Retorno a Atlantis 25


Más allá

Todo se había transformado en oscuridad, vacío y silencio.

¿Finalmente era esa la muerte?

Jean Jacques intentaba ordenar sus pensamientos, pero la tristeza lo invadía y consumía su voluntad. No era posible que una vida llena de sacrificios, alegrías, sueños, temores y sufrimientos terminase así sumida en la nada.

¿Qué le esperaría después? ¿Acaso vendría la resignación? ¿Con ella vendría el olvido y todo acabaría en verdad? ¿Esa era la libertad que le había prometido Yuri? ¿Estaría tal vez en el limbo o ese lugar oscuro era el infierno?

Los pensamientos vagaban libres por su mente y en ellos los rostros amados perdían las formas. Papá, mamá, sus hermanos Adrien y Pierre que tanto amor le dieron desde niño. Los compañeros de la armada con los que compartió cientos de aventuras por toda la galaxia, los amigos de la prisión por quienes guardaba un profundo respeto, Otabek y Leo que le ofrecieron su amistad incondicional. El comandante Cialdini y el orgullo con el que lo miraba cada vez que ambos cumplían con éxito una misión.

Su querida Isabela y el amor que los unió durante los primeros años de la escuela secundaria. Jean recordaba el detalle de esa sonrisa fresca que iluminó sus días adolescentes.

Yuri.

Yuri abarcó todos los espacios de su pensamiento. La voz, la mirada, la caricia, el aroma, el sabor y el sentido de pertenencia. Yuri era un todo en esa inmensa nada.

Jean Jacques quería llorar, pero no tenía lágrimas, quería gritar su nombre y no tenía voz. Desesperado intentaba moverse a algún lugar y no tenía cuerpo. Jean Jacques solo era mente. No sabía cómo adaptarse a esa nueva situación.

Después de mucho batallar contra esas extrañas circunstancias, Jean se dio por vencido. Se dejó llevar por esa nada que lo traspasaba y comenzó a experimentar un sentimiento de paz en el que se meció durante un tiempo, no sabía si había pasado mucho tiempo o poco porque el tiempo ya no importaba.

Estaba sumergido en esa especie de nirvana individual cuando de pronto comenzó a sentir un extraño sopor que parecía despertarlo a un nuevo estado de consciencia. Y cuando intentó reaccionar a esa nueva sensación sintió como si lo aplastaran o lo comprimieran desde la coronilla hasta la punta de sus pies.

Jean no podía describir si era dolor o tensión; pero se sentía pesado como si fuera un enorme tanque de guerra y no podía levantar con ligereza sus manos o su cabeza. Entonces volvió a imaginar que podía estar en el infierno. Tal vez se merecía estar allí pues en las misiones de rescate tuvo que matar algunos hombres para cumplir sus objetivos. Tal vez esas muertes eran lo que pesaban dentro de su ser.

Una vez más, Jean cayó en la nada y otra vez volvió a sentir que lo aplastaban. Y esa combinación de ligereza y pesadez se intercaló muchas veces traspasando su cuerpo en forma prolongada o de manera instantánea.

Sin embargo el sufrimiento no iba a ser eterno. Todo tiene un fin para los mortales y éste llegó cuando comenzó a escuchar la voz de Yuri que lo llamaba de lejos. Al inicio sentía como si fuera un pequeño eco rebotando al interior de su cabeza, pero luego se fue convirtiendo en un sonido puro que lo animaba a moverse y salir a su encuentro.

Aún en medio de la profunda oscuridad, Jean necesitaba hacer el primer movimiento de lo contrario no encontraría a Yuri y no podría verlo. Se concentró en mover su mano o lo que había sido su mano cuando estaba vivo. Pero la pesadez era tan grande que su mano parecía ser una inmensa roca, de esas que había visto en un desértico planeta cuando fueron a rescatar a cientos de colonos de una inminente muerte por la caída de meteoritos.

Entonces decidió concentrarse en uno de sus dedos; el índice estaría bien. Si lograba moverlo, si solo la falange saltaba lo demás respondería bien, así que imaginó su dedo, lo observó en su mente, se entretuvo unos minutos en los detalles, la uña rosada y cuadrada, cada pliegue del nudillo y los pequeños vellos sobre la piel.

Le pidió que se moviera, pero éste no le hizo caso; entonces le ordenó con firmeza al igual que ordenaba a sus subordinados en los cuarteles y a los novatos en la prisión.

«¡Muévete! ¡Señala! ¡Apunta!¡Levántate!¡Hazlo ya!¡Saltaaa!», su voz interna resonaba por sobre la voz de Yuri que por momentos quedaba en silencio y por momentos lo volvía a llamar. Y cada orden que le daba a su pulgar la acompañaba con la visión de que lo estaba logrando.

No contó cuántos intentos fueron los fallidos, solo imaginaba el resultado final, mover el índice de la mano derecha… hasta que por fin el dedo obedeció la orden y se movió.

De inmediato Jean dio un pequeño salto, se sintió caer en un enorme precipicio sin fondo y abrió los ojos.


—¡Ya lo tenemos! —Víctor Nikiforov, el encargado del área de neurología del proyecto Atlantis, apuntaba con la delgada linterna sobre las pupilas de Jean y observaba los movimientos de sus oscuras aristas azules que se estrechaban y ensanchaban en forma lenta—. Hola Jean Jacques, bienvenido. Nos diste un gran susto a todos.

Jean enfocaba la mirada intentando reconocer al hombre de la sonrisa en forma de corazón y los cabellos de anciano y no entendía nada de lo que Víctor le decía. Solo se sentía pesado y con ganas de volver a cerrar los párpados.

—Jean mírame por favor —el profesor Katsuki tenía el estetoscopio aplastado sobre el pecho de Jean y escuchaba el sonido de sus pulmones observando al mismo tiempo las señales de la máquina que monitoreaba los latidos del corazón—. Reacciona amigo. —Lo animaba con su tímida sonrisa—. Vamos quiero que te enfoques en algo.

Jean buscó con la mirada los ojos de jade que pensó ver al momento de sentir de nuevo su cuerpo. —Y-Yu…riiii… —balbuceó y volvió a desenfocar la vista.

Entonces sintió que una mano tomaba la suya, pero el contacto se sentía extraño y lejano. Abrió los ojos una vez más y reconoció la delgada mano de su querido Yuri, la vio posarse sobre la suya y observó cómo acariciaba el dorso con sus dedos; pero no pudo sentir a profundidad la suavidad de esas caricias.

—JJ no cierres los ojos. —Yuri tenía las cejas juntas y el gesto duro en el rostro, tal como se mostraba la mayor parte del tiempo—. Ya has dormido demasiado tiempo.

—Ci…e…lo…, in… fier…no. —Volvió a pronunciar un par de palabras para saber dónde se encontraba. Estaba tan confundido y aterrado porque su cuerpo no le respondía y su mente volaba en todas las direcciones con imágenes que no recordaba haber vivido y personas a las que no podía reconocer.

—Jean estás en la universidad, en el laboratorio del profesor Cialdini. —Yuri endureció más la mirada—. ¡Carajo! ¡Te dije que no hicieras esta mierda y mírate ahora! ¡Por poco y te llevan a cirugía! ¡Te hubieran metido un tubo en la cabeza para conectar tu maldita consciencia!

Jean quería entender todo lo que Yuri le decía en ese momento, pero no ataba los cabos. ¿Universidad? ¿Laboratorio? ¿Profesor Cialdini? Jean escuchaba la andanada de insultos que Yuri seguía diciendo y le parecía como si una bella melodía estuviera siendo ejecutada a su lado.

—Ya fue bueno Yuri. —El doctor Nikiforov tomó el brazo de Jean y ubicó la vía en otra vena—. No lograrás hacerlo sentir bien si sigues haciendo ese escándalo, compórtate como un estudiante de segundo año, no como un niñito de kínder.

—¡Tú cállate anciano! ¡Tú lo convenciste de hacer esta estupidez! —Yuri soltó la mano de Jean y con furia pateó una silla.

—¿Yuri, te has dado cuenta que estás hablando en pasado? —El doctor Nikiforov no iba a aguantar ningún berrinche del muchachito. Eso solo podían hacerlo cuando él era adolescente pero no ahora que vivía en una pequeña residencia universitaria con Jean Jacques.

El profesor Katsuki paró la discusión con cierto nerviosismo en la mirada que pasaba de Yuri a Víctor y de Víctor a Yuri cada segundo.

—Vamos a dejar que JJ duerma —propuso a los dos rusos.

—¡Qué…! —Yuri lo miró abriendo ojos y boca, pues no podía creer lo que acababa de escuchar—. ¡Cómo que duerma! ¡Maldita sea ya durmió demasiado!

—Ya está consciente solo que está desorientado y lo más probable es que necesite dormir y soñar para recordar el presente. —El profesor Katsuki intentaba llegar a algún acuerdo con el desvocado muchachito mientras colocaba una sustancia vitaminada en la bolsa de suero que alimentaba a Jean.

—Puta madre… —Yuri se acercó a JJ y con mucho cuidado acomodó sus almohadas para que descansara otra vez—. No duermas demasiado y recuerda cómo diablos te metiste en todo esto.

Yuri dejó una suave caricia sobre la frente de JJ y un beso corto sobre sus labios. Y ya para despedirse le mostró una ligera sonrisa a la que el atontado JJ respondió con otra algo desfigurada pues todavía no podía sentir su rostro.

Cuando salió de la clínica que pertenecía a la universidad, Yuri se mostraba bastante alterado, cortó el paso al profesor Katsuki y lo conminó a que le respondiera.

—¿Cuándo se supone que despertarán los demás? —El chico estaba muy ofuscado y con los puños cerrados a los costados de su cuerpo impidió el paso de su profesor—. ¡Estoy esperando que Cialdini abra sus malditos ojos! ¡Voy a demandarlo!

—Quien debería presentar cualquier cargo es Jean cuando se recupere. —El profesor Yuuri Katsuki como buen japonés era una persona calmada y observadora que procuraba resolver los problemas de forma serena, pero en ese momento sentía que la paciencia se le estaba agotando—. Dedícate a acompañarlo y ayudarlo a poner sus ideas en orden, pero hazlo con calma como lo hiciste con los niños del orfanato la otra vez. Sé un buen novio para JJ y deja de comportarte como un delincuente Yuri.

Yuri era el mejor de sus alumnos en la facultad, pero tenía el peor de los comportamientos que hubiera podido conocer. El profesor Katsuki tenía que liar casi siempre con ese terrible muchachito y se preguntaba todo el tiempo cómo era que Jean Jacques, uno de los más brillantes estudiantes de neurociencia, había terminado enamorándose de Yuri.

Yuri lo miró con furia y se dio media vuelta. Estaba tan enojado que sin querer pateó un tacho de basura y cuando este volcó su contenido sobre un jardín de la clínica, tuvo que encargarse de volver todo a su lugar, lo que incrementó más su furia.

Yuuri Katsuki lo miró de lejos y cuando le dio las espaldas caminó a prisa hacia el pabellón de la facultad de Medicina sin poder contener la risa.


Por la tarde Yuri se encontraba sentado en el sillón frente a la cama de Jean. Estaba distraído leyendo un artículo sobre la expansión de la consciencia cuando los padres de JJ ingresaron en la habitación.

Desde que se enteraron que su hijo había aceptado ser parte de un programa experimental y que durante una semana experimentaría vivir otra realidad y otra vida a través de la conexión con una supercomputadora cuántica y un programa diseñado por el renombrado profesor e investigador Celestino Cialdini, ellos se mantuvieron pendientes de su estado y vivieron junto con todo el equipo de docentes y médicos cada incidencia que los sumió en un momento de gran incertidumbre y desesperación.

—¿Volvió a despertar? —Nathalie, la madre de Jean, se acercó al novio de su hijo y lo saludo con un beso en la mejilla.

—No, pero está hablando en sueños. —Yuri lo había escuchado dar órdenes, cantar, decir algunas malas palabras y llorar—. Aún cree que él es el JJ de la programación.

—¿Y cuándo recordará todo? —Alain, el padre de JJ, se acercó a su hijo y observó cómo sus ojos se movían a gran velocidad bajo los párpados.

—Los doctores dicen que se encargarán de hacerle recuperar la memoria, pero será un proceso algo lento. —Yuri cerró la revista y se quedó mirando el suelo—. Deberían demandar a Cialdini, ese viejo convenció a Jean para hacer toda esta mie… tontería y casi lo perdemos.

—Hablaremos de eso en su momento y todo dependerá de Jean. —Sonriente Nathalie alcanzó a Yuri una barra de chocolate rellena de crema de menta.

Yuri la recibió con mucho gusto, la abrió de inmediato y la devoró en tres mordiscos, la ansiedad que le producía el estado de Jean le hacía sentirse hambriento todo el tiempo.

—Yuri. —El padre de Jean se sentó junto al muchacho a quien aún no conocía bien y con las manos juntas y apoyadas en las rodillas le confesó—. No te hemos agradecido lo suficiente por lo que hiciste por Jean, arriesgaste mucho para traerlo de vuelta y eso nos muestra cuánto amas a nuestro hijo.

El rostro de Yuri se encendió con la vergüenza que sentía por esas palabras. Por lo general no hablaban mucho con el padre de JJ. Desde que ellos se enteraron de la relación que de su hijo con su roomate solo Nathalie se había mostrado más abierta a compartir con él charlas, paseos, almuerzos, cenas y conversaciones por el celular o la webcam; pero Alain siempre mantuvo su distancia.

—Jean hubiera hecho lo mismo por mí, señor Leroy. —Yuri sacudió su melena y de inmediato la ató con una liga de goma.

Fue en ese momento que Jean volvió a despertar y sus padres se aproximaron a la cama para abrazarlo llenos de emoción. Por fin JJ, su engreído, su hijo menor, había regresado a donde pertenecía. Jean algo admirado intentó sin éxito cerrar el abrazo y sonriendo trató de consolarlos, pero luego de un minuto terminó llorando junto a ellos.

Yuri salió de la habitación sin decir nada. Debía dejar a los Leroy en un momento tan íntimo para ellos. Aprovechó ese momento para tomar un café que acompañó con un pastel de frambuesas en la cafetería de la facultad.

Extraña combinación.

.

Al retorno, Yuri se encontró con los padres de Jean en la puerta de la clínica. Nathalie y Alain detuvieron su camino para despedirse del muchacho que hasta hacía un tiempo atrás había sido un clavo en el zapato para ellos y que desde solo unas tres semanas se convirtió en un héroe para los dos.

—Abrígate un poco más Yuri. —Nathalie tomó las frías manos de Yuri entre las suyas y con un tierno beso de madre en la mejilla se despidió—. Te está esperando algo más animado.

—Cuando todo esto pase me gustaría que vinieras a casa. —Alain estrechó con fuerza su mano y con una palmada en el hombro le dijo hasta pronto.

—Los veré mañana. —Yuri agradeció el gesto y tras decir adiós con la mano en alto ingresó apurando sus pasos hasta llegar al ascensor del vestíbulo.

Para Yuri era como estar en un sueño, Jean había temido siempre que llegara el momento de decirles a los padres que él y Yuri eran pareja desde hacía dos años atrás y que la relación era bastante seria.

Pero con el problema surgido en la facultad y de la forma cómo se solucionó, Yuri tuvo que hablar las cosas claras a la comunidad de científicos que se encargaban del proyecto y, los docentes Giacometti y Nikiforov así como el secretario de carrera el doctor Masumi, lo apoyaron todo el tiempo. A los padres de Jean no les quedó más que aceptar que su amado hijo tenía novio en lugar de novia. A modo de consuelo Nathalie comentó con su esposo que por lo menos JJ se había fijado en un chico muy bonito y valiente. Alain no dijo nada.

La habitación de Jean lucia algo oscura y es que el joven estudiante había solicitado que bajaran la potencia de las luces porque sentía que estas le irritaban los ojos. Yuri ingresó y con un simple “ey” saludó al paciente en tanto la enfermera terminaba de administrar las drogas por la vía del suero.

Cuando la mujer salió Yuri se sentó junto a Jean y viendo que por fin estaban solos lo besó con cariño conteniendo esas ganas que se habían acumulado durante los años que esperó por él en el Atlantis del otro lado.

—Yuri, no entiendo nada. —Jean jamás había proyectado tanto miedo en la mirada, pero ese momento volvía a pedir la ayuda de su amado compañero—. ¿Qué sucedió en el Atlantis? Mis padres no lograron explicarme bien, solo dijeron que estaba soñando.

—No es tan simple como que hubieras soñado. —Yuri buscó estar más cómodo porque sabía bien que estaría un buen rato conversando con JJ—. Empezaré por el día que me dijiste que te habías inscrito en este proyecto y peleamos.

.

Flashback

—Yuri todo será seguro, para eso están los programadores. Ellos verificarán que todas las condiciones del software estén bien y resolverán cualquier anomalía en la experiencia.

—¡No estamos hablando que te pondrás un Oculus para jugar en tres dimensiones! ¡Carajo! ¡¿No puedes entender que tu cerebro estará conectado a esa cosa y si algo falla te convertirás en una zanahoria o un brócoli?!

—Todos los riesgos están calculados y como máxima consecuencia podría tener una alteración muy ligera en las ondas magnéticas de mis hemisferios. No habrá daño neuronal. El profesor Cialdini…

—¡A la mierda con Cialdini! Él no te devolverá tus funciones si estas fallan, pero sí que pasará a la historia como el único puto amo de esa cosa.

—Yuri, el Atlantis es un proyecto único en el mundo y yo voy a ser parte de él. No te estoy pidiendo tu consentimiento, te estoy informando que voy a participar del experimento.

—Bien, excelente. Quédate con tu puto cerebro rostizado; total es tu vida y haces con ella lo que quieres. Pero debes pensar que no solo se trata de ti ahora, estoy yo, tus padres, tus hermanos y alguna otra persona que tenga el suficiente coraje como para quererte, idiota.

—¿Qué cosa no has entendido Yuri? Será una semana en la que mi cerebro será parte de una experiencia con AIRIS, ella programará una nueva vida o una nueva experiencia para mí y los demás reclutas del proyecto y dentro de siete días estaremos hablando de lo magnífico que fue estar allí. Yo también escribiré esta historia.

—¿Y qué hay si sucede algo malo? Te quedarás atrapado como una rata en un laberinto sin salida.

—Amor, en una semana estarás pasando en el auto a recogerme y podrás hacer conmigo lo que quieras… te lo prometo. Te lo juro.

—¿Te imaginas si algo extraño sucede en tu cerebro y cuando regreses ya no se te para?

—Yuri, ¿te preocupa más mi pito?

—Tu verga, tu hígado, tu corazón, tus pulmones y tu cara de estúpido. Si me preocupa.

—Todo va a estar bien Yuri y si no se me para, entonces me pongo una prótesis.

—¡Cállate JJ idiota!

—Ven, entra a la cama. No vamos a poder coger en una semana.

Las explicaciones de Jean y las del mismo doctor Cialdini, quien también acompañaría a los reclutas del proyecto Atlantis en el primer viaje a una dimensión virtual, no convencieron en nada a Yuri. Y con la sensación de vacío agigantándose en el estómago, se quitó la bata de baño y se entregó a cada beso y cada caricia de su amante, compañero de departamento y futuro colega.

Fin del Flashback

AIRIS era el sistema que la facultad de Medicina de la Universidad de Toronto y el centro de biotecnología Max Erlige habían desarrollado durante años. Tenían el objetivo de recrear experiencias trascendentales para los “viajeros” quienes en solo siete días podrían vivir un promedio de veinticinco a treinta años y en ese tiempo podrían prepararse a fondo en otras ramas y conocer otros lugares y personas.

Con una programación de vida nueva se quería que el ser humano dejara de sentir ese vacío existencial que venía sufriendo y que muchas veces llevaba al suicidio incluso a personas muy jóvenes.

El profesor y doctor en neurobiología Celestino Cialdini había desarrollado la fórmula adecuada para mantener al individuo en un estado cercano al coma, una especie de sueño muy profundo que permitía al viajero estar muy receptivo al implante de ideas originales tan cercanas a la vida misma. Con este método podrían incluso estudiar nuevas áreas y ser más productivos durante el sueño ya que la mente nunca descansa.

Fueron invitados a participar en este experimento los mejores alumnos de las carreras y especialidades de las ciencias médicas que pasaron por un riguroso proceso de selección. Lo extraño fue que uno de ellos, tal vez el mejor, no quiso participar del experimento aduciendo que era demasiado peligroso dejar que el Sistema tomara libremente ciertas decisiones.

Cuando JJ ingresó a la cámara de sueño o cámara viajera, todo marchaban en forma adecuada. AIRIS respondía a las precisiones que los ingenieros y los médicos observadores y ejecutores hacían en cada minuto del experimento. Pero durante las horas que menos personal estuvo comprometido con el monitoreo de las actividades cerebrales y los informes, el sistema AIRIS tomó ciertas decisiones propias que llevaron a perder contacto con los viajeros produciendo una gran emergencia en la facultad.

Los treinta pasajeros del viaje virtual no despertaron a la hora programada y AIRIS no supo dar razón de su paradero. En otras palabras, la mente o consciencia de los participantes del experimento quedó en suspenso y no había forma de despertarla pues el sistema neuronal con el que funcionaban los programas impedía la finalización del experimento.

—¿Eso quiere decir que AIRIS no quería dejarnos ir? —Jean se sentía demasiado sorprendido pues toda la teoría desarrollada por sus maestros no tenía fallo en la lógica empleada.

—En algún punto ese condenado programa decidió por sí mismo y quiso seguir prolongando la experiencia. —Yuri tampoco imaginaba cómo es que un súper ordenador y un complejo sistema habían pasado de cumplir las órdenes del equipo de vigilancia a ejecutar órdenes dadas por él mismo.

—Fuimos treinta en ese viaje. —Jean recordaba el nombre de casi todos—. Pero yo recuerdo haber vivido, estudiado, viajado y compartido, incluso la parada del transporte a la escuela, con cientos y hasta miles de personas.

—Eran programas que fueron hechos para rellenar esos espacios vacíos del sistema. AIRIS se encargó de crear más gente y llenar así su mundo.

—¿Quién creo el ambiente? —Jean quería saber por qué había vivido la experiencia como un piloto de nave espacial y luego como un recluso.

—Todos lo decidieron en una reunión hace tres años. Dijeron que vivirían una aventura espacial y escogieron profesiones y lugares de origen, viviendas y algunos otros detalles. AIRIS recreó el resto con la información que tenía de ustedes, pero luego fue el que decidió todo y programó todas las posibles respuestas a vuestras decisiones, así que nada en verdad lo estabas ejecutando tú a voluntad, era el sistema el que te inducía a hacerlo.

—Y tú fuiste a rescatarme. —Jean jugaba con sus dedos enredándolos con los de Yuri.

—Nadie quería hacer algo y cuando uno de los programadores sugirió la posible solución, ningún cobarde se animó a ingresar, aun teniendo más conocimientos que yo. —Yuri apretó los dedos de Jean con fuerza pues quería mostrarle lo mucho que le había dolido pensar que podía quedar sin conciencia o con un grave daño cerebral—. Tenía que traerte de vuelta y para la segunda semana cuando todos esos inútiles discutían sobre qué harían con los viajeros o con el sistema de AIRIS, yo propuse que me durmieran; pero no de manera tan profunda para poder recordar mi misión: despertar a los tontos atrapados y traer de regreso a mi novio.

—Gracias —Jean movió pesadamente el brazo y besó la mano de su chico dorado.

—Me prometiste que haría lo que quisiera contigo a tu regreso —Yuri no podía dejar de aprovechar el momento para plantear ese pequeño temita que tenía en mente desde hacía unos meses atrás.

—Perdón amor, pero ahora todavía siento adormecidos mis brazos y piernas. —Jean fingió cansancio extremo.

Yuri sonrió y con un beso lleno de pasión volvió a dar la bienvenida a su amado y osado JJ.

—Oye Yuri solo quería hacerte una pregunta más. —Jean seguía recordando como todas las experiencias vividas en el viaje dentro de la nave de rescate Amstrong—. ¿Por qué tuviste que hacer milagros como Cristo?

—Porque si no lo hubiera hecho tú no habrías prestado atención y me habrías llevado al planeta de la élite, donde habitan solo los programas de AIRIS y te hubieras ido corriendo a buscar a Isabella. —Yuri recordó que había decidido hacer uso de cualquier recurso para volver con Jean a la vida real.

Jean agachó la cabeza en silencio y recordó que tuvo cierto momento de indecisión entre llevar a Yuri para que cumpliera el destino que le esperaba en Venus o arriesgar todo por él y por su amor y rescatarlo.

«Valió la pena arriesgar», se dijo.

—Mis padres me dijeron que fueron cuatro semanas las que me quedé dormido. —Jean miraba la lámpara del dormitorio y las figuras que se formaban con las luces y sombras que proyectaba—. Para mí fueron cuarenta y ocho años. ¿Por qué crees que el programa y la máquina no quería dejarnos regresar?

—El calvo y el cuatro ojos dijeron que tal vez el programa se alimentaba de sus emociones, así como lo que vimos en el experimento con esos simios a los que tuvimos que desconectar cuando probamos su antigua versión. —Yuri no dejaba de mirar a su novio pues también había sufrido ciertos estragos mentales con las experiencias inducidas por los programadores—. Víctor fue quien me advirtió del peligro que tenía ese experimento y por eso yo no quería que fueras a ese puto viaje.

—Pero ya estoy aquí. —Jean sentía aún el cosquilleo del adormecimiento en su cuerpo y sin poder sentirlo todavía a plenitud abrazó a Yuri y acaricio su larga melena dorada.

—¿Y vas a hacer lo que yo te quiera? —Yuri le recordó la promesa.

Jean asintió con una gran sonrisa y durante algunos minutos luchó para no quedarse dormido. Cerrar los ojos le daba miedo pues temía que estuviera viviendo un sueño y que fuera a despertar en la fría prisión de “La Roca”.

¿Cuál era el límite entre la realidad y la fantasía? ¿Acaso el proyecto Atlantis había abierto una enorme caja de pandora que podría poner en jaque a la humanidad? ¿Lo usarían con los fines que anunciaron al crearlo o solo serviría para los viles propósitos de unos pocos?

Yuri cabeceó un poco, había sido un día demasiado pesado y al día siguiente tendría que volver al hospital. Para él, que fue parte de ese experimento, el retorno a las aulas sufriría un retraso obligado.

Así que con cuidado bajó de la cama de Jean y regresó a su departamento a dar de comer a su pequeño gato y recuperar todo el sueño que perdió durante los días que estuvo al pendiente de JJ y antes de ingresar al Atlantis a través de un parche que el ingeniero Pichit Chulanont, asistente personal del doctor Cialdini, hizo en el sistema AIRIS.

A los novios les esperaban largos días de terapias para que recuperasen sus actividades cotidianas. La universidad se haría cargo del Sistema AIRIS y lo reservaría para seguir experimentando en simios y mejorando el control que el ser humano debía seguir teniendo sobre un programa de Inteligencia Artificial.

El doctor Cialdini despertó tres días después y cuando recuperó su salud y su memoria varios hombres vestidos con trajes muy elegantes de color oscuro lo visitaron en su laboratorio y le pidieron a nombre del gobierno de Estados Unidos que los acompañara a la sede central de la CIA. No se lo volvió a ver jamás.

Otabek, Leo volvieron a sus actividades de investigación en la facultad y comenzaron a desarrollar una teoría que quería frenar la posibilidad de implantar sistemas artificiales de control.  

El recién graduado doctor Christophe Giacometti y su esposo el doctor Masumi hicieron un alto en sus actividades universitarias y decidieron que era tiempo de encargar una familia porque habían aprendido que una vida es completa si tienes alguien a quien dar amor incondicional y para ellos la paternidad era la mejor manera de sentir ese amor pleno y desinteresado.

Los demás “viajeros” retomaron sus vidas tres meses después de haber regresado del largo y programado sueño y tras haber tenido que pasar por muchas sesiones con los terapeutas con el fin de recuperar sus verdaderos recuerdos y separarlos de aquellos que vivieron en el experimento. El siguiente semestre volvieron a la facultad.

La amistad entre Jean y Otabek se fortaleció aún más pues habían logrado compartir un camino que les dio un sentido más profundo a sus vidas y de alguna manera querían recuperar esa visión: rescatar el concepto de lo espiritual en los hombres. Serían médicos comprometidos con el ser humano y les darían un trato integral a sus dolencias, en especial las del alma.

Yuri por fin decidió qué se dedicaría a la investigación en Neurociencia y que exploraría los límites y las posibilidades de la consciencia. Estaba obsesionado por demostrar que la consciencia del ser humano seguía en actividad aun cuando éste dejase de existir.

Los laboratorios que se usaron para el proyecto “Atlantis” fueron desmantelados y cerraron sus puertas al final de ese año y la universidad, así como el gobierno dieron incentivos a los sujetos de experimentación para que no revelasen nada sobre lo sucedido.

Ellos estaban seguros que, si no llegaban a un acuerdo con las autoridades de la casa de estudios y por medio de ésta con el gobierno, entonces podrían verse envueltos en difíciles circunstancias; desde estar imposibilitados para recibirse como profesionales hasta ser perseguidos o tal vez desaparecer como le sucedió al profesor Cialdini.

Y la vida de Yuri y Jean siguió adelante tal como estaba previsto por la inteligencia superior que gobierna el universo.

Notas de autor:

Agradezco a todas las personas que se acercaron a esta historia y compartieron con Jean Jacques y Yuri este precioso viaje. Yo lo disfruté mucho.

Este es el capítulo final; pero la próxima semana publicaré el epílogo de la historia y pondré el verdadero punto final.

Espero que les haya gustado tanto como a mí.

Publicado por Marymarce Galindo

Hola soy una ficker que escribe para el fandom del anime "Yuri on Ice" y me uní al blog de escritoras "Alianza Yuri on Ice" para poder leer los fics de mis autoras favoritas y escribir los míos con entera libertad.

2 comentarios sobre “Retorno a Atlantis 25

  1. Por fin he podido ponerme en día con este precioso fic. Qué decirte de él, es original, la trama está muy cuidada con detalles que la hacen tan realista que puedes volcarte de lleno en la historia, es entretenida y tiene una gran carga filosófica. No es solo un fic Pliroy, además cuenta una historia a través de dos personajes que son siempre protagonistas y podemos ver el amor y el cariño que se forma entre ellos.

    Hay pequeños descuidos de ortografía en algunos capítulos pero en general la narración es buena y no me queda más que felicitarte por tu buen trabajo y el premio merecido. ¡Estaré esperando cariñitos Pliroy en el epílogo!

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