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Tabú 43


Una vez más estaba en el ruedo y haciendo lo que más me gustaba hacer: modelar.

Pero ese día me invadió un sentimiento extraño que me hizo dudar de mi participación en el desfile de inauguración de la semana de moda en Barcelona vistiendo los trajes de la firma Bhork y es que como nunca en mi vida de modelo tuve la sensación que le estaba siendo infiel a Nefrit.

Era gracioso porque para mí era la firma de papá y nada más; sin embargo, desde que la viví por dentro todos sus problemas y todas las satisfacciones que me tocó vivir dirigiendo la casa de modas, desde que di todo de mí para salvar su malísima situación me invadió un gran sentimiento de pertenencia y comencé a pensar si sería una buena idea abrir una línea masculina en la empresa, tal como Yuri soñaba.

Mi corazón latía de la misma forma que lo hizo cuando Anya entró en la habitación del departamento y me encontró con esa modelo. Pero no existía ningún conflicto externo, solo me sentía abrumado porque después de muchos meses volvía a una pasarela y todos los lentes de las cámaras estaban puestos sobre mí, al igual que los ojos de la gente desde el más reconocido diseñador, el crítico más ácido de la moda, la modelo top del momento; hasta el último botones del hotel donde me alojaba.

Barcelona nos recibía con el aire frío de finales de invierno y yo no iba con un proyecto bajo el brazo ni tampoco con la Tablet llena de cifras. Me encontraba como en mi época de adolescente posando para cuanto fotógrafo se me pusiera en frente, conversando sin preocupaciones sobre el festival y claro que sobre Nefrit, pero sin cifras y sin presiones en frente.

Eran pocos los modelos a los que conocía, la mayoría de ellos eran chicos y chicas de la edad de mi hermano que se preparaban para caminar frente a trescientas personas que esperaban en el Word Trade Center, llevando sobre sus delgadísimos cuerpos los trajes que marcarían tendencia en la próxima temporada del verano.

Y yo asistí puntual al desfile porque no pude eludir un contrato que mamá me consiguió con Allan Bhork. En el pasado trabajamos juntos en una línea urbana muy interesante que soltó al mercado, pero de esa época ya habían pasado ocho años. En el desfile yo modelaría trajes para hombres de negocios, así era la imagen que proyectaba al mundo, dijo Allan y añadió que ese año dejé de ser el chico sexi y sin preocupaciones y me convertí en el hombre que llevaba sobre sus hombros las responsabilidades del éxito. Añadió que mi trabajo en Nefrit me convirtió en un adulto responsable al frente de una firma que todos daban por vendida o colapsada, tenía que demostrar también mi cambio en la pasarela.

Trajes de etiqueta, de tres piezas clásicos, con levita o con caída formal. Acompañados de largos abrigos, guantes, sombreros y bufandas de color entero de lana. Ese era yo en el momento, sin mis greñas sueltas, pero con la eterna sonrisa perfecta.

Quien me veía en los vestidores pensaría que me sentía el amo y señor del mundo de la moda, con el éxito asegurado tanto como modelo y como empresario. Desconocían el drama que vivía por dentro, mis ganas de hacer mío a mi hermano y mis ansias de resolver el problema de la mejor manera posible.

Para aumentar mi angustia, esos tres días en los que participé de las presentaciones de Bhork, mamá decidió llevar ella misma a sus nuevas representadas así que la tenía resoplando tras mi oreja todo el tiempo y halagando mi trabajo en Nefrit, olvidando que el trabajo de los demás y la astucia de Yakov Feltsman fueron las claves para salir del hoyo en el que estuvo metida la empresa.

La noche del jueves tendríamos que presentar una colección muy interesante de abrigos y como el divo de la moda masculina había enviado con anticipación a sus sastres a San Petersburgo para hacerme las pruebas y ajustar sus modelos a mi cuerpo, lo único que me quedaba era ponerme las tenidas y caminar hacia las luces con la elegancia y la seguridad de un hombre de negocios.

Los flashes, la música, los comentarios, las sonrisas ebrias, los aplausos y la mirada de mi madre fueron los ingredientes de esa noche sobre el escenario, una noche que no disfruté demasiado porque no conté con la mirada siniestra y hermosa de mi pequeño tigrecillo que se había quedado en casa porque el campeonato escolar estaba por ingresar en su etapa final y el coach los tenía en entrenamiento espartano después de clases.

Pensé que esa lejanía sería buena para reflexionar un poco más y decidir si tenía que seguir las reglas del juego de Yuri, si imponía las mías o si me salía por completo de él. Tenía miedo de dar el siguiente paso, porque de hacerlo no habría retorno. Ser dos hermanos que jugaban un poco con su intimidad podía pasar como una anécdota y un secreto llevadero entre los dos; pero convertirnos en amantes marcaría nuestras vidas para siempre y tal vez uno de los dos o ambos resultaríamos heridos en el proceso.

Lo que menos quería era poner en riesgo a mi hermano, también pesaba el prestigio que perdería la firma y hasta en la condena moral y legal que podría pesar sobre mis hombros. Por eso decidí pensar mejor mi rol en la vida de Yuri y contar con la presencia de mi madre en parte sería bueno porque solo ella se encargaba siempre de poner mis pies sobre la tierra.

Nunca se metió en mis decisiones de manera frontal, siempre las respetó y yo agradecí esa distancia; pero en esos instantes su preocupación era muy válida. Ella también temía por mi seguridad y mi futuro.

—¿Cómo está Yuri? —Mi madre se ocupaba de supervisar que el estilista dejara hasta el último de mis cabellos en su lugar. 

—Concentrado en su campeonato de hockey. —Sabía que mi madre preguntaba queriendo saber cómo seguía la absurda idea de tener un romance con mi propio hermano. No sé cuán obvios fuimos los días que estuvo alojada en mi departamento o si mi madre era la mejor de las adivinas del planeta.

—Euvgina Konstantinova me comentó que Yuri es muy buen alumno y que está en el cuadro de honor de la escuela. —Mi madre tenía tantos contactos que a veces me ponía a pensar que podría ser una excelente espía y pasaría desapercibida.

—Está ocupando el puesto dos en el cuadro general de la escuela, solo le supera un chico que egresa este año. —Me sentía incómodo que mi madre preguntara por Yuri con tanto interés porque sabía que el bienestar de mi hermano era lo último en lo que ella se preocuparía.

—También me comentó que una hermosa niña de su clase está muy enamorada de él y que al parecer no puede darse la oportunidad de salir con ella porque tú lo controlas demasiado. —Mi hermosa madre volvía a convertirse en la bruja del cuento de hadas.

—No me comentó nada al respecto. —Para mí era una gran novedad saber que había una chica muy interesada en él. Claro muchas niñas de la escuela se interesaban por mi hermano hasta que lo conocían y huían de su carácter demoniaco y sus palabras horrendas.

—Cariño deberías dejar que tu hermano salga con sus amigos de la escuela o de otras escuelas, en especial con las chicas y tenga la oportunidad de conocerlas bien. —Si mi madre hubiera averiguado bien sabría que mi hermano gustaba solo de chicos.

—No siempre son buena compañía para él, mamá. —Mi madre agradeció la atención del hombre que me peinó y maquilló y, con la mirada, le señaló que debía retirarse.

—Eso debe decidirlo él que ya no es un niño. —Sujetó mi mentón y como siempre lo hizo tomó un papel tisú y sacó el exceso de maquillaje de mi rostro—. Además, a esa edad los chicos no saben bien lo que quieren y tú podrías estar interfiriendo con la posibilidad que tu hermano encontrase una chica a quien querer y hacerse hombrecito con ella.

Ay, mi madre y sus conceptos arcaicos del amor. Lo que en verdad la dama de los ojos azules quería decir era que tal vez y Yuri podría darse cuenta que no le gustan los chicos y mucho menos su hermano, si es que encontraba la chica adecuada que lo alejase de esas locas ideas de ser gay. Amaba a mi madre con toda el alma, pero en momentos como esos me atrevía a pensar que la odiaba.

—Es Yuri quien tiene que decidir eso y yo no lo impediré, es más me gustaría mucho que pudiera encontrar alguien que lo ame de manera sana y lo ayude a madurar. —Me puse en pie y besé la mano de mi madre con mucho amor.

—Lo sé Vitenka, pero te debe quedar claro que ese alguien no eres tú cariño. —Me acarició la mejilla y acomodó el moño de la corbata. El coordinador del desfile se hizo presente anunciando que en tres minutos salíamos los modelos masculinos—. Deja de controlarlo y ocúpate de ti mismo y tu felicidad.

—¿Y si mi felicidad está junto a un hombre de cuarenta con un largo historial de vagancia? —Le puse enfrente sus dos temores más importantes: que yo esté con un hombre y a la vez con una persona que tuviera que mantener.

—No sería lo ideal, pero es menos horrendo que tocar a tu propio hermano, cariño. —Susurró a mi oído y yo no pude evitar que mi estómago volviera a contraerse gracias a sus palabras.

Salí a la pasarela y sonreí con tanta naturalidad que nadie podría adivinar que un océano de contradicciones se agitaba en mi mente y terminaba estrellándose en mi pecho.

Si en algo tenía razón mi madre era que tocar a un hermano era penado y no hablo de las leyes de dios y mucho menos la de los hombres. Hablo del verdadero rol que los hermanos debemos cumplir en la vida de nuestros compañeros de sangre. Ser apoyo, cariño incondicional y si es posible los mejores amigos.

Los hermanos no están hechos para ser amantes, los hermanos debemos ser el consejo oportuno, la sonrisa sincera, las palabras coherentes, las manos fuertes, el apoyo necesario para sacar adelante a esa persona que lleva tu sangre y tu apellido.

Estamos destinados para enseñarnos los unos a los otros, para cuidarnos y protegernos, para compartir alegrías y tristezas. Y sobre todas las cosas estamos hechos para sentir el amor filia y si es posible ágape.

Eso lo repetía mi mente todo el tiempo, pero mi cuerpo y mi corazón decían otra cosa. Porque solo pensar en Yuri me hacía sentir esas ganas que retuercen tus humores y nublan cualquier pensamiento lógico.

Noches atrás había restregado mi cuerpo contra el cuerpo de Yuri, lo besé con ganas de comerlo y viví sobre él la experiencia más excitante que había tenido en años, prohibida como cuando uno es adolescente y se encierra en el ropero a besar a aquella chica o chico que te gusta y lo haces entre risas, con el deseo expandiéndose como el mismo universo y el temor a ser observado por algún adulto que te enoje y quiera hacerte sentir avergonzado por haber puesto tu mano donde no debes porque eres demasiado chico.

Así me sentía yo con Yuri y si esa noche no lo hice mío fue porque todavía quedaba algo de sensatez en mi razón, algo que me impidió arrasar su ropa con mis manos, tocar, besar, morder, lamer y sorber toda su piel para complacer la mía y sentirme su dueño absoluto.

El desfile culminó y después de agradecer a Allan Bhork, después de atender a media docena de periodistas de programas y publicaciones especializados, me despedí de los organizadores y de mi madre y salí buscando la aventura que me tendría reservada la noche.


Entre tantos rostros nuevos y al mismo tiempo similares, aburridos, llenos de alcohol y otras sustancias, entre mujeres bellas que ensayaban miradas seductoras que se desvanecían con las primeras pitadas de hierba, caminé como un ente buscando un poco de alegría y diversión que me alejasen de mis obsesiones.

Me presentaban chicas y chicos muy hermosos y ninguno me parecía apetecible, miraba a algunos conocidos y después de unos minutos de conversación me parecían tan lejanos y sosos que seguí mi camino hacia el interior de la enorme sala que a media luz ocultaba los placeres efímeros de una noche que parecía prometer una orgía.

Hacía mucho tiempo que no participaba en una, me parecía que esas experiencias estuvieron muy bien para mi época de locura y búsqueda de mí mismo, cuando todo parecía alcanzable y cuando unas cuantas píldoras me permitían seguir con mi rutina universitaria sin ningún arrepentimiento al día siguiente.

Me acerqué a la barra del salón dispuesto a zambullirme en alcohol para que al día siguiente tuviera como gran excusa la pérdida de memoria ante cualquier estupidez que hiciera esa noche con tal de disipar mis ansias y descargar mis hinchadas glándulas. Observaba desde el sillón las personas con las que tal vez podría tener un intenso encuentro colectivo, tres rubias bonitas y no tan drogadas, dos chicos de ojos tan azules como los míos y un moreno que tenía una caja torácica de infarto.

Y en el momento que me preguntaba el por qué no podía darme la licencia de pasar una noche divertida, un perfume que jamás olvidé llegó hasta mí desde el otro extremo de la barra, di una vuelta completa para saber si no estaba equivocado y con la boca abierta lo vi.

Era él, después de tantos años de silencio e indiferencia. Estaba allí sentado pidiendo como siempre una botella de espumante con su acento francés y sus modales de príncipe, grave voz masculina y fogosa, gutural y clara que me conmovió una vez más de solo escucharla tan cerca de mí.

—¡Víctor Nikiforov! —Me miró, sonrió y alzó su copa.

—¡Chris! —Sentí la punta de una lanza ingresando en mi pecho.

—Te ves tan distinto y distinguido. —Bajó del banco y se acercó a paso lento.

—Y tú más sensual que antes. —No podía mentirle, Chris irradiaba esa energía llena de gracia que atrae las miradas de todos, cada paso que dio y cada movimiento que hizo con su esbelto cuerpo confirmaban que había perfeccionado el arte de seducir a hombres y mujeres al mismo tiempo.

—¿Cómo estás? —Su sonrisa pícara incendiaba a cualquiera que la observaba y yo comencé a sentir que se encendían mis brasas internas.

—Cinco años sin verte ni saber nada de ti, cuando dijiste que cortabas no pensé que lo harías por completo. —Descubrí en ese momento que todavía me dolía un poco el pasado—. ¿Por qué?

—Créeme que fue mejor así. —Después de haber descubierto el amor y la pasión, no dejar huellas y ni siquiera conservar una amistad pequeña entre los dos fue muy doloroso—. Si no hubiera establecido esta distancia tal vez jamás te hubiera superado.

—¿Y me has superado, Chris? —Me dolió tanto perderlo, que volverlo a ver avivó un poco la herida.

—Te veo ahora tan cerca de mí, querido, y pienso que sí lo hice. —Guiñó su maravilloso ojo esmeralda y topó su copa con la mía—. Casi no me provocas tristeza aquí adentro. —Señaló su corazón.

—Casi. —Esa palabra me decía que todavía existía una brasa encendida entre él y yo. Un amor como el que vivimos no podía haberse acabado sin dejar algo de huella en nuestra piel y en nuestras almas.

Sonrió y juntos fuimos a un lugar algo apartado para conversar y ponernos al día sobre todo aquello que nos perdimos el uno del otro. Estar algo pendiente de su carrera y actividades a través de los medios y los chismes no fue lo mismo que hablar con Chris y saber de su propia boca todo lo que vivió sin mí durante esos años.

Él había sufrido tanto con mi indecisión y mi deseo de ocultar lo nuestro en la parte más profunda del closet saliendo con una reconocida modelo italiana para disimular mis preferencias en el sexo, que, cuando me dijo que terminábamos, no le creí y solo me di cuenta que lo había perdido cuando mi corazón se rompió el día que lo vi salir de una discoteca de ambiente de la mano de otro chico.

Las especulaciones fueron y vinieron por todas partes. Los periodistas especializados en espectáculos se regodearon proclamando sus teorías y diciendo que tuvimos un romance clandestino. Y estuvieron casi muy acertados, solo que se equivocaron por un menudo gran detalle. Chris y yo no tuvimos un romance porque lo que hubo entre nosotros fue un gran amor.

Mi madre se propuso alejar todo rumor y desmintió por todos lados las insinuaciones de los reporteros y comentaristas, asegurando que Chris fue un gran amigo mío y nada más y que si no había ya contacto entre los dos era porque él había decidido alejarse de mí porque no pude corresponder a sus sentimientos.

No desmentí la versión de Angélica Vólkova y Chris nunca más volvió a responder mis llamadas y mis mensajes. Su representante se ocupó que jamás coincidamos en los desfiles y las colaboraciones con los diseñadores. Solo nos vimos de lejos un par de veces, una París y otra en Toronto; pero jamás volvimos a decirnos una sola palabra.

Su vida pública era lo único que sabía de él y por supuesto sus romances con muchos chicos y una que otra modelo, que me laceraron el corazón haciéndolo sangrar en forma continua.

Y al parecer él vivió lo mismo, solo que decidido a olvidarme; en cambio yo tuve que estar resignado a olvidarlo. Cuando me di cuenta de mi error ya habían pasado dos años y no sabía si era conveniente buscarlo, fue en ese momento de indecisión que conocí a Anya y ella se ocupó de hacerme olvidar a Chris. Por eso la amaba porque representó un momento de remanso, fue la cura, el ungüento que alivió mi dolor y con el que me sentí adormecido hasta que conocí a mi hermano.

Entre copa y copa, entre historia e historia, entre recuerdos tristes y felices, entre sonrisas y carcajadas fuimos creando una atmósfera nostálgica y en medio de la oscuridad de ese rincón. casi sin pensarlo nos besamos. Estaba al límite de mis deseos, tocar a Yuri y no poder tenerlo por completo me había convertido en una bomba de deseo a punto de detonar y Chris se mostraba tan dispuesto.

Ese beso nos llevó a salir por separado de la fiesta. Él se despidió de los organizadores aludiendo que tendría un vuelo a primera hora, yo salí por la puerta trasera del salón para evitar a los paparazis y como si fuéramos otra vez dos chiquillos, nos encontramos en un parque cercano, tomamos un taxi cualquiera y nos dirigirnos en un auto rentado hasta su hotel.

No recuerdo con exactitud los detalles, solo sé que desde el momento que cerré la puerta de la habitación hasta el instante que me tendí con Chris en la cama aspiraba su perfume y era como volver a ese pasado tan hermoso que yo destruí por mis miedos y mi mezquindad.

Lo besé tanto que mis labios se agrietaron, mi cuerpo se calentó en solo segundos para él, acepté sus dedos y su falo dentro de mi boca como niño hambriento. Probé una vez más su dulce y su amargo sabor y me entregué a él con los ojos cerrados como en el pasado, siendo feliz al escuchar su voz y sus frases en francés que demolían mis sentidos.

Me abrí por completo y recibí su calor y sus embestidas con tanta urgencia y placer que me derretí varias veces entre sus brazos. Fui una vez más su dama y su puta, como cuando jugábamos entre desfile y desfile, entre campaña y campaña.

Fui feliz sintiendo su pecho y sus largas manos acariciar con mayor maestría mi necesitado cuerpo, cuando una vez más su beso donjuanesco elevó mis sentidos y cuando mi vientre no paraba de retorcerse a su mínimo contacto.  Había crecido en tamaño y había crecido en experiencia y sabía cómo tocar el cuerpo de un hombre, me imago que fue por las lecciones aprendidas con tantos amantes con los que salió el tiempo que estuvimos alejados.

Fue perfecto. Su boca, su aroma, sus resuellos detrás de mi oreja, sus caderas golpeando mi trasero, la forma cómo tomó mi cintura y la quebró para que lo recibiera más adentro, la manera cómo manipuló mi cuerpo. Fue en verdad perfecto.

Pero el momento que miré sus intensos ojos verdes me perdí recordando otra mirada, otros ojos verdes de un tono distinto, un tono jade con pequeñas pinceladas azules que noches atrás me reclamaban completo.

Después de imaginar sus pupilas pequeñas y sus iris engrandecidos, sus rubias pestañas y sus lágrimas lubricando sus párpados azules; recordé el aroma a goma de mascar, intensa menta que se metía por la nariz y los poros para hacerme sentir el más poderoso de todos los hombres.

Yuri acaparó mis sentidos y cuando fue mi turno de entrar en el cálido cuerpo de Chris dejé de verlo y comencé a sentir que era Yuri el que gemía entre las sábanas, que era mi niño quien me abrazaba y quien me apretaba con intensidad en su interior.

Dentro de mi corazón se abrió un enorme forado y sentí la necesidad de correr hasta San Petersburgo, entrar en mi departamento y hacer mío a Yuri sin ningún remordimiento. Lo extrañaba tanto en ese instante que simulé mis ganas de llorar con mis quejidos placenteros.

Después de venirnos juntos como lo habíamos hecho en el pasado, Chris y yo compartimos un cigarrillo y comenzamos un proceso intenso de sinceramiento entre los dos.

—¿Dónde estuviste la última media hora cariño? —Me dijo observando mi rostro encendido.

—¿Cómo lo notaste? —Yo miraba las volutas que el cigarrillo formaba en el aire.

—Era obvio que no estabas aquí conmigo, porque tus ojos no parecían mirar dentro de los míos sino por detrás de ellos. —Chris acarició mi mentón y me obligó a mirarlo.

—¡Qué observador te volviste! —dije casi sin pensar y estuve tentado en contarle todo mi predicamento.

—¿En quién pensabas Víctor? —Su cálida mano bajó por mi cuello y se asentó en mi pecho.

—No puedo decírtelo —respondí con pena.

—¿Otra vez un romance clandestino? —Sus ojos me mostraron algo de tristeza.

—Tal vez hasta prohibido. —Le tenía tanta confianza no pude evitar confesar un poco.

—¿Prohibido por quién? —Su rostro cobró un gesto muy serio.

—Por todos Chris —le dije suspirando al mismo tiempo que le pasaba la colilla del cigarro.

—Sea lo que sea deberías atreverte a vivirlo. —Siempre fue muy sincero conmigo—. No hay peor cosa que aquella que no te atreviste a hacer porque siempre quedará la duda en tu corazón.

—Es que en verdad es una persona prohibida y no lo he tocado hasta ahora y muero de pena porque tal vez no lo haga nunca. —Abrí a medias mi corazón esperando que Chris leyera entre líneas.

Él me acercó a su cuerpo y acarició mi frente, me besó y acomodó mi flequillo a un lado, con mucho cariño me acunó entre sus brazos y con total sinceridad me dijo una frase que luego cobró mucho significado.

—¿Cómo vas a saber si un postre que parece delicioso te gusta o no? —Suspiró y volvió a repasar mi cabello con sus largos dedos—. Solo puedes hacerlo si te das el permiso de probarlo, tal vez no es tan rico como pensabas y bueno te das el gusto y deja de ser una obsesión para ti.

—O tal vez me gusta tanto que se convierte en una adicción. —Tenía tanto temor de tocar a Yuri, era muy resoluto en muchas cosas y cualquiera que me veía hacer mi trabajo, en especial los fotógrafos, dirían que siempre me salía con la mía; pero en asuntos de romance con otros hombres siempre fui discreto, demasiado bisexual de closet. Imaginar que podía terminar amando con todo mi ser a mi propio hermano era demasiado aún para un hombre libertino como yo.

—Bueno déjalo de lado y quédate con la espina todo el resto de tu vida cariño. —Rio un poco y con ese extraño aire de sabiduría que siempre ensayaba sentenció—. Cuando tengas ochenta años y ya no se te pare ni un poquito, recordarás este momento y dirás frente al espejo por qué no le hice caso a ese bello suizo que siempre tuvo la razón.

Chris imitó la voz de un anciano y reí a todo pulmón, pero en el fondo sentí como ardía la herida que yo mismo me provocaba al pensar en Yuri y la imposibilidad de dar un paso más hacia la entrega total.

—¿Quieres que te confiese algo? —dijo sonriendo.

—Dime. —No tenía idea de lo que me iba a contar, pero conociéndolo sabía que me iba a sorprender… ya sabes bien cómo es él.

—Conocí un hombre que me lleva por ocho años y viví con él algo muy especial el anterior otoño, pero me alejé de él de inmediato… creo que tuve miedo de sentir de nuevo, porque desde que te dije adiós siempre tuve miedo de volver a amar. Ya sabes, para no sufrir otra vez. —Su confesión sacó la costra de la herida y si bien estaba ya curada dolió un poco—. Y pienso que esta noche la voy a recordar siempre porque después de hacerte mío, ahora sé que es ese hombre a quien amo en verdad.

—Entonces solo me estabas probando. —Ensayé una mirada de enfado que luego se convirtió en una sonrisa triste.

—No, no sabía que te volvería a ver; pero este momento entre tú y yo sirvió para que me quite la espina que había dejado nuestro rompimiento y sepa que él es mi presente y mi futuro. —Chris se deslizó sobre las sábanas hasta llegar a mi nivel y me besó con cariño para luego decirme con ese magistral pensamiento práctico—. Deberías también darte la oportunidad de amar a ese chico prohibido hasta que lo sientas dentro de tu médula y qué importa si luego te duelen los huesos nadie va a arrebatarte el amor que sientas por él, eso solo te pertenece a ti y ni siquiera dios podría reclamarte ese sentimiento.

Sentir, amar, gozar.

Cuando la vida nos envuelve en los efluvios del amor solo queda una verdad que te acerca con la fuerza de un gran imán a la persona que se ha adueñado de tus sueños, de tus días, de tus sus suspiros y de tu mente.

Yuri, mi amor prohibido.

Si tan solo hubiera hecho caso a las palabras de mi primer amor cuando entre sus brazos me di cuenta que lo amaba como el enjambre ama a su reina. No podía evitar sentirlo clavado en mi pecho porque sin él mi corazón se siente vacío y porque con él siento que el fuego del amor lo calcina lentamente.

Cerré los ojos y abracé a Chris por última vez. Desde el siguiente día él pertenecería en cuerpo y alma a un abogado suizo de cabellos castaños y mirada de arcángel protector. Pero esas horas que todavía seguimos juntos hicimos el amor hasta el amanecer para reparar los años de silencio y conquistar un nuevo espacio entre los dos.

Nuestra amistad.

Notas de autor:

Hola queridas lectoras. Las disculpas por este largo alejamiento estuve super ocupada con un proyecto de trabajo que no me dejaba mucho tiempo de revisar y corregir los capítulos que ya tenía escritos. Aquí está de nuevo «Tabú» y tendremos aún un buen tiempo para compartir. Gracias por vuestro apoyo.

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Publicado por Marymarce Galindo

Hola soy una ficker que escribe para el fandom del anime "Yuri on Ice" y me uní al blog de escritoras "Alianza Yuri on Ice" para poder leer los fics de mis autoras favoritas y escribir los míos con entera libertad.

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