayudar a la recuperación de la zona. En caso de que el problema persista en el tiempo tendremos que recurrir a la cirugía. 

—Entiendo, yo cuidaré que siga sus instrucciones.

—Sin embargo, lo que más me preocupa es su salud mental. Él necesita una terapia psicológica para superar el trauma vivido y también medicamentos que lo ayuden a controlar los síntomas de depresión y ansiedad. 

—¿Puedo verlo? 

—Sí, le hemos aplicado calmantes por lo que lo encontrará adormilado o dormido, le pediré a la enfermera que lo lleve a su habitación. 

♠︎

Yuuri dormía en la cama de hospital mientras el suero conectado a su brazo pasaba lentamente. Víctor lo miraba, estaba pálido y las lágrimas al fin caían por sus mejillas.

—¿Fue mi padre? —preguntó, pero en realidad estaba seguro, después de lo que vió y escuchó en el departamento de Yuuri lo tenía más que claro—. No puedo creer que todo lo que creía de pronto haya sido destruído de un plumazo. Pero seré fuerte, seré fuerte, lo prometo. —Víctor se inclinó y besó la frente de Yuuri—. Debes descansar y recuperarte —le dijo mientras acariciaba su cabello negro—, yo me haré cargo de todo lo demás. 

♠︎

La mañana siguiente, cuando Yuuri despertó, Víctor estaba a su lado, hablaron un poco y desayunaron, pero aún con los efectos de los calmantes Yuuri volvió a dormirse. 

Víctor volvió al departamento de Yuuri, se dio una ducha y tomó prestada algo de ropa antes de salir rumbo a una estación de policía. Nunca esperó hacer algo así contra su padre, pero entregó toda la documentación que Yuuri había obtenido, y también interpuso una denuncia por violación y otra por intento de violación en la que declaró como testigo. 

12: Piedad

Los meses siguientes fueron difíciles. Acusaciones, declaraciones, abogados, terapias. La tristeza y los otros sentimientos en conflicto con los que Yuuri y Víctor debían lidiar cada día. La prensa, que al enterarse de que el propio hijo de Andrey Nikiforov lo había denunciado, festinó con la desgracia ajena.

Yuuri comenzó a admirar muchísimo la fortaleza de Víctor, no podía creer que un muchacho que aún no cumplía los diecisiete años pudiera comportarse con tanto temple. Pese a todo el estrés que la situación le generaba, tener a Víctor a su lado y seguir el tratamiento médico que le fue recomendado, generaba que Yuuri se encontrara algo más tranquilo. Dos veces por semana tenía sesión con la psicóloga y cada quince días con el psiquiatra.

La estenosis comenzó a ceder por lo que no fue necesaria la cirugía. 

Víctor decidió abandonar las competencias de patinaje por esa temporada. No quería ser acosado por la prensa ni alejarse de Yuuri. No obstante, ambos solían ir a la pista de patinaje y pasar todo el tiempo posible sanandose en el hielo, porque para ellos el hielo significaba muchas cosas, calidez, desahogo, contención. 

Víctor apenas y había cruzado miradas con su padre desde aquél día en casa de Yuuri. El joven sabía que el odio no lo llevaría a ninguna parte y que esa persona le había dado todo lo que necesitó durante su vida. No lo odiaba, ni quería odiarlo. Pero no estaba listo para enfrentarse a alguien que resultó ser tan diferente de lo que él creía, o tal vez no era diferente, tal vez sólo era una persona más compleja de lo que suponía y a él le mostró la mejor parte porque lo quería. 

Yuri Plisetsky, hijo de Iván, regresó apenas se graduó de la universidad de Oxford para tomar las riendas de lo que quedaba de P&N, con ayuda de su abuelo pretendía volver a empezar desde los orígenes convirtiéndola nuevamente en una empresa familiar. Por recomendación de Yuuri, Phichit fue nombrado por Víctor su representante para esos asuntos. 

Seis meses después de que todo comenzara, la sentencia contra Iván Plisetsky y Andrey Nikiforov se dio a conocer. Fueron encontrados culpables por malversación de fondos, chantaje, fraude, extorsión… todo eso los mandaría una buena temporada a la cárcel, además de perder gran parte de su patrimonio. Pero la temporada que Andrey pasaría tras las rejas sería mayor debido a los delitos de violación e intento de violación por los cual también fue encontrado culpable.

Nikolai Plisetsky se convirtió en el tutor legal de Víctor. El hombre, ya bastante mayor, se sentía profundamente decepcionado de su hijo y también de Andrey, hijo de su primo y mejor amigo, el fallecido Alexander. No obstante, admiraba como su nieto Yuri y Víctor se estaban tomando las cosas. Víctor con fortaleza y Yuri dispuesto a luchar por lo que su abuelo construyó, deshaciéndose de las malas prácticas y las malas personas.

♠︎

Víctor se puso los patines y se deslizó suavemente por el hielo. Durante esos meses la pista había sido muda testigo de todos los sentimientos en conflictos que luchaban por imponerse en el corazón del adolescente. 

¿Rabia? Sí, sintió rabia. De un momento a otro su vida fue sacudida, él sólo esperaba poder dedicarse alegre y apasionadamente al patinaje, él quería llegar al podio en cada competencia, él deseaba sorprender al público y enamorar a Yuuri con su patinaje. Pero todo eso pasó a segundo plano. Sintió rabia contra su padre por lo que hizo, rabia contra Yuuri por engañarlo, rabia contra sí mismo por no darse cuenta de nada. 

La rabia contra su padre seguía presente. Aunque no lo odiara, le sería difícil mirarlo a la cara sin recordar lo que hizo con Yuuri, la persona que amaba. 

La rabia contra sí mismo y la rabia contra Yuuri la pudo trabajar también ayudado por la psicóloga de Yuuri. Lo acompañó en varias sesiones y podría decirse que pudo perdonarse y perdonar, entender y empatizar. 

¿Tristeza? Posiblemente la tristeza sería lo más difícil de superar. Tristeza por su padre, que tendría que acostumbrarse a la soledad y a haberlo perdido todo. Tristeza por todo lo que tuvo que vivir Yuuri, porque perdió la oportunidad de cumplir sus sueños a causa de una venganza que le causó más dolor que satisfacción. Yuuri había sido una estrella que brillaba intensamente, pero que en lugar de permanecer en el cielo se había precipitado cayendo en un abismo. 

Víctor superaría la tristeza, las heridas sanarían, pero la cicatriz quedaría grande y visible. No tenía más opción que aprender a vivir con ella. 

¿Decepción? Claro que estaba decepcionado. Decepcionado de su padre en primer lugar, pero también de las personas en general, ver cómo periodistas y comentadores de televisión hablaban de ellos realmente lo hacía sentir asqueado. 

¿Amor? Sí, mucho amor. Víctor se había enamorado perdidamente de Yuuri, se había enamorado de su patinaje, de su corazón de cristal, de su alma rota, de su amabilidad, de su dulzura, de sus virtudes y sus defectos. Deseaba ser su fuerza, su apoyo, y deseaba que Yuuri también pudiera ser un soporte amoroso para él. 

¿Tranquilidad? Después de la sentencia que había declarado culpable a su padre comenzó a sentirse tranquilo. La justicia ya había hecho lo suyo, ahora sólo quedaba esperar que su padre reflexionara sobre sus actos y se arrepintiera, aunque en el fondo sabía que esa decisión le pertenecía sólo a él. Víctor había aceptado que Andrey sólo había obtenido lo que merecía, y sabía que lo que venía ya no dependía de él. 

Yuuri miraba a Víctor patinar y podía leer las emociones por las que iba transitando; rabia, tristeza, decepción, amor, tranquilidad… Yuuri podía decir que había transitado también por esas emociones, pero que se le sumaban otras más dañinas; odio, desesperación, angustia y miedo. 

El odio fue lo que lo llevó a hacer todo lo que hizo, fue su motor y no se arrepentía. Es cierto que tuvo que pagar un alto costo, y que los motivos para odiar a Andrey aumentaron, pero ahora estaba tras las rejas y eso, de alguna manera, lo reconfortaba y hacía sentir tranquilo. 

Desesperación, angustia y miedo fueron producto de la violación. Emociones que aún no podía manejar, pero que estaba seguro de poder superar gracias al apoyo de Víctor, su tratamiento y el amor de su familia. La familia que dejó en Japón y con la que pronto se reuniría. 

Yuuri entró a la pista de hielo y se deslizó despacio hasta llegar junto a Víctor, abrazándolo por la espalda. El menor se sorprendió un momento, pero luego se relajó y puso sus manos sobre las manos de Yuuri que descansaban en su cintura. 

—Muchas gracias por ser mi luz —dijo Yuuri para después besar la mejilla de Víctor.

—¡Oh! Te lo cobraré muy caro.

—¿Ah sí?

—Por supuesto, la próxima temporada retomaré el patinaje competitivo y tú serás mi coreógrafo y entrenador. 

—¿Yo?

—Y no está en discusión. Si yo soy tu luz, tú eres mi inspiración. No hay nadie mejor que tú para esa labor. 

Víctor se giró en el abrazo de Yuuri y pasó sus brazos a través del cuello del mayor, mirándolo a los ojos con ese par de ópalos azules que eran capaces de quitar el aliento. 

Yuuri paseo sus ojos castaños por el joven rostro de Víctor. Eran tan bello, su piel de porcelana y sus finos rasgos le daban un aire inocente, pero sus labios color durazno humedecidos eran una invitación, una a la que Yuuri no se quiso resistir. Sus bocas se unieron en un beso tierno e íntimo en el que se exploraron con deseo y dulzura. 

♠︎

Después de largas horas de vuelo sumadas a un par de horas más en el tren, Yuuri y Víctor llegaron a Hasetsu. El japonés necesitaba a su familia y su hermana Mari ya había conseguido citas dentro de los próximos días para que continuara con su terapia ahora en su país natal. 

Víctor estaba nervioso, había abandonado Rusia para instalarse en un lugar desconocido sin siquiera conocer el idioma. Yuuri le había dicho que su familia habla inglés debido a que a veces llegan turistas extranjeros al onsen del que son dueños. También le contó que su mejor amiga, Yuuko, es dueña de una pista de patinaje, por lo que no habría problemas para comenzar con la preparación para la siguiente temporada. Y si bien todo eso era importante, no era la verdadera causa de su ansiedad. 

Lo que lo tenía ansioso era enfrentarse a la familia a la que su padre le quitó la felicidad en el pasado. Yuuri ya había hablado con sus padres y su hermana, les contó todo lo que había sucedido, cómo conoció a Víctor y lo importante que era para él en ese momento. Los Katsuki estuvieron de acuerdo en que Víctor acompañara a Yuuri a Japón, aún así, Víctor tenía algo de miedo. 

Cuando llegaron a Yutopia, Yuuri entró primero, corriendo a los brazos de sus padres que lo recibieron afectuosos mientras Mari le revolvía el cabello. Víctor miraba con una sonrisa la dulce escena familiar, sin querer interferir en ese momento. 

Después de los primeros momentos de emoción, Yuuri se separó de su familia y llamó a Víctor, el muchacho respiró y se acercó a la familia del japonés. Cuando estuvo frente a ellos hizo una reverencia.

—Quiero disculparme por todo el daño que mi padre les ha causado. 

Unos segundos de silencio siguieron a esas palabras, hasta que Hiroko puso sus manos en los hombros del menor y luego lo abrazó.

—No tienes que disculparte por algo que no es tu responsabilidad —Víctor sintió un cálido sentimiento inundar su pecho y devolvió el abrazo de Hiroko con lágrimas en los ojos—. Muchas gracias por cuidar de Yuuri, eres bienvenido a nuestro hogar. 

Toshiya también se acercó al muchacho y puso su mano sobre el hombro de Víctor para luego decir:

—Tienes nuestra gratitud y un lugar en nuestra familia —palmeó su espalda con una cálida sonrisa. 

—Bienvenido a casa, nuevo hermano menor —dijo Mari con pose habitual de indiferencia, pero con una sonrisa sincera en el rostro. 

—Muchas gracias — espondió Víctor limpiando sus lágrimas, sintiéndose algo abrumado, pero feliz, por recibir el afecto de los Katsuki. 

♠︎

La noche estaba fresca y la luna llena alumbraba el cielo. Víctor estaba de pie en el jardín delantero mirando el cielo, de pronto, sintió como una manta era puesta sobre sus hombros, sonrió y giró su rostro encontrándose con los hermosos ojos marrones mirándolo con ternura. 

—Tu familia es muy amorosa —comentó Víctor. 

—Son personas buenas y amables. 

—Yuuri, quiero que mi tema para la nueva temporada sea Piedad. 

—¿Piedad?

—Sí. La raíz latina de esa palabra significa devoto, o bueno. Además, puede entenderse como la virtud que nace del amor al prójimo y que nos hace tener gestos de amor y compasión. 

—Amor y compasión. 

—Yuuri, en estos momentos creo que compasión es lo que siento por mi padre. Pero ya no puedo darle amor, al menos no como antes. Sin embargo, la compasión es un sentimiento mejor que el odio, no busca dañar ni me hace daño. 

—Estoy de acuerdo contigo, y créeme cuando te digo que odio es algo que no quiero que experimentes jamás. 

—Yuuri —Víctor miró a Yuuri a los ojos—, mi amor y devoción son tuyos. Y también es algo que quiero mostrar en el hielo ¿me ayudarás? 

—Claro que sí —dijo Yuuri acariciando el cabello de Víctor—, porque mi amor y devoción son tuyos. 

Yuuri acunó con sus cálidas manos el rostro de Víctor, ambos se miraron con ese amor y devoción que sentían el uno por el otro y poco a poco se acercaron hasta que sus labios se juntaron y sus ojos se cerraron, entregándose completamente a ese sutil y tierno beso que tenía el mágico poder de hacerlos olvidar todo lo demás. 

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