TOCANDO FONDO.
Un momento estás en la cima y al siguiente en el más profundo abismo que puedas imaginarte. La vida es como una rueda de la fortuna.
A pesar de que en algún momento Viktor Nikiforov se cuestionó si era posible tanta felicidad, jamás pensó que viviría en carne propia aquellas palabras.
Un día era el seis veces ganador del GPF posteriormente el afamado entrenador de su esposo y a petición de este también tomo bajo su cargo a dos jóvenes futuras promesas del patinaje. El codiciado Viktor Nikiforov, el flamante esposo de Yuuri Katsuki. Pronto todo aquello que lo hacía enorgullecer, todo el paraíso terrenal del cual creía ser dueño lo perdería.
Yuuri anunció su despedida del patinaje artístico a los 28 años de edad después de una importante lesión en el tobillo que a pesar de no ser significativa en su vida cotidiana si le impedía lograr la limpieza que necesitaba en cada rutina y las largas horas de entrenamiento necesarias. Inicialmente el joven se vio obligado de guardar reposo y luchar con todo lo que el suceso implicaba. Fueron días difíciles, días de ansiedad y tristeza para Yuuri, días de soledad en los que el ruso viajo de un país a otro al lado de sus jóvenes pupilos cosechando éxito tras éxito sin ser consciente de lo que sus acciones ocasionaban en el joven japonés. Para cuando regreso la realidad lo golpeo de frente, su esposo le había solicitado el divorcio, y como no hacerlo si los últimos años juntos la relación se había enfriado lo suficiente como para que en determinadas ocasiones a pesar de ser pareja cada quien decidiera hacer su vida de manera individual.
Después de que Alexei, el mejor de sus alumnos ganará el primer puesto en el cuatro continentes desde su categoría como junior Víktor regresó a casa, aunque no espero lo que encontraría en ella.
Absoluta y completa soledad, la casa se encontraba impecable, pero vacía. Las cosas de su esposo habían desaparecido, todo rastro del japonés se había esfumado como si jamás hubiera vivido ahí y en su lugar solo se encontraba una escueta carta.
Viktor;
Tal vez no lo comprendas, pero esto será lo mejor para ambos.
No intentes buscar un porque, simplemente sucedió de manera casual, natural e inadvertida.
Cambiamos y cada quien encontró su camino, sin ser conscientes nos alejamos y dejamos de necesitarnos, si hemos llegado a ese punto lo mejor es una separación tranquila,
Fingir que esto no sucedió, sin lágrimas ni reproches, hasta que sanemos y encontremos nuestro verdadero camino.
Fue un honor y un placer compartir estos años de mi vida contigo, jamás olvidare los bellos momentos que vivimos y que a pesar de no asegurar un felices para siempre le trajeron felicidad a mi vida.
Por favor no busques culpables porque no los hay, simplemente nuestro ciclo terminó y asi como nuestro amor fue grande espero que en nombre de ese amor sepas que jamás te olvidare ni dejare de querer, siempre podrás contar conmigo y te llevaré en mi corazón sin importar las circunstancias.
Yuuri K.
Hacía ya un tiempo que lo había pensado y temía que algo como aquello sucediera tarde o temprano, sin embargo, jamás se preparó para ello y ahora estaba frente a sus ojos. La aplastante realidad se reflejaba en aquella vacía residencia demasiado grande para quedarse en ella.
Incapaz de permanecer más tiempo ahí tomó sólo lo necesario y salió huyendo de la soledad.
El primer sitio al que pensó ir fue a su departamento de soltero, pero también había sido donde todo comenzó, donde su noviazgo dio inicio, donde por primera vez tocó a Yuuri y le juró amor, cada habitación, cada lugar, cada cosa tenía una historia que contar porque así quiso que fuera. Como un estúpido romántico se dio el lujo de guardar ese lugar intacto, muebles, cuadros y recamaras intactas para que en un futuro se convirtieran en los testigos de lo que pensó sería el más grande amor.
De inmediato entró en negación y como un cobarde huyo de todo aquello que pudiera recordarle al japonés hospedandose en una fría habitación de hotel.
Por su mente pasaron mil y un pensamientos entre ellos; salir a buscarlo, encararlo, dar lucha antes de dar su relación por terminada, pero siendo realistas ¿de qué serviría?. Ese tipo de actitudes eran las que Yuuri no quería y lo había dejado claro en su carta.
El japonés se había ido por decisión propia y lo comprendía su relación se había enfriado desde hacía mucho. Los roces coquetos, las insinuaciones lujuriosas, los coqueteos y los juegos llegaron a un punto de ser nulos, incluso la intimidad se había convertido en un tema. Ya no era lo mismo, la frecuencia de veces a la semana, al mes disminuyo significativamente e incluso en ocasiones terminaban por dormir en habitaciones separadas. Tal vez tenía razón, aquello era lo mejor, inconscientemente era lo mejor.
ﻼ
El tiempo pasó, Víktor intento continuar religiosamente con su rutina, la casa había sido puesta en venta, él había regresado a su departamento de soltero después de modificarlo sustancialmente y como si nada ocurriera continuo con su labor como entrenador. No había que decirlo, pero ocultaba su dolor lo mejor que podía incluso para sí mismo y el trabajo era una magnifica forma de hacerlo olvidar sin siquiera antes permitirse sanar.
Con el paso de los días se convirtió en un maestro de la farsa mostrando una resplandeciente sonrisa en lugar del rostro lleno de lagrimas que guardaba para el momento de la ducha, con los demás era cordial, alegre y entusiasta dejando de lado el sombrío y pesimista hombre en el que se convertía en cuanto llegaba a casa. Nadie sabía nada de la soledad que se había adueñado de sus días, de las largas noches de insomnio, de la ansiedad por sentir que se había equivocado y la impotencia de no poder regresar el tiempo. Ni siquiera la prensa contaba con la premisa que le pudo haber llevado a vender miles y miles de ejemplares.
Sin embargo, como todo en la vida hay un límite hasta donde el ser humano puede aguantar tanta desdicha y dolor por lo que en el caso de Víktor no fue la excepción.
—Entrenador Víktor ¿podemos repetirlo una vez más?—pregunto Alexei consciente de sus fallas en lo que sería su próximo programa.
—¿Hee?… si claro—asintió distraído el platinado desde su lugar fuera de la pista.
—¿Se encuentra bien? Lo siento algo ausente—pregunto preocupado el muchacho al notar al mayor disperso en sus propios pensamientos.
—Oh de maravilla Alex, por favor comienza y sorprendeme—dijo entrando en razón y con el propósito de resarcir su mal desempeño de aquel día prestó completa atención al muchacho esta ocasión.
Esta vez Alexei al sentirse comlpetamente observado por su entrenador se encargó de ejecutar a la perfección su coreografía siendo cuidadoso de sus movimientos, de cada salto, de que la interpretación fuera la adecuada de transmitir todos y cada uno de sus sentimientos.
—Alexei…—Entrenar a aquel joven había sido por recomendación de Yuuri. Alexei no contaba con los suficientes recursos para pagar por sus servicios o al menos asi había sido al principio cuando lo descubrió en sus primeras competencias profesionales, por lo que su ex marido al notar el potencial del joven lo había persuadido de tomarlo como pupilo. Despues de su separación con el oriental decidió dejar de lado ese pasado y concentrarse en el desempeño del ya popular joven, pero este era uno de esos días en los que le era inevitable ver en Alexei algunos movimientos de su Yuuri. Pronto llegó a un punto en el fue inevitable ver en el joven de negros cabellos y mirada gris al oriental, al Yuuri que se había ido. Por alguna razón cada parte de aquel programa, la música la interpretación, los gestos de Alexei le llevaron de la mano a dar un vistazo a todo lo que fue, lo que pudo ser y al aplastante presente.
Desde que Yuuri se fue había sido un simple espectador de su situación actual y ahora que tomaba conciencia se sentía tan mal, tan solo, su destrozado corazón que por fin clamaba atención le hizo derramar miles de lágrimas.
—Entrenador Víktor, ¿está bien?—pregunto preocupado el muchacho deteniéndose al instante y apresurándose en ir a su lado, pero el hombre no se inmuto continuó llorando con toda la angustia que llevaba conteniendo por tantos días, lloró hasta quedarse sin lágrimas hasta que el aliento se fue.
—Entrenador Víctor, por favor ¿qué sucede?—continuaba sin responder—Respire, por favor.
¿En que momento Alexei había llegado a su lado?
¿Cuándo había caído para adoptar esa posición fetal?
¿Por qué hiperventilaba?
¿Por qué había tanta gente a su alrededor?
No lo sabía.
—¡Una ambulancia!—gritó su joven alumno y lo siguiente fue la oscuridad.
Más días pasaron y su retiro fue inminente, los ataques de ansiedad incrementaron, una nueva constante en su vida fueron los fármacos y las visitas al psiquiatra. Previendo la gravedad del asunto dejó a Alexei en las expertas manos de Chris, en tanto que él dedicó tiempo para sí, para pensar, para encontrar un nuevo objetivo en su apabullada vida.
Debes comenzar de cero, ¿qué te parece si desde tus orígenes?
fue la sugerencia de la psiquiatra y así fue, regresó a su pista de Moscú, donde todo dio inicio.
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Eran cerca de las seis de la mañana, se encontraba completamente vacía o al menos eso era lo que esperaba quería ser solo él, encontrarse con su soledad, con su yo, sanarlo y continuar con su vida. El destino quería otra cosa.
A pesar de la hora una persona ya se encontraba ahí y al parecer llevaba bastante.
Ni siquiera puso un pie dentro cuando escucho el sonido de los patines deslizarse de manera agresiva sobre la pista, cuando los primeros rayos del sol iluminaban la grácil silueta ejecutando un cuádruple a la perfección dejando escapar cegadores destellos del largo cabello rubio.
Aquello era tan surrealista, tan fuera de lugar, pero esperanzador.
Al menos eso fue lo que pensó.
Habría continuado por más horas observándolo, pero la verde mirada se encontró con la suya clavándose en sus azules ojos.
—¿Qué?—detuvo su rutina para dirigirse hasta donde él se encontraba.
—¿Viktor?—preguntó queriendo confirmarlo.
—Yuri—Había cambiado, pero no lo suficiente, su estilizado cuerpo solo se había hecho más fuerte, había crecido bastantes más centímetros y sus facciones lucían más maduras proporcionándole un hermoso rostro, más definido, menos andrógino, cuyas finas facciones serían la envidia de cualquier modelo.
—Hace siglos que no te veía—dijo con una sonrisa espontanea, de alegría como hacía mucho su rostro no era capaz de esbozar.
—Si, desde que te casaste con el cerdo—respondió sin prestarle demasiada importancia—En fin ¿cómo han estado? me entere de lo de su lesión así que fui a verlo hace ya un tiempo recuerdo que estabas de viaje y él lucía bastante solitario así que me quedé algunos días, pero no volví a verlo ni saber de él—comenzó a contarle tomando asiento a su lado para pasar a retirarse los patines.
—Yuuri, bueno él…—Incluso Yuri que era como un vil tempano de hielo había estado al lado de su esposo cuando se enteró de su lesión, sintió una incómoda opresión en el pecho en cuanto pensó en ello—,él… está bien, decidió regresar con sus padres ahora mismo se encuentra en Hasetsu—Se limitó a contestar sin ganas de hablar del tema. El muchacho observó el sombrío semblante de Víctor y dándose una idea de la situación, decidió desviarse.
—¿Por qué estás aquí?—La pregunta lo tomó por sorpresa, no se encontraba de humor para largas explicaciones y parar ser sinceros a él también le intrigaba por qué el rubio se encontraba ahí, donde todo había dado comienzo aunque sabía de antemano que tanto uno como otro no hablarían de más. Decidió dejarlo así, estaba seguro de que el muchacho lo entendería seguramente también tendría sus motivos personales y secretos. Solo se detuvo a pensar unos minutos tal vez aquella curiosa jugada del destino tendría un particular significado.
—Supongo que quieres patinar en solitario—Adivino el joven.
—Por esta ocasión.
—Te entiendo. Me voy—dijo comprensivo de que Viktor necesitara de tiempo para sí mismo, no conocía sus razones para regresar, pero siendo observadores no lucía para nada bien, además hacía no mucho se había dado a conocer la noticia de su retiro y no solo eso sino que también se habían esparcido maliciosos rumores de su rompimiento con Yuuri.
Yuri se encaminó a los casilleros para tomar sus cosas listo para partir.
—Nos vemos.
—Espera—La voz de Víktor lo llamó a lo lejos—¿En dónde te hospedas? ¿Regresaste a casa de Nikolai?—pregunto corriendo para alcanzarlo
—No, la casa fue vendida, me encuentro en el Matreshka.
—¿Conservas tu número telefónico?
—Sí, no ha cambiado.
—Nos veremos más tarde en ese caso—El rubio continúo con su camino ocultando una discreta sonrisa. Viktor lo observo hasta que desapareció por una puerta.
Pensando en las palabras de su psiquiatra Viktor pensó que sería buena idea retomar su vida y compartirla con aquellos que en algún momento fueron alejándose por no ser compatibles sus tiempos. Después de todo en aquellos días se había dado cuenta de todo lo que fue dejando atrás en busca de una nueva vida, como esposo, como entrenador, su vida había cambiado y ahora solo le quedaba recuperar todo lo perdido.
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Eran las cinco de la mañana, desde hacía un tiempo su rutina comenzaba a esa hora. No había despertador que lo ayudara porque al despertar no había sueño que lo retuviera, su cuerpo reaccionaba por sí solo como si hubiera tanto que aprovechar y poco tiempo para hacerlo.
No eran ni siquiera las siete de la mañana cuando su teléfono sonó.
—Yuri ¿te desperté?
—Para nada, ya estaba despierto.
—Quisiera saber si te gustaría practicar un poco, como antes y después podríamos ir a desayunar ¿Qué te parece?—le ofreció, el muchacho se extrañó ante la repentina petición, pero su curiosidad fue mayor intuyendo que definitivamente algo andaba mal.
—Sí ¿porque no?
De una extraña manera sucedió todo, se reunieron en aquella pista donde la carrera de ambos inició, donde el mayor desde muy pequeño soñó con convertirse en el mejor sin siquiera imaginarse que la realidad superaría a sus sueños, donde conoció al menor y encontrando tanto talento como determinación en él lo alentó a seguir el camino que ya había marcado.
Ahora como si el tiempo no hubiera pasado se reunían para patinar de manera libre encontrándose el rubio en mejor forma que el platinado, superando al maestro pero a la vez olvidándose por completo del perfeccionismo que ambos buscaban en sus rutinas. En aquel nostálgico momento solo querían recordar y si era posible revivir un pasado que no volvería, dedicar al menos un momento para ellos mismos llenando la soledad y ocultando los problemas que cada uno guardaba.
La mañana pasó amena, después de acaparar la pista y dando por terminado cuando los demás patinadores comenzaron a llegar. Cada uno se dirigió por su cuenta a asearse para posteriormente almorzar.
Viktor fue el primero en terminar, con calma secó sus cabellos observándose al espejo, algunas líneas de expresión comenzaban a aparecer en su rostro donde era también visible la marca de las largas noches de insomnio por las marcadas ojeras bajo sus ojos que las hacía resaltar la palidez de su rostro.
—No quiero siquiera imaginar cómo lucía antes de la terapia—pensó riéndose de sí mismo y recordando bajo qué circunstancias Alina su psiquiatra se había hecho cargo de su caso.
—¡¡¡Ahhhh!!!—La inconfundible voz del rubio en un ahogado grito llamó su atención corriendo hacía las regaderas.
—¿Yuri?—pregunto preocupado al encontrarlo en el piso en cuatro con la respiración agitada—¿Qué sucede?.
—-Soy un idiota, tropecé—respondió molesto levantándose lentamente.
—¿Te lastimaste?
—Estoy bien—dijo recargándose contra la pared llevándose una mano al viente—Ahora regresa, en un momento te alcanzo
—Pero…
—Vete, estoy bien—No quería desafiar su poco paciente carácter asi que obedeció y lo espero fuera.
Cuando estuvo listo espero algunos minutos a Yuri fuera del recinto mientras miraba distraídamente la llegada de más jóvenes dispuestos a práctica. Yuri tardó más de lo que aseguro y justo cuando estaba dispuesto a ir a buscarlo apareció.
—Vaya que hace frio—se quejó subiendo el cierre de su sudadera, su rostro siendo de clara tez lucía algo pálido.
—¿Estas bien?
—Si, pero no esperé que hiciera tanto frío, bueno ¿nos vamos?—Viktor asintió, en verdad hacía frío tal vez se debía a que el invierno se encontraba cerca, sin darle demasiada importancia juntos emprendieron su camino.
Almorzaron en una pequeña cafetería al lado de la pista, debido a la poca afluencia de la pista nadie se imaginaría que en esos momentos se encontraran ahí Viktor Nikiforov y Yuri Plisekstky.
Conversaron de manera amena, hablando de manera superficial sobre lo que había sido la vida de ambos durante aquel tiempo. Sin caer en detalles, sin querer indagar de más, olvidándose de todo, bromeando y queriendo disfrutar del ahora. Como si el pasado no existiera.
Viktor se enteró que el rubio se encontraba en busca de inspiración para una nueva rutina, sin ser claro si sería para su nueva temporada, si funcionaría como parte de una rutina de exhibición para los próximos juegos de invierno o solo un capricho su corazón le llevo a ofrecer su ayuda.
Por un momento los verdes ojos de Yuri se abrieron de sorpresa y habría jurado que de algo más pero no alcanzó a entender de que, resplandecieron de una manera preciosa que jamás espero ver al instante que una burlona, pero sincera sonrisa se dibujaba en su rostro.
—Vaya anciano, es más de lo que esperaba, pero acepto.
—Excelente gatito, veras que será la mejor decisión que podrás tomar. Vamos a sorprenderlos—aseguró el hombre confiado dando un sorbo a su negro café.
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El destino era tremendamente misterioso, quien diría que el consejo de Alina cuya intención era reconciliarlo con su pasado tendría tales resultados.
A partir del día siguiente Viktor dio comienzo a su labor al lado de Yuri haciendo uso de la pista en un rango de dos horas diarias para posteriormente almorzar una vez terminada su labor.
No hubo momento en que alguno de los dos hablará de más, como si de un secreto acuerdo se tratara dentro de la pista cada uno olvidaba quien era, de dónde venía y simplemente de dedicaban a dar rienda suelta a su imaginación, de esta forma no abordaron temas que resultaran incómodos solo trabajaban, se divertían y de manera inesperada gozaban de su compañía, disfrutaban de tener con quien compartir su genialidad y hacer realidad las ideas que a otros podían parecerles locas o absurdas. Parecía que aquella formula funcionaba de maravilla, pero el destino tenía guardado algo más.
Se encontraban de nuevo en aquella cafetería, almorzando y riendo, recordando viejos tiempos al lado de Yakov y sus demás compañeros.
—Quien diría que Georgi al final terminara alejándose de todo esto por ser un hombre de familia—comentó el rubio con burla—Imaginate, todo un burócrata al lado de su esposa y dos hijas, aunque supongo que ya se veía venir.-
—Si…, quien lo diría—respondió con melancolía Viktor, en algún momento él quiso algo parecido al lado de Yuuri, pero se postergó tanto que jamás fue posible.
—¿Te sucede algo anciano?—preguntó el rubio notando el cambio en el mayor.
—Nada ¿te parece si nos vamos?—Pagaron la cuenta y salieron. En este punto la expresión de Viktor había cambiado, Yuri se preocupó por él, pero mantuvo silencio caminando a su lado. No supo con precisión cuánto tiempo estuvieron de aquella manera hasta que el mayor detuvo su andar, los ojos del hombre se abrieron de par en par al encontrar su foto y la de Yuuri en una revista de espectáculos.
«Cuando el amor se acaba«, rezaba el frío encabezado sobre la foto de bodas de Yuuri y Viktor.
—Esos desgraciados—se quejó el rubio al darse cuenta, pero su ira fue suplantada por miedo cuando escucho la jadeante respiración del mayor.
—Viktor…—Girando sobre si encontró al hombre paralizado cayendo de rodillas llevándose una mano al pecho mientras intentaba jalar de un aire que no alcanzaba a entrar a sus pulmones.
—¿Qué te pasa?—pregunto preocupado corriendo a su lado.
—Yo…no—su voz apenas alcanzaba a salir en un fino hilo, poco perceptible, en tanto llevaba una mano a su pecho tras una expresión de miedo y dolor. Asustado tomo las cosas del mayor para dejarlas a un lado al tiempo que pasaba un brazo de este por sobre sus hombros.
—Vamos respira, ¡AH MALDICIÓN! llamaré una ambulancia—dijo mientras maniobraba para sacar su celular del bolsillo de su pantalón sin soltarlo.
—No…—De un torpe manotazo casi hace caer su teléfono.
—Pero qué cara…¿Qué tienes?
—Es…an…ansi—ni siquiera podía completar la palabra, pero Yuri lo entendió.
—¿Ansiedad?—El platinado asintió—Un ataque de ansiedad…¿qué hago? ¿qué hago?—se dijo frustrado de no saber que hacer.
—Maldita sea, respira, vamos sígueme—ambos quedaron de rodillas, uno frente al otro, Viktor se mantuvo en silencio mientras miraba el pecho de Yuri inhalar y retener el aire para después expulsarlo, concentró su atención en él al tiempo que se dejaba guiar por la ronca voz.
—¿Mejor?—preguntó el muchacho al cerciorarse que su respiración se había regularizado.
—Si, muchas gracias—asintió ya respirando con normalidad.
—Bien, ahora levántate—indicó soportando su peso para reincorporarlo.
—Lamento esto—Se disculpó el mayor avergonzado de sí mismo.
Con esta escena la nueva vida que Viktor intentaba construir para subsanar el dolor de lo perdido se derrumbaba ante sus ojos, pero una vez que Yuri le aseguro que todo estaría bien y le acompaño a casa dejando de lado aquella mirada de preocupación, regresandole sus cosas, tratándolo como si nada hubiera ocurrido, en aquel momento se dio cuenta que no todo podría estar tan perdido ni tan roto como lo creyó.
Yuri lo acompañó a su hogar, a su departamento de soltero. Pensó que el rubio se extrañaría al ir ahí y no a su enorme residencia que compartió con Yuuri, pero no fue así, le ayudo a acomodarse en el sofá de la sala de estar, le dio un vaso de agua mientras que Viktor incapaz de continuar con la mentira le reveló cada detalle de lo recién ocurrido. El muchacho no se mostró sorprendido ni mucho menos, lo escuchó paciente, tranquilo para al final cerrar el tema con un.
—Ya lo sabía.
El cómo no importaba, tal vez fuera intuición, simple lógica o incluso puede que el rumor se extendiera de manera imperceptible para un Viktor que se encontraba alejado de los reflectores, que pasaba casi camuflajeado en un morboso mundo que poco le importaba sus sentimientos o su salud.
Yuri fiel a su forma de ser no se inmuto, no brindó palabras de ánimo, ni si quiera se mostró conmovido, se mantuvo a su lado, recogió y lavo el vaso de agua, en silencio, pensativo, preparó un té que sirvió al platinado para dormir y después ser marchó en silencio.
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La mañana siguiente sorprendió a Viktor en el sofá, su cuerpo había encontrado el descanso suficiente haciéndolo amanecer de mejor humor. Sediento se dirigió a la cocina donde se llevó una gran sorpresa al encontrarla extrañamente ordenada, los platos limpios y en su lugar. No se detuvo a observar por mucho tiempo cuando un mensaje en el celular lo sorprendió.
“¿Ya vienes?”
Por un momento se había olvidado por completo de la práctica, es más sintiéndose avergonzado por lo sucedido el día anterior jamás pensó que Yuri quisiera continuar, pero no fue así.
Su relación profesional y personal continuo con un interesante cambio, Yuri no mostraba directamente preocupación por el, sin embargo el tiempo que pasaban juntos fue incrementando, fuera del tema de su coreografía, almorzaban, salían a comer, quedaban de vez en cuando para ir al cine, ir de compras o incluso pasar su tiempo en el departamento de Viktor.
De esta forma los meses pasaron de manera imperceptible a tal grado que a pesar de la confirmación de los rumores, del eventual acoso de la prensa ante el cual el más joven se mostró fiero en su defensa, de las llamadas de sus amigos preguntando por su relación con Yuuri y su estado de ánimo, todo pasó a segundo término. Yuri llenó de forma discreta sus vacíos, entró sin ser llamado a su vida, de manera mágica y casual convirtió todo aquello que bien pudo haber sido un laberinto de desesperación y soledad en cotidianeidad, en rutina, en diversión que arraso con todo el dolor a su paso.
Todo sucedió de manera tan discreta, tan natural que ni siquiera pensó en agradecerle, que ni siquiera se percató de todo aquello en lo que su vida había cambiado, de todo lo que había ganado y del valor de todo cuanto poseía ahora.
Después de un arduo mes y medio, la eventual llegada del invierno, una casual navidad llena de películas de terror y comida china, un año nuevo con fuegos artificiales y la insustituible bella imagen de la sonrisa de Yuri. La coreografía se encontraba lista, ahora solo faltaba musicalizar y Yuri se encargaría de ello.
Con un entusiasmo bien disfrazado de seriedad, hizo sonar la pista al tiempo que ingresaba en ella.
Apenas comenzó, robo por completo la atención del mayor quien miró embelesado el producto final del esfuerzo de ambos.
Yuri se dejó envolver por la música siguiendo la coreografía de Viktor elevando sus brazos al cielo buscando mayor dramatismo en sus movimientos, Viktor observó atento como el joven se deslizaba con una delicadeza que para quienes le conocen les parecería imposible que pudiera poseer, pero al mismo tiempo con una fuerza arrolladora, derrochaba sensualidad, determinación, estaba seguro que quien le viera no se resistiría a sus movimientos, los mechones de cabellos rubios ondeaban de un lado a otro siendo iluminados por el resplandor del sol que entraba tímidamente por las altas ventanas, en tanto sus esmeraldas ojos reflejaban pasión y entrega a lo que más amaba. Completamente absorto en su visión, Viktor no pudo evitar unírsele y sin siquiera pensarlo en un abrir y cerrar de ojos ya estaba tras él, imitando sus movimientos, el rubio mantenía los ojos cerrados concentrado, absorto en sus pensamientos. El mayor se encontraba tan cercano a él perdido en la melodía y los movimientos que ambos ejecutaban a la par.
—¿Qué?—Los verdes ojos del menor se abrieron de par en par al sentir su cintura sujeta por los fuertes brazos del platinado.
—¿No pensaste en patinaje de pareja?—preguntó cínico—Sorprendería más sobre todo si soy yo tu pareja.
—Eres un idiota—se burló, pero no hizo nada por apartarlo.
El platinado miró a su compañero entre sus brazos, la verdad es que había actuado sin pensarlo solo se dejó llevar, pero al parecer su cuerpo si sabía lo que sucedía, sentía un calor abrazador en cada centímetro de su piel, se sentía arder al tener al muchacho tan cercano a él.
Los verdes ojos le miraban sorprendidos, pero con ilusión, sus labios temblaban levemente, su piel se sentía tan suave, y como si de un gato se tratara podía sentirse los finos vellos de sus brazos erizarse.
La coreografía pasó a segundo término, la grácil figura del rubio estaba bajo sus fuertes brazos temblando, el corazón de ambos latía con fuerza, siendo casi sonoro cada latido, casi palpable la agitada respiración, la diferencia de edad no importó, Yuri ya no era el tierno niño que por primera vez pisó aquella pista hacía ya tantos años atras, ahora era un hombre de veintitantos años con una estatura semejante a la de él por lo que no hizo falta pensarlo demasiado.
Los labios de ambos se unieron en un pausado y temeroso beso el cual profundizo al encontrar la aceptación del rubio. Cuando por fin se separaron lo hicieron más a falta de aliento que por gusto, mirándose completamente sonrojados, cerrando el momento con una tonta risa.
—Yuri…—susurro el mayor deleitándose al pronunciar aquel divino nombre. El muchacho solo sonrió travieso.
—Suéltame, reiniciare la pista.
De forma caprichosa, pero sin ser brusco aparto al mayor de si patinando de regreso a la barrera de contención. Viktor lo siguió con la mirada sonriendo a la par que admiraba aquel cuerpo que para él era perfecto.
—Idiota—susurro sonriendo para si el menor sintiendo su corazón estallar de alegría, pero aquello no duró demasiado, un intenso dolor atravesó su abdomen haciéndolo doblarse, cayendo sobre sus rodillas.
—¡¡¡Ahhhh!!—No pudo contenerse, de sus labios salió un lastimero gemido de dolor.
—¡Yuri!—Sintió como su vida se paralizaba por unos segundos al escucharlo, al verlo lentamente caer, sin pensarlo rápidamente patino hasta llegar a su lado, logro sostenerlo entre sus brazos antes de que se desvaneciera.
—Vik…tor—pronuncio con debilidad antes de perderse en la inconsciencia.
Viktor sujeto el frágil cuerpo entre sus brazos llevándolo consigo hasta colocarlo suavemente sobre una de las bancas mientras que llamaba una ambulancia con desesperación.
—El tiempo de espera será de cinco a diez minutos, por favor encárguese de verificar los signos vitales de la persona—pidió la operadora, al acto Viktor se encargó de tomar el pulso del rubio, este se mostraba débil. Se sentía aterrado por el repentino desvanecimiento.
No entendía que había sucedido si hacía minutos todo estaba bien, había pasado de la verdadera felicidad al estado más puro de la angustia, estaba consciente de que en días anteriores el joven venía luciendo cansado, muy deliberadamente asumió que era normal debido al ritmo de entrenamiento que él mismo se exigía, aunque si era observador ya sospechaba que algo andaba mal, su semblante se mostraba decaído y el constante cansancio era evidente, incluso en una ocasión habría jurado que lo escuchara quejarse de dolor dentro de los vestidores, pero su férrea voluntad y testarudez aseguraban a quien le preguntara que todo estaba de maravilla, aunque ahora tenía una prueba irrefutable del buen actor que podía ser Yuri Plisetsky.
Aterrado contaba con un asfixiante peso en el pecho, los minutos transcurrían y la ambulancia no hacía acto de presencia. Se arrodillo al lado del muchacho, con dolor y preocupación observo el pálido rostro, los rubios cabellos que caían hacía atrás otorgándole el frágil aspecto de un herido ángel, con cuidado aparto los cabellos que se adherían a la frente perlada en sudor, vigilo la débil, pero constante respiración como si con ello pudiera asegurar algo. Por un momento su mente le jugó una mala pasada trayéndole los peores pensamientos, ante los cuales se reprendió y sorprendió por lo aterrado que se mostraba su corazón ante la sola idea de perderlo.
—No, por favor, no me hagas esto. Tú no—pidió en un suave susurro sin siquiera pensarlo y comenzó a cuestionarse sobre los recientes sentimientos que surgían de lo más profundo de su ser hacía Yuri.
Todo era muy lógico, en aquel corto periodo de tiempo, donde su vida dio un giro haciéndolo caer en picada solo una persona decidió arriesgarse a tomarlo de la mano deteniéndolo. Yuri había sido su salvavidas quien por medio de su difícil y rudo carácter, su determinación de hierro, las constantes charlas, paseos no planeados y una larga suma de horas en el hielo habían sido suficientes para ponerle un alto a su depresión, los ataques de ansiedad y el enorme vacío que dejara su fallida relación con Yuuri. Era cierto que todo había sido muy rápido, pero no era excusa para continuar ocultando lo que sentía porque todo era obvio, la alegría diaria de saber que todas las mañanas al llegar a la pista él ya se encontraría en ella, el deleite de verlo bañado en sudor con la resplandeciente luz solar que se filtraba tras los ventanales, brindándole una aura que se le antojaba sensual, pero inocente, el tener sobre si aquellas brillantes esmeraldas cada que le arrancaba una carcajada, los escalofríos que le producía escuchar aquella ronca voz pronunciando su nombre y las ansias al esperar un nuevo día a su lado. Estaba seguro de sus sentimientos, porque incluso estos se mostraban trasparentes otorgándole al rubio un lugar muy diferente al que ocupara Yuuri. Todo era tan obvio y él tan ciego. Pero no había porque seguir ocultando todo aquello, debía arriesgarse, después de ese beso todo era tan claro y el futuro que se dejaba ver era tan hermoso.
—Vas a estar bien, estaremos bien, yo me encargare de hacerte muy feliz—aseguro acariciando los rubios cabellos.
—Señor por favor denos espacio—La ambulancia había llegado, todo sucedió en cuestión de instantes, trasladaron al joven y le permitieron a Viktor acompañarlo, todo el camino permaneció sujetando su mano mientras los paramédicos se encargaban de estabilizarlo y tomar sus signos vitales.
Yuri fue trasladado de inmediato a uno de los hospitales red de su póliza de seguro, lo cual fue bastante beneficioso ya que el expediente fue enviado de un hospital a otro de inmediato.
Viktor espero en completo silencio, pensando una y mil cosas, cada una peor que la anterior, para al final creer que su mente le daba malas jugadas, probablemente todo se debía a una descompensación, baja presión, estrés, incluso anemia, tal vez no era nada y sus temores eran infundados. Se tranquilizó así mismo pensando todo aquello mientras se mantenía alerta esperando la llegada de algún médico que pudiera informarle de la realidad de la situación.
Pero por su mente jamás cruzó, ni se imaginó lo desgarradora que esta podría ser.