Vicder trataba de asimilar lo que la rodeaba sin poder despegar los pies del suelo.
Era incapaz de apartar de sus pensamientos la visión de ella misma con doce años, tumbada en aquella mesa de operaciones mientras unos cirujanos desconocidos cortaban, cosían y reconstruían su cuerpo con extrañas extremidades de acero, cables en el cerebro, optobiónica tras sus retinas, tejido sintético en el corazón, vértebras nuevas, injertos de piel para cubrir el tejido cicatrizado. ¿Cuánto habían tardado? ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente, durmiendo en ese oscuro sótano?
Minako había intentado matarla cuando solo tenía cuatro años. La reconstrucción se había completado a los doce. Ocho años. En un tanque, durmiendo, soñando y creciendo. Sin estar muerta, pero tampoco viva. Contempló la huella de su cabeza bajo el cristal del tanque. De las paredes brotaban cientos de cablecitos acabados en electrodos, y en uno de los lados se veía una pequeña telerred.
No, no podía ser una telerred. En aquella habitación no podía haber conexiones de red. Nada que la reina Minako pudiera rastrear.
—No lo entiendo -admitió Leroy, examinando el instrumental médico al otro lado de la sala- ¿Qué crees que le hicieron aquí abajo?
Vicder miró al capitán atentamente, pero su expresión no delataba ninguna sospecha, solo curiosidad.
—Bueno, para empezar, supongo que programar su chip de identidad e implantárselo -contestó-.
JJ agitó un bisturí en su dirección.
—Bien pensado. Claro, no debía de llevar ninguno cuando llegó a la Tierra.-señaló el tanque- ¿Y eso?
Vicder se aferró a los bordes de la cámara para controlar el temblor de las manos.
—Las quemaduras debían de ser graves, incluso mortales. Supongo que su prioridad era mantenerla con vida y, al mismo tiempo, oculta, de modo que la animación suspendida resolvía ambos problemas. -dio unos golpecitos en el cristal con un dedo- Debieron de utilizar esos electrodos para estimular su cerebro mientras dormía. No podía aprender a través de la experiencia, como un niño normal y sano, por lo que supongo que lo compensarían con un aprendizaje falso. Con experiencias falsas. Se mordió el labio, obligándose a cerrar la boca antes de mencionar la conexión de red que habían implantado en el cerebro de la princesa y que resultó ser un modo eficaz de aprendizaje cuando finalmente se despertó, sin ser consciente de que seguramente ya sabía todas esas cosas. Resultaba fácil hablar de la princesa como si se tratara de otra persona.
Vicder no podía dejar de pensar que, de hecho, era otra persona. La niña que había dormido en ese tanque era distinta de la ciborg que había despertado en él. Y de pronto comprendió que esa era la causa de que no tuviera recuerdos. No porque los cirujanos hubieran dañado su cerebro mientras le implantaban el panel de control, sino porque nunca había estado despierta para poder crearlos. Si trataba de remontarse en el tiempo, ¿conservaría algo de antes del coma?¿De su niñez? Y justo en ese momento la asaltó su sueño recurrente. Las risas de un niño, correteando por un campo de rosas, luego cambiaba a una habitación enorme, el lecho de brasas, el fuego que le consumía la piel, y comprendió que tal vez no se trataba de una pesadilla, como siempre había creído, sino de sus verdaderos recuerdos. ¿Su padre estaba enterado de todo esto? ¿Por eso la consolaba cuando se despertaba pegando gritos?
—Pantalla, imagen.
Las dos pantallas que había sobre la mesa de operaciones se encendieron a la orden de Leroy: la de la izquierda proyectó el holograma de un torso, de los hombros hacia arriba, que giraba y parpadeaba en el aire. A Vicder le dio un vuelco el corazón al pensar que podía tratarse de ella hasta que se fijó en la segunda pantalla.
PACIENTE: NIKOLAI PLISETKY
OPERACIÓN: BLOQUEO DE SEGURIDAD BIOELÉCTRICA
DEL SISTEMA NERVIOSO ESPINAL
PROTOTIPO 4.6
ESTADO: COMPLETO
Vicder se acercó al holograma. Los hombros eran esbeltos y anchos, pero la imagen no mostraba nada más allá de la mandíbula.
—¿Qué es un bloqueo de seguridad bioeléctrica?
Vicder señaló el holograma en el momento en que este se volvía de espaldas y una mancha oscura y cuadrada aparecía en la columna vertebral, justo en la base del cráneo.
—Eso. A mí también me implantaron un dispositivo de bloqueo para que no pudiera utilizar mi don lunar por accidente cuando era niña. Si se implanta en un terrestre, los lunares no puedan controlarlo mentalmente. Si Nikolai Plisetsky disponía de información sobre la princesa Svetlana, tenía que protegerse por si alguna vez caía en manos de los lunares.
—Pero, si poseemos la tecnología para anular la manipulación lunar, ¿porqué no se lleva a todo el mundo uno de esos?
Las piezas fueron uniéndose en su cerebro y una tristeza repentina se apoderó de Vicder. Su padre o padrastro, Linh Hisashi, había inventado el bloqueo bioeléctrico, pero había muerto a causa de la peste antes de que el dispositivo superara la fase de prototipo. A pesar de que apenas paso poco tiempo con su padrastro, ya que entre él y Yuko eran los únicos que la trataban como parte de una familia, tenía la sensación de que la muerte le había llegado antes de tiempo. Qué distinto podría haber sido todo si hubiera sobrevivido. Y no solo para Mari y Yuko, sino también para Vicder. Suspiró, cansada de pensar, y se limitó a contestar:
—No lo sé.
JJ lanzó un gruñido.
—Bueno, esto lo prueba, ¿no? La princesa estuvo aquí.
Vicder observó la habitación una vez más y la mesa de reparaciones llamó su atención. El instrumental que la había convertido en una ciborg. O bien JJ no había reparado en todos aquellos instrumentos o todavía no había adivinado para qué los habían utilizado. Tenía la confesión en la punta de la lengua. Sentía que Leroy debía de saberlo. Si no le quedaba más remedio que seguir con él, estaban en esto juntos, talvez merecía saber con quién viajaba. El verdadero peligro al que estaba expuesto. Sin embargo, antes de que pudiera decir nada, JJ se le adelantó.
—Pantalla, muestra a la princesa Svetlana.
Vicder giró sobre sus talones, con el corazón a punto de salírsele del pecho; sin embargo, lo que encontró frente a sí no fue una versión suya de doce años. Lo que vio a duras penas podía considerarse humano.
JJ retrocedió con paso tambaleante, llevándose una mano a la boca.
—Pero ¿qué…?
Vicder sintió una arcada antes de que cerrara los ojos, tratando de reprimir las náuseas. Tragó saliva y volvió a abrirlos poco a poco, dirigidos hacia la pantalla.
Era la imagen de una niña, o de lo que quedaba de una niña.
Estaba envuelta en vendajes desde el cuello hasta el muñón de la pierna izquierda. Llevaba el brazo y el hombro derechos al descubierto, con la piel llena de hoyos, algunos sanguinolentos, otros de un color rosa vivo y satinado. No tenía pelo, y las quemaduras se extendían al cuello y la mejilla. Tenía el lado izquierdo de la cara hinchado y desfigurado, solo se veía una hendidura donde estaba el ojo, y una línea de puntos le recorría la mejilla, desde el lóbulo de la oreja hasta los labios.
Vicder se llevó unos dedos temblorosos a la boca y se los pasó por la piel. No le quedaban marcas, ni una sola señal de todas aquellas heridas. Solo el tejido cicatrizado del muslo y la muñeca, alrededor de la unión de las prótesis. ¿Cómo habían conseguido recomponerla? ¿Cómo era posible recomponer algo así? Sin embargo, fue Leroy quien planteó la verdadera cuestión.
—¡Por Saturno! ¿Quién le haría eso a un niño?
A Vicder se le puso la piel de gallina. No conservaba ningún recuerdo de la agonía que aquellas quemaduras debieron causarle. Era incapaz de relacionar a la niña con ella misma. Sin embargo, la pregunta de Leroy seguía resonando en su cabeza, rondando la fría estancia como un fantasma.
La reina Minako había hecho aquello. A una niña, poco más que un bebé. A su propia sobrina. Y todo por la ambición de poder gobernar. Para poder reclamar el trono sin intrusos. Para ser reina. Vicder cerró los puños a los costados y sintió que le hervía la sangre. JJ la miraba, con la misma expresión sombría.
—Tendríamos que ir a hablar con Nikolai Plisetsky -dijo JJ, al tiempo que dejaba el bisturí-.
Vicder se apartó un mechón de la cara con un bufido. El fantasma de la niña que había sido aún estaba allí, una víctima que luchaba por seguir con vida. ¿Cuánta gente había contribuido a rescatarla y a protegerla, cuánta había guardado su secreto? ¿Cuántos habían arriesgado sus vidas porque creían que la suya era más valiosa? Porque creían que podía convertirse en alguien lo bastante poderoso para detener a Minako.
—¡Hey! compañera, ¿Estas bien? te vez pálida. -Leroy le tomaba la temperatura con la mano en la frente.
—Estoy bien- contesto, quitando la mano de su frente, pero aún así JJ no la soltó del todo- solo, es demasiado impresionante.
—Lo se, Démonos prisa. Tal vez el piloto nos pueda ayudar con más información.
Con un nudo en el estómago, siguió a JJ tomados de la mano, de vuelta al hangar y se aseguró de cerrar la puerta oculta tras ellos. Al volver a salir a la luz del día, la casa seguía esperándolos envuelta en el mismo silencio y calma abrumadores, por encima de un pequeño jardín.
La Rampion descansaba, fuera de lugar, en medio de los campos. JJ consultó su portavisor.
—Nadie ha salido desde que hemos llegado -anunció, con voz tensa-.
No trató de disimular sus pisotones sobre la grava. Aporreó la puerta. Los golpes resonaron por todo el patio mientras esperaban a oír pasos al otro lado, pero solo el sonido de las patas de las gallinas raspando el suelo respondió a su llamada.
Leroy intentó abrir la puerta, que cedió al instante. No estaba cerrada con llave. Entró en el vestíbulo y alzó la vista hacia la escalera de madera. A la derecha se encontraba la sala de estar, llena de muebles de tosca factura. A la izquierda, una cocina con un par de platos sucios en la mesa. Las luces estaban apagadas.
—¿Hola? -llamó JJ-. ¿Señor Plisetsky?
Vicder estableció una conexión de red y trató de localizar el chip de identidad de Nikolai.
—La señal viene de arriba -dijo en un susurro.
La escalera crujió bajo el peso de su pierna metálica.
La pared se hallaba cubierta de pequeños marcos digitales en los que se alternaban las imágenes, pasaban de una niña comiendo guisantes crudos, un hombre parecido a Nikolai con uniforme militar, una mujer con una mirada penetrante que le resultaba entrañablemente familiar, vestida con un traje de entrenamiento militar; y la ultima foto mostraba a un Nikolai más mayor con una adolescente y un gato en sus brazos.
Apareció otra foto individual entre las fotografías, mostraban a una joven despampanante ante la que JJ soltó un «Vaya con Yuri» por lo bajo cuando pasó por su lado
.—¿Señorita Plisetsky, señor Nikolai? -insistió Vicder-.
O bien ambos estaban profundamente dormidos o estaban a punto de toparse con algo que Vicder no deseaba ver. La mano le temblaba cuando empujó la primera puerta que encontró al final de la escalera, preparándose para no gritar si encontraba un cuerpo en descomposición tirado en la cama. Sin embargo, solo encontró una bola blanca con dos ojos azules mirándola desde adentro de la habitación. Este maulló y se le acerco, frotando su cabeza entre las piernas de ella.
—Hola pequeño, ¿Dónde están tus dueños?
—Hey! ¿Ese no es la mascota de las fotos? -pregunto Leroy acariciándole la cabeza-
—Lo más probable, pero porque estaría aquí?
Puso al animal en el piso y entraron a la habitación. Se hallaba en el mismo estado caótico que el hangar. Ropa y zapatos, baratijas y mantas, pero ningún ser humano. Ningún cadáver.
—¿Hola?
Echó un vistazo al dormitorio y al ver el tocador junto a la ventana se le cayó el alma a los pies. Se acercó hasta él y recogió el pequeño chip, que sostuvo en alto para enseñárselo a JJ.
—¿Qué es eso? -preguntó él-.
—Nikolai Plisetsky -contestó Vicder. Lanzó un suspiró y cerró la conexión de red-.
—¿Quieres decir que… no está aquí?
—No esta -protesto Vicder, y salió al pasillo tratando de mantener la serenidad.
Se apoyó los puños en las caderas y escrutó la otra puerta cerrada, sin duda otro dormitorio. La casa estaba vacía. Nikolai Plisetsky no se encontraba allí, y su nieta tampoco. No había nadie y no obtendrían respuestas.
—¿Cómo se puede localizar a una persona que no lleva chip de identidad?-preguntó JJ.
—No se puede -contestó Vicder-, de ahí que la gente se lo quite.
—Tendríamos que hablar con los vecinos. Tal vez sepan algo.
Vicder refunfuñó.
—No vamos a hablar con nadie. Por si lo has olvidado, seguimos siendo prófugos. -se quedó mirando las fotos, que iban alternándose. Nikolai y una joven Yuri sosteniendo un rifle y detrás una tienda de acampar, sonriendo alegremente-. Vayámonos de aquí antes de que la Rampion llame la atención.
Las tablas del suelo sonaban huecas bajo sus pies mientras bajaba la escalera en dirección al descansillo del vestíbulo. La puerta de entrada se abrió de par en par. Vicder se detuvo en seco. Una chica guapa de cabello corto se quedó de piedra frente a ella. La joven abrió los ojos desmesuradamente, primero por la sorpresa y luego al reconocerla. A continuación, los bajó hasta la mano biónica de Vicder y empalideció.
—Mierda
—Bonjour, mademoiselle —dijo JJ en perfecto francés.- Bienvenida a casa.
La chica se volvió hacia él, puso los ojos en blanco y se desplomó en el suelo de azulejo.
—¡Viste eso! Aun no pierdo mi encanto.
Vicder volteo los ojos y termino de bajar las escalera para ir donde la desconocida.