Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar

Capítulo 17: Primer deseo


Víctor no podía creer que realmente Yuuri Katsuki estuviera ahí, sentado en su sala de estar mientras veía la televisión; no solo porque se suponía que él, en ese momento, debía estar en un vuelo hacia Japón, sino porque incluso, aun encontrándose en la ciudad, era poco probable que un escenario así sucediera. Por todo eso, durante unos segundos se cuestionó si es que acaso no estaba soñando, producto de ese deseo irremediable de haberlo retenido a su lado.

Durante algunos segundos ambos se miraron con atención, como si esperaran a que el otro diera el primer paso. Al final fue Yuuri quien tuvo que hacerlo, era la persona que más debía dar explicaciones en esa situación. Dejó escapar un bajo suspiro y, mientras tomaba el control remoto para apagar la televisión, apretó sus labios en un gesto que a Víctor se le antojó lleno de vergüenza.  

—Lamento mucho esto —Yuuri comenzó—. Quería esperarte abajo, en la entrada, pero Giacometti insistió en que lo hiciera aquí. Él me dejó entrar.

A pesar de la evidente vergüenza que se asomaba en su expresión, Yuuri no le retiró la mirada de encima a Víctor y la mantuvo con esa firmeza que siempre lo había caracterizado. No obstante, pareció titubear sobre de qué forma continuaría con su explicación.

—¿Qué haces aquí?

Era claro que Víctor no le cuestionaba su presencia dentro del departamento, sino que no estuviera en ese momento en el avión que debía llevarlo a otro país. ¿Acaso habían tenido problemas? ¿Habían sido atacados de nuevo por su padre o alguno de sus hermanos? ¿Algo ocurrió con el vuelo? ¿Un retraso? ¿Una cancelación? La idea de que Yuuri se hubiera arrepentido y quedado por su propia voluntad nunca pasó por su cabeza. 

—Aún estoy muy molesto contigo, pero…  me di cuenta que estaría más enojado conmigo si decidía irme. Me ibas a dejar ir, pese a todo… Eso es suficiente para mí.

—Yuuri…

Todo fue como un baldazo de agua cálida: fue salir de la ensoñación con una sensación agradable naciendo en su pecho y esparciéndose por el resto de su ser. Sonrió y fue consciente de la espléndida y sincera sonrisa que se posó en sus labios, con un ligero y agradable cosquilleo con el que casi quiso reír. No obstante, su parte calculadora y fría le hizo darse cuenta que la verdadera razón por la que le otorgó a Yuuri la oportunidad de irse no fue por el problema ocurrido con Leroy, sino porque a su lado estaba en grave peligro. 

—Debiste irte… —mencionó Víctor con la convicción de quien sabe que está haciendo lo correcto, pese a ser lo que menos desea—. No quiero ponerte en peligro. Y lo estarás si te quedas.

No había tomado importancia al momento en que comenzó hablar y lo que Yuuri hizo tras sus primeras palabras: fruncir el ceño, molesto, a la vez que guió sus pasos para colocarse justo enfrente de él. Seguro Yuuri pensaba que no había perdido su oportunidad para huir por nada, razón por la que, en un fugaz movimiento, se alzó y lo besó para cerrarle la boca. No obstante, dicho gesto no fue correspondido de la manera que esperaba. Víctor lo tomó de la cintura y lo empujó un poco hacia atrás para que sus labios se separaran tras apenas un ligero roce. No había un verdadero rechazo en sus acciones, en especial porque las manos de Víctor se mantuvieron firmes y pesadas sobre Yuuri, como si, a pesar de haberlo alejado, de verdad no quisiera soltarlo por completo. Era bastante evidente la confusión que aún ensombrecía la cabeza de Nikiforov y la encarnizada pelea que ocurría dentro de sí mismo; sin embargo, Yuuri adivinaba muy bien cuál era la verdadera respuesta que deseaba obtener.

—Entonces no lo hagas. No me pongas en peligro.

Las palabras de Yuuri sonaron tan obvias, tanto como para que Víctor riera en una baja carcajada. Era fácil decirlo, por supuesto, pero en un ámbito como el suyo, las cosas podían cambiar en cualquier instante, y un simple pestañeo, una simple distracción, serían más que suficientes para hacerlos caer hasta un hondo abismo y perderlo todo, incluso a ellos mismos.

Aunque claro, ¿era momento para pensar en las consecuencias? Yuuri parecía decirle que no: lo observaba atento, dándole aquella oportunidad para que terminara de desordenar sus pensamientos y dejara de pensar en lo que era mejor. Ninguno lo deseaba de esa forma. Poco a poco, casi sin que Víctor llegase a notarlo, Yuuri volvió a estar muy cerca suyo. Sonría de manera suave, consciente de que ya no era momento de que él tomara las palabras ni la iniciativa. La decisión ahora descansaba sobre los hombros de Nikiforov. Y era extraño, aun cuando el silencio tras su risa se había apoderado de la escena, ambos permanecieron en un abrazo cercano como si estuvieran ya acostumbrados a estar entre los brazos del otro. No había nada de incómodo con aquella nueva cercanía. Todo danzaba con demasiada naturalidad, incluso el momento en que Víctor, desafiado por la mirada ajena que comenzaba a tentarlo, aprisionó los labios de Yuuri para finalmente dar aquel beso que poco antes se había negado.

Pronto, sus cuerpos comenzaron a moverse a la par, como si fueran presa de un magnetismo que los dirigía a consciencia. Ninguno se puso a dilucidar lo que ocurría, lo que esas manos deslizándose sobre el cuerpo del otro, con intenciones de comenzar a deshacer botones y bajar cierres, significaban. Era bastante obvio para ambos.

No obstante, cuando sintió a Yuuri temblar por el roce tibio de sus dientes bajo la mandíbula, hubo algo en su pecho que le hizo querer preguntarle al otro si estaba seguro de continuar. Se separó, lo observó fijamente y supo casi de inmediato que sería una pregunta estúpida, pues Yuuri no dejó pasar más de cinco segundos antes de acortar la distancia una vez más y enredar sus dedos en su cabello largo y platino mientras buscaba de nuevo la atención de sus labios.

A diferencia de la primera vez, Yuuri se encontraba en sus cinco sentidos, era dueño de sus pensamientos, de sus deseos, de los movimientos de su cuerpo mientras este reclamaba por un poco más. Víctor no podía más que sonreír satisfecho, corresponder cada gesto con uno nuevo, mientras el calor ascendía y los envolvía por completo. ¿Qué consecuencias habría de todo lo que estaba ocurriendo? Seguramente demasiadas, pero no era momento para preocuparse por ellas.
Las manos de Víctor se deslizaron con suavidad sobre la silueta de Yuuri hasta llegar a su trasero, mismo que apretó con fuerza al tiempo que tornaba su beso más profundo y candente. Pudo escuchar como un quejido fue reprimido, pero después vengado con un mordisco. De pronto todo se había vuelto una guerra silenciosa, donde el fin de la misma se trató de ellos deshaciéndose de la ropa e intentando tomar aguerridos el control del beso.

Víctor estuvo a punto de arrojar a Yuuri al sofá, pero después de pensarlo un par de segundos, se dio cuenta que ese no era un lugar apropiado para un primer encuentro, mucho menos si en su habitación tenía una cama enorme que podrían deshacer con más comodidad. Por eso, lo alzó entre sus brazos, colocando estos en la parte baja de los muslos de Yuuri. Le sorprendió la risa que el otro dejó escapar: extasiada, tímida pero ansiosa, a la vez que se aferraba a su cuello y aprovechaba su distracción mientras caminaba para hacerse del dominio del siguiente beso.

En ese punto, Yuuri ostentaba su camiseta por completo abierta, mientras que Víctor había perdido ya esa misma prenda de su cuerpo en alguna parte. Una vez dentro de su habitación, dejó a Yuuri caer sobre la cama, sin tomar en cuenta lo bien que este se había aferrado a él… Y como, por culpa de eso, terminó por caer encima suyo.

Otra risa, pero más cálida, íntima y llena de complicidad. Apenas sus labios se habían separado escasos milímetros antes de que volvieran a poseer al otro y devorarse con aquel calor que comenzaba a quemarles la garganta. Con la nueva posición, Víctor tuvo mayor oportunidad de juguetear con la parte baja de Yuuri, pasear sus dedos de manera traviesa por el filo del pantalón y apretar más de alguna vez el miembro oculto del otro, quien solo se limitaba a mover sus manos sobre la espalda y pecho ya descubiertos del ruso y jugar también con aquel cabello platino y largo que de vez en cuando caía encima de su rostro. No mostraba la confianza suficiente como para avanzar más allá. Por esa razón, en algún momento, Víctor tomó la mano de Yuuri y la dirigió sin descaro alguno a su propia entrepierna. Se había abierto ya el cierre del pantalón, por lo que solo la delgada tela de su trusa separaba su miembro de los dedos contrarios.

—Así no va a funcionar, Yuuri…  Tienes que apretar un poco más.

La voz de Víctor fue como un bajo gruñido y, aunque se lo esperaba, sentir los dedos de Yuuri encerrarse en torno a su pene hizo un completo desastre en su cabeza. Un calor se disparó como un rayo por su cuerpo entero y terminó por sofocarlo, hundirlo en un ardor que amenazó por extinguirlo por completo. Tuvo que aguantar unos momentos así mientras el menor tomaba mayor confianza y adivinaba la forma y dureza del miembro que estaba a punto de poseerlo.

Hubo un beso suave, uno que se prolongó hasta el momento en que Víctor tuvo que separarse para buscar lo que necesitarían al pasar al siguiente nivel: un poco de lubricante y un condón. Ambos los tenía justo en el cajón de su buró y aprovechó la maniobra para quitar de en medio los anteojos de Yuuri, mismos que estuvieron por caer de la cama más de alguna vez. El menor mantenía su vista fija en él y, aunque se podía imaginar que sin sus lentes no era capaz de ver con claridad, aprovechó dicha debilidad para que el otro no adivinara sus intenciones. Con sus dedos empapados en el lubricante, Víctor volvió a gatas hasta él, hasta apresar sus labios mientras su mano limpia se dedicaba a bajar aquellas últimas prendas que quedaban en el cuerpo de Yuuri… Con su ayuda, por supuesto.

Fue lento y cuidadoso para acceder, sabía que el otro no se lo esperaría y eso lo confirmó la reacción brusca que tuvo, aquel pequeño sobresalto que su cuerpo dio cuando los dedos de Víctor, fríos y húmedos, comenzaron a tentar con suavidad su trasero. Dibujó con cuidado pequeños círculos suaves en la zona de su entrada, hasta que creyó que Yuuri se había acostumbrado al roce y fue ahí cuando introdujo el primer dedo en su interior.

Víctor estaba muy atento a las reacciones ajenas, a los lugares que era capaz de acariciar en su interior. Claro que lo ayudó un poco a relajarse, tomando su pene y acariciarlo a la vez que escarbaba más profundo. Sabía que no hacía falta preguntarle si todo estaba bien, bastaba con ver sus expresiones incómodas, incluso el ligero dolor, transformarse en algo más placentero, en jadeos que poco a poco aumentaron su rango de volumen. 

En poco minutos, Víctor supo que estaba listo y agradecía que fuera así: los jadeos de Yuuri habían sido una grata llama que estaban ya punzando en su erguida entrepierna. 

—Buen chico —Víctor murmuró con una voz cálida al tiempo que dejó un fugaz beso sobre la frente ajena. 

Yuuri intentó mirarlo aun tras su empañada y borrosa mirada. Su rostro había enrojecido y respiraba con la boca abierta, dándole un aspecto que a Víctor se le antojó adorable y erótico.

Las últimas piezas de su ropa cayeron a un lado de la cama y Nikiforov, por completo desnudo, se adentró suavemente entre las piernas ajenas. Se permitió moldear con sus manos los muslos del chico, recorrerlos con ambas manos e incluso apretarlos un poco mientras se abría paso poco a poco por aquella zona. Incluso se tentó en dejar un par de mordiscos en el lugar, acción que tomó por sorpresa a Yuuri. Su cuerpo respingó de forma violenta y se irguió un poco con el ceño fruncido, intentando ubicar la mancha color carne que suponía se trataba de Víctor. Este río un poco. 

—Lo siento, lo siento, ¿no te gusta? 

Yuuri parecía demasiado avergonzado para hablar, simplemente negó con la cabeza y volvió a dejarse caer en la cama. Víctor no estuvo seguro de cómo interpretar eso, así que tuvo cuidado y, en lugar de que fueran sus dientes los que probaran aquella zona cálida y algo sudorosa, fueron sus labios y lengua las partes que tuvieron el placer de degustarlo. Supo que había tomado una excelente decisión, pues las reacciones de Yuuri se volvieron sencillamente sublimes. Intentaba tomarse el tiempo suficiente, pero cada vez era más difícil aguantar aquella erección dolorosa que añoraba ya verse envuelto en el interior del chico.

Cuando la boca de Víctor pudo recorrer el camino entero hasta detenerse en el vientre de Yuuri, supo que era suficiente, que no podría soportarlo más: su miembro había comenzado a rozarse directamente con él y se estaba volviendo por completo loco. Las piernas de Yuuri se encontraban a sus costados y fue fácil para Víctor colocarse el condón para después empujar sus caderas y ser aceptado poco a poco por el cuerpo del otro. No pudo evitar que un suave jadeo lleno de placer escapara de sus labios: era una sensación maravillosa sentirse envuelto de aquella manera. Se esperaba que en cualquier momento las entrañas de Yuuri lo aprisionaran con fuerza dentro suyo al sentirse tensado por la dolorosa intromisión, pero la realidad es que lucía bastante relajado, a pesar de que era evidente, por la forma en que cerraba con fuerza sus ojos y apretaba sus labios, que efectivamente le dolía… Como era lo esperable.

Algo en el pecho de Víctor se conmocionó con intensidad al darse cuenta: Yuuri se estaba sintiendo incómodo, pero no se tensaba porque confiaba plenamente en él y en lo que hacía. Víctor tuvo que detenerse y dejar caer su rostro contra el pecho del chico. De pronto sintió que todo dentro de su cuerpo explotaba con violencia y, por unos segundos, tuvo el deseo endemoniado de arremeter de una vez contra Yuuri y follarlo tan duro…

—Mierda… 

«Eres tan adorable», pensó dentro de sí.

De pronto, los dedos de Yuuri se posaron sobre su cabello y se movieron sobre él, acariciándolo, siguiendo la línea larga de aquellas hebras plateadas que de vez en cuando caían sobre su rostro y le producían costillas. Parecía consolarlo. Víctor tomó aquellos dedos, los besó una y otra vez mientras volvía a empujar dentro. Solo un poco más, con cuidado, con lentitud, a la vez que sus miradas se conectaban en un gesto que los hacía sentirse más unidos que nunca. 

En todo momento se mantuvo atento a cómo es que Yuuri reaccionaba ante cada uno de sus embistes, sobre todo cuando las ansías le quemaban por dentro y Víctor ya no resistía las ganas de penetrarlo con más fuerza. No obstante, solo bastó un par de estocadas para que los gemidos ajenos se sobrepusieron ante cualquier otro ruido: sobre el de sus cuerpos golpeándose entre sí, sobre el de los propios jadeos, sobre aquella base de la cama que chocaba contra la pared… Nunca se imaginó que Yuuri pudiera ser tan ruidoso, pero más que una queja, lo consideró un completo deleite. Era su edificio, su piso, su departamento, su habitación…  Podían hacer todo el ruido y desastre que quisieran.

Sin embargo, esa no era una ocasión para algo así: era su primer deseo haciéndose realidad, la primera vez que podían degustar el sabor ajeno y tan íntimo del otro, cuando apenas estaban reconociendo sus texturas, sus ansías, cada una de sus formas y el calor incendiario de su alma. 

El cuerpo de ambos había comenzado a perlarse por su sudor, pero más que buscar detenerse, Víctor empujó más a fondo a la vez que se inclinaba por completo contra el cuerpo de Yuuri. De esa forma lo tuvo justo enfrente suyo, tan cerca de su rostro dulce y sus ojos llorosos distorsionados por culpa de una enorme oleada de placer. 

—Yuuri… Yuuri…

Víctor lo llamó con fervor, necesidad, a la vez que sumergía su rostro contra el cuello ajeno para que este pudiera escucharlo a viva voz, pudiera darse cuenta de lo mucho que lo estaba deseando, de la deliciosa sensación que le producía estarse sumergiendo dentro suyo y del momento exacto en que más se derretía por él. Su voz era una combinación vibrante entre excitación, deseo y una risa contenida. Quería que Yuuri dijera su nombre también, que lo llamara de la misma forma en que él lo hacía, pero el chico parecía incapaz de articular alguna palabra coherente.

De todas formas no importó, en ese punto, con la mente teñida cada vez más de blanco y vacío, ya no importó. Lo único que tuvo sentido en estos últimos momentos fue el placer abrumador que ya cosquilleaba en su vientre, sobre todo en aquellos instantes en que su miembro se sumergía en las entrañas ajenas y era recibido por ellas con un calor sofocante. Otro «mierda» escapó de entre sus labios y cerró los ojos para el momento justo en el que un orgasmo vívido nació desde su entrepierna hasta la explosión final.

Fueron apenas unos deliciosos y dulces segundos en los que todo se redujo a esa sensación ardiente que parecía consumirlo en su totalidad. Pero eso no lo hizo detenerse ahí. Exhausto, jadeante, procuró un par de embestidas más a la vez que ahora tomaba el pene endurecido de Yuuri entre sus manos y lo apretaba de arriba hacia abajo. Sonrió con dulzura al ver a Yuuri correrse segundos después, cerrando los ojos, apretando sus labios mientras se negaba testarudamente a regalarle a Víctor aquel último gemido final cuando antes se había mostrado tan ruidoso y dispuesto a ello. Pero eso no molestó al ruso en absoluto. Le bastó sentir el cuerpo de Yuuri vibrar debajo suyo mientras su rostro delataba el dulce placer que explotaba como pequeñas burbujas bajo su carne. Sintió las entrañas ajenas apretarlo, arder entorno a su miembro y brindarle un segundo placer igual de exquisito que el orgasmo mismo. 

Momentos después, con todo nuevamente en calma, Víctor salió del interior ajeno e hizo a un lado el condón. 

Ninguno estaba muy seguro de qué decir después de eso, pero tampoco lo creyeron indispensable. El silencio cálido que quedó después de todo se sintió bastante cómodo, en especial cuando Yuuri se acurrucó de lado en la cama y provocó que ambos pudieran verse directamente a los ojos. Él sonría con una suave calma y eso le bastó a Víctor para saber que todo había salido bien. Que ambos estaban satisfechos con lo que había ocurrido. 

Yuuri durmió un poco. Víctor no lo hizo, pero pasó gran parte de ese tiempo compartiendo cama con él, mirándolo en silencio mientras poco a poco algo de sus dudas y temores volvían a renacer en su cabeza una vez esta se enfrió. ¿Habían hecho lo correcto? El que Yuuri se quedara, el que Víctor lo aceptara sin más. Además, con lo que acababa de pasar, ¿cómo podrían considerarse ahora? ¿Pareja? ¿Sus sentimientos habían quedado claros al fin?

Hubiera deseado quedarse a su lado y ver el momento en que Yuuri despertara; incluso, mientras se mantenía ahí, observándolo dormir con aquella pequeña sonrisa que nunca desapareció de sus labios, pensó en lo que podrían hacer después: seguro Yuuri no habría comido nada, como él, por lo que la idea de salir a cenar o incluso pedir algo a domicilio para compartir la comida juntos pasó por su cabeza.
No obstante, el timbre de su departamento sonó con bastante insistencia un par de veces antes de que Víctor tuviera que levantarse a atender. Christophe esperaba impaciente detrás de la puerta, con una expresión preocupada, aunque esta cambió con rapidez cuando observó con detalle el estado en el cual Víctor se encontraba: vestido solo con unos pantalones puestos con prisa, sin nada más debajo o arriba de ellos. 

—Entonces ocurrió —sonrió con burla—. Tendrás que contarme los detalles.

—¿Qué haces aquí? —respondió Víctor malhumorado. Christophe carraspeó un poco, volviendo a la expresión que tenía con anterioridad. Hubiera insistido, pero el tema que necesitaba conversar con su jefe era más urgente.

—La carga que estaba camino a Seattle desapareció. 

Claro que Víctor sabía exactamente a qué tipo de “carga” se refería y comprendió mejor que nunca la insistencia de incluso presentarse ante su departamento en lugar de solo llamarlo.

—Y tenemos a un sospechoso…   Dickens.

—¿Leonard?

Chris asintió. Ese era justo uno de los hombres de J.J. con quienes había conversado esa mañana. Y tenía bastante sentido, esa era una de las rutas que Leroy administraba.

—Entiendes lo urgente. 

—Lo hago, lo hago. —Víctor suspiró de manera amarga, brindándose algunos segundos para poder definir lo que haría, a pesar de que era bastante evidente—. Baja. Estaré listo en unos minutos. 

No había mucho que pudiera hacerse. Si sus sospechas eran ciertas y un exsocio de Leroy estaba detrás de eso, tenía que buscarlo y detenerlo de inmediato. La pérdida del cargamento era lo de menos, lo preocupante era la clase de información que tenía en su poder y lo que podría hacer con ella. Aquel robo no tenía otro significado más el que demostrar la clase de problemas que podría causarle. Además, al final todo resultaba ser su culpa, era él quien había fracasado en sus negociaciones esa misma mañana y tampoco había tenido la cabeza fría como para tomar la decisión que siempre hacía en ese casos: matar a quienes no estuvieran dispuestos a unirse a él.

De todas formas, pese a la situación que necesitaba resolver cuanto antes, no pudo evitar sentirse un poco patán por irse de esa manera. Trató de hacer algo de ruido mientras se cambiaba para despertar a Yuuri, para por lo menos decírselo en persona, pero no tuvo el éxito que esperaba. No le quedó de otra que recurrir a su última opción: enviarle un breve mensaje a su celular mientras se ponía en camino.

“Lo siento, ha surgido algo urgente y tuve que irme, pero puedes quedarte más tiempo si lo deseas. Toma un baño. También puedes tomar lo que quieras del refrigerador”.

Víctor tuvo la esperanza de que, al volver, podría encontrar a Yuuri todavía esperando en su departamento por él. Claro que, siendo que regresó hasta el día siguiente, no se mostró molesto de encontrar su hogar completamente solo y sin un solo rastro del chico.  


Pasaron un par de días antes de que volvieran a verse. Después de todo, Víctor aún tenía demasiado que limpiar; perder el cargamento de Seattle había sido solo el principio de sus problemas. Solo supo por parte de Yakov que Yuuri y Phichit habían vuelto al bar para trabajar. Yakov le había llamado para preguntarle si estaba bien que ellos volvieran, sobre todo por el ataque de Markov que habían recibido. Ciertamente era peligroso, pero Yuuri seguía siendo el dueño legítimo de ese lugar y, a lo que Víctor había notado, de verdad disfrutaba de ese trabajo. No iba a negárselo, así que solo se encargó de que sus hombres de más confianza fueran los encargados de cuidar del bar de manera constante…  Y, sobre todo, de Yuuri. 

Su misma ocupación no le había permitido tampoco mantener mucho contacto a través de mensajes, aunque no era como que tuvieran muchas cosas de las cuales hablar. Su día a día se había llenado de sus negocios y los problemas que debía resolver “pacíficamente”, cosas de las cuales no podía conversar con Yuuri. No porque no confiara en él, sino porque era más seguro que supiera lo menos posible de todo lo que hacía.

Cuando finalmente tuvo un pequeño momento libre, le pidió a Christophe que lo llevara de inmediato al bar. Eran cerca de las 12 de la noche, en un día en que la aglomeración de clientes estaba en su punto más álgido. Yuuri se encontraba en la barra, servía un par de bebidas a unos hombres que parecían conversar con él, a pesar de que este solo asentía y sonreía en respuesta para, segundos después, fijar su mirada hacia la entrada. Era evidente que se mostraba ansioso al realizar esta acción, como si esperara que alguien especial cruzara por aquella puerta. Fue esa la razón por la que su mirada logró identificar a Nikiforov apenas este dio unos pasos dentro. 

Cuando sus miradas se encontraron incluso entre la multitud, ambos se sonrieron. Con una señal, Víctor le dio a entender que iría a su cuarto privado. A los pocos minutos, Yuuri entraba con una copa de su whisky favorito, aun cuando realmente Víctor no le había ordenado nada todavía. Y no tenía intenciones de hacerlo, por supuesto. 

No hubo muchas palabras de por medio, ni siquiera tocaron el tema de la forma en que Víctor tuvo que irse la última vez que se habían visto y lo poco que hablaron entre sí en todo ese tiempo. Apenas hubo unos saludos reglamentarios, unas palabras coquetas, y en tan solo unos minutos las prendas habían quedado desperdigadas por el suelo y Víctor se abría paso, una vez más, por el interior de Yuuri.


Ir cada día al bar solo para tomar un pedazo de Yuuri lo estaba convirtiendo en eso que Christophe tanto temió: un desobligado de su trabajo. ¿Pero cómo poder evitarlo? Si había demasiada tentación y ansías corriendo por las venas de ambos apenas se ponían los ojos encima.

No era que Víctor hubiera mandado por completo al diablo sus obligaciones, era que utilizaba la más mínima excusa para cancelar o posponer reuniones y poder darse una escapada rápida al bar. No solían tener mucho tiempo para hablar, por lo que cualquier palabra que pudieran decirse entre sí terminaba por ser ahogada en un beso exhaustivo que culminaba en el delicioso orgasmo de ambos. Y cada vez era más sencillo que se animaran a ir más allá. 

La primera vez que tuvo a Yuuri de rodillas contra su entrepierna, con su miembro latente dentro de su boca, fue una experiencia que sencillamente lo volvió loco. Era evidente que Yuuri nunca había hecho algo como eso (razón por la que a Víctor le sorprendió la iniciativa de su parte), pero también fue evidente su esfuerzo y las ganas que empeñó en ello. Disfrutó de su pene como si se tratase de una deliciosa golosina para, al final, permitirle terminar dentro de su boca…  Claro que Víctor no resistió la tentación de una segunda ronda, de deshacer a Yuuri contra el sofá una y otra vez.

Sin embargo, esa primera experiencia no tuvo comparación a cuando fue el mismo Víctor el que terminó de cuclillas en el sofá, con el miembro de Yuuri dentro de su propia boca. Solo a Christophe le había hecho algo así, y hacía tantos años de eso, que incluso las ansías y el nerviosismo que experimentó en ese mismo instante fueron las mismas de aquella primera vez.  Nunca sintió ese deseo y gusto por ver al otro retorcerse presa de un placer que él le estaba generando con ninguna de las personas con quienes tuvo sexo después de eso, incluido Alexis.

Yuuri había ocultado su rostro con sus manos mientras Víctor permitía que su lengua pudiera degustar de su extensión; hacía la cabeza cada vez más hacia atrás, impidiéndole al ruso la posibilidad de disfrutar de sus, seguro, exquisitas expresiones. Por eso no fue capaz de darse cuenta el momento en que finalmente Yuuri perdió el control y le dio un regalo que nunca creyó que escucharía.

—Vic…tor…

Esa fue la primera vez que, durante el sexo, Yuuri dijo su nombre.

Víctor se detuvo de golpe y lo miró con enorme sorpresa, como si hubiera escuchado la verdad absoluta del universo. Se había hecho ya a la idea de que Yuuri no era de aquellos quienes solían decir palabras sucias o nombres durante el acto. Por eso, escucharlo de esa manera, cuando se encontró más al filo del abismo, a punto de caer, fue como lograr un nuevo triunfo, una nueva escala dentro de su relación. 

Esa noche Yuuri no volvió a la barra a trabajar. 


«Pasaré por ti a las 7». 

Había cancelado una reunión para poder tener un poco más de tiempo y realizar esa cita que tenía en mente desde hacía varios días. Realmente no habían tenido algo similar desde aquella última vez que salieron a patinar juntos mucho antes de que el desastre se desatara. Todos los pequeños ratos libres que habían tenido hasta entonces se limitaron a ser encuentros breves en su habitación privada en el bar, donde los besos y gemidos habían sido demasiados, pero las palabras bastante pocas y efímeras.

Víctor no quería repetir lo ocurrido con Alexis, sobre todo porque su relación con Yuuri, desde ese punto, ya era extremadamente diferente. Sin embargo, temía caer otra vez en el delirio de concentrarse solo en la carne y olvidarse de todo lo demás. 

Si era cierto que ambos parecían tener un poco más claro lo que estaba ocurriendo, era momento de hablar sobre ello y sentar por completo las bases de su relación. Y Víctor quería estar seguro, más que nada, que Yuuri realmente comprendía todos los riesgos que implicaba tener una relación con él. Si es que acaso debían mantenerla oculta por su propia seguridad y tener cuidado con lo que hicieran en público y con quién. Para eso era la cita, la cena en el mismo balcón donde ocurrió aquella primera vez. Una cena donde podrían conversar, finalmente, de todo lo que estaba ocurriendo.

No obstante, apenas Yuuri subió al vehículo, Víctor recibió una llamada de Lilia. Suspiró con frustración porque, tratándose de ella, sería muy difícil que pudiera escuchar un no al requerimiento que seguramente iba a solicitarle. 

—Puedo arreglarlo mañana. 

—Es un asunto urgente, Víctor. No dejaré que esas bestias vuelvan a poner un pie aquí. Tienes que hacerte cargo, ahora.

Víctor tuvo que acariciar su sien para evitar suspirar contra el teléfono. Lilia era bastante exigente con su trato, pero no la culpaba, por algo ella fue la primera persona en confiar en él y traicionar a su padre, aquel hombre a quien le había servido durante tantos años. Tenerla contenta era lo mejor que podía hacer para agradecerle dicha confianza, por lo que no tuvo más opción que decirle que iría de inmediato con ella. 

—Parece que su canceló tu cena. ¿Aviso al chef y al mesero?

Chris lo miró a través del retrovisor con una amplia sonrisa. Víctor sabía que estaba festejando…  Ya había escuchado quejas de su parte sobre que estaba descuidando el tema de la gente de J.J. y su guerra aún latente con su padre para pasar tiempo con Yuuri. Víctor no lo entendía, pues su impresión era completamente lo contrario: no estaba pasando el tiempo suficiente con Yuuri por estar concentrado en el trabajo. Por esa razón, no podía dejar que la cita se perdiera por completo. Sin embargo, la decisión no era solo suya. 

—Tengo que atender una pequeña emergencia, Yuuri, pero no tardaré más de media hora. ¿Te molesta esperarme? 

La respuesta era más que evidente.

—Chris… solo avísales que llegaremos un poco tarde.

Anuncio publicitario

Un comentario en “Capítulo 17: Primer deseo

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: