Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar

Cavernícola II


Yuri se removió entre la piel de oso. Los brazos de Jean le rodeaban como todas las mañanas desde que vivían de esa manera y lo que más le ponía furioso era lo fácil que se estaba acostumbrando al calor que desprendía el otro.

Algo golpeó duro entre sus glúteos y abrió los ojos de golpe comprendiendo al instante que era. Se levantó de un salto y con precisión pateó la entrepierna del mayor haciendo que este despertara con un aullido.

Jean saltó con una pierna hasta que logró ubicarse y dejar de mirar a Yuri con confusión. Esta no era la primera vez que vivían una situación como esa.

—¡Te dije que no puedo evitar que se alce cuando sueño! ¡A ti a veces también se te alza! —aunque cuando eso pasaba no había acabado tocando el trasero de otro.

Yuri lo seguía mirando furioso, aunque finalmente se sentó descansando su pierna. Él también se acercó, desenvolviendo las hojas y el emplaste con el que la había cubierto la noche anterior como le había enseñado el anciano de la tribu antes de irse.

—Parece mejor. Pronto podrás cazar de nuevo.

—¡Puedo cazar YA!

Jean frunció el ceño mientras se ayudaba a explicarse con las manos.

—No, tienes que descansar.

El menor giró la cabeza, muy ofendido. No replicó, pero cuando el moreno tomó sus armas de caza él lo siguió apoyándose en su propia lanza.

JJ suspiró rodando los ojos, sin embargo, aminoró el paso para que el otro pudiera seguirlo hasta llegar al gran lago.

La superficie estaba cubierta por una gruesa capa de hielo en su mayor parte, así que las lanzas para atravesar los peces no servían. Tenían que conformarse con meter los anzuelos de asta y pescar, lo que requería mucha paciencia y era muy aburrido.

No tenían otra alternativa, al fin y al cabo, quedaban más peces que animales y era una actividad menos cansada para Yuri. Unas horas después ambos estaban desesperados, habían logrado pescar dos peces lo que no era suficiente para pasar el día sin hambre.

Yuri tiró su caña gritando con enojo y se cruzó de brazos. Jean dejó su caña también comenzando a pensar en cualquier otra actividad que pudiese resultar más provechosa.

—Podemos buscar raíces. A veces algunas sobreviven entre la nieve.

Ninguno parecía muy convencido, buscar raíces cuando hacía frío era muy difícil, pero era menos desesperante que seguir pescando. Los dos se pusieron manos a la obra, escarbando con las manos desnudas entre la nieve hasta que éstas enrojecían, cuando Yuri dio un grito de alegría.

No era una raíz, mucho mejor. Cerca del lago había un nido con tres hermosos huevos de gran tamaño. Era muy raro ver huevos en esa época y la madre debía haberlos abandonado ante la imposibilidad de que prosperaran. Jean se quitó parte de su ropa para poder improvisar una bolsa en la que llevarlos sin que se rompieran.

No solo eso, al lado del nido también había arena roja húmeda. No valía para comer, pero era muy divertida. Podía usarse para pintar en las paredes todo aquello que quisieran, incluso podías pintar tu propio cuerpo.

Cargaron tanta como pudieron antes de emprender el camino de vuelta a casa, pero antes Jean se acuclilló mostrando su espalda a Yuri.

—Vamos, así descansarás de vuelta —pronunció con una sonrisa radiante.

El rubio gruñó antes de subir en su espalda. JJ podía leerlo mejor que nadie y sabía que su pierna dolía antes de que el mismo lo notase.

Por esta vez podía dejarse mimar, había sido un buen día.  

ANTERIOR SIGUIENTE

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: