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Even in Death – Capítulo VIII


En toda su vida, Víctor Nikiforov nunca había experimentado una sensación de miedo similar a la que experimentó cuando vio corriendo al cuerpo estudiantil y de profesores, y en medio del alboroto, identificó las horribles palabras “atropellaron al profesor Katsuki”.

Víctor recuerda a la perfección el temor acumulándose en su pecho, mientras sin saber a ciencia cierta a dónde dirigirse, corría hacia la misma dirección que alumnos y profesores. Guíandose por el estruendoso y tétrico sonido de la sirena de una ambulancia, Víctor llega justo a tiempo para poder apelar por un lugar en el ruidoso vehículo. Al ser el novio de la víctima del accidente, nadie pudo negar su petición.

El profesor observa a su novio, quien aún inconsciente, se encuentra recostado e inmovilizado por un collarín. Los paramédicos le han explicado a Víctor que, en apariencia, Yuuri no presenta mayores lesiones; sin embargo, era necesario trasladarlo al hospital y hacerle los exámenes correspondientes, pues que el profesor Katsuki hubiera perdido la consciencia, podía significar una lesión que algún momento se complicaría y ellos, como médicos, querían descartar esa mínima posibilidad. 

Intranquilo aún, pues nadie en este mundo desea ver en una cama de hospital a una persona querida, Víctor acaricia con delicadeza la mano ligeramente raspada de su novio. Aún con lo lastimada que está, el sentirla cálida como de costumbre, proporciona a Víctor un sentimiento de tranquilidad que logra desestresarlo de a poco. No obstante, está presente en él un sentimiento de tristeza y desasosiego que se ha albergado en el fondo de su corazón y, por más que quisiera Víctor, no puede deslindarse de él. ¿Por qué se siente así?

Al llegar al hospital, la primera indicación que le dictan a Víctor es que debe permanecer en la sala de espera. El profesor procede a quedarse ahí y se dedica a pensar un poco acerca de esa sensación que lo inquieta en su noble corazón.

Mientras observa atentamente el reloj, el profesor Nikiforov rememora un sueño que desde hace tiempo acude a su mente.

***

El manto oscuro de la noche cubre cada rincón del pequeño pueblo que descansa apaciblemente. El suelo adoquinado alcanza a cubrir el eco de los pasos de un viajero que corre presuroso por el sendero en dirección a la única casita que mantiene la leve iluminación que pueden ofrecer las velas dentro de ella. Tras casi tropezar en el último tramo, sin aliento, la figura encapuchada toca la puerta de madera intentando contener la respiración.

—Así que regresaste —una mujer con claros signos de cansancio en su joven rostro, recibe a la figura encapuchada sin ningún ápice de emoción.

Al quitarse la capucha los ojos azules de Víctor Nikiforov destellan con suavidad contra la tenue luz de las velas. 

—¿Cómo está? —apremia. La mujer compone un gesto y suspira resignada para hacerse a un lado y dejar pasar a Víctor al interior de la pequeña casa. Con un “será mejor que lo veas tú mismo”, indica a Víctor que no había mucho tiempo para pláticas.

Víctor se abre paso dentro de su pequeña casita y observa la sencilla habitación que se encuentra al fondo. El lugar donde sabía él, se encuentra Yuuri en estos momentos.

—Él sabía que regresarías —interrumpe la mujer, con un leve susurro.

—Nunca rompería mi promesa —inquiere Víctor en voz baja.

—¿Entonces lo lograste? —la esperanza se filtra en la voz femenina, haciendo que el corazón de Víctor se contraiga por la pena y el dolor. 

Él decide no contestar. Sin decir ni una palabra más, el joven abre la puerta y la cierra con rapidez detrás de él. ¡Quién diría que la escena que se le presenta frente a sus ojos sería la más dolorosa que viera en toda su vida! Su lindo y tierno Yuuri intenta descansar en la única cama que está en la habitación. Su frente, perlada de sudor, es el signo inequívoco de la fiebre alta con la que su amado se encuentra lidiando en este momento. Sin dudarlo, Víctor se acerca a su pareja, nota un pequeño balde con agua, así que moja una compresa para posicionarla en la frente de su amado y, de esa forma, espera refrescarla un poco. Víctor contempla el semblante alarmantemente pálido y las mejillas hundidas de Yuuri. Con el dorso de la mano, acaricia un poco su mejilla, para después tomar una de sus manos y besarla con suavidad y devoción.

—¿Vitya? —Yuuri abre los ojos, poco a poco, al reconocer entre sueños ese gesto de amor tan característico de su amado, su voz aunque débil, reconocía un dejo de alegría en ella—. ¡Regresaste!

—Yo siempre voy a regresar a tu lado, cariño —afirma Víctor. Aún con la tenue luz de las velas, Víctor observa a Yuuri esbozando una débil y tenue sonrisa. Ambos permanecen en silencio por un rato más, tomados de la mano. Víctor no puede evitar notar lo delgadas y huesudas que esas manos están ahora. No puedo evitar entristecer su semblante.

El recién llegado recuerda el libro viejo que aguarda pacientemente en el morral que aún no se ha quitado. El peso del artículo aumenta ahora que Víctor se ha hecho consciente de él y de lo que probablemente, está a punto de hacer. Recuerda vívidamente lo desesperado que ha estado todo este tiempo al no encontrar un remedio para curar la enfermedad de su querido Yuuri y, sin embargo, ha encontrado en ese viejo libro una mínima esperanza, una desesperada solución a la cual aferrarse.

Víctor espera que así sea. Lo desea con todas sus fuerzas.

—¿Fue muy pesado el viaje? —el leve susurro de la voz de Yuuri regresa a Víctor a la escena actual. De inmediato, el joven compone una sonrisa llena de dulzura. 

—Lo es, cuando no estoy contigo.

—Lo siento, —la débil disculpa estaba impregnada de dolor. Víctor, sin querer, aprieta un poco el agarre que tiene con la mano huesuda de Yuuri—, presiento que todo se volverá pesado a partir de ahora.

—No digas eso…

—Vitya, sé por qué regresaste —Victor contiene el aliento, esperando que ninguna lágrima lo traicionara—. En verdad, te lo agradezco. Gracias por regresar a mi. Gracias por todo lo que has hecho por mi, hasta ahora.

—Eres tú quien ha hecho más cosas por mí —repune Víctor, es ya inutil contener las lágrimas—. Yo soy quien debería agradecerte.

Un silencio más profundo que el anterior se hace presente, Víctor piensa que Yuuri se ha vuelto a dormir ya que ha cerrado sus lindos ojos, así que intenta no interrumpirlo; no obstante, Yuuri vuelve a dirigirle la palabra:

—¿Sabes? Lo más difícil de todo esto, es saber que no te volveré a ver. Si hubiera una posibilidad, por mínima que fuese…

—¿Qué pasaría si te dijera que la hay? —interrumpe Víctor, sin pensarlo.

—¿Cómo?

—Si hay una pequeña posibilidad, aunque no muy probable, de volvernos a encontrar, ¿te gustaría que existiera?

—Vitya, ¿de qué…?

Pero Víctor ya no escucha, rebusca ansioso en su morral y entre sus pertenencias de viaje, hasta que saca un libro de tapa oscura, sin título, y acerca un poco la vela para buscar entre sus páginas. Al intentar incorporarse, Yuuri comienza a toser. Víctor deja de buscar por un momento, para, con paciencia, acomodar las almohadas y estas puedan evitar un poco que Yuuri se sobre esfuerce. Al final, el joven reanuda su búsqueda, hasta dar con la página que buscaba.

 —¿Recuerdas la leyenda que me contaste? Esa de los amantes y el hilo rojo del destino.

Yuuri escucha atento la proposición de Víctor, sin saber que, inevitablemente, están sellando su destino. Víctor le explica los detalles de su viaje, el joven hechicero había viajado a los confines del mundo buscando un libro de hechizos prohibidos y peligrosos.

Y todo bajo la promesa de salvar a su ser más querido.

***

Cuando una voz conocida lo hace salir de sus pensamientos, al encontrarse frente a frente con uno de los alumnos más brillantes, pero a la vez más problemáticos de la facultad. Víctor, al fin, puede hacerse a la idea un poco acerca del comportamiento de Yuuri y el porqué se ha sentido tan unido a él, desde el momento en que lo conoció. 

—¿Llegué a tiempo?

¿No tienes la sensación de que nos conocemos desde hace mucho tiempo atrás, Yuuri?

¡Gracias por leer!

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Publicado por salemayuzawa

Me gusta leer, escribir, ver películas, anime y platicar con mis amigas. ¡Adoro imaginar historias!

2 comentarios sobre “Even in Death – Capítulo VIII

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