Yuuri quería hablar… pero no sabía cómo hacerlo. Estaba seguro que la dinámica que tenía en ese momento con Víctor no era la clase de relación que deseaba mantener con él para siempre, no una que le valiera el arriesgar su vida y la de Phichit por lo menos. El sexo era bueno, de eso no cabía duda, pero cada vez que deseaba tener una reunión pacífica con él, en la que se sinceraran sobre lo que estaban esperando del otro, alguno de los dos —o ambos— terminaba sin varias prendas menos sobre el cuerpo y con los pensamientos y las ideas perdidas en un limbo donde eran imposibles de recuperar.
Yuuri no entendía lo qué ocurría. Tantas veces que había logrado enfrentarse directamente a Nikiforov, a sus palabras, a sus órdenes, pero en ese momento que debía tener aún mayor control y autoridad, terminaba desbaratándose en sus saludos, en su sonrisa, en la mirada fiera con que lograba conquistarlo en segundos. Era entonces cuando comenzaba a sentir la ropa pesada, un calor que nacía de su abdomen y desbordaba por cada fibra de ser. Ahí perdía el hilo de sus pensamientos, ahí comenzaba a quitar prendas —las propias o las de Víctor— y todo lo demás se volvía historia.
No era falta de química, no era que nunca antes hubieran tenido la oportunidad de tener una conversación normal. Simplemente recordaba aquella cita en la pista de hielo, donde habían sido tan cercanos y naturales sin necesidad de ver nada de piel. ¿Por qué no podía recuperar eso? ¿Por qué tenía miedo de intentarlo?
Pronto, Yuuri se dio cuenta que esa preocupación no era solo suya, sino que la compartía con el mismo Víctor.
“Tengamos una cita…”, le dijo aquella vez cuando, tras un rápido encuentro en la habitación privada del bar, volvía a colocarse su traje. “Una cena…”. Yuuri lo miró sorprendido, con su camisa sin abotonar y todavía los pantalones abajo. Claro que no se lo había esperado, mucho que esa situación saliera de forma tan casual de Nikiforov, como si fuera un ritual que ya habían repetido muchas más veces antes. “¿No quieres?”. Víctor sonreía aún, con una ceja alzada en un gesto de broma, pero hubo bajo sus brillos azulados una pizca de decepción.
“Quiero… sí quiero…”, Yuuri se apresuró a responder, dándose cuenta que quizá estaba mostrando una imagen bastante patética de sí en ese momento. Además, tal vez era esa su oportunidad de demostrarse que se había quedado en esa ciudad para algo más que un par de deliciosos orgasmos.
“Pasó por ti mañana a las siete”. Victor sujetó su cabello en una coleta desordenada. Varios mechones quedaron en caída a sus costados, los más cortos cerca de su rostro; pero en conjunto con su traje, no lo hacían lucir para nada desaliñado… Lo volvían solo un atuendo ligeramente más informal. Vaya que sí era bastante apuesto.
Para suerte de Yuuri, en ese punto se había colocado ya el pantalón y Víctor abría la puerta para salir. La segunda ronda era tentadora, pero debía volver a trabajar. Algunos minutos bastarían para bajar la erección solo en lugar de la hora extra que tomaría si Víctor lo ayudaba.
A diferencia de aquella primera invitación a cenar en donde Yuuri aún mantenía sus sospechas, en esa ocasión, se esmeró por lucir presentable: no vestía como tal un traje formal, pero toda su vestimenta daba una idea bastante clara de elegancia: una camiseta blanca, sin corbata, en conjunto con unos zapatos negros y pantalones de vestir. Era sencillo de igual forma, sin embargo, eso lograba que el mayor peso de su aspecto se concentrará en su cabeza, en cómo se había peinado hacia atrás, dándole una imagen por demás masculina, elegante y, como pensaría Víctor al verlo, “embriagante”.
Víctor, por supuesto, era un caso aparte: había preferido dejar su cabello suelto esa vez, no obstante, lucía unas curvas amoldadas y bien definidas tras un exhaustivo cepillado, lo que hacía ver su pelo suelto algo sensual. Un traje de vestir sí lo acompañaba, pero había dejado atrás el típico corte oscuro que lucía todos los días: colores claros, celestes y blancos, eran los que en conjunto destacaban sobre su traje, así como formas más divertidas y bien ceñidas a su cuerpo, que incluso podrían clasificarse como “femeninas”, pero que en Víctor lograban resaltar su fuerza varonil.
Ambos se sintieron complacidos de la vista que obtuvieron del otro al subir juntos al vehículo de Nikiforov. Ambos se sintieron esperanzados de poder tener esa conversación que añoraban. Aunque, por supuesto, no todo siempre podía ser como más lo deseaban.
A pesar de que Yuuri no podía escuchar la otra parte de la conversación que Víctor tenía en su teléfono después de recibir tres insistentes llamadas, sus respuestas y expresiones eran bastante claras ante lo que posiblemente estaba ocurriendo… Y cuáles serían las consecuencias de ello. Sonrió de lado, trató de contener la decepción que lo llenaba y se acomodó mejor en el asiento. Estaba preparado para ser devuelto a su departamento… Aunque tal vez prefería ir al bar. Phichit estaba trabajando y pensar en pasar la noche a solas no sonaba prometedor para apaciguar la decepción que ya llenaba su garganta.
Claro que la decisión final que Víctor tomó lo sorprendió… y claro que no opuso resistencia ante ella.
—Tengo que atender una pequeña emergencia, Yuuri, pero no tardaré más de media hora. ¿Te molesta esperarme?
La respuesta era más que evidente. Con una expresión llena de alivio, Yuuri negó ante la pregunta y Víctor, confiado, ordenó a Christophe que condujera a Ladity Man. En tan solo unos minutos, el vehículo se detuvo en un lugar que Yuuri desconocía por completo: la entrada, la cual consistencia en un largo camino cuyo medio era una pequeña pileta de agua clara que se extendía del filo de la calle hasta la entrada, acompañado en sus extremos de hermosas y fragantes flores, así como arbustos verdes y abundantes, le hizo pensar en una clase de hotel pequeño, pero elegante. El edificio en el cual finalizaba el camino era solo de dos pisos, sin embargo, era alumbrado por intensas luces que destacaban el blanco de sus paredes y el cristal de los detalles.
—Espera aquí, no tardaré.
Víctor bajó del vehículo y con un paso apresurado llegó hasta aquel edificio, cuya entrada consistía en dos puertas de cristal que se abrían gracias a que un portero se encargaba de esa tarea. Yuuri creyó que se quedaría solo arriba de la camioneta. Sin embargo, Chris no se movió de su asiento tras el volante. Ambos solo se dedicaron una silenciosa mirada a través del retrovisor, aunque Yuuri esperó el momento en que este comenzara a hablar; sin embargo, el hombre no lucía con interés de iniciar una conversación como en otras ocasiones. A diferencia de su burlesca sonrisa de siempre, se notaba más serio… tenso. Yuuri no quiso escandalizarse con esa expresión, así que solo se concentró en su celular, en enviar un mensaje a Phichit para contarle esa pequeña desviación y así pasar el tiempo. De esa forma, comenzó una sutil conversación entre ambos que de vez en cuando se cortaba porque su amigo debía atender a alguien en el bar. Nada interesante ocurría en ninguno de los dos lados. Así, el reloj marcó las 7:45 de la noche. Después las ocho y, un pestañeo después, faltaban solo veinte minutos para las nueve.
—Supongo que será mejor que entremos. —Chris, tras soltar un suspiro, bajó del vehículo y caminó hasta la puerta de Yuuri para abrirla y así indicarle que efectivamente se refería a él también—. Quiero entrar para saber por qué Víctor tarda tanto, pero creo que estarás mejor dentro que si te quedas aquí solo —le explicó antes de que siquiera la duda se formulara en la cabeza de Yuuri.
Este no se opuso. Las palabras de Chris lo habían preocupado, pues hasta ese momento no había pensado que la tardanza de Víctor pudiera significar algo grave… Pero, en realidad, tenía muchísimo sentido que lo fuera.
De esa forma, Chris caminó hacia Ladity Man acompañado de Yuuri. El portero saludó a Giacometti con un ligero asentimiento antes de abrir la puerta para dejarlos entrar. La primera estancia era solo un pequeño recibidor: alfombrado, con un sillón bastante común y una mesita con un florero bajo un espejo que le daban un toque más destacable ante lo que parecía algo en principio muy aburrido. Y justo enfrente estaba otra puerta doble, pero ahora de madera, y de la cual sobresalía el sonido ahogado de música y entre las aberturas, de vez en cuando, luces de colores amenazaban con cegar la vista.
Chris caminó hasta allí sin demora y fue ahora él quien abrió las puertas, pues nadie más se encontraba en ese recibidor. A Yuuri solo le tomó cinco segundos comprender en qué clase de lugar se encontraba. Y su incomodidad fue bastante notable. Tal vez quedarse fuera no hubiera sido tan mala idea después de todo.
El lugar era un gran y extenso salón, llenó de luces y música que, por un momento, le hizo recordar a The King. Sin embargo, había bastantes diferencias: la distribución de las mesas, pues estas formaban un círculo que se volvía más pequeño al llegar al centro; la ausencia de una pista para bailar y que, en su lugar, hubiera un escenario en forma de “T” en cuyo inicio descatara un tubo de pole dance.
Con una seña, Chris le indicó el camino a seguir: pasaron entre varias mesas para poder llegar a una orilla del salón. Casi todas estaban ocupadas por personas de distintas edades, en su mayoría hombres. Casi todos lucían trajes y eran rodeados por una o varias mujeres con ropa bastante pequeña que en ocasiones se limitaba a unas panties y brasieres adornados con pedrería. Varias servían bebidas, pero otras ya habían tomado un puesto sobre los regazos de algunos hombres y bebían con ellos. Lo curioso de todo es que pronto Yuuri notó que no solo eran mujeres las que trabajaban ahí: también había chicos de aspecto “bonito”, generalmente delgados y con músculos marcados de forma muy ligera, y que solían también solo portar bóxer o shorts muy cortos, así como un corbatín sobre nada más que su pecho desnudo.
A veces Yuuri, muy a menudo, solía olvidar quién era Víctor y la clase de negocios que seguramente estaban bajo su mano. Dejó de mirar alrededor y solo se concentró en seguir la espalda de Chris. Pronto, ambos llegaron hasta una barra.
—¡Eh, Lino! —llamó Chris al bartender—. ¿Y Nikiforov?
—Con Lilia en su oficina.
Chris giró el rostro hacia donde se encontraba la barra de pole dance desocupada. A pesar de que la música sonaba con fuerza, no había nadie en el escenario ni en los asientos que rodeaban a este.
—Lino… —Chris volvió a llamarlo, pues el hombre se había distraído un poco al notar como una de las chicas que le bailaba a un cliente se había retirado con prisa de ahí—. Él es Katsuki —señaló a Yuuri. La expresión de sorpresa fue tan evidente en él, seguido de una sonrisa burlona que pronto se convirtió en una carcajada corta—. Sírvele lo que pida y cuídalo, ¿de acuerdo?
—A sus órdenes, señor —las palabras del hombre estaban llenas de burla, pero Chris no se mostró molesto por eso, al contrario, pareció sonreír a la misma sintonía que él, como si, en silencio, hubiera comprendido el mismo chiste.
—Espera aquí… —ahora las palabras del rubio habían salido hacia Yuuri, quien quiso responder con la petición de volver al automóvil, sin embargo, Chris se alejó con demasiado prisa de ahí, quitándole la oportunidad de decir algo.
—Así que… ¿eres quién sale ahora con Nikiforov? ¿Qué deseas para beber?
—Solo agua…
—¿Natural o mineral?
—Mineral.
Resignado, Yuuri se sentó en el banquillo con la espalda hacia la barra. Sí, le incomodaba bastante ver lo que sucedía alrededor, sin embargo, prefería evitar la conversación incómoda que seguro el hombre quería iniciar después de confirmar que efectivamente era quien salía con Víctor. Nunca había llegado a pensar que muchos desconocidos, fuera de su círculo cercano y del de Nikiforov, pudieran llegar a saberlo. Además, claro que había notado la forma como lo miró cuando Chris lo presentó.
De esa forma, optó por la opción menos incómoda y solo volteó hacia la barra cuando Lino lo llamó por tener su agua ya servida. Yuuri tomó el vaso, bebió un pequeño trago y dejó que su vista se paseara de un lado a otro, solo deteniéndose en puntos donde no hubiera más que pared o decoración a la vista. Trataba de no concentrarse en los detalles, de como algunos hombres solían propinar una nalgada en los traseros de mujeres o chicos que pasaban cerca de ellos, como otros apretaban los pechos de las mujeres que se inclinaban a servirles más vino o coñac, o como algunos chicos hacían bailes lascivos moviendo sus pelvis, dejando que sus entrepiernas se marcaran aún más de lo que ya hacían.
No, no quería ver todos esos detalles o más.
Habían pasado algunos minutos cuando las luces del escenario vacío se encendieron, lo que llamó la atención de algunas personas que prontamente comenzaron a ocupar los asientos vacíos de alrededor.
Una voz en las bocinas comenzó a invitar también a los clientes a que se acercaran, diciendo que el show de Alexis estaría pronto a comenzar. Y fue así, tan solo dos minutos después, las luces se enfocaron a una figura esbelta sobre el escenario. Yuuri supo de inmediato que se trataba de un chico y no de una mujer: lucía un ajustado leotardo de una sola pieza, del estilo ballet masculino cuyo largo llegaba apenas poco más abajo de sus glúteos y que dejaba la parte superior de su pecho al descubierto por una gran abertura. Ingresó al escenario con unos saltos gráciles de ballet antes de llegar hasta el tubo y subirse a él de un solo impulso… Se presentó ante su público con una amplia apertura de piernas, antes de volverlas a retraer y dejarse deslizar hasta el suelo, de rodillas.
Dentro de la euforia que los hombres presentes dejaban escapar, Yuuri quedó petrificado: no porque algo del exótico baile del sujeto le impresionara o asqueara, pues no había sido capaz de mirar nada más una vez sus ojos notaron aquel detalle en el rostro ajeno, en la cabeza, en las facciones… en el cuerpo… Todo era tan… parecido a él.
Evidentemente, había diferencias, como unos ojos mayormente rasgados y un cuerpo mucho más delgado, pero a la distancia era como verse a sí mismo: una altura parecida, un cabello y un largo bastante idénticos, la forma de su rostro demasiado similar… Si ambos dijeran que eran hermanos, seguro nadie lo dudaría.
—Alexis… —Lino había notado cómo la mirada de Yuuri se había petrificado en el escenario donde Alexis continuaba aferrado al tubo, dando saltos sujeto a él y permitiendo que su cuerpo girara en formas que hacían que su ya ajustado traje marcara aún más su figura. Yuuri no quería ver más, pero le era imposible, como si con cada segundo deseara encontrar menos diferencias entre ambos, pero parecía lo contrario—. Él era el acompañante favorito de Nikiforov, ¿sabes? —Lino parecía tan divertido con cada una de sus palabras, era obvio que contenía la risa y que la dejaba escapar en una profusa y socarrona sonrisa—. Parece que él tiene sus gustos muy bien definidos.
—¿Desde cuándo? —Yuuri no lo notaba, pero sus manos habían comenzado a temblar en torno al vaso.
—Hace un año… ¿tal vez? Un poco más. Venía muy seguido y, fuera de sus presentaciones, no dejaba que nadie más se acostara con él.
No supo de dónde provino la sensación de que girara la cabeza solo un poco, pero con esto, Víctor apareció en su punto de visión: caminaba justo detrás del escenario donde Alexis aún interpretaba su acto. Acompañado de Lidia y Chris, detuvo su andar cuando un hombre desconocido se interpuso en su camino. Un gesto de fastidio cruzó las facciones del ruso cuando este sujeto terminó de acercarse, pero la vista de Víctor cayó distraídamente hacia el escenario… Y ahí sonrió. Yuuri lo miró sonreír mientras Alexis se encontraba de cabeza en el tubo, solo sujeto con sus piernas, y miraba hacia la dirección de Víctor en lugar del público que gritaba hacia él y aplaudía por completo eufórico.
—Alexis se molestó tanto cuando dejó de ser exclusivo —Lino continuaba con su conversación—. Por supuesto, Nikiforov le pagaba muy bien. ¿Cuánto te paga a ti, eh?
Aquello último lo hizo reaccionar: Yuuri lanzó el vaso con agua contra la barra, aunque hubiera deseado arrojárselo directo a Lino… No lo pensó a tiempo. Debido a la música, solo quienes se encontraban muy cerca dirigieron su mirada al ver los vidrios y el líquido saltar como en una cascada, pero era tan común ver ese tipo de escenas, interpretadas casi siempre por hombres perdidos de sí en el alcohol, que pronto disiparon su interés, en especial cuando Yuuri no hizo nada más que salir de ahí.
El temblor de su cuerpo era culpa de la rabia contenida… de la decepción, del saber que todo el interés de Víctor se concentraba en que le recordaba al jodido hombre con quien antes se acostaba. ¿Era por eso que no podía avanzar más allá de solo tener sexo con él? ¿No encontraba la oportunidad de hablar porque Víctor no se lo permitía?
Su cabeza caliente le hizo caminar varias calles sin una dirección fija. Era una zona que no conocía, aunque, pese a la hora, seguía bastante concurrida por decenas de personas. A su lado podía ver pasar bares, restaurantes y demás sitios de entretenimiento nocturno. Era una zona atiborrada de ese tipo de establecimientos, así que era normal la cantidad de gente que pasaba a su lado, que veía haciendo fila fuera de ciertos puntos o que conducía por la calle a una baja velocidad, buscando un sitio en específico.
No supo cuántas calles después finalmente se detuvo y se recargó contra una pared. Debía tomar un respiro y comenzar a pensar con claridad, en especial porque estaba perdido y caminar sin un rumbo no le ayudaría en absoluto. Apenas estaba dándole forma a sus pensamientos cuando sintió su celular vibrar en el bolsillo. Supo lo que significaba aún antes de tomar el aparato y comprobar que efectivamente se trataba de él. Pensó en apagarlo, sin embargo, su sangre hirviendo deseó un poco de confrontamiento.
—¡Yuuri! ¡Mierda! ¿Dónde estás? ¿Estás bien? —Víctor sonaba preocupado, pero eso hizo enfurecer a Yuuri de nuevo.
—Alexis… ¿eh?
El silencio que se sostuvo después de esas temblorosas palabras le hizo saber a Yuuri que Víctor sabía perfectamente de lo que hablaba. De fondo, no escuchó el sonido de la música ni nada parecido. Parecía haber salido ya del Ladity Man o encontrarse en un lugar dentro de él donde el ruido no lo molestara.
—¿Dónde estás? Iré por ti, es peligroso que estés solo… Hablaremos, ¿sí?
—Justo ahora no, Víctor. Y ni siquiera lo intentes o no aceptaré que hablemos mañana.
Y era cierto, Yuuri no se sentía de humor, aún estaba tan molesto que se creía capaz de decir cosas de las que tal vez podría arrepentirse. Y estaba seguro que por más razones que Víctor le intentara explicar, no las comprendería. Aún quería darle el beneficio de la duda, la oportunidad de explicarse, pero no en ese momento, no cuando seguramente le arrojaría el celular en la cabeza apenas lo viera.
—¡Yuuri! ¡Sé razonable! ¡Es peligroso que tú…! —Cortó la llamada. Se lo había advertido. Volvió a tomar otro gran respiro cuando su celular comenzó a sonar de nuevo. Yuuri lo apretó con mucha fuerza entre sus manos, considerando realmente la opción de tirarlo por ahí. Pero no, debía ser consciente: ni siquiera sabía cómo demonios regresar a casa, aunque la opción del taxi era la más obvia en momentos así. Miró la pantalla solo por curiosidad, más que dispuesto a apagarlo para que Víctor dejara de llamar, sin embargo, el nombre que se reflejó en esta fue distinto al que esperaba.
Tomó varios sorbos de aire y dejó escapar una gran bocanada con todos ellos. Entonces atendió.
—Phichit, no es momento.
—Katsuki, ¿cierto? —Un golpe dentro de las entrañas lo hizo sofocar… Esa no era la voz de Phichit—. Tenemos un mensaje de tu amigo que seguro querrás escuchar…
Y lo que hubo en la otra línea fue un terrible grito de dolor.
Nooooooo me dejes así!!!!
Por favor quiero seguir leyendo!
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JODER…. JODER… JODERRRR
EXISTE EL MILAGROOO, GRACIAS POR LA ACTUUU MIJAAAAAAA EXTRAÑAAAABAA ESTOOO
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