
☆*゚ El que No fue Invitado
—¡Víctor! ¿¡Qué significa todo esto!? —Sacado de su asombro, Yuri le reclamó casi en un grito a su entrenador sin pensarlo.
Katsuki no podía contener su sorpresa mezclada con un sinfín de sensaciones, las cuales eran más que nada deseos de matar al ruso en lugar de querer hacerle el amor.
¿Quién en su sano juicio organizaría semejante fiesta sin consentimiento del supuesto “anfitrión? Obviamente ese sería nada más y nada menos que Víctor Nikiforov.
Desde el instante en que el japonés despertó, el ambiente se encontraba algo extraño. Yurio no dejaba de seguir al ruso de cabellera plateada por toda la casa; en cuanto a Víctor, éste no para de hacer extrañas insinuaciones –siempre las hacía, pero en esta ocasión eran muchas más–. Sin embargo, en cada momento donde el cerdito buscaba respuestas sobre aquellos comportamientos raros solo conseguía vergonzosas muestras de afecto en su retaguardia por parte de su pareja.
Transcurrió todo el día hasta que finalmente supo que se tenía entre manos ese ruso con cuerpo de dios griego. Yuri Katsuki lo supo cuando ya todos los invitados arribaron al lugar.
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La sorpresa que traía en mente Nikiforov se realizaría el fin de semana; el lugar sería la mismísima residencia de los Katsuki. Tenía que planear absolutamente todo con tal sutileza para que su amado cerdito no sospechara nada, bueno, esa era la idea.
—Por lo que más quieras Víctor, no invites a ese ¡idiota presumido! —Soltó con un tono alto Yurio mientras Víctor se encontraba muy feliz escribiendo en su teléfono—. Es más, haré lo que me pidas por una semana —suplicó sabiendo el significado de sus palabras y que se arrepentirá de haberlas dicho en el futuro.
El hombre de ojos azules sonrió como si se tratase del ser más poderoso del universo; según la perspectiva del rubio era como que acababa de venderle el alma al d’yavol.
—Descuida gatito, no lo invitaré —dijo con la sonrisa más hermosa y radiante que poseía.
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En uno de los hoteles más lujosos de los Alpes suizos, se encontraba esparciendo su masculina sensualidad Christophe Giacometti, cuando recibió una agradable invitación de su amigo –rival– y compañero de podio, Víctor Nikisensualonforov.
—Con gusto iré, mon chéri —Se dibujó una grata sonrisa en su rostro ya que este suizo disfrutaba muchísimo las fiestas—. No puedo perderme la oportunidad única de sentir una vez más ese lindo trasero de tu precioso pupilo —dijo con picardía al mensaje de su amigo.
Una vez finalizada la charla por mensajes con el ruso, Chris dejó su celular sobre la mesa donde había dos copas y una botella de champagne a la mitad.
—Mi bello Masumi ¿te gustaría acompañarme a Japón? —Con dulzura le preguntó, mientras estiraba su esbelta pierna hasta alcanzar a su acompañante.
—Sabes muy bien Christophe que debo trabajar —respondió sin apartar la vista de su laptop el modesto y atractivo representante de la comisión de patinaje suizo.
Con una expresión de tristeza, sin sentirse así realmente, Chris lo miró para luego sonreír y quitarse la bata de seda, dejando su muy bien tonificado cuerpo a la vista antes de meterse a la piscina.
—En ese caso, te enviaré muchas fotos —Soltó sus palabras con simpatía antes de sumergirse en el agua.
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En algún lugar de China, un tierno pandita se encontraba en su cama llena de peluches charlando con su buen amigo del otro lado del océano.
—¿Puedes creerlo? Víctor Nikiforov me escribió.
—Pues, ¡obvio que te creo! También recibí una invitación —respondió Leo de la Iglesia acercando su teléfono a la cámara de su computadora.
Guang Hong Ji acercó la pantalla de su hacía él para poder ver con más claridad la invitación de su amigo. Y debido al asombro y algo de nerviosismo, el chino mordió la oreja de su pobre oso de peluche preferido antes de poder hablar.
—Me pregunto cómo habrá conseguido nuestros números, ¿crees que Yuri se lo haya pasado?
—Puede ser una posibilidad, después de todos ellos dos son pareja ¿cierto?
—Eso creo —respondió dejando en paz la oreja del peluche—. Leo, ¿irás? —preguntó el pequeño cuyo rostro se sonrojó con facilidad.
—Solo si tú vas —Sonrió el americano.
—Obviamente iré —respondió decidido—. Aunque, después tenga que reponer los días de entrenamiento —Concluyó el chino.
Mientras los mejores amigos seguían con su plática, cerca de ese país oriental en Corea del Sur –para ser más precisos–. Se encontraba un frustrado joven realizando su arduo entrenamiento casi sin descanso alguno.
—Eso es todo por hoy Seung-Gil —Intervino su entrenadora, dando así por finalizado el entrenamiento de ese día—. Mañana retomaremos el programa corto.
Sin decir una sola palabra, como era costumbre, el coreano abandonó la pista de hielo. Y al tomar asiento en los vestidores del lugar, aprovechó para hidratarse un poco mientras se secaba el exceso de sudor de su frente y cuello; luego se quitó los patines que un poco ya lo estaban matando.
—¿Un mensaje? —murmuró tomando su celular—. ¿Nikiforov? No me interesa —Con una mueca y sin nada de interés continuó leyendo el mensaje—. ¿Katsuki Yuri? —Alzó su ceja.
Ese nombre le sonaba familiar, pero ¿de dónde? Fue entonces que recordó que era el nombre de quien lo abrazó de improvisto en la competencia de Rusia; ese chico parecía un muerto viviente sediento de abrazos en lugar de cerebros y debió admitir que, aunque fue algo impensado –ya que odiaba el contacto físico– no se había sentido tan feo ese abrazo. Solamente por ese minúsculo detalle y una pizca de curiosidad que le había despertado el nipón, bastó para que Seung-Gil Lee aceptara la invitación de ese tal Nikiforov como se llame.
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—Hey ¡Micky! ¡¡Micky!! ¡¡¡Micky!!! —Con su gran sonrisa, Emil Nekola movía sus brazos bien en alto para captar la atención de su amigo italiano—. ¡¡¡MICKY!!!
Siempre tan alegre aquel checoslovaco pese a que su compañero y mejor amigo lo vivía ignorando, más aún en ese momento que lo estaba llamando eufóricamente.
—Micky ya deja de ser tan egoísta y muéstramelo —Solicitó Sara Crispino—. ¡Como tu hermana te lo ordeno! —reclamó la joven.
La conmoción se debía a que su hermano gemelo había recibido una invitación a una fiesta por parte de uno de los patinadores más “ardientes” y codiciados del planeta. Una invitación que ella no recibió.
—¡Más te vale que vayas a esa fiesta Michele! —demandó Sara—. A la cual OBVIAMENTE te acompañaré —Enfatizó colocando sus manos a cada lado de su cadera italiana.
—Micky —susurró Emil.
—Creí que ya no querías hacer más nada conmigo —murmuró Michele aun sintiéndose un poco dolido por aquella distancia que su hermana había establecido entre ellos.
—¡Micky! —Continuó Nekola sin éxito alguno.
—Eso es cierto —Descaradamente soltó con una sonrisa dibujada en su rostro—, pero para esta ocasión haré una excepción —Guiñando el ojo y con un movimiento casual de su mano, tocó su mejilla usando su dedo índice izquierdo—. Quiero compartir con mi hermano favorito…
—Soy el único que tienes —murmuró muy por debajo Micky.
—Esa maravillosa fiesta —Finalizó Sara.
Era obvio que detrás de sus dulces palabras se ocultaba un gran interés. Sara quería, a como diera lugar, aprovechar la ocasión para estar rodeada de lindos –y muy sexy– patinadores y, si era cierto lo que decía dicha invitación, su querido coreano estaría ahí. Motivo más que suficiente por el que no se lo iba a perder.
Mientras que los gemelos Crispino debatían sobre si ir o no a la fiesta que se llevaría a cabo en Japón; y el pobre Emil, tan positivo como siempre, buscaba llamar la atención de su Sempai. En la fría Rusia, Georgi leía y releía el mensaje que le había mandado Nikiforov.
El más sentimental del grupo ruso no salía de su asombro al ver que la gran estrella rusa, de quien siempre sintió que opacaba su existencia, sin malas intenciones claro está –no muchos recuerdan que Georgi cumple la misma edad un día después que el sexy Ice Daddy–, tenía agendado su número.
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En la mente de Víctor Nikiforov se debatía si era o no conveniente invitar a la fiesta al mejor amigo de su amado Yuri, pero si no lo hacía tal vez su cerdito podría ponerse triste. Era una difícil decisión que tenía entre manos.
—¿¡Una fiesta!? ¡Significa que finalmente habrá boda! —La euforia del tailandés casi le cuesta el sentido de la audición a Víctor—, ¿Puedo ser el padrino? ¿Se casarán en el castillo o en la playa? Necesito pensar qué regalarle. Sin dudas, será algo que puedan disfrutar ambos en la noche de bodas —Con un tono de complicidad y picardía añadió lo último.
El ruso tuvo que contenerse ante el bombardeo de propuestas ya que, tenía que mantener una postura desinteresada por si llegaba aparecer Yuri, mientras se encontraba hablando desde el teléfono de su amado cerdito.
Finalmente, concluyó el amante de los hámsteres en mantener el secreto de la fiesta, pero a cambio de tener la primicia de todo lo relacionado a la “pareja perfecta”. Después de todo, Phichit era el líder indiscutible del Fandom que amaba esa relación romántica del entrenador ruso y su aprendiz japonés.
Después de concluir con el mejor amigo de su prometido; era hora de hablar con quién se proclamaba fan número uno del subcampeón del Grand Prix. De más está decir que al momento de recibir la invitación por parte de Víctor, Minami sollozo aceptó sin pensarlo, después de todo, se trataba de una fiesta para su ídolo. No podía no ir.
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Las expresiones de Yuri Katsuki al verse rodeado de aquellas personas le daban una gran satisfacción a Víctor Nikiforov.
—¡Fiesta sorpresa! ¿No es amazing, Yuri? Todos vinieron —Abrazando a su desconcertado cerdito, respondió con total dulzura.
Mientras todos los patinadores saludaban a los anfitriones e ingresaban al lugar, Yuri seguía con una expresión atónita por lo que estaba sucediendo.
—¿¡En qué estabas pensando Víctor!? —gritó.
—¿Siquiera piensa? —comentó de pasada Yurio sin despegar sus ojos de su celular.
Yuri no sabía cómo reaccionar ante la situación. Una fiesta en su casa, con todos los patinadores con los que tuve una cercanía que antes no poseía por su timidez, lo perturbaba al mismo tiempo que le llenaba de amor el corazón porque era un gesto muy dulce de parte de ese hombre especial en su vida.
Cuando Phichit llegó a la casa de los Katsuki, rápidamente raptó –según Vitya– a su mejor amigo de las garras protectoras del lobo siberiano ruso. Sin duda, la sonrisa que se formó en el rostro de Yuri Katsuki fue tan inmensa, casi lo suficiente como para poner celoso a Nikiforov –algo imposible que sucediera realmente, él no era para nada celoso–.
Ya la mayoría de los invitados se encontraban en el lugar vistiendo Yukatas, las que gentilmente Hiroko y Mari les ofrecía.
—Otabek aún no llega… —Con una gota de ansiedad susurró el ruso de ojos verdes que se encontraba apoyado en la puerta de entrada.
Luego de buscar intensamente entre todos los invitados de su “no” amigo. Uno y hasta cinco –o quizás cincuenta– suspiros dejó escapar de sus labios hasta que, en la distancia, divisó un cabello oscuro como la noche con un corte particular, ese ínfimo detalle le saco una de las sonrisas más tiernas que alguna vez pudo formar ese jovial rostro de porcelana.
—Vaya, vaya, vaya… pero miren lo que tenemos aquí, la hermosa gatita campeona del Grand Prix —dijo en un perfecto acento canadiense el gran Jean-Jacques “The King” Leroy—. Esto sí que es una hermosa y grata coincidencia.
Boquiabierto quedó el hada rusa al verlo. Yurio quería morirse, corrección, más bien, quería asesinar al ruso de frente amplia. Y sin perder el tiempo salió corriendo, dejando atrás al imbécil que justamente deseaba nunca más cruzarse o, al menos, no ahora.
—¡¡¡VÍCTOR IDIOTA!!! —Rugió el Tigre de Hielo ocasionando que todos los que se encontraban en el camino hicieran un paso al costado—. ¿¡Qué diantres hace ese imbécil acá!? —gruñó con claro enfado, aunque para el muchachote de platinada cabellera era como si se tratase de un tierno maullido—. Te dije. ¡Te ROGUÉ! Que no lo invitaras a ¡J.J.!
—Eso hice gatito fanfarrón —Le apretujó las mejillas, solo para fastidiarlo aún más—. No lo invite —respondió con su típica inocencia.
Yuratchka puso su mano en su rostro un instante, luego de quitarse de manera abrupta el agarre de Víctor, analizó la situación en su cabeza a una velocidad increíble para luego sacar su teléfono celular y mostrarle al descerebrado –según él– una foto de Beka.
—Se supone que deberías haberlo invitado a él —Señaló la foto—. No a él, ¡baka! —Apuntó en dirección de J.J. quien, a pesar de algunos comentarios medio tontos, se estaba integrando bastante bien con los demás invitados.
Víctor miró un segundo la pantalla, luego en dirección a donde Yurio señalaba y nuevamente observó el celular.
—Con que ese era —Sonrió como si se hubiese percatado de su evidente error—. Los confundí —Alzó sus hombros y manos como restándole importancia—, cualquiera lo haría. Después de todo, tienen el mismo corte de cabello —Se excusó tontamente.
Yura ya estaba listo para reprocharle y gritarle, pero Víctor ya se había marchado en busca de su cerdito para protegerlo de los “buitres” que lo acechaban, especialmente uno suizo y peligroso.
—¡¡¡Eres un maldito, Nikiforov!!!

GLOSARIO:
- Дьявол / d’yavol = Diablo
- Mon Chéri = Cariño mío
- Baka = Idiota