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Mensaje Carmesí


¡Hola a todos!

Este OS fue escrito como premio a la dinámica por el cumpleaños de Yuuri Katsuki dentro del grupo Victuuri is Love & Life. Una de nuestras tres ganadoras de la rifa fue Marymarce Galindo, quien escogió el siguiente prompt:

«Ahora que estamos con Ice Ado sería preciso para compartir con todas las chicas un encuentro entre el Yuuri del presente y el Víctor adolescente.»

Con base a esta petición, realicé el siguiente One-shot que espero sea de su agrado. ¡Gracias a Marymarce por retarme a hacer esta maravillosa idea que, la verdad, no se me había ocurrido antes!

MENSAJE CARMESÍ

En la oscuridad de la noche, siempre he encontrado el momento adecuado para meditar. En mi cama, con la mirada fija en el viejo espejo que me regaló mi abuela, observo fijamente mi reflejo que, al ser tocado por los rayos de la luna, se transforman poco a poco en ese otro yo que me mira con franqueza, convertido en una versión mayor de mi propio ser.


—¡Vitya, sal de aquí, ahora!

La voz de Yakov resuena por todo el recinto. Rasposa, iracunda, es un sonido al que sus pupilos están enteramente acostumbrados, razón por la cual, prácticamente nadie, ni siquiera el aludido, pone atención en ella. Todos continúan practicando sus rutinas como si nada hubiese ocurrido.

Molesto por la falta de atención, el entrenador de élite corta apresurado el espacio entre él y el infractor para encararlo directamente, ofreciéndole uno de sus gestos más amenazantes en su repertorio. Ese dedicado especialmente a él.

—¿Cuántas veces debo decirte que no te quiero ver en la pista, niño? 

Para sus malas pulgas, Vitya parpadea un par de veces antes de centrar la atención en su entrenador, como si recién se diera cuenta que el iracundo adulto se está dirigiendo a él.

—¡No me veas con esa cara de tonto que te cargas! Te lo he dicho ya: ¡largo de aquí!

—Solo vine a ver el entrenamiento —contesta el chico, sin inmutarse. Yakov resopla molesto, un ligero vaho acompaña sus gritos; no obstante, al escuchar la contestación de su joven pupilo, logra tranquilizarse un poco. El mayor se cruza de brazos e intenta razonar con el más joven.

—La última vez que dijiste eso, aprovechaste un descuido mío para calzarte los patines y juguetear por ahí. El médico dijo que debes mantener reposo, pero tú eres demasiado terco como para aceptarlo.

—El reposo es aburrido —bufa Vitya, un travieso mechón de su cabello se mueve a la par del gesto. 

—Mientras más pronto te recuperes, más rápido dejarás el aburrimiento —sentencia Yakov impasible, dando por terminada la discusión—. Para variar, podrías ponerte al corriente con tus estudios. Aprovecha el tiempo, cuando te recuperes tendremos que ajustar tu esquema de entrenamiento.

Yakov se aleja sin decir más, Víctor interpreta eso como un “puedes quedarte, pero no me molestes”, así que el joven se recarga en la baranda y observa con gesto aburrido las prácticas de sus compañeros.

—¡Hola, Víctor! ¿Haciendo enojar a Yakov desde temprano?

—Georgi —el aludido sonríe al ver a su compañero de pista acercarse—, solo vine a pasear un rato.

—¿Aún no puedes patinar? —Víctor le dedica una sonrisa triste a su compañero—. ¿Tan grave es?

—No, no lo es —contesta Víctor, no muy convencido.

¿No lo es? El joven patinador se pregunta eso cada noche. Abrazando sus piernas, sobre su cama, pasa horas observando la venda que rodea su tobillo izquierdo. Ya no duele, ni siquiera está inflamado; no obstante, la resolución de Yakov ha sido contundente: no patinar en las próximas semanas.

—Esto es muy aburrido —susurra el joven, el cabello plateado cuelga suelto por toda su espalda—. Una vida sin patinaje no tiene sentido.

El joven espera, en vela que a través del espejo, aparezca eso que ha hecho su monótona vida un poco más interesante, desde que tuvo el infortunio de lesionarse durante las prácticas. Al reflejarse la luz de la luna, es visible esa silueta tan conocida y, a la vez, tan diferente. Víctor se acerca al antiguo espejo y observa con detenimiento a la persona que él puede deducir, se está arreglando para comenzar su día. 

El mismo cabello plateado, pero más corto que su largo cabello actual. La persona que está ensimismada en su arreglo también parece más alta y fornida que el joven Víctor que observa atento esos movimientos. Vitya se acerca más a su reflejo y posa una mano sobre él, delinea el rostro que con cuidado acomoda su cabello y se pregunta si esto es solo una ilusión creada por su aburrida mente, o quizás, un aviso de que está perdiendo la cabeza. 


—¡VÍCTOR NIKIFOROV! —en esta ocasión, el grito de Yakov parece romper la barrera del sonido mismo. Resoplando con furia, el entrenador se acerca a su travieso pupilo y lo saca de la pista del brazo—. ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO, MUCHACHO?

—¡Yakov, estoy aburrido! —contesta Vitya, puchero en cara.

—¡Pues entretente en otro lado, aquí no puedes estar!

—¡Yakov, deja de gritar, por favor!

Una figura altiva se une a la conversación. Lilia se ha acercado a Yakov y al pupilo de su esposo, una vez los vio comenzar a discutir. 

—Si tienes tantos ánimos de estar aquí, tal vez sería mejor si comienzas con ejercicios sencillos. ¿Un repaso básico de ballet, quizás?

Los ojos de Víctor brillan y Lilia sonríe muy a su pesar, pues el rostro contrariado de Yakov es una de las diversiones de la ex prima ballerina. Ella entiende que Yakov solo quiere lo mejor para Víctor. Entiende el cariño paternal que Yakov le tiene a Víctor y su preocupación por su reciente lesión; sin embargo, conoce a la promesa de patinaje artístico y sabe que quedarse quieto sin hacer nada, más su terquedad, podrían llevarlo a lastimarse de continuar practicando sin supervisión.

—Alejarlo de lo que más le gusta no es la solución.

Y dicho eso, Lilia se aleja junto a Víctor, quien se ha puesto a parlotear con entusiasmo.


Aunque un poco más animado por la pequeña práctica asistida por Lilia, Víctor observa su tobillo aún vendado, mientras espera en la orilla de la cama a que el espejo le muestre esa otra cara que ahora lo tiene tan interesado. Pensándolo bien, no es como que este extraño fenómeno acabase de ocurrir. No es así. Vitya recuerda que, en dos o tres ocasiones, en las que él iba al baño de noche, medio dormido reconocía pedazos de una habitación ajena a la suya del otro lado de ese antiguo espejo, no obstante, la joven promesa del patinaje siempre lo asociaba a su cansancio.

Por fin, los rayos de luna se reflejan en el antiguo espejo, el momento que más espera ha llegado, Vitya se acerca al espejo y escudriña a detalle, el entorno que rodea a su otro yo. ¿Será una ilusión o una ventana al futuro?  

El corazón de Vitya da un salto cuando ve que esos ojos, increíblemente azules, lo observan directamente. Respinga sorprendido, pues hasta hoy, el chico no había imaginado que su contraparte pudiera verlo desde su lugar. Vitya asociaba esas visiones como un televisor que solo recibe, más no transmite. Pensaba que este fenómeno era solo unilateral.

El asombro no dura mucho, pues su contraparte se ha cortado el rostro con el rastrillo y, atendiendo su herida, busca papel higiénico para detener el sangrado. Al moverse su otro yo, Vitya tiene la visión completa del cuarto de baño en el que ese otro Víctor habita. Nada inusual, a decir verdad. Un par de toallas, dos cepillos de dientes, artículos normales de higiene personal. 

El joven Víctor ahoga un grito de sorpresa al ver a un joven asiático de cabello oscuro entrar al cuarto de baño, para atender la herida que se hizo su otro yo. Vitya los observa atento, ve su dinámica, sus gestos. Percibe su amor. Mira la tierna sonrisa del chico de lentes y cómo su mirada achocolatada transmite profunda devoción. 

Si ese es su futuro, Vitya está ansioso de que llegue pronto.


—Fuiste muy descuidado, Víctor —que Yakov se dirija a Vitya sin el acostumbrado diminutivo es clara señal de su enojo. Víctor reprime una mueca de dolor ante el toque, un tanto tosco de Yakov, a su tobillo. Duele y bastante.

—Solo es una torcedura —minimiza el joven patinador—. Estoy bien.

—Sabía que esto pasaría. Por este motivo no quería que estuvieras en el campo de entrenamiento —exclama Yakov, molesto—. Por eso le dije a Lilia que no debías seguir practicando…

—¡No es culpa de Lilia! —el tono indignado de la voz de Vitya resuena en el salón lleno de espejos—. Yo solo me distraje.

La mirada de Yakov busca la de su pupilo. Víctor reconoce ese dejo de reproche y, aceptando su culpa, le pregunta a su entrenador si esta distracción le cobrará factura para su recuperación. 

—Descuida, no hay nada de qué preocuparse. Aún así, debemos ir al médico para que descarte cualquier lesión mayor. 

Víctor sonríe aliviado y se queda quieto, mientras Yakov vuelve a vendar su tobillo. Aprovecha el tiempo para mirar los espejos del salón y recuerda que su distracción fue debido a ellos. Ya había pasado una semana y, aunque se había quedado despierto un par de noches, las visiones de su espejo no habían vuelto a aparecer.


Estás últimas tres semanas de reposo extra no le habían caído nada bien a la joven promesa del patinaje artístico. Aunque Víctor continuaba realizando ejercicios sencillos bajo la supervisión de Lilia, él sentía que algo le hacía falta. Víctor quería patinar, quería sentir las cuchillas de sus patines rompiendo el hielo y el aire surcando su rostro proporcionándole libertad. 

—Extraño patinar —exclama para sí mismo el joven. Como en días anteriores, espera paciente frente a su cama que la hermosa visión de “su futuro yo” pueda aparecer una vez más. 

El reloj marca la una y Víctor comienza a cabecear; no obstante, una corazonada le dice que hoy debe permanecer despierto. Siguiendo este presentimiento, Víctor se levanta de la cama y estira un poco sus músculos. Mueve con cuidado su tobillo izquierdo, aún duele un poco, parece que debe tomar más reposo.

—¡Al fin! —exclama emocionado el muchacho y se acerca con ansias al espejo. Observa el ya conocido cuarto de baño, pero no ve a nadie más. ¿Qué es lo que está pasando?

Víctor espera un minuto, dos… espera lo que parece una eternidad, pero nada cambia. Nadie aparece. El muchacho comienza a impacientarse. ¿Qué caso tiene ver una habitación vacía y desordenada?

Después de esperar media hora, Víctor se da por vencido. Está cansado y en unas horas debe ir a consulta. Quizás este desaire le enseñe que es mejor dejar ser al espejo y descansar como Yakov manda. Es momento de olvidarse de esta visión.

Y entonces, cuando Víctor está a punto de rendirse, alguien entra al cuarto de baño. Los ojitos azules de Víctor brillan con emoción, pues no es su futuro yo quien ha entrado a la habitación, es el lindo chico asiático quien se encuentra ordenando el cuarto de baño.

Víctor lo observa de pies a cabeza. Su cabello es negro y brilla a contraluz. Es delgado y calculando, más o menos de su altura actual. Empero se ve muy joven, Víctor no apostaría a que ambos tengan la misma edad. Si el joven vive con su otro yo mayor, pensaría él que ambos pasan ya de los veintitantos.

—¿Cuántos años tendré yo? —se pregunta Vitya en un vano intento de usar el espejo cual ventana para intentar ver mejor al chico que está agachado frente al lavabo; sin embargo al hacerlo golpea su nariz en el proceso—. ¡Auch!

El corazón de Vitya da un vuelco, el lindo chico de lentes lo observa asombrado. Sus manos delgadas sostienen el espejo que estaba a punto de caer. La sorpresa de Víctor se ve reflejada en esos grandes ojos de tonalidad chocolate y el patinador más joven se siente perdido en ellos.

«Es hermoso». Piensa Víctor, al ver más de cerca esos bonitos ojos, que aún ocultos detrás de las gruesas gafas, destellan una mirada tierna y un poco sorprendida. Ambos permanecen así por unos cuantos segundos y Víctor piensa en una loca posibilidad. ¿Será posible?

Al momento de escribir este relato, caigo en cuenta de algo: Víctor Nikiforov, ya sea joven o en sus veinte, es una persona poco convencional. Un genio experto en sorprender a la gente no solo en la pista de hielo, sino en su forma innata de ser. En el cajón, del lado de espejo que protagoniza este cuento, Víctor saca un lápiz labial y, en tonos rojos escribe una simple palabra:

“Hello!”

El joven sabe que el mensaje ha llegado, pues el lindo chico que lo observaba atento palidece al mismo tiempo que ahoga un grito. ¿Asustado? Quizás. ¿Dispuesto a huir? Víctor espera que no. Su emocionado corazón le dicen al joven patinador, que la persona que ahora busca algo de su lado del espejo, no es del tipo que huye sin más.

“Hi!”

Víctor sonríe emocionado ante el saludo, así que borra con el puño el propio para comenzar a escribir. No obstante, el tiempo es cruel, por lo tanto, la visión que tiene ahora frente a él comienza a desaparecer. Víctor no quiere eso, quiere platicar con ese lindo muchacho, quiere saber de él, de su vida. Para ese momento, ¿se habrá curado totalmente de esta molesta lesión?

—¡No te vayas! —exclama desesperado poniendo ambas manos sobre el espejo—. Por favor, no me dejes.

El muchacho de cabello azabache le sonríe con dulzura y escribe algo más antes de desaparecer.

—¿Qué? No entiendo, ¿eso es japonés o chino? ¿Qué significa?

Pero la visión ya ha desaparecido, solo prevalece el mensaje carmesí brillando en contraste de los rayos de luna llena que inunda ya otro punto de la habitación. Víctor intenta reproducir los trazos desde su lado, para intentar más tarde descubrir su significado.


Conforme pasa el tiempo solemos olvidar los detalles de nuestros recuerdos. Aunque cada vivencia se almacena sin demora dentro de nuestra cabeza, por una u otra razón, solo recordamos fragmentos del rompecabezas que conforman nuestro corazón. Recordamos lo que sentimos y lo rememoramos cuando esa emoción se asemeja a nuestro sentir actual.

En un departamento dentro de un elegante suburbio en San Petersburgo, el pentacampeón, Víctor Nikiforov, observa maravillado un mensaje carmesí escrito en idioma japonés sobre su antiguo espejo.

—¡Yuuri!

—¿Sí? —el cabello desordenado de Yuuri Katsuki es lo primero que se asoma por la puerta del baño, el joven tiene un cesto de ropa sucia entre sus brazos.

—¿Tú escribiste eso? —señala Víctor el mensaje. Yuuri compone un gesto de sorpresa y se acerca al espejo para contemplarlo. 

—Entré al baño en la madrugada e intente ordenar un poco el desastre que había en él —Víctor río para sí, pues él era el principal culpable de ese “desastre”—. Lo que me pasó luego… creo que fue solo un sueño.

Víctor tomó una toalla, la mojó y procedió a limpiar el bello espejo. Víctor sabía que Yuuri era un hombre muy hábil y aún así, se sorprendió de la destreza de su novio para escribir medio dormido en dirección contraria para que el mensaje pudiera leerse a la perfección si cierta persona estaba leyéndolo, digamos del otro lado.

Sí, su Yuuri es muy listo y Víctor ahora acaba de recordar algo muy importante.

—Gracias, cariño —sonríe Víctor y Yuuri lo observa con curiosidad—. Necesitaba escuchar esas palabras… o leerlas, bueno, tú me entiendes.

Yuuri parpadea un par de veces, nota la marcha carmesí que hay en la toalla con la que Víctor ha limpiado el espejo y le dedica a su novio la sonrisa más dulce de su haber.

—Cuando lo necesites.

Víctor sonríe enamorado, corona la montaña de basura dentro del cesto con la toalla, ahora sucia, y se propone a salir del cuarto de baño junto a su amado. Juntos, como llevan haciéndolo desde hace más de un año.

—¿Sabías que mi abuela me regaló este espejo?

—Ya me lo has contado —contesta Yuuri, con un dejo divertido en la voz.

—Ahora que lo recuerdo, ella me dijo que era un espejo mágico del cual recibiría ayuda de quién más me quisiera, cuando más lo necesitara.

—¿En serio?

—¿Sabes, Yuuri? Me alegro mucho haber traído este espejo a nuestra casa.

—Y yo de haberte visto tan adorable a esa edad.

—¡Yuuri, ven a mis brazos!

—¡Víctor, la ropa! ¡Víctoooooooor!

«大丈夫»

“Todo va a estar bien”

FIN.

¡Y eso es todo!

Espero les haya gustado este breve relato. Le agradezco mucho a mi querida Naty, quien me ayudó a aterrizar la idea y darle forma. ¡Gracias, hermosa! Y a ustedes, mil gracias por leer, por dejar una estrellita o un comentario. ¡Lo que ustedes gusten!

Nos vemos en otra actualización. Estoy trabajando para ponerme al corriente con mis pendientes.

xoxo

Sam.

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Publicado por salemayuzawa

Me gusta leer, escribir, ver películas, anime y platicar con mis amigas. ¡Adoro imaginar historias!

2 comentarios sobre “Mensaje Carmesí

  1. Precioso, Salem. Tú sabes cómo llevar ese compás sin sobre saltos y hacer que todo resulte armónico. Me encantó y sobre todo el espejo mágico. Al final el mensaje es tan alentador. Gracias por este maravilloso premio.

    Le gusta a 1 persona

    1. ¡Hola!
      Mil gracias a ti por leer. Me alegra ver que te ha gustado. Un OS con mucho cariño para la rifa. Confieso que la idea fue un reto, pues ya existen historias con la temática que me proporcionaste. Me encantó hacerlo intentando darle otra perspectiva.

      Me gusta

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