El sueño de Yuri fue agitado, lleno de taumaturgos y lobos al acecho. Cuando logró deshacerse del aturdimiento, vio que le habían dejado dos bandejas de comida.
El estómago le rugió al verlas, pero lo ignoró. Se dio media vuelta y se hizo un ovillo en el sucio camastro.
Hacía muchos años, alguien había garabateado sus iniciales en la pared del camerino, y Yuri resiguió las letras con los dedos. ¿Eran obra de una estrella emergente de la ópera de la Segunda Era o de un prisionero de guerra?¿Había muerto en aquella habitación?
Apoyó la frente en frío yeso. El escáner del pasillo lanzó un pitido, y la puerta se abrió con un ruido metálico. Yuri se volvió dispuesta a mandar al carajo a quien había entrado y se quedó helada. Otabek estaba en la entrada, con la cabeza gacha para no golpearse contra el marco.
Sus ojos seguían brillando en la oscuridad, pero era lo único en él que no había cambiado.
Llevaba el pelo, antes alborotado y de punta, peinado pulcramente hacia atrás, lo que marcaba y le daba un aire de severidad a sus bellas facciones. Se había lavado la cara y vestía el mismo uniforme que Yuri había visto a los demás soldados pero de un color diferente: una camisa negra con una chaqueta del mismo color y protectores decorados con runas en los hombros y también en los antebrazos. De los cinturones y bandoleras en el muslo colgaban fundas vacías y, por un momento, Yuri se preguntó si Otabek prefería luchar sin armas o si simplemente no le permitían entrar con ellas en la celda.
Saltó de la cama, aunque lo lamentó de inmediato, pues comprobó que el mundo daba vueltas y no le quedó más remedio que apoyarse en la pared para detener el mareo. Otabek levanto la mano pero se detuvo y la contrajo, no dijo nada, se limitó a quedarse mirándola, hasta que sus ojos se encontraron: los suyos, sombríos e inexpresivos; los de ella, cargados de un odio y una furia que aumentaban por cada minuto.
—Yura.
—No… no te atrevas de decirme así -le respondió con los dientes apretados- No mereces llamarme de esa manera Alfa Volk.
—Lo siento, Yuri
Por un instante, el rostro de Otabek reflejó un atisbo de lucha interna que a Yuri le provocó tanto asco que, sin poder evitarlo, se abalanzó hacia él con un grito airado. No recordaba haber cruzado la habitación, pero el crujido de su puño al descargarlo contra su mandíbula, su oreja, su pecho, le sensibilizó todo el brazo.
Otabek permitió que lo golpeara cinco veces sin apenas inmutarse antes de detenerla. La asió por las muñecas cuando le dirigía el sexto puñetazo y le sujetó las manos con fuerza contra su propio vientre. Yuri retrocedió tambaleante y le dirigió el talón a la rótula, pero él la hizo girar sobre sí misma con tanta rapidez que Yuri perdió el equilibrio y acabó encontrándose con la espalda pegada al pecho de Otabek y los brazos inmovilizados entre los suyos.
—¡Suéltame proklyatyy predatel’! -chilló, mientras lo pisaba con todas sus fuerzas y le daba patadas sin parar de gritar y revolverse, pero si llegó a hacerle daño, Otabek no dio muestras de ello. Yuri alargó el cuello y le lanzó una dentellada, a pesar de que sabía que era imposible que lo alcanzara, así que giró el cuello todo lo que pudo y le escupió en la mandíbula. Él volvió a estremecerse, pero no la soltó. Ni siquiera la miró- ¡Predatel’! ¡Neschastnyy! ¡Suéltame! Había alzado la rodilla para propinarle otra golpe en la ingle cuando Otabek le obedeció y la soltó.
Yuri cayó al suelo con un chillido y se alejó de él, apretando los dientes. Le palpitaban las rodillas y tuvo que ayudarse de la pared para levantarse, aunque una vez en pie, se volvió hacia él con brusquedad. Tenía el estómago revuelto, pero estaba segura de que se debía a la ira, el odio y la indignación que hervían en su interior.
—¿Qué? -gritó- ¿Qué quieres? ¿Aún no te sientes satisfecho de haberme engañado?
Otabek se limpió la barbilla con la muñeca.
—Tenía que verte.
—¿Para qué? ¿Para restregarme que me has visto la cara como una idiota? Con qué facilidad me convenciste de que… -se estremeció de pies a cabeza- No puedo creer que permitiera que me tocaras. Eres un cobarde, Me das asco -Se retorció, frotándose los brazos con las manos para borrar el recuerdo- ¡Vete! ¡Déjame en paz!
Otabek no se movió, y tampoco dijo nada durante un buen rato. Yuri cruzó los brazos y se volvió hacia la pared, temblorosa.
—Te mentí en muchas cosas -al fin hablo. Yuri resopló- Pero nunca sobre lo que sentía o lo que paso en el tren…todo fue sincero, mis disculpas también.
Ella frunció el entrecejo, viendo lucecitas en la pared.
—No era mi intención mentirte, o asustarte, o… En el tren, intenté…
—¿Cómo te atreves? -Se encaró de nuevo con él, clavándose las uñas en los brazos para no volver a lanzarse sobre él y quedar en ridículo una vez más- Ni sete ocurra mencionarlo o intentar justificar lo que sucedió. No tienes ni siquiera derecho a recordarlo ¡Lo que tu gente le ha hecho a mi pobre Dedushka!
—Yuri por favor… -Dio un paso al frente, pero ella levantó las manos y retrocedió hasta que tocó el camastro con las pantorrillas-.
—No te acerques a mí. No quiero verte. No quiero escucharte. Prefiero morir a que vuelvas a poner tus manos en mi.
Yuri vio que a Otabek se le formaba un nudo en la garganta y los ojos se volvían vidriosos. Era evidente que sus palabras le habían dolido, aunque eso solo sirvió para enfurecerla aún más.
Otabek le echó un vistazo a la puerta y, al seguir aquella mirada, Yuri vio a su carcelero habitual esperando fuera, observándolos como si se tratara de uno de esos culebrones que emitían en la telerred. El estómago le dio un vuelco.
—Siento oír eso, Yuri -dijo Otabek, volviéndose hacia ella. Ya no trataba de disculparse, su voz y sus ojos había cambiado, volviendo a su mascara seria y descarnado- Porque no he venido en busca de tu perdón, sino en busca de otra cosa.
Yuri se puso derecha.
—Me importa un comino a lo que…
Se plantó junto a ella de una sola zancada y la empujó contra la pared, con las manos enterradas en su pelo. Los labios de Otabek ahogaron el grito de sorpresa de Yuri, que acabó convirtiéndose en un chillido furioso. Intentó quitárselo de encima, empujándolo, pateándolo pero no lo movió ni un centímetro. Yuri abrió los ojos desmesuradamente al sentir la lengua de Otabek profundizando el beso, y estaba a punto de morderlo cuando notó algo más. Algo pequeño, plano y duro que intentaba introducir en su boca.
Se puso tensa.
Otabek se separó de ella. Ya no le asía la cabeza con tanta fuerza, sino que parecía acunarla entre sus manos. Lo tenía tan cerca, que las cicatrices se difuminaban ante ella. Yuri apenas podía respirar. Y entonces él murmuró algo, en voz tan baja que Yuri apenas alcanzó a oír las palabras contra sus labios.
—Mne tak zhal’ dorogaya… Le prometí a tu Dedushka que te protegería… Pozhaluysta, podozhdite voskhoda solntsa -le dijo- Esta noche el mundo no será un lugar seguro. Otabek cogió un mechón dorado entre los dedos y se le quedó mirando. Se estremeció, como si le doliera tocarla.
Recobrando su indignación, Yuri lo aparto de un empujón y se escabulló por debajo de su brazo, salió corriendo hacia el rincón de la habitación donde estaba el camastro, se subió a este y se puso en cuclillas. Se tapó la boca con una mano y afianzó la otra en la pared para no caerse.
Esperó, con el cuerpo en llamas, hasta que Otabek abandonó la habitación con paso apresurado. Los barrotes se abrieron y volvieron a cerrarse. En el pasillo, el guardia soltó su típica risita.
—Supongo que todos tenemos nuestras cosas -dijo, antes de que sus pasos se perdieran al final del corredor-.
Dejándose caer contra la pared, Yuri escupió el objeto extraño en la mano. Un pequeño chip de identidad centelleó en su palma.
¿Qué demonios era eso? ¿A que se refería con que le habia hecho una promesa a su dedushka, acaso lo habia visto? ¿Qué era lo que iba ocurrir esta noche?
◊GLOSARIO◊†
*Menya ot tebya toshnit: Me das Asco
*proklyatyy predatel’: maldito traidor
*Neschastnyy: Infeliz
*Mne tak zhal' dorogaya: lo siento cariño
*Pozhaluysta, podozhdite voskhoda solntsa: Por favor, espera al amanecer