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En el nombre de Dios, a quien tanto odio (21)


Capítulo 21: Cuenta regresiva –1

El cardenal Olivier no tardó en notar que Víctor era un hombre muy inteligente, sus interesantes ideas y opiniones bien fundamentadas eran estimulantes, por lo que pronto comenzó a disfrutar y apreciar las largas charlas que tenía con él joven arzobispo. Además, escuchaba lo que le decía con suma atención y le hacía pensar que todo lo que él le decía era siempre importante, que estaba dispuesto a escucharlo todo el tiempo que precisara. Más allá de su inteligencia, Víctor poseía un encanto natural que lo hacía atrayente, no solo por su belleza, sino por la amabilidad y calidez de su trato, algo difícil de encontrar entre sus compañeros, los juegos de poder se jugaban a diario y desde que su amante había fallecido no había logrado encontrar momentos de paz. No obstante, Víctor lo distraía de su entorno corrupto con sus preguntas y conversación aguda. Sin embargo, había notado que su actitud contrastaba con esa mirada que a veces lucía apagada y otras afilada, sagaz, y con esa sonrisa de revista que sus labios lucían con naturalidad. 

Víctor era un enigma, lleno de contrastes, de luces y sombras, que lo hacían irremediablemente fascinante y cautivador. Poco a poco, y después de muchos encuentros que dejaron de ser casuales, Adrien Olivier comenzó a sentirse atraído hacía él, cada vez más. 

Cuando ya había transcurrido más de mes y medio de encuentros amenos y charlas de todo tipo, Víctor pudo notar ese clic, esa diferencia que comenzaba a nacer en la mirada Olivier y en sus sutiles intentos de acercarse más a él:  Sus manos chocaban en una pantomima de casualidad, los ojos del cardenal lo recorrían entero y, finalmente, le confesó que había amado un sacerdote y que él le hacía recordar a ese antiguo amor. 

—Me halaga pensar que puedo recordarle a una persona que fue tan importante en su vida —dijo Víctor tomando sus manos después de que el cardenal le hablara sobre su amante. 

Olivier miró las manos de Víctor acariciar las suyas y una suave electricidad recorrió su cuerpo, desde la punta de sus yemas hasta esparcirse por su torrente sanguíneo.  Sentía el calor nacer de su pecho y sin siquiera reflexionar sobre ello, lo besó. 

Víctor sintió los labios de Olivier sobre los suyos y después de dejarlo saborear su boca por un breve momento se separó de él, lucía tan sorprendido por el arrebato del cardenal que cualquiera hubiera pensado que su expresión era sincera. 

—¡Lo siento! —exclamó el cardenal—, yo creí… interpreté mal…

—No, no se disculpe —respondió Víctor—. Para ser honesto me gusta, me gusta estar a su lado, me siento cómodo y nuestras conversaciones se han transformado en mis momentos favoritos, pero no es algo a lo que hubiese imaginado darle espacio para expresarse. Me ha sorprendido que usted…

Olivier dibujó una sonrisa en su rostro blanco y delgado, la sonrisa iluminó sus ópalos verdes y las líneas de expresión junto a sus ojos se acentuaron. Algo nervioso pasó su mano por su corto cabello pelirrojo en el que resaltaban algunas canas. 

—Me gustas y si estás dispuesto…

—Lo estoy —interrumpió con un entusiasmo que hizo sonreír a Adrien, quien volvió a buscar la boca de Víctor en un beso que fue correspondido. 

❄❄❄❄❄❄❄❄❄❄

Tres gotas de un líquido incoloro puso Víctor en el té que preparaba para Bellamy, luego escondió en su sotana el pequeño frasco sin etiqueta y revolvió el contenido de la taza de porcelana antes de acercarse al escritorio del cardenal y entregársela. Bellamy lucía cansado, su piel estaba seca y de un color poco saludable, tenía ojeras marcadas y el cabello sin brillo.

—Deberías descansar —dijo Víctor al verlo tomar el té—, la última semana has tenido mucho trabajo y creo que no te hace nada bien. 

—Tal vez tengas razón, la cabeza no ha parado de dolerme desde que desperté esta mañana. 

—Sería bueno que un médico viniera a verte, cariño —dijo Víctor acariciando el rostro del cardenal—. Debes estar bien ahora que ya tenemos el vídeo para chantajear al cardenal Castellanos, cuando te proponga como sucesor debes estar en condiciones de aceptar y tomar control inmediato de la Secretaría de Estado. 

—Sí, yo… creo que esperaré a sentirme del todo bien para resolver el asunto con Castellanos, aunque no creo que sea necesario un médico, es solo agotamiento, iré a descansar. 

—Te ayudo.

Víctor ayudó a Bellamy a ponerse de pie y luego lo acompañó hasta su recamara. Sabía perfectamente que lo que sentía Bellamy era más que cansancio; era la manera que utilizaba para quitárselo de encima durante el día y, sobre todo, durante las noches.

❄❄❄❄❄❄❄❄❄❄

Las luces estaban apagadas en la recámara de Víctor, pero a través de la ventana entraban los rayos de luna que besaban su piel. Un cigarrillo recién apagado descansaba sobre un platillo sobre el velador y la cama estaba desordenada. 


—Quiero que hagamos el amor en el centro televisivo del vaticano, ¿me cumplirás esa fantasía? —preguntó Víctor mientras se estiraba en la cama, desnudo, a su lado se encontraba Olivier.

—¿Rodeado de gente? —cuestionó divertido.

—Pero si tú quisieras, por la noche podría estar vacío… 

—Eres más travieso de lo que aparentas.

—¿Entonces? 

—Está bien, mañana por la noche te llevaré.

La sonrisa en el rostro de Víctor fue amplia. Olivier rio también,  pensó que su nuevo amante era como un niño al cual le cumplían un capricho, pero para Víctor la razón distaba mucho de ser algo superficial: faltaba tan poco para poder terminar con todo y él solo pedía poder ver a Yuuri una vez más.

❄❄❄❄❄❄❄❄❄❄

Dos noches después, el cardenal Olivier dormía profundamente sobre un sofá negro que se encontraba en la sala de control de Vatican media, no despertaría, Víctor se aseguró de ello inyectándole una dosis de sedante que lo tendría dormido hasta el día siguiente.

Nikiforov entró a la computadora central de la televisora y descargó allí otro de los programas que Phichit le había dado, el programa tardó en descargarse y Víctor tuvo que armarse de paciencia; faltaba tan poco que cada segundo de espera se volvía eterno. Cuando al fin el programa fue descargado, Víctor ejecutó algunos comandos que Phichit le había enseñado, cuando puso el último Enter y vio que todo había salido tal y como Phichit le había indicado, una corriente de alivio inundó sus venas. 

Por un largo momento dejó a su cuerpo reposar sobre la silla y su mente vagar a oscuras, sin ningún pensamiento. Por primera vez en mucho tiempo podía darse el lujo de dejar los minutos pasar sin estar planificando, ideando, inventando tretas o engaños: Allí se sintió un poco más libre.

Pero aún no había terminado.

Víctor se obligó a poner su cabeza nuevamente en funcionamiento, tomó su teléfono móvil con el chip que sus amigos le habían entregado y envió el mensaje de texto que llevaba tanto tiempo queriendo escribir:

« Los ingredientes están preparados.

Cocineros » Nos pondremos manos a la obra. Será el mejor platillo que hayamos preparado.

Cocineros » Estará listo a las 11:30 y lo serviremos en la Puerta de Santa Ana. 

Víctor soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo y rio. 

Rio porque ya nadie podría evitar que el platillo fuera servido, un plato frío, que es como mejor sabe la venganza. 

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