Yuuri recibió el cuerpo exhausto de Víctor entre sus brazos, lo cobijó con su calor mientras sentía sobre su piel la respiración agitada del ruso. El corazón de Yuuri latía con fuerza, su cuerpo cansado le gritaba que lo ocurrido no era una ilusión, que realmente había sido del hombre que amaba, que el hombre que amaba había sido suyo, únicamente suyo. Sonrió.
—Te amo — pronunció Víctor sin abrir los ojos y aún sin ser plenamente consciente, aún presa de la bruma del orgasmo—, te amo, Zvezda.
—¿Zvezda? —pronunció Yuuri mientras acariciaba el cabello de Víctor—. ¿Qué significa esa palabra? —preguntó curioso, no era la primera vez que escuchaba una palabra en ruso salir de la boca de Víctor.
Víctor se aferró con fuerza al cuerpo de Yuuri.
—Estrella —respondió en un susurro.
—Estrella —repitió Yuuri lentamente, como si saboreara cada letra de aquella hermosa palabra.
Víctor se separó un poco de Yuuri y su mirada azulina se clavó en los ojos oscuros de su amante, ojos que en ese momento expresaban tranquilidad y amor.
—Zvezda —dijo Víctor acariciando el rostro aún sonrojado de Yuuri—, mí estrella —declaró sonriendo mientras sus ojos brillaban colmados de amor—. Quiero que seas mi estrella, Yuuri. La hermosa estrella que ilumina mi vida, ¿tú quieres ser mi estrella?
—Sí, quiero ser esa estrella, la única estrella en tu vida.
—Entonces, de ahora en adelante te llamaré así. Tú serás mi Zvezda, mi adorada Zvezda.