—¡Mamá!
Amo a mi madre como todo hijo que ha sido amado, protegido y hasta consentido por una mamá que le entrega toda el alma. Además, ella fue mi ejemplo a seguir aún más que mi padre.
Cuando la escuché pronunciar mi nombre, sentí cómo el peso de su mirada me reclamaba el sentido común, los valores morales y la decencia que ella se había esforzado tanto en heredarme.
Más que observado me sentí capturado en el acto, quité las manos de la cintura de mi hermano y hasta lo alejé de mí, era como un niño que retira el frasco de las galletas cuando es pillado por su mamá.
Y aquella mujer omnipotente y omnisapiente ya había entendido a la perfección qué existía detrás de la escena que estaba viendo en la sala de mi departamento.
Cuando escuché su voz y vi su hermosa figura cerca de la celosía, me hundí y aunque disimulé el acto, comprendí por la forma en que me miraba que ante ella estaba en falta. Así debió sentirse Adán cuando el dios de los judíos lo buscó en el paraíso y, sabiendo qué había pasado, le obligó a confesar.
Desde ese momento no sabía si mi madre sería capaz de expulsarme de su jardín edénico, no tenía idea si ella me seguía viendo con orgullo o lo hacía con reparo. Una madre puede amar mucho a un hijo y, a pesar de su amor, puede también sentirse traicionada y darle las espaldas en nombre de ese sentimiento.
Mi madre al ser una estricta practicante de la religión ortodoxa de mi país, no podía más que juzgar desde su punto de vista todo aquello que no le parecía correcto y que ella estaba segura, era impuro ante los ojos de su dios.
Por ese motivo durante los días que mi madre estuvo alojada en mi departamento, como ya lo hizo la vez de su estreno, tuve la prudencia de alejarme de Yuri y reservar mis comentarios y mis acciones a un ámbito de estricta fraternidad.
Menos mal él también lo entendió, cuando al recogerlo de sus prácticas con el equipo le pedí que seamos muy discretos. No quería incomodar a mi madre y en el fondo no quería que ella se decepcionara de mí.
En el pasado había mostrado sus reparos cuando por primera vez me enamoré de un chico y le expresé mis deseos de vivir nuestro amor en forma abierta tal como él me lo pedía. Angélica, mi madre, fue clara y no tuvo ningún reparo en decirme lo que pensaba.
“Víctor si quieres que todo el mundo se entere de forma oficial que eres gay hazlo, pero recuerda que deberás cargar con todas las consecuencias de tus decisiones. Además, no apruebo que tengas relaciones con un hombre, por lo que no quiero que me pidas algo más allá de la cortesía con tu pareja”.
Era todavía muy joven y no quería defraudar a mi madre, por eso insistí a mi chico que seamos muy discretos con nuestra relación y cuando él me pidió declarar nuestro amor al mundo, pensando en mamá, lo traicioné de la forma más horrenda que puede hacerse. Él se enteró de mi infidelidad por las revistas y desde ese momento nunca más volvió a dirigirme la palabra, por lo menos no en un sentido íntimo o de amistad.
Fue difícil que entre los dos solo quedara un frío saludo cuando coincidíamos en las pasarelas y que ni siquiera me mirara con algo de aprecio. De tanto amor que nos tuvimos no quedó nada entre los dos.
Mi madre tendría doble motivo para estar molesta y decepcionada de mí, pues no solo había un nuevo hombre en mi vida, sino que ese hombre a quien yo miraba con amor y con deseo era mi hermano. Estaba seguro que mi madre se sentiría herida si yo confirmaba en algo sus sospechas, porque se culparía de mi forma de ser, diría que el divorcio distorsionó mi mente y que me iría directo al infierno de donde ella ni con todas sus lágrimas y oraciones me podría rescatar.
Su veredicto me llenaba de temor.
Estaba feliz de tenerla en casa. Mi madre es una mujer muy hermosa y dueña de sí misma, tiene sus manías; pero nunca la califiqué de molesta o casquivana. Ella sabía respetar mis espacios y mi independencia, pero nunca se guardaba un comentario si algo de mí le molestaba.
En muchas oportunidades sus palabras duras me ayudaron por eso les tenía respeto y trataba de escucharla casi siempre.
Como todas las veces que nos encontrábamos, Angélica se portó como una mamá encantadora y amorosa. Y esa vez no fue la excepción pues hizo que me sintiera niño de nuevo con los postres que preparó esos días, me abrumó de regalos y caricias. Compartió sus problemas y las anécdotas que vivió con sus amigas de toda la vida en el crucero del dios de la industria automotriz de Italia al que fue invitada.
Llenó la casa con su perfume, con el piano de Clayderman y con vino blanco que era el que más le gustaba. Compartió con Yuri y conmigo los desayunos y las cenas y durante esos días nos descargó la obligación de prepararlos.
Fue generosa y alegre. Nos llevó de compras, paseamos en limosina con ella. Disfrutamos patinando en la pista de la isla Yelaguin y hasta se preocupó por arroparnos en las noches frías de ese invierno.
Pero si todo estaba tan bien con su visita ¿por qué yo me sentía tan mal?
Los primeros días que la tuve en casa no reparé en nada lo que estaba sucediendo. Quería que mi madre y Yuri se llevaran bien, que la impresión que cada uno tuviera del otro fuese la mejor y que los dos al final de esa visita se hablaran con respeto y hasta con cierto cariño.
Conforme pasaban los días noté poco a poco que Yuri se alejaba más de nosotros dos. Llegó tarde a las cenas en dos oportunidades alegando una demora en el entrenamiento y en el tráfico de las calles en esos días festivos. Lo vi encerrarse en su dormitorio más de lo que acostumbraba y siempre se mantenía callado el momento de la sobremesa.
Mi madre por su parte seguía su rutina de siempre. Darme todo de ella mientras yo estaba en casa y salir con algunas amigas suyas el resto del día. No parecía que estaba pasando algo malo, por lo que pensé que ella se había olvidado del incidente entre Yuri y yo a su llegada.
No reparé nada hasta que el día de año nuevo que tocó ser un sábado de fiesta. Mamá había hecho planes para ir a la cena en la mansión de Egor Petrovich un respetado político y amigo de mi madre. Una lujosa cena que terminaría en fiesta hasta el amanecer y en una propiedad de grandes dimensiones y lujos donde las familias más distinguidas de San Petersburgo se reunirían.
—Víctor es una cena muy importante y me gustaría pasarla contigo y los buenos amigos de antaño. —Mamá sonreía mientras marcaba los números del hotel para confirmar las reservas—. Hace tanto tiempo no hacemos esto cariño.
Yo asentí y no quise contrariarla porque nos estábamos viendo después de algo más de un año y no sería justo dejarla con los planes a medias.
—Buenas tardes Angélica Vólkova al habla, me gustaría confirmar nuestra reservación para la fiesta de fin de año. —Mi madre hablaba con una mujer mientras paseaba por la sala, Yuri estaba en la cocina preparando un postre que le enseñó Lilia—. Sí, dos reservaciones a nombre de Angélica Vólkova y Víctor Nikiforov.
Me quedé en el aire, no sabía qué decirle a mi madre. No sé si lo hacía a propósito o había tenido un lapsus en la mente. Mi madre en forma descarada estaba ignorando a mi hermano. Decidí llamar su atención con mis gestos. Ella tapó el auricular del celular y me miró extrañada.
—Mamá ¿no consideraste a Yuri? —No sabía qué más hacer.
—Oh, Yuri… yo pensé que él pasaría el año nuevo con sus amigos y amigas de colegio, tal vez con alguna enamorada y ya sabes que las fiestas en la mansión de Egor resultan aburridas para los chicos—. Quise creerle, pero todavía sentía ese vacío que me dejó su actitud—. Pero si Yuri quiere ir por qué no le preguntas para confirmar su reserva.
No necesité ir a la cocina, Yuri estaba parado en la puerta y había escuchado todo. Así que solo le dije si quería ir.
—No. Angélica tiene razón, esas fiestas son un fastidio. —Ese momento me di cuenta que la mirada de mi hermano escondía algo y sabiendo lo tajante que era mi madre empecé a preocuparme—. Haré mis propios planes.
Mamá no esperó más y confirmó solo dos nombres con los encargados de protocolo de la fiesta. Mi cuerpo se paralizó y entonces me vino una pequeña sospecha que me hizo agudizar más los sentidos cuando nos sentamos a la mesa y mi madre reparó que el postre que hizo Yuri con la receta de Lilia tenía un ingrediente de más.
—Pero no te preocupes Yuri así también está delicioso. —Su sonrisa la delató.
Por lo general ella suele sonreír mostrando toda su alegría y la brillantez de sus perfectos dientes de perla. Pero cuando mi madre sonríe de costado o con los labios juntos significa que algo le está molestando.
Yuri agachó la cabeza como no lo hacía con nadie, sus mejillas coloradas me decían que no estaba pasando un buen momento y que era hora de saber o confirmar aquello que estaba sospechando.
Me puse a pensar toda la noche en la actitud de mamá y en la de Yuri. Con miedo vi que ella ejercía ese poder absoluto del que gozaba sobre mi pequeño y sabiendo cómo es él de rebelde me pareció que algo muy malo pasó como para que se mostrase tan sumiso.
Además de ser una tortura ignorar mis ganas de hombre y no poder regocijarme con el perfume de su cabello y el sabor de su boca, añadía a mis tormentos una situación en la que mi hermano se mostraba más que incómodo.
Cerré los ojos y con todo mi corazón pedí estar equivocado.
Esa noche en lugar de soñar que poseía a Yuri como un salvaje, me vi envuelto en una situación aterradora. Mi madre me abrazaba con ese inmenso amor que ella me tiene, podía sentir su suave fragancia de rosas y moras que a ella le encanta y escuchaba su voz tarareando una canción antigua con la que solía mecerme en sus brazos cuando era muy pequeño.
Yo me sentía feliz hasta que vi a Yuri en el aeropuerto, tal como había llegado el día que lo conocí, con la jaula de su gato en la mano y su actitud de niño malo. Pero en lugar de verlo llegar lo vi entrando en la sala de embarques con un boleto en la mano.
Quise correr y detenerlo; pero mi madre me retenía en sus brazos y yo no sabía qué hacer. Fue el peor sueño que había tenido en mucho tiempo.
Al día siguiente fui a recoger a Yuri en el entrenamiento, esta vez no sería para llevarlo por una carretera abandonada y peligrosa para besarlo y tocarlo como tanto anhelaba. Me detuve en el estacionamiento de un centro comercial y apagué la radio. Él estaba muy callado.
—Yuri ¿qué te hizo o te dijo mi mamá? —Seguí mirando al frente esperando que él me contara algo malo.
—Nada porqué lo dices. —Yuri tampoco me miraba, había girado su rostro hacia un costado.
—Estás actuando raro. —No sabía cómo explicar aquello que tal vez era solo una percepción o un presentimiento.
—Raro… cómo. —Volteé a verlo y él seguía con la frente apoyada en el vidrio.
—Estás muy callado, tenso y hasta podría decir que estás triste. —Tomé su mano para acercarlo a mí—. Tú no eres así.
—Estoy cansado por los entrenamientos… eso es lo único malo que estoy sintiendo. —Él insistía en mirar por la ventana.
—Yuri mírame a los ojos y dime lo mismo. —No podía creerle.
Mi hermano volteó el rostro y me miró con esos ojos llenos de furia. Esa era la respuesta que quería porque Yuri no solo mostraba su mirada agresiva cuando estaba molesto por cualquier cosa o para intimidar a sus rivales en la pista de hielo; también lo hacía cuando quería ocultarme algo y en los meses que vivía conmigo había aprendido a interpretar algunos de sus gestos.
—No pasa nada malo con tu mamá —insistió intentando alejarse.
—Sé que ella es algo displicente con las personas que no conoce bien. —Yo no quería darme por vencido con su respuesta.
—Si Vitya lo sé. —Yuri no pudo ocultar más su molestia.
—¿Te trató mal en algún momento que no estuve? —Ese era mi mayor temor.
—No, solo que es muy distante… pero yo la entiendo —dijo con agachando la cabeza con resignación.
—¿La entiendes? —El que no entendía era yo—. Explícate mejor Yuri.
—Es que… ella tal vez se siente mal conmigo… yo… ¡mierda! —Yuri se puso colorado y vi una lágrima—. Mi mamá fue culpable que tu mamá y papá se alejaran… ya sabes.
Era eso, mi madre debió decirle algo similar a Yuri. Esperaba que no fuera deliberado, que no hubiera tenido la intención de hacerle sentir mal porque al ver su rostro y esos ojos a punto de llorar sabía que mi niño estaba herido.
No supe qué decirle para justificar la actitud de mi madre. Solo le abracé y le dije que era una percepción suya, que nada era su culpa ni siquiera de su mamá. Que las cosas suceden y en asuntos del amor todo es arbitrario.
Sentí como secó sus lágrimas en mi abrigo y cómo se dio valor para evitar ser un niño desvalido y triste. Me dolió tanto como a él y tal vez más porque comprobé en ese momento que mi perfecta y sacrosanta madre tenía un lado oscuro: el rencor.
Con mil besos en su rostro y sus labios intenté pedir perdón a mi hermano por la actitud de mi madre, él solo se dejó y siguió callado. Hubiera preferido que maldiga muchas veces.
—Mi mamá se irá en pocos días Yuri y cuando vea por conveniente hablaré con ella. —Quería resarcir los daños, pero las palabras hieren tanto o más que las bofetadas.
—Déjalo así Víctor. —Creo que Yuri estaba actuando con bastante sensatez—. Ya pasó.
Los siguientes días fueron agotadores, porque tuve que repartir mi tiempo entre el trabajo en la empresa, dos presentaciones en pasarelas, recoger a Yuri de Nefrit y no dejarlo solo con mi mamá. Esperamos la llegada del año nuevo y como buen caballero acompañé a mi madre a la gran cena de gala en la mansión de los Petrovich.
Fue un momento agradable en el que nos reencontramos con muchos conocidos y amigos que hacía años no veíamos. Mi madre llegó a la fiesta como una triunfadora y por supuesto su presencia seguía cautivando a todos. Nos recibieron con los brazos abiertos y también preguntaron por Yuri.
—El chico tenía otros planes –dijo mi madre—. Ya saben los jóvenes solo quieren divertirse mucho y estas reuniones les resultan aburridas.
Mentía con su gran sonrisa expuesta ante todos, mentía porque Yuri no tenía ningún plan para ese fin de año y se quedó en casa frente al televisor con dos cajas gigantescas de pollo y otras chucherías, jugando en línea.
Mi corazón estaba partido en dos.
Lo curioso es que los días que mi madre se quedó hasta las navidades, mis monstruos internos transformaron sus preocupaciones y se aquietaron frente a la terrible sensación de pena que me invadía.
¿Cómo le dices a tu mamá que se vaya de tu casa? ¿Cómo disfrutas los días de asueto que da el gobierno si tu hermano se aleja para no molestar a su majestad y si ella te llena de atenciones y cariño, mientras trata con frialdad al huérfano?
Nunca antes en mi vida había deseado tanto que mi madre desaparezca y que Yuri y yo pudiéramos retomar aquellas fricciones voluptuosas y nuestras contradicciones cargadas de pasión.
Apenas si hablaba con mi hermano, casi no lo veía en casa porque él se dedicó esos días a ir a Nefrit y estar detrás de Lilia y Mila observando y aprendiendo sus trucos. No tenía entrenamientos porque todos los chicos viajaron a unas cortas vacaciones y cuando volvía a casa ya había cenado con ellas o había comido solo en algún restaurante de comida rápida.
Ingresaba al departamento sin hacer mucho ruido, se ocupaba de su gato que también andaba todo el día desaparecido y luego de pocos minutos se encerraba en su habitación.
Yo sabía que mi madre estaba al tanto de los movimientos de Yuri, pero la veía fingir desinterés y con los días noté que trataba a Yuri con diplomacia; pero sin un poco de afecto. Eso me dolía tanto que comencé a compartir el dolor de mi hermano.
Llegada la festividad de los reyes fuimos de compras y Yuri se vio obligado a seguirnos. Se mantuvo callado mirando su celular todo el tiempo. Mi madre hizo alarde de su generosidad y nos compró algunos objetos caros para decorar nuestras habitaciones. Compartimos una deliciosa cena que hizo preparar con un reconocido chef llegado de España y brindamos por la felicidad.
—Porque pronto retomes tus propios proyectos hijo. —Me tomó de la mano y yo besé la suya, había sinceridad en sus palabras y a la vez cierto tufillo a ironía.
—Porque inaugures el nuevo local de la agencia de modelos mamá. —Se había propuesto tener una gran mansión en la que recibiría a las mejores promesas del modelaje para pulir sus cualidades y lanzarlas al mercado.
—Porque termines bien tus estudios Yuri y vayas a estudiar a un buen instituto de diseño, te recomiendo el que está en Londres, es muy completo. —Allí estaba de nuevo, lo buenos augurios de mi madre junto con cierta malicia en su comentario.
—Gracias señora y yo brindo porque Víctor defina su destino. —Era un reclamo justo, debía saber qué hacer con mi vida, si seguir en Nefrit o dejarlo todo. Si volver a Paris o seguir viviendo en San Petersburgo, si encarar mi amor por Yuri o decirle adiós.
—Un deseo más. —Mamá entrelazó sus manos con las mías y con los ojos cerrados pidió—. Que Víctor encuentre una linda novia con la cual pueda formar un hogar y tener un destino lleno del amor de una esposa, de unos hijos, de nietos que den continuidad a su vida.
Era un deseo que toda madre suele tener para sus hijos; un buen deseo que encerraba otro mensaje menos feliz. Sí, mi madre había notado bien que mi hermano y yo teníamos una historia condenable entre los dos.
Al día siguiente mi madre adelantó su viaje de retorno pues pasaría por Moscú a visitar a una amiga suya que estaba casada con un hombre fuerte del gobierno. Nunca pude recordar el nombre de la dama, pero sabía bien que eran amigas desde la infancia.
Se despidió de Yuri con un par de besos en las mejillas y le dijo que en su próxima visita deseaba conocer alguna chica linda que hiciera juego con su belleza. Yuri afirmó pensativo y le deseó buen viaje.
Camino al aeropuerto escuchaba a Barry White en la radio, mi madre gustaba mucho de sus canciones y yo manejaba con relativa velocidad el coche pues no había prisa para llegar a tiempo.
Aparqué el vehículo en el estacionamiento y antes de acompañarla hasta la sala de embarque le pedí un par de minutos para decirle lo mal que me sentía.
—Has sido muy diplomática con Yuri y te agradezco que hayas hecho el esfuerzo de soportar al hijo de la mujer que te quitó el marido. —Estaba enojado con ella.
—Víctor eso pasó hace mucho tiempo y no sé por qué estás molesto conmigo si todos estos días estuve hablando con tu hermano de buena manera. —Sonrió y se mostró sorprendida con mi comentario—. Acaso él se quejó de algo.
—No, pero comentó que se sintió mal porque tu insinuaste que gracias a su madre nosotros vivimos un mal momento. —Tal vez olvidé lo mucho que extrañé a mi padre cuando se divorciaron, pero para mí esos tiempos ya estaban en el olvido, yo sí había enterrado esos sentimientos cuando despedí a mi padre en el cementerio.
—¿Acaso no fue verdad? —me dijo con total naturalidad, como si ella tuviera toda la razón de seguir culpando de su fracaso a otros—. Esa chica sabía bien que tu padre era un hombre casado y sin embargo no tuvo reparos en meterse a la cama con él, como lo hizo con otros. Quién sabe si Yuri en verdad sea su hijo.
—Mamá te quiero mucho, pero te voy pedir que no vuelvas a mi casa si vas a venir a molestar la tranquila relación de hermanos que hemos empezado a construir con Yuri. —No pude soportar más la hipocresía de mi madre.
Ella se quitó el cinturón de seguridad, volteó por completo a verme y me tomó del mentón como cuando era un niño y estaba a punto de darme un sermón.
—Víctor… si fuera una sana relación de hermanos, yo no tendría ningún problema. —Sus ojos se mantenían bien abiertos y fijos en los míos—. Lo que estás haciendo con ese chico es dos veces inmoral.
Me convertí en una estatua de piedra, lo peor de mí quedó expuesto ante el ser que más amaba y que más me amaba. Me sentí un criminal y a la vez una víctima.
—No sé a qué te refieres mamá. —Pero no estaba dispuesto a confesar, pues todo en mí se activó y mis puercos demonios comenzaron a hablar por mi boca.
—Estás seduciendo a un menor de edad, eso es un delito aquí y en cualquier parte civilizada del mundo. —Angélica Vólkova se puso seria como nunca antes la había visto—. Y se agrava por el hecho que ese menor es tu hermano y está bajo tu patria potestad.
—¡¿Qué estás insinuando?! —Me mostré ofendido, pero no podía seguir mirando a los ojos de mi madre.
—¿Qué vas a hacer Vitya? ¿Convertirlo en tu amante? ¿Hasta cuándo? ¿Piensas llevar una relación clandestina de por vida? ¿Él te va a querer por siempre? —Quería que se detuviera porque cada pregunta era válida y razonable.
—Mamá me estás ofendiendo. —Me mostré más indignado frente a ella para ocultar mis culpas.
—¡Y tú estás ofendiendo a dios! —Nadie iba a sacar esa idea de la cabeza de mamá—. Deja que ese muchachito siga tranquilo su vida, no tienes por qué alterar sus hormonas y su existencia con tus apetitos. En último de los casos busca otro amante; pero déjalo no sabes cuánto…
—¡Estás hablando sandeces mamá! —Ni siquiera cuando me separó de forma descarada de Chris había protestado con tanta vehemencia.
—¡No te das cuenta que lo estás exponiendo al peligro! ¡Rusia es una mierda en materia de derechos de los homosexuales! —Alzó la voz y yo me sentí como si fuera un niño pequeño que quería llorar ante la reprimenda—. ¡Si alguien descubriera tu relación con tu hermano menor… te has puesto a pensar en las consecuencias! ¡O solo piensas con tu otra cabeza!
Hacía mucho tiempo que mi madre no me jalaba las orejas de esa manera. Yo era un hombre de veintinueve años y ella me estaba tratando como si fuera un niño de diez, me estaba enfrentando con todas sus armas y me estaba dejando sin argumentos porque cuando analicé con detenimiento lo que ella me dijo tuve que darle la razón.
Al borde del llanto y con la respiración agitada negué mi amor por Yuri, juré que solo era amor de hermanos y que esa noche ella tuvo una impresión errada, pues solo estaba sirviendo de apoyo a un chico que había bebido algo de más. Tenía que reforzar la historia que tal vez contó Yuri a mi madre si ella se atrevió a interrogarlo como lo hacía conmigo.
—Sabes que nunca has podido esconderte de mí Víctor y que puedo notar de inmediato cuándo mientes y cuando dices la verdad y ahora estás mintiendo. —Sus ojos cobraron el brillo de una flama ardiendo—. No voy a regresar a tu casa hasta que corrijas esa conducta depravada, porque tocar a un hermano es una aberración y espero que no lo expongas ni te expongas a un peligro mayor.
Odié a mi madre en ese momento y deseé con todas mis fuerzas que no tuviera razón. Y pese a que sabía bien que la sabiduría que dan los años es la que manda, en ese momento no pude determinar si ella me decía todo eso con el corazón abierto o con la intención de dañar la relación clandestina entre Yuri y yo, la relación de hermanos que tampoco podía soportar.
Salimos del coche y la acompañé hasta el área de embarque y aunque me sentía molesto por todo lo que me dijo, recibí sus suaves besos en la mejilla y le di otros deseándole buen viaje.
Mi hermosa madre despareció rumbo al avión dejándome un sabor amargo en la boca, era el sabor de la culpa que afloró de inmediato mientras manejaba mi auto de retorno a casa. Nunca hasta ese momento me había puesto a pensar qué era lo que en verdad sentía por Yuri, cómo era mi amor por él y cómo haría para resguardarlo de cualquier peligro.
Tal vez era tiempo de reconsiderar mi rol en la vida de mi hermano y dejar que otros tomasen mi lugar para evitar arrastrarlo a mi infernal mundo, tal vez era hora que lo viera como lo que era, mi hermano y nada más y hacer el esfuerzo por no erotizar su imagen y su ser.
Cuando llegué a casa, Yuri salió a mi encuentro. Se encontraba vestido con una larga y gruesa pijama con estampado de gatos que le llegaba hasta las rodillas, tenía puestas las pantuflas y me miraba como un gatito asustado.
Dejé las llaves en la mesita de la entrada, caminé hacia él con cautela y cuando me detuve a tres pasos de distancia Yuri me cuestionó con justa razón.
—Víctor ¿tú me amas?
Nos abrazamos, lo besé y la culpa desapareció.
Lo amaba con locura, con el deseo recorriendo mis venas, con la fuerza y la nobleza de mi corazón, con mis sentidos vigilantes por cualquiera de sus movimientos, gestos o palabras. Lo amaba con las ganas de un perverso que quería someterlo hasta la saciedad, con el sentimiento puro de mis manos y con la oscura necesidad de mi piel.
Lo amaba para hacerlo mío, mi hermano, mi amigo, mi niño, mi amante y mi otra mitad. Nunca había sentido tantas cosas juntas por alguien y solo quería permanecer así para siempre, besando su boca y sus mejillas para secar sus lágrimas, sintiendo el calor de su frágil cuerpo y el aroma de sus dieciséis años.
Besé sus ojos, sus labios, sus manos, su cuello, la punta de su pequeña nariz. Lo tomé entre mis brazos y lo llevé a su cama. Lo arropé con calma y me acosté a su lado sobre las cobijas, acariciando su cabeza perfumada.
No le dije lo mucho que lo amaba, solo apreté su cuerpo hasta que los dos nos quedamos dormidos y felices de tenernos.

Notas de autor:
Agradezco por la lectura y los comentarios del fic. Como ven todo se opone a este romance y es que nada debe irse en contra de las leyes establecidas por la sociedad, ni siquiera el amor.